Esquipulas: introducción geográfica e histórica.
Esquipulas es una ciudad de la República de Guatemala situada a 222 km. al este de la capital, en la parte sur-oriental del departamento de Chiquimula. Por un rápido
crecimiento en años recientes, el municipio cuenta en la actualidad con
alrededor de 50.000 habitantes. Dentro de todo el municipio, la altitud oscila
entre los 600 metros y los 2.500 metros en las montañas más altas.
La región de Chiquimula de la Sierra fue dominada por los españoles en 1525, cuando la conquistaron los capitanes Juan Pérez Dardón, Sancho de Barahona y Bartolomé Becerra, a las órdenes de Pedro de Alvarado y
junto a Conciso Hernández. Consigo llevaron también la religión católica. No
obstante, en abril de 1530 se produjo una revuelta de los habitantes de la
región, así como de otras más, bajo la dirección de los caciques Copantl-Galel.
El juez visitador Francisco de Orduña ordenó que los capitanes Pedro de Amalín
y Hernando de Chávez marcharan desde Mitlán a Esquipulas para pacificar la
situación, con 60 infantes españoles, 400 indios auxiliares y 30 caballos. Al
cabo de ciertas peripecias en el recorrido, llegaron al pueblo de Esquipulas,
pero les costó entrar en él debido a que se encontraba muy bien defendido. Después
de una tregua de tres días, los pobladores decidieron hacer un pacto de paz y
los españoles se asentaron durante varios días en el lugar mientras
reconstruían los destrozos ocasionados en otros pueblos vecinos.
A la conquista y colonización españolas, por supuesto,
acompañó como siempre la evangelización, por medio igualmente de misioneros
españoles.
Sus trabajos fueron logrando las conversiones, el aumento de los bautizos y la
profundización en la nueva fe, que cada vez iba siendo más amada por los
habitantes.
Esquipulas fue fundada con título de Villa entre los años
1560 y 1570 por los españoles, quienes comenzaron a convivir con los Chortís,
habitantes del lugar, según caracterizaba asimismo a la colonización española:
el proceso de mestizaje y de fusión entre los dos pueblos era favorecido por la
concepción católica del ser humano, opuesto a las visiones racistas.
La imagen milagrosa del Señor de Esquipulas.
A finales del siglo XVI, con el afianzamiento de la fe
católica de los habitantes de la región, éstos quisieron tener una imagen
devota de Jesús Crucificado, cosa que fue posible sobre todo a partir de 1594,
cuando una abundante y rica cosecha de algodón permitió reunir una cantidad
considerable de dinero para realizar el encargo de una digna representación.
Así, pues, los esquipultecos solicitaron a los misioneros que buscasen un
escultor y, en consecuencia, el Provisor del Obispado de Guatemala, don
Cristóbal de Morales, firmó un contrato el 4 de octubre de 1594 con el escultor
Quirio Cataño, de origen portugués y residente en la ciudad de Santiago de
Guatemala. El 29 de agosto, nuevamente, acordaron lo siguiente: En la Ciudad de Santiago de Guatemala, a los veintinueve días del mes de agosto del año mil
quinientos noventa y cuatro, Cristóbal de Morales, Provisor de este Obispado,
concertó con Quirio Cataño, oficial de escultor, que haga para el Pueblo de
Esquipulas un Crucifijo de vara y media, muy bien acabado y perfeccionado, que
lo debe dar acabado el día de San Francisco, primero que viene, y se han de dar
por él cien tostones de cuatro reales de plata cada uno; y para en cuenta de
los dichos cien tostones confesó haber recibido adelantados cincuenta tostones
de los cuales recibió realmente y él se obligó a cumplirlo, y para ello obligó
su persona y bienes y lo firmó de su nombre y el dicho Provisor. –Cristóbal de
Morales - Quirio Cataño.
El 4 de octubre, día de San Francisco de Asís, acudieron algunos
habitantes de Esquipulas a Santiago de Guatemala para recoger la imagen, según
se había previsto que debía estar ya concluida. En el viaje de vuelta, la gente
de todos los lugares por donde pasaban se quedaba admirada ante la belleza del
Crucifijo y pedían a los esquipultecos que les permitieran tenerlo al menos una
noche con ellos. De este modo, la imagen hizo una primera peregrinación de
cinco meses por Guatemala y llegó a Esquipulas el 9 de marzo de 1595, después
de haber ido derramando gracias por todos los sitios donde pasaba y en los que permanecía
al menos por un breve tiempo. Los esquipultecos recibieron al Santo Cristo con gran
devoción y le construyeron una pequeña ermita donde ofrecerle culto y solicitar
su auxilio y su bendición.
