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La Educación Católica en la Educación Primaria, ¿Es Realmente una opción de libre elección?

por José Antonio Rodríguez Vázquez

Educación católica no es lo mismo que enseñanza de la asignatura de religión. La educación católica supone conformidad de todas las materias y asignaturas con la Fe cristiana. La legislación actual no garantiza que ello sea así, y mientras no se legisle en ese sentido los padres católicos que no se resignen a exponer a sus hijos al pluralismo indiferentista de los centros públicos, no tienen más remedio que ingresarlos en centros privados, con lo que ello supone de discriminación e injusticia para con unos padres que contribuyen al sostenimiento público de la educación sin recibir compensación a cambio. Por ello urge que la financiación de las Administraciones públicas a la matrícula de los niños se destine directamente a los padres y no a los centros.

De acuerdo con lo establecido en la disposición adicional segunda de la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, las enseñanzas de religión están incluidas en la Educación primaria.

Las administraciones educativas deben garantizar que, al inicio del curso, los padres o tutores de los alumnos y las alumnas puedan manifestar su voluntad de que éstos reciban o no reciban enseñanzas de religión. La evaluación de la enseñanza de la religión católica se realiza en los mismos términos y con los mismos efectos que la de las otras áreas de la Educación primaria, si bien las calificaciones que se hubieran obtenido en la evaluación de las enseñanzas de religión no se computarán en las convocatorias en que deban entrar en concurrencia los expedientes académicos.

Así pues, la enseñanza de la Religión católica, conforme a un currículo determinado por la jerarquía eclesiástica queda, en principio y a primera vista, salvaguardada.

Ahora bien, una cosa es la enseñanza de la Religión, y otra cosa la educación religiosa.

La educación religiosa debe ir, y va, más allá de la mera exposición de los contenidos de la religión católica, circunscrita a una materia académica más entre otras.

La educación católica supone la enseñanza de todas las materias académicas a la luz de la fe católica.

Esta distinción y aclaración es especialmente importante en relación con asignaturas de carácter humanístico susceptibles de ser interpretadas y expuestas desde prismas ideológicos, filosóficos, morales y, por supuesto, religiosos muy diversos.

Es el caso, entre otros, de las ciencias naturales y la historia.

No es lo mismo un enfoque materialista del origen del hombre o del acontecer histórico de la humanidad, que una explicación de la historia y el génesis acorde con la doctrina católica.

De poco vale que a los niños se les imparta la asignatura de la religión unos minutos a la semana, si el resto de los conocimientos recibidos en las diferentes disciplinas no es conforme con la fe en la que sus padres han querido educarles. Máxime cuando en ocasiones quienes transmiten ese conocimiento tratan de dejar en ridículo a la religión, o cuando menos relegarla a un plano de inferioridad en comparación con sus subjetivos análisis de la historia, de la ciencia, etc.

Los padres que quieren inculcar a sus hijos una formación religiosa íntegra, deben tener la posibilidad de controlar y exigir un profesorado ortodoxo en lo doctrinal y que todas las materias impartidas en los distintos cursos sean consecuentes con la teología católica.

Actualmente ello es sólo posible ingresando en centros privados con un ideario netamente católico, por lo cual se produce una situación de desigualdad injusta, puesto que los padres que deseen proteger y estimular la fe de sus hijos que no tienen más opción que escolarizarlos en un centro privado (salvo que sea concertado, y aún así no es fácil encontrarlos que reúnan unos mínimos requisitos, ni tienen de hecho la misma independencia que los centros no concertados). Y, obviamente, es injusto que contribuyendo como todos los demás a pagar unos impuestos que en parte van destinados a la enseñanza escolar, no reciban del Estado o de las demás administraciones públicas ningún beneficio en reciprocidad.

La única solución para remediar tamaña discriminación e injusticia sería el llamado cheque escolar, es decir, que la financiación derivada de la matrícula llegara a los centros de la mano del escolar y no de la Administración.

Mientras no sea así no se podrá hablar de verdadera libertad de los padres para elegir el tipo de enseñanza que quieren para sus hijos.

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José Antonio Rodríguez Vázquez



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