Introducción Se dice, desde posiciones entendidas como progresistas, que la inversión en educación es fundamental para el progreso de un país y, en general, para el desarrollo humano. Pero lo cierto es que una manera importante de acometer estos objetivos sería reorganizar la enseñanza de tal manera que se posibilitara un buen incremento de su rendimiento, pues éste es muy bajo. En este sentido, nos parece que todos los resultados mejorarían en una gran manera si se pudiera mejorar la motivación (nos referimos en especial a la de los niños, los adolescentes y los jóvenes). Como consecuencia de ello, el capital humano de los distintos países se incrementaría en buena medida, al mejorar el capital intelectual de sus habitantes. Con respecto a estos problemas se dice muchas veces que la escuela está desconectada de la vida, pero lo que nos parece que si esto fuera verdad la situación no sería tan mala, pues como nos consta por experiencia lo que la vida cotidiana nos ofrece no es precisamente lo más apropiado y lo que merecería emulación. Por el contrario, lo que propondremos en este nuevo ensayo que presentamos, es más bien que la vida se conecte a la escuela, o incluso la vida sea escuela, de tal manera que la desconexión no desaparezca, aunque se apoye la inversión de sus influencias respectivas. Así, creemos que ello sería una buena medida para aumentar la cantidad de trabajo en la escuela y el rendimiento del mismo, en lo que a los discentes se refiere. Esta proposición intentaría acabar con el hecho constatable de que, por una parte, están las grandes teorías o las grandes palabras y los ingentes recursos que se emplean para la educación en los países desarrollados, y por otra parte la mezquindad de la realidad, la de los hechos. Nos referimos, sobre todo, a la realidad constatable por experiencia inmediata, de que no existe interés verdadero por el saber y al hecho de que a lo más que se llega es a un interés que lo toma como medio para otros objetivos, a un interés instrumental. De este modo, no pensaríamos que con las teorías podemos cambiar la realidad de la educación, pues no somos conscientes de la misma es como una realidad circundada por mensajes y por hechos que contradicen la parte doctrinal, porque es demostrable que los estímulos que rodean a los discentes son completamente contrarios a los contenidos, a los fines y a las prioridades que dicen defender los sistemas educativos. Por ello, lo que verdaderamente ocurre es que éstos se encuentran inermes, indefensos frente a una realidad cultural (mass media, familia...) que les envuelve y, en buena medida, les neutraliza, haciendo inútiles o poco efectivas las programaciones de estos sistemas educativos. Para evitar estos males haremos nuestras propuestas. Éstas irán pensadas para la mayoría de la población escolar, que tienen unas capacidades de aprendizaje normales o buenas. Por ello, no pretendemos en absoluto cambiar significativamente el tema de los problemas de aprendizaje que no dependan de la voluntad y de la motivación. Por tanto, para aquella parte minoritaria de la población escolar que tenga otro tipo de problemas de aprendizaje, las propuestas que realizamos tienen un alcance mucho más limitado e incluso no son aplicables. Ello es, en gran medida, debido a que el esfuerzo dedicado al aprendizaje es tan grande que, ante la incapacidad de asimilar los contenidos, lo que realmente se produce es un rechazo del estudio muy fuerte, que hace que docentes y discentes sufran inútilmente al intentar unos aprendizajes que tienen, en este caso, unos resultados mínimos. Por lo demás hemos dividido este ensayo en cinco capítulos. El primero intentará deslindar lo que deben ser los verdaderos objetivos de la educación. En el segundo veremos los obstáculos que la realidad de nuestros estado y nuestras sociedades ha situado frente a estos objetivos. En el tercero defenderemos la política educativa que consideramos adecuada. En el cuarto, expondremos algunas consideraciones psicológicas que nos parece que puede dar luz en la construcción de una nueva pedagogía y en el quinto defendemos la posibilidad de una pedagogía natural. Los objetivos de la educación I) En este primer capítulo vamos a tratar de los objetivos que consideramos que deben ser idealmente los propios de los sistemas de enseñanza de nuestras sociedades. En él, por otra parte, estableceremos ciertas prioridades en lo que se refiere al ámbito de los posible. En efecto, parece necesario que cualquier proposición pedagógica debe determinar los objetivos que desea alcanzar porque sin ellos, no parece posible arbitrar ningún mdio o modo de enseñanza. De este modo, nos parece claro que entre los objetivos de cualquier enseñanza está el logro de seres humanos virtuosos y felices. A primera vista puede decirse que es conveniente el primer objetivo porque es difícil lograr unos estados con convivencia armoniosa o pacífica si no conseguimos unos ciudadanos que no sean ni lo uno ni lo otro. En este sentido, también es necesaria la virtud en su sentido público, pues desde el punto de vista del bien común la existencia de ciudadanos capaces de cumplir con la virtud es indispensable para la existencia de los estados y, también, para un funcionamiento de la normalidad más pacífica, armoniosa y productiva posible. Del mismo modo, se debe buscar en la enseñanza el segundo objetivo, que es una necesidad innata de los seres humanos y cuya negación es contraproducente para cualquier comunidad política. Por ello, puede decirse que el segundo objetivo, que se concreta como el de preparar a los seres humanos para alcanzar la mayor felicidad de la que son capaces en este mundo, es digno de prosecución, porque los estados deben tener como fin la felicidad de los miembros que los componen y esto, lógicamente, ha de plasmarse en sus sistemas educativos. Así que buscar hacer mediante la educación hombres y mujeres lo más virtuosos y lo más felices posible se puede constituir como objetivo de cualquier enseñanza. Y no tratándose de conseguir buenos mecánicos, buenos ingenieros o buenos filósofos (que serían los resultados de objetivos específicos), bien podemos llamar a aquéllos objetivos generales de la educación. Al servicio de ellos deben ser puestos los medios y métodos pertinentes. II) A) Pero estos objetivos generales admiten especificaciones concretas y materiales. En este sentido, parece que en nuestros estados y sociedades el tema de la religión es un asunto exclusivamente privado que, por lo mismo, no es incumbencia de los estados. Por ello- se considera- no debe ser un tema de educación y, en todo caso, la enseñanza de la religión es un tema subsidiario y ello no es asunto ni debe ser materia de lo público. Pero, en nuestra opinión, esto no es sino una percepción ideológica, producto de la falsa conciencia que, como tal, no reconoce la realidad. En efecto, como hemos visto en otros trabajos, publicados en esta misma revista, la religión no es algo negativo o, incluso, neutral o indiferente. Por el contrario, una religión, especialmente si está depurada de adherencias inútiles, que no están en lo esencial (la relación del hombre con el Absoluto), es un acervo muy positivo, que optimiza a la persona y que le ayuda a ir por el camino de lo mejor. Para aclarar lo que estamos diciendo quizá serían necesarias dos afirmaciones. A saber: en primer lugar, la religión hace al hombre más bueno, más virtuoso; en segundo, le permite alcanzar, por así decir, la mayor felicidad de la que es capaz. La primera afirmación la hemos defendido en el ensayo titulado “Ética”. Allí no negamos que fuera posible un conocimiento natural de lo que es la virtud y un cumplimiento con lo bueno por parte de la persona. En este sentido, hemos defendido la autonomía natural de la ética. Pero sí, hemos sostenido que el cumplimiento de nuestros deberes éticos se refuerza cuando la virtud fundamental, la misericordia, (conocida naturalmente) toma una dimensión religiosa y se incardina en el amor de Dios que potencia la caridad con el prójimo, en la medida en que el mandato divino refuerza y promueve el mandato moral. De igual modo, el sentimiento del amor que proviene de Dios impulsa la acción de la caridad o misericordia. Por ello, allí defendíamos que la religión mejora a la persona en el aspecto moral. En segundo lugar, como hemos mantenido, por ejemplo, en “Agnosticismo, creencia y humanidades” , la religión hace que el hombre pueda alcanzar la mayor felicidad de que es capaz en este mundo. Efectivamente, existen dos creencias en la religión que hacen posible este logro. Primeramente, la creencia en un futuro absoluto del hombre, la creencia de que el triunfo de la muerte es momentáneo y, en cierta medida reversible, la creencia en que, más allá, de la muerte existe la vida y la esperanza en la inmortalidad del alma o, en general, en la vida del mundo futuro es un motivo de alegría, de felicidad posible en la medida en que, por ejemplo, disminuye grandemente la angustia del hombre ante la seguridad de la muerte, que se teme irreversible y absoluta. Siguiendo con este orden de cosas, se puede señalar también que la creencia en la existencia de una Realidad Perfecta, que hace que el conjunto de lo real positivamente bueno, que da sentido, por ejemplo, al mundo de la historia (Reino de Dios), pero también que acompaña a la persona en la injusticia y la iniquidad del mundo, que le consuela y lo conforta, que le garantiza un futuro personal de bien es también una creencia que da bienestar y alegría, felicidad. Por ello, también salud (Paul Tournier). B) Por otra parte, en nuestros días está muy divulgada la concepción del hombre que entiende que lo religioso es algo irrelevante para el concepto de hombre. De este modo, tampoco se considera el hecho religioso como algo favorecedor del mejoramiento de las personas humanas. En este sentido, incluso se llega a posiciones de ateísmo militante que pretende que lo religioso es un hecho perjudicial para ellas, en cuanto que las enajena del