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Rusia renace
por
José Luis Orella
La federación rusa, de manos de su presidente, Vladimir Putin, vuelve a retomar una posición de potencia internacional. Desde el 2000, cuando asumió la presidencia del país, el antiguo delfín de Yeltsin se planteó devolver a Rusia al puesto que creía debía merecer.
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La federación rusa, de manos de su presidente, Vladimir Putin, vuelve a retomar una posición de potencia internacional. Desde el 2000, cuando asumió la presidencia del país, el antiguo delfín de Yeltsin se planteó devolver a Rusia al puesto que creía debía merecer. El hombre fuerte de Rusia fue del KGB, lo que significa, una persona preparada que goza de una visión de la realidad internacional basada en fuentes fidedignas de información, habla diversos idiomas y cuenta con una visión política interior y exterior más vinculada a la realidad que los políticos procedentes del mundo de las regiones.
En los primeros años de gobierno, Vladimir Putin tuvo que afianzar su poder político mediante la consolidación del partido gubernamental Unidad, y un proceso de centralización administrativa que impidiese la tendencia centrífuga propulsada en el periodo de su antecesor Yeltsin. Del mismo modo, la necesidad de limpiar de corrupción al incipiente Estado ruso, obligó al presidente Putin a enfrentarse con los grandes oligarcas del país. La liberalización de las empresas públicas benefició a una nueva clase de empresarios, procedentes de la vieja nomenclatura, que se enriquecieron con la venta internacional de materias primas. Las inversiones en medios de comunicación de estos empresarios con relaciones exteriores planteaban un importante problema de estabilidad política. La necesidad de recuperar los principales medios de comunicación rusos de la propiedad de empresarios con vinculaciones con la delincuencia que servían a intereses de grupos mediáticos ingleses o norteamericanos. Como fueron los casos de los magnates de la prensa, Vladimir Gusinski y de Boris Berezovski.
Sin embargo, el principal problema interior al que se enfrentaba Rusia era el terrorismo islámico procedente de la república secesionista de Chechenia. Después del fracaso de la primera guerra de Chechenia (1994-1996), con ochenta mil muertos. La tregua subsiguiente sólo consiguió garantiza una base segura a los grupos islamistas más radicales que iniciaron expediciones armadas a las repúblicas vecinas de Daguestan e Inghusetia, habitadas también por pueblos montañeses musulmanes. No obstante, actos como el secuestro del teatro de Moscu, en octubre del 2002, que se saldó con 129 muertos; o el secuestro de la escuela de Beslan en Osetia, en marzo del 2004, con 400 niños asesinados, fomentaron el apoyo popular aun presidente decidido a aplicar la mano dura contra el terrorismo interior. La labor antiterrorista contó con la eliminación de Dzhojar Dudayev, en 1996; Zemlijan Yandarbiev, en 2004; Aslan Masjadov, en 2005; y finalmente Abdul Halim Saidulayev, el 17 de junio de 2006. Pero la pieza más esperada, el enlace con el integrismo islámico internacional, Shamil Basayev, cayó en una operación especial, el 9 de julio de 2006. Tras la eliminación de los principales líderes insurgentes chechenos, se produjeron varias consecuencias. Por una parte, el silencio mediático sobre Chechenia, al desaparecer sus protagonistas más relevantes. Por otra parte, el aumento del protagonismo de la administración prorrusa en su camino de la normalización, al ir eliminando a una guerrilla fraccionada en grupos aislados.
Solucionado el problema interior, Rusia debía recuperar la posición de potencia en el escenario internacional. Pero para ello, necesitaba disponer de una economía estable para poder asegurarse unos ingresos regulares que pudiesen ayudarle a afrontar los posibles problemas internacionales con un mínimo de garantía. La economía de Rusia se ha decantado a un valor seguro como es la exportación de hidrocarburos. Desde el incremento de precios producido por la tensión sufrida en Oriente Próximo, la posición rusa como punto de origen ha mejorado significativamente. En el año 2000 Rusia era el principal productor de gas natural del mundo, con el 23,3% del total, y el tercer productor de petróleo bruto (tras Arabia Saudí y Estados Unidos), con el 9% de la producción mundial. Pero en el 2003 Rusia producía el 11´8 %, que son 8´1 millones de barriles diarios, y dispone del 6´2 % de las reservas mundiales de crudo (Oriente medio dispone del 30´4 %). Estas exportaciones se dirigen prioritariamente hacia la Unión Europea, que se ha convertido en el principal socio comercial de Rusia. De este modo, el 28´5 % del petróleo importado por la UE y el 41% de las importaciones de gas provienen de Rusia. La exportación energética a la UE condiciona la relación internacional, para asegurarse Alemania el regular suministro de gas, se está construyendo un oleoducto marino por el Báltico, que evita pasar por los países bálticos y Polonia. Mientras el eje franco-alemán se muestra afable con Rusia, los antiguos países del Este acercan posiciones atlantistas con los países anglosajones.
