0. Introducción
Para Erasmo de
Rótterdam, la realidad de la guerra constituye un verdadero escándalo y la
máxima expresión del mal. El presente trabajo trata de mostrar, a través de una
exégesis personal de “La guerra es dulce para quienes no la han vivido”
contenida en los “Escritos de crítica religiosa y política”, cómo en la génesis
del mal de la guerra descrita por Erasmo, que en la tipología que presentamos a
continuación se podría denominar como mal moral, no siempre se atribuye el
grado de responsabilidad necesario al ser humano para poder denominarla como
tal. De esta forma, indagaremos en las causas que Erasmo apunta como origen del
mal para ver en qué medida participa la libertad del hombre y finalmente
comprobar si la categorización de la guerra como mal moral puede mantenerse o
no en las situaciones propuestas por Erasmo.
1. Tipología del Mal
En la reflexión
común prefilosófica es frecuente establecer una distinción entre el mal físico
y el mal moral:
1.1.- El Mal físico
El mal físico es
la ausencia en sí, éticamente indiferente, de una perfección ontológica exigida
por la naturaleza del ser respectivo.
Este es equivalente al sufrimiento o al dolor.
En efecto, la experiencia humana radical del mal físico puede definirse como
una experiencia dolorosa.
El mal
"físico" le "sobreviene" al hombre; el hombre no lo quiere,
está expuesto pasivamente a él.
Negar o
minimizar la existencia del mal físico sería no sólo una ingenuidad, sino
también un desprecio del sufrimiento y, por tanto, una injusticia con los que
sufren. La reprensión del sufrimiento conduce a la ausencia de relaciones entre
los hombres, mientras que la compasión directa (e independiente de cualquier
otra consideración) en el dolor de los demás puede eliminar las barreras entre
los hombres y constituir una fuente de bondad, de amor y de comprensión. Por
eso la expulsión del sufrimiento de nuestra sociedad, que quiere aparecer
joven, sana y feliz, constituye una de las monstruosidades de la sociedad
actual. Hacer del sufrimiento un tabú implica cometer una injusticia contra los
dolientes y enajenar a los "sanos" de una dimensión esencial de su
condición de hombres y de prójimo.
1.2.- El Mal
moral
El mal moral, en
cambio, es un tipo de padecer que no se identifica con el físico, aún cuando
quien lo experimenta no se ve librado (y hasta puede encontrar consuelo en
ello) de ciertas alteraciones físicas (como la congoja, que es un mal moral,
pero que puede ir acompañada de alteraciones considerables en la presión
sanguínea). El mal moral constituye, primero, la libre decisión de la voluntad
contraria al bien moral; y, en segundo lugar, la acción exterior resultante de
ella y el hábito y actitud interior malos consolidados subsiguientes a la misma. Es decir,
el mal moral es aquel que no sólo se experimenta pasivamente en el sufrimiento,
sino que más bien surge activamente de la acción de la libertad humana. Si el
mal moral tiene su origen en la libertad humana, su posibilidad está basada en
la finitud de la libertad; su realidad, en cambio, es inderivable y sólo se
obtiene mediante un salto de la libertad.
Se le llama
también al mal moral pecado y culpa, y es en estos fenómenos, donde el hombre
se reconoce a sí mismo como causa responsable (autónoma) del mal. El que el
hombre se responsabilice de sí mismo y de sus actos y reconozca que puede
llegar a ser culpable o lo es ya, constituye el núcleo de la dignidad humana.
El hombre, pues, debe y puede tomar postura ante sus condicionamientos y que
tal postura influya en el contacto práctico con el mal, que puede aumentar como
consecuencia de una aprobación o ser refrenado mediante un rechazo activo.
