Primera Parte Comenzamos este trabajo con la pretensión de ofrecer en la primera parte una respuesta clara y breve a la afirmación del historiador español de las ideas José Luis Abellán: “El pensamiento hispanoamericano es liberal y antiimperialista” . Siguiendo en este juicio aquel similar de su compatriota, el trasterrado José Gaos . En primer lugar, una vez más, debemos afirmar que el pensamiento hispanoamericano no comienza en el siglo XIX sino que tenemos pensadores y pensamiento genuinamente americano desde el siglo XVI. Claro está que la visión y versión liberal de la historia de Nuestra América, donde se inscriben estos ilustres españoles mencionados más arriba, niega ab ovo toda posibilidad de pensamiento a la escolástica colonial. Así pensadores, y sólo para mencionar uno por cada uno de nuestros países, como el mejicano Alonso de la Vera Cruz(1504-1584), el chileno Alonso Briceño(1590-1668), el brasileño Tomás Antonio Gonzaga (1744-1810), el peruano Pedro Peralta de Barnuevo(1663-1742), el ecuatoriano Francisco de Espejo(1747-1795), el colombiano Juan Antonio Varillas(1663-1728), y los argentinos Luis de Tejeda(1604-1680) y José Antonio de San Alberto(1724-1804), son sencillamente “ninguneados”. No está demás comentar, a título informativo, que sólo limitado a la Argentina registra Alberto Caturelli más de cincuenta pensadores de mérito desde Juan de Albiz en 1613, el primer pensador argentino, hasta 1810, momento en que comienza a regir el pensamiento de la Ilustración. De modo tal que si esta cifra la multiplicamos por los cuatro virreinatos españoles en América obtenemos la no despreciable suma de doscientos pensadores para el período colonial, sin contar que Méjico y Perú tuvieron universidad medio siglo antes que nosotros. Salvo una excepción y media. La excepción es la del cubano José Martí y la media, la del segundo Alberdi, todos los pensadores americanos del siglo XIX que se han ocupado de la cuestión nacional y del tema de la identidad son de neto y claro corte liberal: Sarmiento: Facundo (1845), Lastarría: Recuerdos literarios (1878), Hostos: Moral social(1888), Alberdi: Bases (1852), Bello: Estudios Críticos(1850), Montalvo: Siete Tratados(1882), Justo Sierra: Evolución política del pueblo mejicano(1893). Incluso este liberalismo político llega hasta dos hombres de la generación del centenario: al argentino Ricardo Rojas en su Restauración nacionalista(1909) y al boliviano Alcides Arguedas y su Pueblo enfermo (1909). La salvedad a este liberalismo decimonónico la hizo notar con agudeza el cura Castellani: “ la ventaja que ofrecen los liberales del Plata (y por extensión de Nuestra América) es que por estos lares el liberalismo nunca fue asimilado. Hemos recibido no sus principios sino sus conclusiones en la figura de los Códigos, leyes de educación común y Constituciones. El liberalismo resultó algo postizo” [4] . En Hispanoamérica durante el siglo XIX se dan, en común a todos los países que la integran, tres grandes generaciones. La de la Independencia que gira alrededor de 1810, ideológicamente signada por la Ilustración, no francesa como se suele sostener sino más bien española a través de las figuras emblemáticas de Benito Feijoo(1676-1764) el autor más leído de su siglo del que se llegaron a editar 420.000 ejemplares y Melchor de Jovellanos(1744-1811). La segunda es la de los Constituyentes que gira sobre los años de 1850 y cuyo signo ideológico es el romanticismo liberal. Y la tercera la de 1880 bajo el signo del positivismo. Y así, mientras que la generación romántica de mediados del siglo XIX se encarga de copiar las constituciones francesa y norteamericana y los códigos napoleónicos e ingleses (Bello para Chile, Alberdi para Argentina), la