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La Division Azul
por
María del Pilar Marcos Carrión.
Una breve síntesis de una unidad heroica que con sus sacrificios hizo un gran servicio a España
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El 1 de Abril de 1939 acaba, por fin, la Guerra de Liberación en España, considerada como Cruzada por el Episcopado de entonces, después de casi 3 años de lucha encarnizada. Por fin se había conseguido la Victoria sobre la masonería y el comunismo ateo en tierra española, en tierra de María. A partir de ese momento comenzaba la reconstrucción de la nación, que estaba desecha, pero que tenía la firme convicción de ser un pueblo grande, bendecido por Dios, y con todas las posibilidades de participar en su prosperidad. Tenían por delante un gran trabajo, y Franco, dirigente de ese triunfo, encabezaba también el resurgimiento de una España herida por sus muertos, pero orgullosa de haber cumplido, una vez más con su Destino Histórico de ser baluarte de la Fe.
En septiembre del mismo año de la Victoria sobre el comunismo en España, Alemania invade Polonia, aliándose con Rusia. El territorio polaco es repartido entre los dos países, comenzando así la guerra más terrible sufrida por la Humanidad. Era el inicio de la II Guerra Mundial.
España quedó atrapada entre dos bandos. Inicialmente , las simpatías españolas estaban del lado del Eje (alemanes) debido a la participación alemana e italiana en la Cruzada al lado de las fuerzas nacionales. Pero Polonia era una nación católica y parte de su territorio, después de la ocupación de los alemanes, pertenecía a Rusia. España formaba parte del Pacto Anti-Comitern, y la alianza entre rusos y alemanes violaba ese acuerdo.
El día 4 de Septiembre España firma un decreto de neutralidad, al que se atiene siempre pese a todo tipo de amenazas y presiones, poniendo por encima de todo la paz y resurgimiento económico de España. La economía nacional no podía permitirse el gasto de una nueva intervención militar como la que pretendía Alemania.
A partir de la caída de Francia en manos alemanas, la posición neutral de España se ve más comprometida, porque Alemania parece imparable y ha ocupado el territorio vecino.
A Franco, italianos y sobre todo Hitler le proponen la tentación de que si entra en la guerra, Gibraltar volvería a ser español. Un sueño largamente anhelado por toda la nación. Franco no se arruga frente a esto y responde que Gibraltar sólo es una de las aspiraciones españolas, quitándole así importancia al asunto. El 12 de junio, Franco sustituye el término de neutralidad por el de “no beligerancia”. De esta manera desconcierta a los aliados y a las fuerzas del Eje, que no saben de qué lado está el Generalísimo.
Hitler seguía presionando. Éste no acostumbraba a pedir favores ni alianzas. Se limitaba a dar órdenes. Reyes o jefes de estado recibían la invitación a colaborar. Si aceptaban se les daba misiones de guerra y esperanzas de gloria, si se negaban, el país era invadido.
Franco tuvo la agudísima astucia de no decirle nunca que no, sin llegar a colaborar con él en la Guerra. Tras varias gestiones de emisarios de Hitler, y las repetidas negativas españolas a entrar en la guerra, Hitler decide entrevistarse personalmente con Franco convencido de que saldrá del encuentro con el apoyo de nuestro General. El resultado, ya lo sabemos. Franco, tras una noche de oración delante del Santísimo Sacramento que mandó exponer, jugó la partida de forma magistral y no se llegó a ningún compromiso. Hitler diría más tarde que prefería sacarse unas cuantas muelas antes que volver a entrevistarse con Franco. A éste le siguen presionando y él sigue pidiendo cosas necesarias para la reconstrucción nacional (como alimentos y otro artículos de primera necesidad, maquinaria, etc) pero sin llegar a entrar en la guerra. Harto de todo esto, Hitler abandona su intento.
La cosa cambia cuando el 22 de junio de 1941 Alemania invade la URSS, iniciando la llamada “Operación Barbarroja”. El 24 de junio, la juventud española se concentra en la calle, frente a la Secretaría General del Movimiento, aclamando a los alemanes que comienzan a luchar contra el monstruo ruso, causante de tanta barbarie en España y pedir la participación española en la lucha contra el comunismo, devolviendo así la “visita” hecha por los rusos comunistas del 36 al 39.
