“Para ti. Con la ferviente súplica
de que me tiendas tu mano”
(Dedicatoria de don Jaime en su última novela histórica "La cruz del fuego", 1999)
Estamos ante uno
de los navarros de mayor aportación intelectual del s. XX. En este caso, el
dicho “es de bien nacidos ser agradecidos”, importa a los profesionales de la
historia y la biblioteconomía, a los amantes de la cultura y el turismo, a
cualquier navarro y español enraizado, y a los lectores de obras literarias,
porque don Jaime cultivó diversos géneros literarios, desde la novela hasta –con
mayor o menor acierto- el drama y la poesía.
Lejos de un
insano ditirambo, fruto de una fantasiosa admiración que aprovecha la relativa lejanía
del personaje para agrandar virtudes o méritos, y olvidar defectos, es bueno
acercarse a don Jaime por sus hechos y escritos, sin filias, fobias,
ni suposiciones, pues uno y otro expresaría una radical ignorancia sobre
el género biográfico y nuestro personaje.
Aunque don Jaime
mostró una admirable unidad de vida, entre sus cualidades y virtudes podemos
destacar su imborrable aportación en el ámbito de la ciencia y la cultura. Incluso diríamos que, fruto de su breve vida política, algunos de sus libros más importantes
contienen elementos historiográficos del período 1931 a 1939, convirtiéndose por eso en una fuente histórica para los historiadores.
I In memoriam
.
Vamos por tres
años desde que, el día 23 o la madrugada del 24-X-2005, falleció en Pamplona (Navarra)
don Jaime del Burgo Torres. Tenía casi 92 años de edad, pues nació el
11-XI-1912.
Natural de
Navarra y vecino de Pamplona, católico fervoroso, con una profunda vocación
humanística y de servicio, carlista leal y explícito siempre, dejaba 3 hijos,
13 nietos y 4 biznietos, que "son la nómina de casa" (Soliloquios,
1998), según escribía en la "última vuelta del camino". Su esquela
familiar refleja esta bien nutrida descendencia.
Don Jaime estuvo
siempre al servicio de sus conciudadanos, también como hombre de ciencia y
cultura, a la que dedicó gran parte de su vida. Su vasta Obra es un gran don
para todos, especialmente para los historiadores, archiveros, bibliotecarios y
amigos de la cultura. Le movieron su innata tendencia literaria, sus propios afanes
e ideales pero, sobre todo, un profundo amor por la verdad. Además, y en un
plano más elevado, como creyente en Dios, que es fundamento de toda verdad, debía
saber que sólo la verdad libera y nos permite llevar a cabo, personalmente, la
encomienda de consumar la creación. En esta encomienda, lo que cada cual no
haga, no lo harán otros.
Ganándose su
prestigio nacional e internacional a pulso, vio reconocida su Obra por sus
conciudadanos e instituciones públicas culturales de ámbito nacional. Aunque no
fue galardonado con el Premio “Príncipe de Viana”, que anualmente se otorga en
Navarra, creo que lo mereció con creces. Sin embargo, su fallecimiento pasó
algo desapercibido, debido a las circunstancias y al proverbial olvido humano.
Me hice eco de su muerte en un artículo del quincenal navarro “Siempre P’alante”
(2005) [2] ,
donde a su vez estampaba su fotografía de rostro apacible, penetrante mirada, reconcentrado
y sereno, reflejando el gesto de sus activas manos que tanto le valieron en su
trabajo profesional. Fue el 26-III-1995, y es la única fotografía que pude
hacerle. En los últimos años de su larga vida, quedó paulatinamente invidente,
lo que le hizo sufrir mucho.
Quizás las
causas del silencio ante su muerte sean una superficialidad de un presente reducido
en no pocos casos a vanidad de vanidades, el subjetivismo y materialismo
actuales, y la sujeción al “qué dirán” los más atrevidos de hoy, víctimas estos
de confusiones y fobias. Quizás se deba también a la actual frialdad
hacia lo que merece realmente la pena. Incluso aquí, en Navarra, a veces se da
mucha importancia a lo que carece de verdadera significación, y somos muy exigentes
para reclamar méritos a otros, concreción localista ésta del universal “nadie
es profeta en su propia tierra”. Como el Ayuntamiento de Pamplona, en la actual
época iconoclasta, ha acordado suprimir nombres de veinte calles del
antiguo barrio extramuros de la Rochapea (Jus la Rocha), puede proponerse el nombre de don Jaime del Burgo Torres como nueva denominación en
esas u otras calles, para perpetuar su memoria con agradecimiento. O el de don
Juan Cancio Mena e Irurzun, entre otros. Me explico.
II. La
persona.
Don Jaime,
hombre recio de profundas raíces, se hizo en su familia y la Iglesia católica, fue autodidacta en Letras, vivió en profundidad a Navarra y el Carlismo, vivió
las libertades tradicionales, y desarrolló su capacidad creativa que aplicó
con responsabilidad a las diversas facetas de su vida. Trabajó mucho. Vivió con
la rectitud y lealtad del caballero, con libertad y señorío, con austeridad de
vida y hasta con la estética del recto vivir.
Recordemos en
estas líneas a su esposa, María de las Mercedes Tajadura Goñi, porque, como
siempre se ha constatado, detrás de un gran hombre hay una gran mujer. No en
vano, su vasta Historia General de Navarra (1992), que culmina una investigación
sobre Navarra de toda una vida, tiene esta sincera dedicatoria: “Para ti,
Mercedes que me has ayudado a recorrer el camino de las estrellas en medio de
los Apocalipsis estremecedores de nuestro tiempo”. Sí, las estrellas, esa
bella y significativa realidad con la que Dante acaba cada uno de sus tres
Cantos de su Divina Comedia, y con la que dio fin a su Obra inmortal contemplando
“Amor que mueve al sol y las estrellas”.
Don Jaime estudió
perito mercantil, aunque, en vez de seguir el mundo de los negocios, se dedicó
a la cultura y las Letras. Conocía el francés y el inglés. Ganó por oposición
una plaza en el Archivo de la Diputación Foral de Navarra (mayo, 1936). Fue director de la Biblioteca General de Navarra desde 1939 hasta su jubilación en 1982.