La Bella Imagen de Jesús Crucificado, el Cristo Negro, Señor
de Esquipulas, alcanzó pronto fama por los milagros, los favores y todo tipo de
gracias que se concedían a los que acudían a rezar devotos ante ella, y su
renombre se extendió notablemente por los lugares vecinos, hasta el punto de
que la ermita resultó ya pequeña para acoger a los peregrinos que iban en
número cada vez mayor. Hay constancia del comienzo de las peregrinaciones o romerías
a fines del siglo XVI, no sólo provenientes de la región, sino de todos los
territorios que entonces formaban la Capitanía General de Guatemala.
En consecuencia, cuando
se terminó de construir la iglesia parroquial a finales del siglo XVII, se
procedió a trasladar a ella la Imagen del Santo Cristo Señor de Esquipulas para
poder dar cabida a los peregrinos. El cronista Francisco Antonio de Fuentes y
Guzmán, en su Recordación Florida, precisamente de finales del siglo
mencionado, dice que ya se encontraba acabada y la describe así: Su iglesia
parroquial, que de materia firme se eslabona en sus maestras, se adorna con
buena capilla mayor, y sacristía de bóvedas, y el resto del cuerpo de la
iglesia, cubriéndose de teja, se ostenta y perpetúa a duraciones largas. La
imagen permaneció en la iglesia parroquial hasta 1759, cuando el arzobispo de
Guatemala, Monseñor Francisco José de Figueredo y Victoria, decidió su traslado
a un nuevo templo que se había construido expresamente para ella: el Templo o Santuario
de Esquipulas, construido en el gran campo que un día estuviera cultivado de
algodón y que había hecho posible adquirir los fondos para esculpirla.
Y es que, una vez más, las constantes y numerosas romerías o
peregrinaciones no podían ser acogidas ya con soltura en la iglesia parroquial.
Por lo tanto, Mons. Fray Pedro Pardo de Figueroa, último obispo de Guatemala y
primer arzobispo de la misma sede, ordenó edificar un templo más grande: el
Santuario, cuya obra encomendó a Felipe José de Porres, hijo de Diego y nieto
de José de Porres, célebres arquitectos antigüeños (de la ciudad de Antigua de
Guatemala). Tras la
muerte de este obispo y la elección de Mons. Francisco de Figueredo y Victoria
como arzobispo de Guatemala, los trabajos prosiguieron con gran entusiasmo y
quedaron terminados a finales de 1758. La bendición y dedicación del nuevo
Templo se efectuó el 4 de enero de 1759 por los obispos de Chiapas y Comayagua,
en nombre del arzobispo por encontrarse éste con problemas de salud: el Ilmo. don
Diego Rodríguez de Rivas y Velasco, obispo de Comayagua (Honduras), también
delicado de salud pero en condiciones suficientes para la ceremonia, procedió a
la bendición junto con el Ilmo. y Rvmo. Fray José de Montezuma, Obispo de
Ciudad Real (Chiapas), y con el clero que asistió. La ceremonia contó con la
presencia de don Alonso de Arcos y Moreno, Presidente de la Real Audiencia de la Ciudad de Guatemala, Gobernador y Capitán General.
El sábado 6 de enero, fiesta de Epifanía, se trasladó la Imagen del Señor de Esquipulas a su nuevo Templo, en perfecta y devota procesión organizada por
los sacerdotes de Camotán, Tejutla, Jutiapa y Mita, con preciosos altares
dispuestos para recibir las bendiciones del Señor a su paso. Hubo Misa Solemne
y sermón panegírico por la mañana y moral por la tarde, con predicadores de la ciudad
de Guatemala invitados a propósito. El número de devotos ese día y en toda la
novena fue muy elevado. Por fin, el día 18 concluyeron las fiestas con el
traslado de los restos mortales de Fray Pedro Pardo de Figueroa desde la Iglesia Parroquial al Nuevo Templo.
Los monjes benedictinos y la Basílica de Esquipulas.
Desde entonces, el Templo de Esquipulas ha venido siendo
visitado por gran multitud de peregrinos venidos de toda la América Central, no únicamente de Guatemala, sino también de los países próximos: México, El
Salvador, Honduras… Esta afluencia de fieles ha aumentado en el siglo XX
gracias al desarrollo de los medios de transporte y ha hecho del santuario y de
la ciudad una verdadera “Capital Centroamericana de la Fe”, como es conocida.
En 1956, el Papa Siervo de Dios Pío XII (cuyo decreto de
heroicidad de virtudes se espera en breve) erigió la Prelatura Nullius del Santo Cristo de Esquipulas, integrada por el municipio de
Esquipulas, cinco parroquias rurales y una urbana, con sede catedralicia en el
propio Santuario de Esquipulas. El Primer Prelado, nombrado asimismo por este
Romano Pontífice, fue el arzobispo de Guatemala, don Mariano Rossell y
Arellano, oriundo de Esquipulas, quien procuró desde el principio que una
comunidad de religiosos pudiera ir al lugar para ocuparse de su atención
pastoral.