generación del 80 tanto chilena, boliviana, peruana, colombiana, argentina como en el resto de Iberoamérica es la que carga de contenido los Estados-nación de cada uno de los veinte paisítos en que se transformó la vieja Patria Grande de Bolivar y San Martín cuando afirmaban respectivamente :“mi patria es América” o “yo soy del partido americano”. Esta generación del 80 es totalmente liberal en su fondo y en sus formas, salvo honrosas y grandes excepciones como Joaquín V. González, Ernesto Quesada u Osvaldo Magnasco en Argentina o Miguel Angel Caro(1843-1909) para Colombia. Esta generación del 80 fue tan liberal en Iberoamérica que logró que el lema del positivismo de Augusto Comte “Orden y Progreso” figurara en la bandera de un gran país como Brasil. De modo tal que la afirmación de Abellán y de tantos otros como él, en el sentido de que el pensamiento hispanoamericano es liberal y antiimperialista es solo parcialmente verdadera en tanto y cuanto se aplica a los pensadores americanos de la segunda mitad del siglo XIX. Lo de antiimperialismo es otra macana de Abellán porque ninguno de ellos se planteó el tema del imperialismo. Es más, algunos eran expresamente pro imperialistas. La admiración de Sarmiento por los Estados Unidos es casi patológica. Este tema del imperialismo y su tratamiento nace después y a partir del hecho terrible que conmovió a la adormecida inteligencia americana: la agresión inaudita de Estados Unidos a España con la excusa de la voladura del Maine, pretexto para la declaración de guerra en 1898. El hecho bélico como generador de pensamiento crítico no es tenido en cuenta ni por la izquierda “latinoamericana” ni por los socialdemócratas y liberales peninsulares cuando se acercan a analizar nuestra historia de las ideas. Así, en el libro citado de Abellán, la guerra no tuvo lugar. Y sin embargo, la guerra existió y terminó creando toda una conciencia antiimperialista en América y Filipinas, donde el patriota tagalo José Rizal, fusilado dos años antes renació de sus cenizas. Y así su Noli me tangere pasó a ser la lectura popular de liberación del pueblo filipino. En España misma, viene a dar origen a la generación del 98 con pensadores claramente antiimperialistas como Ramiro de Maeztu, Unamuno o Manuel Machado. La reacción americana no se hizo esperar y aparece a la cabeza el oriental José Enrique Rodó con su Ariel (1900) y Motivos de Proteo(1909) inaugurando la generación del Centenario, seguido de muy cerca por el colombiano José Vargas Vila: Ante los bárbaros(1902) donde describe a los norteamericanos por su estadía allá y el gran poeta nicaragüense Rubén Darío y su poema A Roosevelt(1904). Le siguen, en 1909, luego los fundadores del Ateneo de la Juventud en México: Vasconcelos: La raza cósmica(1925) e Indología(1927), Henríquez Ureña: Seis ensayos en busca de nuestra expresión(1926) y Alfonso Reyes: Anáhuac(1927) y Notas sobre la inteligencia americana(1937). Y siguen, el cubano Lezama Lima: La expresión americana(1910), los argentinos Manuel Ugarte: La nación hispanoamericana(1910), Juan Agustín García: Notas sobre nuestra incultura(1922) y Leopoldo Lugones: La grande argentina(1918-1928), los peruanos José Santos Chocano: Alma América(1906), Víctor Andrés Belaúnde(1883-1966) Meditaciones peruanas(1917) y Peruanidad(1942), Francisco García Calderón: Creación de un continente(1913) y el protomarxista de América, José Mariátegui: Siete ensayos sobre la realidad peruana(1928), el boliviano Frank Tamayo: Creación de la pedagogía nacional(1910). En Brasil se destacan en la generación que orilla el año 1910 Euclides da Cunha: Contrastes y confrontaciones(1907) y Pereira da Graca Aranha: Estética da vida(1920), el colombiano Carlos Arturo Torres: Idola Fori(1910), el