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La deriva totalitaria de la democracia liberal

por José Martín Brocos Fernández

La democracia liberal partitocrática únicamente es una forma de gobierno donde el factor cuantitativo prima siempre sobre lo cualitativo, la masa sobre lo egregio, la mediocridad por encima de lo superior y excelso. Así, la absolutización global de la democracia, conduce a la deriva natural en la dictadura de la mayoría, y a la eliminación de la libertad personal y social.

1. La absolutización de la democracia.

En política, la absolutización de la democracia liberal partitocrática como forma de gobierno, y como su consecuencia lógica lo que en época presente se ha dado en llamar la república procedimental, en la que los valores se generan en esferas que escapan al control del pueblo, conlleva la pretensión de extensión a todos los estamentos sociales e instituciones del modelo, las reglas y la praxis democrática, siempre en su vertiente liberal. Las instituciones no regidas por reglas puramente democráticas, son consideradas caducas, propias de tiempos ya periclitados, y deben amoldarse a la democracia como forma de gobierno institucional e universalmente institucionalizada. Esta uniformidad democrática de la sociedad civil e instituciones sociales, culturales y económicas, no es buena para la libertad ya que cuando todo es democracia nos encontramos más cerca de la dictadura que de otra cosa.

De suerte que ampliando la intervención de los políticos o de las reglas de la democracia a la diversidad de instituciones, entendiendo institución como término genérico que agrupa todo el cuerpo asociativo de asociaciones, bien comunidades naturales o asociaciones libres, corporaciones, fundaciones, patronatos, etc., se consigue, por un lado, apropiarse de todo el espectro social, participar de todo el entramado que genera actividad y por otro sofocar la libertad de propia la sociedad civil, dirigiéndola, manipulándola, maniatándola e interviniéndola.

Se ha llegado hasta la identificación mimética de la democracia liberal con el progreso humano y social, y con el bien común integral, inmanente y trascendente, de la persona, la familia y la sociedad. Es más, la democracia liberal forma parte ya de la idiosincrasia del hombre ilustrado y moderno, ergo, es bueno.

Pero la democracia liberal partitocrática únicamente es una forma de gobierno donde el factor cuantitativo prima siempre sobre lo cualitativo, la masa sobre lo egregio, la mediocridad por encima de lo superior y excelso. Así, la absolutización global de la democracia, conduce a la deriva natural en la dictadura de la mayoría, y a la eliminación de la libertad personal y social. Y todo ello por propia dinámica degenerativa de la democracia liberal encamina a la crisis del sistema. Las naturales consecuencias del sistema liberal, siempre disolvente, parecen sucederse en los últimos decenios a un ritmo cada vez más rápido: decadencia moral sin precedentes [1] , quiebra del Estado de Derecho y la disgregación social.

El resquebrajamiento del sistema deriva tanto de la crisis de los partidos, como de las ideologías germinadas tras la revolución francesa, que se diluyen. La partitocracia es el cáncer de la democracia. Asfixia la representatividad popular y se confunde mimetizándose en el propio Estado por la extensa y tupida red de intereses creados. Las crisis de los partidos en la actualidad derivan bien hacia el totalitarismo hegemónico camuflado jurídica, educativa, e informativamente de hiperdemocracia liberal, o bien hacia el indigenismo etnocéntrico populista, que trata de sustituir al mismo sistema, pero que se quedan en meras democracias formales que igualmente degeneran en totalitarismo, y que tiene como rasgos definitorios el chovinismo acrítico extremo, la desvinculación de la cultura occidental y el racismo en su genuina definición racial.

La fe religiosa, antaño forjadora de civilizaciones e Imperios, ha sido globalmente sustituida por una superstición ciega en las posibilidades de sistema democrático. La sacralización de la democracia, números más estadísticas asentadas en la probabilidad y que sirven para el control social, contribuye a desvirtuarla.

La democracia es la nueva religión cívica con visos de universalidad monopolizando lo políticamente correcto, tanto en enjuiciamiento de la realidad que debe pasar el tamiz democrático, siempre en su vertiente liberal, como la globalidad del proyecto y su extensión a todos los campos de la convivencia social, para toda clase de asuntos e instituciones, para todos los pueblos y naciones del mundo, y de manera permanente y definitiva.

2. El secuestro de la democracia por los mainstream.

La opinión pública no existe. Simplemente es creada, conformada y dirigida en cada momento por los medios de comunicación en base a intereses casi siempre inconfesados y no conformes con el bien común. Dentro de los medios de comunicación

la televisión es, sin duda, el instrumento más eficaz para llegar a inculcar reflejos condicionados en la mayoría de la gente (…). Y así se va formando una masa sometida al embrutecimiento cotidiano de los media, acostumbrada a reaccionar pasionalmente, sin el menor espíritu crítico, plenamente sumisa a todo tipo de manipulaciones. Se pretende expresar y seguir la opinión, cuando en realidad ella ha sido fabricada por los media. [2]

De ahí la sólida alianza, traducida en estrechas imbricaciones, que el poder político mantiene con los medios de comunicación por medio de un complejo entramado de influencias, dependencias, y mecanismos para asegurarse el apoyo mutuo: publicidad institucional, subvenciones a fondo perdido o concesión de licencias.

La democracia no existe. Ha sido secuestrada y sustituida por una partitocracia, que es la  que nos rige y gobierna. El poder, desequilibrado y sin control, es ejercido por los partidos políticos, dos o tres a lo sumo, máquinas férreas de control al servicio del mantenimiento del establishment,  y por los medios de que comunicación comprados o silenciados que ejercen un poder omnímodo en la modelación de la masa social; masa integrada por el hombre del siglo XXI, un hombre mayoritariamente débil, inconstante, voluble, superficial, volcado hacia lo exterior, pusilánime y presuntuoso de si mismo y de sus propias fuerzas, lo que le ofusca e impide ser consciente de la espiral hacia una profunda sima en la que se encuentra inmerso, donde no hay más que vacío, desesperación y soledad.

La libertad de elección en las urnas en democracia no existe. Hace años que asistimos a un monumental y generalizado engaño, nos venden que somos libres y que podemos decidir nuestro destino. El sistema ha engullido la libertad y convertido ésta en una quimera. La plutocracia empresarial-financiera y sus redes tejidas y superpuestas con el poder mediático y el poder político deciden, por lo menos en sus líneas generales y siempre en consonancia con poderosas organizaciones supranacionales [3] , cómo se ha de vivir, qué tenemos que pensar, y cómo debemos actuar. El ciudadano-masa ha perdido su participación y el dominio del sistema. Se ha convertido en su rehén y paradójicamente en su principal defensor, explicable por el lavado de cerebro ideológico a que está siendo sometido a hora y deshora.

3. La educación en la democracia.

La propia democracia liberal es caldo de cultivo de la mediocridad, preteriendo un injusto igualitarismo social sobre la exaltación de lo virtuoso, lo noble y lo excelso. De tal modo que en nuestra sociedad se han ido paulatinamente perdiendo valores como el sentido trascendente de la vida, del honor, de la honra, del espíritu de servicio, del sacrificio y de la disciplina. Ideales como heroísmo, santidad, generosidad, renuncia, compromiso y militancia, antaño transmitidos de generación en generación, hoy yacen arrumbados y semejan como pura utopía.