Fue así como, tras diversos proyectos que no cuajaron,
finalmente recibió la aceptación de la abadía benedictina de Saint Joseph in
Saint Benedict, en Lousiana (Estados Unidos), perteneciente a la Congregación Benedictina Suizo-Americana. El 21 de marzo de 1959, Domingo de Ramos en aquel
año y fiesta del Tránsito de San Benito, llegaron los tres primeros monjes:
eran los PP. Gregorio Robeau (quien sería elegido abad en marzo de 1988),
Carlos Villeré (prior durante muchos años) y el Hermano Luis Giangrosso.
En 1961, el Papa Beato Juan XXIII
elevó el Santuario a la dignidad de Basílica Menor, atendiendo a la solicitud
presentada por Monseñor Rossell y a las condiciones que reunía la iglesia,
tanto por ser un centro importante de peregrinaciones como por las serias
garantías que ofrecía para el culto y para la labor pastoral
de la mano de los benedictinos. El abad del monasterio es también el rector de la Basílica.
El nuevo monasterio, asentado en
instalaciones contiguas al Santuario, fue elevado al rango de Abadía el 21 de
marzo de 1982 y su primer abad fue el P. Mateo Martin Mclees. Actualmente es abad
el P. Héctor Sosa Paz y la Comunidad cuenta con 18 monjes, muchos de ellos
jóvenes guatemaltecos.
De
acuerdo con el lema Pax de la Orden de San Benito y de esa virtud que
tanto ha caracterizado a sus monjes a lo largo de los siglos, Esquipulas,
ubicada en la frontera de Guatemala con Honduras y El Salvador, sirvió de
escenario en agosto de 1987 para el inicio de las negociaciones de los
gobiernos de la región con el fin de lograr la pacificación de Centroamérica,
convulsionada entonces por guerras internas en Guatemala, El Salvador y
Nicaragua, y para resolver asimismo el problema del desplazamiento de miles de
personas a Costa Rica, Honduras y México. Fruto de ese proceso, que fue
promovido por los entonces presidentes Vinicio Cerezo (Guatemala) y Óscar Arias
(Costa Rica), salieron los llamados “Acuerdos de Esquipulas”, que dieron pie a
la solución de los conflictos bélicos en el área. Por este motivo, los días 7 y
8 de agosto de este 2007 se han celebrado en Esquipulas y en Costa Rica los 20
años de aquel acontecimiento: en la ciudad guatemalteca, “Capital
Centroamericana de la Fe”, tuvo lugar una ceremonia religiosa en la Basílica y un acto protocolario oficial, con la asistencia del presidente de Guatemala, Óscar
Berger, y del vicepresidente Eduardo Stein.
El 9 de marzo de 1995 se celebró el cuarto centenario de
veneración de la imagen del Cristo Negro y casi un año después, en febrero de
1996, la ciudad, la Basílica y la Comunidad benedictina de Esquipulas se vieron
honradas con la visita del Papa Siervo de Dios Juan Pablo II.
El pasado 27 de abril de 2007 falleció el V Prelado de
Esquipulas, Monseñor José Aníbal Casasola Sosa, tras varios meses de enfermedad,
en los que dio un admirable testimonio de abnegación y sumisión a la voluntad
divina, que en algunos momentos llegó a ser totalmente heroica. Había
nacido en La Unión (Zacapa)
en 1949, recibió la ordenación sacerdotal a los 28 años y fue nombrado Obispo
de Zacapa-Chiquimula y Prelado de Esquipulas en 2004.
Labor espiritual y pastoral de los benedictinos.
Además de su vida monástica ordinaria, basada en la
combinación de oración, trabajo, lectio divina (lectura espiritual bajo
la guía del Espíritu Santo) y estudio, los benedictinos de Esquipulas llevan a
cabo una notable labor pastoral en la Basílica, en la ciudad y en el entorno rural.
Por supuesto, sobre todo destaca su atención a los
peregrinos: confesiones, dirección espiritual, etc. Según datos de la Comisión de Orden de la Basílica, aproximadamente 250 personas visitan cada hora el Cristo
Negro en un fin de semana de afluencia normal. La Santa Misa se celebra a diario en la Basílica con toda solemnidad y con el cuidado del canto
litúrgico, dando así mayor realce al valor espiritual del Santuario y
favoreciendo un ambiente de piedad, recogimiento y conversión. Los monjes
cuentan con un coro de niños con igual cometido. Además, los benedictinos se
dedican con solicitud al Oficio Divino, cuyas horas litúrgicas van jalonando el
día y llenándolo de contenido y sabor celestial, lo cual les permite elevar sus
almas hacia Dios y a la vez proseguir las actividades y los trabajos particulares
de cada uno con el mejor empeño. La hospedería acoge a las personas que quieren
compartir unos días de retiro y acentuación de la vida interior. Una granja
trabajada en parte por los monjes y en parte por personal contratado surte de
lo necesario a la Comunidad.