ecuatoriano Gonzalo Zaldumbide: Vicisitudes del descastamiento(1914), el salvadoreño Alberto Masferrer: Serie de Patria(1928), el venezolano Rufino Blanco Fombona: Evolución política y social de Hispanoamérica(1911). De modo tal que, a ojo de buen cubero, nosotros encontramos una veintena de pensadores nacionales que conforman la generación del centenario en América y que se encuentran en plena gestión cultural alrededor de 1925 y de los cuales ninguno es liberal ni nada que se le parezca. Si encarnan algo es una reacción a dos puntas: contra la injerencia en la América española del novel imperialismo yanqui inaugurado en 1898 y contra el positivismo que viene de la generación del 80. A esta generación del Centenario hay que sumar, específicamente desde Argentina, cinco pensadores formalmente filósofos: Saúl Taborda: La democracia americana(1918) y La crisis espiritual del ideario argentino(1933), Alberto Rougés: El alma nacional(1913) y Las jerarquías del ser y la eternidad(1943), Alejandro Korn: La libertad creadora(1922), Juan B. Terán: El problema de nuestra cultura(1922) y Coriolano Alberini: Escritos de ética (1908-1925). El primero fue principalísimo ideólogo de la Reforma Universitaria de 1918 en la Universidad de Córdoba sosteniendo su original idea acerca de “lo facúndico” y el “comunalismo”. Los otros cuatro inauguran la profesionalización universitaria. El mito de Ortega y su influencia en Iberoamérica Este mito tiene su partida de nacimiento con la llegada de José Gaos a México en 1939, al final de la guerra civil española. Discípulo de Ortega en España,convence, a su vez, a sus discípulos mejicanos (Zea et alii) de dicha influencia. Viene luego Julián Marías y su medio siglo de innumerables viajes y conferencias por toda Hispanoamérica en donde peroró sobre Ortega por doquier, promocionando sus libros e ideas. Entrados los años setenta es el historiador de las ideas españolas, el mencionado Abellán quien toma la posta en la difusión del mito. Finalmente, en los años 90, el estudioso, también español, José Luis Gómez Martínez en su libro Pensamiento de la liberación: proyección de Ortega en Iberoamérica(1995) termina afirmando la influencia directa de Ortega y Gasset en la filosofía de la liberación latinoamericana, que nace como teología de la liberación a partir de Medellín en 1968. Como vemos, es un relato que da para todo y todos los gustos, pero los hechos han sido diferentes. Vayamos a ellos. Ortega llegó por primera vez a América en 1916 y lo hizo a Buenos Aires y viajó por el interior del país. Se quedó seis meses dando conferencias y seminarios y fue muy bien recibido por los hombres ya formados filosóficamente como Korn, Alberini, Rougés, Franceschi, Taborda, Terán, Quesada, Gálvez, Rojas, etc. Hombres pertenecientes a la generación del Centenario que ya venían publicando sus críticas al positivismo de la generación de 1880. Ortega les vino al pelo, pero no por su “circunstancialismo”(yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo) sino por ese espiritualismo larvado que trasunta todo su pensamiento y por su autoridad en tanto pensador europeo. En realidad el que llega a ejercer proyección, tanto por su impronta personal como por su bergsonismo, caro a la generación del Centenario, es Eugenio D´Ors que llegó dos años después y bajo su influencia se creó el Colegio Novecentista ( comandado por José Gabriel, junto a Ibarguren, Rojas, Benjamín Taborga, Luis María Torres, Adolfo Korn Villafañe, Tomás Casares, Ventura Pessolano, Jorge Max Rodhe) que apoyó el movimiento de la Reforma Universitaria del 18 y terminó diluyéndose en él. Ortega regresa dos veces más, en 1928 en donde difundió la filosofía alemana de Husserl, Rickert, Dilthey, Driech y