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Estamos olvidando qué es la Educación y para qué educamos
por
Ángel Gutiérrez Sanz
En el mundo de la educación estamos viviendo unos tiempos en los que las formas , los modos, las técnicas, los métodos lo son todo con un desprecio preocupante por las cuestiones de fondo que apuntan al “qué” y al “por qué” de la educación. Se hace necesario recuperar el interés por la dimensión humana de la educación. Es urgente tomar conciencia de que ésta es una actividad al servicio del hombre y siempre en referencia a su Fin Último
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La pregunta sobre educación es un tipo de pregunta que hoy más que nunca conviene que nos la sigamos haciendo. Para empezar podemos decir que la educación es una actividad que se las tiene que haber no con objetos, ni con cosas sino con personas, lo cual nos pone ya en guardia de que se trata de una delicada cuestión. Educamos cuando estamos ayudando a alguien a ser persona, cuando le facilitamos el encuentro consigo mismo y con los demás, cuando le prestamos ayuda en orden a su desarrollo personal. Hablo de ayudar a desarrollar la personalidad no de suplantarla, peligro éste en el que fácilmente se puede incurrir
Desde muy antiguo la educación ha sido interpretada de diversas maneras . Unos la quieren vincular al verbo latino “educare” que significaría tanto como orientar , conducir desde fuera, otros en cambio la vinculan al verbo latino “educere” que significaría extraer, sacar. En el primer caso se trataría de un proceso que va de fuera a dentro, un ir metiendo, un ir llenando el entendimiento de elevadas ideas y el corazón de nobles ideales, mientras que en el segundo sería al revés, se trataría de un proceso que va de dentro a fuera y consistiría en ayudar al educando en el despliegue de todas sus potencialidades, en hacer que emerjan y se desarrollen a la exterior todas las virtualidades que todo educando porta en su interior. A simple vista estas dos posturas se nos muestran como aparentemente antagónicas y contrapuestas. Una y otra han tenido sus respectivos defensores en figuras insignes de la filosofía de todos los tiempo. Ahí están Aristóteles por una parte y por la otra nada menos que Sócrates y Platón, defendiendo sendas posturas sólo aparentemente contrapuestas, porque en el fondo son puntos de vista complementarios entre sí como a continuación tendremos ocasión de ver.
Yo me imagino a estos personajes en animadas tertulias debatiendo sobre este tema considerado en su tiempo de capital importancia como lo es ahora y lo ha sido siempre . Pienso yo que eso si que serían sabrosas tertulias y no como las de ahora en las que cualquiera se pone a hablar de educación como si tal cosa. Cuando Aristóteles defiende que venimos a este mundo “tanquam tabula rasa” lo que nos está diciendo es que nacemos con una tarea inmensa por realizar, que no es otra que la de ir rellenando de contenidos nuestra vida, sirviéndonos de la experiencia y de las aportaciones del mundo exterior. Es un hecho fácilmente constatable que el género humano difícilmente superaría un permanente estado de primitivismo si no fuera acumulando los conocimientos y experiencias provenientes del mundo exterior, es así mismo evidente que el niño, si no fuera por las enseñanzas de los padres y experiencias procedentes del mundo exterior, lo más seguro es que permanecería en estado salvaje toda su vida. Siempre que hablamos de este tema subyace la idea de que el educando es un ignorante al que hay que ir enseñando cosas y en la medida que le vamos sacando de la ignorancia vamos haciendo de él un sujeto instruido que a veces viene a ser sinónimo de sujeto educado.
