Cuántas veces hemos visto y oído eso de “consulte a su farmacéutico”, en los anuncios sobre distintos medicamentos. Te advierten de que puede suponer cierto riesgo el consumir cierto producto sin el debido consejo profesional, o que es mejor éste en el caso de cualquier duda. En España, por nuestro modelo de farmacia, y por la labor que desde hace mucho tiempo viene desarrollando el farmacéutico, podemos presumir de tener uno de los mejores, sino el mejor, servicio farmacéutico del mundo. La mayoría tiene una farmacia cerca, donde disponemos de lo más variopinto en cuanto a remedios para curar, aliviar o prevenir enfermedades o molestias, aparte de la cobertura económica por cuenta del Estado todo o parte de ese gasto. Sistema económico creado hace décadas para la gente de clase baja y que los distintos gobiernos de turno se han encargado de ir destruyendo poco a poco, aumentando progresivamente sobre el paciente y sobre la farmacia ciertos costes, a base entre otras cosas, de autorizar unos precios abusivos de los medicamentos y de dar unas cuantiosas ventajas a la industria farmacéutica, dejando de lado el objetivo principal para el que fue creado todo el Sistema Sanitario con su Seguridad Social y su modelo, repito, único en el mundo, de farmacia, objetivo que es la salud de la población, en especial la de más baja condición social. La figura tradicional del “boticario” siempre ha sido alguien a quien se le pide consejo, una especie de médico, alguien cercano, de confianza, que te conoce y de quien te fías. Eso es algo muy nuestro, muy español, es algo entrañable y lo que realmente hace que esta profesión tenga algo especial para el que la ejerce. El hecho de que la gente te confíe algo importante de su vida como es su salud, que te pida consejo, y que tú, con tus conocimientos y cercanía puedas, cuando menos contribuir a que alguien lleve más ligera la carga de sus molestias es algo increíble, un privilegio y una gran responsabilidad que hace que constantemente uno tenga que estar al día en conocimientos y tengas que desplegar todas las facultades humanas que Dios te ha dado. Realmente esto da una garantía de asistencia sanitaria de una calidad que ya quisieran en muchos países de nuestro entorno, y una satisfacción personal que es lo que nos anima a seguir ahí, aparte de ser consientes de nuestro deber de trabajar, como un medio más de santificación y de que es nuestro medio de ganarnos las habichuelas. Pero la figura del farmacéutico tradicional, del “boticario”, por desgracia va desapareciendo a medida que pasan los años. Esto es una realidad palpable por varios motivos. Seguro que hay quien dice que no, que el farmacéutico sigue siendo alguien de referencia y una pieza clave dentro del sistema sanitario. Pero la realidad dice que cada vez se va perdiendo más la figura del boticario medio médico que fabricaba medicamentos y atendía y conocía de forma individual a sus pacientes y clientes. Los farmacéuticos actuales nos parecemos muy poco a nuestros antecesores en la profesión por varias razones que expondremos de seguido. Claro está que los tiempos cambian, las condiciones mejoran. Es absurdo ponerse en estos tiempos a fabricar en la rebotica unos comprimidos cuando existe toda una industria que nos lo fabrica todo en grandes cantidades y es mucho más fácil y accesible el medicamento. Eso evidentemente es una notable mejoría. Otra cuestión, y esta sí criticable, es que a parte de cientos y cientos de nuevos medicamentos, se han introducido en el ámbito farmacéutico productos que se salen un poco de competencia profesional del boticario. Paulatinamente, sin darnos apenas cuenta y a expensas de las necesidades sociales, la farmacia ha pasado de ser un centro sanitario, a ser un establecimiento “mixto” en el que se vende salud y belleza, como contrapunto a la enfermedad y bienestar, como respuesta a una demanda de cuidado de imagen, respondiendo en cierto modo a los cánones que hoy en día marca la sociedad en general a través de la moda con la