Scheler. Esta vez su auditorio ya son los miembros jóvenes de la generación del 25 muchos de los cuales (de Anquín, Astrada, Juan Luis Guerrero) están regresando con sus doctorados desde Alemania y que comienzan a mostrar su disconformismo. Y, finalmente, en 1937, ofreciendo trabajos de traducción y publicaciones a través de la editorial de la Revista de Occidente. Allí Ortega recibe las críticas furibundas de varios miembros de la generación del 25 (Astrada, de Anquín, Virasoro, etc.) pero en tanto “divulgador de la filosofía” consolida una alianza con su compatriota, el sevillano Francisco Romero, el capitán filósofo, Korn dixit, para la edición de libros y promoción de jóvenes valores. Claro está, estos jóvenes valores serán valorados por el criterio de la “normalidad filosófica” establecido por Romero, criterio que le sirvió luego, en el golpe de Estado de 1955 que derrocó a Perón, para establecer quien debía quedar en la Universidad y quien no. Y así, fueron dejados cesantes, entre otros, filósofos significativos como: Carlos Astrada, Nimio de Anquín, Juan Luis Guerrero, Diego Pró, Eugenio Pucciarelli, Miguel Angel Virasoro, etc. Fue este último quien pudo escribir en 1957: “Demostré acabadamente que el capitán Romero no era un filósofo creador, sino un mero repetidor y divulgador de ideas ajenas” . Y eso mismo fue su maestro Ortega y Gasset para Iberoamérica, y si tuvo una influencia esta se limitó a lo que hoy llamamos “la gestión cultural”, dando a conocer los frutos de otros. En cuanto a sus discípulos, que los tuvo ciertamente, carecieron de enjundia filosófica, potencia analítica y erudición crítica, tres elementos indispensables en un verdadero filósofo. Segunda Parte El segundo momento significativo en la evolución y desarrollo del pensamiento americano los ofrecen las generaciones de 1925 y de 1940. En el orden filosófico la primera se caracteriza por la influencia de la fenomenología y la segunda por el existencialismo. Estas dos generaciones presentan masivamente rasgos de madurez y originalidad después no repetidos en las generaciones posteriores. El carácter combativo de estas dos generaciones se destaca en Argentina a través del grupo Forja y los pensadores nacionalistas del naciente peronismo, así como en Bolivia a través de los hombres que giran alrededor del Movimiento Nacionalista Revolucionario. Aquella denuncia más literaria, estética y declamativa de la generación del Centenario acerca de la intervención del imperialismo norteamericano en las tierras de la América Indoibérica se torna ahora punzante, precisa y exigente. Estas dos generaciones exigen no sólo la independencia cultural sino la política y la económica. Adquieren una profundidad inusitada las meditaciones acerca de nuestra identidad y sobre el sentido de América. La influencia de la segunda guerra mundial marca en forma indeleble a los pensadores de la generación del 40, como marcó en Europa al existencialismo. Existe una tendencia natural por parte de los estudiosos “progresistas de la izquierda”, sean de Nuestra América o europeos (Arturo Ardao, Oscar Terán, J.C. Portantiero, Abellán, Halperín Donghi, etc.) a no tener en cuenta los grandes hechos bélicos como causantes de un cambio en la manera de pensar y de plantear los problemas. Y así como ocurrió con la guerra de 1898 en lo que hace a motivación de los pensadores del Centenario, en el caso que nos ocupa, el gran zafarrancho que produjo la guerra mundial (1939-1945) con sus 40 millones de muertos y sus dos bombazos atómicos, rompió en los pensadores americanos la dependencia cultural con Europa y los obligó a buscar en su propio pasado preguntándose por el tema de la identidad. Así, acertadamente lo hace notar José Luis Gómez Martínez: “la guerra civil española y el conflicto bélico del resto de Europa crean un vacío en Iberoamérica, que induce a sustituir los lazos culturales impuestos por Europa por una recuperación del propio pasado y a formular la pregunta por la identidad iberoamericana” [7] . Entre otros, la generación del 25 está integrada en Argentina por: Nimio de Anquín(1896-1979) Mito y política (1955) y El ser visto desde América(1953), Carlos Astrada(1894-1970) El mito gaucho(1948), Luis Juan Guerrero(1890-1957) Tres temas de filosofía en las entrañas del Facundo(1945), Raúl Scalabrini Ortiz(1898-1959) El hombre que está solo y espera(1931) y Política británica en el Río de la Plata(1936), Alejandro Bunge(1880-1943) Una nueva Argentina(1940). En Uruguay: Alberto Zum Felde(1889-1976) El problema de la cultura americana(1943). En Venezuela Mariano Picón Salas(1901-1965) De la conquista a la Independencia(1944) y Pequeño tratado de la tradición (1951). En Brasil Gilberto Freyre(1900-1984) Casa grande y Senzala(1933) y Interpretación del Brasil(1945), Sergio Buarque de Holanda(1902-1982) Raíces del Brasil(1936). En Paraguay Natalicio González(1897-1966) Proceso y formación de la cultura paraguaya(1938) y La raíz errante(1951). En Bolivia, Guillermo Francovich(1901-1987) Pachamama: Diálogo sobre el provenir de la cultura en Bolivia(1942), Roberto Prudencio(1899-1976) Sentido y proyección del Kollasuyo(1932) y Carlos Montenegro(1904-1953) Nacionalismo y Coloniaje(1943). En Chile, Joaquín Edwards Bello(1887-1968) Nacionalismo continental(1935) y El roto(1942). En Puerto Rico, Antonio S.Pedreira(1899-1939) Insularismo(1934) y Luis Palés Matos(1898-1959) Tuntún -burundanga-(1937). En Costa Rica, Joaquín García Monje(1881-1958) Repertorio Americano (1918-1958). A su vez, la generación del cuarenta está compuesta, entre otros, por: En Argentina: Arturo Jauretche(1901-1974) Los profetas del odio y la yapa(1957), Juan José Hernández Arregui(1912-1974) La formación de la conciencia nacional(1960), Héctor Murena(1923-1975) El pecado original de América(1954), Arturo Sampay(1911-1977) La crisis del Estado de derecho liberal-burgués(1942). México: Octavio Paz (1914-1998) El laberinto de la soledad(1950), Edmundo O´Gorman(1906-1995) La invención de América (1958), Antonio Gómez Robledo(1908-1994) Idea y experiencia de América(1958), Guatemala: Luis Cardoza Aragón(1901-1992) Guatemala las líneas de la mano(1955), Juan José Arévalo(1904-1990) Itsmanía(1954), Perú: Alberto Wagner de Reyna(1915-2006) Destino y vocación de Iberoamérica(1954), Ernesto Mayz Vallenilla(1922) El problema de América(1956). Paraguay: Justo Pastor Benítez(1895-1963) Formación social del pueblo paraguayo(1955). Chile: Jaime Eyzaguirre(1908-1968) Fisonomía histórica de Chile(1948) e Hispanoamérica del dolor(1969, póstumo), Osvaldo Lira(1904-1996) Hispanidad y Mestizaje(1952). Colombia: Eduardo Caballero Calderón (1910-1993) Lo que Hispanoamérica representa en el mundo(1948) Brasil: José Galvao de Sousa(1912-1992) El bloque hispanoamericano y la comunidad lusitana(1954). Cuba: Alejo Carpentier(1904-1980) Los pasos perdidos(1953). En un tercer momento tenemos los autores cuya producción gira alrededor, para adelante o para atrás de 1970, y cuyos extremos los podemos fijar entre la revolución cubana de 1959 y la restauración democrática a partir de 1980. En este período de veinte años se producen en Iberoamérica varios hechos significativos que, en nuestro criterio, pueden guiar y ordenar la presente exposición de conjunto: a) el surgimiento del marxismo como una opción real de poder con la revolución cubana. Ya a partir de los años 1958 la hipótesis de conflictos de los diferentes ejércitos hispanoamericanos fue la guerra contra el comunismo, plasmada