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Una propuesta para el patronzago de los políticos hispanos

por José Luis Virolay

Un modelo de gestión pública sometida a los principios

San Francisco de Borja y Aragón fue el tercer Padre General que tuvo la Compañía de Jesús y el IV Duque de Gandía, ciudad valenciana de la que es patrón.

Nació el 28 de octubre de 1510 en el Palacio de los Duques de Gandía, hijo de Juan de Borja y Juana de Aragón. Entre sus antepasados se encuentran los Papas Calixto III y Alejandro VI, y los reyes de Navarra y la Corona de Aragón.

Según explica una biografía publicada en la web habilitada para el Jubileo, www.franciscodeborja.es, este santo llegó a ser Marqués de Llombay, Virrey de Cataluña, Duque de Gandía, Barón de los pueblos de La Safor, y Grande de España.

Sus antepasados oriundos del pueblo de Borja, en Aragón, acompañaron al Rey Jaime I en la conquista del reino de Valencia.

Tras la muerte de su madre y una revuelta que incluyó el asalto al Palacio, el pequeño Francisco huyó a Denia, a Peñíscola y a Zaragoza, donde fue educado por el arzobispo de esa ciudad, Juan de Aragón, hermano de su madre y nieto de Fernando el Católico.

Desde 1522 hasta 1525 Francisco permaneció en el castillo de Tordesillas, donde vivía retirada Juana la Loca, asistida por su hija Catalina, futura reina de Portugal, ya que Carlos V quiso que un selecto grupo de niños acompañaran a la pequeña Catalina.

A los 15 años, Francisco volvió a Zaragoza para continuar su instrucción. A los 18 años, empezó a prestar servicios en la corte de Carlos V, y a los 19 años, se casó con la portuguesa Leonor de Castro y de Meneses, dama de honor de la emperatriz Isabel.

Como regalo de boda, Carlos V nombró a Francisco de Borja marqués de Llombay. El matrimonio tuvo ocho hijos: Carlos, Isabel, Juan, Álvaro, Juana, Fernando, Dorotea y Alonso.

Durante los diez años que Francisco de Borja vivió en la corte, su principal trabajo fue asesorar a la emperatriz Isabel en el gobierno de España, ya que el emperador se desplazaba a Túnez, Sicilia y Nápoles.

El santo estuvo presente en la campaña de Provenza. Un episodio aparentemente banal, el asalto a la torre de Mull, costó la vida al poeta Garcilaso de la Vega, que murió asistido por su gran amigo Francisco de Borja.

El día 1 de mayo de 1539, la emperatriz Isabel murió en el Palacio toledano del Conde de Fuensalida a los 36 años. San Francisco de Borja formó parte de la comitiva que llevó sus restos mortales a la catedral de Granada.

En 1539, el Consejo de su Majestad nombró a Francisco de Borja Virrey de Cataluña. Tras la muerte de su padre, en 1543, el santo dejó Barcelona y se trasladó a Gandía para gobernar sus Estados.

Para promover la prosperidad del país fomentó la industria de la caña de azúcar y la seda; restauró el Hospital de San Marcos; construyó murallas y torreones; levantó un colegio que después sería elevado a categoría de universidad; atendió a las Clarisas; prohibió la blasfemia; controló a las prostitutas y dio limosnas a los pobres.

En sus ratos de calma escribió obras musicales y ascéticas, entre ellas la “Visitatio Sepulchri” y sus tratados devotos.

Siendo san Francisco de Borja Virrey de Cataluña, conoció a dos jesuitas de gran talla: Araoz y Fabro, que le impactaron por su vida espiritual.

En 1546, pidió a San Ignacio entrar en la Compañía de Jesús, tras la muerte de la emperatriz y de su esposa.

San Ignacio le comunicó por carta su admisión en la Compañía y le indicó que casara a sus hijas que tuvieren edad; que terminara las obras emprendidas y que estudiase Teología y se doctorase en la Universidad de Gandía.

El 1 de febrero de 1548, san Francisco de Borja hizo la profesión solemne. Antes, había conseguido del Papa Paulo III la aprobación de los Ejercicios Espirituales.

En 1550, el Papa convocó un jubileo en Roma. En este año, Borja antes de partir a Roma se doctoró en Teología e hizo testamento. Renunció a sus títulos en favor de su hijo Carlos.

Tras pasar tres meses en Roma, el santo fue a Oñate, donde recibió la ordenación sacerdotal el 23 de mayo de 1951.

Borja se dedicó desde ese momento a la predicación, sobre todo por tierras vascas. La gente acudía emocionada a oír al Duque Santo.

De 1554 a 1559 ejerció el cargo de Comisario para España y Portugal, y recorrió toda la península ibérica en visitas pastorales de las casas y colegios de la Compañía de Jesús. Fundó más de 20 colegios.

Pero la principal solicitud de Borja fue encontrar bienhechores para el Colegio Romano, fundado por San Ignacio en 1551, dotado y ampliado por el Papa Gregorio XIII, llamado por eso Universidad Gregoriana. Este Colegio le debió tanto a San Francisco de Borja, que llegó a llamarse Colegio Borja, de Jesús.

Entre sus ocupaciones pastorales, realizó en ese tiempo visitas a las reinas Juana la Loca a la que ayudó a bien morir; a su hija la reina Juana de Portugal; al Emperador Carlos V en Yuste; y a Catalina de Portugal y ofreció ayuda espiritual a Santa Teresa en Ávila.

De 1559 a 1561, surgió el llamado conflicto de Borja con la Inquisición. Aparecieron en escritos y sermones ideas luteranas, y los enemigos de los jesuitas atribuyeron a éstos el origen de estas herejías. Se había incluido textos suyos junto a los de otros autores de dudosa ortodoxia en un libro, que la Inquisición condenó en bloque.

Pasada la tormenta de la Inquisición, el nuevo Padre General Laínez llamó a Roma a San Francisco de Borja y le nombró asesor suyo en el gobierno de la orden. Tras su muerte, le sustituyó, con la votación a su favor de 31 de los 39 padres congregados.

Como General, Borja desplegó una gran labor: estructuró la vida de las casas de la Compañía; 1.000 jesuitas había al morir San Ignacio, 4.000 al morir San Francisco de Borja; estructuró el sistema de estudios; fundó nuevos colegios; fundó noviciados; publicó las reglas de la Compañía.

La expansión de la orden fue espectacular: en Roma, en Italia, en España, en Alemania, Austria, Flandes, Polonia, Lituania, Checoslovaquia, Francia, y también en México, Perú, Brasil, China y Extremo Oriente.

San Francisco de Borja murió a medianoche del 30 de septiembre de 1572, diciendo “Solo quiero a mi Señor Jesucristo”. El Papa Urbano VIII lo beatificó en 1624, y el Papa Clemente X lo canonizó en 1672.

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José Luis Virolay



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