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Guerra de Civilizaciones en Europa
por
Maciej Giertych (Traducido por Teresa Giertych)
Podemos clasificar a la Humanidad por raza, religión, etnia, profesión, nivel educativo u otras categorías. La civilización es un factor distintivo de suma importancia, ya que trata de las normas que la sociedad considera obligatorias en la organización de su vida en común. Estos conceptos desarrollados con especial hincapie en el caso polaco, judio y musulmán
|
El
trabajo que presentamos está basado en las doctrinas de Feliks Koneczny,
historiador y filósofo polaco que desarrolló su propia escuela de pensamiento
sobre las diferencias entre las civilizaciones. Vivió de 1862 a 1949. Fue profesor de
historia hasta 1929, pero fue principalmente tras su jubilación cuando produjo
sus más importantes trabajos historiosóficos. Casi todos sus trabajos los
escribió en polaco, y de ellos hasta ahora sólo se ha publicado en inglés
“Sobre la pluralidad de civilizaciones” (Polonica Publications Londres, 1962).
Este libro tiene una amplia introducción, escrita por su antiguo discípulo,
Prof. Antón Hilckman de la Universidad de Maguncia, Alemania, quien explica el
método científico de Koneczny. El libro también tiene prefacio de Arnold
Toynbee. Debemos comparar a Koneczny con Arnold Toynbee y Oswald Spengler, ya
que pertenece a esta categoría de pensadores. Toynbee y Spengler son bien
conocidos por los estudiantes de distintas civilizaciones. Koneczny no lo es
tanto, a pesar de ser precisamente él quien desarrolló un enfoque nuevo para la
clasificación de civilizaciones y por lo que se merece reconocimiento
universal.
Definiciones
Necesitamos
definiciones previas para comprender lo que vamos a presentar. Siguiendo a
Koneczny usaremos el término “civilización” para identificar la principal
división de la Humanidad. Reservaremos la palabra “cultura” para referirnos a
las divisiones más pequeñas dentro de las civilizaciones. A menudo se
intercambian las dos palabras. Aquí las usaremos jerárquicamente. Así, en la
civilización latina hay culturas como la británica, la española, la polaca, y
otras. Dentro de la civilización judía podemos encontrar la cultura sefardí,
hasidim, karaim y otras. Es tan solo una convención que usaremos para esta
finalidad.
La
civilización es producto del espíritu humano. Se caracteriza por las normas de
vida en común que una comunidad dada acepta como adecuadas para su
funcionamiento. A menudo transgredimos estas normas porque somos débiles, pero
no obstante existen, y es propósito del estudio de las civilizaciones la
identificación de estas normas. La
civilización, pues, se refiere a las reglas según las cuales se organiza una
sociedad. Es el método según el cual se ordena la vida en común. La cultura es
la manera de adaptar este método a una comunidad específica de personas. En tal
comunidad tanto el profesor universitario como el analfabeto pertenecen a la
misma civilización y cultura. La habilidad para usar innovaciones tecnológicas
tales como coches, teléfonos y ordenadores no tiene nada que ver con
civilización tal como lo usamos aquí en este trabajo.
Para que podamos considerar civilización una
manera de organizar la vida en común, ésta tiene que funcionar a lo largo de
varias generaciones. Los experimentos que no sobreviven a su inventor no pueden
considerarse una nueva civilización, ni la representan. Es decir, que una
civilización ha de ser histórica.
La
realidad se refiere a cinco categorías;
Verdad
Belleza
Prosperidad
Bondad
Salud
La
búsqueda de la verdad requiere raciocinio. La bondad es una cualidad de la
voluntad. Estas dos categorías son espirituales. La prosperidad y la salud son
fines materiales. La belleza como necesidad es tanto material como espiritual.
Todas las acciones humanas están relacionadas
con al menos una de estas categorías. La actitud frente a estas categorías es
lo que determina la diferencia entre civilizaciones.
Enfoque inductivo
El
enfoque de Koneczny es inductivo. No hay conceptos a priori. Cada afirmación
tiene que derivar de la observación, de la evidencia, y no de ideas
preconcebidas. Así, por ejemplo, Koneczny rechaza el enfoque biológico que
usaron tanto Spengler como Toynbee. No hay evidencia que apoye la afirmación de
que las civilizaciones surgen, se desarrollan, crecen, declinan y mueren. Unas
sí lo hacen y otras no. Por ejemplo no sabemos nada del origen de la
civilización china, ni vemos ninguna señal de su declive. Existe y podemos
estudiar en que se diferencia de otras civilizaciones, pero sin hacer sugerencias
sobre el estado de desarrollo alcanzado.
Cuando
Koneczny estudiaba las civilizaciones, buscaba las leyes de la historia.
Propuso algunas basadas totalmente en la observación documentada. Aquí tenemos
varios ejemplos.
La
desigualdad es un hecho. El esfuerzo por alcanzar y sobrepasar a los más ricos,
sabios y virtuosos, estimula el desarrollo material, intelectual y espiritual.
Las nociones igualitarias dificultan el desarrollo.
Son
tan grandes las diferencias entre las civilizaciones que no es posible ser
civilizado de dos maneras diferentes. Todo el mundo pertenece a alguna
civilización, pero nunca a dos o más. Alguien puede tener un padre judío y una
madre china, pero en cuanto a afiliación civilizacional pertenecerá a una u
otra, o a otra distinta por completo, pero nunca puede civilizarse de ambas
maneras.
Las civilizaciones, por su propia naturaleza
tienen que estar enfrentadas. Este enfrentamiento no tiene nada que ver con la
actividad militar o la fuerza. Es un enfrentamiento de ideas. Es cuestión de
quién educa a los hijos de quién. De si se educarán en la civilización de los
padres, o de si estos permitirán que se eduquen en otra civilización.
Cuando
una civilización deja de luchar por mantener su propia identidad, cuando trata
a las otras civilizaciones como iguales, la inferior gana. Por “inferior”
entendemos la que es menos exigente.
Las
mezclas de civilizaciones sólo pueden ser mecánicas, nunca orgánicas, y pronto
desaparecen porque son inconsistentes. No hay ejemplos históricos de que tales
mezclas hayan perdurado en el tiempo.
Organización de la vida en
común
Al
analizar la historia del mundo, Koneczny llegó a la conclusión de que en el
pensamiento y acciones humanas hay ciertas parejas de conceptos abstractos que
son mutuamente excluyentes, como por ejemplo creación y emanación, y en torno a
ellas se forman ciertos conjuntos de ideas. Ocho de tales parejas (ver Tabla 1)
se refieren al método de organizar la vida en común y por tanto pertenecen al
tema de las civilizaciones.
Tabla
1
Personalismo
|
Colectivismo
|
Emancipación
de la familia
|
Familia
no emancipada del clan
|
Inducción
(desde la observación)
|
Deducción
(desde nociones a priori)
|
Conciencia
histórica
|
Negación
de todo pasado
|
Unidad
en diversidad, variedad aceptada
|
Exigencia
de uniformidad
|
Enfoque
orgánico de problemas
|
Enfoque
mecánico de los problemas
|
Dualismo
legal (derecho privado y público)
|
Monismo
legal (derecho privado o público)
|
Autogobierno
|
Totalitarismo
|
Se
puede organizar la vida en común o bien para la persona humana o para la
sociedad (colectivo). El que la familia se emancipe del clan es un elemento
esencial de la organización personalista. Las soluciones a los problemas se
pueden buscar o bien inductivamente, basándose en la experiencia, o bien a
partir de alguna teoría adoptada de antemano. El tener en cuenta la experiencia
conlleva conocimiento y respeto por el pasado. Los que toman decisiones a
priori, no están interesados en los hechos y exigen uniformidad. Basarse en la
experiencia del pasado lleva a la tolerancia de la diferencia. La unidad basada
en diversidad produce un organismo capaz de repararse solo, por medio de
correcciones desde abajo. La uniformidad, liderada por nociones a priori, lleva
a un mecanismo y vida regulados desde arriba, que sólo pueden corregirse desde
arriba. El desarrollo natural de las relaciones lleva a la formación inductiva
e histórica de los organismos. Estos crean leyes tanto privadas como públicas.
Las organizaciones planificadas sólo pueden crear mecanismos basados en un
único tipo de ley, privada o pública, pero no ambas. Esto lleva al
totalitarismo, mientras que el autogobierno local nace de la tolerancia de la
diversidad.
La
civilización latina, desde la cual Koneczny comienza sus análisis y llega a
todas sus conclusiones, pertenece enteramente a la primera serie de nociones.
Todas las soluciones que derivan de la segunda serie le son ajenas y la
estropean.
Listado de civilizaciones
El
listado de civilizaciones es corto, tan corto que fácilmente lo podemos
presentar aquí. Lo hacemos en un orden que intenta ser cronológico, pero no
necesariamente lo es porque nuevas evidencias podrían cambiar el orden:
china*
egipcia
brahmán*
judia*
babilonia
iraní
siria
turana tibetana púnica sumeria egea númida* latina* espartana ateniense helena romana bizantina árabe* inca azteca
Las
dos últimas se muestran aparte porque son difíciles de ubicar cronológicamente.
Quizás se podría argumentar que hay alguna más, o que a alguna de ellas se le
podría considerar sólo como cultura de otras civilizaciones. Koneczny era
consciente de que estudios posteriores podrían modificar el listado. Pero de
todos modos, la lista es corta. Las que se muestran con un asterisco perduran
hoy. Las otras han desaparecido. Sabemos de ellas por la evidencia histórica.
De los nueve que existen hoy, las civilizaciones turana, bizantina, latina y
árabe nacieron en tiempos históricos que más o menos podemos definir. Las otras estaban presentes en
tiempos históricos remotos, parecen intemporales. Se pueden estudiar las nueve
basándose en las comunidades existentes. Koneczny estudió detalladamente las
civilizaciones latina, judía, bizantina y turana porque existen en o cerca de
Polonia. Así en el texto nos concentraremos en estas cuatro, aunque
intentaremos recopilar lo poco que Koneczny escribió sobre la civilización
árabe, ya que hoy es de particular interés para Europa Occidental.
Criterios para clasificar las
civilizaciones
En
el estudio de las civilizaciones se han usado a menudo criterios que no tienen
relevancia en su identificación según las definiciones usadas aquí. En cambio
se han ignorado otros criterios a pesar de su importancia significativa para el
tema que estamos discutiendo.
Raza
Empezaremos
por la raza, que tanto hoy, como en tiempos de Koneczny, se incluye con frecuencia
en el debate sobre la civilización. La raza, no obstante, nada tiene que ver
con la definición de una civilización. La raza es una característica somática;
es un aspecto de la zoología del hombre. Las diferencias físicas entre razas
pueden resultar en habilidades distintas como bien podemos ver en el campo del
deporte; posiblemente también en el campo del potencial intelectual, aunque eso
está aún por discutir, pero no guarda relación con las normas consideradas
apropiadas para la vida de una comunidad dada. Tal como la hemos definido, la
civilización es producto del espíritu humano. Un niño adoptado que se cría en
una familia de una raza totalmente diferente se convertirá en adulto dotado con
la civilización de los padres adoptivos. Aparte de esta observación obvia, hay
muchos ejemplos de grandes comunidades de diferentes razas en la misma
civilización, o de gente de la misma raza en civilizaciones distintas. Los
blancos, que no se diferencian racialmente entre si, constituyen una mayoría de
las personas pertenecientes a las civilizaciones latina, bizantina, turana y
judía. No obstante en la civilización turana hay personas de raza blanca
(rusos), raza han (chinos) y raza turkmena (turcos). La raza no define la
civilización.
