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Una guía para creer en el siglo XXI
por
Jesús Ortiz López
Los ciudadanos creyentes y los representantes de la Iglesia católica piden respeto a la fe cristiana, y reconocimiento de los derechos humanos, empezando por la libertad religiosa.
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Parece que Dios
no cuenta en la vida de algunos hombres y mujeres que trabajan en sus despachos
o caminan por las calles de la ciudad como si Dios no existiera, aunque sienten
una nostalgia de Dios, más o menos imprecisa según las raíces cristianas que
recibieron. Pero hay muchas ocasiones en que Dios aparece en su horizonte
relacionado con la vida y con la muerte, los problemas de conciencia y de
convivencia con los demás hombres. El pensador judío George Steiner ha escrito:
«Cuando estamos enfermos, cuando el terror psicológico o físico se apodera de
nosotros, cuando nuestros hijos mueren en nuestros brazos, gritamos. Que ese
grito resuene en el vacío, que sea un reflejo perfectamente natural, incluso
terapéutico, pero nada más, es casi imposible de soportar» .
Algunas
preguntas
La gran mayoría
de hombres y mujeres dice que cree en Dios pero ¿quién es ese Dios? Porque hay
muchas religiones bien distintas, y no todos llegan a identificar al verdadero
Dios manifestado en Jesucristo, tal como aparece en los Evangelios. Son varias
las preguntas que muchas veces nos hacemos, por ejemplo: ¿son equivalentes las
diversas religiones para llegar al mismo Dios?, ¿qué tiene de peculiar el
cristianismo respecto a otras religiones?, ¿por qué es necesaria la Iglesia?, ¿qué significa ser creyente pero no practicante? El objetivo de este trabajo consiste
sencillamente en plantear la cuestión teniendo en cuenta el paradigma del
laicismo actual, para reflexionar después sobre los pilares básicos de la
verdad cristiana genuina.
Los hombres
buscan a Dios
La tradición
cristiana presenta a Dios como el Ser necesario, y al hombre como su criatura
con la misión de reconducir el mundo a Dios. Sin embargo algunos sectores de la
cultura actual conciben ese mundo como obra exclusiva del hombre que sería
responsable único de la historia; también hay quienes levantan un muro
científico y técnico que encierra el hombre en el presente. Sin embargo éste
tiene necesidad de superar el entorno inmediato y abrirse a un horizonte sin
límites, trascendiendo y llegando a Dios. Entonces se reconoce a sí mismo, la
razón de su ser y de su obrar en la historia. El ser humano se ve abierto a lo
absoluto, es decir, se ve como el ser que está llamado a ser más, a trascenderse
y superarse sin medida; pero en cualquier caso es decisivo plantear bien las
preguntas sobre Dios, el mundo y el hombre, pues desde un mal planteamiento no
puede encontrarse una solución correcta. Por otra parte, las utopías intentadas
para sustituir a Dios, algunas tan terribles como el marxismo o el nazismo, han
fracasado estrepitosamente y sigue abierto en las conciencias el deseo de Dios.
La fe católica
comienza afirmando la existencia de un solo Dios. Enlaza con las grandes
religiones monoteístas aunque habla de un solo Dios en tres Personas, que se
conocen y aman infinitamente, porque Dios es único pero no es solitario: es
origen de toda familia y de todo amor. El cristiano cree en Dios y sabe
que existe Dios por una causa sobrenatural (el don de la fe que lleva a creer
en Dios) y por otra natural (el discurso de la razón que lleva a saber que Dios
existe). Pero es la misma inteligencia que busca la verdad y lleva a conocerla
a la medida humana. El plano sobrenatural y el natural, siendo esencialmente
diferentes entre sí, no están existencialmente separados en el cristiano, dado
que lo sobrenatural no elimina lo natural sino que lo refuerza y eleva. Por
ello el Compendio del Catecismo dice que: «Dios mismo, al crear al hombre a su
propia imagen, inscribió en el corazón de éste el deseo de verlo. Aunque el
hombre a menudo ignore tal deseo, Dios no cesa de atraerlo hacia sí, para que
viva y encuentre en Él aquella plenitud de verdad y felicidad a la que aspira
sin descanso. En consecuencia, el hombre, por naturaleza y vocación, es un ser
esencialmente religioso, capaz de entrar en comunión con Dios. Esta íntima y
vital relación con Dios otorga al hombre su dignidad fundamental» .
Las fronteras
del laicismo
En la sociedad
pluralista algunos defienden el laicismo como lo más natural del mundo,
pretendiendo separar claramente la esfera pública del ámbito privado de la
conciencia individual, y también para reclamar la autonomía de las realidades
temporales respecto a las creencias religiosas y más en particular las
católicas. Algunos de sus promotores niegan ser unos laicistas antirreligiosos
y afirman defender un Estado laico que sea neutral y respete todas las
creencias por igual. Concretamente en España consideran que la Constitución, establece la aconfesionalidad entendida como laicidad positiva, basada en la
cooperación entre el Estado y las confesiones religiosas. Coinciden en esto con
lo que vienen diciendo los ciudadanos creyentes y los representantes de la Iglesia católica, que piden respeto a la fe cristiana, y reconocimiento de los derechos
humanos, empezando por la libertad religiosa. Es lo que viene haciendo la Iglesia cuando defiende el derecho a la vida desde la concepción, el matrimonio como
institución natural entre el varón y la mujer, o el derecho de los padres para
elegir la educación religiosa y moral para sus hijos.
