El cineasta Manuel Martín Cuenca ha querido,
con aires de equilibrio, producir un largo documental titulado “Últimos
testigos”, dividido en dos cintas protagonizadas por Manuel Fraga
y Santiago Carrillo, respectivamente. No he tenido la oportunidad de
ver la cinta del ex ministro, del franquismo y la transición, y expresidente
de la Xunta, pero sí, gracias a su pase por televisión en el programa
“Versión Española”, que dirige y presenta Cayetana Guillén Cuervo
dentro de la más ortodoxa tradición progresista, la del ex secretario
general del PCE, titulada “Carrillo, comunista”.
Cinematográficamente,
pese a los halagos de turno, poco tiene que ver con el cine documental
bien realizado. Sólo a quienes estén dispuestos a seguirla críticamente,
como testimonio histórico llega a interesar. Ahora bien, la película
no está concebida para ser un “testimonio histórico”, está realizada
para exaltar a Santiago Carrillo como un hombre de ideas, coherente,
que sigue reivindicando el comunismo o mejor dicho el bello sueño comunista.
Una película con un Santiago Carrillo en blanco y negro que fuma a
lo largo de todo el metraje mientras se insertan algunas cintas de época
y unas grabaciones, éstas en color, realizadas en su casa de Madrid
con música de la esa que idolatraba la “izquierda divina” francesa.
Planos perfectamente estudiados para dotar al personaje de un halo romántico,
de tonalidades heroicas. Planos largos para mostrar sonrisas y miradas
hacia lo alto. Contrastes entre el Carrillo oficial y el particular
para acercar al espectador. Montaje muy distinto según parece al del
documental sobre Fraga. Naturalmente, la cinta ha cosechado todos los
parabienes posibles y debe incardinarse dentro de la corriente de “revisionismo”
puesto en marcha por la “ley de memoria histórica”, elevada sobre
la ideología del resentimiento.
Santiago Carrillo
es la espada de Damocles que, mientras viva, penderá de un débil
hilo sobre cualquier acto de exaltación de la “memoria histórica”
promocionado por la izquierda. No en vano él mismo no tuvo problemas
a la hora de alertar sobre el peligro de esta revisión, porque bien
“pudiera salirnos el tiro por la culata”. Sin duda él sabía muy
bien por qué lo decía. Sobre todo cuando en la presentación de las
cintas Fraga le dijo “no vamos a hablar de Paracuellos”, trasunto
de un cariñoso “entre bomberos no nos pisemos la manguera”.
Según comentó
el director, para preparar la película, se acometió un gran trabajo
de documentación y de rastreo de imágenes. Carrillo no planteó reserva
alguna con respecto a los temas, aunque sí su derecho a no contestar
si así lo estimaba conveniente. Si esto es así sólo cabe achacar
el hagiográfico resultado a dos factores: primero, a una deficiente
documentación y una muy reducida capacidad crítica a la hora de realizar
la entrevista; segundo, una disección en la sala de montaje de la entrevista
encaminada a presentar la historia de tal modo que las partes más oscuras
y siniestras del personaje prácticamente desaparezcan o queden desmentidas.
Los autores del mismo han sido Manuel Millán Mestre, Ignacio Gutiérrez
Solana y Manuel Martín Cuenca. Y han hecho bien el trabajo porque aparentemente
hay dureza en las preguntas comprometidas, réplicas, pero al final
lo que queda es la versión y el desmentido de Santiago Carrillo. Hagiografía
y exaltación porque para el productor de la cinta la vida del protagonista
es “una mezcla del Che Guervara y James Bond”.
Un joven
revolucionario.
No puede decirse
que la cinta retrate bien al joven Santiago Carrillo hasta su llegada
a la Secretaría de Orden Público en la Junta de Defensa de Madrid
en noviembre de 1936. Conviene repasar brevemente la meteórica ascensión
del joven socialista que entonces era.
Santiago Carrillo
nace en Gijón en 1915, su padre es un dirigente socialista local que
será detenido por su participación en la revolución asturiana de
1917. En 1924 llega a Madrid al ser nombrado su padre director del diario
El Socialista, solo cursará estudios básicos. Inicia su carrera
política en el seno de la UGT y en las juventudes socialistas. En 1930
ya escribe en El Socialista sobre política municipal. Si seguimos
las diferentes versiones de su biografía, cambiantes según el tiempo
en que se hicieran, pero todas próximas a él, ya entonces se sitúa
dentro de las filas revolucionarias del partido frente a los reformistas,
objeto constante de sus ataques durante años. En la primera legislatura
republicana hará información parlamentaria. En 1932 es elegido secretario
de actas de la comisión ejecutiva de las Juventudes Socialistas. Carrillo
forma junto a Hernández Zancajo y Simeón Vidarte el grupo revolucionario
de las juventudes, contando con un semanario propio, Renovación.
