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El nacionalismo andalusí: Apuntes sobre un nuevo nacionalismo en el horizonte español

por Jorge Martín

Tras la imposición de los “hechos históricos o “realidades históricas” de comunidades autónomas como el País Vasco, Galicia o Cataluña, el proceso de desmembración de España parece estar llegando a su culminación, por lo que se impone generar nuevos procesos dialécticos con los que mantener la tensión política y la base electoral. Es por ello que comienza a aparecer en el horizonte un nuevo nacionalismo, el nacionalismo andalusí, el cual, sin embargo puede desbordar a los nacionalismos hispánicos clásicos.

En el nacionalismo andalusí convergen dos corrientes que, a través del mismo, logran articularse de una manera más o menos coherente: Los movimientos nacionalistas occidentales de corte marxista que tomaron en los años setenta el modelo de los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo, y los movimientos islamistas. Y es que, aunque el nacionalismo andalusí tiene en el nacionalismo andaluz un referente, el elemento islámico le confiere una naturaleza singular.

1. Antecendentes.

1. Los nacionalismos españoles

1.a. El andalucismo romántico y el andalucismo político.

En España, el andalusismo literario y romántico de autores como Washington Irving, ha jugado un papel fundamental a la hora de alimentar el mito de al–Andalus y, como en el resto de la Europa de los nacionalismos, a ese andalusismo mítico y romántico le siguió el andalucismo político, que adopta en España un corte federalista, progresista y burgués, siendo Blas Infante la figura más destacada del mismo, figura que también constituye un referente para el nacionalismo andalusí, dado su supuesto filo-islamismo.

1.b. Los movimientos nacionalistas de corte marxista

Por su parte, el contexto internacional y el contexto español de los años setenta del siglo veinte, propiciarían la generación de numerosos movimientos nacionalistas de izquierda que tomarían como referente los movimientos de liberación nacional del Tercer Mundo de corte marxista, especialmente al FLN argelino, y que en España tienen en el MLNV–ETA, ERC, Terra Lliure, MPAIAC, etc. algunas de sus expresiones. Sin embargo, en Andalucía, el nacionalismo radical y marxista apenas tuvo arraigo, y salvo por algunos pequeños grupúsculos, apenas tuvo expresión política ni proyección social, si bien, la idea andalucista ya tuvo su expresión intelectual en la obra de Ignacio Olagüe La Revolución Islámica en Occidente, tomada hoy como referencia por la izquierda andalucista y conversa como uno de los libros de cabecera.

2. El mundo musulmán

El islamismo constituye el otro componente fundamental de este nuevo nacionalismo, complejo fenómeno éste cuyo éxito puede ser resultado del fracaso de los movimientos nacionalistas y progresistas laicos y la consiguiente decepción de las expectativas de liberación nacional y social por ellos generados en el mundo musulmán con la descolonización.

Para el islamismo, regímenes progresistas como los de Argelia o Túnez o nacionalistas laicos como los baasistas, habrían fracasado por ser impuros y corruptos, pero la raíz de todos los males que afligen a los musulmanes está en Occidente, y es aquí donde ambas corrientes, el progresismo occidental y el islamismo, convergen: Ambos coinciden en su odio a Occidente y ambos se necesitan para destruir la Civilización Occidental.

2. Génesis del islamo-progresismo

El aparatoso hundimiento del régimen soviético provocó en la izquierda una gran desorientación y la dejó huérfana de una potencia suficientemente amenazante para el mundo occidental que pudiera hacer factible su derrota total.

Por su parte, el fracaso del modelo del Estado de Bienestar, las transformaciones socio-económicas, el agotamiento del discurso nacionalista y de causas como la abortista, la gay, etc. al haber alcanzado prácticamente todos sus objetivos, y la fijación del voto ciudadano, hace necesaria la revisión de las estrategias y la búsqueda de nuevas bolsas de votos a movilizar.