Opositó, obteniendo el número 1, al Cuerpo de Delegados del Ministerio de
Información y Turismo, del que fue Delegado en Navarra. Cuando la Diputación Foral de Navarra creó la Dirección de Turismo, Bibliotecas y Cultura Popular en
1966, le nombró su Director, quizás por aunar él todas las disciplinas, permaneciendo
en el cargo hasta el año de su jubilación. Como esperanza de las personas
mayores, digamos que su jubilación no significó el final de sus esfuerzos, pues
continuó investigando y escribiendo hasta ofrecer varias de sus mejores aportaciones
históricas.
Fue Correspondiente
de la Real Academia de la Historia, y Premio Nacional de Literatura "Menéndez
Pelayo" (1967) por su Bibliografía de las guerras carlistas…
(1953-1966). Recibió el Premio del Certamen Internacional de Bayona-Pamplona
(1963), y el Premio "Luís Hernando de Larramendi" de Historia del
Carlismo (1993), por su obra Carlos VII y su tiempo. Tiene la Encomienda con Placa de la Orden Alfonso X el Sabio (24-VI-1997 y entregada el 13-V-1999). Polígrafo
de numerosas disciplinas, nos ha dejado 67 obras de bibliografía y ciencia
histórica, de biblioteconomía e historiografía, de divulgación y turismo,
novelas, y hasta de drama (1932-1936, 1978) y poesía (1937 y 1998) . No
obstante, varios de sus títulos históricos recogidos en sus 67 obras, son
folletos cuyos materiales quedarán insertos en sus magnas obras incluidas en
dicho total.
De pluma fácil y
amena, escribe con galanura. Si nos deleita con obras de entretenimiento,
comunica –con inquietud- el trasfondo sociológico, cultural e ideológico de su
época. Si transmite sus resultados archivísticos, bibliográficos e históricos
en obras académicas, aúna los fríos y abundantes datos (que a veces pudieran
parecer excesivos) con detalles aparentemente insignificantes, pero que redundan
en beneficio de la idea. Si el móvil último de sus investigaciones es Navarra
como entorno humano de pertenencia, no cae por ello en el fijismo ni en el
relativismo. Si contemplamos su quehacer como bibliotecario y director de
Turismo, se trasluce el hombre activo y servicial, detallista y práctico.
Por todo esto,
diré de nuevo, mereció
recibir el Premio "Príncipe de Viana" otorgado cada año en Navarra.
III. Labor
vigente al servicio de la ciencia y la cultura
Sería iluso, y
labor fracasada, pretender llegar al autor y a su Obra desde el
racionalismo y el pensamiento puro. Cito cuatro motivos. Primero, porque -en su
caso- autor y Obra se influyen mutuamente y se funden en una compleja unidad. Don
Jaime no era un técnico a salario que trabajase por encargo. En muchos casos él
eligió sus temas de trabajo. Encauzado por el amor a la verdad, del Burgo ha
seguido el Norte de los datos empíricos, ya en el estudio serio y riguroso de las
fuentes ya en el conocimiento de la Historia emanado de aquellas. El segundo
motivo se debe al carácter amplio, variado y creativo de la Obra de don Jaime, desde la perspectiva objetiva del archivero, bibliotecario e historiador,
hasta la perspectiva subjetiva (no por eso relativista) del novelista y poeta,
y de quien ofrece su testimonio como fuente histórica sobre el período de 1931 a 1939. En tercer lugar, una porción de las aportaciones de don Jaime ha servido muy de cerca
a sus coetáneos, con apertura, sencillez y afán de servicio, exponiendo de
una manera fundada y atractiva los temas más arraigados en la sociedad donde
vivía. En realidad, don Jaime escribió sobre lo que demandaba, más o menos
conscientemente, el sustrato de la sociedad Navarra como entorno de pertenencia.
En este sentido, siguió las máximas de que la Historia es maestra de la vida, y que el presente es un receptáculo del pasado
así como garantía del futuro En cuarto y último lugar, porque, al fin y al
cabo, lo que en última instancia interesa y queda, es la persona y su servicio
a los demás.
He dicho que don
Jaime está entre los navarros de mayor proyección intelectual del s. XX.
Su labor ha sido inmensa y muy variada. El libro colectivo de su homenaje: Jaime
del Burgo. Una vida al servicio de la cultura (2003) , deja
puntual reflejo de los diferentes aspectos de su Obra: recogida y
descripción de fuentes bibliográficas y documentales, ciencia rigurosa, elementos
historiográficos, promoción popular de la cultura, una obra más personal de
ámbito literario, y hasta alguna aportación expresa o implícitamente de
carácter político.
Don Jaime aúna
lo privado con lo profesional. Une la contemplación de la verdad, con la
vocación individual y el destino comunitario. Vincula lo académico dirigido a
especialistas con la divulgación cultural al servicio de sus conciudadanos. Aúna
el libro, el documento y las bibliotecas con la investigación. Une todo ello en
el servicio, ofreciendo incluso elementos que configuran la comunidad histórica
de Navarra, que no es una demarcación político-administrativa sino una forma
concreta de ser y de vida. Así, Don Jaime no escribe sobre sí mismo, sino que hace
un servicio a sus conciudadanos de Navarra, siempre de una forma
abierta a la Verdad eterna.
Al igual que el
hombre es motor de la Historia, la Obra de del Burgo parte de sus motivaciones personales
de amor a las Letras y a la verdad sobre lo que trabaja para, ajeno a todo
localismo, insertar Navarra en ámbitos espacialmente lejanos. Reconcilia lo local
(Navarra) y universal (España y Europa) en mutuo fermento, muestra de lo
cual es su Historia General de Navarra (1992) .
Así, hombre
arraigado, la aportación de don Jaime al milenario Reino de Navarra tiene
tres direcciones: a) En primer lugar, rescata y cataloga fuentes
mediante la adquisición de fondos de Biblioteca y Archivo; b) Transmite el conocimiento
histórico basado en fuentes, y aporta datos personales como historiografía; y
c) Crea la red de Bibliotecas de Navarra en muchos municipios navarros, y promueve
el turismo sobre Navarra mediante concursos, ayudas, y una adecuada información.