Con respecto a las nuevas fronteras de Rusia, el antiguo espacio soviético, denominado como “extranjero próximo”, se ha convertido en área prioritaria. Excepto en el báltico, Rusia ha iniciado su recuperación del liderazgo perdido en el Caucaso y el Asia Central. La eclosión soviética dio lugar a la CEI, pero ha fracasado como nuevo marco de relación de los países postsoviéticos. Rusia sólo tiene, desde 1997, un tratado de unión con Bielorrusia, pero la difícil situación política del gobierno de Lukashenko, mal vista por las potencias occidentales, compromete el apoyo de Rusia. En la actualidad los países de la antigua Unión Soviética forman dos colectivos muy distintos. Por una parte, el colectivo GUUAM, que agrupa a Georgia, Ucrania, Uzbekistán, Azerbaiján y Moldavia; los cuales han subrayado su despegue de Rusia y mantienen su proximidad con los Estados Unidos. Por otro lado la Comunidad Económica Euroasiática, de la que participan Kazajstán, Bielorrusia, Tadzhikistán y Kirguizistán; conforman el área de proximidad afín a Rusia. Sin embargo, este segundo grupo ha conseguido consolidarse en el área del Asia Central. Rusia junto a Kazajstán, Tadzhikistán y Kirguizistán, establecieron pactos defensivos y comerciales, en los que incluyeron a China. El Quinteto de Shanghai se formó en 1996, y en el 2002 conseguía la adhesión de Uzbekistán, redenominándose Organización de Cooperación de Shanghai. El nuevo espacio baraja la colaboración en el campo militar y en el comercial. En el primero se intensificó la ayuda mutua desde la aparición de los talibanes en Afganistán y su proyección islamista en la zona. En el segundo, China esta cada vez más necesitada de recursos energéticos y tecnología de última generación, que sólo Rusia puede proporcionarle.
Sin embargo, Rusia todavía dispone de elementos importantes para hacerse oír ante sus antiguas áreas de influencia. En Moldavia, poblada por rumanos deseosos de unirse a su antigua patria, la existencia de la Trasnistria, región oriental de hegemonía rusoucraniana, proporciona un importante punto estratégico en Europa, junto a Kaliningrado. La región no acepta la federación, sino la formación de una unidad política propia asociada a Rusia. En el Caucaso independizado, Georgia se muestra como el país más altivo contra la antigua potencia eslava. No obstante, la república tiene fuertes problemas secesionistas en Osetia del Norte y Abjasia. Estas regiones, que mantienen sus propias identidades étnicas y culturales diferenciadas de las de los georgianos, mantienen una independencia de facto, desde hace algo más de diez años. Pero Rusia ampara sus derechos para impedir que el presidente georgiano Mijaíl Saakashvili convierta su país en la cabeza de desembarco norteamericano en el Caucaso. Con respecto al conflicto de Nagorno Karabakh, región armenia que se gobierna de manera autónoma después de una guerra contra Azerbaijan, Rusia apoyó la reivindicación armenia. En 1997 los rusos firmaron un tratado de cooperación militar con la república de Armenia, único país cristiano y amigo de la zona. El tratado autoriza a Rusia a instalar doce mil soldados en la frontera de Turquía. País que guarda buenas relaciones con el turcófono e islámico Azerbaijan, a quien pertenecía la rebelde república de Nagorno Karabakh. Ambos países islámicos proyectan comunicar el petróleo azerbaijano con el Mediterráneo por el territorio turco.
En cuanto al Asia central, la tensión política se palpa desde la última revolución ocasionada por los norteamericanos en Kirguizistán, en el 2005. Las autocracias dirigentes de las cinco repúblicas asiáticas han reforzado el control político para evitar su derrocamiento. La violencia terrorista islámica y el fuerte tráfico de drogas, proporcionan razones suficientes para desarrollar medidas coercitivas. La apetencia de recursos energéticos prometía a estos países un desarrollo económico que ayudaría a reforzar sus soberanías nacionales. No obstante, la presión norteamericana para sustituir a las capas dirigentes sovietizadas por jóvenes educados en occidentes, está provocando un aumento del grado de autocracia de los padres fundadores de las nuevas repúblicas. La necesidad de tecnología punta para explotar sus recursos y de apoyo militar para mantenerse, abre de nuevo las puertas a una Rusia dispuesta a recuperar su liderazgo.
Sin embargo, Rusia tiene que hacer frente a la integración en su país de varios centenares de miles de refugiados rusos, expulsados por los condicionamientos nacionalistas causados en Turkmenistán, Uzbekistán y Kirguizistán. Aunque el enorme país, con una grave crisis demográfica, fruto de la garrafal política antifamiliar desarrollada por el comunismo, necesita cada vez más la llegada de estas personas. Cada año, Rusia pierde en torno a ochocientos mil de sus habitantes, y en el 2050, se calcula Rusia tendrá 104 millones, de los 145 millones que actualmente viven en la federación. La ausencia de asistencia sanitaria y el alcoholismo generalizado ha reducido el nivel de vida de una manera brutal. En regiones como Siberia, con sólo 20 millones de habitantes, la necesidad demográfica puede obligar abrir las puertas al vecino chino.
Rusia ha vuelto, y su control de recursos energéticos le marcará en el futuro las relaciones con un mundo. Una Europa occidental sedienta de gas natural y petróleo, y países productores como Venezuela e Irán, necesitados de tecnología y amparo.
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José Luis Orella
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