luego en la doctrina de la seguridad nacional. b) La aparición de una narrativa con luz propia expresada a través del boom de la literatura “latinoamericana” en la década del 60. Suelen ser considerados emblemáticos los textos y autores siguientes: La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes (1962), Rayuela de Julio Cortázar (1963), La ciudad y los perros de Mario Vargas Llosa (1964), Cien años de soledad de Gabriel García Márquez (1967), Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante (1967), De donde son los cantantes de Severo Sarduy (1967), La traición de Rita Hayworth de Manuel Puig (1968), El obsceno pájaro de la noche de José Donoso (1970) y Yo el Supremo de Augusto Roa Bastos (1974). Inicialmente todos ellos apoyan a la Revolución Cubana. A estos autores se incorporaron otros con obra anterior como Juan Rulfo, Augusto Monterroso, José Lezama Lima, Mario Benedetti, Juan Carlos Onetti, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Roberto Arlt y Felisberto Hernández. Así como Europa tuvo su “mayo del 68”, América tuvo su “Medellín 68” que dio comienzo a la teología y filosofía de la liberación “latinoamericana”. La conferencia de Medellín no es sólo una consecuencia del concilio Vaticano II inspirada en el documento conciliar Gaudium et spes que analiza la realidad social a la luz del Evangelio, sino además sucedió que los obispos del CELAM llegaron influenciados por el diálogo previo alrededor de 1963/65 entre católicos y marxistas (en Chile, Altamirano-Blest y en Argentina, Eggers Land-Masotta-Rozitchner). Diálogo importado que tenía lugar en Europa, entre Roger Garaudy y Louis Althusser, por el marxismo y el equipo de la revista Esprit con marcada influencia jesuita. c) El surgimiento de la filosofía de la liberación en México con Leopoldo Zea(1912-2004) La filosofía americana como filosofía sin más(1969). En Perú, Augusto Salazar Bondy(1925-1974) ¿Existe una filosofía en nuestra América?(1968). En Argentina Rodolfo Kusch (1922-1979) Indios, porteños y dioses(1966) y La negación en el pensamiento popular(1974). A su vez, esta filosofía de la liberación tiene una rama marxista que se prolonga hasta finales de siglo en pensadores como Enrique Dussel, Horacio Cerutti, Eduardo Galeano, Carlos Rangel, Arturo Roig y otros. El fracaso de estos cuatro ítems nos ubican, volens nolens, en la problemática de los años 80 y 90 cuando se enseñoreó el neoliberalismo en toda Nuestra América. En los 80 con gobiernos de facto y en los 90 con gobiernos democráticos. Fue el mismo perro con distinto collar en lo que hace a la dependencia. Así, el marxismo luego de la implosión de la Unión Soviética dejó de ser una opción real en Iberoamérica, más allá de los éxitos coyunturales (salud y educación) que haya tenido la revolución cubana. Y por ende, perdió espesor intelectual. Hoy el marxismo está vivo sólo en los disidentes más lúcidos a la ortodoxia marxista, pero , lamentablemente, estos disidentes se limitan a los problemas culturales y no ya a los políticos. Así temas como el aborto, la eutanasia, el matrimonio gay, el crucifijo en las escuelas o la Virgen en los palacios de Justicia, ocupan todas sus neuronas. La literatura “latinoamericana”, como una naranja exprimida, dejó de ser un negocio. Sus temas reivindicativos en esa “revolución in nuce”, nunca plasmada del todo, se cayeron perdiendo sentido junto con el marxismo de Indias. Además, los grandes editores internacionales descubrieron el negocio de los autores detrás de la cortina de hierro. La teología y su consecuencia, la filosofía de la liberación, perdieron su vigencia luego de veinticinco años(1978-2005) de papado de Juan Pablo II. Hoy los filósofos de la liberación viajan por el mundo