Es por ello, que la izquierda no deja de suscitar nuevas reivindicaciones, de crear artificialmente nuevos supuestos desajustes o contradicciones y nuevas tensiones mediante las que poder mantener encendida la polémica, la tensión revolucionaria y con ella, el “proceso dialéctico”, el mecanismo de tesis-antítesis-síntesis que tan buenos resultados les ha dado para conseguir la hegemonía moral y cultural, mientras achanta a la derecha sociológica con “memorias históricas”.

La inmigración, por otro lado, supone un fenómeno socio-económico, político y cultural de primer orden para unos partidos políticos que ansían inclinar la balanza de su lado de una manera contundente y decisiva, en un país caracterizado por una marcada y equilibrada bipolaridad. La existencia de colectivos extranjeros tan bien definidos, sólidos y organizados como el musulmán constituye así, una baza de movilización política muy atractiva, especialmente para una izquierda radical necesitada de ampliar su base electoral.

Por su parte, estas amplias capas de la ciudadanía occidental que sostienen actitudes idiófobas, de odio a los propio, el multiculturalismo y el progresismo sirven al islamismo de excelentes cajas de resonancia para sus acciones y reivindicaciones. Decididos a ampliar Dar-al-Islam, la Casa del Islam, la existencia de movimientos sociales y / o políticos occidentales dispuestos a favorecer el incremento de la influencia social y mediática de la “causa” islámica y a defender sus reivindicaciones y exigencias, supone para los islamistas una baza fundamental para penetrar en la epidermis de dicha sociedad occidental y extenderse por el torrente sanguíneo con paso firme, hasta el punto de poder llegar a condicionar la vida política, social o cultural de un país, tal y como ha ocurrido en Holanda, España o Alemania, respectivamente.

Así, la estrategia electoral de la izquierda y la estrategia de penetración islamista pueden converger en un movimiento que, aunque en proceso de definición, al estar condicionado por un complejo conjunto de posturas, intereses y contextos, resulta tan original, como preocupante, dado que, al pretender articular las reivindicaciones del colectivo de conversos españoles, las del progresismo anti-cristiano y anti-occidental, las de los inmigrantes de confesión musulmana y las de los marroquíes de nacionalidad española que residen en Ceuta y Melilla, estaría implicando a actores externos como el islamismo internacional o Marruecos.

3. Elementos que configuran el nacionalismo andalusí del siglo XXI Dado que los principales agentes de éste nuevo nacionalismo provienen de la izquierda española, el vocabulario político empleado por el mismo presenta grandes similitudes con el vocabulario de los nacionalismos peninsulares clásicos, de manera que podremos encontrar conceptos tan familiares como “hecho histórico” “realidad nacional”, “normalización lingüística” o “agravio histórico”.

Efectivamente, para el eurodiputado de Izquierda Unida por Melilla, Abdelqader Muhammad Ali, “como musulmanes españoles tenemos todo el derecho a sentirnos insatisfechos, porque hay evidencias históricas que nos legitiman, permitiéndonos situar el listón lo más alto posible.

Es significativo que en junio de 2006, con motivo del debate en torno a la conversión de Ceuta y Melilla en Comunidades Autónomas y las consiguientes reformas estatutarias, los partidos musulmanes Unión Democrática Ceutí y Coalición por Melilla, junto con la Federación Ceutí e Izquierda Unida presentaran una ponencia en la que reivindicaran“la protección y reconocimiento de la identidad étnica, lingüística y cultural de todos los melillenses y ceutíes”. (Noticia recogida en Verde Islam del 18/06/2006).

De hecho, IU–ICV planteó, con éxito, ante la Comisión de Educación y Ciencia del Congreso de los Diputados, una proposición no de ley relativa al fomento de la, según Gaspar Llamazares, discriminada cultura tamazight, iniciativa que para el líder comunista, ha de servir “para empezar a que haya (sic), al menos, un reconocimiento cultural que empiece por la lengua” (Verde Islam, 22/06/2006). “Que empiece por la lengua”... ¿Y por dónde habrá de acabar? ¿Estamos entonces ante un nuevo proceso basado en la táctica del agravio histórico y de la presión–cesión?.