Gracias a esas aportaciones de fuera a dentro es como se produce el milagro de la educación; pero por ello no deja de ser cierto también que el niño es sujeto de unas capacidades internas que es preciso desarrollar e toda su virtualidad y si no se hace así no se está contribuyendo al desarrollo de la personalidad que es una exigencia fundamental de la educación. El ejemplo d Mozart podría resultar muy ilustrativo al respecto. Si el genial compositor de Salzburgo no hubiera tenido un padre a su lado que le hubiera ayudado a desarrollar sus dotes musical, Si Leopoldo Mozart no se hubiera dado cuenta que las capacidades de su hijo estaban por encima de las enseñanzas de cualquier maestro y no le hubiera dejado desarrollar libremente su talento, ahora seguramente no podríamos disfrutar de sus deliciosas composiciones musicales. Pues bien esto mismo es lo que sucede con todos los demás niños, aunque sea en tono menor. Hay un sin número de potencialidades en cada uno de los sujeto que esperan ser actualizadas, el hombre nace ya con una naturaleza humana; pero tiene que humanizarse tiene que hacerse hombre y en esta trascendental misión tienen un papel importantísimo tanto el padre como la madre.
Al hilo de lo que acabamos d decir voy a poner de manifiesto un vicio en el que tanto educadores como padres solemos caer con frecuencia. No se muy bien por qué razón unos y otros nos sentimos más vinculados a la pedagogía negativa que a la positiva, nos sentimos inclinados más a prohibir y corregir que a exhortar e impulsar. Muchos padres viven obsesionados en impedir que sus hijos adquieran unos malos hábitos, que no caigan en el pozo del alcoholismo o de la droga y hacen todo lo que está en sus manos por evitarlo; olvidándose de todo lo demás, con lo eficaz que resultaría intentar descubrir y revitalizar las dotes y cualidades ocultas que anidan en el interior de cada niño. Potenciando todo lo positivo que llevamos dentro estamos también impidiendo actitudes y comportamientos negativos. Donde crece la buena semilla no hay espacio para que nazca la mala hierba. Cuantas cualidades desaprovechadas, cuantos talentos quedarán ocultos sin ni siquiera sospechar que ahí estaban. Por no prestar atención muchos padres y educadores no se dan cuenta que el niño que tenían delante era un portento en potencia, sólo hubiera hecho falta haberle cultivado alguna de sus cualidades. Dicen los psicólogos que de las más de 200 capacidades que poseemos, siempre hay alguna en la que podíamos haber sobresalido, la pena es que nos moriremos sin saber cual es esa cualidad en la que podríamos haber sobresalido
El educando precisamente lo es porque con la ayuda de los demás puede enriquecerse constantemente y sacando al exterior lo mejor de sí mismo. El proceso educativo quedaría a mitad del camino si nos contentáramos con despejar la tierra de cardos y abrojos. Hay que seguir cultivando hasta que nazcan y se desarrollen las semillas y produzcan sazonados frutos. Las potencialidades que hay en cada individuo han de ser actualizadas. No nacemos ya hechos sino que tenemos que irnos haciendo poco a poco con esfuerzo y con trabajo y es aquí donde adquiere pleno sentido el papel que juegan los padres en este proceso de maduración progresiva
Para que educamos
Con lo dicho puede apreciarse ya que la educación ha de ser algo más que una mera instrucción de la misma manera que el hombre es algo más que un sujeto con capacidad intelectiva. El cultivo de la mente es importante sin duda para el desarrollo de las personas; pero lo es tanto o más el cultivo de la voluntad.
Existe hoy día una gran confusión, fruto de ello se viene hablando de planes de educación cuando en realidad no son más que planes de estudio, se hablan de centros de educación, cuando la verdad es que en ellos solamente se proporcionan unos determinados aprendizajes, se habla en fin de niveles educativos cuando de lo realmente se trata es de niveles de aprendizaje. Desde el principio conviene dejara claro que una cosa es la información y otra cosa es la formación . Si de lo que se trata es de educar a las personas hemos de tener en cuenta tanto un aspecto como el otro
Una educación dispuesta a asumir el compromiso integral que conlleva, no ha de olvidarse nunca de la formación personal que hoy en tiempos de crisis de humanismo resulta más necesaria que nunca. Recuerdo que en cierta ocasión al representante del gobierno de turno se le preguntaba por qué en los planes de estudios se daba preeminencia a los saberes técnicos en detrimento de los saberes y humanos y la respuesta fue: porque así lo demandan los padres, porque así o demanda la sociedad y puede que esto se así.
