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Sin caer en el olvido. Jaime del Burgo Torres (1912-2005). Historiador polifacético en su tercer aniversario

por José Fermín Garralda Arizcun

El contenido de este artículo incluye los siguientes contenidos: I In memoriam. II La persona. III Labor vigente al servicio de la ciencia y la cultura (1. El autor y la Obra. 2. El historiador: [2.1. Las Obras. 2.2. Temas o enfoques preferidos. 2.3. Las fuentes utilizadas. 2.4. El método. 2.5. El tratamiento de los temas]. 3. El bibliotecario y promotor del turismo.) IV. Vivió la Causa Carlista. V. Tristezas y gozo

“Para ti. Con la ferviente súplica
de que me tiendas tu mano”

(Dedicatoria de don Jaime en su última novela histórica "La cruz del fuego", 1999)

 Estamos ante uno de los navarros de mayor aportación intelectual del s. XX. En este caso, el dicho “es de bien nacidos ser agradecidos”, importa a los profesionales de la historia y la biblioteconomía, a los amantes de la cultura y el turismo, a cualquier navarro y español enraizado, y a los lectores de obras literarias, porque don Jaime cultivó diversos géneros literarios, desde la novela hasta –con mayor o menor acierto- el drama y la poesía.

 Lejos de un insano ditirambo, fruto de una fantasiosa admiración que aprovecha la relativa lejanía del personaje para agrandar virtudes o méritos, y olvidar defectos, es bueno acercarse a don Jaime por sus hechos y escritos, sin filias, fobias, ni suposiciones, pues uno y otro expresaría una radical ignorancia sobre el género biográfico y nuestro personaje.

Aunque don Jaime mostró una admirable unidad de vida, entre sus cualidades y virtudes podemos destacar su imborrable aportación en el ámbito de la ciencia y la cultura. Incluso diríamos que, fruto de su breve vida política, algunos de sus libros más importantes contienen elementos historiográficos del período 1931 a 1939, convirtiéndose por eso en una fuente histórica para los historiadores.

I In memoriam   [1] .

Vamos por tres años desde que, el día 23 o la madrugada del 24-X-2005, falleció en Pamplona (Navarra) don Jaime del Burgo Torres. Tenía casi 92 años de edad, pues nació el 11-XI-1912.

Natural de Navarra y vecino de Pamplona, católico fervoroso, con una profunda vocación humanística y de servicio, carlista leal y explícito siempre, dejaba 3 hijos, 13 nietos y 4 biznietos, que "son la nómina de casa" (Soliloquios, 1998), según escribía en la "última vuelta del camino". Su esquela familiar refleja esta bien nutrida descendencia.

Don Jaime estuvo siempre al servicio de sus conciudadanos, también como hombre de ciencia y cultura, a la que dedicó gran parte de su vida. Su vasta Obra es un gran don para todos, especialmente para los historiadores, archiveros, bibliotecarios y amigos de la cultura. Le movieron su innata tendencia literaria, sus propios afanes e ideales pero, sobre todo, un profundo amor por la verdad. Además, y en un plano más elevado, como creyente en Dios, que es fundamento de toda verdad, debía saber que sólo la verdad libera y nos permite llevar a cabo, personalmente, la encomienda de consumar la creación. En esta encomienda, lo que cada cual no haga, no lo harán otros.

Ganándose su prestigio nacional e internacional a pulso, vio reconocida su Obra por sus conciudadanos e instituciones públicas culturales de ámbito nacional. Aunque no fue galardonado con el Premio “Príncipe de Viana”, que anualmente se otorga en Navarra, creo que lo mereció con creces. Sin embargo, su fallecimiento pasó algo desapercibido,  debido a las circunstancias y al proverbial olvido humano. Me hice eco de su muerte en un artículo del quincenal navarro “Siempre P’alante” (2005)   [2] , donde a su vez estampaba su fotografía de rostro apacible, penetrante mirada, reconcentrado y sereno, reflejando el gesto de sus activas manos que tanto le valieron en su trabajo profesional. Fue el 26-III-1995, y es la única fotografía que pude hacerle. En los últimos años de su larga vida, quedó paulatinamente invidente, lo que le hizo sufrir mucho.

Quizás las causas del silencio ante su muerte sean una superficialidad de un  presente reducido en no pocos casos a vanidad de vanidades, el subjetivismo y materialismo actuales, y la sujeción al “qué dirán” los más atrevidos de hoy, víctimas estos de confusiones y fobias. Quizás se deba también a la actual frialdad hacia lo que merece realmente la pena. Incluso aquí, en Navarra, a veces se da mucha importancia a lo que carece de verdadera significación, y somos muy exigentes para reclamar méritos a otros, concreción localista ésta del universal “nadie es profeta en su propia tierra”. Como el Ayuntamiento de Pamplona, en la actual época iconoclasta, ha acordado suprimir nombres de veinte calles del antiguo barrio extramuros de la Rochapea (Jus la Rocha),  puede proponerse el nombre de don Jaime del Burgo Torres como nueva denominación en esas u otras calles, para perpetuar su memoria con agradecimiento. O el de don Juan Cancio Mena e Irurzun, entre otros. Me explico.

II. La persona.

Don Jaime, hombre recio de profundas raíces, se hizo en su familia y la Iglesia católica, fue autodidacta en Letras, vivió en profundidad a Navarra y el Carlismo, vivió las libertades tradicionales, y desarrolló su capacidad creativa que  aplicó con responsabilidad a las diversas facetas de su vida. Trabajó mucho. Vivió con la rectitud y lealtad del caballero, con libertad y señorío, con austeridad de vida y hasta con la estética del recto vivir.

Recordemos en estas líneas a su esposa, María de las Mercedes Tajadura Goñi, porque, como siempre se ha constatado, detrás de un gran hombre hay una gran mujer. No en vano, su vasta Historia General de Navarra (1992), que culmina una investigación sobre Navarra de toda una vida, tiene esta sincera dedicatoria: “Para ti, Mercedes que me has ayudado a recorrer el camino de las estrellas en medio de los Apocalipsis estremecedores de nuestro tiempo”. Sí, las estrellas, esa bella y significativa realidad con la que Dante acaba cada uno de sus tres Cantos de su Divina Comedia, y con la que dio fin a su Obra inmortal contemplando “Amor que mueve al sol y las estrellas”.