Pero también sirvió al ámbito español y europeo. No en vano don Jaime
decía que no se puede entender Navarra como un relato-isla, al igual que el
jurista don Rafael García Pérez dice hoy que “No se puede entender Navarra sin
Europa, ni Europa sin Navarra” (“Diario de Navarra”, 2-VI-2008).
2. El
historiador.
2.1. Las
Obras.
Pero sobre todo
don Jaime ha sido historiador del Carlismo y de Navarra. Enumero algunas
obras:
1º) Del Burgo
adquirió merecida fama internacional con su monumental obra Bibliografía de
las guerras carlistas (…) (1953-1966) ,
cuya elaboración le llevó 25 años. En ella recoge más de cien mil
materiales imprescindibles de carácter historiográfico, documental y
bibliográfico, muchos de ellos con adecuados comentarios. Por ejemplo, conocemos
el testimonio de la dra. Alexandra Wilhelmsen (2003), que afirma llevar casi treinta y cinco años utilizando con un gran provecho esta magna obra, cuya
utilidad ha constatado siempre sobre la práctica investigadora.
En otras obras
históricas sobre el Carlismo, del Burgo utilizó múltiples datos obtenidos de publicaciones
impresas carlistas del siglo XIX y primer tercio del XX, señaladas en dicha Bibliografía…,
sin necesidad de bucear en los archivos históricos. Sobre el período de 1931 a 1939, ya hemos dicho que su experiencia directa se convierte en historiografía o fuente para
historiadores.
2ª) También es
imprescindible su magna Historia General de Navarra (1992) , que llevó a
don Jaime 10 años de elaboración. En ella se nos ofrece una compleja y difícil síntesis
–no exenta de jugosos análisis- de la historia de Navarra desde sus orígenes
hasta los años finales del siglo XX .
Iniciada al día siguiente de jubilarse con 70 años, don Jaime incluyó muchos de
los contenidos publicados en otros libros suyos, por ejemplo páginas enteras de
su Historia de Navarra. La lucha por la libertad (1978) , diversos contenidos
de sus 10 colaboraciones publicadas en la colección de folletos Temas de
Cultura Popular de Navarra, o bien de muchas de las voces sobre carlismo
que escribió para la Gran Enciclopedia de Navarra (CAN).
Es una vasta obra de madurez, cuajada de datos detallados y con un sentido
global, de fácil y atractiva lectura.
Esta obra tiene
el hándicap de no profundizar en todos los aspectos de la realidad de cada
momento histórico, imposibilidad ésta que, más que restar, añade fuerza al
libro. Pero esta obra no podía ni debía de ser total y exhaustiva, sino una
síntesis general, empírica para ser útil a todos, incluidas las diversas
escuelas historiográficas. No obstante, en no pocos temas el autor sí efectúa
verdaderos análisis monográficos. Lógicamente, la profundidad y el estudio
exhaustivo de fuentes primarias archivísticas, que es propia de las actuales
monografías, no aparece en ésta ni en otras Historias generales, aunque no por
eso del Burgo deja de utilizar una selección de importantes documentos archivísticos.
En esta obra, la
historia de Navarra se enmarca en la historia de España y europea, lejos de
cualquier relato-isla e insano localismo, por lo mismo que no hay mar sin
océano, aunque a veces el lector pueda tener la impresión de que el autor se excede
en el ámbito foráneo a Navarra.
3º) Si en los
anteriores y oceánicos libros domina la bibliografía y la historia, el libro Conspiración
y guerra civil (1970) es una fascinante creación que no sólo contiene muchos
elementos bibliográficos y de fuentes, sino también historiográficos, lo que –en
lo que corresponde- le convierte en fuente histórica . Algunos de
estos últimos elementos también aparecen en el capítulo de la Guerra –Cruzada para del Burgo- de 1936, narrada en su citada Historia General de Navarra.
4º) Como género
biográfico, destaca el libro Carlos VII y su tiempo, obra publicada en
1994. Aunque José Luís Martínez Sanz dice que esta obra tiene “un marcado sesgo
tradicionalista” ,
se trata de una observación poco significativa ya que ello no condiciona
los contenidos del libro. Más importante que esto es el quizás excesivo
hincapié que el autor efectúa sobre numerosos personajes que cuajan toda una
época, aunque de todas maneras el título del libro lo permita y -¡quién sabe!-
también lo exija. Con este importante libro, el lector puede advertir el
carácter panfletario y anticarlista de “Noticias de la segunda guerra carlista”
(1990), librito de divulgación escrito por el novelista Pablo Antoñana, editado
para el gran público con dinero del Gobierno de Navarra, e ilustrado con
imágenes de un precioso álbum que, pintado por un carlista, se custodiaba en la
cámara acorazada de la antigua sede del Archivo General de Navarra. Dicho
carácter panfletario fue observado en su día por el historiador de la Universidad de Zaragoza, dr. Fco. Asín Remírez de Esparza en la revista “Aportes”.
5º) Como
divulgador de la historia de Navarra, destaca el libro titulado Navarra , que la Diputación Foral de Navarra repartía a sus ilustres visitantes. Es una delicia cómo está
escrito éste libro, así como las ilustraciones de Federico Lloveras realizadas en
acuarela.
2.2. Temas o
enfoques preferidos.
En la
elaboración del conocimiento histórico y bibliográfico, el ser navarro, su
profesión de bibliotecario como funcionario de la Diputación Foral de Navarra, y su vivencia del carlismo –muy común en su época-, le
ofrecieron a del Burgo los temas de trabajo. En cuando a su enfoque,
la Obra realizada por del Burgo es global y abarca todos los aspectos,
inclinándose más –aunque no de forma excluyente- por la política y la territorialidad,
los aspectos militares, las instituciones, el Derecho, y las ideas. Quizás no
profundice con la misma dedicación en la organización interna de la sociedad, en
la Historia de la Iglesia y la piedad popular, en la etnografía, etnología y
el arte –todo ello tan unido a la antropología cultural-, en la demografía y
-sobre todo- la economía. En su Historia de Navarra. La lucha por la
libertad (1978), dice:
“La escuela
socialista llega a postergar la historia política, afirmando que sus
protagonistas no son más que meros servidores de las ideas económicas. Pero no
se puede prescindir de la historia política, como no se puede desconocer la
historia eclesiástica. Ni siquiera reducir a números y a producción los
estudios relativos a cualquiera de los conocimientos que contribuyeron al
acervo cultural de la Humanidad, que condicionan su vida, explican su pasado y,
en cierto modo, configuran su futuro” (pág. 12) .
