En principio, el Diccionario
de la Real Academia Española dice que explícito/a es un adjetivo
que debe calificar algo cuando exprese clara y determinantemente una cosa.
Expresiones como Al pan pan y al vino vino, o Se puede decir más alto
pero no más claro pueden ser asociadas sin esfuerzo alguno al término explícito/a.
La característica fundamental el propio anuncio apostólico es la de su carácter
explícito. Sobre posibles dudas al respecto, nada como el Magisterio de la
Iglesia para despejarlas.
En la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandii (EN) el Papa
Pablo VI, hablando sobre la evangelización en el mundo contemporáneo, señalaba
que como núcleo y centro de su Buena Nueva, Jesús anuncia la salvación, ese
gran don de Dios que es liberación de todo lo que oprime al hombre, pero que es
sobre todo liberación del pecado y del maligno, dentro de la alegría de conocer
a Dios y de ser conocido por El, de verlo, de entregarse a El. (EN, 9)
A la hora de definir lo que es evangelizar, indicaba que evangelizar
significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad (EN, 17) . Tras reconocer la importancia del testimonio de
vida que constituye ya de por sí una proclamación silenciosa, pero
también muy clara y eficaz, de la Buena Nueva (EN, 21), podríamos decir que implícita, pasaba a señalar que esto sigue siendo insuficiente, pues el
más hermoso testimonio se revelará a la larga impotente si no es esclarecido,
justificado —lo que Pedro llamaba dar "razón de vuestra esperanza"
(52)—, explicitado por un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús (EN,
22). A este anuncio inequívoco fue a lo que Pablo VI llamó anuncio
explícito. Más adelante explicaba que dicho anuncio debía contener como
centro el kerygma, esto es una clara proclamación de que en
Jesucristo, Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, se ofrece la
salvación a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de
Dios (EN 57).
De entre los métodos para practicar este anuncio destacaba el de una
predicación viva, indicando que no es superfluo subrayar a continuación la
importancia y necesidad de la predicación: "Pero ¿cómo invocarán a Aquel
en quien no han creído? Y, ¿cómo creerán sin haber oído de El? Y ¿cómo oirán si
nadie les predica?... Luego, la fe viene de la audición, y la audición, por la
palabra de Cristo" (69). Esta ley enunciada un día por San Pablo conserva
hoy todo su vigor (EN, 42), y señalando más adelante que este primer
anuncio a los que están lejos debe incluir por supuesto la predicación
explícita, que no es excluyente de otros medios, pero que ha de ocupar un
papel primordial (EN, 51).
Posteriormente Juan Pablo II en la Redemptoris Missio (RM), hablando del primer anuncio de Cristo Salvador, señalaba que el
anuncio tiene la prioridad permanente en la misión: la Iglesia no puede
substraerse al mandato explícito de Cristo; no puede privar a los hombres de la « Buena Nueva » de que son amados y salvados por Dios (RM, 44). La evangelización
también debe contener siempre —como base, centro y a la vez culmen de su
dinamismo— una clara proclamación de que en Jesucristo, se ofrece la salvación
a todos los hombres, como don de la gracia y de la misericordia de Dios (RM,72),
anuncio que además puede hacerse sólo, como los apóstoles, no necesariamente la
comunidad, ya que al hacerse en unión con toda la comunidad eclesial, el
anuncio nunca es un hecho personal. El misionero está presente y actúa en
virtud de un mandato recibido y, aunque se encuentre solo , está unido por
vínculos invisibles, pero profundos, a la actividad evangelizadora de toda la Iglesia
(RM, 45), y porque los oyentes, pronto o más tarde, vislumbran a
través de él la comunidad que lo ha enviado y lo sostiene (RM, 76).
Todo lo dicho parece esclarecer no poco el significado de las palabras de
san Pablo Por tanto la fe viene de la predicación, y la predicación por la
palabra de Cristo (Rom 10, 17), y De hecho, como el mundo en su propia
sabiduría no conoció a Dios en su divina sabiduría, quiso Dios salvar a los
creyentes mediante la necedad de la predicación (1 Cor 1, 17-31). De lo que
no cabe duda es de que la Iglesia no ha dejado de confiar en el poder de la predicación. Confiemos también nosotros. ·- ·-· -······-·
Alfonso V. Carrascosa
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