 Don Jaime estudió perito mercantil, aunque, en vez de seguir el mundo de los negocios, se dedicó a la cultura y las Letras. Conocía el francés y el inglés. Ganó por oposición una plaza en el Archivo de la Diputación Foral de Navarra (mayo, 1936). Fue director de la Biblioteca General de Navarra desde 1939 hasta su jubilación en 1982. Opositó, obteniendo el número 1, al Cuerpo de Delegados del Ministerio de Información y Turismo, del que fue Delegado en Navarra. Cuando la Diputación Foral de Navarra creó la Dirección de Turismo, Bibliotecas y Cultura Popular en 1966, le nombró su Director, quizás por aunar él todas las disciplinas, permaneciendo en el cargo hasta el año de su jubilación. Como esperanza de las personas mayores, digamos que su jubilación no significó el final de sus esfuerzos, pues continuó investigando y escribiendo hasta ofrecer varias de sus mejores aportaciones históricas.

Fue Correspondiente de la Real Academia de la Historia, y Premio Nacional de Literatura "Menéndez Pelayo" (1967) por su Bibliografía de las guerras carlistas… (1953-1966). Recibió el Premio del Certamen Internacional de Bayona-Pamplona (1963), y el Premio "Luís Hernando de Larramendi" de Historia del Carlismo (1993), por su obra Carlos VII y su tiempo. Tiene la Encomienda con Placa de la Orden Alfonso X el Sabio (24-VI-1997 y entregada el 13-V-1999). Polígrafo de numerosas disciplinas, nos ha dejado 67 obras de bibliografía y ciencia histórica, de biblioteconomía e historiografía, de divulgación y turismo, novelas, y hasta de drama (1932-1936, 1978) y poesía (1937 y 1998) [3] . No obstante, varios de sus títulos históricos recogidos en sus 67 obras, son folletos cuyos materiales quedarán insertos en sus magnas obras incluidas en dicho total.

De pluma fácil y amena, escribe con galanura. Si nos deleita con obras de entretenimiento, comunica –con inquietud- el trasfondo sociológico, cultural e ideológico  de su época. Si transmite sus resultados archivísticos, bibliográficos e históricos en obras académicas, aúna los fríos y abundantes datos (que a veces pudieran parecer excesivos) con detalles aparentemente insignificantes, pero que redundan en beneficio de la idea. Si el móvil último de sus investigaciones es Navarra como entorno humano de pertenencia, no cae por ello en el fijismo ni en el relativismo. Si contemplamos su quehacer como bibliotecario y director de Turismo, se trasluce el hombre activo y servicial, detallista y práctico.

Por todo esto, diré de nuevo, mereció recibir el Premio "Príncipe de Viana" otorgado cada año en Navarra.

 III. Labor vigente al servicio de la ciencia y la cultura

Sería iluso, y labor fracasada, pretender llegar al autor y a su Obra desde el racionalismo y el pensamiento puro. Cito cuatro motivos. Primero, porque -en su caso- autor y Obra se influyen mutuamente y se funden en una compleja unidad. Don Jaime no era un técnico a salario que trabajase por encargo. En muchos casos él eligió sus temas de trabajo. Encauzado por el amor a la verdad, del Burgo ha seguido el Norte de los datos empíricos, ya en el estudio serio y riguroso de las fuentes ya en el conocimiento de la Historia emanado de aquellas. El segundo motivo se debe al carácter amplio, variado y creativo de la Obra de don Jaime, desde la perspectiva objetiva del archivero, bibliotecario e historiador, hasta la perspectiva subjetiva (no por eso relativista) del novelista y poeta, y de quien ofrece su testimonio como fuente histórica sobre el período de 1931 a 1939. En tercer lugar, una porción de las aportaciones de don Jaime ha servido muy de cerca a sus coetáneos, con apertura, sencillez y afán de servicio, exponiendo de una manera fundada y atractiva los temas más arraigados en la sociedad donde vivía. En realidad, don Jaime escribió sobre lo que demandaba, más o menos conscientemente, el sustrato de la sociedad Navarra como entorno de pertenencia. En este sentido, siguió las máximas de que la Historia es maestra de la vida, y que el presente es un receptáculo del pasado así como garantía del futuro En cuarto y último lugar, porque, al fin y al cabo, lo que en última instancia interesa y queda, es la persona y su servicio a los demás.

He dicho que don Jaime está entre los navarros de mayor proyección intelectual del s. XX. Su labor ha sido inmensa y muy variada. El libro colectivo de su homenaje: Jaime del Burgo. Una vida al servicio de la cultura (2003) [4] , deja puntual reflejo de los diferentes aspectos de su Obra: recogida y descripción de fuentes bibliográficas y documentales, ciencia rigurosa, elementos historiográficos, promoción popular de la cultura, una obra más personal de ámbito literario, y hasta alguna aportación expresa o implícitamente de carácter político.

Don Jaime aúna lo privado con lo profesional. Une la contemplación de la verdad, con la vocación individual y el destino comunitario. Vincula lo académico dirigido a especialistas con la divulgación cultural al servicio de sus conciudadanos. Aúna el libro, el documento y las bibliotecas con la investigación. Une todo ello en el servicio, ofreciendo incluso elementos que configuran la comunidad histórica de Navarra, que no es una demarcación político-administrativa sino una forma concreta de ser y de vida. Así, Don Jaime no escribe sobre sí mismo, sino que hace un servicio a sus conciudadanos de Navarra, siempre de una  forma abierta a la Verdad eterna.

Al igual que el hombre es motor de la Historia, la Obra de del Burgo parte de sus motivaciones personales de amor a las Letras y a la verdad sobre lo que trabaja para, ajeno a todo localismo, insertar Navarra en ámbitos espacialmente lejanos. Reconcilia lo local (Navarra) y universal (España y Europa) en mutuo fermento, muestra de lo cual es su Historia General de Navarra (1992) [5] .