Pero sí hay un aspecto biológico en la
civilización. La civilización es una barrera muy fuerte para el matrimonio. La
gente normalmente busca pareja en su misma civilización. Esperan compartir
normas civilizacionales con su cónyuge. Como resultado la barrera de
civilización se convierte también en barrera biológica. En biología, las razas,
tanto animal como humana, se desarrollan como resultado del aislamiento. Una
comunidad aislada desarrollará algunas características biológicas debido a la
pérdida accidental de algunos genes (proceso denominado “deriva genética”) y
posiblemente también debido a la adaptación a algunas condiciones específicas
de su entorno ambiental. Esto último requiere que se viva en un clima diferente
u otro determinante externo de las condiciones de vida. De todos modos, una
comunidad aislada desarrollará algunas características biológicas que le
distinguirán de otros, siempre y cuando se mantenga el aislamiento. Por
supuesto, sabemos muy bien por la cría animal que el aislamiento es la
condición primordial para mantener una raza específica. En sociedades humanas
se dan a veces matrimonios mixtos entre personas de distintas civilizaciones,
pero éste es un fenómeno poco frecuente y, cuanto menos ocurre, tantas más
diferencias biológicas se desarrollarán entre las civilizaciones. No obstante,
no es la raza la que crea una civilización. Es la civilización la que podría
crear una raza.
Idioma
Algunos
investigadores sugieren que es el idioma o grupo lingüístico el que de alguna
manera define la civilización. No es así. Por ejemplo, dentro de la
civilización latina hay idiomas de grupos muy distintos (indoeuropeo,
fino-ungrio, celta y vascuense). Por otra parte no sólo los idiomas
indoeuropeos, sino también los eslavos aparecen en al menos tres civilizaciones
(la latina, la bizantina y la turana).
Pero
la velocidad de desarrollo de una civilización puede depender del idioma que
usa, ya que éste es una herramienta importante para el progreso. Si el
instrumento es de baja eficiencia, el crecimiento puede ser lento y producir
estancamiento de la civilización. La gente que usa, por ejemplo, escritura
pictórica en vez de fonética puede tener dificultad en registrar términos
abstractos por escrito y por tanto en pasarlos a generaciones posteriores. Por
ello la civilización china es débil en humanidades porque requiere la constante
introducción de nuevos términos abstractos que son difíciles de transmitir en
forma pictórica. La escritura árabe tiene la ventaja de que puede escribirse
muy deprisa, como nuestra taquigrafía. La escritura hebrea, que no usa vocales,
se presta a la ambigüedad ya que el sentido depende de qué vocales asumimos que
faltan. Por tanto, más que el lenguaje en si, es la manera de escribir la que
tiene influencia en el desarrollo de la civilización. Los idiomas cambian, no
siempre desarrollándose, sino también decayendo en su eficacia como
herramienta. La tendencia actual de reducir el número de formas gramaticales
puede conllevar pérdida de precisión.
Religión
Este
tema despistó a muchos estudiantes de civilizaciones, incluyendo a Spengler. La proximidad confesional no
implica necesariamente cercanía
civilizacional.
Dos
de las civilizaciones actuales son decididamente sacrales en su naturaleza: la
judía y la brahmán. La árabe es semisacral. Koneczny no estaba seguro respecto
a la tibetana, porque no tenía conocimientos suficientes sobre ella para poder
opinar si era sacral, semisacral u otra cosa. El resto de las civilizaciones
existentes no son sacrales porque en ellas la religión no determina todas las categorías
de la realidad (verdad, bondad, prosperidad, salud y belleza).
El
budismo cambia con la civilización en la que funciona. El catolicismo intenta
modificar la civilización en la que entra. Es paciente en ese esfuerzo y
trabaja a través de muchas generaciones. Intenta santificar lo que en la
cultura local se presta al cristianismo (inculturación), pero nunca cede en lo
básico. El Islam tiene muy poca teología y la autoridad del Corán limita la
libertad de algunos gobernantes islámicos, mientras otros asumen ser ellos los
intérpretes del Corán.
Derecho
Un
determinante importante de la civilización es su enfoque de asuntos legales.
Hay tres campos básicos de derecho: la familia, la propiedad y la sucesión. Hay
muchos asuntos legales que diferencian a las civilizaciones.
Los
distintos elementos de derecho de familia tienen consecuencias
civilizacionales: cómo se consigue una esposa (pagándola o cobrando una dote),
la monogamia, la poligamia, la poliandria, los derechos o privilegios de la
mujer en la casa del marido. Es imposible tener una sociedad que sea
simultáneamente polígama y monógama, que pague por la mujer y que espere una
dote, dando privilegios y reconociendo sus derechos a la esposa. Koneczny
mantiene que todas las sociedades son patriarcales y que no sabe de ninguna
sociedad presente o pasada que esté basada en un sistema matriarcal. Está
dispuesto a modificar este punto de vista si aparece evidencia indicando lo
contrario, pero en el momento actual el asunto del matriarcado no tiene ningún
efecto en la discusión sobre civilizaciones.
Para
la discusión sobre las civilizaciones son muy importantes los siguientes
elementos de derecho de familia: la jerarquía en la familia, la jerarquía entre
las generaciones, el tema de la jerarquía en el clan y entre los clanes.
La
propiedad puede ser común, familiar, privada o una combinación de estas. Tan
sólo en un sistema monogámico es posible la propiedad auténticamente privada,
pero la monogamia no implica automáticamente la existencia de propiedad
privada. La mujer e hijos pueden ser considerados propiedad del marido y padre,
o bien pueden tener sus propios derechos de propiedad.
El
derecho puede ser privado, público o ambos a la vez. El derecho privado se
desarrolla en la familia, en la familia creciente, en la familia extensa, en el
clan y en la nación. El derecho público se desarrolla en una ciudad o estado,
organiza la vida entre habitantes no emparentados entre si.
Otro importante elemento que distingue a las
civilizaciones es el modo de heredar una propiedad, derecho o título. De ello
nace el sistema de castas. Se puede heredar hasta la esposa (levirato).
Fuente de Derecho
La
fuente del derecho es aún más importante para definir las civilizaciones. Para los que nos hemos criado en la
civilización latina es evidente que la ética es la fuente del Derecho.
Consideramos que la ley escrita es siempre imperfecta. Constantemente
intentamos mejorarla. Por mejora entendemos ajustarla a lo que consideramos
justo, como ético. Primero discutimos si la cuestión cumple o no con las normas
éticas y sólo entonces la inscribimos como ley. En esta discusión hay lugar
para la sociedad en general. De esto nace la democracia.
No
obstante hay civilizaciones en las cuales no es la ética, sino el interés del
estado que decide qué es lo que se convierte en ley. En este enfoque el estado
ha de ser eficiente, y no ético.
También
es posible que la ley tenga su origen en la voluntad del gobernante. Los
romanos, al observar esto en Oriente, describieron el sistema como: “Quod
principi placuit, legis habet vigorem” (lo que complace al príncipe tiene
fuerza de ley). En tal sistema el regidor está libre de ataduras éticas. Puede
ser un hombre bueno y ético, una bendición para sus súbditos, pero también
puede ser malvado y sin escrúpulos, una plaga para los que le rodean. En
cualquier caso el sistema legal es muy sencillo y eficaz.
Y
finalmente, la Revelación puede ser la fuente de Derecho. Así ocurre en las
civilizaciones sacrales. Para los judíos será la Tora, el Pentateuco mosaico.
Para los brahmanes serán los libros Veda. No se puede cambiar la Revelación,
sólo interpretarla. Lo que importa es la letra de la ley.
Decimos
que una persona honrada no necesita conocer la ley para vivir de acuerdo con
ella. Pero esto sólo es valido en aquellas civilizaciones donde la fuente del
Derecho es la ética.
Actitud hacia la ética
Otra
fuente de diferencias entre las civilizaciones está en su actitud hacia la
ética. ¿Todo ha de juzgarse desde el punto de vista de la ética o hay asuntos
que están libres de ataduras éticas? ¿La política debe estar sujeta a la ética?
¿Y la guerra? ¿Y la guerra contra el crimen? ¿Se debe juzgar al estado desde el
punto de vista ético? ¿Y al gobernante? Las respuestas a estas preguntas
determinan la civilización.
¿Debemos
considerar la letra de la ley o la intención de quien la hizo? Es otra
divergencia importante.
¿Hemos
de tener una sola ética aplicable a todas las situaciones o debemos tener una
ética situacional, una ética que depende de dónde y con quién tratamos? También
esto es una disparidad importante entre las civilizaciones.
Tiempo
Fue
el mismo Koneczny quien descubrió que la actitud hacia el tiempo es un factor
importante al distinguir las civilizaciones.
Algunos
pueblos primitivos no tienen ningún sentido del tiempo. La capacidad para medir
el tiempo es un desarrollo importante. Después, nace la idea del calendario,
que comienza generalmente con algún evento histórico importante que señala sus
comienzos. Algunas civilizaciones tienen ciclos, donde el tiempo vuelve,
retorna. Esto nos permite pensar en términos de períodos más cortos. Por la
misma razón adoptamos eras. La gente a menudo cuenta el tiempo desde la última
guerra u otra catástrofe, como incendio forestal o inundación.
El
siguiente paso en el desarrollo de la relación del hombre con el tiempo es el
control sobre el mismo. Esto llega con el acuerdo para reunirse en un momento
determinado, con el concepto de hora y fecha concreta, con el concepto de la
puntualidad. Fue el comercio quien desarrolló la importancia de definir la hora
y lugar donde proveedor y comprador se encontrasen. Un productor puede vender
sus productos al consumidor o bien en el lugar donde los produce, si el
comprador quiere venir allí, o bien en el mercado al que el productor trae su
mercancía. Necesita saber dónde y cuándo opera el mercado, pero generalmente
puede ser flexible en cuanto a la hora exacta de venta. No obstante cuando
compromete sus productos con un comerciante concreto, la puntualidad se vuelve
esencial. Los que no entregan a tiempo pierden la capacidad de participar en el
comercio. De este modo el comercio fomenta la puntualidad.
El
paso siguiente es tratar el tiempo como un bien de consumo, un bien con el que
trabajar, usar o malgastar. Los atributos de trabajar con el factor tiempo son:
la organización de la vida, el tiempo dedicado al estudio, al trabajo, al
descanso y al ocio, la fidelidad a estas parcelas, el reconocimiento de la
posibilidad de perder el tiempo, y la capacidad de impedir que otros nos hagan
perderlo.
Finalmente
aparece la noción de responsabilidad por el pasado y futuro. Esto es conciencia
histórica, el sentimiento de orgullo o vergüenza por el comportamiento de
nuestros antepasados. También es la conciencia de la responsabilidad por el
comportamiento futuro de nuestros descendientes. Esto requiere pensar en
términos más allá de la vida de uno mismo. Motiva para esforzarse en el interés
de futuras generaciones.
Se
puede usar la actitud hacia el tiempo para clasificar las civilizaciones,
porque difieren en su actitud hacia el mismo.
Ejemplos de civilizaciones
Al
estudiar civilizaciones hace falta ver qué es lo que perdura en ellas durante
generaciones. Los acuerdos que son temporales y no persisten a lo largo de
varias generaciones no definen la civilización y sólo pueden considerarse como
experimentos. Con frecuencia las civilizaciones adoptan propuestas de otras
civilizaciones, pero estas generalmente resultan ser inconsistentes con las
normas que rigen en la propia. Las mezclas de civilizaciones fallan
inevitablemente.