Se educa sin sentido del límite, con una inicial tolerancia del mal, en su vertiente ética, que por su propia dinámica, inserta en la naturaleza humana inclinada al mal y siempre tendente a los honores y a los placeres, degenera en permisividad moral y de ahí pronto esa tendencia o comportamiento que constituye intrínsecamente un desorden antinatural es planteada como un derecho exigiéndose su ratificación legal; finalmente acaba viéndose como un derecho, un bien conseguido democráticamente, y objeto de protección jurídica, v.gr. aborto, homosexualidad, divorcio o eutanasia.

Esta educación permisiva, sin referentes en la defensa del orden natural y sobre la base del mecanicismo y pragmatismo filosófico, y del totalitarismo relativista axiológico, excepto los valores inherentes a la propia democracia liberal que sobre éstos no cabe disenso posible, conduce a una mentalidad hedonista que cifra el placer y bienestar como fin supremo, y a una cultura vital del consumo desaforado. La afectividad y el sentimiento fundamentan las relaciones familiares y matrimoniales por encima del amor sacrificado y gozoso, que se desvanece, al igual que el esfuerzo y la perseverancia de la lista de virtudes que procuramos cultivar.

La libertad se concibe, y defiende jurídicamente, como la pura autonomía sin ningún tipo de limitación a lo que agrada o se apetece [4] . La libertad propuesta es una libertad alienante, -puesto que la verdadera liberación del hombre es de su miseria moral,- vigilada y encauzada hacia modelos de vida presentados como exitosos por la máquina propagandística y publicitaria de las grandes empresas de la comunicación y del ocio, a la par que imbuidos educativamente desde una ética laica anclada en un pensamiento racionalista y en el naturalismo pedagógico, tendente al laicismo radical; y defendidos y propagados desde un derecho que rota su vinculación con el orden moral objetivo, niega el conocimiento jurídico como saber prestatario de los grandes principios axiológicos de validez universal e inmutable que debe ser el fin último de la ley, e informando socialmente comportamientos negativos moralmente dañinos y destructores de la persona y del bien común. Nos encontramos con la derivación totalitaria de la democracia liberal.

Configuramos así las sociedades light, donde descuella lo huero, lo fútil, imponiéndose el facilismo. El problema es que este hombre light, dócil, con actitud pasiva e indolente, hijo y engendro de la democracia liberal ilustrada, interesa al poder mundial [5] , de ahí el dominio directo que se pretende ejercer sobre la educación de la persona, violando tanto la libertad de educación como la propia patria potestad, con el adoctrinamiento obligatorio de los menores en un modelo ético-moral enrejado en el relativismo axiológico, axioma éste absolutista, en la moral de situación, y en la permisividad sexual. La intervención estatalizadora de la educación, cada vez más en aumento, es uno de los métodos que los diversos totalitarismos, entre ellos el democrático, emplean para el control de la sociedad y para el desarrollo de sus futuras masas borreguiles y amodorradas, que no pueblo. Así

las escuelas trasmiten cultura y valores y pueden canalizar a los niños hacia diversos papeles sociales. Contribuyen a mantener el orden social [neutralizando las revoluciones]. Es difícil concebir la eliminación de la escuela en la distribución de papeles sin cambios en la misma estructura económica y social (p. 21) (…) Las escuelas tienen que ayudar a convencer a los niños o reforzar su creencia de que el sistema es básicamente sano y el papel que les ha asignado [de perpetuar la estructura social,] es el que deben desempeñar. Mediante esa “colonización”, la sociedad evita tener que  redistribuir los aumentos del producto nacional y reduce la necesidad de reprimir directamente al populacho (p. 26) (…) reformar las escuelas para que se enseñara a los niños a interiorizar la autoridad externa y convertirse en individuos que seguirían las reglas (p. 230). [6]

El Estado fabrica la masa social entrando directamente en competencias, antes exclusivo de los padres, como la formación de la personalidad en planos como el sexual, emocional, moral, espiritual o religioso, cara a una uniformización del ciudadano, siempre manipulable y dócil al poder. Creación de las masas favorecido por la cosmovisión dominante ofrecida por los medios de comunicación, servidores, mantenedores y beneficiarios del sistema, a los cuales sólo importa los criterios empresariales de supervivencia en el tiempo y rentabilidad, y por una concepción laicista de la política, la única que tiene cabida real en una democracia liberal, según la cual tanto el orden social como el derecho son totalmente independientes del orden moral.

Para la creación de la masa y su embrutecimiento gradual debe destruirse las estructuras que vertebran la sociedad y para ello es necesario demoler los principios que garantizan su cohesión y armonía; debe, por tanto, conquerirse un adoctrinamiento del pensamiento único, una programación educativa radicalmente inmanentista, librepensadora, para borrar del entendimiento toda huella de Dios y minar la prosperidad espiritual y moral del hombre, e implantar en las conciencias ideas tan erróneas y dañinas que degradando al hombre lo alienen de su más profunda realidad, dedicándose tan sólo a satisfacer las primitivas necesidades del hombre animal.

En el fondo subyace una negativa al propio conocimiento y combate interior que deriva de la ausencia de valores espirituales y la falta de un sentido pleno de propia vida.

La libertad, el bienestar y la grandeza de un Estado están en razón directa al desarrollo del bien común trascendente, que tiene presente la moral de sus hombres y que “depende del cultivo y exquisitez de la vivencia axiológica” [7] . En este sentido el bien común no coincide con el interés general, público o político, dice referencia al bien integral de la persona, de la familia y de la sociedad; y éste exige una firme y sólida instrucción y educación religiosa.

4. La destrucción de la justicia y la prevaricación de los encargados de hacerla.

Empecemos por definir conceptos. Cuando hablamos de ley positiva, derecho positivo u ordenamiento jurídico positivo quiere decir que está plasmado en un código estatal vigente. Aquí positivo no se contrapone a negativo, sino que es factible, que se puede hacer; lisa y llanamente que es una ley emanada por los órganos competentes del Estado y como tal, es legal.

Por ley natural, según definición clásica tomista, entendemos “la concepción naturalmente ínsita en el hombre, por la cual se dirige éste a obrar de modo conveniente en sus acciones propias” [8] determinando lo bueno y lo malo. El derecho natural, que es la misma ley natural en cuanto regula las relaciones interhumanas, se funda en la misma naturaleza de la persona, en su doble dimensión cognoscitiva y volitiva. V. gr. el hombre, por su naturaleza, está connaturalmente propenso a conservar y prolongar su vida, y de ahí nace el derecho a la vida y a la legítima defensa de la misma, así como el derecho a proveerse de los medios de subsistencia; el hombre, también por su naturaleza, está esencialmente inclinado a la propagación y conservación de su especie, y de ahí nace el derecho al matrimonio, y a la crianza y educación de los hijos.