Así, hombre arraigado, la aportación de don Jaime al milenario Reino de Navarra tiene tres direcciones: a) En primer lugar, rescata y cataloga fuentes mediante la adquisición de fondos de Biblioteca y Archivo; b) Transmite el conocimiento histórico basado en fuentes, y aporta datos personales como historiografía; y c) Crea la red de Bibliotecas de Navarra en muchos municipios navarros, y promueve el turismo sobre Navarra mediante concursos, ayudas, y una adecuada información. Pero también sirvió al ámbito español y europeo. No en vano don Jaime decía que no se puede entender Navarra como un relato-isla, al igual que el jurista don Rafael García Pérez dice hoy que “No se puede entender Navarra sin Europa, ni Europa sin Navarra” (“Diario de Navarra”, 2-VI-2008).

2. El historiador.

2.1. Las Obras.

Pero sobre todo don Jaime ha sido historiador del Carlismo y de Navarra. Enumero algunas obras:

1º) Del Burgo adquirió merecida fama internacional con su monumental obra Bibliografía de las guerras carlistas (…) (1953-1966) [6] , cuya elaboración le llevó 25 años. En ella recoge más de cien mil materiales imprescindibles de carácter historiográfico, documental y bibliográfico, muchos de ellos con adecuados comentarios. Por ejemplo, conocemos el testimonio de la dra. Alexandra Wilhelmsen (2003), que afirma llevar casi treinta y cinco años utilizando con un gran provecho esta magna obra, cuya utilidad ha constatado siempre sobre la práctica investigadora.

En otras obras históricas sobre el Carlismo, del Burgo utilizó múltiples datos  obtenidos de publicaciones impresas carlistas del siglo XIX y primer tercio del XX, señaladas en dicha Bibliografía…, sin necesidad de bucear en los archivos históricos. Sobre el período de 1931 a 1939, ya hemos dicho que su experiencia directa se convierte en historiografía o fuente para historiadores.

2ª) También es imprescindible su magna Historia General de Navarra (1992) [7] , que llevó a don Jaime 10 años de elaboración. En ella se nos ofrece una compleja y difícil síntesis –no exenta de jugosos análisis- de la historia de Navarra desde sus orígenes hasta los años finales del siglo XX [8] . Iniciada al día siguiente de jubilarse con 70 años, don Jaime incluyó muchos de los contenidos publicados en otros libros suyos, por ejemplo páginas enteras de su Historia de Navarra. La lucha por la libertad (1978) [9] , diversos contenidos de sus 10 colaboraciones publicadas en la colección de folletos Temas de Cultura Popular de Navarra, o bien de muchas de las voces sobre carlismo que escribió para la Gran Enciclopedia de Navarra (CAN). Es una vasta obra de madurez, cuajada de datos detallados y con un sentido global, de fácil y atractiva lectura.

Esta obra tiene el hándicap de no profundizar en todos los aspectos de la realidad de cada momento histórico, imposibilidad ésta que, más que restar, añade fuerza al libro. Pero esta obra no podía ni debía de ser total y exhaustiva, sino una síntesis general, empírica para ser útil a todos, incluidas las diversas escuelas historiográficas. No obstante, en no pocos temas el autor sí efectúa verdaderos análisis monográficos. Lógicamente, la profundidad y el estudio exhaustivo de fuentes primarias archivísticas, que es propia de las actuales monografías, no aparece en ésta ni en otras Historias generales, aunque no por eso del Burgo deja de utilizar una selección de importantes documentos archivísticos.

En esta obra, la historia de Navarra se enmarca en la historia de España y europea, lejos de cualquier relato-isla e insano localismo, por lo mismo que no hay mar sin océano, aunque a veces el lector pueda tener la impresión de que el autor se excede en el ámbito foráneo a Navarra.

3º) Si en los anteriores y oceánicos libros domina la bibliografía y la historia, el libro Conspiración y guerra civil (1970) es una fascinante creación que no sólo contiene  muchos elementos bibliográficos y de fuentes, sino también historiográficos, lo que –en lo que corresponde- le convierte en fuente histórica [10] . Algunos de estos últimos elementos también aparecen en el capítulo de la Guerra –Cruzada para del Burgo- de 1936, narrada en su citada Historia General de Navarra.

4º) Como género biográfico, destaca el libro Carlos VII y su tiempo, obra publicada en 1994. Aunque José Luís Martínez Sanz dice que esta obra tiene “un marcado sesgo tradicionalista” [11] , se trata de una observación poco significativa ya que ello no condiciona los contenidos del libro. Más importante que esto es el quizás excesivo hincapié que el autor efectúa sobre numerosos personajes que cuajan toda una época, aunque de todas maneras el título del libro lo permita y -¡quién sabe!- también lo exija. Con este importante libro, el lector puede advertir el carácter panfletario y anticarlista de “Noticias de la segunda guerra carlista” (1990), librito de divulgación escrito por el novelista Pablo Antoñana, editado para el gran público con dinero del Gobierno de Navarra, e ilustrado con imágenes de un precioso álbum que, pintado por un carlista, se custodiaba en la cámara acorazada de la antigua sede del Archivo General de Navarra. Dicho carácter panfletario fue observado en su día por el historiador de la Universidad de Zaragoza, dr. Fco. Asín Remírez de Esparza en la revista “Aportes”.

5º) Como divulgador de la historia de Navarra, destaca el libro titulado Navarra [12] , que la Diputación Foral de Navarra repartía a sus ilustres visitantes. Es una delicia cómo está escrito éste libro, así como las ilustraciones de Federico Lloveras realizadas en acuarela.