fin emancipatorio, que sería el único verdadero. Pero ya hemos visto lo erradas que están estas posiciones, por ejemplo, en las líneas de arriba o en otros ensayos. Por ello, nos parece consecuente con cualquier principio pedagógico considerar que entre los objetivos principales de la educación está la de estimular la religiosidad de los ciudadanos, y no sólo por el mejoramiento personal que aporta sino también por el que beneficia a la sociedad y al estado en cuanto que permite la optimización moral que sin duda contribuye a formar buenos ciudadanos y buenos hombres. es decir porque aporta bondad y felicidad. Por tanto, la enseñanza y sus sistemas deberían la formación de hombres y mujeres religiosos, pues es natural , por lo dicho hasta ahora ,que ello sea uno de los fines de la educación y de la política educativa de los estados. Ello implicaría el hecho de que, en un plazo más o menos largo, los estados deberían abandonar su política educativa laicizante y cambiarla por una que tuviera a la Religión como algo positivo, pues los fines educativos también deben configurarse buscando lo que es bueno y conveniente para los ciudadanos y para el estado. Esto último no implicaría que las políticas educativas nuevas no contemplaran el respeto a la libertad de expresión, sino que deberá tolerar tanto el agnosticismo como el ateísmo, en tanto que opciones fundamentales con sus implicaciones antropológicas consecuentes. C) Aunque vamos a ofrecer una enseñanza natural y defenderemos al suelo de la cultura como una realidad en la que se pude lograr un consenso y la actuación que de él se deriva entre creyentes y no creyentes, no por ello dejamos de apreciar en las políticas laicistas de nuestros estados europeos en educación como un gran error.. En efecto, como hemos defendido en otros ensayos, la experiencia religiosa se muestra como necesaria para una cabal realización de lo humano de tal manera que la persona humana sin religión está, en algún sentido, como mutilada o, podemos decir, inacabada, es decir, que no ha encontrado su plena realización. Por ello, es lógico que defendamos una escuela en la que la formación religiosa ocupe un papel crucial en cuanto que, como hemos dicho, la religión es vertebradora de la experiencia personal ( especialmente si se presentara sin las adherencias actuales). Esto significa que es deseable que la formación integral de la persona incluya el logro de un ser humano religioso, anclada en la experiencia teologal, aunque sea en sus distintas versiones que se dan en la positividad de las diferentes religiones de la Tierra si verdaderamente se quiere promover el bien de la persona y su felicidad. D) Lo cierto es que los sistemas laicistas de enseñanza tienden orillar la religión de sus enseñanzas. Como se sabe, nosotros defendemos , por considerar a la religión como un componente esencial del buen ser persona, que debería ocupar un lugar central en la educación personal de los discentes. Por ello creemos que se debe respetar el hecho religioso en la enseñanza y la voluntad de aquellos que desean ser educados en los sistemas actuales. Lo defendemos como programa mínimo. III) Es claro que las democracias no podrían existir sin las virtudes propias, acordes con ellas de sus ciudadanos. Es decir, para evitar el peligro, de que estos regímenes políticos puedan dejar de existir por el hecho de que, en las maneras de pensar de los ciudadanos, se implante una cultura antidemocrática, necesitan educar en las virtudes que son necesarias para estos objetivos. Por ello se educa en la virtud central de la tolerancia. Pero, por otra parte, también hemos planteado la necesidad de que la democracia supere la inconsecuencia de las divisiones políticas que la atraviesan ( en la medida en que esta división no es compatible con la unidad de la razón humana, como hemos mostrado en otra parte). Por ello hemos propuesto una virtud que promueve y potencie el diálogo, desbordando la mera tolerancia – que deja inalteradas las divisiones, con la dosis de violencia que ello provoca- y busca mostrar la razonabilidad del discurso del oponente político, comprendiendo la razón que le acompaña, entre otras cosas. Para este desbordamiento de la mera tolerancia hemos propuesto la misericordia política como virtud que metódica y formalmente puede llevar a la superación de las divisiones, del desacuerdo moral que se da en las democracias tradicionales. Es entonces natural pensar que en un estado democrático ideal tendría necesariamente que enseñar, como parte de la ética cívica, no solamente la virtud de la tolerancia ( que deja intactos los desacuerdos, las divisiones, los conflictos a nivel profundo dentro del sistema) sino también la de la misericordia política y las virtudes que la acompañan, las cuales tenderían a acabar con estos males. El objetivo, sería, pues un ciudadano cuya virtud no estuviera solamente en la tolerancia, sino que alcanzara también la misericordia como virtud central de su vida moral y política. D) I Ocurre que los objetivos planteados (el hombre religioso, el demócrata consecuente) no son ni alcanzables actualmente, ni asumibles por los partidos políticos y en general por los ciudadanos por razones obvias. Por ello, aún para aquellas políticas y formas de entender el fenómeno religioso que consideramos inadecuadas, se pueden proponer objetivos asumibles y consensuables. Creemos que estos objetivos no pueden ser otros que la formación de personas que estimen los bienes culturales y que sean capaces de emplear su ocio y su formación humana general en actividades relacionadas con dichos bienes, que promuevan el goce estético y cognitivo. Dicho con otras palabras, personas abiertas a la verdadera cultura (el Arte, la Filosofía, las Ciencias, también la Técnica...). En este sentido, no creemos que se pueda decir que todo es cultura. Por el contrario el significado que damos aquí no es el de que cultura es todo lo que el hombre ha aprendido o todo lo que los seres humanos hacen, sino que nos referimos a aquellas actividades que son bellas, que hacen la vida buena y conforman a las personas verdaderamente cultas en sentido estricto. Frente a lo que decimos resalta el hecho de que la coiné cultural de nuestro tiempo, aquella que permite las relaciones sociales entre los seres humanos está sustentada por los tópicos de los medios de comunicación, tópicos en los que la verdadera cultura está muy quebrantada. Parece, entonces, que como la interacción social, la socialización y la misma sociedad continúan funcionando no se necesita una coiné verdaderamente culta. Como resulta que estos tópicos culturales son introyectados por nuestros alumnos se hace necesario algún tipo de medida para sacarlos del marasmo cultural de nuestras sociedades contemporáneas, En este sentido es palmario que el sistema escolar y el sistema social pueden ser conservados siendo el nivel cultural pura pantomima, porque para que ambos sigan existiendo solamente se necesita aprender lo estrictamente necesario para los aprendizajes instrumentales. Pero también es obvio que el pueblo tendrá tópicos de relación que no sean ni cultos ni enriquecedores. Por ello, hacemos un flaco favor a nuestros niños y jóvenes si les permitimos la prolongación de estos males si les dejamos seguir con la inercia cultural de nuestras sociedades. II Así pues, si se nos preguntara qué objetivos educativos mínimos perseguimos en el aula contestaríamos que pretendemos el aprovechamiento de las clases y un alumno verdaderamente interesado por el saber en su conjunto. Es de destacar, en este sentido, el poco rendimiento del estudio en general debido ello a que el alumnado trabaja, en muchas ocasiones, obligado y sin motivación específica por el estudio y que incluso la motivación de los buenos alumnos no pasa de ser instrumental, en la gran mayoría de los casos. Pero también nos planteamos como objetivo fuera del aula y fuera de los estudios reglados, lo que hace tiempo se llama formación permanente. El objetivos se concreta como cambio de todo el sistema del ocio y entretenimiento de las poblaciones, el cual está dominado por actividades que no son parte de la verdadera cultura. Así, se intentaría pasar a un ocio cultural con una motivación e interés parecido al que, por ejemplo, tiene el deporte en nuestros días. Cómo puede ser ello es algo que se necesita proponer e intentar. En este sentido, se puede decir que hay más de un nivel de acceso a la riqueza. Uno de estos niveles es la riqueza cultural y la posibilidad de alcanzar éste, la posibilidad de enriquecerse culturalmente está, en gran medida, en la voluntad de las gentes, aunque para ello sea necesario el apreciar verdaderamente la cultura. Por otra parte, es palmario que la posibilidad de alcanzar este objetivo de la cultura no es posible para toda la población en todos los países del mundo. No es posible, por ejemplo, para aquellos que, aún teniendo las necesidades elementales cubiertas, tienen que emplear todo su tiempo en el trabajo, de tal modo que no disponen de tiempo libre para cultivarse. Tampoco es ,obviamente, posible para las grandes masas hambrientas del planeta, que son nuestro escándalo. Como consecuencia, como condición del logro de los objetivos educativos o de cualquier política educativa está la necesaria liberación de las necesidades perentorias, de modo que, como objetivo prioritario, estén las necesidades básicas cubiertas y haya tiempo libre para la cultura y la formación. Pero cuando sea posible hacer hombres y mujeres que quieran este último objetivo de la cultura ello significará un cambio de sus intereses y motivaciones. En este sentido puede decirse que, en gran medida, los objetivos e intereses no han cambiado desde la Antigüedad, en cuanto que los mismos son mayoritariamente los espectáculos u otras actividades de un contenido similar; en general, lo que significa el divertimento. Por ello lo que intentamos es su cambio por la cultura y unas gentes nuevas interesadas por el Arte, la Filosofía... III- Si se nos