El gobierno decide entonces, enviar una División de voluntarios. Pero aclara perfectamente que no se posiciona en la Guerra. La participación española es contra el comunismo, en respuesta por lo que había pasado en España, y en defensa de la Civilización Cristiana amenazada por esta satánica ideología.
Serrano Súñer, ministro de Asuntos Exteriores, se dirige a la multitud enfervorizada. Se abren, a partir de entonces, banderines de enganche en toda España para reclutar a los voluntarios. Jóvenes de toda condición social y oficio acuden masivamente al llamamiento. El número de los que se presentaban era 40 veces superior al requerido para formar la División. Estudiantes, catedráticos, obreros, campesinos, altos cargos del Estado y la Falange, militares, muchos de los cuales, al no tener plaza de oficial, se alistan como soldados rasos. Todos ellos forman parte de la División Azul. El nombre de “azul” se debe al color de la camisa que vistieron, ya que la mayoría de ellos eran miembros de la Falange. El uniforme lo completaba chaqueta marrón, pantalón verde oscuro y la boina roja.
Al frente de la División se nombró al General Agustín Muñoz Grandes. Era uno de los más destacados militares españoles. Tenía 9 heridas en combate. Héroe de las guerras de Marruecos y de la Cruzada, afín a los ideales sociales falangistas y famoso por su capacidad de dirección en el combate y por su campechanía y cuidado paternal de sus soldados en el frente.
Concluido el reclutamiento, el 13 de julio de 1941 partían desde la estación del Norte de Madrid las primeras unidades, despedidas por sus familiares y multitud de gente, brazo en alto, acompañados por los acordes del Cara al Sol.
Serrano Súñer volvió a dirigirse a los allí presentes con las siguientes palabras de despedida:
“ El heroísmo de esta División Azul hará que las cinco rosas de la Falange florezcan en los torturados campos de Rusia, una esperanza que tiembla en el sepulcro de nuestro Fundador, José Antonio Primo de Rivera. ¡ Arriba España!. ¡Arriba Franco!”.
Al echar a andar el tren, volvió a escucharse el Cara al Sol entonado por miles de personas brazo en alto.
Desde Valencia, Valladolid y otros lugares partieron también trenes de voluntarios hacia Hendaya y desde allí por Francia hasta llegar a Alemania. Al cruzar el país vecino, la población y los rojos españoles exiliados se mostraron de forma hostil con los divisionarios, recibiendo éstos insultos y apedreamientos.
Al pasar Alemania todo cambió y los españoles se vieron apabullados por las muestras de afecto. Su destino final era el campamento de Grafenwörh, donde se transformaron en la 250 División de Infantería de la Wehrmacht (250 División del ejército alemán).
La organización militar alemana era muy diferente a la española y ésta tuvo que adaptarse y reorganizarse, ya que, por lo dicho anteriormente, entraron a formar parte del ejército alemán.
La moral de los españoles era alta, a pesar de los cambios en todos los sentidos y del escaso rancho alemán. Hubo encendidas protestas por este motivo de algunos divisionarios y Muñoz Grandes solicitó un envío de comida desde España para que sus hombres pudieran saborear comida española dos o tres veces por semana.
El General español quería a sus hombre en el frente en seguida y, contrariamente a lo previsto por los alemanes (que la habían previsto de tres meses) organizó una rápida e intensísima instrucción que duró un mes. Después de esta instrucción todos los divisionarios prestaron juramento de fidelidad a Hitler, como siempre, brazo en alto, pero con la clara advertencia de que sólo en la lucha de éste contra el comunismo.
Los voluntarios españoles demostraban una capacidad de aprendizaje y manejo de las armas que desconcertaba a los alemanes. También les desconcertaba la alegría propia española y ésto, unido al poco tiempo (según ellos) de instrucción provocaba en los mandos germanos la duda de la capacidad combativa de los divisionarios.
La diferencia entre alemanes y españoles se reflejaba en las muchas peleas que había. Se notaba falta de disciplina en la División, pero luego la compensaron con creces en el frente con su asombroso valor y capacidad de heroísmo y sacrificio, durante toda su estancia en la estepa rusa.