2.2. Temas o enfoques preferidos.

En la elaboración del conocimiento histórico y bibliográfico, el ser navarro, su profesión de bibliotecario como funcionario de la Diputación Foral de Navarra, y su vivencia del carlismo –muy común en su época-, le ofrecieron a del Burgo los temas de trabajo. En cuando a su enfoque, la Obra realizada por del Burgo es global y abarca todos los aspectos, inclinándose más –aunque no de forma excluyente- por la política y la territorialidad, los aspectos militares, las instituciones, el Derecho, y las ideas. Quizás no profundice con la misma dedicación en la organización interna de la sociedad, en la Historia de la Iglesia y la piedad popular, en la etnografía, etnología y el arte –todo ello tan unido a la antropología cultural-, en la demografía y -sobre todo- la economía. En su Historia de Navarra. La lucha por la libertad (1978), dice:

“La escuela socialista llega a postergar la historia política, afirmando que sus protagonistas no son más que meros servidores de las ideas económicas. Pero no se puede prescindir de la historia política, como no se puede desconocer la historia eclesiástica. Ni siquiera reducir a números y a producción los estudios relativos a cualquiera de los conocimientos que contribuyeron al acervo cultural de la Humanidad, que condicionan su vida, explican su pasado y, en cierto modo, configuran su futuro” (pág. 12)   [13] .

¿Por qué la Obra escrita por del Burgo desentonó con algunas tendencias historiográficas de la época? La razón parece bien sencilla. Del Burgo cultivó una forma clásica y perdurable de estudiar la Historia, aportando materiales que sirven como marco a todas las escuelas historiográficas. Ofrece una variedad de enfoques. Trabaja desde obras de síntesis (Historia General de Navarra etc.) hasta monográficas de análisis, en su caso relativas a la Sucesión a la Corona de España en 1700, el  Carlismo, Carlos VII etc. En cualquier caso, narra y describe los hechos con un carácter globalizado. No elige especialmente momentos de conflictividad histórica, sino en todo caso grandes temas, tratando con gran interés tanto los momentos de cambio como las épocas de continuidad. En del Burgo, las instituciones, los sucesos identificados con su fecha completa, los personajes y sus biografías, y el análisis de fuentes bibliográficas más que archivísticas, predominan sobre la cuantificación de series, la estadística, la demografía y economía, aunque sin excluirlas ni olvidarlas.

Por todo ello, su Obra desentonó con aquella tendencia sociológica y económica que siguieron ciertos estudios de Historia durante varias décadas, condicionados ya por la búsqueda de nuevos temas, ya por teorías históricas, profesores y modas, aunque conozco a no pocos que, tras cultivar con afán excluyente dichas áreas, hoy se han pasado con armas y bagajes a la historia social y política, y hasta la biografía, para descubrir las redes sociales que constituyen y en las que se mueven los hechos de los hombres y grupos sociales. También del Burgo tuvo esto en cuenta, pero con un enfoque menos sociológico y más globalizado.  

En su estudio de Navarra, los Fueros ocuparon un lugar preferente. Para él, y fruto del estudio de la Historia, el Fuero de Navarra es un derecho propio, es pacto, es tradición y se inserta en la vivencia de la Hispanidad. En ello coincide con otros muchos historiadores, pero también con historiadores del Derecho como Fco. Salinas Quijada, Joaquín Salcedo Izu, Javier Nagore, Álvaro D’Ors, entre muchos otros. Aunque también los hay que no afirman esto. De ahí sus críticas a la transición-ruptura realizada en Navarra a finales del siglo XX, y a la primera andadura legislativa demoliberal en el viejo Reino, según la encuesta o entrevista que le realizó Víctor Manuel Arbeloa el 10-I-1984.

2.3. Las fuentes utilizadas.

Don Jaime fue autor de una Historia de carácter narrativo y descriptivo, no  exenta de análisis y explicaciones emanadas del frío dato. No sigue una historia interpretativa e hipotética, ensayista y sugerente pero algo hueca. Es un autor seguro, de hechos, y a cuyas aportaciones recurren unos y otros autores.

Sus libros están elaborados con abundantes fuentes historiográficas primarias y un gran bagaje bibliográfico, todo ello necesario para garantizar la mayor fidelidad –dentro de lo posible- a la realidad del pasado. No obstante, también bucea en los archivos documentales. Personalmente, creo que la historia trabajada con fuentes primarias manuscritas de archivo como apeos, padrones, alcabalas, resultados electorales etc., es más lenta que la trabajada por del Burgo, porque se trata de unos  materiales no elaborados, cuyo análisis puede ofrecer resultados más creativos, profundos y complejos, como es el caso de las perspectivas prosopográficas, la cuantificación electoral o económica etc.

Por lo que respecta a los personajes del Carlismo, del Burgo utiliza muchos datos obtenidos de publicaciones institucionales carlistas de finales del XIX y comienzos del XX, y no así de archivos familiares o públicos. Ello no impide la gran utilidad de dichas publicaciones, porque ¿de qué caracteres hacen gala? Dichas publicaciones son muy empíricas, carecen de interpretaciones, se basan en hechos, son muy detallistas, para algunos son algo superficiales por carecer de interpretación y elementos de ensayo, y muchas veces son coetáneas a los familiares directos de los biografiados, lo que garantiza la fiabilidad del dato.

En resumen, y quizás por los enfoques elegidos, creo que del Burgo utilizó para sus investigaciones más fuentes primarias impresas con formato de libro, que fondos archivísticos manuscritos, mientras que hoy los historiadores se pasan años rondando archivos para cada tema monográfico. Ello no es demérito alguno para el tipo de historia objetiva, sencilla y empírica que aporta del Burgo, que es la que muchas veces se necesita.

2.4. El método.

Del Burgo, con el rigor y empirismo de los datos, no sigue el método hipotético-interpretativo. Su gran aprecio por los libros, los documentos primarios, la verdad basada en datos, y su afán por un verdadero servicio a la comunidad de pertenencia, fueron en él presupuestos necesarios para seguir un método adecuado en sus investigaciones. En cualquier caso, en del Burgo prima el dato empírico, riguroso y detallista, ya analice lo estático ya lo dinámico, o ambas cosas conjuntamente, de la realidad histórica.

Las predisposiciones.