Las familias se muestran muy interesadas en que los hijos salgan con una buena preparación técnica que les permita competir con ventaja en la difícil lucha que tarde o temprano han de librar en el campo laboral. Hay padres y madres que están interesados en que sus hijos hagan buenas carreras para poder acceder a un elevado status social y poder vivir confortablemente sin tener que pasar apuros al final de mes: la buena educación para ellos es aquella que garantice el triunfo material y ahí se acaba todo. A mi no me gustaría que todos fueran así porque a la educación hay que pedirla eso y mucho más. ¿ Para que educamos? ¿Para hacer de nuestros hijos unos rbots meanizados?
Desgraciadamente la instrucción excesivamente tecnificada de los últimos años está dejando enormes vacíos en estas nuevas generaciones , vacíos que solamente podrán subsanarse con una atención preferente a exigencias más profundas. La sociedad, nuestra sociedad más que de buenos profesionales de lo que está necesitando es de buenas personas, personas integras y cabales y ello solamente se puede conseguir a través de una educación auténtica y responsable; asunto este que debiera preocupar muy mucho a todos los padres. En una ocasión quedé impresionado por el testimonio de una madre cuyo hijo a duras penas podía alcanzar, cuando los alcanzaba los niveles mínimos de conocimiento: estoy orgullosa de él, decía, porque es un muchacho noble y buena persona. No le faltaba razón a la buena señora. Si yo tuviera que apostar por alguien lo haría por tipos como este, lo digo con toda la sinceridad del mundo.
Si después de tantos esfuerzos y sacrificios no hemos logrado hacer de nuestros hijos sujetos de valores humanos y trascendentes de poco va a servir todo lo demás. Un ser humano vacío por dentro que se rige por criterios de utilidad no acaba de convencer a nadie por muy instruido que sea. Con esto no quiero decir que tengamos que desentendernos de los saberes de nuestro tiempo, no es eso. Bien están los conocimientos y el domino de la técnica y más en estos tiempos que corren, bien están. No seré yo, seducido por el mundo de la informática quien reste valor a estas prodigiosas adquisiciones, lo que quiero decir es que por muy importantes que éstas sean no deben ser motivo para olvidarnos de lo demás.
Yo estoy convencido que no hay padre o madre que quisiera ver convertido a su hijo en un ordenador ambulante por más que fuera portador de cientos de megas capaces de almacenar todos los conocimientos de la época, lo que quieren es verle con un rostro humano, cuanto más humano mejor y con un corazón repleto de nobles sentimientos. Por eso los padres están llamados a ser los mejores educadores de sus hijos, los mejores conformadores de su personalidad al modelo ideal, pues tal y como sea éste habrá de ser la copia.
Desde el principio la educación ha de estar orientada por una idea modélica de hombre . ¿Que tipo e hombre queremos para nuestros hijos? Esta es la pregunta. Educaremos de una forma o de otra según la respuesta que demos a esta pregunta. El modelo humano de que se parte va a condicionar todo el proceso educativo. Educamos según la concepción que tengamos del hombre en razón de lo que creemos que es su esencialidad en consideración a lo que creemos que es su origen y finalidad última. Estas cosas en definitiva son las que nos van haciendo tomar conciencia del por qué y el para qué de la educación, asunto este de capital importancia sobre todo en los primeros años de la vida del niño, que cae dentro de las responsabilidad ineludible e intransferible de los padres.
Que nadie espere de la escuela pública la solución a este tipo de problemas. Que no lo espere porque esto es algo que la escuela pública no puede dar, al menos en España.
Sabido que nuestra enseñanza pública es monolítica y supuestamente neutral. Una enseñanza monolítica viene a ser como una talla estandar que la pueden llevar todos ; pero que no se ajusta a nadie , querer satisfacer las exigencias múltiples de una sociedad abierta con un solo tipo de educación es tanto como querer tapar muchas cabezas con un solo sombrero y si no díganme Vds como se pueden educar bajo un mismo aula a quienes tienen un sentido trascendente de la existencia y a quienes no lo tienen. Por otra parte ese supuesto neutralismo que define la enseñanza pública nos remite a la misma conclusión
Si nos atenemos a la otra característica del neutralismo, tendríamos que llegar a la misma conclusión: una educación neutral quiere decir que “ni fu ni fa”, pero los padres no pueden querer eso, lo que quieren es lo mejor para sus hijos, e indiscutiblemente hay cosas mejores que otras; eso suponiendo que el neutralismo existiera porque sabido es que el neutralismo en la práctica es imposible. A la educación hay que ir con ideas claras sobre lo que se quiere.