Por otro lado, algunos monjes sacerdotes se encargan de las
parroquias y los oratorios rurales del entorno.
En sentido amplio, puede decirse que la Comunidad benedictina ha conformado alrededor de la Basílica una gran familia integrada por los propios monjes, los seminaristas, los colaboradores administrativos, los
trabajadores del campo, los sacristanes, los niños del coro, los vigilantes, los
obreros, los directores y subdirectores, los maestros, el personal
administrativo, los alumnos empleados, los ex alumnos…
En este preciso momento, la Comunidad benedictina de Esquipulas se halla volcada en las obras de restauración y mejora de
la Basílica. Hasta
el pasado 7 de julio de 2007, las autoridades
administrativas de la Basílica han recaudado 413 mil quetzales para la
restauración del templo, pero se necesitan aún 1.300.000 más. Gracias a los
donativos de los peregrinos, se ha podido limpiar y pintar el templo, aunque
hace falta restaurar varios detalles y dar mantenimiento a las imágenes.
También está pendiente de limpieza, restauración y pintura el Altar de la Ermita, donde se encuentra colocada la imagen del Cristo Negro. El dinero recibido hasta la
fecha ha servido para el lavado de los pisos, la restauración y pintura en
interiores y exteriores y la colocación de 100 nuevas bancas.
Según
un informe ofrecido por el P. Hugo David López Hernández, O.S.B., secretario ejecutivo del Comité Permanente para la Basílica de Esquipulas, se explica que, con el deseo de celebrar el próximo 4 de enero de 2009 los 250 años de bendición de la Basílica, se ha decidido proceder a las mencionadas obras de restauración. En efecto, el paso
del tiempo, las condiciones climáticas, los movimientos sísmicos y el uso
continuo de miles y miles de peregrinos, “ha ido provocando algunos daños, no
severos gracias a Dios, en la estructura del templo, tanto interna como
externamente. Para favorecer las iniciativas tendentes a velar por la mejora,
embellecimiento y restauración de la Basílica del Santo Cristo de Esquipulas, el Abad Héctor Sosa Paz,
Rector de la Basílica de Esquipulas, ha convocado un Comité de carácter
Permanente para velar por este monumento religioso de carácter nacional. Este Comité
está integrado por miembros de la Abadía de Jesucristo Crucificado, de la Corporación Municipal de Esquipulas, Coosajo, R.L. y personas distinguidas por su
competencia técnica, legal y profesional. El Comité lleva por nombre Comité Permanente para la Basílica de Esquipulas”.
El
mismo informe dice que una de las primeras iniciativas fue ponerse en contacto
con las autoridades del “Instituto de Antropología e Historia” (IDAEH) mediante
el “Programa de Conservación y Restauración de Bienes Inmuebles Culturales”
(PROCORBIC), con una
visita de reconocimiento por parte de esta entidad y la emisión de un dictamen para el lavado, restauración y pintura de la Basílica de Esquipulas. A partir de ahí han comenzado las tareas, contactando con la empresa
SERINCO. Desde el 16 de mayo de 2007 se han iniciado los trabajos, que
consisten en: el lavado exterior e interior; el resane de desportillamientos,
grietas y fisuras no estructurales y agujeros y reconstrucción de detalles
faltantes de las superficies interiores y exteriores de la Basílica; la aplicación de una capa de sellador látex vinílico para sellar superficies; y la
aplicación de dos capas de pintura semisatinada en el exterior y de dos capas
de pintura satinada en el interior.
En el
informe también se explican con detalle otros proyectos de importancia, cuales
son: la adquisición de nuevo
mobiliario para uso de los peregrinos (100 bancas en madera de
cedro, en atención sobre todo a los fieles y peregrinos enfermos, ancianos,
convalecientes y demás visitantes); la remodelación
de las gradas de acceso al atrio por la puerta lateral; y la habilitación de la Capilla de Candelas.
Labor educativa y cultural de los benedictinos.
Los benedictinos llegaron a Esquipulas con el propósito,
ante todo, de asentar allí la vida monástica y servir a Dios en ella, atendiendo
además de un modo muy singular todas las necesidades espirituales y pastorales del
Santuario, que dos años después fue convertido en Basílica menor. Pero, además
de esta intención fundamental, desde el primer momento desearon también
favorecer el desarrollo económico, social y cultural de la ciudad, del entorno
y, en la medida de sus posibilidades, de Guatemala y Centroamérica.