Cuando queda en penumbra esta dimensión personal, las teorías modernas pasan a
constituir un imponente mecanismo exculpatorio y desembocan en una inocencia
natural del hombre al que se atribuye lo positivo y lo bueno, mientras que los
aspectos oscuros y las sombras de la historia
vivida y escrita por nosotros, los atribuimos a una serie de sujetos que nos
sirven de coartada: Los otros, los enemigos, la sociedad, la naturaleza, el
pasado. Este ocultamiento del mal moral fomenta la estigmatización y la
enemistad entre los hombres, lo cual, constituye también un mal y ahora veremos
por qué. La única posibilidad de convivir humanamente reside en que nos reconozcamos
mutuamente como personas, cosa que implica que nos reconozcamos también como
sujetos responsables. Así pues, la visión del hombre aparentemente tan humana,
porque comprende y disculpa todo, es profundamente inhumana. Cuando se elimina
la categoría del mal moral en cuanto categoría de la responsabilidad personal,
el hombre queda degradado a la condición de objeto.
1.3.- El Mal metafísico
Un tercer tipo
de mal que suele ser incluido por numerosos autores a la hora de hacer un
estudio de la tipología del sufrimiento es el mal metafísico. Este término fue
el resultado de un estudio de Leibniz acerca del mal. Para Leibniz el mal
metafísico es la condición de posibilidad de que existan el mal físico y el
moral radicando tal condición en la esencia misma de la finitud, de tal manera
que pretender eliminarlo de la naturaleza de lo real ( como creatura finita)
sería una contradicción, o lo que es lo mismo hacer infinito lo finito o de la
creatura "un Dios".
De ahí que del mal metafísico se derivan con necesidad inquebrantable el
físico, como consecuencia de los inevitables desajustes de la realidad finita
en su funcionamiento, y el moral, como posibilidad inseparable de la libertad
finita.
Este concepto de
mal metafísico nos indica que ya no se trata sólo del mal físico ni del
problema del mal moral, sino del ser y el sentido de la realidad en su
totalidad. Podemos así preguntarnos:
"¿De qué
naturaleza es la realidad, toda vez que puede ser para el hombre
"ámbito" tanto de libertad como de esclavitud y experimentarse como
realidad buena y gratificante o como realidad hostil, pérdida, inquietante,
fatídica?. ¿Es el ser como tal bueno, malo o radicalmente ambivalente? En otros
términos: ¿remiten el mal físico y el moral a un mal metafísico?.
Como vemos, la
introducción del mal metafísico genera para algunos autores como Walter Kasper
el debate acerca de la verdadera naturaleza de lo real abierto con la pregunta
de si el ser como tal es bueno, malo o ambivalente, para concluir diciendo que
sean cuales sean las respuestas puramente filosóficas que se den al problema,
la respuesta a esta pregunta es, en última instancia, religiosa.
Otros autores
sin embargo, cuando hacen un estudio detallado del mal llegan a la conclusión
de que solamente existen dos tipos de mal: el físico y el moral afirmando del
mal metafísico como falta de perfección de lo real como un término que se
presta a error, ya que la ausencia de ulterior perfección ontológica es
esencial a todo ente finito, por perfecto que sea en su especie.
Cabe, por
último, decir que esta clasificación del mal, es clásica y general, no faltando
a otros autores que han clasificado el mal en virtud de otros criterios
seguidos en su estudio. Por ejemplo junto a los tipos de mal (físico, moral y
metafísico) se consideran también los géneros y las variedades. Así según los
géneros el mal puede concebirse como un ser o como un valor, como algo absoluto
o algo relativo, algo abstracto o algo concreto, algo substancial o algo
accidental... etc. Y, en cuanto a las variedades, el mal es objeto de una
descripción fenomenológica que muestra el mal bajo sus manifestaciones o
perspectivas. Estas perspectivas pueden a su vez examinarse de un modo general
o particular describiendo todas las formas de maldad.
2.- El Mal moral
en Erasmo
2.1.- El
hombre, criatura para el Bien.
Esta es la
conclusión extraída de la lectura del “Retrato del Hombre natural” que Erasmo
incluye en su escrito de “La guerra es dulce para quienes no la han vivido”.En él repasa las
principales características que nos constituyen y que nos diferencian del resto
de lo creado.
Para Erasmo en
la antropogénesis interviene la colaboración de dos factores: La naturaleza y
Dios.