Efectivamente, para Mansur Escudero, “El estado español debe asumir, de una vez por todas, su parte de identidad islámica que le corresponde. Ese es su deber y su gran prueba”, y para AbdelQader Muhammad Ali, “ser español es una condición que puede muy bien reflejar la realidad islámica, si tenemos en cuenta los ocho siglos de permanencia del Islam en Al Andalus”. “Identidad islámica” y “realidad islámica”... ¿Cómo interpretar el concepto de “realidad islámica” esgrimido por los musulmanes españoles? ¿Estamos ante una nueva “realidad nacional” o “nacionalidad histórica como en Cataluña o Andalucía”?.

Para aderezar este nacionalismo y suscitar una corriente de simpatía hacia el mismo, no puede faltar el sentimentalismo lacrimógeno e irracional al que nos tiene acostumbrados la izquierda más demagógica, que además conecta tan bien con las concepciones idiófobas del progresismo occidental: No son los musulmanes, - los nuevos “buenos salvajes”, lo que, por cierto, denota cierta racismo y etnocentrismos “ilustrado” -, los culpables de ciertos fenómenos y actitudes, sino los occidentales que le han oprimido y agredido durante siglos. En el caso de España, los españoles son los culpables porque no admiten la idea de que pueda existir un Islam español y rechazan la posibilidad de que los musulmanes puedan integrarse en la sociedad española. Así, las reivindicaciones musulmanas no son más que una reacción, una respuesta, al racismo, la xenofobia y la discriminación padecidas por el colectivo musulmán, por lo que satisfacer dichas reivindicaciones no constituiría sólo un acto de justicia, solidaridad y reparación de agravios históricos, la manera de combatir esas negativas actitudes sostenidas por los españoles hacia el colectivo musulmán. Opresores, oprimidos y liberadores. Los papeles ya están repartidos.

Sin embargo, las palabras de AbdelQader Muhammad Ali, compañero de partido de Llamazares, no pueden resultar más reveladoras del cinismo islamo-progresista: “Los musulmanes de Melilla ¿se sienten españoles culturalmente? Esa es una (sic) interrogante que habría que trasladar a los musulmanes o al menos a sus representantes”. Pero, ¿no querían acaso integrarse? ¿Por qué no quieren sentirse españoles culturalmente? ¿o es que sólo quieren sentirse españoles jurídicamente para beneficiarse de esa España con la que no se identifican? ¿Por qué los conversos españoles están más identificados con Marruecos, Palestina o Irak que con España? ¿Por qué promover la redacción de libros en dialectos árabes o bereberes o imitar la literatura árabe y no desarrollar una literatura española de autores musulmanes, de la misma manera que existe una literatura árabe de autores cristianos? Los musulmanes, ¿se sienten españoles culturalmente? Esa es una (sic) interrogante que habría que trasladar a los musulmanes o al menos a sus representantes”

Más significativas aún son las palabras del “moderado” Mansur Escudero, “Al Ándalus seguirá siendo Al Andalus para los musulmanes de todas las épocas”. Entonces, el colectivo musulmán, ¿quiere integrarse y formar parte de la sociedad española o más bien crear una sociedad aparte sobre una base territorial que ni siquiera consideran España, sino otra formación política, cultural e histórica distinta?.

4. Nacionalismo andalusí y estrategia electoral

“Dentro de unos años los musulmanes gobernarán Ceuta y Melilla por mayorías absolutas”. (Mansur Abdussalam)

“Actualmente hay en Europa más de quince millones de musulmanes europeos. Europa no puede seguir ignorando esa realidad” [...] . Si los musulmanes europeos se organizaran podrían tener representación política, porque (las elecciones europeas) son las únicas elecciones que permiten al candidato presentarse desde cualquier punto de la geografía europea. Si el voto musulmán europeo se aglutinara...”
(Abdelqader Muhammad Ali)

Según el artículo “El Islam crece a hurtadillas” publicado en la edición digital de El País, de 15 de enero de 2006, en la provincia de Almería “la comunidad marroquí alcanza ya las 40.000 personas”, – sin contar, por tanto a los conversos y musulmanes de otras nacionalidades –, en Granada, “la población de religión musulmana puede oscilar entre 15.000 y 17.000”, mientras que “la población musulmana en Algeciras, (...) puede alcanzar ya las 10.000 personas”. Un caso significativo, mencionado en el artículo, es el caso de Linares, donde la comunidad pakistaní alcanza los 400 miembros, lo que supone el 24 % de la población.

