El Papa Pablo VI salía al paso de un problema que comenzaba a ser inquietante en la Iglesia. Por ello, decidió que diera inicio en la Iglesia el Año de la Fe. Y como uno de los primeros hitos, publicó la encíclica sobre el celibato eclesiástico, con fecha de 24 de junio de 1967, festividad de san Juan. Recordemos que este apóstol, que siguió a Jesucristo siendo adolescente, y que acogió a la Santísima Virgen al morir Jesucristo, permaneció célibe toda su vida.
En esta encíclica, no dudó el Papa en enumerar todas las objeciones que se hacían al celibato eclesiástico, para finalizar con un párrafo que encierra la raíz del problema: "No se puede asentir fácilmente a la idea de que con la abolición del celibato eclesiástico crecerían por el mero hecho, y de modo considerable, las vocaciones sagradas; la experiencia contemporánea de la Iglesia y de las comunidades eclesiales que permiten el matrimonio a sus ministros parece testificar lo contrario. La causa de la disminución de las vocaciones sacerdotales hay que buscarla en otra parte, principalmente, por ejemplo, en la pérdida o en la atenuación del sentido de Dios y de los sagrado en los individuos y en las familias, de la estima de la Iglesia como institución salvadora mediante la fe y los sacramentos, por lo cual el problema hay que estudiarlo en su verdadera raíz" (n. 49).
Poco tiempo después, y en aplicación de lo acordado por el Concilio Vaticano II, publicó un motu proprio titulado "Sacrum diaconatus ordinem", por el cual se restablecieron en la Iglesia latina los diáconos permanentes, célibes o casados, al igual que en los primeros siglos del Cristianismo o como se había mantenido de forma ininterrumpida en las Iglesias orientales.
En clara conexión con lo anterior, y dos días más tarde de la promulgación de la encíclica sobre el celibato eclesiástico, Pablo VI nombró veintisiete nuevos cardenales el día 26 de junio. Hay una mayoría de italianos y franceses, algo característico en el Papa Montini. De ellos, seis eran nuncios y ocho procedían de la Curia. Estos son sus nombres:
"12 italianos: Mons. Pacini, Beltrami, Vagnozzi, Dell'Acca, Carpino, Pellegrino, Ursi, Samoré, Felici, Staffa, Grano y Parente. Cuatro americanos: Mons. Brennan, Krol, O'Boyle y Cody. Tres franceses: Mons. Garrone, Renard y Veuillot. Un monegasco: Mons. Riberi. Un suizo: Mons. Menno Gut. Un boliviano: Mons. Maurer. Un argentino: Mons. Fasolino. Un alemán: Mons. Bengsch. Un polaco: Mons. Wojtila. Un holandés: Mons. De Furstenberg, y un indonesio: Mons. Darmajuwaua" .
La crónica de Cipriano Calderón en la revista Ecclesia sobre el Año de la Fe, nos recoge un sucinto comentario: "El Consistorio para la creación de nuevos cardenales, celebrado por Pablo VI con ocasión del comienzo del Año de la Fe, deja huellas muy marcadas en la crónica de la Iglesia" . Y apuntaba, al igual que todas las crónicas contemporáneas, a la reforma de la Curia Vaticana.
Cuarenta años más tarde, nos damos cuenta de la transcendencia del nombramiento de nuevos cardenales de ese 26 de junio de 1967. Entre ellos estaba un polaco, Karol Wojtyla.
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Martín Ibarra Benlloch
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