Conscientes de que la educación
era un factor esencial para el desarrollo de la población, fue así como muy
pronto fundaron unas “escuelitas” de
enseñanza primaria en las aldeas de Horcones, Agua Caliente y otras, en las que
han estudiado varios de los que hoy son monjes de la Comunidad benedictina. Después se vieron en la necesidad de crear un colegio en la misma ciudad
de Esquipulas, el “Colegio San Benito”, donde actualmente reciben su formación
más de 800 alumnos en dos jornadas, matutina y vespertina. Inicialmente estuvo
orientado sobre todo a niños de familias pobres, pero, al sobresalir en seguida
como el mejor colegio, las familias de buena posición económica comenzaron a
llevar también a sus niños, con el peligro de que quedasen excluidos los que no
podían pagar. Por eso, el colegio tiene actualmente un sistema de becas para
niños de escasos recursos y cuotas para los que pueden pagar, las cuales, así
todo, son muy bajas.
Por
otra parte, en Esquipulas hay
varias instituciones con programas de becas que comparten criterios con los
benedictinos. Gracias a la solidez académica y la excelencia educativa con que
cuenta el “Colegio San Benito”, que ha alcanzado fama a nivel nacional, el
gobierno de Guatemala lo ha elegido desde el año 2004 junto con otros colegios
de la República como los mejores del país y ha enviado a él a más de 50 alumnos: se trata de jóvenes seleccionados por el rendimiento excelente que han demostrado en sus previos centros educativos.
La formación que se imparte comprende desde el “prekinder”
hasta el momento de poder entrar en la universidad.
Desde hace algunos años, por la misma solidez académica que
ha caracterizado al “Colegio San Benito”, la Universidad privada “Galileo” ha depositado su confianza en los benedictinos y ha creado una
extensión de la Universidad en el colegio, donde se imparten clases los fines de
semana para luego poder optar a licenciaturas o maestrías. Debido al incremento
de alumnos en 2006, los monjes se han visto en la necesidad de construir nuevas
aulas.
La demanda de gente que quiere estudiar en el colegio
benedictino es grandísima, pero las posibilidades de acoger todas las
peticiones, a pesar de los esfuerzos que se hacen por atenderlas, no son aún
suficientes. Por eso, los monjes tienen proyectado construir un polideportivo y
una capilla mucho más grande para el colegio, pero necesitan ayuda económica
porque la Comunidad no puede afrontar por sí sola todo el capital necesario que
se ha de invertir, ya que desde que se fundó el colegio las cuotas de los
alumnos son simbólicas. En efecto, ha sido la Comunidad la que siempre ha puesto el resto del dinero necesario en los gastos del colegio y
realmente es mucho el montante que destina a éste para bien de la sociedad
esquipulteca, con la conciencia nítida de que los niños y jóvenes son el futuro
de Esquipulas, de Guatemala y de la Iglesia de esta nación hispanoamericana.
En la medida que les es posible, los monjes de la Comunidad imparten clases en las aulas del “Colegio San Benito”, con el fin de fomentar en los
alumnos sólidos principios cristianos. Además, los maestros que tienen la
responsabilidad de formar a los alumnos son preparados de forma constante mediante
capacitaciones orientadas a poder ofrecer una mejor educación.
No hay que perder de vista asimismo que los monjes tratan
de construir una casa para los seminaristas vinculados a su Comunidad; es algo
en cierto modo paralelo al seminario creado y dirigido por otro monasterio
benedictino de Guatemala, el de San José en Quetzaltenango (antes estuvo en
Sololá, fundado en 1967), a 200 km. de la capital.
En fin, los benedictinos siguen colaborando económicamente
de forma importante en la construcción y dotación de “escuelitas” rurales en
las aldeas del entorno y en la creación de plazas de maestros para las mismas.
Además, prestan asistencia académica por medio de la notable biblioteca del monasterio
y tratan de incrementar el número y la calidad de los libros de la biblioteca
pública de la ciudad.
Labor social de los benedictinos.
A raíz de los procesos de emancipación de las nuevas
naciones hispanoamericanas a principios del siglo XIX, éstas sufrieron un
empobrecimiento de sus economías y, sobre todo, de las clases indígenas y
mestizas, en buena medida ocasionado por la constante inestabilidad de la vida
política de los Estados recién surgidos, por las actitudes de los nuevos grupos
dirigentes y por las ingerencias de otros poderes políticos, económicos y
culturales externos a la realidad hispanoamericana y deseosos de erradicar las
raíces católicas e hispánicas de este ámbito.
