| Arbil cede expresamente el permiso de reproducción bajo premisas de buena fe y buen fin | |||||
| Para volver a la Revista Arbil nº 109 Para volver a la tabla de información de contenido del nº 109 | |||||
Opiniones, Encuestas, Instituciones y Leyes por Max Silva Abbott ¿Son las encuestas un parámetro válido para modificar los valores fundamentales de una sociedad? La pregunta no es ociosa, porque de ser así, podrían darse situaciones no sólo absurdas, sino también preocupantes. | |||||
| Constituye ya una costumbre que antes de dar pasos significativos en diversas modificaciones legales que afectan valores importantes de nuestra sociedad, surjan todo tipo de encuestas que indican ciertas corrientes de opinión que supuestamente debieran ser la pauta para dichos cambios. Es así como en los últimos días, ha aparecido una encuesta relativa a las convicciones y conductas respecto de la vida familiar y sexual. Ahora bien, ¿son las encuestas un parámetro válido para modificar los valores fundamentales de una sociedad? La pregunta no es ociosa, porque de ser así, podrían darse situaciones no sólo absurdas, sino también preocupantes. En efecto, imagínese qué ocurriría si a alguien se le ocurriera hacer una encuesta sobre el pago de deudas o de impuestos. Parece más que evidente que si se preguntara al azar si se desearía no pagar las deudas o dejar de tener impuestos, la gran mayoría, si no la totalidad respondería favorablemente. ¿Quiere decir esto debieran modificarse las leyes crediticias, contractuales y tributarias? Claramente no, porque un poco de sentido común nos indica que sería un desastre tener aquí a la opinión como referente, por muy mayoritaria que fuese o incluso resultara unánime. Claro, lo que ocurre es que hay ciertas razones de evidente bien común (no meros motivos u opiniones), que demuestran que existen muchas materias en que sería necio e incluso demencial seguir este criterio. Sin embargo, en materias morales parece existir la regla contraria, esto es, que todo depende del querer de las personas. De este modo, da la impresión de que lo que la gente hace, por el sólo hecho de hacerlo, estaría correcto, o si se prefiere, se reduce el problema ético a estadísticas y comportamientos sociales: a un mero hecho. Se olvida que la ética surge precisamente al tomar conciencia de que existen conductas que no obstante se realizan, y a veces mayoritariamente, no son correctas, aun cuando algunas tengan gran aceptación. Mas, en el caso actual pareciera que se hubiera solucionado el problema ético, porque si todo depende de las opiniones, si cada uno tiene su propia moral adaptada a las circunstancias, se daría la paradoja de que siempre estaríamos actuando bien, porque a fin de cuentas, solemos hacer las cosas porque lo consideramos correcto. Dicho de otro modo: como siempre actuaríamos según nuestras circunstancias, lo moral, lo que debiera ser, coincidiría con lo que es, con lo que hacemos, dejando de existir así la conducta inmoral y la ética como disciplina. Además, también un poco de sentido común puede advertir los resultados de diversas conductas, lo cual otorga una inestimable pista para saber si son valiosas o no. Así por ejemplo, ¿no son efectos lamentables los embarazos no deseados, las enfermedades de transmisión sexual, los abortos, las infidelidades, las separaciones, los hijos sin padre o madre y el círculo de pobreza que ocasiona esto último, sin contar con diversas secuelas como el posible alcoholismo, drogadicción o inestabilidad emocional de los hijos, entre muchos otros? Son todos problemas reales, objetivos, con causas conocidas, al igual que los económicos, financieros y tributarios del ejemplo anterior; con la diferencia que para identificarlos y actuar en consecuencia, primero hay que estar dispuestos a verlos •- •-• -••••••-• | |||||
Para volver a la Revista Arbil nº 109
| |||||