europeo contando las experiencias de una filosofía que no fue, en tanto que el compromiso cristiano ya no pasa por la revolución sino por “renovación”. Lo que no se sabe es de qué. A eso sumémosle la vigencia en el manejo de la cosa pública desde la restauración democrática (circa 1980 hasta el presente) por parte del mundo y el pensamiento neoliberal tan caro al progresismo y a la “izquierda caviar”, y todo ello nos deja un amasijo de corrientes filosóficas, ideológicas y políticas que han venido a conformar lo que se llama el pensamiento único y políticamente correcto que es el que rige hoy en toda Iberoamérica. Ese pensamiento único que se caracteriza por dos patologías: la isostenia cultural, donde es imposible la valoración jerárquica de los productos culturales lo mismo un burro que un gran profesor diría Discépolo en el tango Cambalache y el pensamiento lineal, donde se lee e interpreta todo a través de las duplas izquierda-derecha, progresista-reaccionario, popular-populista. Es por eso que una pensadora trotkista como Beatriz Sarlo, hoy devenida izquierdo-progresista se queja diciendo que dentro de esta mezcolanza la consagración dejó de ser vertical o institucional para ser horizontal donde los pares consagran a los pares. Colofón Se produzco una reacción, menor pero real y genuinamente americana a partir de mediados de los años 90 en torno a la primera revista de metapolítica de carácter iberoamericano Disenso(1994-1999) , que tuvimos el honor de dirigir, en donde se nuclearon todos aquellos pensadores iberoamericanos que quedaron desparramados luego de su experiencias político-ideológicas que abarcaron el arco que va desde la izquierda nacional-latinoamericana, esto es, los discípulos de Jorge Aberardo Ramos(1921-1994) como el boliviano Andrés Solíz Rada, el chileno Pedro Godoy, el argentino Alberto Guerberof, el panameño Toti Suárez, hasta los nacionalistas suramericanos como el brasileño Pedro Galvao de Souza, el chileno Primo Siena, el uruguayo Oscar Abadie Aicardi, el paraguayo Jorge Báez Roa, el peruano Fernando Fuenzalida, el ecuatoriano Catón Villacreces, el colombiano Luis Corsi Otálora, pasando por los socialcristianos como el venezolano Alvaro Márquez Fernández y el uruguayo Alberto Methol Ferré. A los que hay que sumar los centro americanos Alvaro Menéndez Franco, el salvadoreño David Escobar Galindo, el costaricense y ex presidente Rodrigo Carazo Odio, el hondureño Manuel Ortega y el mejicano José Luis Ontiveros. Además de contar con la colaboración de cuatro pensadores nacionales iberoamericanos de generaciones anteriores de una enjundia excepcional como lo fueron los nacionalistas nicaragüenses Julio Ycaza Tijerino( 1919-2001) Perfil político y cultural de hispanoamérica(1971) y Pablo Antonio Cuadra(1912-2002) El nicaragüense(1969), el marxista nacional panameño Ricuarte Soler(1932-1994) Estudio sobre historia de las ideas en América(1966) y el filósofo peruano Alberto Wagner de Reyna(1915-2006) Iberoamérica en busca de sí misma (1995). Todo ello produjo una acumulación de pensamiento disidente, no conformista y políticamente incorrecto que se ha extendido por todas la venas aun no abiertas, las profundas de la América Indoibérica, y se logró constituir así una generación de amigos en la última década del siglo XX que formamos parte de una familia de ideas que hoy, lentamente, van recogiendo los mass media, tales como el derecho a la diferencia, la oposición a la homogeneización de las culturas, la crítica a la partidocracia y al igualitarismo, a la democracia procedimental y al monoteísmo del mercado. Las consecuencias de todo ello, si las hay, se verán dentro de una década. Post Scriptum: Si este esquema es válido, el segundo paso es llenarlo de