¿Por qué la Obra escrita por del Burgo desentonó con algunas tendencias historiográficas de la época? La
razón parece bien sencilla. Del Burgo cultivó una forma clásica y perdurable de
estudiar la Historia, aportando materiales que sirven como marco a todas las
escuelas historiográficas. Ofrece una variedad de enfoques. Trabaja desde obras
de síntesis (Historia General de Navarra etc.) hasta monográficas de
análisis, en su caso relativas a la Sucesión a la Corona de España en 1700, el Carlismo, Carlos VII etc. En cualquier caso, narra y describe los hechos con un
carácter globalizado. No elige especialmente momentos de conflictividad
histórica, sino en todo caso grandes temas, tratando con gran interés tanto los
momentos de cambio como las épocas de continuidad. En del Burgo, las instituciones,
los sucesos identificados con su fecha completa, los personajes y sus biografías,
y el análisis de fuentes bibliográficas más que archivísticas, predominan sobre
la cuantificación de series, la estadística, la demografía y economía, aunque
sin excluirlas ni olvidarlas.
Por todo ello, su
Obra desentonó con aquella tendencia sociológica y económica que
siguieron ciertos estudios de Historia durante varias décadas, condicionados ya
por la búsqueda de nuevos temas, ya por teorías históricas, profesores y modas,
aunque conozco a no pocos que, tras cultivar con afán excluyente dichas
áreas, hoy se han pasado con armas y bagajes a la historia social y política, y
hasta la biografía, para descubrir las redes sociales que constituyen y en las
que se mueven los hechos de los hombres y grupos sociales. También del Burgo
tuvo esto en cuenta, pero con un enfoque menos sociológico y más globalizado.
En su estudio de
Navarra, los Fueros ocuparon un lugar preferente. Para él, y fruto del
estudio de la Historia, el Fuero de Navarra es un derecho propio, es pacto, es
tradición y se inserta en la vivencia de la Hispanidad. En ello coincide con otros muchos historiadores, pero también con historiadores
del Derecho como Fco. Salinas Quijada, Joaquín Salcedo Izu, Javier Nagore,
Álvaro D’Ors, entre muchos otros. Aunque también los hay que no afirman esto. De
ahí sus críticas a la transición-ruptura realizada en Navarra a finales del
siglo XX, y a la primera andadura legislativa demoliberal en el viejo Reino,
según la encuesta o entrevista que le realizó Víctor Manuel Arbeloa el
10-I-1984.
2.3. Las
fuentes utilizadas.
Don Jaime fue
autor de una Historia de carácter narrativo y descriptivo, no exenta de
análisis y explicaciones emanadas del frío dato. No sigue una historia
interpretativa e hipotética, ensayista y sugerente pero algo hueca. Es un autor
seguro, de hechos, y a cuyas aportaciones recurren unos y otros autores.
Sus libros están
elaborados con abundantes fuentes historiográficas primarias y un gran bagaje
bibliográfico, todo ello necesario para garantizar la mayor fidelidad –dentro
de lo posible- a la realidad del pasado. No obstante, también bucea en los
archivos documentales. Personalmente, creo que la historia trabajada con fuentes
primarias manuscritas de archivo como apeos, padrones, alcabalas,
resultados electorales etc., es más lenta que la trabajada por del Burgo,
porque se trata de unos materiales no elaborados, cuyo análisis puede ofrecer
resultados más creativos, profundos y complejos, como es el caso de las
perspectivas prosopográficas, la cuantificación electoral o económica etc.
Por lo que
respecta a los personajes del Carlismo, del Burgo utiliza muchos datos
obtenidos de publicaciones institucionales carlistas de finales del XIX y
comienzos del XX, y no así de archivos familiares o públicos. Ello no impide la
gran utilidad de dichas publicaciones, porque ¿de qué caracteres hacen gala?
Dichas publicaciones son muy empíricas, carecen de interpretaciones, se basan
en hechos, son muy detallistas, para algunos son algo superficiales por carecer
de interpretación y elementos de ensayo, y muchas veces son coetáneas a los
familiares directos de los biografiados, lo que garantiza la fiabilidad del
dato.
En resumen, y
quizás por los enfoques elegidos, creo que del Burgo utilizó para sus
investigaciones más fuentes primarias impresas con formato de libro, que fondos
archivísticos manuscritos, mientras que hoy los historiadores se pasan años
rondando archivos para cada tema monográfico. Ello no es demérito alguno para
el tipo de historia objetiva, sencilla y empírica que aporta del Burgo, que es
la que muchas veces se necesita.
2.4. El
método.
Del Burgo, con
el rigor y empirismo de los datos, no sigue el método hipotético-interpretativo.
Su gran aprecio por los libros, los documentos primarios, la verdad basada en
datos, y su afán por un verdadero servicio a la comunidad de pertenencia,
fueron en él presupuestos necesarios para seguir un método adecuado en
sus investigaciones. En cualquier caso, en del Burgo prima el dato empírico,
riguroso y detallista, ya analice lo estático ya lo dinámico, o ambas cosas
conjuntamente, de la realidad histórica.
Las
predisposiciones.
El don Jaime
historiador de Navarra y del Carlismo podía comprender en profundidad la realidad
que deseaba historiar, precisamente porque la vivía. Por lo dicho hasta ahora y lo que señalamos a continuación, no por esto puede
recelarse de su Obra. El hándicap que puede tener este interés personal (no
trabajaba por encargo como un profesional de la Historia), que partía del aprecio de Navarra y del Carlismo que él heredó, lo suplía gracias
a la abundancia y variedad de fuentes utilizadas, al debido distanciamiento
respecto a los hechos por quien busca la verdad, y a su sentido del humor y el conocimiento
de la condición humana. Así, solventado el citado hándicap, don Jaime se quedó
con los indudables beneficios que tiene la relativa vinculación entre el objeto
estudiado y el sujeto que estudia: motivación y trabajo constante, superación
de las habituales fobias de los historiadores parciales de liberalismo, superación
del racionalismo –tan habitual por otra parte- aplicado al conocimiento del
pasado, posibilidad de traducir la vivencia personal -¿posibles filias?-
en interpretaciones intuitivas “desde dentro” de los personajes (quizás J. L.