El don Jaime historiador de Navarra y del Carlismo podía comprender en profundidad la realidad que deseaba historiar, precisamente porque la vivía. Por lo dicho hasta ahora y lo que señalamos a continuación, no por esto puede recelarse de su Obra. El hándicap que puede tener este interés personal (no trabajaba por encargo como un profesional de la Historia), que partía del aprecio de Navarra y del Carlismo que él heredó, lo suplía gracias a la abundancia y variedad de fuentes utilizadas, al debido distanciamiento respecto a los hechos por quien busca la verdad, y a su sentido del humor y el conocimiento de la condición humana. Así, solventado el citado hándicap, don Jaime se quedó con los indudables beneficios que tiene la relativa vinculación entre el objeto estudiado y el sujeto que estudia: motivación y trabajo constante, superación de las habituales fobias de los historiadores parciales de liberalismo, superación del racionalismo –tan habitual por otra parte- aplicado al conocimiento del pasado, posibilidad de traducir la vivencia personal -¿posibles filias?- en interpretaciones intuitivas “desde dentro” de los personajes (quizás J. L. Martínez Sanz clasificase a esto de “Historiografía carlista tradicionalista”), detallismo y penetración del dato y, en su caso, facilidad de encontrar fuentes y un público lector asegurado. En otro orden de cosas, ya he dicho que Don Jaime aportó elementos historiográficos –aportaciones personales que se convierten en fuente histórica- sobre el carlismo navarro de 1931 a 1939. 

El hecho que del Burgo trabajase las raíces de su entorno de pertenencia, pudo estimularle en el deseo de conocerlo, y de convertir el conocimiento en algo útil para sus conciudadanos. Investigó con el rigor del historiador que sirve a la verdad (y no se sirve de ella), haciendo gala de libertad espiritual e independencia personal. Para ello no sesgó la realidad al racionalizarla, ni cayó en el empirismo histórico. No se contradijo como algunos investigadores de talante conservador que, mientras alardean de una aparente frialdad del dato, imparcialidad y academicismo, paradójicamente orientan datos puntuales incluso efectuando algunos comentarios a todas luces subjetivos. Caso aparte son otros historiadores ideologizados, a los que en alguna ocasión se refiere nuestro biografiado. Del Burgo trabajó la disciplina histórica sin subordinarse al “quedar bien”, al estar en la “cresta de la ola” de algunos que viven a sueldo de una empresa cultural (lo que no es desdeñable porque demuestran que valen para el oficio y, además, que tienen suerte) o bien necesitan asegurarse “frente a otros”. Quizás sea por algo de esto, o bien por no haber cursado del Burgo la carrera universitaria de Historia, por lo que algunos profesores universitarios, celosos de su “status”, no han tenido suficientemente en cuenta la persona de don Jaime del Burgo Torres, aunque todos aprovechen muy bien los libros que le citan.

Don Jaime tuvo un interés constante por descubrir la unidad de lo que parece  disperso y aún lejano, para expresar la realidad sustentante y compleja de sus conciudadanos en un espacio concreto y a lo largo del tiempo. Ante la gran diversificación actual de los estudios, la gran cantidad de escritos, y la gran dificultad de sintetizar lo mucho que se sabe, nuestro autor dirá con la humildad del sabio:

“A esto hay que añadir que existen historiadores que están presos de su ideología y sólo reaccionan individualmente con una interpretación subjetiva de los hechos. No obstante, la historia tiene su motor fuera del alcance de los mistificadores, y hay sentimientos e impulsos que permanecen latentes en el alma de los pueblos y de los individuos y afloran a la superficie cuando menos se piensa, en tiempo y lugar oportunos que nadie preveía. Durante las guerras, las bombas destruyen las bóvedas catedralicias, y, a veces, no se sabe por qué, resiste un arco sin aparente sustentación “ [14] .

2.5. El tratamiento de los temas.

Don Jaime fue un historiador muy amigo del dato preciso y la cita exacta. Por eso, unas veces parece enciclopédico, y otras aparenta caer en la erudición. Mencionemos, por ejemplo, la relación de familias regias y las biografías de personajes recogidas en el ya citado Carlos VII y su tiempo. Leyenda y realidad [15] , aunque –quizás- con ello el autor quiera advertir la realeza de Don Carlos VII, digno de ostentar el Toisón del Oro, y evitar que los datos queden dispersos o se pierdan en libros antiguos. Desde luego, este quehacer nos garantiza una historia de hechos y personas, concreta y siempre de interés. Sin embargo, no por ello don Jaime es un historiador empirista. En efecto, dice cómo son las cosas, habla de hechos, y extrae de ellos su propio sentido, gracias al enlace y relación entre los datos, de manera que se ajusten a lo que fue. Ello permite mostrar un sentido profundo más allá de la agregación de simples datos, así como exponer hechos con ideas en su unidad y plenitud pero sin caer en el ensayismo. Por todo ello, más que abrumar al lector con los datos que el autor domina a maravilla, don Jaime nos permite discrepar de algunas de sus afirmaciones.

Concluyamos. Don Jaime amplía el ámbito universitario para llegar a la categoría del polígrafo. Se dedicó a la gestión pública y organizó el III Congreso Nacional de Archivos y IV de Bibliotecas (5 a 10-X-1970). Se comprometió al servicio de esa comunidad viva, original y originaria, milenaria que es Navarra -la católica, tradicional y popular-, esto es, la que él vivió y cuyo sustrato sigue manteniendo a sus gentes. Digamos que en esta Navarra le acunaron, que trabajar por ella fue su ideal, y que a ella volvió continuamente, amejorándola con su ilusión y trabajo cotidiano, y al final de su larga y fructífera vida, con su Obra. Como la vida de Navarra no ha sido a modo de una isla, a través de aquella y en ella don Jaime sirvió a España y a la tradición hispánica.

 Intelectual polifacético y de extensa Obra, polígrafo, hombre activo y organizador, don Jaime puede recordar a aquel otro coloso de la pluma, el asturiano Jesús-Evaristo Casariego (1913-1990), prolífico escritor, tradicionalista y concretamente carlista –por qué no decirlo-, hombre entero y de una pieza, de gran valía según quienes le conocieron. Al revés que Casariego, del Burgo fue más historiador y bibliotecario que literato, y no ejerció el noble arte del periodismo.

3. El bibliotecario y promotor del turismo.

Don Jaime  difundió sin descanso la cultura de Navarra durante varias décadas, con otras actividades que recojo a continuación.