Fueron llevados en tren hasta una localidad polaca y desde allí irían a pie hasta el frente. Recorrían una media de unos 40 km diarios, a pesar de lo cual, los españoles no perdieron el sentido del humor. Era fácil localizarlos en medio del paisaje. Cada Unidad de Infantería estaba encabezada por un abanderado. Cada pieza de artillería lucía una medalla de la Virgen del Pilar, de Covadonga o de la Paloma, y el yugo y las flechas adornaban muchos camiones.
La vida en el campamento era muy diferente para los alemanes y para los españoles. Aquellos comían embutidos fríos, mientras que los nuestros saboreaban gazpacho y potajes. Los alemanes eran rígidos y los españoles paseaban por el campamento con una campechanía y naturalidad que encrespaba a los germanos.
Todos los hombres de la División Azul se estremecían al ver acercarse el mercedes negro que llevaba al General Muñoz Grandes, que aprovechaba algún descanso para aparecer de improviso en el campamento. Se acercaba a los soldados, compartía su rancho y les ofrecía cigarrillos. Charlaba un rato con ellos y después se iba de nuevo a sus obligaciones.
Los primeros caídos llegaron en tierras rusas. 29 españoles encontraron la muerte camino del frente.
Otra noticia importante llega a los divisionarios: la División Azul había sido agregada al 16 Ejército del Grupo de ejércitos del Norte. Su destino sería el cerco sobre la ciudad de Leningrado. El 12 de octubre, festividad de la Virgen del Pilar, patrona de la Hispanidad y de la División Azul, los españoles ocupan su puesto en el frente. Empieza la batalla del Volchov. La temperatura empezó a caer hasta los 5 grados bajo cero.
Los españoles, por la noche, se reunían en torno a las hogueras. Los alemanes no lo podían creer. La improvisación y la cercanía de los oficiales españoles para con sus soldados (daban órdenes tomando tranquilamente una taza de café) sorprendía a los germanos. Un capitán alemán, comentó asombrado: ” Los españoles tocan la trompeta todo el día. Para comer y también para rezar. El corneta es un muchacho de unos quince años. Montan el altar, llega el sacerdote y los soldados ya están allí: arrodillados, rezando y cantando, como si la guerra no rugiera a su alrededor”.
El cuartel general divisionario quedó instalado en la ciudad de Grigorovo. La División estaba desplegada a lo largo de un frente de 60 km. Los españoles tenían la misión de romper las líneas enemigas. Empezaron los combates, y con ellos los primeros caídos. Uno de los primeros fue el cabo Javier García Noblejas, camisa vieja de la Falange.
Los españoles iniciaron el cruce del río en sus botes de goma. La batalla fue larga y muy dura. Los españoles lucharon con su valentía característica, encontrándose con, además de la dureza de los ataques rusos, problemas climatológicos como el frío, que a veces llegaba a congelar las ametralladoras, y el lodo (la famosa rasputitsa). Los españoles conquistaron algún pueblo y los rusos contestaban. En un tira y afloja por ambas partes, en la que cayeron muchos españoles, soldados y oficiales. Los alemanes quedaron impresionados por el heroísmo y la capacidad de sacrificio de la infantería española. En el combate y no en la retaguardia del campamento es donde se demuestran las cualidades de todo buen militar.
La División fue encargada de reemplazar al grueso de un regimiento alemán en las aldeas de Otenskii, Poselok y Posad. Camino de sus nuevas posiciones los guripas descubrían los cadáveres congelados de sus camaradas. La lucha se hacía cada vez más dura. Las condiciones en que tenían que combatir los españoles eran tremendamente complicadas y los ataques rusos, tremendos. Las bajas nacionales eran tremendas, unidas a los casos de congelación y diarrea por las raciones en mal estado.
Muñoz Grandes visitó a sus hombres. Se interesó por el estado de los heridos y arengó a todos: “Con hombres como vosotros se puede ir a cualquier parte” . Algunos prisioneros rusos habían tomado las armas para combatir al lado de los españoles contra sus antiguos compañeros. Algunos altos mandos alemanes sugirieron la retirada de la División e incluso su salida del frente. Muñoz Grandes se negó en redondo y había ordenado a sus hombres defender Posad “como si fuera España” . Pero al final, el general español consideró la posibilidad de la retirada, ya que la resistencia, dada la tremenda desproporción de fuerzas, era imposible. Él asumía toda la responsabilidad de esta retirada, ya que no consultó a un alto mando alemán. Los españoles ya habían pagado un precio muy alto.
