Arbil cede
expresamente el permiso de reproducción bajo
premisas de buena fe y buen fin |
Para
volver a la Revista Arbil nº 119
Para volver a la tabla de
información de contenido del nº 119 |
Pinocho: Un mito moderno
por
Primo Siena
Las aventuras de Pinocho nos proporcionan un mito actual y, al mismo tiempo, perpetuo. Es decir, el mito que encierra el destino eterno e inmutable del hombre en la expresión simbólica de la realidad, el mito que exprime la realidad espiritual y existencial del hombre en el cosmo.
|
"Te envío esta chiquillada; haz lo que tú quieras". Así
escribía Carlos Lorenzini, inventor de Pinocho, al enviar el primer capítulo de
la "Historia de un muñeco" al director-gerente del Diario de los
Niños que se imprimía en Roma en el año 1881.
Sin
embargo, Carlos Lorenzini - quien desde 1860 ya escribía bajo el seudónimo de
Carlos Collodi, por ser Collodi el pueblecito de Toscana donde había nacido su
madre - en aquel entonces no imaginaba de componer una obra maestra. Pero el libro,
nacido por necesidades económicas de su autor y, casi por broma, se
convertiría, a lo largo del tiempo, en el libro más traducido después de la Biblia
hasta alcanzar fama universal.
La universalidad de la fama de Pinocho deriva del hecho que esta historia
de un muñeco gusta tanto a los adultos como a los niños; tanto es así que
justamente se ha observado que esta obra maestra de literatura para niños, más
que ser leída por los niños, es leída a los niños por los adultos.
Otros han
destacado que Pinocho es un libro dirigido a los adultos, sólo con la excusa de
que está escrito para niños.
Opinamos que es inútil discutir si Pinocho sea un libro para
adultos o para niños. Más bien se puede decir que este libro toma la realidad
de la vida disolviéndola en lo fabuloso y en lo mágico; y por lo tanto encierra
costumbres, modalidades y símbolos de todo un pueblo; símbolos aflorados desde
un Inconsciente Colectivo que - de acuerdo con el psicólogo Jung -
envuelve cada ser humano, sin distinción de edad.
Desde esta perspectiva es posible y plenamente legítima una lee
tura analógica y metafórica -y no sólo lógica y racional- de las aventuras de
Pinocho bajo distintos puntos de vista.
El simbolismo del muñeco Pinocho
El primer significado simbólico nos lo proporciona el protagonista
de la historia: el mismo muñeco Pinocho. En efecto, Pinocho está hecho de
madera, y la palabra madera tiene su origen en la palabra latina materia, a
través de la cual los latinos se referían, precisamente, a la madera para la
construcción. Pero la misma palabra madera comparte su raíz con la palabra
latina mater, es decir: la madre que es la matriz de la vida. Pinocho
entonces no tiene sólo un padre, como todos opinan y que es Geppetto, maestro
de madera; él tiene también una madre: la madera que es su matriz y
desde la cual sale el muñeco, así como el niño sale desde el útero de su madre
natural.
El trozo de madera, además, nos lleva al simbolismo de la redención
porque la madera indica - en el plan físico - la materia que necesita ser
transformada en el plan metafísico. ¿Y dónde está la madera? En el bosque, en
la foresta, en la selva; otros elementos simbólicos, porque el bosque, la
foresta, la selva indican el mundo inferior de las tinieblas desde el cual es
necesario salir. Pensamos en la selva agreste y fuerte de Dante (en el primer
canto del Infierno) y en el aventuroso y místico camino hacia la
expiación - la catarsis de los griegos - y la redención.
Geppetto ha olvidado de hacer a su muñeco las orejas. Ahora bien,
las orejas en el simbolismo tradicional indican el medio a través del cual se
escucha la verdad (pensamos en las grandes orejas del Buddha). Por e so Pinocho
no puede entender y enterarse de los buenos consejos que recibe de Geppetto,
del Hada de cabellos azules y del Grillo hablante.
Por el contrario, Pinocho tiene una buena nariz; es decir, pose e
destacada intuición y notable fantasía, pero la falta de oído hace que su
intuición y fantasía se desarrollen en las mentiras. Consecuentemente, Pinocho
actúa estimulado sólo por el corazón que no oye la verdad y que, por lo tanto,
se equivoca o se porta tontamente siguiendo malos ejemplos; como es el caso del
encuentro con el Zorro y el Gato y, después, con Lucignolo.