preguntara qué objetivos educativos concretos perseguimos (es decir, cómo se debe concretar en el aula lo que hemos dicho hasta ahora) diríamos que lo que intentamos en las aulas es la creación de un buen clima de interés y aprovechamiento de las clases, que perseguimos un discente verdaderamente interesado por los aprendizajes, por el saber. En este sentido, nuestro deseo contrasta, en muchas ocasiones, con el poco aprovechamiento de las clases, debido a que los alumnos trabaja muchas veces obligado y sin motivación por el estudio. De esta manera, aunque haya muchos que, instrumentalmente, están interesados por la clase, el rendimiento general podría ser mejorado en mucho. Como consecuencia de estos objetivos concretos, defendemos otros objetivos fuera del aula y de los estudios que podrían ser llamados de formación permanente. Ello, como veremos, consistiría en transformar todo el sistema de ocio de nuestras poblaciones, que está dominado por actividades y entretenimientos que no son la verdadera cultura, para poder alcanzar un ocio cultural en el que, como hemos defendido, haya la misma motivación que, por ejemplo, hay en el deporte. Como puede ser esto es lo que expondremos en otro capítulo del presente ensayo. IV- Por otra parte, es sabido que existen niveles en el acceso a la riqueza. La riqueza cultural es algo que se consigue, normalmente si previamente se han alcanzado los bienes materiales, que son casi condición de ella. Pero alcanzar esta última es algo que depende de la voluntad , porque si ésta no existe ( habitualmente por desconocimiento de lo que ello significa) es claramente imposible llegar a este nivel. Los obstáculos y la realidad A) Los obstáculos I) Pero frente a los objetivos que hemos propuesto en nuestros días y, en cierto modo, a lo largo de la historia (quizá en otros tiempos de otra manera, con otros obstáculos y con otros problemas) se opone la realidad de lo que son los educandos. En primer lugar, con respecto a la cultura nos encontramos con que no valoran ni el patrimonio del saber y la cultura de la Humanidad ni, en general, la verdadera cultura como bienes, que deben ser verdaderos objetivos de la formación permanente de los seres humanos. Como consecuencia, cuando termina el período de formación, no se puede decir que, en general, se hayan convertido en personas verdaderamente cultas, o que amen el Conocimiento o el Arte. En efecto, los hombres siguen prefiriendo el entretenimiento y las diversiones fáciles (como escribía Pascal, huyen de las cosas profundas) a la cultura y prefieren el deporte y otras cosas similares de tal manera que se han convertido en los temas que ocupan las mentes y las conversaciones de la gran mayoría de la humanidad occidental. En este sentido, para justificarlo se recurre al subterfugio de decir que todo es cultura, conservando la anfibología y, aún estimulándola (todo es cultura porque lo hacen los hombres pero ello no los transforma en hombres cultos). Del mismo modo, tampoco encontramos la misericordia como virtud de nuestros contemporáneos, excepto en ocasiones contadas. Por el contrario, lo que predomina en el mundo moral y político es la intolerancia, la exclusión, la voluntad dogmática, la manipulación y la guerra, abierta o encubierta. En lo que se refiera a la religión, ésta se encuentra en Occidente en cierta decadencia, especialmente desde la crítica de la Ilustración a las religiones positivas y también desde la otra crítica del ateísmo del siglo XIX y la difusión de las mismas entre las masas. Por todo ello la contemporaneidad se encuentre fuera del centro natural y con las posibilidades de optimización muy mermadas, con los inconvenientes que ello acarrea, aunque (es preciso reconocer) nunca la difusión del conocimiento ha sido tan alta. II) Todas la carencias que tiene la sociedad se trasladan a la escuela y producen el grave problema, más o menos atenuado, del fracaso escolar. En alguna medida, el fracaso provoca en el alumno y su familia una gran decepción que se traduce en traumas psicológicos y en carencias en el comportamiento. Por tanto, no puede afirmarse que sea querido por nadie. Y se produce porque las familias (por desconocimiento) y la escuela son incapaces de motivar el aprendizaje, especialmente el no instrumental. III) En este sentido, existen toda una serie de motivaciones, intereses, diversiones que forman el mundo circundante del discente que son los que captan su atención y su intención. Así, puede constatarse que ve en sus mayores, en la sociedad en general que los verdaderos intereses de la mayoría de la gente no están en la cultura y el saber, sino en otros menesteres, que pueden ser incluso alienantes. Y en la medida que el niño y el joven aprenden por imitación social estas conductas, este sistema motivacional inadecuado se reproduce en ellos alejándolos de la búsqueda del saber. De esta manera, ninguna de las pedagogías que conozco o de las que tengo experiencia se pueden presentar como alternativas para el mundo de la educación, pues nuestra experiencia nos muestra que todas fracasan en el momento de intentar la motivación por la materia por parte de los alumnos. Además en general, no se intenta otra motivación distinta de la instrumental. Por esto, los intentos de la escuela son inútiles en muchas ocasiones y, en general, el rendimiento está lejos de alcanzar su óptimo, pues la mayoría de la veces lo que intenta la escuela luego se disuelve en la sociedad y en las familias y, se ahoga ante los mass media, de tal manera que lo que puede conseguir una escuela a nivel de motivación que pretende romper con los moldes sociales, se olvida pronto y siempre estamos empezando de nuevo. Y en este sentido, cuanto más se intentara la motivación por medios que podemos llamar de pedagogía blanda ( por ejemplo, como ya se defiende, que los alumnos puedan determinar el currículo) más difícil sería impartir unos contenidos del acervo cultural mínimos, pues los intereses y las motivaciones son inadecuados, están lastrados por la herencia cultural y por el medio ambiente. B) La realidad I) 1. Como se sabe, la perfección de lo humano no está en la naturaleza física de los hombres, sino que se puede alcanzar solamente en un porceso en el que la educación ( como transmisión de conocimientos de una generación a otra y de los que saben a los que no saben) juega un papel imprescindible. En este sentido la persona humana es lo que llega a ser cuando optimiza sus potencialidades. Pero éstas no están dadas de una vez por todas, sino que van aparecieno en el proceso de desarrollo histórico. En efecto, en él se van generando las ideas, los ideales (entre otras realidades) de tal manera que los de nuestros días no son los mismos que los del pasado, pues existe un progreso en el que el hombre va alcanzando el mejoramiento de su realidad, de por sí incompleta. Por otra parte, se puede afirmar que el progreso puede conceptuarse como calidad y como cantidad. Como calidad se da en cuanto que la excelencia posible de lo humano en una época histórica determina un ideal de lo que el ser humano debe llegar a ser. Como cantidad en el sentido, de que se incorpore al ideal un mayor o menor número de personas. Pero el progreso que existe en el sentido de que los hombres son conquistados por la misericordia democrática, la religión y la cultura no es grande y ha de salvar toda una serie de obstáculos. En lo que se refiera al logro de la cultura, que es el objetivo que pueden compartir creyentes y no creyentes, nos encontramo con el hecho de que la formación cultural no está valorada y ni siquiera es conocida por la mayoría de las poblaciones. En efecto, el ocio los entretenimientos de la gran mayoría son ajenos a la realidad de la verdadera cultura, de tal manera que ella ocupa un tiempo muy pequeño. Así, en nuestras sociedades los entretenimientos enajenantes ocupan una proporción del tiempo de ocio demasiado grande para lo que sería de desear en lo que respecta al desarrollo cultural y espiritual. De ello es un claro reflejo la televisión que sufrimos. Pero incluso el siguiente eslabón, aquel en el que se emplea el ocio en las llamadas, con mayor o meno consideración, actividades culturales,( como por ejemplo el cine) también debe ser superado en el sentido de que se elimine la propaganda ideológica, más o menos encubierta. Pero también en el sentido de que el tiempo que se dedica de manera exclusiva a esta cultura debería estar cubierto con otras actividades. Pero no adelantemos alternativas que serán expuestas en otro capítulo. En otro orden de cosas, en lo que respecta al nivel político, podemos en primer lugar señalar que la política exterior de nuestros estados se encuentra situada en un nivel de ejercicio que no respeta las singularidades de los pueblos que no son occidentales. Pero tampoco se puede aseverar que los no occidentales se comporten de una manera diferente. Es decir, que podemos afirmar que el conjunto de los estados actúa fanáticamente persiguiendo sus propios fines y sin practicar la benevolencia, la comprensión, el perdón; sin practicar en definitiva la misericordia política que es tan necesaria para llevar adelante el concurso pacífico y cooperante de las naciones, los estados y los pueblos. En lo que concierne a la política interior, quizá la situación no es tan desalentadora, pero hemos de señalar que, por ejemplo en nuestros estados, la discusión permanente está en el corazón mismo de las políticas de las naciones. Este disenso permanente lleva a verdaderos enfrentamientos, que pueden conducir a la guerra civil. En otros casos este espíritu de disenso lleva a la falta de diálogo, buscando la imposición de las posiciones políticas propias y a formas, más o menos groseras de debate público que ocasionan daños variados, entre ellos los morales y los psicológicos. En fin, ello supone la disipación de energías, que de otra manera, podrá ser dirigida por la misericordia democrática y el diálogo para obtener mejores resultados. Pero, de todas maneras, en este territorio