televisión como medio mayoritario y más eficaz de acción e influencia, que la mayoría de la gente sigue fielmente sus indicaciones aún cuando demanden un consejo del farmacéutico, que no siguen, pues oyen sin escuchar. Siempre ha sido la farmacia el establecimiento donde se fabricaban y vendían medicamentos. Ya lo dice la tele “consulte a su farmacéutico”. Bueno, pues tras toda una vida ejerciendo esta profesión podemos aseverar con certeza que eso cada vez es menos frecuente. La gente pide consejo y por lo general hace lo que quiere. Hay mucha publicidad de productos fantásticos que lo curan todo y lo arreglan todo y mucha gente entra en la farmacia pidiendo el producto anunciado sin consultar si es efectivo o no, lo dan por supuesto ya que bien “lo anuncian en la tele”, o bien “lo dicen por la radio”. Los medios de comunicación, y en concreto la televisión emboban al personal de tal manera que no se paran a pensar en lo que les están contando. Da la sensación de que tú eres el medio material para acceder a lo anunciado. Otra idea que ha contribuido a esto es la tremenda ampliación de los productos de venta que hay en las farmacias, en especial, en lo referente a la cosmética y a su divulgación en distintos medios como que es la archidivulgada etiqueta publicitaria por nuestros mass-media, “de venta exclusiva en farmacias”. La mayor parte de esos productos no son efectivos en general, atraen a la gente porque vivimos en la sociedad de la imagen y con esos productos fantásticos estaremos estupendos y maravillosos, y si además sólo los venden en farmacias, eso quiere decir que han pasado unos controles especiales y que son de altísima calidad. La realidad es que la mayor parte de las veces el farmacéutico no conoce las bonanzas de tales productos, no le da tiempo a ponerse al día, ni tampoco es adivino para saber si va a ser efectivo o no en la persona que le consulta (infinidad de ocasiones la gente insiste en que le digas si le va a quitar la celulitis, los granos, las arrugas, etc., cuando a lo mejor ni te ha dado tiempo a leer la composición y además ni siquiera conoces a la persona: sus posibles alergias, otras medicaciones para ver posibles incompatibilidades, y otros parámetros a tener en cuenta dependiendo del producto solicitado y de la propia persona) y además muchas veces cuando esos productos son publicitados todavía no están disponibles en el mercado, con lo cual uno no tiene ni idea de lo que le están hablando. Habría que arreglar el hecho de que no se puede hacer publicidad de cosas de las que ni el farmacéutico sabe su existencia, si no es a través de la televisión (que es una cuestión particular el que él la vea o no), ni mucho menos sabe sus propiedades. Creo que el farmacéutico no está preparado para este tipo de cosas. El farmacéutico es algo más serio, no un simple expendedor de cosmética, pastas de dientes, cepillos, y recetas en las que se cortan y pegan los cupones precinto casi de manera automática. La avalancha de variedad de productos nos desborda, nos supera. La idea de la farmacia era y es otra. Hoy a menudo el farmacéutico se siente como un dependiente de una perfumería y eso es muy triste y nada bueno para nadie. Por otro lado la situación actual del Sistema Sanitario Español y la forma de vida de la sociedad de hoy en día, hacen que la mayoría de las veces el médico sea un expendedor de recetas y el farmacéutico sea la persona que las vende. Sí es verdad que en infinidad de ocasiones las personas, debido a que se pierden cantidades ingentes de minutos en las consultas médicas, en lugar de consultar al doctor nos consultan a nosotros, pero cuestiones para las que nosotros no estamos preparados, y se da la paradoja, de que en ese momento que necesita ayuda, no se la puedes prestar porque lo que requiere es el conocimiento que tiene un médico. Otras veces en esas situaciones, el paciente pide un medicamento directamente, sin más, lo que favorece la automedicación, y si en ese momento preguntas por interesarte para hacer