Por la Naturaleza el hombre es engendrado como un animal totalmente interdependiente:
“Solo el hombre
viene al mundo de tal manera que depende enteramente de la ayuda ajena durante
mucho tiempo”
Con esta afirmación
Erasmo está dando por sentada la existencia de la dimensión social como
constitutiva de lo humano. Es decir, como absolutamente necesaria (vital) para
nuestra realización ya que la conservación del don natural de la vida depende
del establecimiento de vínculos afectivos con los otros:
“La naturaleza
quiso que el hombre debiera el don de la vida no tanto a ella misma como a la
benevolencia”
Esta dimensión
social en lo humano no se constata sólo en su utilidad para la supervivencia
sino también en la propia morfología del ser humano que denota “amor y
benevolencia”y
en las cualidades del lenguaje y de la razón encaminadas a “ganarse y conservar
la amistad”
Desde esta
perspectiva, la relación con los demás podría parecer el fruto de una necesidad
egoísta mecánicamente ejercida para mantenernos con vida y alcanzar mayores
niveles de desarrollo personal, por lo que Erasmo va a afirmar que la Naturaleza también dotó al hombre con la capacidad de hacer el bien ”incluso en ausencia de
recompensa” , lo cuál, es un signo inequívoco de la imagen de Dios en el
hombre.Para
Erasmo, la naturaleza actúa como un medio que permite el desarrollo del
designio creador de Dios para el hombre, es decir, colabora con Él, por lo que
esta capacidad de obrar en “ausencia de recompensa” es, en último término, obra
de Dios, el cuál, quiere que el ser humano cuide de sus semejantes y del resto
de las criaturas, para las que el hombre es, a su vez, su dios y su refugio:
“Dios ha puesto,
por tanto, al hombre en este mundo como una imagen de sí mismo, para que
atendiera a la conservación de todas sus criaturas en su calidad de divinidad
terrena”
La conclusión
extraída de esta parte en cuanto a la acción moral del hombre es que el ser
humano es naturalmente bueno. Hemos sido creados por Dios con la colaboración
de la Naturaleza para hacer el bien .Esta afirmación se basa en la existencia
de dos aspectos comprobables en nuestro ser:
- La dimensión
social como constitutiva de lo humano hasta el punto de que la amistad con el
otro es vital para el desarrollo personal del hombre.
-La capacidad de
obrar el bien desinteresadamente, en “ausencia de recompensa”.
Lo realmente
escandaloso para Erasmo es haber llegado a la conclusión de que el hombre es
una criatura hecha para el bien y comprobar por otro lado como se autodestruye
mediante la guerra.
2.2 La
guerra, ¿máxima expresión del Mal moral?
Más arriba hemos
definido el mal moral como aquel que surge activamente de la acción de la libertad humana y
en el que el hombre se reconoce a sí mismo como causa responsable (autónoma) de
su generación. Pero si hay algo que llame la atención en las arremetidas que
Erasmo lanza en contra de la guerra es el poco protagonismo concedido a la
acción libre del hombre en la génesis de la misma, lo que nos llevaría a plantearnos,
en principio, si encuadrarla o no dentro de esta categorización de mal por lo
que a la filosofía de Erasmo se refiere.
Lo que sí parece
claro para nuestro autor es que la materialización más explicita del mal se da
en la guerra:
“Nada es más
impío o más dañino, más ampliamente pernicioso o más persistente y tenaz; nada
es más repugnante y totalmente indigno de un hombre”
Esta afirmación
se basa en varias razones entre las que podemos destacar:
1.-El grado de
extensión social y acogida de la guerra. Erasmo constata que la guerra tiene
un alto grado de aceptación no sólo entre los paganos sino también entre los
cristianos desde las clases más humildes hasta los mismos responsables de la Iglesia o los príncipes, en un ámbito más civil, cuya obligación no debería ser otra que ”
componer con sabiduría y razón los movimientos de la necia multitud”.