de la política tampoco se puede culpabilizar a las élites de prolongar el desacuerdo y la violencia (de baja o de alta intensidad) porque ello se alimenta de la forma de ser de todos y dichas élites son, en gran medida, el producto de lo que somos todos. Es decir que el modo de ser de la política de nuestros días descansa en la base y el proceso es más bien de retroalimentación, es decir, que se desarrolla en los dos sentidos. Por ello es inútil buscar culpables. II- Se puede discutir si los medios de comunicación tienen una política de programación autónoma o si, por el contrario, ésta depende de las audiencias. Pero lo cierto es que el mensaje cultural que transmiten refleja y también crea lo que son las audiencias: Y esta política cultural es paupérrima reduciendose a ser puro entretenimiento con unos contenidos culturales nada formativos, que no solamente no educan sino que vician y alejan a las personas de la cultura verdadera. Por otra parte, la oferta política (la política de la política) se desarrolla por los caminos de la democracia tradicional y en ellos laten ciertas dosis, más o menos importantes, de fanatismo. Este fanatismo se concreta en interior de los estados como alienación y defensa a ultranza de los posicionamientos del partido respectivo, lo cual dificulta que se transite en política por un verdadero diálogo. Esto hace que se congelen las diferencias políticas y se alcancen nuevas síntesis en las ideas políticas. Igualmente, muchas veces, la defensa de la democracia se sitúa en soluciones de cierta prepotencia en lo que respecta a otros sistemas políticos y sus razones, olvidando también el necesario diálogo, que permitiría el perfeccionamiento de la democracia y una disminución en los niveles de conflictividad y guerra en los que estamos. De otro lado, los modelos de conducta y los ideales de vida que asume la sociedad y promocionan los medios son igualmente desfavorables para una educación y una política educativa adecuada. Se presentan como modelos de la buena vida las de los deportistas y otros que no lo son . Se defiende una vida basada, exclusivamente en el dinero (si es fácil, mejor). Ello se traduce en una programación en el que los deportes, las telenovelas de dudosa calidad y la vida social ocupan una parte demasiado importante y valorada, pero con poca adecuación real, objetiva. Así, estos modelos de conducta impregnan a los educandos y sus familias. De este modo, el niño y el adolescente vive,generalmente, en un ambiente poco propicio a la cultura y con los valores que estamos sometiendo a crítica. De hecho, los educandos ven y vive en la real despreocupación por lo que debe ser la vida buena, una real despreocupación vivida en los medios, y en los intereses de sus mayores. De esta manera, vive alejado de las realidades y los valores culturales y espirituales. Por ello, el ámbito de las inquietudes y de los interesen de los alumnos está en los deportes y en el mundo de la fantasía, por ejemplo y a ellos por el influjo del medio en el que se desenvuelve, se va progresivamente incorporando. III- Así pues, de este conjunto de valores e ideas dominantes en la sociedad y promovidas por los medios de comunicación se puede decir que no operan en el vacío sino que tienen una repercusión doble en los educandos. En primer lugar, influye en las familias de los educandos ofreciendo modelos de conducta que se incardinan en los niveles culturales de aquéllas tienen, sin mejorarlos. Como consecuencia, esta influencia de los padres se traduce en otra sobre los niños y jóvenes, que observan e imitan los modelos de sus progenitores. De este modo, se puede seguir que continúan reproduciéndose estos modelos. Esto lleva como consecuencia que en la escuela estén unos alumnos desmotivados por la cultura y la vida buena. Son alumnos que no tienen inquietudes por el mundo del conocimiento, por ejemplo; y que, en muchos casos sienten por él aversión e, incluso, odio. Lógicamente, el profesor, como representante de dicho mundo sale seriamente perjudicado. En este sentido, a lo más que normalmente se aspira y se puede alcanzar es a una motivación instrumental por el conocimiento, en el sentido de que acceder al mismo significa la posibilidad de promoción social y de alcanzar estándares altos de vida. Como conclusión, si se observa que los grandes héroes de la niñez y la juventud son los cantantes o los deportistas no es de extrañar que los grandes poetas, los filósofos, los científicos no lo sean. Menos todavía los grandes hombres religiosos. Por ello su energía se consume, en gran medida, inútilmente. IV- Así que vemos que la escuela no es ninguna isla al margen de la sociedad, de tal manera que pudiera constituirse una escuela ideal al margen, porque lo social, al contrario, impregna la escuela con su modo de ser. Pero tampoco la escuela tiene la posibilidad, por ello, de impulsar grandes cambios sociales, pues la experiencia histórica demuestra que las utopías educativas han fracasado. De este modo es la sociedad la que hace impracticables esta utopías porque es la sociedad misma (familia, sociedad civil, mass media...) la que mayormente educa a sus hijos. Y en mayor medida, claramente, que los profesores. Por ello los cambios en la enseñanza no pueden presentarse como medidas que han de darse exclusivamente en la escuela, sino que se hace preciso la intervención de lo social, también de la política, si se quiere realmente transformar los procesos de aprendizaje. Es decir que transformar en profundidad la escuela significa que hemos de traspasar sus límites, pues otras reformas, que se puedan desarrollar en su exclusivo ámbito, no han podido triunfar o sus resultados han sido, aunque notorios, pobres para nuestro nivel de exigencia. No obstante, nosotros nos movemos al nivel de la propuesta, y reconocemos que, porque han fracasado las utopías educativas debemos actuar con cautela, porque plantear objetivos inalcanzables puede producir malos resultados. Por ello es necesario una buena dosis de responsabilidad para no caer en estos errores. Aún con todo, no creemos que debamos conformarnos con la situación actual pensando que es imposible cambiar la mentalidad de una gente, más preocupada por el entretenimiento que por la alternativa cultural. En este sentido, también rechazamos la culpabilización de las instituciones educativas a nivel nacional e internacional, aunque existan voces que manifiestan que no existe, en este nivel, verdadero interés por crear unas poblaciones verdaderamente cultas. Más bien creemos que el fracaso educativo se debe a que no se ha acertado con la puesta en marcha de políticas educativas adecuadas. V- Es cierto que muchos de los saberes que enseña la escuela no son estrictamente necesarios ni para la mera supervivencia del individuo ni para la de la sociedad y por ello existe una clara tendencia a olvidar su enseñanza y aprendizaje. Pero el producto de estas políticas , junto con otros factores, es el fracaso cultural. En este sentido como se pasa por alto la necesidad de una verdadera formación cultural nos encontramos con unos ciudadanos que, en lugar de estar en los tópicos del conocimiento y la cultura en lo que se refiere al tiempo libre y a las conversaciones, prefieren entretenimientos que no son tan edificantes como los de la verdadera cultura. En este sentido, la perversión está en que es más importante un famoso deportista que un gran novelista o un gran filósofo, por poner algún ejemplo. La política educativa I) Podría defenderse que los objetivos que hemos propuesto como contenidos del proceso educativo, como ya hemos señalado, tienen una significación tan marcada que son inasumibles por gran parte de la población, especialmente aquélla minoritaria, que se entinde a sí misma como agnóstica o atea. Pero esto, como estamos viendo, no es así, porque puede plantearse que existe un nivel donde se hacen posibles el acuerdo y el consenso, común a creyentes e increyentes, cual es el de la valoración de la cultura como algo que idealmente debe promoverse de manera universal . Igualmente creemos que en el nivel moral y político puede existir un alto grado de aceptación en la necesidad de moverse por los cambios que defiende la misericordia como virtud esencialmente dialógica. En este sentido podría ser una virtud válida universalmente. Por tanto, las propuestas que hacemos admiten una estratificación, una progresión en la que el último nivel está el religioso. II) Antes de plantearnos la política educativa no estaría de más que comprendiéramos que, en gran medida, estamos manteniendo una ficción y una lucha casi estéril. Una ficción porque pretendemos que estamos luchando por la cultura cuando la verdadera educación ( quizá en vez de formativa, deformante) de las poblaciones la hacen los mass media. Una lucha casi estéril porque se están gastando enormes cantidades de dinero con un rendimiento muy bajo. En este sentido, la situación es paradógica, pues se gastan medios en dos direcciones contradictorias, que se anulan: por una parte tratamos de educar y por otra parte los medios deseducan o malforman. Podría pensarse que esto interesa al sistema, porque una masa verdaderamente educada sería ingobernable, puesto que los hombres llevan sus pasiones hasta un extremo tal que el conocimiento, en vez de ser una ventaja, si no está adecuadamente administrado se convierte en un problema. Pero no pensamos que los dos extremos que estamos planteando sean así, sino que consideramos que la verdadera educación hace a las personal más tolerantes, más misericordiosas y más buenas. Por otra parte, tampoco, como ya hemos defendido, pensamos que exista una mala voluntad en los poderes públicos, sino que ,sencillamente, estamos ante una de las contradicciones de nuestro tiempo, por ejemplo, en el sentido de que se proponen unos objetivos para los que no se dan los medios para llevarlos a cabo. III_ A) Resulta difícil plantear una política educativa, aún en sus líneas básicas, que puede concretarse como una medida eficaz para