Creo recordar que en física había un principio de decía algo así: “aquel cuerpo que no se forma, se deforma por acción de las diferentes fuerzas a las que está sometido”.
Quizá no fuera exactamente así, pero el mensaje que lleva implícito me sirve para hacer la siguiente reflexión: ¿“y que pasa con la conciencia que no se forma”?
Realmente, desde que nacemos estamos sometidos a continuos procesos de formación o aprendizaje, los cuales, nos irán capacitando progresivamente hasta hacernos autónomos en el medio que nos rodea. Aprendemos a andar, a comer, a hablar, a dormir….incluso, de la mano de nuestros padres, se nos instruye sobre lo bueno y lo malo de cada una de nuestras acciones. Digamos que, poco a poco, aprendemos a vivir, y a vivir con sentido.
Nuestro desarrollo físico se acompaña, en esos primeros años, de su correspondiente desarrollo emocional, intelectual, psicológico y, seguro que moral. De hecho, cuando un niño se retrasa en cualquiera de dichos desarrollos nos preocupa de tal modo que, de inmediato, ponemos remedio al asunto: lo llevamos al médico si no crece; al psicólogo o logopeda si no habla, al tutor de refuerzo si suspende y le reprendemos si actúa mal, en un intento de formar su naciente conciencia moral.
Y esta es la que me lleva a reflexión, la conciencia moral. La conciencia o consciencia, del latín conscientia, es definida en general como el conocimiento que el ser humano tiene de sí mismo y de su entorno. Literalmente significa conscientia *cum scientia “con conocimiento”. La conciencia, percibida desde el punto de vista moral es el conocimiento de un individuo sobre el bien y el mal.
Pero yo pregunto: ¿que medios ponemos a nuestra disposición para conocer los límites del bien y del mal?; es decir, ¿cómo forma cada uno su propia conciencia moral?; ¿sobre que pilares la sustenta?
Porque para aprender un oficio se requiere una instrucción previa; para aprender un deporte un entrenamiento constante; para aprender a leer una pausada lectura; pero… ¿y para aprender un recta conciencia? ¿quién nos instruye en ello?¿que medios, que entrenamiento, que intención ponemos a disposición de la conciencia para que nazca, crezca, madure y se perpetúe como un recta conciencia?.
Insisto, creo recordar que en física había un principio de decía algo así: “aquel cuerpo que no se forma, se deforma por acción de las diferentes fuerza a las que está sometido”. De tal modo que, si no se forma la conciencia, puede llegar a deformarse y a ello contribuye la apatía, dejadez, desidia y desinterés por ella, la conciencia.
Por lo que, cuando la tormenta informativa que cada día descarga en una conciencia “deformada”, hace en ella una mella tal que es capaz de conformarla a la medida de tal interés informativo. Por el contrario, cuando ello ocurre sobre una conciencia estable, sólida y claramente dibujada, ésta será capaz de discriminar meticulosamente lo auténtico del fraude, lo noble de la trampa, lo honrado del embuste, lo verídico de la falsedad, lo real de lo irreal, lo bueno de lo malo. Será ésta conciencia la que elija, decida y seleccione aquello que interese y, en cualquier caso, estará protegida, por cuanto formada, ante susodichos constantes intentos deformadores.
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Álvaro Vázquez Prat
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