El ius humanum es lo que tradicionalmente, en la época medieval se denominó como derecho de gentes, y que constituye el antecedente de los modernos derechos del hombre, que no brotan de la nada. En un principio los derechos humanos surgen como aplicación de esa moral objetiva, de esa ley natural, al funcionamiento del ser humano, para ir progresivamente trasmutando tras la revolución francesa a una visión más antropocéntrica y racionalista de los mismos, a la par que se produce la ruptura del derecho y de la moral, del derecho positivo con la naturaleza de la persona.

La concepción moderna y contemporánea del derecho se fundamenta principalmente en el consenso de las mayorías o en el subjetivismo irracionalista del gobernante de turno. El ius naturale asentado filosóficamente en el realismo metafísico y ético deja de orientar al derecho positivo, y la justicia ya no es una categoría moral donde prima las ideas de verdad y de bien a la luz de las eternas verdades que subyacen en el modo del ser y del obrar, sino una categoría meramente jurídica.

El derecho pasa a convertirse así un poderoso instrumento de reingeniería social con la finalidad de favorecer, plasmar y asentar en la sociedad los comportamientos y actitudes que los poderes dominantes deciden arbitrariamente para constituir conceptualmente el orden jurídico [9] . De forma que nos encontramos en la práctica un Estado dictatorial, que figura una democracia, pero en realidad es una tiranía legal controlada directamente, y recíprocamente sometida, por los poderes ejecutivo y legislativo-parlamentario, y de forma indirecta por el poder judicial, el económico y el  informativo.

El derecho se vuelve corruptor y disuelve la sociedad, tanto respecto a su fin, que es la perfección de la sociedad, como a sus elementos esenciales ya que el fundar el poder sobre la autoridad social, que consiste en la suma del número y fuerzas materiales, es carecer de fundamento, que ha de ser moral, o sea la ley natural, de la que todas las leyes han de ser su proclamación o determinación.

Surgen de esta guisa nuevos derechos humanos fundamentales consensuados, cuando no tiránicamente impuestos desde los núcleos de poder al vulgo, al que previamente se ha adoctrinado ideológicamente a través de los mass media y de la educación. Son derechos sin arraigo en la índole propia del hombre, exponente y exacerbación del positivismo jurídico, en el que sólo valen las normas emanadas del Parlamento y no existen principios universales de justicia; derechos como aborto, eutanasia, infanticidio, ideología de género, matrimonio homosexual, multiculturalismo, o a la libertad sexual, ergo, sexo animal sin compromiso. La democracia no sólo consagra estos nuevos derechos humanos laicos y democráticos, al servicio del poder y quien lo detenta, sino que los unilateralmente los publicita e impone coactivamente desde las Naciones Unidas. La realidad es que vivimos en una cada vez más férrea dictadura silenciosa, muy peligrosa, porque no se ve, y cuyas principales fuerzas que la dirigen se mueven entre bambalinas.

El problema se ve agravado por una doble perversión. Por un lado el mayor problema radica cuando a través de estos derechos inexistentes, denominados de tercera generación, se tamiza y reinterpreta perversamente los llamados derechos de primera generación, pilares de la convivencia civil, modificando así su sentido y extensión originaria, de tal forma que podemos aseverar que los derechos de primera generación han dejado de existir; y por otro lado, se disuelven conceptualmente los prístinos conceptos jurídicos a fuerza de definiciones legales e introduciendo anfibologías en los propios términos que se asientan en lo contrario que dice que garante.

Estos derechos de nueva generación transmutados y entronizados en leyes, leyes asumidas, sustentadas, defendidas, propagadas e impuestas por la agenda globalista de la ONU, y utilizadas para implantar estatalmente un sistema centralizador e intervencionista, haciendo pedagogía y difusión de la ideología de género, y para adoctrinar instrumentalizando el sistema educativo con una visión mecanicista y utilitarista del hombre propia del materialismo darwiniano. De tal manera que en nombre de los derechos humanos se está eliminando la persona y destruyendo la humanidad. La ONU se ha convertido en depredadora de aquello para lo que fue creado: los derechos humanos.

La crisis de libertades actual va pareja a la de los derechos humanos, que son previos al orden político. Hay una restricción de la libertad a nivel personal y a nivel social fruto de la concepción de libertad irrestricta desligada de la ley moral natural y de la verdad objetiva sobre la misma persona humana, lo que deriva en la imposibilidad de cimentar los derechos de la persona sobre un firme asiento racional, y la misma imposibilidad de gestación y cimentación de un ordenamiento jurídico intrínsecamente justo, porque es la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios y en unidad de alma y cuerpo, el fundamento y el fin de la vida socio-política, a la que el derecho, desde los postulados dictados por la recta ratio, debe servir.

El respeto y acatamiento a la ley moral natural camina paralelo a la instauración de un orden social justo y a la plenitud de la libertad humana. Una noción puramente subjetiva del derecho separada de la referencia a la verdad de la naturaleza humana, cerrada a su dimensión trascendente, subvierte los principios morales básicos del orden social, deslegitima en la medida que lo haga al propio derecho positivo [10] , y convierte la libertad en imposible al contravenir el orden natural. Así las democracias liberales actuales, ancladas en la dictadura partitocrática del Estado liberal de puro derecho positivo, corrompen moralmente por el inherente deterioro espiritual y la elevación del relativismo ético a punto de referencia de la propia democracia, acabando con la verdadera libertad y desembocando de facto en el totalitarismo y la tiranía de los partidos políticos en tanto pueden decidir sobre lo fundamental e intangible afirmando en funesta utopía naturalista que el hombre y la sociedad pueden prescindir de la Verdad revelada, del Derecho natural y de la Moral objetiva; preconizando, en definitiva, un antiteísmo frontal y formal.

5. La destrucción programada de las bases de la sociedad. La batalla decisiva.

Los ataques son a los pilares de la sociedad, de la persona y de la convivencia social: al matrimonio, a la familia, a la sexualidad, a la cultura, a la religión y a la patria.

5.1. Ataque al Matrimonio.

El matrimonio, unión indisoluble hasta la muerte de un hombre y una mujer, aceptando como un don los hijos que Dios mande, es la fórmula insustituible para la familia, célula básica de nuestra sociedad, que hay que proteger para que se salvaguarde nuestra civilización, y que no puede ser alterada ni cambiada sin poner en serio peligro todo el entramado social y moral de la nación.

La buena salud del matrimonio es determinante para el bien común de los pueblos. A nivel global, aunque a diferentes velocidades, constatamos una disolución conceptual,  la  primigenia se produce con la ley del divorcio, llevándose a su paroxismo con el divorcio express que conduce a la banalización de la institución del matrimonio, para proseguir su disolución a base de definiciones y artificios legales, como el abuso de derecho y referido al cambio de régimen jurídico, de la institución de derecho natural que es el matrimonio [11] . Al recoger en un concepto varias realidades legales heterogéneas, lo desvirtuamos falsificándolo legalmente, lo desvalorizamos, lo convertimos en etéreo y subjetivo, y corrompemos la propia institución del matrimonio.

Coadyuvante a esta desnaturalización del matrimonio tenemos la implementación transversal de la ideología de género, sustentada y propagada desde agencias de la ONU.

