El sida es una pandemia que no cesa. Ante el asombro de todos, las muertes, y sobre todos, los contagios de VIH crecen inexorablemente. El IV Congreso Internacional sobre el sida, de Julio del 2007 en Sydney, revelaba que por cada persona infectada a la que se consigue medicar, seis más se infectan. ¿A dónde llegaremos?
Hay que preguntarse con valentía si le estamos dando con todo al sida, si estamos usando todas las armas contra el sida. Investigación, medicación y prevención son las tres batallas que se están librando para vencer al enemigo VIH que está poniendo en jaque a la humanidad. En la investigación y medicación estamos mejorando, pero en la prevención fracasando, además de que el tiempo corre en nuestra contra, pues los virus se reproducen y atrapan a muchos más individuos.
Los generales que dirigen esta guerra contra el VIH deberían mejorar y cambiar sus estrategias preventivas, o…, ser cambiados ellos.
Usar todas las armas contra el sida, es usarlas todas, salvo que alguna pudiera dañarnos a nosotros mismos más que al enemigo, o produjera unos daños colaterales imposibles de asumir.
En los países donde abunda la transmisión VIH por jeringas de droga, se plantean si repartir a cualquier sospechoso jeringas nuevas, o hasta encerrarles para impedir que se droguen. ¿Qué arma es mejor para parar el sida por drogadicción? ¿qué daños colaterales estamos dispuestos a soportar? Toda una discusión.
Pero, como en el mundo, es la transmisión sexual de VIH la mayoritaria, es aquí donde mas hay que analizar.
Un conjunto de armas contra el sida son las restrictivas y otro las educacionales. Lo mismo que se aplica para otros problemas sociales: los accidentes de auto, el tabaquismo, la violencia, etc. Parece que con el sida, las medidas restrictivas no existieran, hay prejuicios o miedos para aplicarlas, pero voy a hablar de ellas, para las metes abiertas, aunque a ciertos progres les parezca pecado.
¿qué tal si les pusiéramos obstáculos al mercado del sexo? Si en un mercado de alimentos se estuviera transmitiendo un virus o una bacteria…¿Qué medidas se aplicarían?
NO sólo por ser una degradación de la persona, perjudicar a la familia, etc, lo que nos fijamos aquí es en el gran poder de difusión del VIH que supone la prostitución. ¿los usuarios usarán cierta protección?: utópico, basta subir un poco el precio sabiendo que no es lo mismo.
¿se está desalentando el comercio del sexo, o se promociona? ¿se analiza al menos a estas personas con frecuencia? ¿se lucha contra el turismo sexual? ¿la prostitución infantil?
¿En los días del Congreso de Sydney, cuántos de los 6000 congresistas reunidos con todos los gastos pagados, compraron compañía?
No se está luchando contra el sida con todas las armas.
Entre las medidas educativas, cambiadoras de comportamientos, están las propiamente educativas, transmisoras de valores, y las puramente técnicas o instrumentales. De todas estas, básicamente hasta ahora se ha confiado en el condón como barrera frente al VIH.
No ha sido así, el instrumento, además de no ser completamente efectivo se nos ha venido en contra pues tiene el curioso efecto de alentar a la multiplicación de contactos riesgosos. Nadie estará ciego ante la sociedad en la que vivimos.
De nuevo, en este ámbito de medidas, se ve que el arma de la educación ha quedado sin usar. El arma de la educación que considera que transmitir valores como la responsabilidad, el autodominio, amor responsable, moderación, fidelidad, etc. En la travesía de la vida hay que fletar un barco seguro, hay que enseñar a nadar, y no creer que con dar flotadores a los jóvenes ya están salvados.
Pareciera que desde la antigua Gracia, estoicos y epicúreos pugnan también ahora. A los estoicos no se les deja hablar, y mientras tanto, el VIH nos atrona con sus carcajadas.
Ahora, paso apuntar algo sobre otras medidas que también podrían tener beneficio en la lucha contra el sida. Podemos decir que estas medidas pertenecen al ámbito de la información. Es indudable que difundir entre toda la población los modos de transmisión de esta enfermedad es muy necesario. Y por supuesto, advertir a todos que lejos de la seguridad que intentan transmitir los apologistas del condon, la OMS hace tiempo aseguró que el “preservativo” reduce pero no elimina el riesgo de infección.
Hablaré, sin embargo, del derecho a la información. Considero que una buena tarea preventiva sería alentar a la población a hacerse la prueba del VIH. En ocasiones, será bueno que sea obligatorio. Sería quizá también apropiado y sostenible económicamente, hace la prueba a todos los individuos de un país, cada tres años.
Además del beneficio personal de saber uno mismo su estado de salud para cuidarse, es de imaginar que esas personas harían todo lo posible para no poner en el mas mínimo riesgo a otras de transmitirles el VIH.
Las personas que conviven íntimamente con un infectado, también deberían tener derecho a estar informadas de los riesgos que corren.
Llevo años preguntándome si , como las mujeres casadas en la India, la medida de que todo infectado VIH llevara una marca en la frente, sería buena. Seguro que seria buena para reducir la transmisión de VIH, pues mucha gente, o todos, se infectan por desconocer que el otro, era VIH+. ¿Cuántos odios, marginaciones, etc. crearía esta medida? Es posible que este efecto colateral pudiera reducirse con campañas a la población, pero, es que ante todo, hay que estar dispuesto a sufrir dolor si la humanidad quiere curarse o contener esta terrible epidemia.
Los derechos, las libertades, no son lo máximo. La prioridad para una persona, para la humanidad, es tener vida, tener salud; sin ello, de nada valen las libertades ni los derechos.
Parece que siempre llegamos a este punto, a esta encrucijada, a nivel individual o a nivel social, ¿qué estamos dispuestos a pagar para evitar o detener el sida? En la cuestión de medidas profilácticas, como el condón, que reduce el riesgo de infección, pareciera que no les importa –quizá lo buscan- que la juventud tome el sexo a juego, con todos los problemas que se derivan.
Sin embargo, apelan al derecho de la confidencialidad, para no sentirse obligado a hacerse una prueba VIH, ni que el medico pueda informar a la esposa de la seropositividad del marido que adquirió la infección extramaritalmente.
No se están usando, por prejuicios, todas las armas contra el sida, y lo peor del caso es que la que mayoritariamente se emplea, se nos vuelve en contra, nos sale el tiro por la culata.
¿Cuántos años mas seguiremos así?
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Pedro Pérez Cárdenas
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