Sin embargo, el
laicismo confunde la aconfesionalidad, que es neutralidad respetuosa
cuando el Estado reconoce que no tiene competencia en el ámbito moral y religioso,
con el laicismo beligerante contra la religión, porque es considerada
como irracional e incluso nocivo para la convivencia pacífica entre los
ciudadanos. Precisamente por eso llegan a decir que la religión cristiana, y en
general las religiones, levantan barreras entre los pueblos. De este modo
difunden una extraña mentalidad uniformista que hace del hombre sin religión el
modelo de ciudadano progresista, aunque en realidad están defendiendo una
antropología que mutila a la persona como si no tuviera una fuerte necesidad de
Dios y un derecho a manifestar en público sus creencias, con responsabilidad
para configurar una sociedad que valore los principios morales y religiosos de
todos. ¿O es que los cristianos no son responsables del bien común ni pueden
aspirar a influir en la vida pública, que es connatural a la democracia? Más
bien parece que el laicismo defiende la identidad de las personas y de los
pueblos sólo desde parámetros materiales de bienestar físico, pero por
contraste vemos que los valores trascendentes son los que mueven a los hombres,
que pierden el sentido de la vida cuando éstos faltan .
La historia y el acontecer diario muestran que lo habitual es que los
creyentes sean buenos ciudadanos que reconocen la autoridad humana en conciencia
y valoran las leyes con sentido crítico desde los principios morales
prejurídicos. Y esto es muy bueno para la democracia porque impide el
absolutismo, la manipulación y la falta de respeto de los derechos humanos.
Además la sociedad necesita que las personas, tengan formación religiosa,
especialmente los más jóvenes, porque en caso contrario caen fácilmente en el fundamentalismo
y son presa de las sectas que alteran la personalidad; por eso lo más razonable
es que el Estado respete todas las religiones y fomente aquellas que tengan más
arraigo social. En suma, es el laicismo militante quien levanta barreras y crea
fracturas en la sociedad cuando trata de excluir a quienes tienes convicciones
firmes.
El politólogo
George Weigel habla de una cristofobia entendida como intento de borrar
las raíces cristianas de Europa, excluyendo de la vida pública los valores que
la han configurado y a las personas que intentan encarnarlos .
Porque la ofensiva laicista no es neutral y respetuosa con la religión cuando
trata de recluir la fe en el ámbito de la conciencia. En realidad tiene una
concepción mutilada del ser humano, reducido a necesidades materiales pero
carentes de necesidades espirituales y de relación con Dios; por eso la vida
social sería simple política sin trascendencia y el bien común estaría cerrado
a los valores trascendentes. Se abriría así una inmensa brecha en nuestra
historia para lanzarse a la utopía de una sociedad aparentemente libre en la
superficie pero dominada en realidad por grupos poderosos gobernando de
espaldas a las personas, repitiendo aquel «todo para el pueblo pero sin el
pueblo».
Algunas
propuestas
Hoy día
retrocede el ateísmo pero avanza la increencia, sobre todo en el mundo
occidental, donde algunos muestran cierto interés por otras religiones, en una
búsqueda vagamente espiritual pero no específicamente religiosa, porque suele
faltar verdad y compromiso. Concretamente, en algunos países católicos es
frecuente el abandono de la práctica religiosa, mediante el fenómeno de creer
sin pertenecer: son los creyentes no practicantes, a los que se ha incorporado
en los últimos tiempos la mujer. En particular, muchas familias cristianas
encuentran serios problemas para mantener la fe y transmitirla a sus hijos, en
parte por falta de formación y en parte por influjo del ambiente alérgico a los
valores cristianos.
El camino para
ser creyentes y practicantes pasa por informarse mejor del contenido de la
doctrina básica cristiana tal como la enseña la Iglesia católica, y esto requiere un poco de información y de reflexión para llegar a
entender el sentido de los valores cristianos en el mundo actual; es decir,
para ser de verdad creyentes y practicantes porque se implican mutuamente. A
mano tendremos siempre el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado en 1997, que expone sistemáticamente y de modo completo la fe
católica, dando solución a todas las cuestiones básicas, y también el Compendio
del Catecismo, publicado en 2007, como una guía práctica de respuestas a
los interrogantes planteados en relación a Dios, la religión y la conducta
moral. Constituyen una base más que suficiente de información y de reflexión
que puede acercar a la práctica de la fe, superando el agnosticismo o el
relativismo que no se atreven a plantear las últimas preguntas con valentía
intelectual.
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Jesús Ortiz López
IV Congreso Mundial de las Familia
La Familia es célula de resistencia a la opresión del Sistema. Por ello se le persigue
***
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