En el cuento de Collodi, el simbolismo que envuelve las figuras
del Zorro y del Gato está pintado con sabrosa ironía. El Gato simula de estar
ciego, dejándose guiar por el Zorro que - a su vez - simula de ser cojo, y por
lo tanto se apoya al Gato; es decir: la malicia que el Zorro representa se hace
conducir por parte del Gato que, aquí, representa la mentira disfraza da como
una verdad sólo aparentemente auténtica. El Gato, además, repite como Loro todo
lo que el Zorro propone.
Sentido
de las alegorías simbólicas
Los símbolos que los dos animales representan, aquí se integran en
perfecto equilibrio.
El niño Lucignolo representa también una interesante alegoría
simbólica, pero en un sentido casi contrario a lo que nos proporciona el muñeco
Pinocho.
Si Pinocho
-en cuanto muñeco de madera- representa el hombre mecánico producido por el
maquinismo técnico, Lucignolo por ser un niño de carne y hueso, nos indica la
dignidad humana del hombre.
Si
Pinocho no posee orejas, por el contrario Lucignolo las tiene y bien puestas;
pero a él de nada le sirven. Entonces, por no haber sabido disfrutar
positivamente su dignidad humana, por no haber escuchado la voz de la verdad
con sus orejas de niño normal y bien nacido, Lucignolo es condenado a
transformarse - y para siempre - en un burro con dos largas orejas peludas.
También
Pinocho es transformado en burro, por haber seguido tontamente los consejos de
Lucignolo, que los llevaron a ambos a la "Ciudad de los juguetes".
Pero
Pinocho, al tener las largas orejas de burro, aprende el valor de los consejos
sabios que antes había eludido; aprende además a reflexionar sobre lo bueno que
la vida proporciona a quien sigue el camino recto. Por eso Pinocho puede
redimirse, puede abandonar su condición de burro dejando, en fin, de ser el
muñeco de antes y transformarse en el niño de carne y hueso que él había
anteriormente imitado.
La figura alegórica del burro tiene un clásico antecedente
simbólico en El burro de oro de Apuleio; del cual aprendemos que el
"transformarse" - según el mito de la metamorfosis al cual
Apuleio se refiere - indicaba una experiencia catártica, redentora, necesaria
para lograr el verdadero conocimiento metafísico.
Collodi
– claro - nos proporciona el mito del burro en un sentido menos esotérico y más
simple; porque nos indica que la condición de animal - después de todo- resulta
ser una manera por salir de la mecanicidad del muñeco a la vitalidad - por
animal que ésta sea- de un ser viviente; y además resulta una manera de
acercarse a la dignidad superior del ser humano.
El
itinerario catártico de un Ulises infantil
Por medio de
una alegoría sagaz, Carlos Collodi nos da aquí una lección transparente de
moral práctica: por ser muñeco Pinocho es mucho menos responsable que
Lucignolo, niño de verdad. Por eso Pinocho merece más comprensión; mientras que
el castigo de Lucignolo no tiene remedio y debe ser irrevocable porque - como
nos enseña la ley del contrapeso dantesco - la pena tiene que ser proporcional
al delito; y el delito de Lucignolo reside en el hecho de no haberse portado
según la dignidad de una criatura humana, haciéndose el burro.
El itinerario "catártico" de Pinocho resulta muy
interesante. Una vez transformado en burro, Pinocho es comprado por el director
de un circo ecuestre y tiene que aprender a bailar y saltar en los círculos,
hasta que un día cae de mal modo y queda cojo. Por este motivo, el director del
circo vende el burrito Pinocho a un viejito que quiere la piel del burro para
hacer un tambor para la banda municipal.
El viejo lleva el burro a las orillas del mar, le pone una gruesa
piedra al cuello y lo hecha a las aguas para ahogarlo. Los peces, por orden del
Hada de cabellos azules, comen la piel asnina dejando al muñeco nuevamente su
cuerpo de madera que flota en el mar. Pero, después, el pobre muñeco es tragado
entero por un enorme tiburón.