5.2. Ataque a la familia.

La unidad de la familia es libre, voluntaria y la raíz de toda organización social, económica, cultural o política, desde el comienzo de la historia. La recta familia, fundada por hombre y mujer en el ámbito del matrimonio y con vocación de permanencia y procreación, es igualmente el parapeto de la persona frente a la violencia social y el lugar natural donde los hijos pueden alcanzar su plena madurez humana y espiritual.

El ataque a tumba abierta contra la familia responde a una oscura estrategia externa programada desde poderosas instancias multilaterales de cuño masónico en abyecto servilismo al mundialismo, y cuyos objetivos son coincidentes en la eliminación de la persona y la deconstrucción de la familia, que en la práctica supone su aniquilación al desvirtuar su misión, función y fines, y que pasa: a nivel jurídico, por su paulatina desnaturalización y disgregación mediante la subversiva legislación moral en el campo de la familia implantando el divorcio, suplantando el favor iuris por la neutralidad sofística [12] , igualando en injusta extensión de derechos la familia a las más variopintas coyundas, subvirtiendo el principio de subsidiaridad, penando social e impositivamente las familias numerosas, y legislando permisivamente el asesinato intrauterino [13] ; a nivel económico, por la comprensión del hombre y de la familia como instancias esencialmente económicas que hay que conquistar, de ahí la cosificación capitalista-utilitarista del hombre, homo faber, hecho para producir, o homo consumiens, para poseer y consumir bienes materiales, mercantilizando incluso el propio cuerpo humano, v.gr. con la pura eugenesia prenatal; a nivel ético, la crisis viene por la prevalencia del materialismo, la obsesión por el dinero, que hace que se valore más el tener que la persona, y tiene como resultado el vacío e insatisfacción que produce concebir la felicidad como posesión y comodidad, el frenesí de la productividad que absorbe la vida y en realidad convierte los hogares en pensiones, y los consiguientes desequilibrios afectivos entre los propios esposos y en los hijos, que sufren la incomunicación y la marginación; a nivel cultural, la hegemonía del relativismo ético que impregna la cultura actual, que tiene efecto boomerang tanto en la permisividad educativa de los padres como en la mentalidad hedonista, la ausencia de espíritu de sacrificio y la incapacidad para adquirir y mantener compromisos; a nivel educativo, por la deseducación continua y despersonalizadora transmitida a través de planes de estudio obligatorios transidos, en clara violación de la patria potestad, de adoctrinamiento ideológico y aborregamiento colectivo por su anclaje en el absolutismo laicista y en el naturalismo pedagógico, y por los medios de comunicación, por medio de los que se insta a los jóvenes a rebelarse contra la institución familiar, lo que socava el propio hogar familiar.

¿Ustedes creen, por ejemplo, que las series de televisión son producto de la casualidad? Muy al contrario. Están perfectamente diseñadas para hacer del personal almas vacías, sin criterio, eternos adolescentes consentidos. Eso si, todo con buen humor. Los mensajes que se transmiten van socavando nuestra dignidad, en pro de una manipulación despreciable. La familia se tiene como una inquisición. Y como me decía un buen amigo, ¿ustedes han visto alguna vez que en dichas series los chavales estudien? Ni los verán. Todo queda en francachelas sexuales de todo tipo y condición. [14]

El fruto de estas políticas conspiradoras, en definitiva el objetivo conquerido, no es otro que la crisis antropológica de la naturaleza de la persona desarraigada de su religación metafísica, la destrucción de la familia y su instrumentalización dentro una sociedad narcotizada racionalista tutelada por la velada dialéctica del egoísmo ególatra y la atomización.

5.3. Ataque a la sexualidad.

Banalización de la sexualidad con agresivas políticas de “educación sexual” y “salud reproductiva”, traducido en román paladino como “sexo sin compromiso”; campañas que degradan y cosifican la persona humana, desvaloran su dignidad, incrementan en realidad el número de enfermedades de transmisión sexual, facilitan el acceso a anticonceptivos, la mayoría abortivos, y encierran el holocausto del aborto, quirúrgico y químico.

El maridaje de la iniciación sexual precoz y promiscua con la mentalidad anticonceptiva disfrazada de derecho humano embrutece a la sociedad reduciendo la vida sexual a un placer egoísta socialmente autodestructivo, e impidiendo a la persona crecer y madurar en el auténtico amor.

Por la mentada ideología de género, el sexo desligado de su dimensión personal unitaria pasa a convertirse en un producto cultural siendo “una realidad biológica indiferente y género una construcción social” [15] .

Contribuye a la degradación de la sexualidad la difusión de un modelo de vida muy individualista y pragmático en la que el amor prácticamente reducido a la genitalidad se concibe como un negocio comerciándose con los afectos. Favorece potencialmente la reducción del sentido de la sexualidad la epidemia de erotismo inserta en la subcultura dominante que todo lo invade y difundida por doquier por los grandes conglomerados mediáticos.

La sexualidad debe integrarse en el cuerpo que tiene una forma esponsal, precisamente para ser dado, para vivir la vocación primordial de la persona al amor.

5.4. Ataque a la Cultura.

La cultura, entendida genéricamente por tal las letras y las ciencias, las artes y la información, constituye expresión de un modo de acercamiento a Dios, al universo y a la propia realidad del hombre mismo, y a la vez el termómetro de la vida de un pueblo, de modo que la degradación cultural camina concomitante con la decadencia moral [16] , y a la inversa, alcanzando la riada subversiva a la metamorfosis del orden socio-político-económico.

La misma obra de arte no es en absoluto aséptica, tiene un trasfondo, referencia, base y asiento en la cultura dominante. Eso significa que “toda realización artística tiene, en forma implícita o explícita, una concepción filosófica o antifilosófica, religiosa o antirreligiosa, o combinaciones de ambos extremos” [17] .

La dictadura cultural existente tiene diversas caras, pero hay algunos denominadores  comunes conexos: la masificación de la vulgaridad, la creación de una nueva cultura intramundana condicionante de la política [18] , la decadencia de los lenguajes artísticos que naufragan en la ininteligibilidad de la subjetividad de lo privado y muchas veces con pretensiones de gnosis iniciática, y la soberbia pretensión de forjar una cosmogonía. Esta cultura desligada del cultivo de la interioridad apaga la vida interior de la persona, de forma que sutilmente limita su libertad por su desvinculación con la verdad, y siempre masificándola por someter a la razón a la preeminencia de los instintos inferiores.

Nos encontramos insertos en una tendencia a la globalización cultural, imponiendo el imperio de la homogeneización cultural y de la uniformidad identitaria conducente al mismo estilo de vida y al mismo modo de pensar, diluyendo las identidades nacionales e insertando a la persona en artificiales y voluntariosas superestructuras político-económicas globales, siempre funcional a la estrategia gramsciana y satélite de la aldea global, con la persona desarraigada y desprovista de un sentido de la vida trascendente que responda al hombre completo, no unidimensional.

La cultura consumista ofertada acaba por aniquilarse en su propio vacío, pero mientras tanto esas corrientes culturales subversivas, que mayormente crean, sostienen y difunden una cultura de masas que soslaya reiteradamente los aspectos morales y espirituales de la vida humana, utilizan la propia cultura para desintegrar la cultura de los maiores y como arma contra la educación y la familia [19] . En la línea de la penetración constructivista del gramscismo cultural su finalidad pasa por la sistemática destrucción del orden objetivo del ser ocultando la dignidad espiritual del ser humano y su transmutación en una sociedad mecanicista y maquinal.