Amante del buen libro y folleto impresos, don Jaime concebía el libro como expresión de los hechos y dichos humanos, poso de sabiduría, expresión de un vivir en continuo acto creador, memoria y transmisión de las obras de hombres y pueblos. A unos libros los rescató de la pérdida, a otros del olvido, a muchos mimó con el esmero del bibliotecario entre 1939 y 1982, que es cuando a sus 70 años se retiró de la Administración Foral de Navarra.

Al servicio del gran público lector, creó la red pública de Bibliotecas de Navarra, empeño éste que le llevó largos años. Gracias a él, se editaron y difundieron los 400 folletos de la colección sobre Navarra titulada Temas de Cultura Popular, de la que era director. Esta colección de folletos de pequeño formato y reducido tamaño (tenían 32 páginas), estaba bien impresa, tenía portadas y láminas interiores a todo color, y el papel era selecto. Como todo tiene sus “peros”, digamos que su letra resulta algo pequeña para la vista cansada. Para los jóvenes, su precio y reducido tamaño eran una delicia, así como para las bibliotecas. Luego estos folletos se encuadernaron en tomos de tapas rojas, como el color de la bandera de Navarra. ¡Cuánto saber cabía –y cabe- en tan poco espacio y por tan poco dinero!. Recordemos también -¡cómo no!- a don Jaime como pionero en la promoción del turismo en Navarra y del Camino de Santiago, faceta ésta que tan bien recuerda el periodista don Jesús Tanco Lerga

 IV. Vivió la Causa Carlista.

Como hombre de cultura e interesado por la política, don Jaime no es una excepción. Muchos escritores e historiadores han participado en la política, por ejemplo don Salvador Madariaga, don Claudio Sánchez-Albornoz, don Gregorio Marañón y tantos otros. Pues bien, así como hemos diferenciado diversas orientaciones culturales en don Jaime dentro de un mismo impulso creativo, también es preciso distinguir en él, siempre carlista, el activista contrario a la República, el organizador del requeté antes y a comienzos de la guerra, y el carlista desengañado del franquismo durante la paz en la que, según él -aunque ocupó algunos cargos políticos-, se estaba echando a perder los frutos de la Victoria. Todas estas etapas expresan una unidad de vida en sus dimensiones religiosa, familiar, social y política. Hasta Jaime es nombre de rey (Jaime III de Borbón, + 2-X-1931).

Don Jaime nació y murió carlista. Hijo y nieto de carlistas, fue consciente de la Causa carlista desde sus 17 años. Vivió y falleció como tal, agarradico a su boina roja. Con la boina roja entre sus manos, de la que pendía su borla amarilla, le vi en su ataúd la noche del día de su fallecimiento, colocado en la sencilla capilla ardiente de la Clínica Universitaria de Navarra. Como era tarde, y en ese momento no había nadie, encendí la luz de la sala… y ahí estaba la soledad de sus restos mortales. ¡Qué alegres el amarillo de la borla sobre el rojo de la boina, y el rojo sobre el blanco del sudario! Sonreí muy agradecido. Recordé los muchos trabajos del difunto en vida, a su familia, su deber cumplido y la bondad con la que al final de sus días le conocí cuando me saludaba.

Vivió ajeno al integrismo, fue muy contrario al conservadurismo liberal (los conservaduros) y, durante su juventud, criticó el estilo poco eficaz de los carlistas mayores, algo distanciados de una política explícitamente social y quizás  desconocedores del talante agresivo del juego político durante la IIª República.  

 De joven, en 1930, organizador y echado p'alante, Jaime del Burgo fue secretario de la Juventud Jaimista de Navarra. Fundó la A.E.T. de Pamplona y fue su primer presidente de 1930 a 1936. Fundó y dirigió los semanarios carlistas de Pamplona La Esperanza (1931) y A.E.T. (1934) de Pamplona. El escritor don Fco. José Saralegui Platero (Pamplona, Ediciones Eunate, 2005) afirma que fue procesado, con los carlistas Nuin y Saralegui, y condenado a 9 meses de prisión por los sucesos de Pamplona en abril de 1932, aunque luego todos ellos fueron absueltos. Sin embargo, según su hijo don Jaime Ignacio (2003), en realidad estuvo en la cárcel con su padre Eusebio durante seis meses (1932), “hasta que un jurado popular decidió su absolución por falta de pruebas”. Del Burgo decía en una entrevista a Inés Artajo el 23-X-1983: “(…) fueron los republicanos los que me negaban el agua y a mi padre las medicinas” cuando estuvimos en la cárcel. En 1937 y en San Sebastián, recibió el homenaje de los Estudiantes Tradicionalistas de Navarra, según leo en “El Pensamiento Navarro" (EPN, nº 12.275, 5-III-1937, y 12.281, 13-III). (En estas páginas quiero aportar mi granito de arena con datos de la prensa de la época). Escribió por encargo de la Junta Carlista de Guerra de Vizcaya un "Ideario" del Carlismo (1937), muy difundido, que nada tiene de fascista, ni de totalitario, y sí todo de tradicional. Puede añadirse que el Concilio ecuménico Vaticano II no ha corregido aspecto alguno de la política práctica del Carlismo (ni la confesionalidad católica del poder civil, ni la unidad católica etc.), mientras que sí ha rechazado de nuevo las proposiciones liberales.

 En la República, del Burgo fue uno de los jefes del Requeté de Pamplona. En la Cruzada –así la consideró él-, fue capitán de requetés del Tercio de Pamplona, y salió en la columna de García Escámez a la toma de Madrid, peleando en Somosierra. Es muy emotiva la carta que escribió desde Somosierra el 28 de julio de 1936, y que recojo de la prensa de época. Un fragmento dice así:

"Arrullados por el ruido de los cañones y por el ronco zumbido de los aeroplanos que vuelan incansables sobre el campamento", turbando el reposo de sus viejos y jóvenes soldados, dice a estos: "Contemplando el campamento, me siento un poco padre de todos, y gozo con sus alegrías y sufro con sus pesares. Requetés de Pamplona que yo formé para este momento: habéis sabido estar a la altura de las circunstancias. En vuestros ojos leo la confianza que en mi pusisteis y que en mi conserváis, y me siento pequeño. Pequeño de mandar tanta grandeza, y temeroso de no llegar a vuestro desprendimiento y a vuestro amor" (EPN, nº 11.993, 4-VIII-1936).

