Las balanzas fiscales registran los flujos de ingresos y gastos que relacionan a una circunscripción fiscal con otra. En España las que se han estudiado relacionan las administraciones autonómicas con la Administración “Central”. El adjetivo no es inocuo en un país en el que la etiqueta de “centralista” es ignominiosa; más riguroso sería el calificativo de “general”.
El profesor Barberán acaba de publicar un estudio comparativo de estas balanzas cuyo origen se remonta a los años sesenta del siglo pasado.
Aun a riesgo simplificaciones, el uso de las balanzas fiscales en el actual proceso de reformas estatutarias, se puede resumir de la siguiente forma.
En primer lugar, se introducen en el debate político orladas del sentido reverencial a todo lo científico e incluso, blindadas a cualquier crítica que, además, será expulsada del debate por la vía del anatema centralista.
En segundo lugar se otorga a la cuestión financiera una importancia tal que la acaba incluyendo en el articulado de los nuevos estatutos, con un nivel de detalle inexplicable en una ley que pretende ser estable.
En tercer y último lugar, sólo se necesita definir un sistema de financiación “ad hoc” según el parámetro más favorable a la hacienda autonómica; el PIB, la población, el territorio, etc.
El trabajo que Barberán acaba de publicar en la Revista de Presupuesto y Gasto Público; subraya la disparidad de resultados que obtienen los estudios sobre balanzas fiscales, hasta el punto de que, según el caso, una misma Comunidad Autónoma puede tener una balanza negativa o positiva, dependiendo de los criterios de imputación de ingresos y gastos que se consideren.
En definitiva, el escapismo que siguen las reformas estatutarias busca buena parte de su “justificación” en un concepto –la balanza fiscal-, cuyos saldos varían en un rango muy amplio dependiendo del estudio.
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José Manuel Cansino Muñoz-Repiso.
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