2.-El nulo
cuestionamiento que el ejercicio de la guerra despierta entre los hombres de su
tiempo. El grado de acogida de la guerra antes señalado se manifiesta en una
ausencia de conciencia crítica contra la guerra como recurso, hasta el punto
que esta reprobación podría ser motivo de herejía.
3.-Su capacidad
destructiva. En el título del trabajo presentábamos deliberadamente la guerra
como concepción del mal en la filosofía de Erasmo por la doble acepción que el
término “concepción” nos proporciona. La guerra, en un primer significado del
término, es la materialización más explícita y clara que Erasmo concibe del mal,
es su mejor definición como apuntábamos en el encabezamiento de este
razonamiento, pero también posee, atendiendo ahora al segundo uso del término,
una capacidad de generar mal hasta el punto de proceder de ella todas las
calamidades de la existencia:
“¿Qué sentido
tiene hablar de la ruina de la moral puesto que nadie ignora que todas las
calamidades de la existencia nacen a un tiempo de la guerra?(…)Ella es la
fuente de la que nos brota toda esa enorme caterva de bandidos, ladrones,
sacrílegos y asesinos”
Es una peste tan
funesta que invade, contagia y no se limita a destruir en un contexto histórico
y social determinado porque “toda guerra es semilla de guerras”.
Ahora bien, una
vez descritas estas razones, la pregunta es ¿Qué nivel de responsabilidad
derivado del ejercicio de su libertad habría que atribuir al ser humano en el
grado de extensión social y acogida de la guerra, en el nulo cuestionamiento
que se hace de la misma y en la capacidad destructiva que posee? La respuesta a
esta pregunta es crucial para establecer si la guerra es un mal moral o no en
Erasmo, pero para poder responderla habría que indagar en las causas que
Erasmo apunta como origen de la guerra en esta primera parte de su escrito :
“¡Cuánto más
justo sería preguntarse qué demonio, qué peste, qué calamidad, qué furia
introdujo originariamente en la mente humana una cosa hasta tal punto tan
bestial, de suerte que ese animal pacífico engendrado por la naturaleza para la
paz y la amistad, el único llamado a la salvación, se precipitara a una
destrucción recíproca por una locura tan bestial, por conflictos tan salvajes!”
Esta lamentación
sería fruto, afirma, de la reflexión de una “mirada auténticamente filosófica” que previamente
hubiera examinado de un lado la imagen del hombre y de otro el retrato de la
guerra. Como esto mismo es lo que hará a continuación a lo largo del ensayo, el
texto adquiere el valor de ser, por un lado, conclusión anticipada y por otro
apelación a la justa conciencia de cada uno para intentar solucionar un grave
problema en el que la libertad y por ende la responsabilidad del hombre deberían
jugar un papel fundamental. Pero analicemos antes las causas que se reflejan
para ver si el papel de la libertad del hombre es determinante en las mismas.
Entre estas, y a primera vista, se citan elementos extrínsecos a la voluntad
humana (demonio, peste, calamidad o furia) que actúan provocando la introducción
en la mente humana de una “locura bestial” cuya manifestación exterior es la
guerra. Pero ¿En qué sentido afirma Erasmo que la guerra es una locura? Hay dos
posibilidades. La primera sería considerar esta locura como una enfermedad
mental, una patología que sobreviene al ser humano fruto de la acción directa
de los elementos antes expuestos , lo que limitaría al máximo la participación
de la libertad humana y su responsabilidad. La guerra ya no se podría calificar
de mal moral sino de mal físico, el cuál, como apuntábamos más arriba es la ausencia en sí, éticamente
indiferente, de una perfección ontológica exigida por la naturaleza del ser
respectivo y que es experimentado por el ser humano como dolor y como
sufrimiento al estar expuesto pasivamente a él.
Pero sería un
error esta consideración, ya que nuestro autor estaría cayendo en una flagrante
contradicción. ¿Cómo proponer un proyecto moral alternativo al ejercicio de la
guerra como solución que apela a la responsabilidad de los seres humanos y por
tanto a su libertad, si ésta ya se encuentra mermada de antemano?.