En el vientre del tiburón, Pinocho encuentra un atún y, luego,
atraído por la luz de una velita que brilla de lejos, descubre a su padre
Geppetto, quien vive desde hace dos años en el vientre del tiburón. Con el
auxilio del atún, Pinocho y Geppetto logran salir del tiburón, el cual duerme
con la boca abierta porque sufre de asma.
Una
vez recuperada la libertad, Pinocho se pone a trabajar duro para ganar el
dinero que Geppetto enfermo necesita para comprar remedios y comida. De día
Pinocho confecciona canastos de mimbre y de noche escribe y lee. Cuando aprende
que su Hada de cabellos azules se ha enfermado y no tiene plata, Pinocho le
proporciona todos sus ahorros y, además, hace trabajos extraordinarios para
ayudarla; en una sola noche confecciona ocho canastos en lugar de cuatro. La
mañana siguiente, cuando se mira en el espejo, Pinocho no ve la figura de un
muñeco de madera, más bien ve, en cambio, la figura de un niño alegre e
inteligente.
Hasta
Geppetto está sano y alegre, como hace tiempo y explica a Pinocho que los
niños, al transformarse de malos en buenos, tienen facultad de proporcionar una
vida serena y tranquila también a sus familiares.
La conclusión del itinerario catártico de Pinocho involucra una
moral; no se trata de una moral sublime, pero más bien de una moral práctica:
existe una justicia superior que recompensa el bien y castiga el mal. Por lo
tanto hacer el bien tiene sus ventajas, mientras que - a la postre - no
conviene portarse mal.
Carlos
Collodi presenta esta moral de una forma alegre que facilita a los niños la
captación espontánea de la filosofía pedagógica involucrada en el cuento; es
decir, que a través de la experiencia el niño adquiere paulatinamente su
autonomía alcanzando la plenitud de su ego en la dignidad y libertad del
ser humano integral.
Pinocho enfrenta sus aventuras y recorre el camino de la
experiencia mágica, expiando sus culpas para poder dejar finalmente su
condición de muñeco de madera y renacer como niño de verdad; y por eso, alguien
comparó Pinocho a un Ulises infantil sus aventuras a una "Odisea de
niños".
Y
por arriesgada que sea esta comparación, las aventuras de Pinocho resultan muy
adecuadas a la psicología edénica del niño, quien concibe el dolor y la muerte
sólo como una suspensión de la felicidad, una pausa que ampara la niñez del
peligro del dolor y del mal absoluto, porque la niñez no concibe ni el dolor ni
la muerte como algo permanente y definitivo.
En esta
perspectiva, el tiburón, el atún y el mar, que Pinocho encuentra mientras se aproxima
el fin de sus aventuras de muñeco travieso, resultán ser los símbolos de la
vida futura que la "renovación", proporcionada por las aguas de la
vida nueva, va a permitir.
El tiburón creado por la fantasía de Collodi, es muy parecido a la
ballena que se tragó Jonás; y como Jonás también Pinocho sale del vientre del
enorme monstruo marino, listo para ser rescatado a una nueva vida.
La fábula de Collodi tiene un desenlace feliz que la distingue de las fábulas
anglosajonas, en las cuales los niños protagonistas (como Pe-ter Pan, por
ejemplo) parecen vivir la nostalgia de un paraíso perdido, culti vando el deseo
de ampararse para siempre en el jardín de la niñez.
Pinocho,
por el contrario, manifiesta el modo típicamente latino de entender la niñez, porque
en los países de cultura latina, en efecto, los niños son considerados pequeños
aspirantes al oficio de los adultos.
El muñeco de Carlos Collodi simboliza el deseo que cada niño tiene de crecer y
hacerse adulto; este deseo está amparado por el Hada de cabellos azules. Pero
el Hada expresa la forma femenina del fatum latino; es decir: la
personificación del destino que vigila la sucesión de los acontecimientos
humanos. El Hada de Pinocho lleva en sus cabellos azules, además, la serenidad
del cielo limpio y claro que anticipa la conclusión positiva y alegre de las
aventuras del muñeco de madera, destinado a rescatarse como hombre de verdad.