En la Navidad de 1941 cada oficial español había recibido un botella de champán francés, regalo de Hitler. Los españoles se arrodillaban ante su capellán para celebrar el Nacimiento de Jesús. Los villancicos y las plegarias inundaban las castigadas líneas defendidas por los españoles. Pero la guerra seguía. Los españoles se replegaron a la llamada Posición Intermedia, pero ésta quedó atrapada en medio del fuego ruso. A pesar de esto los rusos cayeron derrotados.
El 4 de enero de 1942, Hitler le dijo a un oficial alemán: “los españoles son una pandilla de golfos... pero nunca han cedido un centímetro de terreno. Uno no puede imaginar individuos más valientes. Difícilmente se resguardan Se burlan de la muerte. En cualquier caso sé que nuestros hombres siempre se alegran de tener a los españoles de vecinos en su sector”.
Todo lo anterior le valió a Muñoz Grandes la concesión por parte de Hitler de la Cruz de Hierro de Primera Clase.
A pesar de las tremendas bajas sufridas por la División, ésta fue designada para socorrer a una unidad alemana cercada en una aldea. Había que enfrentarse a temperaturas de 52 grados bajo cero. Entraba en acción la Compañía de Esquiadores, que después de duros enfrentamientos y condiciones climatológicas extremas, consiguió conservar la aldea. De los 200 esquiadores, al final quedaron 12. Los alemanes concedieron 32 Cruces de Hierro. Franco envió un mensaje especial, concediendo al capitán de los esquiadores la Medalla Militar Individual y a la Compañía la Medalla Militar Colectiva.
Ante esta derrota, los rusos volvieron a intentar de nuevo liberar Leningrado de toda amenaza alemana. El éxito inicial de esta ofensiva soviética se tornó en derrota cuando los soviéticos perdieron sus líneas de abastecimiento. 13.000 rusos quedaron cercados en Leningrado por los alemanes. Acababa aquí la liquidación de la llamada “bolsa del Volchov”.
La División Azul se preparaba para celebrar la Semana Santa. A pesar de la aviación y artillería soviéticas, las ceremonias del Jueves y Viernes Santo se desarrollaron con normalidad.
En mayo de 1942 empiezan a llegar Batallones para cubrir las bajas y relevar, poco a poco, a los hombres de la División. En España pequeños grupos de excombatientes peregrinan a Zaragoza desde todos los puntos de la nación para rendir homenaje a la Virgen del Pilar. Ella les había devuelto a la Patria salvos y ellos querían ofrendarle sus medallas.
Mientras Hitler resucita sus planes para la invasión de España.
En agosto de 1942 la División es escogida como Unidad de asalto para participar en la operación “Luz del Norte”, el asalto definitivo a Leningrado y los españoles abandonan la tierra que con tanto dolor habían conservado. En el camino hacia su nuevo destino en el frente, van alegres.
En el nuevo frente los españoles se preparan para la operación, pero los rusos se anticipan y lanzan una sorprendente e importante ofensiva al sur del lago Ladoga. En el frente alemán se abre una brecha de 8 km y la División Azul tuvo que adoptar posiciones defensivas teniendo que relevar a los alemanes que actúan en el frente de Leningrado, volviendo de nuevo a la guerra de trincheras. Para aliviar el tedio de la vida de trinchera, los españoles improvisaban canciones como esta:
¡Ha muerto mi capitán! Doblen todas las campanas. Que se callen los sollozos y se rompan las gargantas y que nadie añada llantos al silencio de las armas...
La batalla del Sur del lago Ladoga iniciada el 27 de agosto se prolongó hasta el 2 de octubre en que se acabó rompiendo el frente ruso, pero con cuantiosas bajas, con lo cual se suspendió la operación Luz del Norte. Los rusos, sin embargo seguían en sus trece y en enero de 1943 lanzaron un terrible ataque, rompiendo las líneas alemanas y de nuevo los españoles, a socorrerlos. Consiguieron frenar el ataque, pero perdieron casi todos sus efectivos.
Esta última batalla fue dirigida por el general Emilio Esteban Infantes, que un mes anterior había sustituido a Muñoz Grandes, por cuestiones tácticas y diplomáticas. A éste último le fue concedida por la Falange la Palma de Plata, máxima condecoración falangista.