Tendremos que
considerar otra posibilidad en la interpretación de la locura del texto si
queremos que éste cobre el sentido y la coherencia necesarios dentro del
escrito, cuyo fin no es otro que el lector repruebe el ejercicio de la guerra
como recurso ofensivo o defensivo en favor del diálogo, la razón y el
entendimiento, los cuáles, más acordes con la naturaleza humana, requieren de
la voluntad para inclinarse hacia el bien y, por tanto, de la libertad de
elección como medio y capacidad de la voluntad que lo posibilite. De esta forma
habría que considerar la locura de la guerra, como la primera de las dos clases
de locura humana que Erasmo describe en su elogio de la locura:
(...) Verdaderamente hay dos clases de locura: una, la
que las Furias engendran en el infierno cada vez que lanzan las serpientes que
despiertan en el pecho de los mortales la pasión de la guerra, la inextinguible
sed del oro, un indecoroso y abominable amor, el parricidio, el incesto, el
sacrilegio, y cualquier otro designio depravado; o cuando alumbran la
conciencia del culpable con la terrible antorcha del remordimiento.
Pero hay otra locura muy distinta de ésta, que precede de mí y que es apetecida
por todos. Normalmente se manifiesta por cierto alegre extravío de la razón que
al mismo tiempo libera al alma de sus angustiosas preocupaciones y devuelve el
perfume de múltiples deleites.
Este tipo de locura que “despierta en el pecho de los
mortales la pasión de la guerra”, también “alumbra la conciencia del culpable
con la terrible antorcha del remordimiento” , es decir, no posee todo el ser
del hombre hasta el punto de anular su conciencia, todo lo contrario, la hace
despertar mediante el remordimiento. A la vez que puede conducir al ser humano
a la perdición, también constituye el punto de partida para su salvación. Manifiesta
por un lado un potencial destructivo enorme pero a la vez el cimiento para su
reconstrucción. En el fondo, esta locura presupone la libertad del hombre. Si en
ella y por ella el hombre se puede descubrir culpable y por tanto responsable
de sus actos, es porque en el origen de esta locura y en su desarrollo participa
la acción libre del hombre. Podrá tener un origen infernal pero requiere del
libre asentimiento del hombre para propagarse.
Es en este sentido en el que se puede calificar la
guerra de locura sin anular la libertad del hombre y clasificarla, hasta aquí,
como un mal moral en Erasmo de Rótterdam.
2.3.- Génesis
de la guerra entre los paganos
En este apartado
volveremos a analizar el grado de responsabilidad que Erasmo atribuye al ser
humano en las sucesivas fases o estadios de la guerra entre los paganos,
considerados aquí, como aquellos que aún no conocían el Evangelio de Cristo por
situarse cronológicamente en el periodo pre-cristiano:
“En efecto, antaño cuando los rudos hombres primitivos
vivían en los bosques desnudos, sin murallas y sin techo ocurría de vez en
cuando que eran atacados por las fieras salvajes. Con éstas tuvo en primer
lugar el hombre la guerra y quién defendía a la especie humana del asalto de
las bestias era considerado fuerte y tenido por jefe. Incluso parecía muy justo
degollar al que degollaba, descuartizar al descuartizador, sobre todo cuando
las fieras salvajes nos atacaban sin que hubiera mediado por nuestra parte daño
alguno”
Este texto describe el primer estadio de la génesis de
la guerra entre los paganos. En él Erasmo nos describe un escenario previo a la
introducción de la guerra caracterizado por dos aspectos:
1.-Un entorno hostil al hombre en el que éste tendrá
que ejercer la violencia con los animales para poder sobrevivir en él, lo cuál,
es realmente una paradoja.¿Cómo puede la naturaleza engendrar un ser para el
bien en un entorno tal, que tendrá que matar si quiere continuar subsistiendo
en él?.
El entorno, como causa externa al hombre, parece jugar
un papel determinante para Erasmo en el origen de la guerra entre los paganos.