El libro de Collodi tiene todos los ingredientes clásicos de los cuentos mágicos
para niños: lo aventuroso, lo milagroso, lo bestial y monstruoso,
lo fantástico; pero todos esos ingredientes están balanceados para una
adecuada medida de jovialidad y de buen sentido. De este equilibrio entre lo
fantástico y lo cómico, constituyen un ejemplo los personajes de Manducafuego
("Mangiafuoco") y del Pescador Verde.
Manducafuego
parece un hombre espantoso, pero en el fondo no es un hombre malo; y cuando
Pinocho pide ser quemado, en sustitución de su amigo el muñeco Arlequín para cocinar
el almuerzo, Manducafuego se conmueve: deja libre a Pinocho y le regala incluso
cinco monedas de oro.
La
cólera del Pescador Verde, al ver que el pescado que el quería comer, es robado
por un perro, de pronto se acaba con golpe de tos; lo que transforma una escena
turbulenta en una escena cómica.
Considerando el humorismo típico que caracteriza las aventuras de Pinocho, el
crítico italiano Piero Citati ha observado justamente que sólo Collodi podía
oler los aromas de una hostería toscana en el vientre de un tiburón.
A
pesar de todos sus ingredientes humorísticos, el libro de Collodi pertenece a
la literatura del mito que, por medio de una interpretación fantástica de la
realidad, proporciona al hombre adulto las distintas exigencias de su espíritu,
buscando en la simbología del mito una "terapia del alma" capaz de
satisfacer sus inquietudes. En este sentido los elementos característicos del
libro de Collodi se conforman con las aspiraciones arquetípicas de la psiquis
humana y, al mismo tiempo, con el código alegórico de las más profundas intuiciones
metafísicas y metapolíticas del hombre.
Por lo
tanto, el elemento aventuroso no es el ingrediente de un juego, sino un camino
por el cual alcanzar el conocimiento esencial; el elemento monstruoso es el
símbolo del Mal que tiene que ser vencido y el elemento bestial saca del mundo
de los animales los modelos de las distintas virtudes e inclinaciones del
hombre y nos las proporciona con eficacia didáctica.
En esta
perspectiva, los símbolos del cuento encierran hasta un sentido teológico por
el cual el Tiburón se manifiesta como el símbolo de un "purgatorio"
para los hombres; la Velita de Geppetto que brilla en el vientre del Tiburón,
aparece como una antorcha de la fe que nunca se apaga. El propio muñeco de
madera se muestra como el símbolo del existencialismo moderno: el ser ignaro
que huye de sí mismo, hasta que - buscando en el gran libro de la vida -
después de un largo viaje por caminos equivocados, logra los conocimientos que
necesita el hombre consciente de sus valores inmanentes y de su destino
trascendente.
Podemos, entonces, concluir que las aventuras de Pinocho nos proporcionan un
mito actual y, al mismo tiempo, perpetuo. Es decir, el mito que encierra el
destino eterno e inmutable del hombre en la expresión simbólica de la realidad,
el mito que exprime la realidad espiritual y existencial del hombre en el
cosmo.
Claro está que Carlos Collodi estuvo bien lejos de atribuir a su libro todos
estos significados; pero - a pesar de eso- su mano, su mente, su imaginación se
hicieron instrumentos creadores de un mensaje providencial, sin que él supiera
de actuar según el plan de la misteriosa providencia de Dios; la cual - como
hemos aprendido del metapolítico Juan Bautista Vico - guía el destino de los
hombres y de las naciones, a lo largo de los siglos. ·- ·-· -······-·
Primo Siena
***
Visualiza la realidad del aborto: Baja el video Rompe la conspiración de silencio. Difúndelo.
|
|
Para
volver a la Revista Arbil nº 119
Para volver a la tabla de
información de contenido del nº 119
La página arbil.org
quiere ser un instrumento
para el servicio de la dignidad del
hombre fruto de su transcendencia y
filiación divina
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y
Crítica", es editado por el Foro
Arbil
El contenido de
estos artículos no necesariamente
coincide siempre con la línea editorial
de la publicación y las posiciones del
Foro ARBIL
La reproducción total o parcial
de estos documentos esta a disposición
del público siempre bajo los criterios
de buena fe, gratuidad y citando su
origen.
|
Foro
Arbil
Inscrita en el
Registro Nacional de Asociaciones. N.I.F.
G-47042954
Apdo.de Correos 990
50080 Zaragoza (España)
ISSN: 1697-1388
|
|
|