el intento de sacar a las gentes de su estado de atraso cultural. Y decimos esto aunque haya millones de personas que reciben enseñanza secundaria y aunque las tasas de universitarios hayan ascendido considerablemente. Pero el caso es que consideramos que, básicamente, no se ha salido del nivel instrumental y la valoración del saber y la cultura como tales, más allá de los reconocimientos formales, solamente existe en una pequeña minoría. Más difícil se ve el intento si tenemos en cuenta que todos los programas pedagógicos que se han probado hasta el momento en cuanto a la motivación se han saldado con un claro fracaso, pues el nivel de motivación es bajo. No parece fácil, pues, salir del atraso cultural y prueba de ello han sido las fracasadas revoluciones pedagógicas que eran portadoras de políticas educativas determinadas. El problema encontraría una solución si fuera posible encontrar un punto de apoyo sobre el cual organizar una política pedagógica y educativa. Nos parece que para ello se pueden hacer algunas consideraciones. Pensamos que el problema pedagógico y educativo tiene un planteamiento relacionado con la presentación de modelos alternativos de lo humano. Con respecto a esto, no queremos dejar de aclarar que defendemos determinadas políticas educativas y ello mismo supone una enseñanza reglada por el estado, pues no nos parece viable una alternativa de crear instituciones paralelas al margen de esta regulación, en cuanto que nada se puede escapar del poder del estado y en cuanto que la realidad de nuestras sociedades exige una organización funcional de la sociedad que, en nuestro caso, se traduce en la escuela. Por otra parte, no creemos que, espontáneamente, surja de la sociedad un impulso hacia el cambio cultural y, por tanto, educativo. De hecho lo que más bien se observa es cierta perversión del gusto (por ejemplo, se ve en la telebasura). No surge espontáneamente porque la inercia de la sociedad tiende a objetivos distintos a los de la verdadera cultura. En este sentido, incluso cabe hablar de retroceso histórico en la medida en que, por ejemplo, en la España del siglo XVI , aún con una población analfabera prácticamente en su totalidad, en los caminos se trataban problemas teológicos y religiosos, contrastando con la actualidad, en la que se habla de fútbol y temas similares. Para realizar nuestro planteamiento tenemos en cuenta que los mayores se imitan unos a otros y los niños imitan las pautas culturales y de comportamiento de sus mayores. B) Así pues parece claro que se necesita una intervención del estado en la cultura y en la educación para impulsar políticas adecuadas. Si tenemos en cuenta que la gente se imita una a otra y que los niños y jóvenes tienen a sus padres y a sus mayores como modelos de conducta a los que imitan, debermos pensar que una política educativa y pedagógica adecuada deberá pasar por una pedagogía del ejemplo, que pordujera modelos alternativos a los vigentes. Con respecto a esto, es sabido que hoy en día los grandes medios de comunicación juegan un papel importantísimo en el moldeamiento del comportamiento y las ideas de las grandes masas. Existe en efecto, una interrelación entre los medios y el público y, así, es difícil indicar donde radica la iniciativa porque el proceso en los países democráticos es circular, de tal modo que los programas que logran las grandes audiencias es porque, en alguna medida, se adaptan a ellas. Por ello, como parte de una política pedagógica, parece claramente necesaria una determinada intervención por parte de los poderes públcos en estos medios que ofrecen valores y modelos de conducta moral y culturalmente inadecuados, con el objetivo de imprimir en los medios unas políticas adecuadas. Nos referimos a unos medios en que se promueva y programe, tanto como sea posible, la cultura en todas sus facetas. Nos referimos en este sentido no solamente a lo que se puede llamar cultura de masas (teatro, cine...) sino también a los aspectos relacionados con las Ciencias, las Humanidades y la Filosofía Parece, en este sentido, evidente que una economía de libre mercado no admite tales políticas, pero, en todo caso, se trata de legislar tanto como sea posible, de tal manera que haya la máxima inclinación del gradiente hacia la cultura, estimulano no sólo una creación cultural cualquiera sino también aquella que defienda valores verdaderamente culturales, no solamente en los contenidos sino también en los modelos de la vida buena. De este modo, aparecería la conveniencia de sustituir, por ejemplo a los deportistas ,a los ricos o a los galanes como los únicos modelos imitables de conducta, por los científicos o los poetas, por poner otros ejemplos. C) Puesto que el objetivo es la incorporación del mayor número posible de gente al ámbito de la cultura, que significa( que la sociedad olvide los tópicos culturales actuales que brindan los medios de comunicación y esté en condiciones de cambiarlos por los adecuados) parece claro que el mismo debe ser incoroporado al conjunto de la política educativa promoviendo para ello los medios convenientes. En este sentido, parece evidente que la política educativa que defendemos, que pasa por promover el ejemplo y los modelos de hombres que se dedican al saber y a la cultura, debe plantear un determinado tipo de profesorado, puesto que el profesor es también obviamente un modelo de conducta para sus alumnos, un modelo con el que pasan muchas horas al día. Pero parece ser que, sin tener en cuenta estos hechos, lo que se establece desde los poderes educativos es un tipo de profesorado dedicado a las técnicas pedagógicas y psicológicas y cuyos saberes y comportamiento no son esencialmente distintos a los de otros colectivos sociales que no están dedicados a la difusión del conocimiento. De esta manera, la teoría actualmente vigente y su legislación conciben al profesorado como un cuerpo que no está dedicado al estudio y al conocimiento (lo cual permitiría enseñar con el ejemplo) sino como un cuerpo que ha terminado su formación en la materia respectiva y que lo único que tiene que hacer es transmitir los conocimientos que tiene, y al que conviene conocer técnicas psicológicas y pedagógicas. Así pues eñ profesorado, forzado por las políticas educativas, tiene un interés por la materia sea en muchos de los casos puramente instrumental. Por ello no puede tampoco transmitir un interés vital por la cultura y el conocimiento por lo que unido a otras motivaciones extrínsecas puede hacer que las clases sean un tanto frías. Por las realidades anteriormente señaladas, contrariamente a las políticas que se hacen con el profesorado, sería preciso organizar un profesorado que no sólo esté en la labor primera de difundir el conocimiento, sino que participe activamente en su búsqueda y, por ello, se le permita ser alguien que fehacientemente predique con el ejemplo (sin que por ello tenga que descuidar los menesteres concretos del aula; por el contrario pueda potenciarlos). Como consecuencia, nos parece en nuestra modesta opinión, que una de las primeras medidas de toda política educativa y pedagógica sería la de organizar un profesorado activo en lo que al tema del conocimiento y de la investigación se refiere. Ello significaría olvidar la figura de un profesor exclusivamente dedicado a labores de transmisión del conocimiento y de pastor y promocionar la de un profesor investigador y verdaderamente ocupado con el saber (cosa que en la actualidad no se puede realizar con la actual legislación y política). Ello implica un cambio total en el terreno de los conceptos y en el de los hechos. Así pues, defendemos una política para el profesorado que pueda crear un nuevo modelo. Un profesorado que se pueda mostrar como verdaderamente implicado en la tarea de conocer y crear saber y que, por ello, lejos de estar perdido en otras preocupaciones e intereses, esté centrado en la tarea de cultivar en inmenso patrimonio cultural y científico de la Humanidad. En este orden de cosas, puesto que estamos defendiendo el cambio de los modelos de conducta que deben vehicular los medios de comunicación y de política educativa, es lógico que un profesorado que pueda prediacar con el ejemplo, sea prestigiado con una presentación adecuada en los medios de comunicación. Por ello sería deseable que apareciera como un colectivo digno de ser imitado y valorado en cuanto transmisor del saber y en cuanto interesado en el mismo. (Obviamos aquí toda una conocida problemática en cuanto a desmotivación, desprestigio...) D) Hasta ahora nos hemos dedicado en este capítulo a plantear una política educativa, fundamentalmente en lo que respecta a los mass media y al profesorado. Es evidente que tales aspectos afectan al alumnado, pero queremos decir unas pocas palabras sobre el mismo. Para ello hemos de tener en cuenta que el alumno ha de ser receptor de conocimiento y que el desarrollo actual del saber implica que se debe dedicar unos tiempos muy grandes al aprendizaje, antes de estar en condiciones de un conocimiento suficiente. Por ello un aprendizaje serio debe tener en cuenta que el primer objetivo, antes de poder tomar parte activa en la elaboración de contenidos culturales, es la suficiencia en estos conocimientos, que son indispensables antes de toda creación. E) Es sabido que el niño admira e imita a sus padres. Por ello los valores y la cultura de éstos se van transmitiendo a las generaciones siguientes. Es, entonces, lógico que si queremos facilitar el acceso de las grandes masas de la población a la cultura no instrumental tengamos que incidir, de alguna manera, en la familia. El tema es difícil porque como sabemos vamos repitiendo, generación tras generación, los mismos valores y los mismos esquemas de conducta. Aún con todo, lo que si hay que admitir y tener en cuenta que los padres están interesados en el progreso de sus hijos. Por ello una concienciación de los padres, en el sentido de que la cultura es una realidad muy positiva y de que los logros propios de ella son objetivos que