Si analizamos el arte, como paradigma de la cultura, vemos que los modelos pasados ligados a normas y a referencias sólidas para el horizonte del arte quedan arrumbados. Para el hombre postmoderno nada hay perenne en el mundo ni nuclear en el arte. Comprendemos entonces que el arte no es un compartimiento estanco que pueda analizarse separadamente de la historia, y que la evolución del arte como modo de interacción del hombre con lo circundante discurre paralelo a la evolución existencial del individuo. Así explicamos que “hasta el advenimiento de la edad moderna, el arte y los artistas siempre estuvieron imbuidos de una misión cuasi religiosa a la vez que moral y social, y el arte vivía en armonía con el orden espiritual y social” [20] . La modernidad trajo la crisis del hombre y el arte, privado de toda función salvo la estética, ya “no surge de la virtud moral; no se pretende que salve almas” [21] . Ahora el yo, en la soledad de un radical individualismo, es concebido como principio y como fin, pasando también a transmutarse el arte por el desmoronamiento de la realidad común como relación individual, y primero con el yo, de ahí que “la mística del arte moderno ha consistido siempre en que (…) no es un arte comprensible, salvo para una pequeña élite” [22] . Un yo deshumanizado aprisionado en los límites del humanismo inmanentista se muestra confundido e incapaz de traspasar la barrera en que se halla sumido el arte moderno olvidándose “de algo importantísimo dentro de la función artística de todos los tiempos: salvar al hombre por elevación [23] . En el ideologizado arte actual el individuo carente de imperativos morales objetivos, carece igualmente de esa visión de participación en una realidad trascendente y de con-creación redentora por los acaecimientos meramente humanos, el arte por ejemplo. Es el propio individuo en su finitud arrogante el que busca fervientemente la autodeificación, de ahí el constante abrazo de las vanguardias artísticas –v.gr. Modrian, Kandinsky o Malevich, o Julio Cortázar en literatura- a la gnosis, fundamentalmente teosófica, enclavada en Madame Blavatsky y en la filosofía ocultista de Ouspenski, en un intento de alcanzar por desvelamiento perfectivo en el yo la tradición primordial. El arte vanguardista es reflejo de su propia ruptura interior, de la índole solipsista que lo caracteriza y de la desazón vital, pareciendo que fuera arrastrado en una permanente revolución cósmica “cada vez más deprisa, a su pesar, hacia ese punto de ruptura como hacia una catarata sin fondo” [24] .

Además de propugnar las delicuescentes vanguardias, -desde la carencia “de teorías consistentes sobre el conocimiento, o sobre la semántica, o sobre las condiciones que hacen viable la comunicación por medio de la palabra” [25] -, la “muerte de su pasado, así como la toma de consciencia del papel decisivo del arte en el advenimiento de una nueva sociedad, de una nueva civilización” [26] , pretende dentro del absurdo que la caracteriza y en su radical individualismo, que juntamente con “el antitradicionalismo son una misma fuerza psicológica” [27] , la multiplicidad para la conciencia [28] penetrada de un querer divinizarse inmortalizándose, dando entrada así tanto al degenerado narcisismo estético representado por la performance, como al voluntarismo nihilista de el arte por el arte con objetivo revolucionario, transgresor y transido de escepticismo. Pero el arte es siempre reflejo del amor humano, y el amor se encuentra relacionado estrechamente con el bien y la Verdad.

5.5. Ataque a la religión.

Tras la progresiva exaltación antropocéntrica caracterizada en el ámbito religioso tanto por la reivindicación de una radical libertad autonomía sin asumir la existencia de un orden de heteronomía y en connivencia con la soberbia intelectual del estrecho cientificismo y del feroz individualismo racionalista, como por el nomadismo y la subjetividad espiritual, y siempre presentando

la religión de modo aceptable para el hombre moderno, [que] parece equivaler en la práctica a prescindir poco a poco de Dios, sustituyéndole por el hombre, hasta llegar a afirmar, como de hecho algunos hacen, que `la esencia de la religión es el servicio del hombre´”; [29]

entramos en una nueva era religiosa donde manteniéndose el primado de la subjetividad nos retrotraemos a una era paleolítica de divinización del cosmos entrelazada con el deseo y búsqueda de dominio y posesión del mundo y de las fuerzas de la naturaleza. Una religión neopagana civil y uniformizada, tiránica y totalizadora, sin dogma y sin moral, impuesta desde una tecnocracia global dirigida por los organismos multilaterales de la ONU. Esta nueva espiritualidad cósmica y arcaica[30] con arquetipo en la filosofía panteísta de la Carta de la Tierra y la filantropía universal, vinculada directamente con el New Age, es más sinuosa, peligrosa y siniestra que las tres ideologías triunfantes en nuestra postmodernidad nihilista, el ateísmo marxista en el campo del pensamiento, el relativismo ético-cultural y el consumismo capitalista en lo económico, por cuanto disuelve plenamente el orden natural y destruye el orden objetivo del ser.

El presente laicismo integral de impronta y cuño masónico concuerda en fines con la Nueva Era, además de contribuir a su implantación, por cuanto en la práctica propugna un hombre autosuficiente y poderoso, olvidándose de que es criatura radicalmente dependiente de Dios.

5.6. Ataque a la Patria.

La desintegración física, moral y espiritual de las Patrias es algo perfectamente planificado, estudiado al detalle y ejecutado con maestría. Sus fautores no actúan inocentemente, tienen la perfidia como norma de conducta.

Todos los ataques anteriores se encuentran entreverados y convergen en el ataque a la Patria y a la Religión. Tanto la unidad del matrimonio como la familia sólidamente constituida son expresión, y se encuentran en proporción directa, de la fortaleza y pujanza estatal. Y sensu contrario, la degradación personal va pareja a la degradación familiar y ésta en correlación al aumento de insania social, pues la unidad y armonía familiar, además de ser la escuela adecuada de desarrollo de virtudes naturales y sobrenaturales, y de su necesario efecto cauterizador, tiene resonancias saludables en los planos personal, familiar y social. La Fe Católica no sólo es expresión y reflejo del ser y sentir nacional, sino esencialmente configuradora de la esencia, misión y destino de España y la Hispanidad, que perpetúa la Cristiandad política, con respecto al mundo y que pasa por la defensa, conservación y propagación de la Fe Católica.

De ahí que la defensa de la Fe Católica y la restauración de la Patria en Cristo sea la forma más pura y plena de servir a la Patria. La impiedad masónica, por el contrario, es causa de indiferencia, desprecio y deslealtad a la Patria.[31]

La destrucción de la memoria es nuclear en esta guerra abierta contra la esencia de los pueblos. Blanco de este ataque son los principios genesíacos civilizadores en exigencia permanente en la verdadera expansión imperial de un orden de valores superiores, las gestas heroicas, y la desvinculación moral y espiritual de toda realización política; en definitiva, la tradición cristiana como la savia nutricia que ha configurado mayormente a lo largo de los siglos el ser nacional de España, de parte de Europa, y de Hispanoamérica.