que haga buen uso de ese medicamento, lo más probable es que no escuche ese “consejo farmacéutico”. Así, la verdad, no le queda al farmacéutico mucho margen para seguir siendo el “boticario” del barrio, la persona que tiene unos conocimientos técnicos sobre el medicamento y unas bases médicas y que pone todo eso y la fantástica organización logística farmacéutica al servicio de las personas. Visto lo visto, y dado que en medios farmacéuticos se habla mucho de la atención farmacéutica, nos reformulamos cómo podemos practicar eso. Resulta en el fondo una utopía cuando la farmacia se ha convertido en la práctica en un establecimiento comercial lleno de productos y no en un establecimiento sanitario, como dice, hasta la fecha presente, la ley, y siempre el sentido común. En el apartado de los medicamentos no hay más que muchos medicamentos que curan la misma cosa, miles de cosas parecidas, por no decir iguales. Y si hablamos de los genéricos, ahí la confusión y el caos es total. Inundar la farmacia de cientos de marcas que cada una tiene su repertorio particular de medicamentos y el hecho de que un medicamento con un único nombre lo fabriquen un montón de laboratorios sólo crea confusión, especialmente en el paciente, que es a quien debe de ir dirigido todo el montaje y organización de los fármacos. El paciente llega un momento en el que casi no sabe a quien creer, si al médico, al farmacéutico o a ninguno. Y es normal. Desde dentro, yo que he sido consumidora antes que profesional, eso sólo crea desconfianza, y a nivel económico está visto que no se consigue bajar el gasto farmacéutico, sino al revés. Aquí hay cosas que no marchan, aunque para analizarlas todas sería necesario un estudio detallado y muy documentado. Si nos ponemos a analizar el tema que plantea la Unión Europea, nos podríamos estar hablando horas, terminando enfadados, aburridos y deprimidos por la situación. Pretenden cambiar un sistema que lleva funcionando ya años, sin conocer si quiera como es una farmacia española. Esto me recuerda a cuando hace años obligaron a los agricultores a arrancar viñedos. En Bruselas no tienen ni idea de lo que es una uva ni de lo que es una farmacia y de la gestión de un sistema farmacéutico que da cobertura a toda la población con costes bajos para la misma. ¡Hay que ver! Vivimos en una sociedad en la que la información vuela en segundos y hay gente que dirige el destino de millones de seres humanos que no tiene la información necesaria para promulgar leyes con cierta lógica. ¿O será éste otro paso más para destruir algo íntimamente unido a lo puramente español?. Lograron arrancar nuestras viñas, consiguieron que vendiésemos nuestras empresas, cambiaron nuestra moneda, y ahora quieren cambiar nuestro sistema de farmacia. Parece de poca importancia, pero es algo para pensar … Cierto es, sino ya se hubiesen cerrado más de la mitad de las farmacias, que todavía se siguen dando casos de los “antiguos”. Gente que con educación y amabilidad te pregunta y tú pones ahí todo lo que tienes y esa persona escucha y agradece tu consejo, tu cercanía, simplemente con una sonrisa. Te das cuenta de que has hecho un bien a alguien, físico, psicológico y quizá espiritual, y eso es lo que realmente merece la pena. La solución, como siempre viene de las instituciones superiores, de los organismos farmacéuticos que hagan más presión, aunque muchos de ellos en la realidad se benefician de este cambio de farmacia-botica a farmacia-establecimiento comercial. Los currantes empleados, mientras tanto, nos limitaremos a poner nuestro empeño, nuestra paciencia y nuestro mejor saber en cada momento. Sólo Dios nos dará la recompensa que aquí ni unos ni otros nos dan después de unos años de duro estudio y otros más de trabajo esforzado al servicio de los demás. En el fondo, siempre nos seguiremos sintiendo, a pesar de la industria, de los cambios, de miles de cosas, eso, boticarios. •- •-• -••••••-• María del Pilar Marcos Carrión.
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