Este sugerente título, que pertenece a un libro de Gérard-François Dumont, expresa de manera magistral, lo que creo es uno de los mayores problemas de nuestras complejas sociedades, sobre todo occidentales.
En efecto, como se recordará, Cronos, dios del tiempo, devoraba a sus hijos a fin de que ellos no pudieran destronarlo. Y la situación que actualmente estamos viviendo, incluso aquí en Chile, muy bien se resume con esta alegoría; alegoría lamentable, por desgracia, cuyas consecuencias negativas podrían muy bien representarse por una de las más macabras “pinturas negras”, de Goya: “Saturno comiéndose a su hijo”.
Y lo que estamos haciendo hoy es más o menos lo mismo: comiéndonos a nuestros propios hijos. No mediante la antropofagia, sino por el consumismo, por el deseo de bienes, de un estándar de vida insaciable que nos seduce en una verdadera espiral de necesidades.
Tanto por ambiciones personales como por la influencia del medio, estamos hoy en una situación en no poca medida paradójica, pues sumidos en un mundo que ha solucionado buena parte de sus problemas materiales y que posee hoy una calidad de vida y un confort como nunca antes ha existido (salvo los sectores sumidos en la extrema pobreza), de alguna u otra manera, este auténtico exceso de comodidades ha hecho que nos encerremos en nosotros mismos, y que cual agujero negro, pretendamos atraerlo todo hacia nosotros: que el mundo gire en torno al “yo” a como dé lugar, quedando fuera muchas veces el “tú”.
Así, a costa de un estándar de vida en muchos casos increíble, estamos usando en nimiedades los recursos que debiéramos utilizar para la formación de otros, de nuestros hijos. Mas como la mentalidad “yoísta” se expande cada vez más, ellos son eludidos por todos los medios (sean anticonceptivos o abortivos) a fin de que no “molesten”; con lo cual, estamos, igual que Cronos, comiéndonos a nuestros propios hijos, al preferir tener una infinidad de comodidades antes que formar a otros que nos sucedan y nos den, además, un valioso equilibrio moral para nuestras vidas. Y se trata de un verdadero festín, porque en no pocos sectores, se llega a una auténtica bacanal del consumismo.
Se insiste que este “festín” está motivado tanto por aspiraciones e ideales de vida personales, como por la “corriente” con la que nos arrastra nuestra sociedad contemporánea. Por eso un factor vital es poder darnos cuenta del fenómeno, puesto que como todas las fiestas desenfrenadas, la resaca puede ser mucho peor que la diversión, aunque en este caso, probablemente serán otros –la siguiente generación– la que tendrá que pagar los platos rotos, lo cual, claramente, no es justo. ·- ·-· -······-·
Max Silva Abbott
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