Es verdad que en los planes de enseñanza pública se habla de educación en valores; pero ¿Qué valores son esos? No más que los valores cívicos; es decir valores proclives al sistema. Precisamente a esto responde la nueva asignatura, creada recientemente con el nombre de “Educación para la convivencia”. Se entenderá ahora por qué he dicho anteriormente que la configuración humana de cada hijo es competencia de los padres.
Con los ojos puestos en ese modelo ideal de hombre es como yo quisiera diseñar en rasgos generales lo que podríamos llamar un tipo de educación integral y responsable. La educación, en cuanto arte práctico que es, nos pide realismo, pero sin que ello nos obligue a renunciar a nada. Esa persona ideal que nos sirve de modelo para nuestro hijo es el espejo en el que hemos de verle reflejado cuando educamos. Importa tanto saber lo que de hecho son nuestros hijos cuanto lo que queremos que ellos sean. La aspiración educativa debe mantenerse en una tensión constante. Posiblemente lo más grandioso del ser humano está en que siempre puede llegar a ser más de lo que es. Puede que la distancia entre lo que se es y lo que se debe ser sea abismal, pero aún así siempre es posible acortarla, poniendo en práctica una buena educación. El ideal educativo nos permite operar sabiendo a dónde nos dirigimos.
El modelo ideal de persona nos obliga a contemplar al hombre en toda su integridad, abierto a todas las posibilidades humanas y también a las trascendentes. El paradigma de lo humano abarca todas las dimensiones personales, desde las físicas a las espirituales. Nada queda excluido de la realidad del yo, núcleo en el que convergen las diversas estructuras, que muestran la rica complejidad del ser humano.
La aspiración a modelar ese hombre integral comienza por lo corporal. A la educación física se la está dando ya la atención que merece. Hoy más que nunca sigue siendo verdad aquello de que “mens sana in corpore sano”. El factor físico resulta ser un aliado imprescindible para el desarrollo humano integral, sin que ello suponga una autocomplacencia que nos lleve a rendir un culto exagerado al cuerpo, que es algo de lo que hoy está pasando. A este respecto ya San Gregorio Magno nos advertía “que si al cuerpo le damos poco, o no le respetamos debidamente, perdemos a un amigo, pero si le regalamos demasiado alimentamos a un enemigo”. Si esto es así, a los padres les ayudaría bastante el tener a mano una adecuada información sobre las leyes por las que se rige la sensibilidad y el correcto funcionamiento de los sentidos, teniendo en cuenta así mismo todas aquellas cuestiones más o menos relacionadas con la higiene, en el más amplio sentido de la palabra.
En otra esfera estructural de la persona nos encontramos con la dimensión mental, que siempre ha sido un componente fundamental a tener en cuenta; por eso ha sido siempre una de las principales aspiraciones educativas el aprender mucho y bien. Naturalmente ni el padre ni la madre, ni los dos juntos, pueden proporcionar la formación intelectual que los hijos necesitan, pero sí pueden ser sus mejores orientadores y tutores, inculcándoles el respeto y la pasión por la verdad, lejos de adoctrinamientos y manipulaciones, pero también lejos de relativismos y subjetivismos iconoclastas. Poco se podría enseñar a unos sujetos que no creen en la verdad o la confunden con la utilidad. La verdad a la que hay que aspirar es la verdad por ella misma, desinteresada, que lleva su recompensa en haberla adquirido. Cuando se inculca a los hijos una auténtica motivación por el saber, son ellos mismos los que se encargarán de aprender.