Cuando
viven en proximidad, las civilizaciones están separadas o bien por fronteras
políticas o por algún tipo de apartheid que impide que se mezclen. Sin
apartheid la cuestión clave se convierte en: “Quién educa los niños de quién”.
La mayoría de civilizaciones (aunque no todas) quieren civilizar las demás. Eso
quiere decir que intentamos que otros adopten normas que nosotros consideramos
mejores. Las normas que adopta la siguiente generación determinan el éxito o
fracaso de defender y expandir nuestra propia civilización. En el pasado ha
ocurrido que los vencedores en un conflicto militar han adoptado la
civilización de los conquistados. Ocurría cuando se casaban con mujeres locales
y permitían que ellas educaran a los hijos. Se ve bien como funcionaban estas
interrelaciones entre civilizaciones en el ejemplo de Polonia, que hace mil
años adoptó la civilización latina, pero que a lo largo de su historia ha
estado bajo presión de las civilizaciones bizantina y turana desde fuera y de la
judía desde dentro.
Empezaremos
con una descripción de la civilización latina, a la que Koneczny consideraba
superior (y como lo hacemos nosotros hoy también). Como la consideramos la
mejor, queremos que otros la adopten.
La civilización latina
Durante
más de mil años Polonia ha sido parte de la civilización latina. Ésta se
desarrolló desde la antigua Roma, pero bajo la influencia de la ética de la
Iglesia Católica. La Iglesia Católica funciona en muchas civilizaciones y en
cada una de ellas educa a la sociedad hacia ciertas nociones civilizacionales.
El adoptar el catolicismo no significa adopción automática de la civilización
latina. Tan solo en el caso de las civilizaciones sacrales (p.ej brahmán o
judía) la conversión al catolicismo conlleva automáticamente el abandono no
sólo de su religión previa sino también de la civilización construida sobre
ella. Por eso es tan difícil. En otras civilizaciones sigue la inculturización
que es la adopción a la religión católica de todo lo que en la civilización existente
es adaptable y el rechazo tan sólo de lo que no se puede adaptar. No es
necesario adoptar la civilización latina. No obstante, Polonia, al rechazar el
paganismo en el año 966, adoptó también la civilización latina. Muy pronto
formó parte de Occidente, heredera de Roma, tanto antigua como cristiana.
Cada
civilización tiene su propio método de desarrollo espiritual, material e
intelectual. En la civilización latina esto se hace sobre la base de la ética
de la Iglesia Católica. El Decálogo es obligatorio siempre y en todas partes,
en todos los campos de vida privada y común, y también en relaciones
internacionales. Así, ni la política ni las guerras están libres de ataduras
éticas. Eso es lo que nos hace diferente de las civilizaciones bizantina y turana,
de Alemania y Rusia, respectivamente.
La
ética es fuente de derecho en la civilización latina. Consecuencia de ello es
el desarrollo de la moral. El Decálogo dio prohibiciones, definió el pecado y
atemorizó con la ira de Dios. El sermón de la Montaña dio instrucciones,
definió virtudes, apeló a que amásemos a Dios y al prójimo. Esto aumentó las
exigencias y elevó la motivación para ser bueno. No se abolió el Decálogo pero
hubo alejamiento de la letra de la Ley y un giro hacia la intención del que hizo
la Ley. En la historia de la civilización latina tenemos un incremento
constante de exigencias éticas y un perfeccionamiento continuado de leyes que
se basan en estas exigencias que van en aumento. Hace tiempo los duelos estaban
a la orden del día, considerados un modo de Juicio Divino. Hoy se los considera
pecaminosos. Hubo épocas en las que se consideraba aceptable la esclavitud. Hoy
nos horrorizamos con sólo pensarlo. Había obligación moral de vengar un daño
infligido a un pariente (vendetta). Hoy se considera inmoral tomarse la
justicia por su cuenta. La vida continúa presentando nuevos problemas y hacen
falta nuevas definiciones de normas desde el punto de vista ético (huelgas,
bebés probeta, impuestos progresivos, cinturones de seguridad en los coches).
No todo lo que ya está definido por la ética necesita inscribirse en el
derecho. Pero todas las nuevas leyes han de englobar la consideración ética.
Cada generación transfiere algo desde la ética al Derecho. Y lo consideramos
una regresión del derecho, como un declive civilizacional, el despenalizar algo
que se considera no ético, que ya estaba prohibido por ley (aborto, divorcio,
práctica homosexual). Sólo se permite un aumento de exigencias legales. El
nivel está siendo elevado continuamente por lo santos. Lo que es virtud heroica
en una generación, en la siguiente se convierte en norma ética y luego pasa a
ser ley.
En
la civilización latina hay dualidad legal. Tenemos simultáneamente derecho
privado y público. El primero se desarrolló en las familias; el segundo en las
ciudades, es decir en sociedades sin relación entre sí. Ninguno fue dominado
por el otro. El derecho privado funciona en tradiciones familiares, en clubes y
organizaciones, en cooperativas, en partidos políticos, en sindicatos, en
gremios profesionales etc. El Estado no interfiere en estas normas, estatutos y
reglamentos desarrollados y adoptados privadamente, ni debe hacerlo. Por otro
lado hay leyes de estado que regulan las relaciones entre las personas,
asegurando así seguridad interna y externa.
En
la civilización latina la relación entre derechos y libertades depende del
principio de que la libertad de uno termina donde empieza la libertad del otro.
Fruto de esta manera de pensar fue la doctrina de Paweł Włodkowic
sobre los derechos del pagano. Nació del principio de amar al prójimo. La unión
de Polonia y Lituania se estableció basándose en este principio. En la
civilización latina las uniones sólo pueden prosperar si siguen este principio.
La
tolerancia religiosa es obligatoria en la civilización latina, así como la
separación de las autoridades civil y religiosa. Y hay tolerancia cero con el
mal. Es inaceptable la indiferencia ética en, por ejemplo, la educación o los
servicios de salud.
En
la civilización latina el sistema matrimonial obligatorio es la monogamia. Sólo
con ella es posible la propiedad privada. Cada unión matrimonial es la creación
simultánea de una nueva unidad económica. Los recién casados dejan de ser parte
de la entidad económica de sus padres y se convierten en parte de la nueva
entidad. Con la poligamia no ocurren tales cambios. La propiedad está en el
clan, la comunidad o el patriarca. Cristo eleva el matrimonio al rango de
Sacramento, insiste en que sea monógamo e indisoluble, y a la vez da libertad
económica a la nueva familia.
La
fuerza de la civilización latina radica en su habilidad para organizarse sola,
para repararse, para actuar desde abajo y para trabajar orgánicamente. Por esta
razón es tan importante la vida local: ayuntamientos, elecciones locales,
cooperativas, comités de autoiniciativa, uniones de crédito y otros. Cuando
esta vida local es rica, es posible reducir el papel del gobierno al mínimo. En
el ejercito, en la infraestructura de comunicaciones, en asuntos exteriores es
necesario el mando desde arriba hacia abajo, pero en los demás casos se
convierte en obstáculo.
Se
producen desigualdades cuando la vida en común se desarrolla desde abajo. Son
consecuencia de las distintas maneras en las que las comunidades afrontan sus
asuntos, resultado de las diferencias en el esfuerzo puesto en solucionar los
problemas. Como fruto de estas desigualdades hay tendencia a intentar alcanzar
a los que tienen más éxito, que son más ricos, mejor educados y mejores como
personas. Este empuje para igualarse con los líderes eleva materialmente,
intelectualmente y moralmente. Por otro lado el igualitarismo, la igualdad
impuesta desde arriba por los gobiernos, reduce a la gente a un denominador
común en un nivel inferior. Malgasta el esfuerzo e ingenio humano. Reduce la
voluntad de mejorar. A nadie le gusta trabajar por los demás, por los que no
quieren trabajar. Así la aceptación de desigualdades es una característica de
la civilización latina y una fuerza motriz para su desarrollo y progreso.
EI
control sobre el tiempo está más desarrollado en la civilización latina. El
tiempo se le considera como un bien valioso que hay que guardar como un tesoro,
usar eficientemente y ahorrar. Hay un eslabón a través de las generaciones, una
conciencia histórica y una responsabilidad común por el pasado y futuro.
Ha sido sólo en la civilización latina donde
se desarrollaron naciones tal como se las entiende en Polonia. Es decir como
uniones naturales, espirituales, basadas en la libre voluntad de pertenecer a
ellas. Esto a su vez crea responsabilidades y derechos comunes. Es intemporal.
Como entienden los polacos el concepto “Nación”
En
polaco la palabra “nación” tiene un significado muy particular, desconocido en
otras lenguas. En los idiomas de Europa Occidental “nación” equivale a
ciudadanía, al pasaporte que se tenga. También se entiende en el sentido
etnográfico, refiriéndose a gente que usa el mismo idioma. Pero para los
polacos el término “nación” tiene un contenido tanto intelectual como sentimental.
Abarca algo más que sólo idioma o ciudadanía. Durante varias generaciones
no tuvimos estado, no teníamos ciudadanía polaca, pero permanecimos como nación
polaca. Se nos impuso ciudadanía extranjera, pero no aceptamos la nacionalidad
foránea.
Nos une una conciencia legal, una estructura
social, una ética y una civilización común. Representamos una cultura aparte,
dentro de la civilización latina.
Podríamos
hacernos la siguiente pregunta: ¿Pertenecen los gitanos a la nación polaca?
Usamos el mismo idioma, profesamos la misma fe y somos ciudadanos del mismo
país. No obstante, estoy seguro que la mayoría de polacos, así como la mayoría
de gitanos polacos dirían que no. Nuestras vidas se gobiernan por distintas
leyes, tenemos estructura social diferente y nuestra actitud hacia la ética es
otra. Por estas razones incluimos a los gitanos y ellos mismos así se incluyen
en la noción de una minoría étnica o cultural.
Cuando
en 1904 Roman Dmowski
envió a la imprenta su libro “Myśli nowoczesnego polaka” (“Pensamientos de
un polaco moderno”) exigió que la palabra “Żyd” (Judío) se escribiese con
mayúscula. Se le acusó de antisemitismo por ello. Por aquel entonces a los
judíos se les trataba como un grupo religioso y por eso la palabra “żyd”
se escribía con minúscula como se hace con todas la denominaciones religiosas
en polaco. No obstante, para Dmowski los judíos representaban una nación
aparte. Hoy día los judíos quieren que en polaco, al escribir sobre ellos, se
emplee la mayúscula ya que se sienten más nación que grupo religioso.
En
cambio a nadie se le ocurriría considerar a los polacos de confesión
evangelista como nación aparte. Al hablar de los rutenios decíamos “Ruthenus
natione Polonus” (polaco de origen rutenio). Nos referimos a todos los que
aceptan las mismas nociones legales, estructuras sociales y civilización.
Uno
de los factores importantes que liga a una nación es la conciencia común
histórica, o historicismo como lo llamó Koneczny. Se refiere a la tradición de
vida pública común (en contraposición a la memoria dinástica y familiar), al
culto al pasado común y a la responsabilidad común por el pasado y futuro.
Según Koneczny la conciencia nacional surgió en Polonia durante el reinado de
Władysław Łokietek.