Que esto es así, lo prueban manifiestamente hechos como la
política llevada a cabo en el vecino México bajo el gobierno liberal y masónico
de Benito Juárez (indio zapoteca propiamente renegado de su raza y de su
inicial fe católica), especialmente cuando se aplicaron en 1860 las “Leyes de la Reforma”: a las de signo anticlerical se sumaban las que eliminaron los ejidos comunales
indígenas, causando el empobrecimiento de los indios. Y este empobrecimiento
ocasionado por Juárez a sus hermanos de raza se colmó asimismo al suprimir toda
clase de cuerpo intermedio (gremios, cofradías, etc.), lo cual desarraigó a los
indios y les convirtió en proletarios sin protección ante los nuevos
contratistas, sin derechos jurídicos y sin el amparo de las antiguas
instituciones de previsión social. En el México de Juárez surgieron grandes
latifundios donde antes había tierras comunales indígenas y tierras de la Iglesia, y sus trabajadores vieron decaer siempre y en todos los casos sus condiciones
laborales y económicas. Por eso, autores mexicanos como José Vasconcelos,
Salvador Abascal y Nemesio Rodríguez Lois han hablado del “mito de Juárez” y
han incidido en su política nefasta para la población india de su propia
Patria, como lo fue igualmente para la independencia nacional frente a la
intervención política y económica estadounidense, según se pudo ver en la firma
del tratado Mac Lane-Ocampo. Aunque hayamos mencionado de un modo especial el
caso de México, la pérdida de la propiedad por parte de los indios fue un hecho
prácticamente general en Hispanoamérica, sobre todo en cuanto se refiere a los
bienes comunales, pues desapareció la protección que antes existía sobre ellos
por parte de la legislación otorgada por la Corona española.
Tristemente, la República de Guatemala es hoy un país muy pobre, que ocupa el último lugar de Centroamérica en el índice de desarrollo humano
y el puesto 117 a nivel mundial. En una Carta Pastoral de la Conferencia Episcopal guatemalteca de 20 de abril de 2007, principalmente dirigida en defensa
de la vida humana desde su concepción ante la amenaza ocasionada por la “Ley de
acceso universal y equitativo de servicios de planificación familiar”
recientemente votada por el Congreso de la República, se presenta primero un panorama general de la situación de pobreza y degradación que padece aquella sociedad. Así
se ofrecen datos muy significativos, como el referente a que el 5% más rico de
la población del país concentra 63 veces más riqueza que el 5% más pobre, y que
el 20% de la población percibe menos del 2% de los ingresos nacionales. En
consecuencia, el 56% de la población malvive por debajo de la línea de pobreza,
cifra que equivale a 7,3 millones de personas, concentrándose la miseria sobre
todo en las áreas rurales aprisionadas entre el latifundio y el minifundio y
ensañándose especialmente con las mujeres, los indígenas, los ancianos y los niños.
Además, el 49% de los niños menores de 5 años sufre desnutrición crónica
(1.018.383 niños), siendo así el Estado que ocupa el primer lugar en
Hispanoamérica en desnutrición crónica y el sexto a nivel mundial, detrás de
Nepal y Etiopía. Toda esta situación de pobreza y miseria engendra una
violencia que daña profundamente la vida cotidiana de la sociedad guatemalteca,
acentuada por un sistema ineficaz de justicia, que hace que el 97% de los
homicidios queden impunes, habiendo habido más de 23.000 muertes violentas
entre los años 2000 y 2005.
Lamentablemente, a todo esto hay que sumar otros hechos
terribles, como es la venta de niños por algunos padres o bien su rapto por
redes de tráfico infantil que parten sobre todo de Estados Unidos; y, según
bastantes indicios apuntan, también se produce el asesinato de otros niños para
la extracción de órganos con destino igualmente a los Estados Unidos. Hechos
recientes como la irrupción de la Policía Nacional Civil de Guatemala en la “Casa Cuna Quivira”, en la ciudad de Antigua, han
confirmado muchas sospechas y se han unido a otros datos anteriores. Se trata
de un mercado que “exporta” anualmente unos 5.000 niños, a un precio que ronda
los 35.000 euros por cabeza, facilitado por una legislación insuficiente para
afrontar el problema.
En medio de este panorama, por lo tanto, es donde queremos
resaltar, una vez más, la obra social llevada a cabo por los monjes
benedictinos de Esquipulas, que puede parecer pequeña si se tienen en cuenta
las condiciones generales, pero al mismo tiempo ingente si se considera su
valor significativo y la manera en que tanto ha impulsado el desarrollo de la
comarca. Por supuesto, algunas de las actividades que ya hemos reseñado son una
verdadera obra social: atención a los peregrinos, hospedería, “Colegio San
Benito” y otras realizaciones educativas y culturales, etc.
Por una parte, los monjes han
tratado de promover el desarrollo agrario y que los propios campesinos
adquieran espíritu de ahorro y capacidad emprendedora y de iniciativa. Tal fue
lo que hicieron, de un modo muy especial, con la que hoy es ya la eficiente y
puntera “ Cooperativa de Ahorro y Crédito
Integral San José Obrero, R. L.” (Responsabilidad Limitada), COOSAJORL o
Coosajo, R.L., que actualmente funciona de modo del todo independiente,
conforme al deseo originario.