El ser humano deberá ejercer la violencia frente al medio como legítima
defensa, lo que lo exime, hasta el momento, de toda responsabilidad o culpa,
toda vez, que el ejercicio de la violencia con los animales como antesala del
que se llevará a cabo con los congéneres, es totalmente necesario. El origen
de la guerra entre los paganos desde este punto de vista no sería otro que la
precariedad ontológica en la que el ser humano se inserta, por lo que sería más
bien un mal físico o metafísico. Hasta aquí, no podemos hablar de la guerra
como mal moral, ya que de momento no ha entrado en juego la responsabilidad del
hombre.
2.-El otorgamiento de honor y poder a ”quien defendía
la especie humana del ataque de las bestias”.Esta atribución que Erasmo basa en
una consideración errónea de la justicia, incentivó la caza de animales cuyo
fin no sería ya la legítima defensa, sino la búsqueda de un “gran honor”.
Es cierto que aquí sí encontramos la acción directa
del hombre en la génesis de la guerra pero Erasmo la hace residir en una
consideración errónea de la verdadera justicia cuya consecuencia principal fue
subordinar la aniquilación de la vida (aunque de momento ésta sea animal) a la
obtención de reconocimiento y poder. Por esta razón podríamos preguntarnos, ¿
hasta qué punto no está aquí limitada la responsabilidad humana si tenemos en
cuenta que el estado original de ignorancia parece jugar un papel decisivo en
la acción? En este primer estadio descrito por Erasmo la libertad del hombre como
causa determinante en la génesis de la guerra entre los paganos brilla por su ausencia
en un proceso que parece regido por el determinismo o por la necesidad, lo cuál
nos hace seguir indagando en el proceso descrito para encontrar la impronta
humana que nos permita inculparnos como únicos responsables de la guerra.
Así, y ya en un segundo estadio de este proceso,
afirma Erasmo en relación a los seres humanos:
“¿Qué crimen se atrevieron a cometer? No temieron
alimentarse de los cadáveres de las fieras que habían matado, desgarrar con los
dientes la carne exánime, beber su sangre, sorber los humores y, como dice
Ovidio,«engullir vísceras en vísceras»”
El engullimiento de carne animal es considerado por
Erasmo como un crimen. Puede que lo realmente escandaloso para nuestro autor
sea la animalización a la que el hombre se somete con este acto cuyo detonante
es el atrevimiento o la falta de prudencia. No obstante, una vez que la
eliminación de la vida animal se había puesto al servicio de la obtención de
poder y prestigio, la ingesta de la carne no vendría a ser sino una consecuencia
inevitable del inicial estado de ignorancia y la prudencia, implícitamente
implorada, que reclama libre albedrío para ejercerla, estaría descartada de
antemano.
En un tercer y
último estadio y para completar la descripción de la génesis de la guerra entre
los paganos, tenemos que hacer referencia al aspecto más importante en este
proceso, la costumbre, de la que Erasmo llega a afirmar:
“No hay nada tan
perverso o tan atroz que no esté aprobado si lo avala la costumbre”
La costumbre
para Erasmo actúa como una especie de catalizador del mal que comienza
justificando la crueldad ejercida con los animales para acabar enseñando al
hombre esta violencia con sus congéneres. Es una fuerza o energía que supera la
voluntad aumentando la ferocidad y la ira en caso de conflicto y extendiéndolas
del plano interpersonal (individual) al inter-grupal(colectivo) constituyéndose
así la guerra propiamente dicha.
La conclusión de
este análisis es que Erasmo concede muy poca responsabilidad al ser humano en
la génesis de la guerra entre los paganos haciéndola derivar de la precariedad
del ser de la naturaleza, que no potencia adecuadamente las dimensiones de lo
humano haciéndose incluso hostil a éste, y de la precariedad de nuestro propio
ser, manifestada en la limitación de nuestras facultades intelectivas para
aprehender lo real adecuadamente ,traducida aquí en un déficit en el
reconocimiento de la superioridad de la vida humana con respecto al resto de la
creación lo que inevitablemente condujo a una percepción errónea de la justicia.