Ni que decir tiene que el objetivo de estos jóvenes es acabar con la
democracia e instaurar la dictadura del proletariado; acabar con la
República.
Santiago Carrillo
va a jugar un papel trascendente en la difusión del mito del “Lenin
español”, Francisco Largo Caballero. Es el secretario de la Escuela
de Verano de Torrelodones de los “jóvenes rojos” del PSOE en el
verano de 1933. Largo Caballero apuesta por la revolución en esos meses:
“las circunstancias nos van conduciendo a una situación muy parecida
a la situación en la que se encontraron ellos (los revolucionarios
rusos) cuando hicieron la revolución” (El Socialista, 13-VIII-1933).
En Don Benito afirmará: “no debemos dejar de luchar hasta que
en las torres de los edificios oficiales ondee la bandera roja de la
revolución socialista”. En Murcia pide paciencia a los jóvenes pues
“tenemos que recorrer un periodo de transición hasta el socialismo
integral, y ese periodo es la dictadura del proletariado hacia la cual
vamos”. En el V Congreso de las Juventudes socialistas, en abril de
1934, se estima que “los momentos actuales no permiten otra salida
que la insurrección armada de la clase trabajadora para adueñarse
del poder político, íntegramente, instaurando la dictadura del proletariado”
En ese congreso se impone la línea revolucionaria. La comisión ejecutiva
de las juventudes está formada por Hernández Zancajo, Santiago Carrillo,
Segundo Serrano Poncela, Federico Melchor, José Laín y Alfredo Cabello.
En aquel congreso se acordó militarizar los cuadros de las juventudes,
“dotándolos de una rígida disciplina… Fuera del ejército, serán
las juventudes socialistas la base militar de la actuación del partido
en el orden civil”. Cabría recordar que eran las mismas juventudes
que pedían la disolución del Ejército español. Las milicias socialistas
son una realidad. Cuentan que el despacho de Carrillo está presidido
por un gran retrato de Stalin (“Teníamos fe en Stalin”, rememora
hoy).
La ascensión
de Santiago Carrillo dentro del socialismo es clara ya que forma parte,
junto con Indalecio Prieto y Largo Caballero, del Comité revolucionario
de octubre de 1934. El intento de golpe socialista fracasa y Carrillo
da con sus huesos en la cárcel Modelo. Como buen marxista hace la autocrítica
de la revolución. Su explicación es ortodoxa, el problema es que en
el socialismo conviven los verdaderos revolucionarios con los reformistas.
Por ello pide la “depuración revolucionaria del partido socialista”
y la “bolchevización”; indica que es necesario infiltrarse en los
cuerpos armados para convertirlos en “órganos de la revolución”,
el objetivo es la dictadura del proletariado. Carrillo ya ocupa un puesto
destacado en el ala caballerista del socialismo, la que está dispuesta
a poner fin por la fuerza a la experiencia democrática de la II República.
El Santiago
Carrillo de la película tiene que ser más presentable. Se puede ser
revolucionario en una sociedad democrática siempre que se oculte o
se disimule que la revolución conduce a la dictadura. Entre 1933 y
1934, la Revolución no se presentaba y no se quería hacer como movimiento
defensivo para salvar la República de un fascismo inexistente. No
era un medio con justificación pseudodemocrática, era el fin perseguido
por la importante ala revolucionaria del PSOE. El inteligente y hábil
Prieto supo vender esa idea defensiva como nadie. Y esa es la tesis
que la izquierda sigue transmitiendo como verdad oficial. La misma a
la que se aferra Santiago Carrillo en la película. La revolución,
según la versión de 2008, se hace para impedir que el partido “clerical-fascista”,
la CEDA, tomara el poder. Y como es necesario dar credibilidad a sus
palabras el director no duda a la hora de introducir unas imágenes
de los sempiternos desfiles nazis compaginándolas con las de Gil Robles.
El PCE era
muy pequeño en 1934. Algo lógico porque la revolución había escogido
como hombre-símbolo, como su Lenin, a Francisco Largo Caballero, un
Lenin de escasa altura intelectual. Santiago Carrillo, como revolucionario,
era ya un comunista. De hecho desde 1934 las milicias juveniles socialistas
y comunistas actuaban conjuntamente y con contundencia. Contundencia
que se traducía en la práctica del atentado contra las juventudes
de los grupos derechistas y falangistas. Según el futuro secretario
general del PCE, fue un viaje a la URSS realizado en 1936 lo que acabó
de convencerle. A pocos debiera sorprender la emoción con el que en
la cinta recuerda aquellos días de estancia en el “paraíso revolucionario”.