pueden ser alcanzados por sus hijos, es algo relativamente fácil de introducir. En este sentido, sería conveniente que se entendiera que los padres son el espejo en el que se miran los hijos y que, por ello, también deben predicar con el ejemplo. Por ello una política educativa adecuada pasaría por recomendarles que escogiesen adecuadamente los medios de comunicación y sus programas, tanto para ello como para sus niños y jóvenes. En general, por predicar con el ejemplo (también, de manera fundamental, en cuanto a incitar a sus hijos a realizar lecturas apropidas). Es lógico que pensemos, entonces, que una política adecuada con los medios de comunicación, y también, por ejemplo, con la formación de escuelas de padres contribuiría, al menos, a la divulgación de estas metas que estamos defendiendo. Por otra parte, es palmario que en los casos en que las necesidades más elementales no están cubiertas la intervención pedagógica es inútil. Así se muestra también en el caso de las familias desectructuradas o de otro tipo, que son incapaces de crear un clima afectivo mínimo que permita al niño o al joven la dedicación al estudio. En este sentido, parece que en nuestros días los casos de fuerte desestructuración familiar van aumento. Es por tanto, posible que, como prolongación de la política educativa el Estado pueda intervenir claramente en esta problemática con la legislación adecuada y con otra actuaciones, encaminado todo ello a garantizar, en la medida de lo posible, el clima afectivo necesario para hacer posibles los aprendizajes del educando. Algunas consideraciones sobre psicología I) Es sabido que la escuela nace con la historia, o dicho de otra manera, con la revolución urbana, pues el descubrimiento de la escritura significó la posibilidad de transmitor el saber (entre otras cosas). Para esta posibilidad nace (a los niveles de la Antigüedad) la escuela. Antes de ese descubrimiento la educación se realizaba de una forma parecida a como se hace en los pueblos naturales de siglos anteriores y de nuestros días. Así, se documenta que en estos pueblos naturales los niños conviven en estado de libertad natural con los adultos que les enseñan lo que necesitan saber ( técnicas, valores, creencias ...) sin una disciplina o un orden especial. Pero como consecuencia de este salto de la Prehistoria a la Historia podría ser plantearse que la educación reglada naciente, en cuanto que contraviene a la anterior, a la natural, violenta la naturaleza del niño obligándole a una represión de su modo natural de aprendizaje, cuya motivación procedía por la imitación fundamentalmente. En este sentido, podría decirse que este es uno de los motivos del fracaso de la educación. Nos parece que esto es así sólo oblicuamente, porque creemos que lo fundamental es unir la escuela y la sociedad con las formas naturales del aprendizaje que pasa por la imitación de los mayores. Por otra parte, también hay que considerar que los niños y jóvenes son seres culturales y que son capaces de aprender conductas variadas, entre ellas la que implica las adaptaciones necesarias para la escuela. En este sentido es suficiente apreciar que la incapacidad más bien proviene de los sistemas de socialización primarios (familia) que experimentan una imposibilidad de adaptarse a la escuela, y también de la implementación de políticas educatiavas ineficientes, que no tienen en cuenta una visión global que se pueda acoplar a la naturaleza social del niño y el joven. II- La Psicología Evolutiva estudia, entre otras, las etapas por las que pasa la mente del niño y del joven. Como se sabe, no hay razón para afirmar que estas etapas sean inamovibles y, en gran medida son culturales, esto es que se transmiten por la vía del aprendizaje social. De la misma manera la Psicología Evolutiva es histórica porque los intereses, las motivaciones y toda la vida mental de los adolescente y los jóvenes han experimentado cambios a lo largo del desarrollo histórico (incluso el mismo concepto, o la misma realidad, de adolescencia son históricos). Estas consideraciones son las que permiten plantear una intervención educativa con una política que pueda cambiar por ejemplo la cultura del ocio, impulsando un verdadero afán cultural. Ell podría hacerse, entre otros medios, según estamos mostrando, a través de una política con los medios de comunicación y con las familias, de tal manera que se posibilite la eliminación de contenidos vacuos (que tanto perjudican al desarrollo mental) y la introducción de otros adecuados. III- Mucho mayor sacrificio implica para los jóvenes que para los niños, el hecho de tener que seguir en el sistema educativo, obligados por un desarrollo económico y una división del trabajo que exige altos grados de cualificación y que, por ello, impulsa la extensión de la escuela a edades cada vez más altas. En efecto, podemos decir que si en las sociedades naturales y en las tradicionales los individuos se incorporaban a la vida adulta en el tiempo de lo que actualmente es la adolescencia y el matrimonio era propio de esas edades. Ahora, por el contrario, esa necesidad de prolongar el período de los aprendizajes mucho más allá de la infancia. Ello en nuestra opinión da lugar a un determinado tipo de respuesta cultural. Creemos que parte de esta respuesta pasa por una prolongación de la neotenia, con la consiguiente transformación cultural de este fenómeno.En efecto, como sabemos, la neotenia es una estrategia evolutiva de la especie humana que consiste en la prolongación de los rasgos infantiles hasta edades tardías. Es por ello una prolongación de la infancia que facilita la transmisión de la cultura de unas generaciones a las siguientes. Es en cierta medida lógico que, como se prolonga el tiempo de aprendizaje, deba prolongarse también el tiempo de la neotenia. Pero esta vez se hace de una manera cultural y no natural. De esta manera la juventud prolonga la infancia y ofrece unas características propias presentando su propio indumentaria y sus propios rasgos distintivos por medio del adorno del cuerpo. Esta neotenia cultural podría cumplir con dos funciones. Por una parte, ello llevaría a que aperecieran respuestas parecidas a las de la neotenia natural de la infancia por medio de comportamientos afectivos por parte de los mayores. Por otra parte, fomentaría el desarrollo de una simbología que permitiría una sublimación de lo que debería ser la vida adulta. Estos feómenos, como se sabe, son productos del siglo XX. No en vano es el siglo del movimiento hippie, del rock y del pop, con lo que todo ello significó de reivindicación de los modos juveniles. IV- Aún con todo, las alternativas que estamos ofreciendo las defendemos para el alumnado en general, es decir, para aquellos cuyas capacidades cognitivas están al nivel que permite, por ejemplo, alcanzar el concimiento del nivel de la enseñanza secundaria. Pero no hay que olvidar que existe también una parte (minoritaria) que no es capaz de alcanzar objetivos que desbordan los de la educación primaria. Por ello, el intentar llevarlos a los contenidos usuales de la secundaria es una equivocación que provoca muchas veces una rebeldía, debida a la falta de autoestima y a los problemas familiares que conlleva el fracaso,que le perjudica tanto a ellos como al aula en general, pues los esfuerzos que hacen no les comporta ningún resultado satisfactorio. Así desarrollan una política de boicot al aula que añade sufrimiento a la docencia. Por tanto nos parece que en estos casos sería mejor programar objetivos que puedan alcanzar. V- Hace ya tiempo que la Pedagogía cuenta con la Psicología, en cierta medida, como presupuesto que la apoya en su quehacer. En este sentido, por ejemplo, la Psicología Evolutiva, como se sabe, va dando cuenta del desarrollo psicológico, con las características propias de los estadios que atraviesa el ser humano a lo largo de su vida. Así, normalmente, se tiene en cuenta el desarrollo mental para que, contando con las capacidades propias de cada edad, se puedan marcar los objetivos de la educación. Pero hemos defendido que estas etapas del desarrollo mental no son algo estático, sino que tienen un fuerte componente cultural e histórico.Elo significa que existe una gran plasticidad en la modelación del aprendizaje y que las etapas del desarrollo mental no son exclusivamente biológicas (digamos, reguladas por los genes). Por eso hemos defendido la intervención en la cultura (de ella, la cultura juvenil) con el fin de cambiar el desarrollo mental propio de nuestra cultura y de nuestra época (distinta, por ejemplo, de la de la Edad Media en la que la edad núbil estaba muy adelantada con respecto a la de nuestros días y que registra, como hemos visto, fenómenos nuevos como el de la neotenia cultural). Con respecto, al tema de este apartado nos queda por expresar nuestro entendimiento de la necesidad de la divulgación de estos conocimientos especializados. Es decir, que lejos de mantener sin divulgar estos conocimiento en tanto que puedan servir a profesores o psicólogos, se hagan a la luz pública tan ampliamente como sea posible y los conocimientos de esta rama de la Psicología se den a conocer entre los alumnos. Nos parece que ello permitiría una reflexión de segundo grado sobre su realidad y sus posibilidades, que facilitaría la maduración, permitiendo con ello alcanzar la madurez lo más pronto posible y dentro de las posibilidades de cada uno. Ello disminuiría también muchos inconvenientes del aula, al mismo tiempo que también contribuiría a hacer disminuir las capacidades de manipulación que darían estos conocimientos si se mantuvieran en cierto secreto. Algunas consideraciones sobre pedagogía natural I) De lo que hemos pretendido y pretendemos tratar en este ensayo no es de los métodos pedagógicos de disciplinas especiales (la Didáctica) que se enseñan en la escuela como las Matemáticas o la Historia, sino el tratamiento general de las grandes ideas de la Educación y la Pedagogía que también implican a otras disciplinas (por ejemplo, la