La voluntad de unir en un sólo estado principados con historia y lenguaje común
aparece entonces por primera vez. En Francia esta conciencia se manifiesta con
Juana de Arco. En el s. XVI nace en Inglaterra debido al peligro de la Armada
española. Los alemanes empezaron a considerarse nación al defenderse contra
Napoleón. En Italia no ocurrió hasta la segunda mitad del siglo XIX. Esta conciencia
nacional no surge contra nadie, pero sí puede brotar para defenderse de
alguien. Ha de surgir del sentimiento de tener en común algo que merece la pena
defender.
La
literatura juega un papel clave al formarse una nación. Los ingleses se unieron
en torno a Shakespeare, los italianos en torno a Dante, curiosamente 500 años
después de su muerte. El amor al idioma propio es una constante de la nación.
Se puede saber muchos idiomas, pero cada persona tiene sólo un idioma que es el
suyo, su lengua materna. Puede ocurrir que el conocimiento de ese idioma sea
escaso, como ocurre con frecuencia entre emigrantes, especialmente en
generaciones posteriores, pero el mero hecho de tener un idioma al que se
quiere como suyo propio, en sentido no utilitario sino emocional, indica la
pertenencia a una nación concreta.
Se
relaciona también la noción de nación con el amor a un sitio concreto en la
Tierra, de alguna región que se considera suya propia, que se considera patria,
como en la expresión española “patria chica”.
Una
nación es una gran familia, una patria, un patrimonio común. Pero no puede
formarse mientras exista el sistema de clanes. La familiar nuclear ha de ser
libre, emancipada del clan. Tiene que haber respeto por la propiedad privada.
La gente debe sentirse libre. Ha de funcionar orgánicamente desde abajo, y no
por medio de disposiciones mecánicas regladas enteramente desde arriba. Es sólo
entonces cuando la nación puede formarse como fruto de una voluntad y
conciencia común, que es libre y sin ninguna presión para unirse.
Entendido
así, la nación no es consecuencia antropológica o biológica de usar un idioma
dado o de ocupar un lugar concreto. Es producto de la voluntad humana. Es
producto del trabajo de muchas generaciones. Se fusionan porque sus miembros se
quieren fundir. Es la nación la que hace el estado. Un estado nunca crea una
nación. Así, nunca saldrá una nación de los países postcoloniales como Nigeria,
Tanzania, Ruanda y Angola. Nunca se ha formado nada como la nación yugoeslava o
soviética. Tampoco habrá jamás una nación europea.
Pero
sí se forman nuevas naciones, como por ejemplo los Estados Unidos, compuesta
principalmente por inmigrantes europeos. Estos inmigrantes al entrar en América
del Norte se consideran generalmente como miembros de sus naciones de origen, a
veces a lo largo de varias generaciones. Pero el reconocimiento de las
libertades, la tolerancia, el estado de derecho y el modo de vida como algo
valioso y digno de defender y exportar lleva a una conciencia nacional. Esto
llega sólo con la aceptación como suyas propias del idioma, la historia y las
leyes. Este proceso únicamente es posible en la civilización latina. En todos
los países de la civilización latina ocurre a menudo que los inmigrantes se
integran y aceptan la nacionalidad del estado adoptado como suya propia.
Es
imposible formar una nación artificialmente. La nación se forma desde la
conciencia de una libertad cívica, de una voluntad común que se desarrolla
desde abajo hacia una organización común que esté de acuerdo con una tradición
específica.
Koneczny
define la nación como una asociación civilizacional que es personalista, que
tiene una patria común y un idioma materno.
Todo
el mundo nace en una situación concreta social, étnica, religiosa y
civilizacional. Cada uno hereda ciertos valores. Si heredamos una nación, una
conciencia nacional, habrá tendencia para enriquecerla, para aumentar su valor.
Uno intentará dejar más de lo que ha recibido. Eso es así porque la conciencia
nacional traspasa generaciones. No hay nación sin historia, sin necesidad de
conservar y enriquecer la heredad para futuras generaciones. A esta necesidad
se le llama patriotismo.
El
patriotismo es la tendencia a enriquecer una nación a través del trabajo y del
esfuerzo intelectual, y es la disposición para sacrificarse en defensa del
legado nacional. Definido así, el nacionalismo nunca es una amenaza para los
países vecinos. Patriotismos vecinales implican paz eterna. Cuando uno intenta
enriquecerse a costa de otros, de los vecinos, de pueblos subyugados o privados
del derecho al voto, entonces no es patriotismo sino patología. Esta es la
comprensión patológica de conciencia nacional. Del mismo modo el amor a la
familia y la preocupación por sus necesidades no crea problema para los
vecinos. En cambio el nepotismo, egoísmo familiar, el robarle a los vecinos son
la contradicción de las virtudes familiares.
Nuestro patriotismo polaco nunca ha sido una
amenaza para nuestros vecinos. Reconocemos sus derechos, a pesar de que con
frecuencia han violado los nuestros. Y los han estado violando o bien porque no
tienen conciencia nacional, o bien porque ésta es inmadura.
Merece la pena conservar la manera polaca de
entender el concepto de nación. Es algo
muy concreto, muy positivo y muy noble que quisiéramos proponer a todos los
pueblos del mundo como idea que merece la pena exportar. Es algo muy diferente
a nacionalismo entendido como odio a lo que es foráneo. En Occidente, debido a
malas traducciones, se malentiende a menudo nuestra glorificación de virtudes nacionales
como nacionalismo. En nada se le parece.
Koneczny consideró la civilización latina como
la más elevada porque es la que más exige a sus miembros. Si no la defendemos,
si no hacemos ningún esfuerzo por promoverla, nos veremos engullidos por civilizaciones
inferiores, entendiéndose por inferiores las que son menos exigentes. Los
intentos de combinar civilizaciones, o de sintetizarlas llevan a un estado
incivilizado y con el tiempo la inferior sale victoriosa. Para que una
civilización exigente sobreviva tiene que ser defendida y promovida
concientemente. Hay que hacer un esfuerzo para que otros acepten sus valores.
Requiere de celo evangélico.
Koneczny también consideró que la idea de
nación estaba más desarrollada entre los polacos y propuso que nosotros, los
polacos, extendiésemos nuestra manera de comprenderla a otros.
La civilización turana
La
civilización turana fue creada por los mongoles de Gengis Kan. Su
característica fundamental es ser una organización militar adaptada a la guerra
móvil. Las palabras que mejor la definen son campamento, movimiento, espacio.
Por esto mismo los lazos familiares son muy débiles en esta civilización.
Esta
civilización no tiene derecho público. Sólo hay derecho privado y éste deriva
de las órdenes del gobernante. El estado es el corral privado del regidor y su
voluntad es ley. La sociedad no tiene derecho alguno. No se le permite
organizarse, es responsabilidad del estado el hacerlo. Todas las organizaciones
son dirigidas desde arriba y se aplasta cualquier iniciativa que surge desde
abajo. El poder es absoluto y el gobernante ideal es un déspota despiadado.
Todo el mundo es esclavo o sirviente respeto a su superior. Los ciudadanos no
existen como tales. En Occidente un ciudadano reside también en su estado. Un
turano vive exclusivamente en su estado. Todos los asuntos son asuntos de
estado y no hay nada que pueda llamar enteramente suyo. Toda propiedad es del
gobernante y uno sólo puede ser arrendatario de esa propiedad. No obstante el
alquiler puede extinguirse en cualquier momento, a voluntad del gobernante,
quien tiene el derecho de privar de sus posesiones a quien quiera.
La
organización de la vida es militar en su naturaleza, basándose en ordenes desde
arriba, y así está centralizado al máximo. La burocracia sirve al gobernante y
no al pueblo. Actúa en nombre del gobernante y es responsable ante él y nunca
ante la gente con quien trata. La vida es muy mecánica, como en el ejército. No
tiene elementos orgánicos.
Ya que la organización social está adaptada a
la guerra, se desarrolla tan sólo cuando el estado vence, cuando tiene poder
militar y éxitos. Cuando faltan estos éxitos militares, cuando no hay nuevas
adquisiciones, el estado se debilita o incluso se desintegra. Por eso se dirige
el mayor esfuerzo social a construir una capacidad militar.
Las
naciones tal y como se entienden en sentido europeo no se forman en la
civilización turana. Sólo hay conglomerados de gentes, clanes y razas. Les une
la estrella ganadora de un líder exitoso. Temüjin, el primer Gengis Kan,
organizó en un ejército exitoso a gente de diferentes razas, origen étnico y
credos y les condujo a ganar el mundo. Donde ponía el pie organizaba la vida al
modo militar, dejando a sus lugartenientes como gobernantes locales. Con el
tiempo muchos se emanciparon de la supremacía mongol y continuaron como nuevos
gobernantes absolutos actuando de la misma manera. A menudo la gente que fue
organizada de esa forma toma su nombre de algún gobernante militar: los
seljuqs, los nogais, los osman y otros. En esta civilización el romanticismo y
las leyendas relacionadas con la memoria de un gobernante exitoso juegan un
papel significativo.
Cuando
falta un jefe fuerte llegan “tiempos revueltos”. Hay desorientación y
debilitamiento. Nadie sabe qué hacer. Al emerger un nuevo dictador fuerte,
terminan los “tiempos revueltos” y retorna la normalidad.
En
la civilización turana casi no existe actitud hacia la religión. Generalmente
al gobernante le es indiferente en qué cree la gente, siempre y cuando el clero
no se inmiscuya en su manera de reinar, y la religión no interfiera en asuntos
de estado ni se critique al gobernante bajo ningún concepto. Como no hay ética
que fuera obligatoria para el gobernante, a éste no se le debe juzgar desde el
punto de vista ético.
Hoy
donde mejor podemos ver la civilización turana es en Rusia. Allí es normal el
gobierno de un solo hombre. Da igual que sea kan, zar, primer secretario o
presidente. Se le ama y acepta mejor si su gobierno está libre de ataduras. Y
tiene que ser ganador. Los turanos no aceptan como jefe a un perdedor. Por
tanto, tiene que demostrar constantemente que sus dominios e influencia
aumentan sin parar. Nunca se le critica ni se le impugna. No debemos esperar
que Rusia acepte repentinamente un sistema democrático, porque la gente no lo
espera. Si se les pide que vote, votarán a lo que les manda el gobernante. Y
por supuesto se aplasta cualquier atisbo de oposición. Tenemos buen ejemplo del
modo ruso de pensar en la famosa declaración del Zar Nicolás II tras el hundimiento
total de la flota del Báltico en la célebre batalla de Cushima en la guerra de
1904 contra Japón. El zar, al enterarse por la prensa occidental de las
clamorosas protestas por el error de mandar la flota del Báltico al otro lado
del mundo para luchar en aguas japonesas, dijo: “¿Qué quiere esa basura y por
qué se meten en lo que no les importa? ¡Era mi flota!”
Trece
años más tarde el zar tuvo que abdicar y fue asesinado por los bolcheviques. A
pesar de ello, hoy en Rusia se le considera un santo y mártir. Se le ama a
pesar de todas sus insuficiencias. Los bolcheviques pronto adoptaron el mismo
modo despótico de gobernar y hasta a Stalin muchos le recuerdan con nostalgia.
Los gobiernos de Mikhail Gorbachov y Boris Yeltsin fueron “tiempos revueltos”. La
propiedad del estado se convirtió en propiedad de los oligarcas. Pero ahora
tenemos a Putin. El retorno del zar. Desposeyó a todos los oligarcas y Rusia ha
vuelto a la normalidad – normalidad turana. El gobernante ha de tener éxitos
para permanecer en el poder. Hoy pueden ser la influencia sobre países que
compran crudo y gas ruso. Habrá intentos cada vez mayores para recuperar
tierras que Rusia perdió bajo Gorbachov y Yeltsin.