La instauración del Gobierno Mundial sigue un plan perfectamente elaborado cuyas etapas son: paulatina desintegración de las naciones sustituidas por una superestructura jurídico-política netamente administrativa y ajena a ideales trascendentes configuradores y vertebradores de una misión y un destino capaz de elevar almas, y levantar personas aunando esfuerzos comunes en pro de su consecución; lenta pero progresiva desaparición de los ejércitos nacionales, por castración de las virtudes castrenses, de los valores patrios, por reducción drástica de capacidad operativa, y por su inserción en un supraejército mundial al servicio de intereses globalistas; debilitación extrema, de facto eliminación de la vida social, del cristianismo por constante inoculación del liberalismo descristianizando las naciones y orillando o pervirtiendo en todo momento a nivel religioso y educativo las ideas básicas de Dios, Patria y Justicia; y finalmente cesión de todos los poderes soberanos de las naciones a los grandes organismos supranacionales: ONU, FMI, UNESCO, UE … para dar el salto al Gobierno Único Mundial.

Del olvido que llevamos sobre nuestros hombros el fideicomiso de los santos, mártires y héroes que murieron por Dios y por la Patria en causa justa, de la deliberada omisión de la Tradición, la Fe y la memoria edificante del combate de los mejores, de la pérdida de los valores cristianos, surge la hecatombe, la destrucción del matrimonio, de la familia y de toda la sociedad con el divorcio, el aborto, las leyes contra-natura y la perversión cultural y educativa que conduce a la anomia social, la atonía civil, al crecimiento de los factores de insolidaridad en el orden social[32] y al general agostamiento de la caridad.

6. La universalización de la democracia liberal como preludio del Anticristo.

Lo sostiene nada menos que Castellani, Doctor Sacro Universal, cun licentia ubique docendi, que escribe que la democracia liberal es una herejía que posiblemente preludie el anticristo.

El democratismo liberal, en el cual somos nacidos, uno puede considerarlo como una herejía, pero también por suerte como un carnaval o payasada: con eso uno se libra de llorar demasiado, aunque tampoco le es lícito reír mucho. Ahora está entre nosotros en su desarrollo último, y una especie de gozo maligno es la tentación del pensador, que ve cumplirse todas sus predicciones, y desenvolverse por orden casi automático todos los preanuncios de los profetas y sabios antiguos que, empezando por Aristóteles, lo vieron venir y lo miraron acabar … como está acabando entre nosotros. De suyo debería morir, si la humanidad debe seguir viviendo; pero no se excluye la posibilidad que siga existiendo y aun se refuerce nefastamente, si es que la humanidad debiera morir pronto, conforme el dogma cristiano. Más eso no será sino respaldado por una religión, sacado a la luz el fermento religioso que encierra en sí, y que lo hace estrictamente una herejía cristiana: la última herejía quizás, preñada del Anticristo.[33]

El férreo ensamblaje del liberalismo partitocrático con la masonería y su ligazón con el Anticristo aparece también en textos magisteriales de primer orden.

Todo argentino, pero principalmente la juventud, debe saber que Catolicismo y Masonería son términos que se contradicen y excluyen absolutamente, como el Cristo y el Anticristo. Y también debe saber que el liberalismo o laicismo, en todas sus formas, constituyen la expresión ideológica propia de la masonería.

Poco importa que muchos liberales no sean masones; hay instrumentos lúcidos e instrumentos ciegos. Lo importante es que unos y otros colaboran objetivamente en la destrucción de la Iglesia de Cristo y del orden católico de la República.[34]

El sistema político actual en que todo se decide por mayoría, sin dejar nada al amparo de los juicios de esta, por otra parte tan manipulable, nos lleva, consciente o inconscientemente, a pensar que la razón y el futuro están del lado de la mayoría. Y puede que en algún caso sea así, pero no necesariamente: la única vez que Cristo fue presentado a unas elecciones democráticas las perdió. “¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús al que llaman Cristo?” Y la mayoría abrumadora pidió el indulto de Barrabás y la condena a muerte de Jesús. Ni la razón ni el futuro estaban del lado de la mayoría.

Los errores del liberalismo político tienen su génesis en dos negaciones supremas conducentes ambas a la negación de la verdad y de la índole propia de la libertad verdadera: “una relativa a Dios, y otra, relativa al hombre”[35] : el deísmo y el naturalismo roussouniano. Bajo la férula de los subversivos principios liberales globalmente impuestos caminamos al Estado homogéneo universal destructor de las tradiciones y los cuerpos orgánicos sociales, consolidando los avances de la revolución.

Uno de los rasgos de de la presente guerra revolucionaria desencadenada a nivel mundial contra las patrias para erigir un supragobierno mundial masónico es la renuncia, el menosprecio a la ocupación del terreno físico, procurándose la ocupación mediante la corrupción ideológica y moral y la propaganda psicológica refinada de los dirigentes enemigos, lográndose así la inoperancia efectiva por deserción de deberes o corrupción. Frente a la minoría irreductible, un tanto por cierto minoritario de mentes que no dejan colonizar, la táctica es directa: terrorismo y chantaje.

Paso obligado para el cumplimiento de este sueño del gobierno mundial es la globalización, ergo la unificación a escala mundial de la economía, las finanzas, la política y la cultura; globalización que responde a un proceso de colonización ideológico en su vertiente liberal, y cuyos fautores visibles principales son la ONU y el G7. Los denominados alter-globalizadores de inspiración troskista y apátridas por esencia, convergen en la necesidad de la globalización aunque discrepan de su giro neoliberal. Pero en el fondo el resultado es el mismo y pasa por la supresión de las patrias, arruinando su concepto y desligándolo de la religión, la supresión de los ejércitos, y la supresión de las creencias, en particular el cristianismo, que no quiere decir adscripción a lo ateo, sino la sustitución de la creencia objetiva configuradora en lo íntimo y social de la persona por un vago evolucionismo cósmico y subjetivo, confesional de la tradición primordial. Así este supergobierno mundial postula continuamente e impone la democracia liberal como modelo de bien supremo, el relativismo ético inseparable a la democracia liberal como axioma indiscutible y verdad paradigmática, y el hedonismo como correlato vital del escepticismo sistemático y esquizoide, en gran medida derivado del relativismo ético, y de la ausencia de valores superiores dignos por sí mismos de ser buscados.

La soberanía parlamentaria, afirmada y sustentada en el imperio democrático de la ley, instituye y constituye el más grande de los totalitarismos que jamás haya existido en la historia. La democracia liberal partitocrática se ha mostrado como el instrumento más eficaz para corromper la sociedad, paganizar los pueblos, deshumanizar y destruir la persona humana, y aniquilar la civilización cristiana.

Vivimos un terrorismo democrático sustentado en el montaje de supuesto pluralismo, libertad, legalidad y derechos humanos. Este totalitarismo iluminista fundado en un laicismo radical crea a través de sus instrumentos operativos, medios de comunicación social, educación y positivismo jurídico en el derecho, una sosegada tiranía consensuada, y que para más inri, ignorante de su lacaya servidumbre se mantiene con el aplauso de las almas sibilinamente persuadidas y convencidas, no soliviantadas. Como en “La guerra de las galaxias”: Así termina la libertad, con una sonora ovación.