En la educación de la mente no sólo importa aprender contenidos, es necesario también aprender a aprender. Aquí los padres vuelven a tener una misión destacada, tratando de enseñar a sus hijos cómo tienen que estudiar. Aún con todo, la función más decisiva en orden a ir conformando la personalidad de los hijos, hay que buscarla por los caminos de la moralidad y la espiritualidad. Del mismo modo que del hombre hay que decir que es algo más que entendimiento de la educación podemos decir que es algo más que mera instrucción el cultivo de la mente ha de estar complementado por el cultivo de la voluntad.
La moralización de la persona es algo que no puede faltar en educación. El hombre no nace con un talante moral definido, no nace bueno o malo sino que se va haciendo bueno o malo y en esto tiene mucho que ver la educación que recibimos. Desde el principio el niño necesita de unos principios y noemas éticas seguras t consistentes que le permitan orientarse y poder discernir unos comportamientos de otros , necesita saber donde está el bien y donde está el mal : un conocimiento bien fundado y consistente que le ponga a salvo de relativismos arbitrarios y de subjetivismos caprichosos. No es sólo la verdad moral la que nos hace buenos y honrados hace falta ponerla en práctica. La recta conciencia ha d venir complementada por la buena voluntad. No es suficiente con saber que es la virtud y donde están los valores es preciso conquistarlos y hacerlos nuestros y esto requiere esfuerzo y ejercicio continuado. Se llega a ser veraz ejercitando la veracidad, se llega a ser solidario ejercitando la solidaridad,, Se llega a ser honrado ejercitando actos continuados de honradez. Los actos continuados engendran hábitos y estos son los que van conformando el talante moral de cada persona , nada de esto es posible si no se ha aprendido el difícil arte del autodominio.
Ni que decir tiene que esta difícil misión que los padres tienen como educadores de sus hijos no la podrán llevar a cabo si ellos mismos no son sujetos de moralidad. Al final acaba enseñándose lo que se es . En los hijos sobre todo en los más pequeños cala hondo el ejemplo de sus padres . Los niños tiene una sensibilidad especial para captar lo que pasa a su alrededor. La incongruencia entre lo que se hace y lo que se dice puede resultar desconcertante para el niño. No hace falta insistir en algo que se nos muestra obvio. La moralización aún si pretenderlo nos introduce en la esfera de lo religioso. Así lo entendió Kant , uno de los mayores filósofos de la historia , quien pensaba que la educación religiosa era un complemento de la educación moral.
Nunca la idea de Dios ha sido accidental en la vida de los hombres. Todos los humanismos, todos tiene como última referencia a Dios. Unos para afirmarle y otros para negarle. Esto mismo podíamos decir de la educación: Solo hay dos tipos de educación pasible: con o sin Dios . Si contamos con Él sumamos si prescindimos de Él restamos. El vacío de Dios es empobrecedor, en cambio cuando le hacemos entrar en nuestros planes las posibilidades humanas se multiplican hasta el infinito. Olvidarnos de la dimensión trascendente es sustraer al hombre algo consustancial a su vocación por ello si queremos una educación integral no tenemos más remedio que abrirnos a la trascendencia solamente así podremos hablar de hombres en plenitud . Las aspiraciones cristianas de siempre ha sido una garantía para la educación . Los bellos ideales de amor universal, perdón fraternidad y demás valores cristianos configuran el mejor escenario de una convivencia en armonía y paz.
Por donde quiera que se lo mire una educación integral ha de estar solícita a las exigencias del espíritu donde somos muchos los que creemos que se encuentra lo más significativo de l hombre que nos lleva a colocar a Dios como el fin último de nuestras vidas. Históricamente es fácil constatar que todos los proyectos educativos que prescinden de Dios no han dado buenos resultados , ni han hecho al hombre más libre y solidario, ni tampoco más satisfecho de sí mismo y más feliz . Esta es la realidad .No parece que sea una mera casualidad que la deshumanización que viene acompañada de nuevas servidumbres como la droga el sexo y la violencia hagan su aparición en un mundo desteologizado.
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Ángel Gutiérrez Sanz
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