El P. Mateo Martin Mclees , primer abad de la Abadía de Jesucristo Crucificado, fue uno de los principales fundadores de la cooperativa. La idea surgió al ver que
muchos de los empleados del monasterio en las diferentes áreas necesitaban
dinero para invertirlo en tierras, para poder dar una educación superior a sus
hijos o para otras necesidades. Según fueron pasando los años, la demanda de
capital era mucho mayor, no sólo de gente que trabajaba contratada por los
benedictinos, sino también de otros esquipultecos, por lo que los religiosos
tomaron la iniciativa de formar una entidad financiera que un día fuera
totalmente autónoma de la Comunidad, y así funciona de hecho actualmente. Al
crear la cooperativa, los monjes querían que los esquipultecos fueran capaces
de generar capital por ellos mismos y que la Comunidad benedictina pudiera dedicarse a los esquipultecos desde otros campos de acción. Al
principio ocupó los lugares que se utilizan hoy para las radios.
Si se tiene en cuenta la limitación de recursos con que
comenzó COOSAJORL, uno no puede dejar de sorprenderse, pues dio sus primeros
pasos ingresando el dinero en una simple botella de leche. Cuando por fin se
consideró que ya estaba en su mayoría de edad, por conceptos de estatutos que
rigen a este tipo de entidades, los benedictinos se desligaron de ella para que
trabajase por su cuenta y bajo la iniciativa de los cooperativistas, algo que
ahora hace muy bien con sus propios medios y criterios. No obstante, el
entendimiento y las relaciones con la Comunidad benedictina siguen siendo siempre muy amistosos y fluidos. Actualmente cuenta con más de 50.000 afiliados y
posee más de seis agencias en diferentes municipios de Chiquimula y otra en
Estados Unidos. Ha alcanzado el rango de líder en la intermediación financiera
en el noreste de Guatemala y cuenta con el respaldo de organizaciones
internacionales de crédito cooperativo, singularmente el “Consejo Mundial de
Cooperativas de Crédito y Ahorro” (WOCCU). Forma parte asimismo del Comité Permanente
de la Basílica.
En el panorama educativo, con ayuda del “Colegio San
Benito” y de otros colegios, COOSAJORL facilita la educación a varios niños y
jóvenes. Además, a nivel de Esquipulas comparte proyectos de desarrollo
diverso con la Comunidad benedictina, como el que hoy ocupa de un modo muy
importante sus ilusiones: el embellecimiento del entorno y del contorno de la Basílica, además de la mejora de su propia estructura física, pintura, piso etc.
Otro aspecto muy sobresaliente de la obra social
benedictina en Esquipulas y sus alrededores es el sanitario. Desde que se fundó
el monasterio, los monjes han posibilitado la existencia y el desarrollo de la “Clínica San Luis”, la clínica local, que ha venido siendo de gran ayuda para los más de 50.000
habitantes que tiene ya hoy Esquipulas. Cabe destacar hechos notables como la
entrega de medicamentos a muy bajo costo a las personas que los necesitan,
sin ninguna finalidad de lucro. El encargado de la clínica es el párroco de la Parroquia de Santiago, situada a 1 km. de la Basílica, el cual pertenece a la Comunidad benedictina, por lo que muchas de las decisiones en relación a este centro médico
son consensuadas a nivel comunitario. También se realizan jornadas médicas cada
cierto tiempo. Además, en muchas comunidades rurales existen pequeñas farmacias
(botiquines), con medicamentos que son proporcionados por la clínica y que se
dan a muy bajo costo. Tampoco hay que olvidar la ayuda prestada por los religiosos
a un asilo de ancianos que hay en Esquipulas y a los “Bomberos
Voluntarios”.
En estos momentos, la emigración guatemalteca a los Estados
Unidos es muy numerosa y supone en muchas ocasiones un drama humano, porque
conlleva abandonar la propia Patria y trasladarse a un país extranjero en el
que no siempre se encuentran las mejores condiciones que se anhelaban y del que
existen amplias posibilidades de ser repatriado. Según los datos ofrecidos en
el mencionado documento de abril de 2007 de la Conferencia Episcopal de Guatemala, 140.000 jóvenes buscan empleo cada año y muchos de ellos
optan por emigrar a Estados Unidos, desde donde envían importantes remesas de
dinero a sus familias para poder salir adelante en su situación de pobreza o de
auténtica miseria. Pero, a la par, como decimos, dada la condición ilegal de
muchos de ellos, es elevado también el número de los que son devueltos a
Guatemala, donde se encuentran con un panorama casi más difícil aún que el que
dejaron al marchar. Ante este problema creciente, los monjes de Esquipulas han
creado una oficina de “Servicio Social”, en la cual brindan alimentos y ayuda
económica y para transporte a aquellas personas que son deportadas de Estados
Unidos, además de hacerlo en beneficio de otras que necesitan comida o que
tienen que comprar alguna medicina que no exista en la “Clínica San Luis”. Quienes trabajan tanto en la clínica como en el servicio social
(alrededor de unos 200 entre los dos) son laicos, con el objetivo de que ambos
sitios sean una sana fuente de empleo para los esquipultecos.