Polonia
conoció la civilización turana en su modelo primitivo ya en el s. XIII. Pero
fue tan sólo un contacto transitorio. Vinieron, conquistaron y pronto se
fueron. Sólo dejaron algún recuerdo folklórico como el toque de trompeta desde
la torre de la iglesia Mariacki de Cracovia o el Lajkonik.
Más tarde llegamos a conocer la civilización turana más en serio, y con cuatro
culturas diferentes dentro de la misma: la tártara, la turca, la cosaca y la
moscovita. Cada una de ellas nos ha influenciado de modo diferente, algunas
veces con mucho éxito. Aparte de los contactos militares, que como regla
general protegen contra tales influencias, hubo un tiempo en Polonia en el que
estuvimos muy atraídos por el modelo turco. El poderío turco nos impresionaba,
como también la influencia de la corte otomana. Esto fue especialmente patente
en el s. XIX cuando no existíamos como estado, y Turquía, que no había
reconocido la partición de Polonia, recibió a muchos de nuestros emigrantes.
Muchos polacos encontraron buen trabajo en Turquía, llegando a puestos de mucha
responsabilidad. Era entonces cuando se puso de moda lo turco. Se hizo popular
el vestirse a la manera turca y de culpar de nuestra situación política a la
falta de una organización militar fuerte en la Polonia anterior a la partición.
También
fue bastante fuerte la influencia cosaca, especialmente en el s.XVII. El amor a
las estepas, al movimiento constante, a sentirse libre de la vida comunitaria,
llevó a más de un aventurero a organizar y dirigir su propio grupo militar, su
propio mini estado, montando a caballo constantemente. Esto era posible en las
mayoritariamente deshabitadas llanuras del este de lo que hoy es Ucrania. Había
mucho de romanticismo en esta vida despreocupada, aunque básicamente no eran
más que bandoleros. Pero los ocasionales roces militares en conflictos con
parecidas bandas de tártaros, cosacos o turcos daban un sentido patriótico a
esta actividad.
Mucho
más seria era la influencia de la cultura moscovita. Llevó a lo que se conoce
en Polonia como “sarmantismo”, actitud de algunos magnates de nuestras
fronteras del este que se caracterizaba por el autogobierno absoluto sobre sus
haciendas e irresponsabilidad total hacia el estado como tal. Estos magnates, en función del tamaño y
riqueza de su patrimonio, a menudo se consideraban a sí mismos como príncipes
independientes. Tenían sus propias fuerzas armadas, sus propias leyes y a
menudo una política exterior independiente, como era el caso de varios magnates
de las familias Radziwiłł o Pac. Podían ser, si querían, y a menudo
lo eran, una bendición para su entorno. Pero también podían ser su azote porque
se sentían y de hecho estaban, por encima de la ley. Eso se debía a la fuerza
de su patrimonio y a la debilidad del estado.
Más
recientemente, en la primera mitad del s. XX el campo político del Mariscal
Piłsudski estaba muy influenciado por la manera de pensar turana. Hablamos
de su campo político más que de un partido. Otros movimientos políticos se
referían a si mismo en función de la ideología que adoptaban, como socialistas,
demócratas nacionales, democristianos etc. Los seguidores del mariscal se
referían a si mismos como piłsudsquítas. Estaban unidos por una
organización militar, funcionando en
base a órdenes recibidas del mariscal o en su nombre. Se desaprobaba el
pensamiento individualista. El jefe sabía mejor. Los piłsudsquítas se
consideraban por encima de la ley. Organizaron un golpe de estado en 1926 y
gobernaron hasta 1939 ignorando todas las leyes. Maltrataban, encarcelaban o
mataban a los oponentes políticos. A la vez acariciaban una especie de
romanticismo militar, gran movilidad, autosacrificio, patriotismo y se
mostraban indiferentes frente a la religión.
En
tiempos de gobierno soviético (1944 -1989) éramos muy resistentes a las
influencias civilizacionales procedentes del Este. Casi instintivamente
rechazábamos todo lo proveniente de allí. No obstante la leyenda del mariscal
Piłsudski crecía junto con la admiración por su estilo de gobierno. Mucha
gente hoy sueña con regidores de mano dura porque están cansados de la
incertidumbre política que acompaña a la democracia, elecciones y políticas de
partido. Eso es un gran peligro para nuestra identidad por varias razones.
Primero, porque es una filosofía política que no fomenta el pensar. Deja el
pensar para los superiores. Tal actitud es necesaria en el ejército, donde la
responsabilidad es claramente jerárquica, y no hay tiempo para filosofar. En
nuestra vida cotidiana habitualmente necesitamos usar nuestra razón para poder
juzgar. Todo lo que mata el pensamiento nos reduce civilizacionalmente.
Consecuencia del pensamiento turano es la
búsqueda constante de un líder fuerte, el nombramiento de cualquiera como el
salvador enviado por Dios, otorgándole además responsabilidad total por todo.
Pronto aparece la decepción porque no cumple las expectativas y no sabe qué
hacer. En nuestra civilización latina el líder tiene que tener el apoyo de
ciudadanos creativos y pensadores y no sólo disciplinados ejecutores de su
voluntad. Los buenos líderes no abundan. Es más corriente tener que depender de
un equipo y tenemos que saber trabajar juntos, permitiendo que la creatividad
de cada uno haga avanzar la causa común.
Finalmente,
la manera de pensar turana mata todo esfuerzo desde abajo. Muchos creen que
sólo se puede hacer algo útil desde arriba, desde el gobierno central. Y por
eso se pelean por el privilegio de gobernar. En cambio lo que caracteriza a
nuestra civilización latina es que es capaz de corregirse desde abajo. Anima a
todo el mundo para que haga todo lo posible para mejorar la vida a su
alrededor. Las buenas ideas se convierten en mejoras funcionales que se
extienden por si solas al copiarse unos de otros. Esto nunca ocurre en la
civilización turana. Toda mejora ha de ser aprobada desde arriba y sólo
entonces puede introducirse.
A
los gobernantes turanos a los que se les recuerda como grandes, son los que
introdujeron tales mejoras y los que expandieron el reino, independientemente
de lo despiadados e inhumanos que eran al llevar a cabo esos éxitos.
La civilización bizantina
La
civilización bizantina se desarrolló como contraste al Occidente romano. La
diferencia básica estaba en la actitud hacia la religión. En la civilización
latina la Iglesia Católica ha alcanzado independencia doctrinal total del
estado. Además ha conseguido el derecho a criticar el estado o gobernante por
actuar de modo no ético. En Polonia se hizo patente esto en 1079, en el
conflicto entre San Estanislao, entonces obispo de Cracovia y el rey, Bolesław
Śmiały. El obispo criticó al rey. El rey mandó asesinar al obispo. A
resultas de esto el rey tuvo que perder su corona. No porque perdiese las
elecciones o una batalla, sino porque perdió moralmente. Tuvo que exiliarse.
Este incidente estableció las normas para las relaciones Iglesia – Estado en
Polonia, donde está mal visto que el estado critique a la Iglesia. Pero la
Iglesia sí puede criticar al estado cuando están en juego asuntos de
significado moral, y además se espera que lo haga.
En
Bizancio la situación era bien diferente. El emperador tenía poderes
ejecutivos, también sobre la Iglesia. Trataba a la Iglesia como uno de los
elementos de su poder, tal como trataba el poder judicial o el ejército. El
emperador imponía la religión a sus súbditos. Constantino el Grande hizo de la
cristiandad la religión del estado, por decreto. Convocaba sínodos y consejos.
Decidía cual sería el tema de discusión. Como resultado el estado estaba por
encima de la ética. Su misión principal era ser eficaz y no necesariamente
ético. En la civilización bizantina la política no está limitada por la ética.
Es libre de ética y por ello a menudo es bárbara. Como ejemplo podemos traer a
colación el cegamiento en 1018 de los soldados búlgaros vencidos por el
emperador Basil Bulgaroktonos (El Matador de Búlgaros), y como fueron enviados
a casa a pie, de cien en cien, con sólo un soldado tuerto como guía.
Junto
con el nombre imperial, el Sacro Imperio Romano Germano asumió este mismo modo
de organización de vida comunal.
Como resultado, cuando en Polonia el rey perdía su trono por matar a un obispo,
el emperador alemán luchaba con el Papa por la supremacía (cesaropapismo). Lo
mismo iba a Canossa para pedir perdón, que imponía su voluntad al Papa. Desde
entonces hasta hoy perdura en Alemania la lucha entre las civilizaciones
bizantina y latina. En el este de Alemania siempre dominaban las influencias
bizantinas. En el oeste, especialmente en las tierras del Rin había más
influencia latina. El retorno de la capital desde Bonn a Berlín es
probablemente un desarrollo civilizacionalmente inoportuno.
Cuando
los Caballeros Teutones estaban cristianizando con la espada nuestro Paweł
Włodkowic defendía los derechos de los paganos (ver nota al pie nº 1).
Cuando en Alemania causaban estragos las guerras religiosas, en Polonia
teníamos un estado sin caza de brujas. Ellos tenían el principio bárbaro de
“Cuius regio eius religio” (de quien es el reino, es la religión), con lo cual
los súbditos frecuentemente tenían que cambiar de religión, mientras que
nosotros teníamos tolerancia religiosa y dimos acogida en Polonia a muchos
exiliados de las guerras religiosas alemanas.
Incluso
la Austria católica lo era sólo por voluntad del gobernante. El emperador tenía
la costumbre de entrometerse en asuntos de la Iglesia, hasta en temas como la
liturgia. Usaba el derecho de veto en las elecciones a Papa cuando éste no le
gustaba (por última vez en 1903). Esta costumbre se llama a menudo Josefinismo,
en memoria del emperador José II, quien se dedicaba a imponer su voluntad a la
Iglesia. El ser católica no le impidió a
Maria Teresa participar en la obviamente no ética partición de Polonia, junto
con Rusia y Prusia en 1772 y 1795.
Los
alemanes suelen llamar grandes a sus gobernantes mientras tengan éxito, como
Federico el Grande o Bismarck, a pesar de no ser éticos en sus actuaciones. A
Hitler se le consideraba grande mientras ganaba. Pero ahora no, porque perdió.
Sus métodos no éticos no le dieron resultado, ya que no le llevaron al éxito.
Al
Bizancio no le gusta la variabilidad, inconsistencia ni desigualdad. Aunque los métodos y formas pueden ser muy
distintos, tanto en Roma como ahora en la civilización latina, la concordancia
de metas une; en Bizancio y ahora en Alemania, la norma es una uniformidad
impuesta por el estado. Y así se establece la muy alabada limpieza y
funcionalidad alemana. Esto proviene de la disposición universal de acatar
órdenes del estado. “Befehl ist befehl!” “Ordenes son ordenes”. Y esto
generalmente lo acepta todo el mundo. Pero en la civilización latina somos
individualistas. Preferimos hacer las cosas a nuestra manera.
La
disciplina y la obediencia tienen también su lado negativo. Mecanizan la vida
comunal. Ahogan la actividad de base e introducen, desde arriba, una
uniformidad centralizada y burocrática (véase si no, la manera de funcionar de
la Unión Europea, dirigida principalmente por los alemanes y llena de normas
sobrerreguladas). Esto transfiere la responsabilidad de las acciones a los que
emiten la orden. Incluso justifica crímenes.