Pero los casos más llamativos son los de Ceuta y Melilla: Según AbdelQader Muhammad Ali, eurodiputado de Izquierda Unida por Melilla, en ésta Ciudad Autónoma “el 40% de la población (...) es musulmana, tiene derecho a voto y compone una fuerza electoral muy importante”. Si a éste 40 % añadimos el 5,8 % de extranjeros de origen fundamentalmente marroquí que, según el INE, están empadronados en la ciudad de Melilla, la cifra de musulmanes censados en la misma se elevaría a un 45 % aproximadamente, si bien, Abderramán Benyahia, secretario general de la Comisión Islámica de Melilla, eleva el porcentaje a más del 50 %, (Irujo, J. Mª. El futuro de Ceuta y Melilla: La presión de "nuestro" Islam El País, 12/09/05, recogido en la web Marruecos Digital).

Según Mansur Abdussalam Escudero, “la población musulmana crece tres veces más deprisa que la cristiana y dentro de 15 ó 20 años será mayoritaria en ambas ciudades, in sha Allah”. Y es que, como afirmaba Ben Laden, el Islam vencerá o Occidente a través de los vientres de sus mujeres.

Ciertamente, la población musulmana constituye un colectivo cada vez más numeroso, caracterizándose además por su cohesión, solidez y organización, en definitiva, por su fuerte conciencia de grupo, rasgos que le convierten en una atractiva bolsa de votos para cualquier partido político necesitado de los mismos, dado que puede diseñar estrategias concretas sabiendo que no las lanza a un conjunto desordenado de individuos, sino a un grupo cohesionado que puede responder colectivamente. Ésta es la clave para entender el entusiasta apoyo prestado por Izquierda Unida a toda iniciativa relacionada con la concesión de ventajas o la satisfacción de reivindicaciones del colectivo musulmán impulsadas por cierras organizaciones islámicas lideradas por conversos ex-comunistas.

De momento, la mayor parte de los musulmanes de nacionalidad española, prefieren trabajar en el seno de los grandes partidos, para regocijo de los mismos, muy preocupados por presentar unas impecables credenciales multi-culti, si bien las exigencias islamistas parecen llegar a niveles insospechados: Verde Islam informaba con alborozo el 19 de septiembre de 2006, que los partidos catalanes ya incluían candidatos de origen árabe en sus listas, aunque señalaba que CiU, que habría incorporado a un médico de origen sirio, no podía “presumir del mismo calado intercultural que el de los socialistas o los ecosocialistas, porque Ajram es de confesión cristiana”.

Como podemos ver, los islamo-progresistas siguen dedicándose a dar certificados de buena conducta democrática y ciudadana, mientras que, por otro lado, vemos reducido el concepto de multiculturalismo: Sólo se es multicultural si se respeta, ampara y promueve la identidad islámica, orillando en éste caso a los árabes sirios, por ser de confesión cristiana.

Pero el valor de éste párrafo radica en que manifiesta claramente la estrategia ideada por ambas fuerzas socio–políticas:

Por un lado, los progresistas ayudan a los islamistas a ganar peso e influencia, incitando a los demás partidos a incluir candidatos de confesión musulmana para no ser menos multiculturales y para obligarles a preocuparse de éste colectivo para no perder tan atractiva bolsa de votos, a la par que los islamo-progresistas señalan a sus hermanos de fe, que los partidos de izquierda, al ser los más multiculturales y solidarios, son los más dispuestos a satisfacer cualquier reivindicación del colectivo musulmán y que, por tanto, es a la izquierda a la que hay que votar; ambos contribuyen a fortalecerse mutuamente en una perfecta simbiosis.