contenido. Es conocido por todos que las universidades y las academias vienen estudiando hasta el cansancio a los autores liberales, raspando la olla, para encontrar en ellos algo que no tienen. Y es sintomático ver como los autores de neto corte nacionalista e hispanoamericano son dejados sistemáticamente de lado. Así de este largo período de cinco siglos de historia de América no sólo no se estudian los pensadores de la colonia por un prejuicio antiescolástico sino que no se estudian los de la Independencia que no fueron ni masones ni liberales, para el caso argentino Calixto del Corro, Pedro de Castro Barros, Juan Ignacio Gorriti, Juan Justo Rodríguez et alii. Del Facundo de Sarmiento no se estudia la primera parte que es la valiosa por sus descripción sociológica de la pampa y sus caracteres sino la segunda que son, en su palabras, “mentiras a designio contra Rosas”. No se estudió el segundo Alberdi, aquel de Peregrinación de Luz de Día, Cartas Quillotanas, o El crimen de la guerra, sino el primero el liberal de Las Bases. Se pasa por alto a Mariano Fragueiro y su Organización del Crédito(1850), ni que decir de Osvaldo Magnasco y sus escritos sobre Organización de la Educación condenados por Mitre. De Joaquín V. González se estudian sus Montañas del Oro y se deja de lado expresamente La Tradición Nacional(1888). De Juan Agustín García se estudia La Ciudad Indiana y se obvia su trabajo sociológico Sobre nuestra Incultura(1922). A Ernesto Quesada se lo pasa con la bota de siete leguas. De Leopoldo Lugones se leen su poemas y se pasa por alto su ensayo La Grande Argentina. Esto sólo para quedarnos en autores argentinos nacidos en el siglo XIX. Y en el siglo XX se obvian pensadores como el eximio sociólogo y politólogo nicaragüense Julio Ycaza Tijerino que produjo una veintena de obras originalísimas sobre el desarrollo cultural de Iberoamérica y que no es tenido en cuenta por ninguno de los manuales al uso. Con el historiador chileno Mario Góngora(1915-1985) quien estudió mejor que ningún otro el surgimiento de nuestros Estados-nación pasa exactamente lo mismo. Con el pensador paraguayo Natalicio González, con sociólogo panameño marxista disidente Ricuarte Soler, con los historiadores colombianos Luis Crosi Otálora e Indalecio Liévano Aguirre(1917-1992). El pensador mejicano Rubén Salazar Mallén(1905-1986) o el ecuatoriano Augusto Jácome Pazmiño(1881-1959). Alguna vez nos han reconocido el desconocimiento de estos autores como lo hizo, lealmente, el especialista alemán en estudios americanos Ottmar Ette de la Universidad de Postdam: “Profesor, muchos de estos autores no los he sentido, ni siquiera nombrar”. Así también como el especialista en historia de las ideas en América, don Arturo Roig quien me preguntó en carta del 3/11/92: ¿porqué ha dejado afuera a Andrés Bello, Francisco Bilbao, Eugenio María de Hostos y otros del siglo XIX?. A lo que respondí: “por liberales, profesor Roig, y porque el liberalismo de ellos ha sido además postizo, porque han adoptado sus consecuencias en forma de Constituciones, sistemas de enseñanza y Códigos, como las que imita Bello para Chile con su Código, pero no sus principios, pues se han manejado como capangas, como patrones de estancia cuando llegó el momento de decidir, y no democráticamente de haber sido liberales completos. Y porque, en definitiva, han contribuido con su obra y su acción al extrañamiento de la América criolla de sí misma”. Cualquiera que desee estudiar seriamente y sin prejuicios ideológicos (esto sería como la panacea) qué es y qué ha dado América está obligado a la lectura mínima de estos autores aquí propuestos. Seguro que habrá otros más que a mi se me han escapado. Por favor: Agrégenlos. •- •-• -••••••-• Alberto Buela |