Es
bien sabido que todos los criminales de guerra alemanes basaban su defensa en
que sólo obedecían órdenes y que actuaban como se les había mandado. Para ellos
la responsabilidad no era suya sino del gobierno. En la interpretación extrema
sólo Hitler era culpable. Durante la posguerra en Alemania entró en vigor una
ley que prohibía la extradición de alemanes. Como consecuencia la mayoría de
los criminales de guerra fueron juzgados en Alemania, según sus cánones y no en
los países donde se cometieron los crímenes.
Por
otro lado, es digno de notar que ni siquiera en la Polonia comunista se podría
imaginar que los asesinos del Padre Jerzy Popieluszko se defendieran alegando
que tan solo seguían órdenes de los servicios secretos para los que trabajaban.
Cada uno es responsable personalmente en un juicio. No se debe obedecer órdenes
criminales. Y punto.
En
relación con esto está la superioridad de la forma sobre el contenido, típico
en el modo de pensar bizantino. Ya que no es la meta sino la forma en la que se
hacen las cosas, esta tiende a dominar, quedándose a la vez hueca de contenido.
En la civilización latina la meta es de importancia primordial, importando poco
la forma de hacer las cosas. La adaptamos a lo que consideramos en cada momento
como más apropiado. Como resultado siempre estamos buscando la manera de
mejorar, con frecuencia equivocándonos por el camino. Los alemanes bizantinos han
perfeccionado la manera de decretar formas desde arriba. Estaba claro que en
Alemania tanto el capitalismo (RFA) como comunismo (RDA) funcionaban
eficientemente. También el fascismo funcionaba eficazmente.
Solemos quedarnos impresionados por la
eficiencia alemana. A menudo les envidiamos. Soñamos con tener tal legislación
y orden, tal funcionalidad y riqueza como ellos. Pero el precio es estar
dispuesto a someterse al estado en todos los asuntos, tan propio de la
civilización bizantina. Nuestra fuerza está en la diversidad, en la disposición
de criticar al gobierno. Debemos defender estos valores contra la intención
alemana de regular todo desde arriba – hoy desde Bruselas más que desde Berlín.
La sobrerregulación tan prevalente en la Unión Europea no es de origen latino,
sino claramente bizantino.
Hay
además una tendencia creciente tanto en la Unión Europea como en muchos países
de tradición latina, a aceptar la disposición bizantina de llevar los asuntos
políticos sin ética. Al contrario que en la civilización turana, el político o
gobernante de tradición bizantina debe conducir su vida privada de modo ético y
se le juzga desde ese punto de vista. Pero es libre para hacer política sin
sentirse limitado por la ética. Esto se refiere tanto a los que practican la
política de modo no ético, como a los que consideran que la política es un
campo inmoral y por tanto no participan, ocupándose solamente de sus asuntos
particulares. Esto deja la política en manos de los que no se preocupan por la
ética. También eso es una actitud bizantina. La actitud propia de la
civilización latina es participar, actuar de modo ético y exigir a los demás
que actúen éticamente, tanto en política interior como exterior. El que los
oponentes no se guíen por la ética es irrelevante. Por ejemplo, también la
policía ha de actuar de modo ético al tratar con criminales.
Todos
pecamos, pero todos debemos querer actuar de modo ético, responsable y de
acuerdo con lo que consideramos apropiado. El abandonar este deseo en el campo
de la política es el principal peligro que hay para la civilización latina en
su contacto con la bizantina.
La civilización judía
La
civilización judía es una de las más viejas del mundo. Su perdurabilidad no
está relacionada con la posesión de algún estado o con el conocimiento de algún
idioma específico. En cierto modo, una memoria y ahora una solidaridad con el
estado israelí tienen algo que ver, como también el hebreo, idioma desconocido
para la mayoría del pueblo judío (a pesar de estar alfabetizados todos desde al
menos el siglo I). Hasta hace poco fue idioma muerto y no ha sido resucitado
como idioma vivo hasta el establecimiento del Estado de Israel para uso de ese
estado. No obstante ni el idioma ni el estado significan mucho a la hora de
definir esta civilización. Los judíos a menudo cambian de un país a otro,
cambiando simultáneamente de idioma para adaptarse a su nuevo entorno.
En el idioma polaco hablamos de la “nación
judía”, no obstante esto es un fenómeno totalmente distinto a nación tal como
se usa en la civilización latina. Para nosotros nación quiere decir un pasado
común de un Estado glorioso o pisoteado, un idioma común con literatura en ese
idioma, además de un sitio específico que se considera patria. En otros idiomas
europeos el fenómeno de unión judía se explicita con palabras diferentes a
“nación”, usándose generalmente la voz “pueblo” (the Jewish people, le peuple
juif, Judentum), siendo eso muy justificado. Efectivamente son un pueblo, pero
el elemento unificador no tiene nada que ver con la solidaridad nacional de las
naciones europeas.
Este
elemento unificador sí tiene que ver con la civilización sacral y en particular
con la conciencia sacral de tener una misión especial encomendada por Dios. Son
conscientes de ser el “pueblo elegido”. Esta misión, por supuesto, era preparar
al mundo para la venida del Mesías, quien iba a nacer entre ellos, y para
preservar la verdad revelada hasta Su venida. Han cumplido con ese encargo.
Muchos Le reconocieron cuando llegó y trajo la Buena Nueva, el evangelio, a
otros pueblos. Lo que era misión de un pueblo se convirtió en la misión de la
Iglesia.
A lo
que hoy consideramos pueblo judío se refiere a una comunidad trágica, un pueblo
que no ha reconocido la llegada del Mesías en la persona de Jesucristo.
Aquellos judíos que siguieron a Cristo se mezclaron con la universalidad
cristiana. Los que Le rechazaron se convirtieron en errantes por el mundo,
entre creyentes de otras religiones, guardando celosamente su calidad de
escogidos, esa conciencia mesiánica que le da una marca definitoria a su
civilización.
Es
una civilización que de manera programada busca la separación y diferenciación
de las comunidades circundantes. En el judaísmo no hay teología específica que
uno podría llegar a conocer y aceptar como converso. Sólo se puede llegar a ser
judío por matrimonio, es decir llegar a ser biológicamente parte de esta
civilización. Los judíos no buscan convertir a la gente. Por propia voluntad
prefieren vivir una vida separada, aparte de las comunidades que les rodean. Forman
sus propias comunas (kahals), se gobiernan por sus propias leyes y cuidan mucho
de mantener una separación espacial. Ellos mismos forman los guetos, distritos
donde viven juntos, comparables a los barrios chinos de los EE.UU, o las
antiguas Juderías de tantas ciudades españolas. Fue la Alemania de Hitler la
que creó el concepto de separación forzosa, de un gueto cerrado del cual los
judíos no podían salir.
Los
judíos no son pioneros. No se dedican a conquistar el mundo salvaje o superar
los peligros de la Naturaleza. Se afincan entre otras civilizaciones,
preferentemente entre los ricos. Tienden a emigrar de tierras pobres a tierras
más ricas. Siempre lo hacen como grupo, formando inmediatamente su propia
comunidad aparte.
Los
judíos no representan ninguna raza específica. Es craso error considerar el
antisemitismo como racismo. Los judíos de Polonia no se distinguen racialmente
de los polacos. Los judíos del norte de África son próximos racialmente a los
árabes. Los judíos etíopes son cercanos a los etíopes. Y así en todas partes.
Pero el hecho de mantenerse en sus propias comunidades, en su civilización, en
su separación, da como resultado que pueden aparecer diferencias biológicas. No
es la raza la que forma la civilización judía, pero la civilización sí puede
causar diferenciación biológica. Esta nunca será una separación total, porque
frecuentemente ocurren matrimonios mixtos, pero donde viven comunidades judías
a lo largo de varias generaciones es suficiente para que se desarrolle alguna
diferencia con el entorno. Todo esto es consecuencia de la conciencia común de
ser el pueblo elegido.
La
memoria de ser elegido por Dios, de tener una relación especial con Dios, de
haber recibido una promesa directamente de Dios, sólo a los descendientes
biológicos de un sólo pueblo, da como resultado que el monoteísmo degenere en
monolatría. La fe en un solo Dios se convierte en la fe en un dios, un dios
propio, un dios tribal. Los profetas erradicaron con éxito las tendencias
politeístas entre los judíos del Antiguo Testamento. Pero fue Jesucristo quien
abordó el tema de la monolatría, ya que dirigía su mensaje a todos los pueblos
y no sólo al elegido. A decir verdad, la monolatría es una forma de politeísmo
porque admite la posibilidad de que otros pueblos tengan otros dioses.
En
otros pueblos también ha aparecido la idea del mesianismo, llegando de repente
a la conclusión de que tienen una misión especial dada por Dios. Pero raras
veces abarca muchas generaciones. Los judíos al cultivar su ser elegido han
creado toda una civilización basada en la fidelidad a la Ley tal como se la
reveló Dios. Por Ley se refieren a la Tora, el Pentateuco de Moisés, el cual
para nosotros es también un libro sagrado. Pero nosotros lo leemos de manera
diferente. En la Tora ven los judíos la
Ley, que es inmutable y a la cual hay que obedecer. Cada letra de la misma es
obligatoria en cada momento. Jesucristo nos enseñó que no es la ley lo
importante sino la voluntad del que hizo la ley. No cambió la ley sino que le
dio fundamento. Acusó a los fariseos de servir al Señor con los labios pero no
con sus corazones. Llamó a salvar en el
Sabbat, fuese un cordero o un buey que cayese a un pozo (Mt 12:11; Lc 14:5)
porque el Sabbat es para el hombre y no el hombre para el Sabbat (Mc 2:27)
Tendemos
a menudo a reírnos de costumbres judías, denigrándolas. No obstante, cuando un
judío piadoso viaja en sábado en tren, sentado sobre una bolsa de agua, lo está
haciendo para permanecer fiel a su religión, porque no se le permite viajar en
sábado excepto por agua. Para él, esto es un imperativo moral, es mostrar
obediencia a la ley. Para nosotros eso sería hipocresía, una violación de la
voluntad del legislador. Con la creciente complejidad de la vida y un
desarrollo de la comprensión de la intención del legislador adaptamos las
reglas a lo que consideramos ético. Para nosotros la ley deriva de la ética.
Para los judíos ocurre lo contrario. La ética deriva de la ley.
La
vida también exige a los judíos que cambien sus costumbres. Por comodidad
introducen interpretaciones de la Ley, explicaciones para varias circunstancias
para mantener la letra de la Ley, pero realmente es para encontrar una manera
de vivir razonablemente. Toda la sabiduría del judaísmo (Talmud, Cábala,
escritos de los rabinos) consiste en estas interpretaciones de la Ley,
comentarios sobre esas interpretaciones, comentarios sobre los comentarios
etc., una constante casuística que multiplica las excepciones a reglas
inmutables. Es la conveniencia la que impele este desarrollo. Fuera del Judaísmo
toda esta sabiduría no tiene valor ninguno. Pero frecuentemente copiamos el
modo en el que se desarrolla y esto presenta una amenaza espiritual. Nosotros
hemos de cambiar las reglas cuando decidimos que eso es lo que pide nuestra
comprensión de lo que es, o no, ético y no porque nos parecen difíciles de
seguir. En la civilización latina cada generación transfiere algo desde la
ética a la ley escrita. La multiplicación de leyes restringe constantemente
nuestra libertad. A los judíos sólo les restringe la Tora, y todas las
interpretaciones desarrolladas con posterioridad reducen el ámbito obligado de
estas restricciones. Desgraciadamente también entre nosotros, y en conflicto
con nuestra propia civilización, aparecen leyes que hacen permisible lo que no
consideramos ético y lo que ya estaba prohibido por la ley escrita (abortos,
divorcios, actos homosexuales, cultos satánicos etc). De esta manera se va
perdiendo el vínculo entre ética y derecho. La conveniencia en vez de la ética
se convierte en la fuente de las leyes.