 En 1937 fue, accidentalmente, Delegado de Requetés del Señorío de Vizcaya, conservándose su vibrante proclama a los vizcaínos. En ella, después de presentarse como compañero, navarro y conocido carlista, y tras hablar de los malos vizcaínos entregados al nacionalismo, expresa este arranque poético: "Y volverá a retoñar el viejo tronco, las gotas de rocío (ofrenda de cariño concentrados), humedecerán  sus hojas renovadas, y del nuevo tronco (vieja savia), se sustentará Vizcaya para ser España" (EPN, nº 12.167, 24-II-1937).

 Organizó y fue capitán del Tercio de Ntra. Sra. de Begoña (Vizcaya). Con este Tercio, y en cargos de Comandante, fue heroico en las cimas de Archanda, cayendo  herido en la conquista y defensa de la posición de Santo Domingo (Bilbao) el 14-VI-1937 (EPN, nº 12.563, 14-VI-1938). Por esta acción ganó la Medalla Militar (EPN, nº 12.264, 19-VI-1937 y nº 12.267, 23-VI-1937). Luego convaleció en el Hospital “Alfonso Carlos” de Pamplona, -cuya historia ha sido estudiada por el dr. Pablo Larraz-  sin que por ello pudiera tomar parte en actividades con las que le calumnia cierto libro politizado [16] . Con el esfuerzo de la gran mayoría de navarros, ganó la Laureada del escudo de Navarra: no la escamoteen hoy. Navarra tenía una población de hecho de 345.883 personas, 172.652 de población masculina, y levantó 40.461 hombres en pie de guerra que sufrieron 4.545 bajas mortales. Según el Dictamen del Consejo de Estado (4-XI-1982), dicha Laureada seguía vigente en lo que dicho Consejo llama escudo solemne. Hoy, la sociedad tiene libertad civil para utilizar en su ámbito el escudo laureado de Navarra así como otros símbolos.

 Tras la guerra civil, en 1945 del Burgo fue vicepresidente del Real Consejo del Reino de Navarra de la Comunión Católico-Monárquica, carloctavista (de Carlos VIII, + 1953). Como tal, dice haber luchado "por un noble ideal y nunca abdicaremos de nuestras convicciones" (del Burgo en contestación a J. C. Clemente, Rev. "Montejurra", nº 56, 1970 y nº 58, 1971). Miembro de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz (dic. 1939), que hoy sigue activa y celebra el Via Crucis y el Oficio Divino mensualmente en la Cripta del Monumento de Navarra a sus muertos en la Cruzada, cuya basílica está hoy desacralizada. Recordemos que dicha Cripta pertenece al Arzobispado de Pamplona,  según el documento de cesión del Monumento hecho por dicho Arzobispado al Ayuntamiento de Pamplona. Del Burgo fue teniente alcalde del Ayuntamiento de Pamplona (1942-1944). Aurora Villanueva [17] , cita de él otros cargos públicos como el de delegado provincial de Comunicaciones y Transportes, y vicesecretario de Educación Popular de FET de las JONS, ambos en 1943. Fue Procurador a Cortes dos veces (1955-1961) y Consejero Nacional del Movimiento, hasta que dimitió por serias discrepancias con el régimen franquista. Como señala Tanco Lerga: “renunció a hacer carrera política en el nuevo régimen, rechazando ofertas para desempeñar cargos en la estructura del Estado fuera de Navarra”   [18] . Por ejemplo, rechazó los ofrecimientos para el cargo de gobernador civil de Lérida y Lugo por parte del ministro falangista José Luís Arrese, que como él era navarro.

 Militó siempre en la Comunión Tradicionalista hasta su fallecimiento en Pamplona, que es donde siempre había vivido. El 26-III-1995 recibió –junto con otros 21 carlistas- el Homenaje de la Comunión Tradicionalista Carlista de Navarra (CTC), en la Fiesta del Veterano Carlista de Pamplona, siendo presidente de ella D. Javier Morte Francés. Se celebró la Santa Misa en la iglesia de las MM. Recoletas de Pamplona y, después, una comida de hermandad en el restaurante Basaburúa de la Plaza de San Francisco de Asís, hoy cerrado al público. La CTC anunció con sentimiento el fallecimiento de don Jaime en una esquela en el rotativo “Diario e Navarra”, con el frontispicio “Ante Dios nunca serás héroe anónimo”. Fiel a la doctrina tradicional. Hombre de la Legitimidad. Sin duda, él ya sabe desde el Cielo que le siguen muchos más.

 V. Tristezas y gozo.

No creo que la paulatina pérdida de vista que don Jaime sufrió durante sus últimos años –y que tanto le hizo sufrir-, haya malogrado su destino, como se queja en sus últimos poemitas "Soliloquios" (1998). Más bien esta enfermedad acrecentó su bondad, pues le conservo en la memoria como un anciano muy bondadoso las no pocas veces que me lo encontré en la escalera; éramos vecinos, pues mi domicilio era -en sus últimos años de vida- justo el piso superior al suyo. Quizás esa dolorosa enfermedad le ayudó a descubrir, más si cabe, el vértice y quicio de toda su vida: que vivimos, como avecillas un ensalmo y comenzando a poner un pie en la eternidad. Cultivó la intimidad, el silencio y el estudio, hombre de familia, de su querida Navarra y, sobre todo, de profunda vida cristiana. Don Jaime, Vd. que ha sabido fructificar los talentos que el Altísimo, Padre amoroso, le concedió, ruegue por nosotros como nosotros por Vd. Sí; en mi homenaje, ido D. Jaime hace tres largos años, hay cabida para la tristeza y el gozo.