Antropología en cuanto determina qué es el Hombre y qué debe ser). Por ello puede ser estructurado en dos grandes apartados generales. El primero de ello trata de los objetivos que determinan lo que debe ser estudiado. El segundo trata de los métodos que trabajan sobre el problema de como deben enseñarse los objetivos anteriores. Pero es obvio que lo que se defiende en términos generales, también puede ser incluido en la Didáctica y que el desarrollo particular de las ciencias en cuanto a sus contenidos específicos debe quedar incorporado en el primero de los objetivos que hemos señalado. II) Quizá haya ciencias que pueden construir su objeto de conocimiento autónomamente, es decir, con independencia de otras, configurando así su propio ámbito epistemológico. Por ejemplo, si no se sigue la teoría logicista, las Matemáticas pueden construirse autónomamente si recurrir a otra ciencia y no solamente esto sino que también es fundamental para la construcción de otros saberes. Pero, por el contrario, existen muchas otras ciencias que construyen o deben construir sus saberes en estrecha dependencia de otras. Es así, por ejemplo, como hemos visto, el caso de la Ética, que se relaciona con la Metafisica o incluso la Teoría del Conocimiente que también lo hace. Como consecuencia puede hablarse de ciencias cerradas (sobre sí misma) y de ciencias abiertas, en cuanto que los saberes de las últimas dependen de los saberes de otras o desembocan, en la búsqueda de su fundamento, en las primeras. En este sentido, podemos decir que la ciencia que nos ocupa, la Pedagogía, pertence a este segundo tipo de ciencias, pues ella también necesita recurrir a otras para poder organizarse. En efecto, la Pedagogía, para poder delimitar los objetivos de lo que luego se realizará como mètodo necesita aclararlos. Así, por tanto, como uno de sus objetivos consiste en la educación de los niños en vista de unos fines necesitará delimitar, por ejemplo, definir el tipo de hombre al que aspira llegar, para así orientar el fin de la educación. Como consecuencia para ello necesitará de la Antropología que será la que determina cuál será el modelo de hombre, es decir, indica dónde se encuentra la perfección de este. Del mismo modo, como la educación política es un objetivo que debe buscar toda buena pedagogía, la Teoría Política es también una ciencia sobre la que debe apoyarse. Y así siguiendo, puede decirse de otras como la Psicología Evolutiva que sirve para determinar la construcción de los medios mediante los cuales llevar adelante la educación conociendo las etapas que atraviesa la psique del educando, concretando así bases sobre las que se debe estabilizar la acción educativa. III- En lo que respecta a la influencia de la Antropología en la Pedagogía, lo vamos a tratar en este apartado. Para ello, en primer lugar, se hace necesario considerar que el hombre, a diferencia del animal, nace desconociendo todo el repertorio de concimientos necesarios para su integración en la sociedad y para cumplir dentro de ella las tareas que le serán propias. Así, desconoce el lenguaje, aunque sea totalmente necesaria la incorporación a una lengua natural para el aprendizaje y desarrollo de los conocimientos exigibles. Por este hecho, como no posee el conjunto de conocimientos necesarios para incorporarse a la cultura (entendiendo cultura tanto en sentido antropológico como en el que estamos dando en este ensayo) los debe aprender en un largo proceso. Por ello, el hombre es el animal que tiene la infancia más prolongada de todo el reino animal (neotenia). Como hemos indicado hasta la aparición de la escuela, que responde a la complejidad de las nuevas estructuras históricas, este aprendizaje se desarrolló de manera natural entre los mayores y en gran medida por la emulación. Solamente con esto era posible la incorporación a la vida adulta.( Entonces la cultura no había alcanzado el acúmulo de conocimientos de que disponemos en nuestros días y esta incorporación no exigía muchos conocimientos específicos). Pero, con todo, esta capacidad de aprendizaje y la necesidad de adquirir la cultura de la sociedad, la especial permeabilidad de la especie humana para adquirir todo tipo de conocimientos son características comunes tanto a los pueblos naturales como a las sociedades más complejas. Como consecuencia, el fundamento antropológico es el mismo en los dos casos: la capacidad que tiena el individuo humano para apropiarse de la cultura que lo envuelve. Aún con todo, la complejidad de los saberes y de las sociedades que éstos originan, y la consiguiente división del trabajo hacen necesaria la aparición de instituciones y personas especializadas dedicadas a la transmisión de estos saberes. De este modo, la relación natural del niño con sus mayores, en la que tenía lugar la enseñanza desaparece. Se genera entonces la escuela. Y por ello tiene que darse lugar para el estudio de la organización y los métodos adecuados para la transmisión de los nuevos saberes. Nacen entonces, en un proceso histórico largo y difícil, la Pedagogía y las Teorías de la escuela y la educación, como ciencias que deben aportar los modos y maneras de suplir los anteriores métodos naturales. Al mismo tiempo, tiene lugar otra división: la que se da entre unas élites ilustradas y las masas que tienen un ocio dedicado a formas naturales de diversión y entretenimiento, sin relación con la cultura y el saber aunque, ese aprendizaje natural se siga dando, asi como la falta de motivación por el saber y la cultura. De este modo, la desmotivación por los saberes auténticos sigue siendo un hecho, pues las generaciones más jóvenes no puede aprender de las mayores el interés por ellos. Estos hechos se traducen en que en la escuela hay un gran porcentaje de niños y jóvenes desmotivados por el conocimiento por el que, como mucho, se esfuerzan no como valor intríseco, sino como medio para conseguir la promoción social, como saber instrumental. De esta manera los esquemas de coducta se repiten, pues estos niños repetirán las pautas de sus mayores en cuanto a intereses y aficiones. En este sentido, nos podemos preguntar si los métodos y las pedagogías han impulsado el interés por la cultura y el saber. En nuestra opinión, la respuesta ha de ser negativa, aunque el intento y el esfuerzo por ello hayan sido intensos. Por todo ello, podemos ver que los grupos sociales que han superado el nivel de la pobreza económica ( condición necesaria para acceder al nivel cultural, pues las necesidades más perentorias están cubiertas y se dispone de tiempo de ocio ) y están en posesión de saberes instrumentales, difícilmente se han elevado al nivel de sentir la cultura como un interés vital. IV- Nos parece que las teorías pedagógicas pueden clasificarse, a grandes rasgos, en dos grandes grupos. El primero de ellos es aquél que, partiendo de la imposibilidad de que espontáneamente el discente se interese por el concimiento de lo que necesita aprender, defiende la utilización de métodos coactivos, represivos y de obligación. El segundo de ellos es el que parte de la posibilidad de que una estimulación adecuada sea capaz de promover el interés o los intereses del estudiante por los conocimientos o, en general, por el concimiento y buscan emplear el mínimo de coacción, intentando partir de los intereses de los educandos. En alguna medida, el desarrollo de las teorías pedagógicas y de la historia de la educación es el resultado de un progresivo abandono de los primeros métodos y el de una cada vez mayor incorporación en los métodos de enseñanza de las pedagogías del estímulo y la motivación. Así por ejemplo, la “Nueva Educación” desde fines del siglo XIX y principios del XX. No obstante debe tenerse claro que es muy difícil la eliminción de los primeros métodos, pues desde la misma imposición de la escuela, de la enseñanza obligatoria, de los programas, de las calificaciones etc. se prueba que, por muchas vueltas pedagógicas que le demos, en lo esencial la enseñanza, la escuela sigue siendo coactiva. En este sentido, pues, los planteamientos de la segunda forma pedagógica son irreales porque lo que de verdad existe es la obligación que impone la escuela con las implicaciones que de ello se deriva. Pero además ocurre que los dos grandes métodos fracasan en cuanto que son incapaces de promover la motivación necesaria para que los aprendizajes no resulten tan lentos y penosos, pues los rendimientos que se logran en la escuela son pequeños y el nivel de concentración en las tareas con el que se trabaja podría resultar mucho más alto. El primero de los métodos fracasa porque, en términos generales, es incapaz de llevar a la afición por el estudio y, por ello, a la cultura en general. Por su misma naturaleza obligatoria es incapaz de proporcionar la motivación que lleva al placer por el aprendizaje, pues para que este placer se alcance es necesario que el saber sea un objetivo deseado por los educandos. Si fuera de este modo, encontrarían un grado aceptable de satisfacción cuando alcanzasen los objetivos de un proceso educativo valorado y deseado por ellos. (Nos parece en este sentido, necesario reafirmar que no nos estamos refiriendo al nivel que hemos llamado instrumental, sino al producido por una motivación intrínseca por el conocimiento, voluntaria, deseada por sí misma). El segundo de los métodos, que es el dominante, fracasa porque la motivación y los intereses ya están formados. Y además son reforzados diariamente por los media y también la misma gente (entre ella los padres) Por ello lo más que se alcanza es el nivel instrumental (que, por supuesto, es mucho más deseable que nada). En este sentido, los recursos de las nuevas pedagogías, que intentan motivar al alumno, por ejemplo, con una determinada forma de acción del profesor, no tienen todo el éxito que debieran porque son los intereses reales los que distraen la atención de los verdaderos objetivos. Por ello, no sirve decir que si los profesores concieran la psicología juvenil y contaran con recurso pedagógicos (de