Cuanto más lo pienso, menos lo entiendo. ¿Donde está el límite? Me refiero a la noticia que hace sólo unos días, publicaron varios medios de comunicación al respecto del embarazo de “un hombre” que no era tal. En efecto, cuesta entender. Me explicaré.
Se trata de la gestación en el cuerpo de un varón, que es una mujer. Es decir que la transexualidad de una mujer genéticamente concebida permite la “aberrante paradoja” de que un hombre (en apariencia) aparezca embarazado de 5 meses. Así es, la mujer, que así nació y por ende conserva sus genitales internos (útero y anejos), decidió en su día cambiar su aspecto físico externo hasta conseguir una apariencia cusi-masculina, porque así decía sentirse. Y en ese cuerpo híbrido alberga a un bebé.
Reflexionando sobre ello recordaba cuando de niño me contaban la historia de cómo la cigüeña portaba los niños de un París abarrotado de estos, imaginaba yo. Bendita inocencia. En “mi historia”, aquella cigüeña volaba sin descanso y su máxima ilusión era entregar un bebe, y otro, y otro. Hoy, a mi hija, yo le cuento la misma historia. No quiero que crezca sin el dulce sabor de aquel bonito relato; aunque se que hoy, las cosas han cambiado. Hoy, ¡la cigüeña está triste! Ya pocos confían en ella. Trabaja, cuando lo hace, por encargo de la ciencia y no por deseo del amor.
Varios son los motivos por los que “mi” cigüeña vuela sola, pero si hubiera que destacar uno, diría que su principal rival se llama “Fecundación artificial”. Esta es capaz de gestionar, diligentemente, los encargos que, de forma y manera exponencial, en los últimos años se le vienen haciendo. Su mejor aliada: la ciencia. Claro que a ella se llega porque la “fertilidad” ha dejado de creer en aquella, la Cigüeña.
Pero hoy hemos dado un paso más, ya no sólo hemos abandonado a la cigüeña a su suerte, hoy “la Ciencia” se ha puesto su peor careta y desafía a la naturaleza en su más íntima esencia. La Ciencia, hoy, se salta las reglas del “juego” que la naturaleza marca y de las que nunca debería prescindir. Hoy, la Ciencia, se erige como “Dueña y Señora” de esta, de la Ley Natural y la rebasa pretendiendo, y apunto de conseguir, aberraciones como la “MASCULINA MATERNIDAD”
Yo aún creo que la cigüeña, sigue viva. Y, aunque triste, ansiosa de ver cumplido el deseo de quienes creen que la MATERNIDAD es fruto de una indivisible unión corporal y espiritual fruto del amor, y no un producto de laboratorio en una indefinida corporalidad.
Yo aún creo en ella. Va por ti, mi cigüeña.
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Álvaro Vázquez Prat.
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