De momento, los musulmanes españoles desarrollan sus actividades políticas en el seno de los grandes partidos, pero allí donde tienen cierta fuerza numérica, crean partidos para encuadrar al electorado musulmán como ocurre en los casos de Ceuta y Melilla con Unión Democrática Ceutí y Coalición por Melilla, observación que parece no tener una cuenta una izquierda segura de poder contar con el apoyo de todos los inmigrantes y extranjeros provenientes de países poco desarrollados.

Dado que la izquierda necesita desesperadamente nuevas bolsas de votos para ampliar su exigua base electoral que sólo le permite sostener gobiernos a cambio de una sustanciosa compensación con cargo a los presupuestos, y dado que algunas de las campañas puestas en marcha para generar un proceso dialéctico, como la de los matrimonios gay, la memoria histórica, el estatuto de Cataluña, etc. empiezan a agotarse, es muy probable que asistamos pronto al inicio de una fuerte campaña mediática y política en favor de la concesión del derecho de voto a la población inmigrante. Dado que el colectivo musulmán constituiría para la izquierda una baza política de primer orden y está familiarizado con el mismo a través de su apoyo a la causa palestina, al régimen de Sadam Hussein, etc. no resulta extraño que sea IU la que se haya lanzado a defender ardorosamente toda reivindicación musulmana.

Pero, si tenemos en cuenta que en muchas localidades españolas, los musulmanes constituyen una amplia minoría o incluso una mayoría, la concesión del voto a los inmigrantes daría suficiente fuerza a los seguidores de Mahoma para hacerse con el poder en los mismos sin necesidad de integrarse en otras formaciones políticas, ni siquiera de aliarse a ellos.

Dado, además, que “hay evidencias históricas que (les) legitiman, permitiendo(les) situar el listón lo más alto posible”, que existe una nueva realidad histórica musulmana, reivindicaciones que satisfacer y agravios que reparar, podríamos estar ante la generación de un nuevo nacionalismo capaz de plantear de una manera seria y eficaz nuevos desafíos al Estado español y a la identidad nacional española.

Y es que, a diferencia de Holanda, en España los musulmanes pueden alegar que la península fue una vez parte de Dar-al-Islam, de manera que podrían llegar a plantear reivindicaciones de tipo territorial, no sólo ya las clásicas reivindicaciones de Ceuta y Melilla, sino, por qué no, de Andalucía, Murcia, Extremadura, Toledo, Zaragoza, Valencia…

5. Nacionalismo andalusí y extensión de Dar-al-Islam.

Los musulmanes ”se fueron a Granada como lugar simbólico por donde comenzar a reislamizar España”. (José Luis Rodríguez Bazán, entrevistador de Verde Islam).

Efectivamente, tanto entre los conversos de origen español, como entre ciudadanos españoles de origen marroquí e islamistas de todo el mundo, se defiende la idea de que España es al-Andalus, que fue parte de Dar-al-islam y que debe volver a integrarse en el orbe musulmán con sharia incluida.

Para los islamistas, no se trata tanto de desarrollar una legítima actividad proselitista, como pueden hacer los mormones en España o los católicos en Pakistán, sino de “recuperar” o “reconquistar” al-Andalus como formación político-territorial. Dejemos hablar al “moderado” Mansur Escudero: “El hecho de que se firmase un acuerdo de colaboración entre los musulmanes españoles con el Estado español, cinco siglos justos después de la pérdida de Granada, puede ser y no puede ser significativo”.

En una entrevista publicada en LIbertad Digital el 15 de septiembre de 2006, Gustavo de Arístegui, señala que los islamistas llaman a esta estrategia, “la política del pie en el dintel” y menciona las declaraciones recogidas por un equipo de investigación de Telecinco de varios musulmanes del barrio granadino del Albaicín: Si habían sido capaces de conquistar este importante barrio, eran absolutamente capaces de conquistar la ciudad y después, todo al–Andalus.