cualquier tipo) el problema de la motivación y de la enseñanza se podría resolver, pues, como hemos visto, los intereses están ya formados y son poderosos y casi inamovibles, pues están reforzados cotidianamente por muchas vías. Buena prueba de lo que decimos nos parece el persistente fracaso de las nuevas pedagogías, que resten una buena cantidad de recursos y humanos para obtener resultados muy pobres. Parece como si el fracaso escolar fuera en relación directa con el incremento de las pedagogías, de su teoría y de sus métodos. Y opinamos que no puede ser de otra manera porque, como hemos visto, los modelos que de forma natural se ofrecen a nuestros niños y a nuestros jóvenes no están impregnados por la motivación y el interés por la verdadera cultura, sino por los de los del medio cultural que les rodea. En este sentido, nos parece, que tampoco los profesores ofrecen un modelo adecuado, estando como están obligados, por unas políticas educativas inadecuadas y segregacionistas, a dedicar su tiempo a ocupaciones, prácticamente ajenas al estudio y la investigación. Por ello más bien lo que ofrecemos (pues en alguna medida es lo que se pretende con las políticas eductivas) es la imagen de un burócrata ocupado por las razones de la pedagogía que está en vigencia, sin presentar una motivación específica por los conocimientos que impartimos. Estas razones, como es lógico, promocionan políticas pedagógicas cargadas de buenas intenciones, pero condenadas al fracaso porque se encuentran inermes (por mucho que intenten provocar la motivación y el interés) frente a los modelos culturales de la familia, la calle y los medios de comunicación. Intentar cambiar este panorama sólo desde la escuela es, según nuestro parecer, inútil. Así que, lógicamente, si nos preguntamos por el fracaso del sistema educativo y de sus pedagogías y queremos someterlo a crítica para ofrecer alternativas debemos preguntarnos donde se sitúa el origen de sus carencias. Creemos que de lo dicho hasta ahora se deriva que el fracaso es debido a que los modelos reales de conducta y de valores son otros distintos a los que defiende el sistema educativo. Estos modelos son los que valora el educando y va introyectando, pues es aquel que concuerda con el de sus padres y mayores, con el de la calle, con el de la sociedad y con el de los medios de comunicación. De esta manera el discente ve, por ejemplo, que el verdadero interés de la sociedad está en el deporte o en ciertas músicas populares, que en los medios de comunicación los deportistas y los cantantes aparecen como héroes y como modelos paradigmáticos del ser hombre. Por ello como los que son dignos de ser imitados. Sabemos que el niño y el joven aprenden por la imitación y por el ejemplo los valores, actitudes y creencias de sus mayores. En estos casos que estamos mostrando lo vemos y ,por ello,podemos constatar que el ejemplo es los estímulo más fuerte del aprendizaje y la motivación. Tras el estímulo viene la imitación y el niño y el joven imitan lo que ven en los valores y las creencias de sus mayores. Así como lo que se valora no es la cultura y el saber el niño no los busca. Quiere otras cosas muy diferentes e intenta procurárselas. Por ello intentará conseguir otras cosas muy distintas a las que ve en la escuela. No la desea ni lo que enseña porque ella no forma parte de los modelos que naturalmente se le ofrecen, en los que tiene verdaderamente la mente y el deseo. Como consecuencia, en ocasiones, minusvalora los conocimientos y saberes que se imparten en ella. Por tanto podemos decir que la escuela fracasa porque el educando imita lo que realmente ve y le hacen desear y querer. En conclusión, frente a las posiciones pedagógicas que hemos expuesto proponemos la pedagogía del ejemplo. Con ella, la primera de las alternativas que hemos visto no tiene por qué ser eliminada en sus términos generales, esto es, en cuanto se basa en la motivación del niño; pero saldría grandemente mejorada si , para predicar con el ejemplo, se realizaran las reformas pertinentes en cuanto a los medios de comunicación, las familias y el profesorado. Entonces la motivación no sería instrumental sino pura, es decir, valoraría el conocimiento por sí y se producirían verdaderos amantes del saber. Pero también en nuestra propuesta tiene cabida la segunda altenativa, pues puede ser entendido que se necesita la coacción de una enseñanza obligatoria regulada y, posiblemente, emprendida por el estado. También puede ser de recibo en cuanto que es necesaria la corrección de planteamientos o conductas inadecuadas. Con todo, es de suponer que la intensidad de su práctica sería menor que la que se da en nuestro tiempo. V- De lo que hemos expuesto hasta ahora se deduce que existen algunos tópicos sobre la enseñanza y las etapas del desarrollo del niño que no compartimos. Así, por ejemplo, se plantea desde determinadas orientaciones que la infancia necesita un componente muy alto de fantasía y de juego alternativo a la escuela. No lo negamos, pero más bien nos parece que existe una clara tendencia cultural excesivamente orientada a la fantasía y que por ello es también preciso cambiarla encauzando los intereses culturales (aprendidos) y reconvieriéndolos hacia los que son convenientes y provechosos. También es frecuente que se considere que la infancia y la juventud son etapas de la vida que deben ser disfrutadas, en la medida en que son únicas, especiales o irrepetibles. Pero a nosotros nos parece que una vida consagradas o dedicada al estudio, a la propia formación y a la cultura sea una mala forma de vida, sino todo lo contrario. Además, instrumentalmente, hay que constatar que los aprendizajes necesarios para la vida adulta moderna deben realizarse en estas edades. Comoquiera que sea, si la infancia y la juventud son edades de formación, nos parece adecuado que la vida en ellas no sea puro divertimento o banalidad y se dedique verdaderamente a la formación. Es importante, en este sentido, la constitución de una personalidad adecuada, pues si no conseguimos encauzar intereses y motivaciones, más adelante será muy difícil corregir los vicios culturales y espirituales. Con esto que estamos diciendo queremos significar que no nos parece adecuado entender como inevitables las etapas consideradas actualmente como canónicas del desarrollo de la personalidad y la inteligencia, que se supone se recorren hasta la madurez y que puede lograrse sin que sea necesario errar en ciertos tópicos. Así, por ejemplo, en este respecto nos parece que el niño puede llegar a comprender perfectamente lo conveniente del estudio y a valorar el conocimiento como algo que los perfecciona auténticamente. VI- Es fácil que no se pueda articular una política radical contra la actual oferta de los medios de comunicación que se basa en una programación con contenidos culturalmente bajos. Pero es lógico que defendamos que la escuela, como parte de su política pedagógica, esté siempre atenta a los mismos para criticarlos. Así por ejemplo se podría ver lo inconsistente que resulta el enorme gasto de energía mental en cosas de poca importancia como puede ser el deporte de masas. En este caso la crítica podría hacerse al énfasis que se pone en los acontecimientos deportivos a través de muchos medios, como por ejemplo una prosódica totalmente inadecuada, que lleva al niño indefenso a considera como importante cosas que objetiva e intrísecamente no lo son. Por ello, no consideramos que partir de los contenidos de los programas de los medios sea una actuación pedagógica adecuada para intentar la motivación hacia otros objetivos. Más bien nos parece que sería conveniente el desvelamiento y la crítica de sus modos y contenidos, evidenciando la intranscendencia y frivolidad de la programación. Esta crítica, pues, no nos parece tanto un objetivo transversal como central y de orientación psicológica, que responde al espíritu de la escuela que estamos defendiendo. VII- Como hemos analizado, la institución de la escuela supuso la puesta en marcha de pedagogías y políticas educativas que han supuesto dosis considerables de violencia sobre el educando, al hacerse necesaria una formación contraria a todos los hábitos, preocupaciones e inquietudes anteriores. Por nuestra parte lo que planteamos es una educación global que, no sólo no implica violencia sino que puede decirse que se adecúa a una naturaleza, cuyo aprendizaje se da fundamentalmente a través de la imitación de los mayores y de lo que el medio cultural en el que se desenvuelve el niño debe ofrecer. En este sentido, se trata de lograr modelos de sociedades verdaderamente interesadas en la formación cultural y por ello nuestra orientación pedagógica puede ser calificada como natural, no sólo en el sentido de que no debe violentar, sino también porque es la que se dio de forma natural en épocas anteriores del desarrollo humano, en las que se aprendía naturalmente por la imitación y el ejemplo de los mayores. De esta manera se pretende acabar con la ruptura que supuso la escuela que introdujo el cambio en los contenidos de lo que debía conocerse y en los modos en los que se aprendía. Por ello, en fin, pretendemos una vuelta a ese aprendizaje natural pero incorporando todo el progreso de que hemos sido capaces. Por tanto, lo que pretendemos es la mayor asimilación posible de todos los contenidos que han aparecido desde la revolución urbana de la Antigüedad, es decir, de las ciencias, las artes, la tecnología, la filosofía y la religión. Para ello, intentamos una pedagogía y una enseñanza que pasa por un cambio en el conjunto de la sociedad para llevar a ésta y, como una consecuencia suya a los niños, a la verdadera cultura en un proceso pedagógico general (más o menos largo) que supondría una nueva política educativa. De este modo se podría romper con la violencia que supuso la instauración de la escuela, con sus nuevos modos de aprendizaje y de trato a la infancia y a la juventud.•- •-• -••••••-• Pablo Noriega
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