Martínez Sanz clasificase a esto de “Historiografía carlista tradicionalista”),
detallismo y penetración del dato y, en su caso, facilidad de encontrar fuentes
y un público lector asegurado. En otro orden de cosas, ya he dicho que Don
Jaime aportó elementos historiográficos –aportaciones personales que se
convierten en fuente histórica- sobre el carlismo navarro de 1931 a 1939.
El hecho que del
Burgo trabajase las raíces de su entorno de pertenencia, pudo estimularle en el
deseo de conocerlo, y de convertir el conocimiento en algo útil para sus
conciudadanos. Investigó con el rigor del historiador que sirve a la verdad (y
no se sirve de ella), haciendo gala de libertad espiritual e independencia
personal. Para ello no sesgó la realidad al racionalizarla, ni cayó en el
empirismo histórico. No se contradijo como algunos investigadores de talante conservador
que, mientras alardean de una aparente frialdad del dato, imparcialidad y
academicismo, paradójicamente orientan datos puntuales incluso efectuando algunos
comentarios a todas luces subjetivos. Caso aparte son otros historiadores
ideologizados, a los que en alguna ocasión se refiere nuestro biografiado. Del
Burgo trabajó la disciplina histórica sin subordinarse al “quedar bien”, al
estar en la “cresta de la ola” de algunos que viven a sueldo de una empresa
cultural (lo que no es desdeñable porque demuestran que valen para el oficio y,
además, que tienen suerte) o bien necesitan asegurarse “frente a otros”. Quizás
sea por algo de esto, o bien por no haber cursado del Burgo la carrera
universitaria de Historia, por lo que algunos profesores universitarios,
celosos de su “status”, no han tenido suficientemente en cuenta la persona de
don Jaime del Burgo Torres, aunque todos aprovechen muy bien los libros que le
citan.
Don Jaime tuvo
un interés constante por descubrir la unidad de lo que parece disperso y
aún lejano, para expresar la realidad sustentante y compleja de sus
conciudadanos en un espacio concreto y a lo largo del tiempo. Ante la gran
diversificación actual de los estudios, la gran cantidad de escritos, y la gran
dificultad de sintetizar lo mucho que se sabe, nuestro autor dirá con la
humildad del sabio:
“A esto hay que
añadir que existen historiadores que están presos de su ideología y sólo
reaccionan individualmente con una interpretación subjetiva de los hechos. No
obstante, la historia tiene su motor fuera del alcance de los mistificadores, y
hay sentimientos e impulsos que permanecen latentes en el alma de los pueblos y
de los individuos y afloran a la superficie cuando menos se piensa, en tiempo y
lugar oportunos que nadie preveía. Durante las guerras, las bombas destruyen
las bóvedas catedralicias, y, a veces, no se sabe por qué, resiste un arco sin aparente
sustentación “ .
2.5. El
tratamiento de los temas.
Don Jaime fue un
historiador muy amigo del dato preciso y la cita exacta. Por eso, unas veces
parece enciclopédico, y otras aparenta caer en la erudición. Mencionemos, por ejemplo, la relación de familias regias y las biografías de
personajes recogidas en el ya citado Carlos VII y su tiempo. Leyenda y
realidad ,
aunque –quizás- con ello el autor quiera advertir la realeza de Don Carlos VII,
digno de ostentar el Toisón del Oro, y evitar que los datos queden dispersos o se
pierdan en libros antiguos. Desde luego, este quehacer nos garantiza una
historia de hechos y personas, concreta y siempre de interés. Sin embargo, no
por ello don Jaime es un historiador empirista. En efecto, dice cómo son las cosas,
habla de hechos, y extrae de ellos su propio sentido, gracias al enlace y
relación entre los datos, de manera que se ajusten a lo que fue. Ello permite
mostrar un sentido profundo más allá de la agregación de simples datos, así
como exponer hechos con ideas en su unidad y plenitud pero sin
caer en el ensayismo. Por todo ello, más que abrumar al lector con los datos
que el autor domina a maravilla, don Jaime nos permite discrepar de algunas de
sus afirmaciones.
Concluyamos. Don
Jaime amplía el ámbito universitario para llegar a la categoría del polígrafo.
Se dedicó a la gestión pública y organizó el III Congreso Nacional de Archivos
y IV de Bibliotecas (5 a 10-X-1970). Se comprometió al servicio de esa
comunidad viva, original y originaria, milenaria que es Navarra -la católica,
tradicional y popular-, esto es, la que él vivió y cuyo sustrato sigue
manteniendo a sus gentes. Digamos que en esta Navarra le acunaron, que trabajar
por ella fue su ideal, y que a ella volvió continuamente, amejorándola
con su ilusión y trabajo cotidiano, y al final de su larga y fructífera vida, con
su Obra. Como la vida de Navarra no ha sido a modo de una isla, a través de aquella
y en ella don Jaime sirvió a España y a la tradición hispánica.
Intelectual
polifacético y de extensa Obra, polígrafo, hombre activo y organizador, don
Jaime puede recordar a aquel otro coloso de la pluma, el asturiano
Jesús-Evaristo Casariego (1913-1990), prolífico escritor, tradicionalista y concretamente
carlista –por qué no decirlo-, hombre entero y de una pieza, de gran valía
según quienes le conocieron. Al revés que Casariego, del Burgo fue más
historiador y bibliotecario que literato, y no ejerció el noble arte del periodismo.
3. El
bibliotecario y promotor del turismo.
Don Jaime
difundió sin descanso la cultura de Navarra durante varias décadas, con otras actividades
que recojo a continuación.
Amante del
buen libro y folleto impresos, don Jaime concebía el libro como expresión
de los hechos y dichos humanos, poso de sabiduría, expresión de un vivir en
continuo acto creador, memoria y transmisión de las obras de hombres y pueblos.