La ruptura de las líneas alemanas en enero de 1943 había permitido, a pesar de no conseguir avanzar, abrir un pasillo en tierra firme a los rusos por el que acudirían las fuerzas que se irían concentrando en Kolpino. Desde ahí el 10 de febrero de 1943 los rusos desencadenan un brutal ataque con medios desorbitados sobre las fuerzas españolas que defendían la ciudad de Krasni Bor. Los españoles confesaron y comulgaron y se ocultaron entre los refugios.
Los españoles aguantaron como pudieron, hasta que repentinamente los rusos suspendieron el bombardeo. Los españoles entonces pusieron en marcha la táctica de las trincheras. Esperar a que el enemigo llegue y una vez ahí sorprenderle. Los rusos se lanzaron al ataque confiados en que las líneas españolas habían sido destruidas. Los españoles eran inferiores en número y en cantidad y potencia de armamento y acabaron luchando con la bayoneta. Pidieron refuerzos a los alemanes pero no llegaban.
Ataques rusos y resistencias españolas se sucedían mientras la ciudad ardía y miles de muertos yacían por todas partes. Los ataques rusos iban perdiendo intensidad y en vez de seguir avanzando se detenían por la ciudad a saquear y a emborracharse. El ataque ruso había conseguido sus objetivos iniciales pero después se había atascado. Los españoles habían combatido con fiereza animados también por el ejemplo de sus oficiales. Esto, unido a los errores rusos hizo ganar tiempo al Dieciocho ejército alemán que pudo enviar refuerzos para taponar la brecha. El precio había sido terriblemente alto. Los españoles sufrieron en esas horas 2200 bajas, el 53 % de los que habían iniciado la terrible batalla. A parte, estaban los heridos y los que habían sido cogidos prisioneros por los rojos. Los supervivientes, al recordar el sacrificio de sus camaradas, cantaban:
¡A la muerte, a la muerte,
con la División Azul te lanzarás,
portando sobre tu pecho,
las cinco rosas y el haz...
Tras casi dos años de lucha en el frente ruso, los españoles no conseguían entender muy bien la situación. No habían ido a Rusia para conquistar. Soñaban con liberar al pueblo ruso de la tiranía del comunismo soviético. Se sentían defensores de la civilización cristiana y occidental... pero la política de Hitler sólo pretendían conquistar para Alemania un espacio vital en el Este.
El 1 de octubre España declaró la neutralidad, y pocos días después llegaba la orden de repatriación escalonada, quedando en lugar de la División Azul, una fuerza pequeña de unos 2500 hombres, la Legión Azul, bajo el mando del Coronel Antonio García Navarro. Todos sus efectivos se reclutaron entre los veteranos de la División Azul.
La Legión Azul, el 15 de diciembre emprende viaje hacia el frente, incorporándose a la 121 División alemana. Releva a los alemanes en una zona próxima a Leningrado. Rechaza todos los intentos de golpe de mano rusos hasta que el 19 de enero de 1944 recibe la orden de evacuar el frente y comienza la retirada junto con los alemanes.
El 1 de febrero llega la orden de repatriación de la Legión. Los anglosajones habían ganado la Guerra y los españoles regresan , ya de forma definitiva, a España. Algunos españoles de la Legión Azul se quedaron voluntariamente ofrendando su vida en las mismas puertas de Berlín para parar el avance del ejército rojo. “Sin esperanza de relevo y a extinguir en el frente era su lema”.
Al repatriarse todo el contingente español. Además de los cerca de 5000 caídos esparcidos en 162 lugares de enterramiento, quedaba en los “gulags”, de la URSS un grupo de prisioneros españoles que sufrieron las penalidades del cautiverio durante más de 10 años.
El 2 de abril de 1954, tras dilatadas negociaciones, entraba en el Puerto de Barcelona el vapor “Semínaris” que traía a bordo a los 286 prisioneros. Una multitud enfervorizada los aguarda. Llegan demacrados, castigados por la brutalidad de los carceleros y las privaciones. Lejos dejaron a sus camaradas bajo la dura estepa rusa. Sellaron con sangre sus ideales.
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María del Pilar Marcos Carrión.
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