Si la finitud y
la contingencia en el plano del ser y la ignorancia en el del conocer son las
verdaderas causas no hay sitio para la responsabilidad que nace de la libertad
en esta etapa inicial de la humanidad por lo que la guerra, como consecuencia
inevitable de la precariedad del ser y del conocer no puede aún, para Erasmo,
considerarse un mal moral propiamente dicho, sino más bien un mal cuyo origen
es físico o metafísico.
2.4.- Génesis
de la guerra entre los cristianos
Sin lugar a
dudas lo que más asombro y perplejidad causa en Erasmo es que los cristianos
emprendan la guerra entre ellos mismos, por lo que al denunciar la extensión y
la universalidad de la guerra concluye:
“Finalmente – y
esto es lo que a mí me parece sin duda más atroz que todo lo anterior – el
cristiano está en guerra con otro hombre y añadiré también, muy a mi pesar ,
con otro cristiano, que es lo más atroz de todo.”
Si la guerra
entre los paganos tenía una explicación basada en los condicionantes más
arriba expuestos, la guerra entre cristianos es totalmente incomprensible para
aquellos que se erigen como depositarios y custodios del Evangelio de Cristo:
“Admitamos que
los paganos fueron arrastrados a esta locura por la estulticia o por la ira, o
por la ambición, la avaricia o la crueldad o-como a mí me parece más probable
–por Furias enviadas de los infiernos .Pero ¿de dónde nos ha venido a nosotros
a la mente que un cristiano eche mano de la espada ensangrentada contra otro
cristiano?”
Es esta elección
por parte del creyente, del mal que destruye y no de la paz evangélica, lo que
escandaliza a Erasmo hasta el punto de llevarle a indagar en las causas del proceso
de génesis de la guerra entre los cristianos para ver si encuentra algún atenuante
de la culpabilidad humana que pueda explicar mejor este comportamiento tan
atroz.
En este proceso
hay para Erasmo dos causas fundamentales que a la vez constituyen dos momentos
claves en la introducción de la guerra en el seno del cristianismo.
El primero de
ellos es la erudición puesta al servicio de la defensa de la religión frente a
los herejes. Ésta trajo consigo la discusión y con ella la división en el seno
interno de la Iglesia.En
este proceso de introducción de la filosofía en la teología Erasmo ve clave la
intromisión de Aristóteles hasta constituir una “autoridad casi más venerable
que la del propio Cristo”o
la asunción de algunas leyes imperiales que “alaban la guerra como una empresa
insigne con tal de que sea justa.”El
resultado es la tergiversación o la interpretación retorcida de la sagrada
escritura hasta el punto que:
“(…) no se
permite hablar de la Escritura cristiana a quien no se haya impregnado
totalmente hasta las orejas, como dice el proverbio, de las bagatelas
aristotélicas por no decir sofísticas. Como si la doctrina de Cristo fuera de
tal índole que no pudiera ser perfectamente patrimonio de todos o estuviera de
alguna manera de acuerdo con la sabiduría de los filósofos”
De esta manera,
Erasmo ve en la racionalización de la fe al servicio de la teodicea, que diría
Leibniz, una tergiversación interesada de la Sagrada Escritura que predispone para el enfrentamiento intelectual preparando así el
escenario para una futura contienda.
El segundo
momento clave sería la introducción progresiva del poder a través de títulos de
honor y de riquezas, los cuáles pasaron de ser, en un principio, solamente
aceptados a reclamados y exigidos posteriormente:
“Al cabo del
tiempo recibimos algún título de honor, conferido espontáneamente, pero que
después comenzamos a reclamar como si se nos debiera, Tal cosa no pareció
injusta.”