A unos libros los rescató de la pérdida, a otros del olvido, a muchos mimó con
el esmero del bibliotecario entre 1939 y 1982, que es cuando a sus 70 años se
retiró de la Administración Foral de Navarra.
Al servicio del
gran público lector, creó la red pública de Bibliotecas de Navarra, empeño
éste que le llevó largos años. Gracias a él, se editaron y difundieron los 400
folletos de la colección sobre Navarra titulada Temas de Cultura Popular,
de la que era director. Esta colección de folletos de pequeño formato y
reducido tamaño (tenían 32 páginas), estaba bien impresa, tenía portadas y
láminas interiores a todo color, y el papel era selecto. Como todo tiene sus “peros”,
digamos que su letra resulta algo pequeña para la vista cansada. Para los
jóvenes, su precio y reducido tamaño eran una delicia, así como para las
bibliotecas. Luego estos folletos se encuadernaron en tomos de tapas rojas,
como el color de la bandera de Navarra. ¡Cuánto saber cabía –y cabe- en tan
poco espacio y por tan poco dinero!. Recordemos también -¡cómo no!- a don Jaime
como pionero en la promoción del turismo en Navarra y del Camino de
Santiago, faceta ésta que tan bien recuerda el periodista don Jesús Tanco
Lerga
IV. Vivió la Causa Carlista.
Como hombre de
cultura e interesado por la política, don Jaime no es una excepción. Muchos escritores e historiadores han
participado en la política, por ejemplo don Salvador Madariaga, don Claudio Sánchez-Albornoz,
don Gregorio Marañón y tantos otros. Pues bien, así como hemos diferenciado
diversas orientaciones culturales en don Jaime dentro de un mismo impulso creativo,
también es preciso distinguir en él, siempre carlista, el activista contrario a
la República, el organizador del requeté antes y a comienzos de la guerra, y el
carlista desengañado del franquismo durante la paz en la que, según él -aunque
ocupó algunos cargos políticos-, se estaba echando a perder los frutos de la Victoria. Todas estas etapas expresan una unidad de vida en sus dimensiones religiosa,
familiar, social y política. Hasta Jaime es nombre de rey (Jaime III de
Borbón, + 2-X-1931).
Don Jaime nació y
murió carlista. Hijo y nieto de carlistas, fue consciente de la Causa carlista desde sus 17 años. Vivió y falleció como tal, agarradico a su boina roja. Con la
boina roja entre sus manos, de la que pendía su borla amarilla, le vi en su
ataúd la noche del día de su fallecimiento, colocado en la sencilla capilla
ardiente de la Clínica Universitaria de Navarra. Como era tarde, y en ese
momento no había nadie, encendí la luz de la sala… y ahí estaba la soledad de sus
restos mortales. ¡Qué alegres el amarillo de la borla sobre el rojo de la
boina, y el rojo sobre el blanco del sudario! Sonreí muy agradecido. Recordé
los muchos trabajos del difunto en vida, a su familia, su deber cumplido y la
bondad con la que al final de sus días le conocí cuando me saludaba.
Vivió ajeno al
integrismo, fue muy contrario al conservadurismo liberal (los conservaduros)
y, durante su juventud, criticó el estilo poco eficaz de los carlistas mayores,
algo distanciados de una política explícitamente social y quizás desconocedores
del talante agresivo del juego político durante la IIª República.
De joven, en
1930, organizador y echado p'alante, Jaime del Burgo fue secretario de la Juventud Jaimista de Navarra. Fundó la A.E.T. de Pamplona y fue su primer presidente de 1930 a 1936. Fundó y dirigió los semanarios carlistas de Pamplona La Esperanza (1931) y A.E.T. (1934) de Pamplona. El escritor don Fco. José
Saralegui Platero (Pamplona, Ediciones Eunate, 2005) afirma que fue procesado,
con los carlistas Nuin y Saralegui, y condenado a 9 meses de prisión por los
sucesos de Pamplona en abril de 1932, aunque luego todos ellos fueron absueltos.
Sin embargo, según su hijo don Jaime Ignacio (2003), en realidad estuvo en la
cárcel con su padre Eusebio durante seis meses (1932), “hasta que un jurado
popular decidió su absolución por falta de pruebas”. Del Burgo decía en una
entrevista a Inés Artajo el 23-X-1983: “(…) fueron los republicanos los que
me negaban el agua y a mi padre las medicinas” cuando estuvimos en la cárcel. En 1937 y en San Sebastián, recibió el homenaje de los Estudiantes
Tradicionalistas de Navarra, según leo en “El Pensamiento Navarro" (EPN,
nº 12.275, 5-III-1937, y 12.281, 13-III). (En estas páginas quiero aportar mi
granito de arena con datos de la prensa de la época). Escribió por encargo de la Junta Carlista de Guerra de Vizcaya un "Ideario" del Carlismo (1937), muy difundido,
que nada tiene de fascista, ni de totalitario, y sí todo de tradicional. Puede
añadirse que el Concilio ecuménico Vaticano II no ha corregido aspecto alguno
de la política práctica del Carlismo (ni la confesionalidad católica del poder
civil, ni la unidad católica etc.), mientras que sí ha rechazado de nuevo las
proposiciones liberales.
En la República, del Burgo fue uno de los jefes del Requeté de Pamplona. En la Cruzada –así la consideró él-, fue capitán de requetés del Tercio de
Pamplona, y salió en la columna de García Escámez a la toma de Madrid,
peleando en Somosierra. Es muy emotiva la carta que escribió desde Somosierra el
28 de julio de 1936, y que recojo de la prensa de época. Un fragmento dice así:
"Arrullados
por el ruido de los cañones y por el ronco zumbido de los aeroplanos que vuelan
incansables sobre el campamento", turbando el reposo de sus viejos y jóvenes soldados,
dice a estos: "Contemplando el campamento, me siento un poco padre de
todos, y gozo con sus alegrías y sufro con sus pesares. Requetés de Pamplona
que yo formé para este momento: habéis sabido estar a la altura de las
circunstancias. En vuestros ojos leo la confianza que en mi pusisteis y que en
mi conserváis, y me siento pequeño. Pequeño de mandar tanta grandeza, y
temeroso de no llegar a vuestro desprendimiento y a vuestro amor"
(EPN, nº 11.993, 4-VIII-1936).