En
nuestra civilización, una persona de derecho, viviendo honestamente, no estará
en conflicto con la ley, aún desconociéndola. Por otra parte el vivir siguiendo
la ley al pie de la letra pero siendo deshonesto, proviene de la fijación
farisaica a las reglas, pero no a la ética. El aprovecharse de las leyes, de
sus resquicios, imprecisiones e inconsistencias proviene de la casuística
rabínica, de derivar la ética de la ley escrita. Y así, hay lugar para
actividades que no son éticas, pero que sí están formalmente dentro de la ley,
como por ejemplo técnicas de evasión de impuestos, o actividades al borde de la
legalidad. Tal estafador, actuando dentro de la ley, de hecho no tiene ningún
respeto moral por ley alguna. No se le puede comparar al viajero sabatino
sentado sobre una bolsa de agua, que también usa una interpretación cómoda de
Ley, pero lo está haciendo para cumplir la ley y por tanto respetándola
plenamente.
Como
era imposible cumplir en la Diáspora muchas de las reglas de la Ley de Moisés
(como, por ejemplo, la prohibición de aprender el idioma griego), se
introdujeron interpretaciones que determinaban que el cumplimiento de la ley de
Moisés era obligatorio sólo en la Tierra Prometida, pero no fuera de ella. La
Diáspora se convirtió en una manera de evadirse de la Ley. En vista de que la
ética deriva de las reglas, se desarrollaron dos éticas, una para Palestina y
la otra para fuera. Siguieron más multiplicaciones de las éticas, para
ocasiones distintas, para días distintos, hacia judíos y hacia no judíos
(gentiles). De esta manera se desarrolló la ética de situación, algo que para
nosotros es totalmente ajeno. Nosotros reconocemos una sola ética, la misma
para todas las ocasiones. ¿Pero somos siempre fieles a esa manera de comprender
la ética? ¿Por ejemplo no tratamos a veces de manera distinta el robarle a un
vecino a robar propiedad del estado, o mentir a amigos y a enemigos? Tal ética
situacional deriva de la civilización judía y debemos evitarla.
Dentro
de la civilización judía, construidas sobre la Tora, se desarrollaron cinco
religiones distintas, dependiendo de los libros reconocidos para la
interpretación de la Ley. Koneczny resume estas religiones de la siguiente
manera (tabla 2):
Tabla
2
|
Ejemplos
|
con
Tora
|
sin
Talmud
|
sin
Cabala (1)
|
saduceos,
karaítas
|
con
Cabala (2)
|
sabatitas,
franquitas
|
con
Talmud
|
sin
Cabala (3)
|
judíos
lituanos
|
con
Cabala Vieja (4)
|
sefardí
|
con
Cabala + pylpul (5)
|
hasidim,
askenazí
|
Son
cinco religiones, pero carecen de diferencias teológicas que podrían llevar a
divisiones. Todos los judíos forman una única familia unida por la conciencia
mesiánica de ser el pueblo elegido, independientemente de cuál es la tradición
de interpretar la Tora. Un judío puede llegar a ser ateo, puede convertirse a
otra religión, incluso puede llegar a cardenal, pero siempre será considerado
por otros judíos como miembro de la comunidad judía.
A
menudo nos impresiona la solidaridad judía, por cómo se ayudan mutuamente, por
su fidelidad a la comunidad judía. Observamos que participan en batallas
estando presentes en ambos bandos. No obstante cuando vence un lado los judíos
del lado vencedor se aseguran que los judíos del lado perdedor no sufran. Tras
el siguiente conflicto el resultado puede ser contrario, pero seguirá la misma
solidaridad. Es un modo de supervivencia que han desarrollado viviendo entre
los gentiles. Nosotros no tenemos tal solidaridad. De hecho nos peleamos y nos
tenemos celos. Envidiamos a los judíos su fidelidad por encima de cualquier
conflicto. No obstante, esta diferencia también tiene otra cara. Nosotros
creemos que debemos apoyar la verdad, la bondad, la justicia y no a alguien
sólo porque sea paisano nuestro. Hemos de luchar contra todo lo que
consideramos, incluso erróneamente, impropio, el mal, las mentiras. Así
comprendemos la honradez en la civilización latina. Debemos permanecer nosotros
mismos, en vez de apoyar lo que no tiene defensa.
Tanto
nuestra posición como la judía tienen sentido, pero sólo dentro del contexto de
nuestras respectivas civilizaciones. Esto demuestra claramente que no hay
posibilidad de terreno intermedio en los asuntos que diferencian a las
civilizaciones.
La civilización árabe
A menudo se cree que los árabes son nómadas
por naturaleza. Muchos lo eran y más que de agricultores parecen provenir de
pastores, que seguían sus rebaños en busca de pastos. Pero hace milenios que se
convirtieron en agricultores y establecieron ciudades, por tanto difícilmente
podemos considerar la vida nómada como una característica identificadora de
esta civilización.
Considerar
que el Islam es la característica definitoria es también error. Las mezquitas
no son casas de Dios, no tienen altares. Son tan sólo lugares de oración.
Tampoco hay clero, los imanes únicamente dirigen las oraciones. El mismo Mahoma
fue imán, como también todos los califas. Un imán es alguien que sabe leer e
interpretar el Corán. Y como no se puede traducir el Corán, el imán tiene que
saber suficiente árabe para poder al menos leerlo, si no comprenderlo. En cada
mezquita, cerca del púlpito hay un nicho ornamental que indica la dirección de
la Meca, hacia donde deben mirar todos los que oran. Las fuentes de la fe son
el Corán y la tradición llamada Sunna. Esta se compone de comentarios y notas
sobre el Corán escrito por los comentaristas más antiguos. Los sunnitas son
ortodoxos, mientras que los chiítas rechazan la tradición y no reconocen a los
tres primeros califas. Los chiítas vivían en Irán, Pakistán, Bangladesh,
Mongolia y en los oasis de Argelia. El mundo árabe es sunnita, como también
Turquía. Ambas ramas predican cinco obligaciones básicas: oración, limosna,
peregrinación, ayuno y participación en guerras santas. Hay costumbres
derivadas del judaísmo como la prohibición de comer cerdo y la matanza sacral
de animales. A Jesús se le considera profeta y a María virgen, pero consideran
que tratar a Jesús como hijo de Dios es idea politeísta. Fue Mahoma quien
impuso la idea monoteísta a los árabes. También es el responsable de introducir
la prohibición de bebidas intoxicantes y juegos de azar, pero en cambio no
impuso restricciones sobre poligamia o esclavitud. El Islam es una religión simple con poca
comprensión popular. Pocos musulmanes conocen el Corán. Está lleno de reglas
sobre la higiene y contiene un derecho de familia y propiedad minucioso,
tratando incluso detalles menores. También contiene un sistema ético. La mujer
no es igual al hombre y no reza con el hombre en la mezquita. Sólo el hombre
puede divorciarse de su mujer. El Corán no exige el velo ni el burkha, así que
se usan en unas comunidades islámicas y en otras no. La actitud hacia las
bellas artes se precisa con exactitud, pero en general sólo negativamente. El
arte árabe se dedica a ornamentaciones exquisitas (arabescos), porque se
prohíbe la representación de seres vivos,
El Corán, pues, toca las categorías de salud,
prosperidad, belleza y bondad. En la categoría de verdad se preocupa poco con
lo sobrenatural (casi no hay teología) y
para nada con lo natural. Toda la jurisprudencia se limita al derecho de propiedad
y de familia. No obstante, desde el punto de vista de civilización, las
carencias del Corán son más profundas. Todas sus prescripciones tratan tan solo
de vida familiar, como mucho del clan, y sólo conoce derecho privado. No hay
ley de gobierno en el Corán, ¿Entonces como puede el gobierno basarse en el
Corán? El gobierno se deja a la voluntad y placer de la autoridad, de modo que
la voluntad arbitraria del gobernante se convierte en parte indispensable de la
ley. Esto inevitablemente lleva a la voluntad arbitraria de cada oficial. De
hecho se estira el Corán para que cubra las necesidades del Estado.
El
servicio militar es en nombre de la guerra santa. Los impuestos se engloban
dentro de la obligación de dar limosna. Como resultado el cuidado de los
necesitados se convierte en obligación exclusiva del estado. Se dice que la
característica de los gobiernos musulmanes es que se basan en el Corán y la
obstinación y por tanto no pueden pasar sin terror. Para gobernar aplican el
derecho de familia extendido a asuntos públicos. Era imposible crear un derecho
público aparte mientras no se rompiera con el principio de que el Corán es
fuente de derecho. Se desarrollaron dos escuelas: una, para la cual sólo tiene
valor lo que está en el Corán y Sunna y la otra que mantiene que está permitido
todo lo que no prohíbe el Corán. Basándose en estas dos líneas se desarrollaron
varias sectas, llegando incluso hasta las politeístas (en Pakistán). Algunos,
como por ejemplo los chiítas hashshashin, que eran crueles hasta el fanatismo,
funcionaban en el mundo turano. Con el tiempo los mongoles los despacharon de
manera típicamente turana: se les liquidó junto con sus familias por medio de
asesinatos masivos llevados a cabo por fuerzas militares obedientes. En todas
partes el Islam se adaptó al carácter de las sociedades locales. El Islam está
presente en muchas civilizaciones. No todo lo árabe pertenece a todo el Islam,
ni todo lo musulmán pertenece a la civilización árabe. Hay que distinguir entre
los que recibieron el Corán de los árabes y los que lo recibieron de los
turanos, turcos o iraníes. Son mundos totalmente distintos en cuanto a
civilización. Los eruditos árabes consideran a los turcos como algo peor que
los giaours (paganos), como bárbaros del Islam. También hay Islam en otras
civilizaciones, en la brahmán (donde se mantiene el sistema de castas), en la
china (dzungaria, donde la poligamia se convirtió en tener esposa más
concubinas) y otras. El Islam no define la civilización árabe.
El Islam no creó una civilización sacral en el
sentido en que lo hicieron el judaísmo o el brahmanismo. La civilización árabe
es sólo semisacral. Son plenamente sacrales únicamente las sectas chiítas más
extremas, entre los Mozabitas de los oasis del Sahara argelino. Étnicamente estos no son árabes sino
bereberes. Están atados a sus ciudades santas a donde han de retornar porque a
sus mujeres no les está permitido abandonarlas. Las mujeres han de taparse las
caras escrupulosamente. No sólo se prohíbe beber, también el fumar está vetado.
La máxima autoridad a quien apelar es el colegio de hombres leídos en el Corán
que existe en cada ciudad. Aparte de esta excepción en ninguna parte creó el
Islam su propia civilización.
