Si pudiera resumirse el programa del mandato alemán, se diría que el plan de Merkel básicamente consiste en salvar la parte fundamental del texto actual -sólo ratificado por 18 países-, eliminar la denominación de Constitución (pese a esta denominación, en la práctica sólo es un tratado internacional), y someterlo a ratificación únicamente en los parlamentos nacionales, impidiendo cualquier consulta directa a los ciudadanos. En España parece que contemplamos a Europa como el salvavidas al que pretendemos asirnos tras el naufragio patrio. Apenas hay partido político que no una la bandera azul con las estrellas de la Corona de la Virgen María (sic), a la suya propia o a la de su comunidad. Más aún, cuando de regionalismos o nacionalismos periféricos se trata, la bandera española se desaloja bien por desprecio indisimulado o bien por soterramiento bajo el argumento de que es redundante con la europea, que sí se muestra garbosa junto a la bandera de la “nación in pectore”. El plan de Ángela es puro pragmatismo. Desde la firma de los Tratados de Roma en 1957, la actual UE sólo ha avanzado sobre pactos que han orillado la consulta directa de los ciudadanos europeos. Quizás sea ésta la única manera de tapar las vergüenzas democráticas a una sociedad que se muestra repetidamente indiferente ante cada convocatoria de elecciones al Parlamento de Estrasburgo, y ello pese a la incisiva propaganda institucional que se despliega en cada comicio. No se puede tratar a las sociedades europeas como a un inmaduro sempiterno del que se sustrae cualquier consulta argumentando su falta de criterio. Para una parte significativa de esta ciudadanía europea, la renuncia identitaria a favor de una clase política gris con sede en Bruselas, no es plato de su agrado. Por esa razón, no debería despreciarse retomar el camino de los acuerdos internacionales, tan amplios como se decida, pero acuerdos, al fin, entre estados soberanos en lugar de disolver primero las identidades en una Constitución que apenas alienta más que a la indiferencia, para luego diseñar un futuro para todos pero en el que muy pocos quieran estar. •- •-• -••••••-• José Manuel Cansino Muñoz-Repiso.
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