La situación de
este texto, justo después de la descripción crítica del proceso de
racionalización de la fe ,y su introducción mediante la expresión “ Al cabo del
tiempo…”que nos sitúa en una secuencia lógico temporal de los acontecimientos,
parece indicar que la atribución de títulos de honor se deriva de la
reclamación por parte de los responsables de la Iglesia de algún reconocimiento meritorio por su lucha contra el hereje a través de la
refutación de sus argumentos. Así, este honor guarda cierto paralelismo con el
honor atribuido por el asesinato de las bestias en la génesis de la guerra
entre los paganos. En ambos casos la atribución de honor pasa a ser, en un
primer momento, consecuencia de la lucha con el oponente (bestia o hereje) para
constituirse con posterioridad en la causa determinante de la guerra, cuyo
origen radica en un error perceptivo de la verdadera justicia, el cuál, si
antes surgía de la ignorancia , ahora surge de un exceso de erudición que lleva
a una interpretación errónea del mensaje de Cristo, haciéndonos ver como justo
que la defensa de la fe debe reportar al que la ejerce algún tipo de privilegio
con respecto al resto de creyentes.
Este
razonamiento dejaría, en esta etapa como en la anterior, justificado el
ejercicio de la guerra, como la consecuencia lógica y fatal de nuestra
limitación en la aprehensión de la realidad concediendo muy poco margen a la
voluntad del hombre como causa. Pero esta conclusión no cuadra con lo defendido
por Erasmo en cuanto al origen de la guerra en el periodo cristiano ni con la
continua exhortación y defensa de la paz, la cuál, necesita de la libertad y
responsabilidad del hombre para ejercerla.
Entonces, ¿A qué
se refiere más arriba en el texto cuando habla de la recepción de títulos
honoríficos si ésta no es consecuencia de la refutación del hereje?.Parece
referirse al hecho de la Donación de Constantino que sirvió de base
para la reclamación de poder temporal por parte de los dirigentes de la Iglesia. Es decir, la atribución de títulos honoríficos no responde al reconocimiento de
ningún mérito, de ahí, el adverbio utilizado (“espontáneamente”) refiriéndose a
la misma. Respondería más bien a un afán de acumular poder y riquezas en el
seno de la Iglesia, lo cuál, sí es fruto de la maldad del hombre y constituye
para Erasmo la verdadera causa de la guerra entre los cristianos.
Para él, ya no
existe ninguna justificación para aquellos que son conocedores del mensaje
moral de Cristo y de las nefastas consecuencias que la guerra había dejado
tiempo atrás:
“El mundo tenía
sus leyes antes de que se proclamara el evangelio: castigaba, hacía la guerra, acumulaba
dinero y provisiones. El señor no vino a la tierra a enseñarnos lo que nos
estaba permitido, es decir, hasta qué punto nos era lícito apartarnos de la
perfección, sino a enseñarnos cuál es la meta a la que debemos tender con todas
nuestras fuerzas”
Por esta razón,
la guerra entre cristianos no puede ser considerada ahora como una desgracia
más, sino como malicia e impiedad conscientes por parte del ser humano que la
inicia, lo que avala la intervención de la libertad y responsabilidad del
hombre en el proceso:
“Se podría quizá
soportar las guerras si nos hicieran únicamente desgraciados y no también
malhechores e impíos; si la paz se limitara a hacernos más dichosos y no
también mejores”
La conclusión es
obvia, si en un estadio pre-cristiano para Erasmo la guerra podía ser
considerada como un mal físico por causas en las que la libertad se encontraba
fuertemente condicionada, ahora sí se podría considerar un mal moral cuya base
es el alejamiento deliberado de la verdadera paz contenida en el evangelio de
Cristo. ·- ·-· -······-·
Alberto Alvarez Alonso Bibliografía
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§ José FERRATER MORA (Ed.) Diccionario
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Madrid 1986.
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Escritos de Crítica religiosa y política, ed. De M.A. Granada, Círculo
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§ Joaquín BARCELÓ,”Selección de
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§ Mónica CABALLÉ CRUZ,”El Vedanta
Advaita ante el sufrimiento,” en Moisés GONZÁLEZ GARCÍA Filosofía y dolor. Editorial
Tecnos, Madrid 2006.
***
Visualiza la realidad del aborto: Baja el video Rompe la conspiración de silencio. Difúndelo.
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