En 1937 fue,
accidentalmente, Delegado de Requetés del Señorío de Vizcaya, conservándose su
vibrante proclama a los vizcaínos. En ella, después de presentarse como
compañero, navarro y conocido carlista, y tras hablar de los malos vizcaínos entregados
al nacionalismo, expresa este arranque poético: "Y volverá a retoñar el
viejo tronco, las gotas de rocío (ofrenda de cariño concentrados), humedecerán
sus hojas renovadas, y del nuevo tronco (vieja savia), se sustentará Vizcaya
para ser España" (EPN, nº 12.167, 24-II-1937).
Organizó y fue
capitán del Tercio de Ntra. Sra. de Begoña (Vizcaya). Con este Tercio, y en
cargos de Comandante, fue heroico en las cimas de Archanda, cayendo herido en
la conquista y defensa de la posición de Santo Domingo (Bilbao) el 14-VI-1937
(EPN, nº 12.563, 14-VI-1938). Por esta acción ganó la Medalla Militar (EPN, nº 12.264, 19-VI-1937 y nº 12.267, 23-VI-1937). Luego convaleció en el
Hospital “Alfonso Carlos” de Pamplona, -cuya historia ha sido estudiada por el
dr. Pablo Larraz- sin que por ello pudiera tomar parte en actividades con las
que le calumnia cierto libro politizado .
Con el esfuerzo de la gran mayoría de navarros, ganó la Laureada del escudo de Navarra: no la escamoteen hoy. Navarra tenía una población de hecho de
345.883 personas, 172.652 de población masculina, y levantó 40.461 hombres en
pie de guerra que sufrieron 4.545 bajas mortales. Según el Dictamen del Consejo
de Estado (4-XI-1982), dicha Laureada seguía vigente en lo que dicho Consejo
llama escudo solemne. Hoy, la sociedad tiene libertad civil para utilizar en su
ámbito el escudo laureado de Navarra así como otros símbolos.
Tras la guerra
civil, en 1945 del Burgo fue vicepresidente del Real Consejo del Reino de
Navarra de la Comunión Católico-Monárquica, carloctavista (de Carlos VIII, + 1953). Como tal, dice
haber luchado "por un noble ideal y nunca abdicaremos de nuestras
convicciones" (del Burgo en contestación a J. C. Clemente, Rev.
"Montejurra", nº 56, 1970 y nº 58, 1971). Miembro de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz (dic. 1939), que hoy sigue activa y celebra el
Via Crucis y el Oficio Divino mensualmente en la Cripta del Monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada, cuya basílica está hoy desacralizada. Recordemos que dicha Cripta pertenece al Arzobispado de Pamplona,
según el documento de cesión del Monumento hecho por dicho Arzobispado al
Ayuntamiento de Pamplona. Del Burgo fue teniente alcalde del Ayuntamiento de
Pamplona (1942-1944). Aurora Villanueva ,
cita de él otros cargos públicos como el de delegado provincial de
Comunicaciones y Transportes, y vicesecretario de Educación Popular de FET de
las JONS, ambos en 1943. Fue Procurador a Cortes dos veces (1955-1961) y
Consejero Nacional del Movimiento, hasta que dimitió por serias
discrepancias con el régimen franquista. Como señala Tanco Lerga: “renunció
a hacer carrera política en el nuevo régimen, rechazando ofertas para
desempeñar cargos en la estructura del Estado fuera de Navarra” . Por
ejemplo, rechazó los ofrecimientos para el cargo de gobernador civil de Lérida
y Lugo por parte del ministro falangista José Luís Arrese, que como él era
navarro.
Militó siempre
en la Comunión Tradicionalista hasta su fallecimiento en Pamplona, que es donde
siempre había vivido. El 26-III-1995 recibió –junto con otros 21 carlistas- el
Homenaje de la Comunión Tradicionalista Carlista de Navarra (CTC), en la Fiesta del Veterano Carlista de Pamplona, siendo presidente de ella D. Javier Morte Francés. Se celebró la Santa Misa en la iglesia de las MM. Recoletas de Pamplona y, después, una comida de hermandad
en el restaurante Basaburúa de la Plaza de San Francisco de Asís, hoy cerrado
al público. La CTC anunció con sentimiento el fallecimiento de don Jaime en una
esquela en el rotativo “Diario e Navarra”, con el frontispicio “Ante Dios nunca
serás héroe anónimo”. Fiel a la doctrina tradicional. Hombre de la Legitimidad. Sin duda, él ya sabe desde el Cielo que le siguen muchos más.
V. Tristezas
y gozo.
No creo que la
paulatina pérdida de vista que don Jaime sufrió durante sus últimos años –y que
tanto le hizo sufrir-, haya malogrado su destino, como se queja en sus últimos
poemitas "Soliloquios" (1998). Más bien esta enfermedad
acrecentó su bondad, pues le conservo en la memoria como un anciano muy
bondadoso las no pocas veces que me lo encontré en la escalera; éramos vecinos,
pues mi domicilio era -en sus últimos años de vida- justo el piso superior al
suyo. Quizás esa dolorosa enfermedad le ayudó a descubrir, más si cabe, el
vértice y quicio de toda su vida: que vivimos, como avecillas un ensalmo y
comenzando a poner un pie en la eternidad. Cultivó la intimidad, el silencio y el estudio, hombre de familia, de su querida Navarra y, sobre todo, de profunda vida
cristiana. Don Jaime, Vd. que ha sabido fructificar los talentos que el
Altísimo, Padre amoroso, le concedió, ruegue por nosotros como nosotros por Vd.
Sí; en mi homenaje, ido D. Jaime hace tres largos años, hay cabida para la
tristeza y el gozo.