En
tierras islámicas nacía una civilización diferenciada tan sólo allí donde se
adoptaba la interpretación según la cual se permite todo lo que no está
específicamente prohibido por el Corán. Aquí el Islam aceleró el desarrollo
civilizacional por encima y al margen del Corán. Así nació la civilización
árabe, que toma su nombre del idioma en el que está escrito el Corán y no por
el elemento étnico con el cual no tenía nada que ver. No son los árabes los que
extendieron el Islam. Gracias al Corán el árabe se convirtió en el lenguaje de
una civilización brillante, de esplendor intelectual, que se extendía mucho más
allá del marco del Corán. Ya en el s. VIII emerge una filosofía de derecho
distinta (Abu-Hanif m.772). Toda la civilización árabe disfruta de derecho no
sacral además de la autoridad del Corán. Puede existir derecho fuera del Corán
siempre y cuando no esté en conflicto con el mismo. La sabiduría es la fuente
de derecho. Se aprecia la erudición y siempre han existido escuelas superiores
en esta civilización. La sabiduría de la civilización árabe rescató a
Aristóteles para la posterioridad, quien luego fue asumido por los filósofos
latinos. Particularmente famosa es la matemática árabe (álgebra), basada en los
números árabes que todo el mundo ha adoptado. (¡Imagínese hacer una división
larga o multiplicaciones con números romanos!). El derecho público se deriva
del derecho privado, con la complicación de que de algún modo tiene que
derivarse del Corán, que contiene solamente derecho privado. El sistema social
se desarrolló del derecho privado. Gran parte de la vida pública es despótica;
el estado interviene en cualquier asunto social en cualquier momento. En
comunidades más pequeñas el jeque lo decide todo y la misma autoridad le sirvió
al gobernante de los grandes estados históricos árabes. Pero el gobernante
siempre está supeditado a la autoridad suprema del Corán (no ocurría así en las
partes islámicas de la civilización turana, donde el derecho deriva del Corán
pero su interpretación es prerrogativa exclusiva del gobernante). En cuanto a la relación con el tiempo, la civilización
árabe conoce la era, pero no tiene conciencia histórica
El
contacto con el mundo latino tras la invasión de España y parte de Francia por
los moros (mauritanos) dio lugar al desarrollo de la cultura más avanzada de la
civilización árabe (la cordobesa). Los tesoros arquitectónicos de Córdoba,
Sevilla y Granada son testigos de la gloria de aquella cultura. La cultura
cordobesa, al emerger de su organización clanística y adoptar la monogamia,
alcanzó la emancipación de la familia. Como resultado las fuerzas espirituales
empezaron a organizarse separadamente, fuera de la organización estatal.
Dondequiera que ocurre esto, nace una nueva oportunidad para la vida pública,
para el desarrollo de una oposición, una oposición legal, moralmente permisible
y que no constituye nada impropio, al ser manifestación de la emancipación de
las fuerzas espirituales de las fuerzas físicas. La cultura cordobesa demuestra
que tal emancipación es posible en la civilización árabe.
Hoy,
al tratar del terrorismo islamista, es importante distinguir entre el fanatismo
islamista nacido en la civilización turana, afín a la de los hashshashin, y la
fidelidad religiosa al Corán presente en la civilización árabe.
Comentarios finales
Los
asuntos que diferencian a las civilizaciones son mutuamente excluyentes. No son
posibles ni la integración, ni el término medio, ni el crisol. Las
civilizaciones competirán una con otra y con el tiempo en una sociedad ganará
sólo una civilización concreta. La guerra de las civilizaciones tiene lugar principalmente
en las escuelas. ¿Quién va a conseguir mayor influencia en la mentalidad de la
siguiente generación? ¿Quién educará a los hijos de quién?
Podríamos añadir que el problema de la inmigración se reduce a contestar esta
pregunta básica.
¿De
quién recibirán los niños la civilización? ¿Serán los padres o alguien
distinto? En Europa hemos visto como desde la Revolución Francesa el estado se
va haciendo cargo de la educación. Vemos como se va reduciendo la influencia
paternal en la educación y como ésta se va laicizando. En la medida en que se
extiende la educación decrece la influencia de la Iglesia y de los padres.
Esto
no es un aspecto baladí. Nos exponemos a que políticos civilizacionalmente
ajenos a nosotros decidan sobre la educación de nuestras niños, y los padres
apenas nos daremos cuenta de que nuestros hijos se están alejando
paulatinamente de nuestra civilización.
Debemos
hacernos las siguientes preguntas. ¿El sistema educacional se alimenta de una o
varias civilizaciones? ¿Quién decide los programas educacionales? ¿Quién decide
qué tendencias educacionales se van a promocionar en colegios, televisión o
internet? ¿Quién tiene la mayor influencia en la educación de los hijos: los
padres, el colegio, la Iglesia, la televisión o el internet?
El sistema educacional ha de ser consistente.
Tiene que atenerse a los principios de una sola civilización. En la mayor parte
de Europa ésta debe ser la civilización latina. La educación en la escuela debe
ser extensión de la recibida en casa y ambas deben ser complementarias y
compatibles.
En 1925 mi abuelo le prohibió
a mi madre que leyera un libro que fue de lectura obligada en su escuela
(“Chłopi” “Los campesinos” del ganador del Premio Nóbel,
Władysław Reymont), porque consideraba que el contenido era
indecoroso. La escuela respetó esta decisión. Toda la clase lo leyó y mi madre
no. De hecho no lo llegó a leer nunca porque respetaba la opinión de su padre.
¿En qué colegio europeo se respetaría hoy tal solicitud de un padre? Deberíamos
exigir que volviesen tales costumbres.
Los
autores de los programas educativos frecuentemente se guían por alguna
ideología. Desafortunadamente cada vez es más frecuente que ésta sea laica y
deliberadamente desmoralizante. Constantemente oímos la necesidad de darles a
los niños educación sexual en el colegio.
A los niños se les adoctrina sobre anticonceptivos y gimnasia sexual.
Las lecturas obligadas a menudo son preferentemente de autores socialistas o
ateos, mientras se elimina a los autores católicos. Al enseñar historia hay
mucha mentira, se minusvalora el papel del cristianismo y patriotismo en la
construcción de Europa y se glorifica revoluciones e internacionalismo. En
clases de biología se promueve la no probada teoría de la evolución para
disminuir el papel del Creador.
Es
cierto que hay profesores que incluso en los momentos más difíciles dejan de
lado los libros de texto oficiales y tratan de transmitirles a los niños la
verdad como mejor pueden. Pero la mayoría de los profesores repite lo que viene
en el libro de texto sin ningún comentario crítico. No quieren exponerse a
reprimendas o sencillamente no se dan cuenta del enfoque laico de su
asignatura.
Una
influencia aún más fuerte le llega a los niños a través de la televisión, a la
que ven durante varias horas al día desde la más tierna infancia. ¿Y qué
modelos encontramos en los programas de televisión? La normalidad es aburrida,
así que la mayor parte del tiempo se representa situaciones anormales.
Desgraciadamente, los hijos con frecuencia ven la televisión cuando los padres
no están en casa.
Algo
parecido podríamos decir de la música popular. Se escucha con walkman y
auriculares, con lo cual nadie sabe qué es lo que está escuchando el niño. La
música moderna a menudo tiene contenidos eróticos o satánicos.
Cuando
los niños tienen problemas ¿A quién acuden? ¿Tienen tiempo los padres para
escucharlos y aconsejarlos antes de que sea tarde?
Sólo
hay una solución. Que la casa sea el principal educador: la madre tiene que
estar allí. Sé que me expongo a la ira de muchas mujeres que puedan estar
leyendo esto. Pero no nos engañemos. En las civilizaciones donde la vida
familiar está organizada de modo que las madres están en casa todo el tiempo,
se perpetúa la civilización. En hogares donde la madre está ausente la mayor
parte del tiempo los niños están en riesgo de ser educados en valores ajenos a
los de los padres. Un hogar sin una madre es un hogar vacío. Los niños huyen de
hogares así y buscan consejo fuera.
Es absurdo que ahora necesitemos de dos
sueldos en una familia. No es una elección, es una necesidad. El sistema social
ha de ser reorganizado de modo que se pueda vivir con un sueldo y para tener un
hogar vivo con una madre siempre dispuesta a controlar a los niños y a estar
disponible para lo que puedan necesitar.
Las
familias de inmigrantes generalmente son capaces de sobrevivir con un sólo
sueldo y las madres permanecen en casa. Como resultado la influencia del
colegio en los niños es mínima. Se equilibra con la influencia de la casa. El
prohibir cubrirse la cabeza con pañuelos no solucionará el problema. Niños de
distintas civilizaciones interactúan en los colegios y se influencian
mutuamente. Como en la sociedad occidental disminuye la influencia de la casa y
los padres no pueden controlar los programas educativos, nos exponemos al
riesgo de cambios civilizacionales en la siguiente generación.
Hemos
de defender activamente nuestra civilización. Aún a riesgo de pobreza hemos de
insistir en controlar a nuestros hijos. También tenemos que insistir en poder
controlar los programas educativos. Hemos de demandar que las televisiones
promuevan causas nobles, modelos dignos de imitar. Hemos de exigir que se
aplauda el comportamiento propio de nuestra civilización y que se desdeñe lo
que no lo es. Hemos de exigir que se prohíba la música inmoral. Hemos de
demandar que sea adecuado el comportamiento de la sociedad en general y cuando
no lo es, que sea penalizado. Hemos de intentar influenciar la educación de los
que viven entre nosotros, pero que no tienen suficiente apoyo de sus familias.
También hemos de intentar influenciar a aquellos entre nosotros que son de
otras civilizaciones. Hablando desde el punto de vista de la educación, debemos
estar a la ofensiva.
De
otra manera nuestra civilización perderá.
En
otro nivel la situación es más optimista. A pesar de los males que el
colonialismo conllevó, es un hecho que los colonizadores intentaron injertar su
propia civilización a los pueblos colonizados. Una de las maneras principales
de hacerlo era invitando a los más intelectualmente dotados a venir a estudiar
a un país europeo. Se formaron élites que pensaban de modo europeo. Cuando
llegó la descolonización quienes asumieron la responsabilidad de gobernar eran
principalmente los nativos educados en Europa. Hoy esta manera de influenciar
continúa con estudiantes de antiguas colonias que disfrutan del privilegio de
una educación europea. En EE.UU. se está haciendo lo mismo, invitando a muchos
estudiantes de países del Tercer Mundo para que estudien allí.
La
educación es un camino para promover la civilización propia, pero hay otros.
Los colonizadores a menudo dejaron un sistema legal y alguna forma de
organización civil, un sistema político representativo, una manera de organizar
la policía, el ejército, los servicios médicos, los servicios forestales etc.
También dejaron la ética cristiana y alguna estructura eclesial cristiana que
paulatinamente se convirtió en étnicamente local. No todo funciona tan bien
como debiera, pero generalmente se aspira al estándar europeo.
Hoy
día, aparte del legado colonial, al tratar con países del Tercer Mundo los
europeos (incluyendo EE. UU., Canadá, Australia etc.) demandan ciertas normas
de comportamiento como condición para las relaciones. Generalmente lo que se
exige es algún grado de democracia, de respeto a los derechos humanos, de
combatir la corrupción, de responsabilidad económica. Al formular estas exigencias
estamos educando a otros en nuestra manera de pensar.
Evidentemente
no todo lo que Occidente promociona en el Tercer Mundo es digno.
Desgraciadamente tendemos a exportar también nuestros males, como guerras o
abastecimiento para las mismas, socialismo y otras ideologías materialistas,
control de natalidad, promiscuidad sexual, inestabilidad familiar, estilos de
vida hedonísticos. Los miembros de otras civilizaciones que quieren protegerse
de estos males se resisten también frente a las influencias positivas de
Occidente. Seríamos mucho más eficaces promocionando la civilización latina si
nos preocupásemos más de cuidarla en casa.
·- ·-· -······-·
Maciej Giertych (Traducido por Teresa Giertych)
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