Teniendo en cuenta la situación de los cristianos en Palestina, Líbano, Irak o Sudán, el futuro no parece muy halagüeño para los nuevos mozárabes. De hecho, Verde Islam ya ha llegado a publicar algún artículo referente a la condición de los dhimmíes (protegidos), en el que se señalarían las bondades de un régimen jurídico basado en la desigualdad y el sometimiento de las minorías religiosas.

Quizás resulte exagerado ver en los rectores de la comunidad musulmana en España a unos fundamentalistas, pero resulta significativo que el “moderado” Mansur Escudero reclamara la legalización del movimiento islamista radical marroquí Justicia y Espiritualidad del jeque Yasim, e invitara a su hija Nadia Yasim a hablar en la sede de la Comisión Islámica sita en Almodóvar del Río.

Abdelmu’min Aya, presidente de la Academia de Jurisprudencia Islámica española, por su parte ha declarado tajantemente : “Estamos en yihad […] los que están en taqiya (disimulo, ocultamiento) que sigan así; los que no, que tomen la calle. Que se den cuenta de que son miles”.

“El día que los musulmanes españoles se den cuenta de que no necesitan al Estado sino que es el Estado el que les necesita a ellos demostraremos haber llegado a nuestra etapa de madurez” .

No parecen éstas las palabras de alguien que quiere propiciar la integración de una comunidad o que quiera establecer diálogo y concordia entre culturas.

Por cierto que Abdelmu’min Aya señaló en una entrevista para Verde Islam, que Mansur Escudero, el “moderado”, le quería con locura, diciendo de él que era un santo… Dime con quién andas…

6. Nacionalismo andalusí e “irredentismo” marroquí

“La gran mayoría de los musulmanes residentes en España son marroquíes o de origen marroquí” […] “Marruecos tiene una vocación imperial que hace parte de su ser como estado y naturalmente tiende a expandirse por todos los lados: Sur, Este, Oeste y Norte”,[…] “de ahí que se tenga la sensación en estas ciudades de que, tarde o temprano, España las cederá a Marruecos, sobre todo cuando la mayoría aplastante de la población sea musulmana” (Mansur Escudero).

Efectivamente, la presencia de una fuerte comunidad marroquí en España y el incremento de su fuerza política, económica o mediática, puede condicionar decisivamente la política española, especialmente en cuanto a lo que se refiere a Ceuta y Melilla, puesto que para el líder de los musulmanes españoles, el “moderado” Mansur Escudero, resulta más interesante que “una clase política musulmana gobernante (en Ceuta y Melilla), aparentemente independiente de Marruecos, mantenga vivas las reivindicaciones marroquíes”, para que “éstas reivindicaciones produzcan lo que ya producen hoy, y por otro lado colaboren a servir a los intereses económicos de Marruecos”:A Marruecos lo que le importará entonces no es tanto la 'devolución' de las 'ciudades ocupadas' como su control político” y así,“no abrirá el dossier de Ceuta y Melilla”.

Es decir, que la soberanía española sobre dichas ciudades podría llegar a quedar en entredicho de incrementarse decisivamente la fuerza política de los musulmanes.

Sin embargo, las aspiraciones de los nacionalistas andalusíes no se verían colmadas con la posible devolución de unas ciudades que incluso muchos españoles consideran últimos vestigios coloniales: Y es que, “hay en España, entre algunos musulmanes españoles, la tendencia a considerar a Andalucía como el Magreb Norte, un poco como pasa en Euskadi con los territorios vascos de Francia. Sé incluso de un musulmán andaluz que en un congreso celebrado en Inglaterra hace unos años se presentó así, como del Magreb Norte, y así constaba en todos los sitios (...)” (Mansur Escudero)

No es de extrañar que Abdelmu’min Aya afirme que “Andalucía será dentro de algún tiempo un paisaje islámico bajo la férula de Marruecos”. Claro que, dado que los conversos musulmanes y el nacionalismo andalusí aspira a recuperar al-Andalus, ¿por qué no considerar la posibilidad de que Marruecos también aspire a incorporar Toledo, Santiago de Compostela o Barcelona?... Y si les dejan, podrían llegar hasta Poitiers.