Le preguntan por Trostki, por la persecución en la URSS de los disidentes.
Se refugia en un socorrido es que “en ese momento se entendía que
era propaganda capitalista todo lo que se decía contra la URSS”.
Y a Carrillo se le olvida su participación en la eliminación física
del POUM en España, argumentando que los elementos trostkistas eran
“agentes el fascismo”, afirmando, en el seno del Comité Central
del PCE, en plena guerra de España, que serían aplastados. Y desde
luego que fueron aplastados, hasta tal punto que los cadáveres de muchos
de ellos continúan sin aparecer y los posibles restos de Nin, encontrados
en una fosa de Alcalá, han sido cubiertos de tierra otra vez para evitar
rememorar la historia en el paraíso de la memoria histórica.
En Moscú,
Carrillo se compromete a impulsar la unificación entre las juventudes
socialistas y comunistas. Es allí donde se firman los primeros
acuerdos para la unificación. Nacen las JSU que utilizan uniformes
y armas. Una vez en España impulsa los mítines conjuntos de José
Díaz, secretario del PCE, y de Largo Caballero. Él es la estrella
invitada. Ahora bien, Carrillo está dispuesto a jugar fuerte. El enemigo
es Indalecio Prieto, uno de los que Carrillo califica como “héroes
de barraca”. Los mítines de Prieto son sistemáticamente hostilizados
por las juventudes socialistas. El incidente más grave se produce en
Écija el 31 de mayo. Prieto y Negrín son abucheados y soportan los
gritos a favor de Largo Caballero y Santiago Carrillo. No pueden tomar
la palabra. Suenan los disparos. Negrín tiene que sacar la pistola.
La guardia personal del Prieto, “la motorizada”, saca sus pistolas
ametralladoras. Prieto es introducido en un coche, mientras Negrín
y Saez se suben a los estribos pistola en mano. Sólo disparando salen
de allí. No es un invento. Ahí quedan como prueba los artículos en
la prensa socialista y el enfrentamiento en el seno de la dirección
socialista. Pero nada de esto se recuerda en la película.
Un lugar
llamado Paracuellos.
Entra la película
en uno de los cuatro puntos calientes de la vida política de Santiago
Carrillo sobre los que se ocupa la cinta. Se tiene prisa por enlazar
el pasado con el comunista que se sacrifica por la paz y la concordia
en la transición. Pero este punto no nos interesa en esta revisión.
Aunque nos anuncian que pudiera haber una segunda parte para esos otros
espinosos temas de la historia de Santiago Carrillo. El primer punto
caliente es Paracuellos del Jarama.
El 18 de julio
sorprendió a Carrillo en París. Se incorporó a la lucha
y estuvo brevemente en combate en San Sebastián. Allí asalto
un hotel, “refugio de fascistas”. Le reclaman en Madrid. Es en los
primeros días de noviembre de 1936 cuando ingresa en el Partido Comunista.
Es en ese momento cuando, con las tropas de Franco a las puertas de
la capital, mientras todos huyen, le nombran Consejero de Orden Público
de la Junta de Defensa de Madrid que dirige el general Miaja. Desde
los primeros días de noviembre hasta primeros de diciembre, sistemáticamente,
miles de personas van a ser sacadas de las cárceles, asesinadas en
Paracuellos del Jarama, y enterradas en fosas comunes convenientemente
ocultadas.
Santiago Carrillo
ha montado bien su justificación. Comienza su explicación hablando
de las “atrocidades que comete el ejército franquista” y que cuentan
los que llegan a Madrid huyendo. Canta la heroica defensa de la ciudad
mientras retrata como cobardes a los ministros que se marchan. Ve decenas
de miles de inexistentes muertos por los bombardeos franquistas. Habla
de la existencia de la “quinta columna” nacional en Madrid y de
su peligrosidad; además “el enemigo atacaba precisamente por la zona
de la cárcel Modelo” y allí había más de “dos mil jefes y oficiales”
presos que se unirían a los franquistas. Entonces se toma la decisión
lógica de evacuar las cárceles: “Yo doy las órdenes: La Comandancia
de Milicias de retaguardia pondrá las fuerzas”. Carrillo se excusa.
Afirma que carecía de un aparato real con el que imponer la autoridad.