Los monjes han realizado esfuerzos económicos también para
sostener dos emisoras de radio en la ciudad, una AM y otra FM. En cuanto al
entorno rural, es muy interesante asimismo toda la vasta gama de iniciativas
que han adoptado o en las que han colaborado, algunas de las cuales hemos
referido ya.
En efecto, el municipio de Esquipulas posee muchísimas aldeas, en varias de las cuales
no hay oratorios, escuelas o salones comunales, por lo que la Comunidad benedictina aporta económicamente su ayuda para la construcción de estos locales.
Los oratorios, concretamente, son después atendidos pastoralmente por los
sacerdotes de la Comunidad. Las escuelas (“escuelitas”) son sostenidas con
proyectos de la municipalidad (el ayuntamiento), con los que la Comunidad colabora ayudando.
Además, en las
aldeas, los monjes brindan ayuda y accesorios para llevar agua a las
comunidades rurales, participan en la lucha para evitar que las aguas se vean
contaminadas por la pulpa del café u otros contaminantes y promueven entre la
gente la toma de conciencia del buen uso que se debe hacer del agua. Asimismo,
después de haber podido satisfacer necesidades como oratorios, salud, educación
y agua potable, a veces se diseñan proyectos para llevar electricidad a varias
comunidades o se financian motores generadores de electricidad, a todo lo cual
colaboran económicamente los benedictinos. También participan en evitar las
deforestaciones excesivas que sufren actualmente los bosques de Esquipulas.
En fin, dentro de los
proyectos que la Comunidad monástica contempla hoy día están algunos
otros como hacer un museo y construir un polideportivo.
Recapitulación.
Los antiguos monasterios de la Europa medieval funcionaron eficazmente como centros impulsores de la vida espiritual,
cultural, económica y social de las regiones y países donde se hallaban
asentados, dando así forma y contenido a la civilización cristiana europea. De
un modo semejante sobresale también la obra llevada a cabo por el benedictino
español Dom Rosendo Salvado en Australia en el siglo XIX y la del monje
trapense austríaco P. Pfanner en Sudáfrica. Y de forma muy similar a todos
estos casos, los monjes de Esquipulas y de otros muchos monasterios de América,
África y Asia son hoy grandes protagonistas en el desarrollo humano integral de
las zonas donde se encuentran enclavados, partiendo siempre del postulado
fundamental de la primacía absoluta de la búsqueda de Dios, según el expreso
deseo de San Benito: sin perder de vista cuál es su objetivo esencial, de
carácter espiritual, pueden precisamente por eso llevar a cabo una labor moral
y material con frutos copiosos y sin que ella se convierta en un fin exclusivo,
algo que ha sido una tentación demasiado fuerte en el caso de algunos
religiosos y sacerdotes en tiempos recientes en la Iglesia Católica.
Por otro lado, Hispanoamérica está experimentando hoy la
ofensiva de las sectas protestantes y de otros tipos bajo el impulso de ciertas
instituciones estadounidenses e internacionales de signo un tanto oscuro (y que
contrastan con la generosidad bien probada del catolicismo estadounidense), con
el fin evidente de descatolizar y deshispanizar ese vasto marco espiritual y
cultural, es decir, con el fin de vaciarlo de su auténtica esencia. La propia República de Guatemala ofrece ya unas cifras de alrededor de un 30% de su población
que pertenece a diversas sectas o guarda relación con ellas. Por lo tanto, en
medio de ese panorama, Esquipulas se alza como la Capital Centroamericana de la Fe, como un Santuario católico de Hispanoamérica, como un
símbolo bien palpable de lo que es la esencia católica de Guatemala y de toda
Hispanoamérica.
En fin, este artículo, elaborado sencillamente con escasa
bibliografía, con noticias tomadas de Internet y con la información
proporcionada por los propios benedictinos de Esquipulas, quiero dedicarlo a la Comunidad de estos últimos y al Santo Cristo Negro, dada la devoción y el afecto particulares
que he visto crecer en mí hacia su imagen, hacia el Santuario y hacia los monjes
a los que siento como verdaderos hermanos en la familia de Nuestro Padre San
Benito.·- ·-· -······-·
Santiago Cantera Montenegro, O.S.B.
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