·- ·-· -······-·
José Fermín Garralda Arizcun



[1] VV.AA., Jaime del Burgo. Una vida al servicio de la cultura, Madrid, Ediciones Académicas, 2003, 294 pp. Tuve el honor de colaborar en el segundo capítulo de este libro  con el título "Don Jaime del Burgo Torres, polígrafo e historiador al servicio de la comunidad científica y de la sociedad navarra", pág. 33-58. Otros capítulos los escriben Víctor Manuel Arbeloa, Mercedes Galán, Fco. Javier de Lizarza, Jesús Tanco Lerga, Alexandra Wilhelmsen, Tomás Yerro, y su hijo Jaime Ignacio del Burgo. Este último aporta datos interesantísimos, discrepando nosotros -dicho sea con todo respeto y cariño- de algunas de sus observaciones. Otros capítulos están firmados por otros autores y están escritos años atrás.

[2] GARRALDA ARIZCUN José Fermín, "In Memoriam. Don Jaime del Burgo Torres", en Rev. "Siempre P' alante", nº 529 (1-XI-2005), pág. 14, revista a la que don Jaime estuvo suscrito hasta su fallecimiento, y cuyo nombre propio, en la etiqueta de reparto postal, tenía el número 0078.

[3] YERRO VILLANUEVA, Tomás, Jaime del Burgo. Una vida al servicio de la Cultura, 1999, 41 pp. s./n., 348 x 250 mm. Texto reproducido en “Diario de Navarra” el 13-V-2001, pág. 32-33. 

[4] VV.AA., Jaime del Burgo. Una vida…, o. cit., nota 1.  

[5] BURGO Jaime del, Historia General de Navarra. Desde los orígenes hasta nuestros días, Madrid, Rialp, 1992, 3 vols.

[6] BURGO Jaime del, Bibliografía de las guerras carlistas y de las luchas políticas del siglo XIX, Pamplona, 1953-1966, 5 vols., y 2ª ed. Pamplona, 1978.

[7] BURGO Jaime del, Historia General de Navarra … o. cit., nota 5.

[8] El tomo I estudia desde la historiografía, los elementos geográficos, el hábitat y sus circunstancias –conforme a una escuela clásica-, hasta casi 1400. El tomo II abarca desde la Casa de Evreux de 1387 y la conquista de Navarra por Castilla en 1512 (todo ello ocupa casi la mitad del libro) hasta 1665. Y el tomo III se extiende hasta 1992. Cada capítulo incluye textos, notas a pie de página con fuentes archivísticas y bibliográficas, y una extensa bibliografía final. La historiadora del Derecho, doña Mercedes Galán, en VV.AA. Jaime del Burgo… o. cit., nota 1, pág. 93-98, efectúa un comentario a esta obra.

[9] BURGO TORRES del, Historia de Navarra. La lucha por la libertad, Madrid, Tebas, 1978, 637 pp. Este libro abarca desde los orígenes de Navarra y los navarros hasta básicamente 1512 (cuando ocurrió la conquista de Navarra por Castilla y su posterior incorporación a la Corona de Castilla, conservando Navarra su naturaleza de Reino “por si”), y sintetiza en un capítulo final los últimos 500 años de historia de Navarra. Pretende mostrar, en múltiples aspectos, las diferencias, independencia y especificidad de Navarra respecto a Vascongadas. Como es habitual en del Burgo, y conforme a la escuela clásica, comienza el libro con unos supuestos básicos, la historiografía, el medio geográfico, y el marco administrativo, humano y lingüístico. Subraya la personalidad de Navarra cuando estudia los vascones (p. 213-315), o bien analiza el origen del término Navarra (p. 317-348); al diferenciar entre vascos y navarros según en los textos (p. 413-441), y al estudiar la historia medieval de Navarra. En ésta  última,  realiza un prolijo análisis (p. 443-518) sobre la relación que Navarra tuvo con Álava, Vizcaya y Guipúzcoa –siempre por separado- en la Edad Media.

Este libro de Del Burgo es un ejemplo del marco vital que expresa la oportunidad de las publicaciones de este autor, pues hacia 1978 los navarros sentían con fuerza las ambiciones anexionistas del nacionalismo vasco (según del Burgo éste es contrario a la tradición vasca), y en la Constitución Española de 1978 se incluía la Transitoria 4ª sobre Navarra. No en vano, este libro inserta el texto “El destino de Navarra” de don Claudio Sánchez Albornoz (p. I-XVI), y recoge en su frontispicio esta afirmación firmada por Vázquez de Mella: “Los pueblos enlazan con la muerte el mismo día en que se divorcian de su historia” (Vázquez de Mella, aunque asturiano, fue diputado carlista por Navarra).

[10] No comentaré las cifras que del Burgo aporta sobre la dura represión en Navarra durante la guerra civil (él señala 678 víctimas, p. 91), pues otros historiadores ofrecen cantidades diferentes. Sobre éste aspecto hice un comentario en mi recensión sobre el magnífico libro de Jordi Canal, Banderas blancas, boinas rojas (…) (2006), publicada en “Aportes” nº 63 (1/2007) pág. 144-146. En realidad, del Burgo fue un adelantado en constatar por escrito esta desgraciada represión.

[11] MARTÍNEZ SANZ José Luís, "Historiadores e historiografía sobre el carlismo: la difícil frontera entre política y ciencia", "Aportes", nº 49 (2/2002), 167 pp., pág. 110-129, vid. p. 115.

[12] BURGO Jaime del, Navarra, Pamplona, Diputación Foral de Navarra, 2ª ed., 1978, 149pp. + 9 s.n.

[13] Esto mismo se inserta, con otras consideraciones sobre el quehacer del historiador, en su Historia General de Navarra… (1992), o. cit., nota 5, v. I, pág. 13.

[14] BURGO Jaime del, Historia General de Navarra… o. cit., nota 5, v. I, p. 7.

[15] BURGO Jaime del, Carlos VII y su tiempo. Leyenda y realidad, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1994, 396 pp.

[16] VV.AA., Navarra 1936… (1986 y 9ª ed. 2008).

[17] VILLANUEVA MARTÍNEZ Aurora, El Carlismo navarro durante el primer franquismo: 1937-1951, Madrid, Ed. Actas, 1998, 575 pp., pág. 548.

[18] VV.AA. Jaime del Burgo. Una vida al servicio de la cultura… o. cit., nota 1, p. 75.


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