Recuerda que le visitó Felix Schlayer contándole que los presos estaban
siendo desviados a Paracuellos y eliminados. Pero “yo estoy liado”.
Confía en que el problema lo resolvería su segundo, Serrano Poncela.
Efectivamente lo estaba resolviendo. Y he aquí que el viejo Carrillo
se lanza a fondo, le dice al entrevistador que no puede seguir si no
apaga las cámaras porque claro, Serrano Poncela, al que él destituyó
a los veinte días, tiene familia y ha pasado el tiempo, y no quiere…
“ha muerto en el exilio y seguramente tiene hijos”. Pero nadie le
recuerda que los asesinatos se prolongaron a lo largo de un mes.
Carrillo continúa
su justificación: “yo no tenía lista de presos… una cantidad enorme
de presos que el gobierno nos había dejado y era un problema muy gordo
que teníamos… Evidentemente hubo atrocidades que en esa situación
era imposible evitar… Madrid machacada todos los días… era una
ciudad revolucionaria… diez o doce organizaciones con poder… claro
que hay excesos… tu no piensas en la responsabilidad histórica sino
que Madrid no caiga, la preocupación no es lo que va a decir la Historia”.
No sé
si esta contestación de Santiago Carrillo es un claro testimonio de
la traición que a última hora le hace la memoria, porque ese fue el
motivo de eliminar a varios miles de personas a lo largo del mes de
noviembre. Además, cabría recordar que Serrano Poncela no es alguien
que aparece en la historia a pie de página. Era un íntimo de Carrillo,
la sombra de Carrillo en el sector revolucionario de las juventudes
socialistas, pero esto ni lo sabía el entrevistador ni Carrillo quería
recordarlo. Pero ¿Cuál es la verdad? La verdad está en los documentos.
Dejemos constancia en la memoria histórica de tres textos clarificadores.
El primero:
hace poco tiempo Javier Reverte encontró en el archivo de la CNT
el borrador del acta de la reunión del Comité Nacional de la
CNT celebrado en Madrid el 8 de noviembre de 1936, en el que se da cuenta
de la reunión que han sostenido con los responsables socialistas (Santiago
Carrillo) de Orden Público. Allí está registrado el acuerdo para
el exterminio:
“Vuelve
a informar la Federación local, leyendo primeramente el comunicado
dirigido por el Gobierno al General Miajas (sic), en el que se establece
la constitución de la Junta de Defensa de Madrid, bajo su presidencia
y con la colaboración de las organizaciones sindicales y políticas
de izquierda. En este documento se prevé en caso de retirada, que debe
ser hecho sobre Cuenca. Informa de la constitución de la Junta, y confirma
lo anterior sobre el interés de las Embajadas sobre presos y refugiados
políticos, citando el caso de que se quiso ayer asaltar la Embajada
de Chile por saber los compañeros de manera positiva que allí hay
refugiados fascistas en gran cantidad, intento que hubo que cortar.
A continuación
se da cuenta de los acuerdos que han tendido con los socialistas que
tiene la Consejería de Orden Público sobre lo que debe hacerse con
los presos, habiendo tomado el acuerdo de dividirlos en tres grupos,
a saber.
Primer
grupo. Fascistas y elementos peligrosos. Ejecución inmediata, cubriendo
la responsabilidad.
Segundo
grupo. Detenidos sin peligrosidad, su evacuación inmediata al penal
de Chinchilla. Con todas las seguridades.
Tercer
grupo. Detenidos sin responsabilidad, su libertad inmediata con toda
clase de garantías sirviéndonos de ello como instrumento para demostrar
a las Embajadas nuestros humanitarismo”.
Segundo: el
12 de noviembre de 1936, Santiago Carrillo pronuncia un discurso ante
los micrófonos de Unión Radio que, afortunadamente, pese a que algunos
han negado las palabras, es recogido en la prensa del día siguiente.
En el alardea de haber acabado con la Quinta Columna:
“Conviene
afirmar que la única resistencia que tiene la Junta de Defensa es la
resistencia que le ofrece el enemigo, la resistencia que le ofrecen
los combatientes facciosos que están a nuestras puertas, porque la
resistencia que pudiera ofrecerse desde el interior
está garantizado que no se producirá,
¡que no se producirá! Porque todas las medias, absolutamente todas,
están tomadas para que no pueda suceder en Madrid ningún conflicto
ni ninguna alteración que pueda favorecer los planes que el enemigo
tiene con respecto a nuestra ciudad. La
“quinta columna” está camino de ser aplastada, y los restos que
de ella quedan en los entresijos de la vida madrileña están siendo
perseguidos y acorralados con respecto a la ley, con arreglo a todas
las disposiciones de justicia precisas”.
