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La cigüeña esta triste por Álvaro Vázquez Prat. Yo aún creo que la cigüeña, sigue viva. Y, aunque triste, ansiosa de ver cumplido el deseo de quienes creen que la paternidad es fruto de una indivisible unión corporal y espiritual fruto del amor, y no un producto de laboratorio. |
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| Recuerdo cuando de niño me contaron la historia de cómo la cigüeña portaba los niños de un París abarrotado de estos, imaginaba yo. Bendita inocencia. En “mi historia”, aquella cigüeña volaba sin descanso y su máxima ilusión era entregar un bebe, y otro, y otro. Hoy, a mi hija, yo le cuento la misma historia. No quiero que crezca sin el dulce sabor de aquel bonito relato; aunque se que, hoy, ¡la cigüeña está triste! Ya pocos confían en ella. Trabaja, cuando lo hace, por encargo de la ciencia y no por deseo del amor.
Varios son los motivos por los que “mi” cigüeña vuela sola, pero si hubiera que destacar uno, diría que su principal rival se llama “Fecundación artificial”. Esta es capaz de gestionar, diligentemente, los encargos que, de forma y manera exponencial, en los últimos años se le vienen haciendo. Su mejor aliada: la ciencia. Claro que a ella se llega porque la “fertilidad” ha dejado de creer en ella, la Cigüeña.
La incorporación de la mujer al mercado laboral y el consiguiente control de la fertilidad ligada al uso generalizado de métodos anticonceptivos, han motivado el retroceso de la reproducción en casi una década. Esto motiva que se plantee lo que se ha llamado “nueva edad de reproducción social” , lo que significa que la mujer empieza a plantearse el deseo de maternidad pasados los 30 años, al final de la edad de reproducción biológica. Y eso marca mucho, doña “fertilidad” perdona, pero no olvida.
Y este incremento de la edad de la primera maternidad implica el aumento de la utilización de las técnicas de reproducción asistida. En este sentido, el vicepresidente de la Sociedad Española de Fertilidad indicó que “hay un claro incremento de la demanda, pero el perfil de estas pacientes aumenta el riesgo de aborto y de generar embriones con problemas genéticos” , concluyó. De hecho, las consecuencias más comunes de la nueva edad de reproducción social, se concretan en: alteraciones meióticas, que producen fracasos de la fecundación o pérdidas estaciónales; y el desarrollo de embriones viables con alteraciones cromosómicas, entre las que se encuentra el Síndrome de Down.
Según un estudio conjunto entre investigadores del University College de Londres publicados en la revista The Lancet “los embarazos provocados tras el uso de técnicas de reproducción asistida (ART), conllevan unas tasas de riesgo más altas tanto durante como después del embarazo que cuando la concepción se ha producido de forma natural”.
Yo aún creo que la cigüeña, sigue viva. Y, aunque triste, ansiosa de ver cumplido el deseo de quienes creen que la paternidad es fruto de una indivisible unión corporal y espiritual fruto del amor, y no un producto de laboratorio.
Yo aún creo en ella.
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