La dictadura mundial liberal auspiciada por los poderes fácticos visibles globalizadores, y por poderes ocultos, crea a una sociedad desestructurada, laica y nihilista, conforme sus intereses hegemónicos y de uniformidad social, mientras el vulgo mayoritario, necio por su propia definición e incapacitado para percibir su propia situación, se muestra convencido de alcanzar el paraíso de la plena libertad en la espléndida democracia. Pero ni el Evangelio, ni la Tradición, ni los Romanos Pontífices ponen su esperanza en la extensión universal de la democracia liberal a todas las naciones, sino en la restauración de éstas en Nuestro Señor Jesucristo[36] . Y la realidad de la democracia liberal, en definitiva de expulsar a Dios de la vida pública y del ámbito privado, la muestra Joseph Ratzinger: “una sociedad en la que Dios está absolutamente ausente se autodestruye”[37] . Marchamos así al suicidio lento, silencioso, progresivo e inexorable de nuestra civilización.

·- ·-· -······-·
José Martín Brocos Fernández



[1] La espiral es conocida: en el plano moral se empieza con el divorcio, luego el aborto, la manipulación de embriones humanos, la eutanasia y el infanticidio; en el campo político se legalizan las sectas, la masonería, las drogas, la prostitución, el mariconomio y el lesbionomio, y la misma zoofilia; y en el plano cultural se promueve una educación naturalista anclada en el relativismo y el escepticismo generalizado, y por la televisión la pornografía, la pornomercadotecnia, y la erotización de las relaciones o pornocultura, publicitando hasta la zafiedad depravada más chabacana; en definitiva, la quiebra de los pilares religiosos y espirituales sobre los que se asienta la sociedad, y el progresivo deslizamiento hacia el nihilismo moral y la paralela elevación de éste a categoría ética y jurídica de primer rango. En este sentido de espiral de decadencia y liquidación de los principios morales de orden natural, v.gr. en Holanda se ha formado un partido político democrático de pedófilos que postula la reducción de la edad legal para mantener relaciones sexuales de 16 a 12 años y la legalización de la pornografía infantil y del sexo con animales. Cfr. official Web: Naastenliefde, Vrijheid & Diversiteit [En línea]. Disponible en <http://www.pnvd.nl/> [Fecha de consulta: 16 de noviembre de 2006].

[2] P. Alfredo Sáenz. El Nuevo Orden Mundial en el pensamiento de Fukuyama. Buenos Aires: Ediciones del Pórtico, 2000, p. 98.

[3] No podemos obviar la influencia de grupos de poder, unos visibles y otros más menos ocultos, que forman jerarquías paralelas de las organizaciones supranacionales, y que son los que realmente dirigen la política mundial, orientan la economía, imponen la cultura, y deciden las ideas que deben regir a la humanidad. Este gobierno mundial, de momento underground, ya controla todos los poderes fácticos de las naciones autodenominadas democráticas, las riquezas mundiales, los medios de comunicación, dicta leyes y sentencias y marca las principales políticas, especialmente las asesinas. Así el Nuevo Orden Mundial tiene como canal político-económico-cultural supremo y visible a la ONU y sus agencias. Y entre bambalinas, la Trilateral, el club Bilderberg, el CFR, el Foro de Davos,  la logia B`nai Brith y la propia Masonería, tanto la regular como irregular, visible o invisible.

[4] Frente a esta visión deformante, nosotros sostenemos que la libertad es la posibilidad capacitante y efectiva de autotrascenderse adquiriendo compromisos concretos en orden a un proceso indefinido de mejora personal, y con decisiones precisas, renovadas constantemente, de plena entrega de si mismo a Dios y de autoexigente y continuo servicio a los demás. Esta concepción de la libertad, -que es una propiedad de la voluntad, radicalmente heterónoma en cuanto se ajusta a unas normas morales que la persona no se da a si misma,- anclada efectiva y profundamente en cada realidad subsistente de la naturaleza humana, es la única actitud posibilitante del pleno sentido de la vida por abarcar y comprender un horizonte sobrenatural en correspondencia con la apertura transcendente de la persona, superando todo egoísmo, egotismo hedonista e irresponsabilidad.

[5] El homo liberalis, individualista por esencia, desarraigado de su religación metafísica, subordina todo en pro del espíritu economicista y consumista volviéndose a la materia. Cada vez más, se fomentan individuos indefensos dedicados cuán autómatas a satisfacer febrilmente sus placeres sin cortapisas de su voluntad de cada momento, capaces como animales de trabajo de consumir y producir, continuo objeto de estadística en orden a perpetuar su esclavitud, y que sólo tienen valor por su utilidad. Se impone en la praxis individual el `vale todo´. Cfr. P. Alfredo Sáenz, S.I. El hombre moderno. Descripción fenomenológica. Buenos Aires: Gladius, 2001.

[6] Martin Carnoy. La educación como imperialismo cultural. México: Siglo veintiuno editores, 1993, 9ª ed

[7] Otto Dürr. Educación en la libertad. Madrid: Rialp, 1971, p. 101.

[8] In IV Sent., d. 33, q. 1, a. 1.

[9] Esto es bien conocido por la sociología jurídica que estudia las consecuencias sociales de la regulación jurídica. Las normas jurídicas inevitablemente van a promover unos comportamientos y reprimir otros no queridos por el legislador. La consecuencia social es que el ciudadano va a percibir unos comportamientos como aceptables y otros como censurables. En este sentido “la concepción del hombre presupuesta por las leyes es como el aire que respiramos, formará la mentalidad de nuestros hijos, la realidad que reflejarán la literatura, el cine, la televisión, la mediación social a la que de algún modo quedará sujeta la formación de la conciencia personal y colectiva (…). Y esto nos afecta a todos”. Ángel Rodríguez Luño. Consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe. “Este proyecto de ley rompe con una tradición universal”. El teólogo critica la nueva normativa sobre bodas gays. La Gaceta fin de semana, 11 y 12 de junio de 2005. Año XVII. Nº 4904. p. 40. V.gr. la aprobación del “matrimonio homosexual” promueve la aceptación social de la homosexualidad.

[10] Cfr. Juan Pablo II. Enc. Evangelium vitae, 23.03.1995, n. 72.

[11] Tomás de Aquino. S. Th. II-II. Q. 154, n. 2.

[12] ZENIT. El Cardenal Cafarra advierte: `Los ordenamientos jurídicos dejan de favorecer a la familia´, 06.11.2006. [Base de datos en línea]. Código ZS06110602. Extraído de <http://www.zenit.org/spanish>. [Fecha de consulta: 07 de noviembre de 2006].

[13] Las agencias de la ONU constituyen la avanzadilla en la exigencia a las naciones del reconocimiento de estos pseudo-derechos. Así las recomendaciones, que fija la interpretación auténtica del texto, del Protocolo Opcional (aprobado en 1999) de la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, siglas en inglés), considera la penalización del aborto como una discriminación de los derechos humanos de la mujer.