·- ·-· -······-·
José Fermín Garralda Arizcun
VV.AA., Jaime
del Burgo. Una vida al servicio de la cultura, Madrid, Ediciones
Académicas, 2003, 294 pp. Tuve el honor de colaborar en el segundo capítulo de
este libro con el título "Don Jaime del Burgo Torres, polígrafo e
historiador al servicio de la comunidad científica y de la sociedad
navarra", pág. 33-58. Otros capítulos los escriben Víctor Manuel Arbeloa,
Mercedes Galán, Fco. Javier de Lizarza, Jesús Tanco Lerga, Alexandra
Wilhelmsen, Tomás Yerro, y su hijo Jaime Ignacio del Burgo. Este último aporta
datos interesantísimos, discrepando nosotros -dicho sea con todo respeto y
cariño- de algunas de sus observaciones. Otros capítulos están firmados por
otros autores y están escritos años atrás.
GARRALDA
ARIZCUN José Fermín, "In Memoriam. Don Jaime del Burgo Torres", en
Rev. "Siempre P' alante", nº 529 (1-XI-2005), pág. 14, revista a la
que don Jaime estuvo suscrito hasta su fallecimiento, y cuyo nombre propio, en
la etiqueta de reparto postal, tenía el número 0078.
YERRO
VILLANUEVA, Tomás, Jaime del Burgo. Una vida al servicio de la Cultura, 1999, 41 pp. s./n., 348 x 250 mm. Texto reproducido en “Diario de Navarra” el
13-V-2001, pág. 32-33.
VV.AA., Jaime
del Burgo. Una vida…, o. cit., nota 1.
BURGO Jaime
del, Historia General de Navarra. Desde los orígenes hasta nuestros días,
Madrid, Rialp, 1992, 3 vols.
BURGO Jaime
del, Bibliografía de las guerras carlistas y de las luchas políticas del
siglo XIX, Pamplona,
1953-1966, 5 vols., y 2ª ed. Pamplona, 1978.
BURGO Jaime
del, Historia General de Navarra … o. cit., nota 5.
El tomo I
estudia desde la historiografía, los elementos geográficos, el hábitat y sus
circunstancias –conforme a una escuela clásica-, hasta casi 1400. El tomo II
abarca desde la Casa de Evreux de 1387 y la conquista de Navarra por Castilla
en 1512 (todo ello ocupa casi la mitad del libro) hasta 1665. Y el tomo III se
extiende hasta 1992. Cada capítulo incluye textos, notas a pie de página con
fuentes archivísticas y bibliográficas, y una extensa bibliografía final. La
historiadora del Derecho, doña Mercedes Galán, en VV.AA. Jaime del Burgo…
o. cit., nota 1, pág. 93-98, efectúa un comentario a esta obra.
BURGO TORRES del, Historia de Navarra. La lucha
por la libertad, Madrid, Tebas, 1978, 637 pp. Este libro abarca desde los
orígenes de Navarra y los navarros hasta básicamente 1512 (cuando ocurrió la
conquista de Navarra por Castilla y su posterior incorporación a la Corona de Castilla, conservando Navarra su naturaleza de Reino “por si”), y sintetiza en un
capítulo final los últimos 500 años de historia de Navarra. Pretende mostrar,
en múltiples aspectos, las diferencias, independencia y especificidad de
Navarra respecto a Vascongadas. Como es habitual en del Burgo, y conforme a la
escuela clásica, comienza el libro con unos supuestos básicos, la
historiografía, el medio geográfico, y el marco administrativo, humano y lingüístico. Subraya la personalidad de Navarra cuando estudia los vascones (p.
213-315), o bien analiza el origen del término Navarra (p. 317-348); al
diferenciar entre vascos y navarros según en los textos (p.
413-441), y al estudiar la historia medieval de Navarra. En ésta última,
realiza un prolijo análisis (p. 443-518) sobre la relación que Navarra tuvo con
Álava, Vizcaya y Guipúzcoa –siempre por separado- en la Edad Media.
Este libro de
Del Burgo es un ejemplo del marco vital que expresa la oportunidad de
las publicaciones de este autor, pues hacia 1978 los navarros sentían con
fuerza las ambiciones anexionistas del nacionalismo vasco (según del Burgo éste
es contrario a la tradición vasca), y en la Constitución Española de 1978 se incluía la Transitoria 4ª sobre Navarra. No en vano, este
libro inserta el texto “El destino de Navarra” de don Claudio Sánchez Albornoz
(p. I-XVI), y recoge en su frontispicio esta afirmación firmada por Vázquez de
Mella: “Los pueblos enlazan con la muerte el mismo día en que se divorcian
de su historia” (Vázquez de Mella, aunque asturiano, fue diputado carlista
por Navarra).
No comentaré
las cifras que del Burgo aporta sobre la dura represión en Navarra durante la
guerra civil (él señala 678 víctimas, p. 91), pues otros historiadores ofrecen
cantidades diferentes. Sobre éste aspecto hice un comentario en mi recensión
sobre el magnífico libro de Jordi Canal, Banderas blancas, boinas rojas
(…) (2006), publicada en “Aportes” nº 63 (1/2007) pág. 144-146. En realidad,
del Burgo fue un adelantado en constatar por escrito esta desgraciada
represión.
MARTÍNEZ SANZ José Luís, "Historiadores e historiografía sobre el carlismo: la difícil frontera
entre política y ciencia", "Aportes", nº 49 (2/2002), 167 pp.,
pág. 110-129, vid. p. 115.
BURGO Jaime
del, Navarra, Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 2ª ed., 1978,
149pp. + 9 s.n.
Esto mismo se
inserta, con otras consideraciones sobre el quehacer del historiador, en su Historia
General de Navarra… (1992), o. cit., nota 5, v. I, pág. 13.
BURGO Jaime
del, Historia General de Navarra… o. cit., nota 5, v. I, p. 7.
BURGO Jaime
del, Carlos VII y su tiempo. Leyenda y realidad, Pamplona, Gobierno de
Navarra, 1994, 396 pp.
VV.AA., Navarra
1936… (1986 y 9ª ed. 2008).
VILLANUEVA MARTÍNEZ Aurora, El Carlismo navarro durante el primer franquismo: 1937-1951, Madrid, Ed. Actas, 1998, 575 pp., pág.
548.
VV.AA. Jaime
del Burgo. Una vida al servicio de la cultura… o. cit., nota 1, p. 75.
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