Tercero: El
delegado en España de la Komintern, Stoyán Minev “Stepanov”, realiza
en 1939 un detallado informe, calificado como “absolutamente secreto”,
remitido al Secretario General de la Internacional Comunista y al propio
Stalin. En el mismo, subrayándolo como uno de los “principales momentos
de actividad del Partido Comunista” durante el gobierno de Largo Caballero,
en el que ya milita Santiago Carrillo, el Consejero de Orden Público,
se señala la “limpieza” de la “Quinta Columna” en un par de
días decidida por el Partido Comunista:
“Cuando
el general fascista Mola dijo la verdad acerca de que, además de las
4 columnas del ejército que avanzaban sobre Madrid, había una 5ª
columna, que se encontraba en el propio Madrid, la cual propinaría
el golpe decisivo a la ciudad, el Partido Comunista comprendió
inmediatamente la importancia de ella, sacó
sus conclusiones y llevó a cabo en un par de días todas las operaciones
necesarias para limpiar Madrid de quintacolumnistas. Esta operación
de “limpieza” contribuyó a la salvación de Madrid no en menor
medida que los combates a las puertas de la ciudad”.
Poco espacio
queda para la duda.
Las otras espinas.
Como no podría
ser de otro modo la cinta se extiende en el enfrentamiento de Santiago
Carrillo con su padre Wenceslao y las célebres cartas cruzadas entre
ambos. Gracias a esta película nos enteramos que por mediación de
La Pasionaria (“si predicamos la reconciliación nacional tienes que
hacerlo con tu padre”) se reconciliaron. Aunque el viejo comunista
se encarga de precisar que nunca hablaron del golpe casadista en el
que participó su padre, motivo de la ruptura definitiva, porque su
opinión continuaba siendo la misma (“traición y deshonor”).
La tercera
espina de la película es el maquis. Carrillo se siente especialmente
fuerte. Nadie en España sería capaz hoy de enfrentarse a la leyenda
rosa de los heroicos guerrilleros contra Franco, aunque dejaran casi
un millar de víctimas entre las que se cuentan mujeres, niños y ancianos.
En un momento dado el entrevistador le pregunta: “¿Qué significa
golpear?”. Carillo responde: “¡Matar!”. A renglón seguido vuelve
a las viejas consignas. Aquellos jefes guerrilleros que fueron detenidos
por la policía franquista tras sospechosas confidencias y los que fueron
eliminados “por chivatos” pesan sobre su espalda, pero, “para
luchar contra un sistema opresivo hay que utilizar esos métodos…
o eres así o te haces socialdemócrata y esperas”. Y ahí queda el
testimonio del hijo del guerrillero comunista Víctor García recordando:
mi padre “no murió por un tiro de la Guardia Civil. Fue Carrillo
quien dio la orden de asesinarlo” en 1948 bajo la acusación de infiltrado.
Lástima que no preguntaran a exsecretario general del PCE, enviado
por Stalin a Francia para hacerse cargo de la dirección de los maquis
primero y después, al cambiar de estrategia, para terminar con ella.
Queda saldar
la última de las espinas: la fe en Stalin. Es hábil ante las preguntas.
Se olvida de los varios millones de asesinados, de los campos de concentración,
de lo que ha significado la dictadura del proletariado llevada a la
práctica. Sólo tiene palabras de consternación para las víctimas
de los famosos “procesos”, para los comunistas caídos en desgracia,
que confesaron falsas culpas para no dañar al comunismo, pero ni una
palabra para los varios millones de víctimas del stalinismo; ni para
el sistema del GULAG puesto en marcha por Lenin. Para Carrillo, simplemente,
“toda revolución tiene víctimas inevitables”. Lo que hace Carrillo
es reivindicar el comunismo porque ha sido el “elemento fundamental
de la lucha contra el fascismo”. Su único poso de amargura es haber
fracasado al frente del PCE, aunque tiene dardos para responsabilizar
a otros.
Y Carrillo
ha quedado contento con el resultado pues “no me arrepiento de nada,
he cometido errores y he intentado subsanarlos. No soy un santo, sino
un hombre de carne y hueso. La película ha sido un ejercicio de sinceridad,
porque no tengo nada que ocultar de mi vida”.
Lo sorprendente
es que estas declaraciones, que quedan para la historia, envueltas en
un halo de lucha romántica y cánticos de izquierda, no hayan merecido
ni la más nimia de las condenas.·- ·-· -······-·
Francisco Torres García
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