[14] Guillermo Urbizu. La educación como manipulación. 12.11.2005. [en línea] Disponible en <http://www.elsemanaldigital.com/arts/41254.asp> [Fecha de consulta: 18 de julio 2006].

[15] Beatriz Vollmer de Coles. “Nuevas definiciones de género”. En: Consejo Pontificio para la Familia. Lexicon. Madrid: Palabra, 2004, p. 796.

[16] La correlación llega también al rebajamiento de los niveles intelectuales y a la misma perversión del intelecto, pues es la educación el vehículo más importante de transmisión de la cultura, de ahí el dominio que ejerce sobre ella por medio de dirigismo cultural las corrientes ancladas en el inmanentismo antropocéntrico, deudoras de una nueva moral social relativista y sostenidas por grupos de poder que aspiran a la conquista mundial, siendo el método elegido el embrutecimiento del hombre por la esclavitud de las conciencias y la hipertrofia de los sentidos.

[17] Alberto Boixadós. Arte y subversión, Buenos Aires: Arete, 1977, p. 16.

[18] Cfr. Alberto Boixadós. Política en la cultura de masas, Buenos Aires: Arete, 1983, p. 26-28.

[19] Cfr. Oliveros F. Otero. Educación y manipulación. Pamplona: Eunsa, 1975, p. 69.

[20] Suzi Gablik ¿Ha muerto el arte moderno? Madrid: Hermann Blume, 1987, p. 14.

[21] Suzi Gablik ¿Ha muerto el arte moderno? Madrid: Hermann Blume, 1987, p. 107.

[22] Suzi Gablik ¿Ha muerto el arte moderno? Madrid: Hermann Blume, 1987, p. 12.

[23] Enrique Azcoaga. Verdad y mentira del arte moderno. Madrid: Asociación Española de críticos del arte, 1985, p. 58.

[24] Alain Besançon. La imagen prohibida. Una historia intelectual de la iconoclasia. Madrid: Siruela, 2003, p. 464.

[25] Álvaro Delgado-Gal. Buscando el cero. La revolución moderna en la literatura y en el arte. Madrid: Taurus, 2005, p. 262.

[26] José Jiménez. Imágenes del hombre. Fundamentos de estética. Madrid: Tecnos, 1986, p. 69.

[27] Suzi Gablik ¿Ha muerto el arte moderno? Madrid: Hermann Blume, 1987, p. 30.

[28] Cfr. v. gr. Lionelo Venturi. Cuatro pasos hacia el arte moderno. Buenos Aires: Nueva Visión, 1960, p. 75.

[29] F. Ocariz. Amor a Dios, amor a los hombres, Madrid: Palabra, 1973, 2ª ed., p. 28.

[30] Benedicto XVI la calificó de “vago misticismo religioso” [Traducción del original italiano realizada por Zenit]. ZENIT. Homilía del Cardenal Ratzinger en la Misa por la elección del Papa, 18.04.2005. [Base de datos en línea]. Código ZS05041820. Extraído de <http://www.zenit.org/spanish>. [Fecha de consulta: 5 de noviembre de 2006].

[31] Declaración del Episcopado Argentino sobre la Masonería. 20.02.1959.

[32] Cfr. Concilio Vaticano II. Const. Gaudium et spes, 07.12.1965, n. 85; Pablo VI. Enc. Populorum Progressio, 23.03.1967, n. 64.

[33] Leonardo Luis Castellani. Una religión y una moral de repuesto. Cristo ¿vuelve o no vuelve?, p. 278. Cfr. etiam Juan Donoso Cortés. Obras completas de Juan Donoso Cortés, Marqués de Valdegamas, t. II. Edición, introducción y notas de Carlos Valverde, S.I. Madrid: BAC, 1970, p.  755.

[34] Declaración del Episcopado Argentino sobre la Masonería. 20.02.1959. Suscrita por Antonio Cardenal Caggiano, Obispo de Rosario y Presidente de la Asamblea Plenaria del Episcopado Argentina; Fermín E. Lafitte, Administrador Apostólico de Buenos Aires S.P.; Nicolás Fasolino, Arzobispo de Santa Fe; Zenobio L. Guilland, Arzobispo de Paraná; Roberto J. Tabella, Arzobispo de Salta; Audino Rodriguez y Olmo, Arzobispo de San Juan; Antonio J. Plaza, Arzobispo de La Plata; Germiniano Esorto, Arzobispo de Bahía Blanca; Juan Carlos Aramburu, Arzobispo de Tucumán; Ramón J. Castellano, Arzobispo de Córdoba; Leopoldo Buteler, Obispo de Río Cuarto; Carlos F. Hanlon, Obispo de Catamarca; Froilán Ferreyra Reynafé, Obispo de La Rioja; Francisco Vicentin, Obispo de Corrientes; Enrique Muhn, Obispo de Jujuy; Anunciado Serafini, Obispo de Mercedes; José Weimann, Obispo de Santiago del Estero; Alfonso Buteler, Obispo de Mendoza; Emilio Di Pasquo, Obispo de San Luis; Silvino Martínez, Obispo de San Nicolás de los Arroyos; Manuel Marengo, Obispo de Azul; Enrique Rau, Obispo de Mar del Plata; José Borgatti , Obispo de Viedma; Agustín A. Herrera, Obispo de Nueve de Julio; Miguel Raspanti, Obispo de Morón; Carlos M. Pérez, Obispo de Comodoro Rivadavia; Jorge Kemerer, Obispo de Posadas; Jorge Chalup, Obispo de Gualeguaychú; Jorge Mayer, Obispo de Santa Rosa; Antonio M. Aguirre, Obispo de San Isidro; Alberto Deane, Obispo de Villa María; Pacífico Scozzina, Obispo de Formosa; José Marozzi, Obispo de Resistencia; Juan José Iriarte, Obispo de Reconquista; Alejandro Schell, Obispo Coadjutor de Lomas de Zamora.

[35] Juan Donoso Cortés. Op. cit., p. 746.

[36] Cfr. v.gr. Salmo 2, 8; Salmo 71, 8-11; Jn. 18, 37; Ap. 5, 8-9; San Agustín, Coment. al Salmo 64, 5,  Epíst. CXXXVIII al. 5 ad Marcellinum, Cap. II, 15; León XIII. Enc. Humanum Genus, 20.04.1884, n. 17, Enc. Inmortale Dei, 01.11.1885, n. 11-13, Enc. Libertas, 20.06.1888, n. 27; San Pío X, Enc. E Supremi Apostolatus, 04.10.1903; Pío XI. Enc. Quas Primas, 11.12.1925, n. 16.33; Concilio Vaticano II, Const. Lumen Gentium, 21.11.1964, n. 36,  Dec. Apostolicam Actuositatem, 18.11.1965, n. 5.

[37] ZENIT. El laicismo está poniendo en peligro la libertad religiosa, constata el cardenal Ratzinger 19.11.2004 [Base de datos en línea]. Código: ZS04111906. Extraído de <http://www.zenit.org/spanish/> [Fecha de consulta: 14 de junio 2006].



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