Por otro lado, no debemos olvidar que los monarcas de Marruecos además de tales, son emires de los creyentes, de manera que su jurisdicción llega a cualquier marroquí sea éste de la nacionalidad que sea, pudiendo por tanto influir en sus comportamientos políticos. Aunque esto es más difícil, podría darse la posibilidad de que, dada la fuerza del elemento marroquí en España, éste se convirtiera en elemento aglutinante de los musulmanes residentes en España y que éstos acabaran por ver con cierta simpatía los posibles triunfos diplomáticos o políticos de un gobernante musulmán sobre los gobernantes occidentales. ¿Cuál sería la reacción los musulmanes españoles ante una nueva invasión de la isla de Perejil o de otro enclave aún más sensible?. También esta “es una (sic) interrogante que habría que trasladar a los musulmanes o al menos a sus representantes”.

Marruecos podría jugar de este modo la baza del nacionalismo andalusí, apoyando las reivindicaciones de la comunidad musulmana a fin de capitalizar su apoyo y solapar dichas reivindicaciones con sus propias aspiraciones territoriales, económicas o geo-estratégicas: Los proyectos de recuperación de al-Andalus o de reislamización de España se transformarían para pasar a reivindicar el Magreb Norte, sirviendo como elemento de presión ante las autoridades española para ulteriores negociaciones.

7. Conclusiones

Witizanos, muslímes y dhimmíes. La Historia se repite.

Los espurios intereses electorales y ambiciones de poder de una izquierda neo-witizana incapaz de ofrecer soluciones y alternativas válidas y eficaces, están abriendo una espita cuyos efectos son imprevisibles para el futuro de España.

Por eso, a la par que se neutraliza con indiferencia toda burda iniciativa lanzada con el fin de generar polémicas, tensiones internas en la sociedad española y procesos dialécticos, como el caso de las fiestas de moros y cristianos o la conversión de la Catedral de Córdoba en un espacio mixto de oración, se hace preciso mantener la firmeza ante los serios desafíos planteados a la identidad y la ciudadanía española.

La debilidad y la cesión constante a los nacionalismos, ha generado y están generando, profundos desajustes, desigualdades y tensiones en el tejido social español; sin embargo, el nacionalismo andalusí, a diferencia de los nacionalismos clásicos, introduce una serie de variables que podrían no sólo trastornar el desarrollo armónico de la comunidad nacional, sino transformar decisivamente la naturaleza de la misma. Y es que, a diferencia de Holanda o Francia, donde ya se están produciendo preocupantes fenómenos sociales, culturales y políticos, España formó parte de Dar-al-Islam y del Califato o Imperio musulmán, por lo que el islamismo puede lanzar reivindicaciones históricas o políticas que podrían llegar a acercarnos más al caso yugoslavo o serbo-kosovar, que al europeo noroccidental.

El entendimiento con la religión musulmana, incluso la Alianza de Civilizaciones, pasa no sólo por el respeto hacia la otra religión o civilización, sino que empieza por el respeto y la justa valoración de la Civilización, la cultura y la identidad propia, sin lo cual no puede existir entendimiento ni respeto mutuo, sino cesión, auto-anulación y auto-destrucción.

Como en el caso de los nacionalismos periféricos, cuando sembraron la semilla, no del amor a las regiones, sino del odio a España, una vez más la izquierda está sembrando la semilla del odio a la Religión Cristiana y la Civilización Occidental, y todo para conseguir un puñado de votos y asignarse partidas de los presupuestos públicos… Dios, ese Dios que está sobre cristianos y musulmanes, quiera que un día no nos veamos todos arrastrados por los torbellinos que producen los odios sembrados por unos ambiciosos irresponsables.

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Jorge Martín



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