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Arte poética del aborto

por Francisco José Soler Gil

La mayor parte de los detentadores de poder que en el mundo han sido, han comprendido la utilidad de las estructuras de consignas terminológicas.

Los alemanes, amantes apasionados del orden y la reglamentación, al par que grandes inventores de conceptos, poseen un vocablo que es difícil traducir con una sola palabra al castellano: «Sprachregelung».

Sprachregelung viene a ser una consigna -o mejor aún: una serie detallada de consignas, instrucciones y reglas varias- acerca de qué palabras y qué estilo debe emplearse para describir hechos, cosas, actuaciones, o situaciones delicadas, y no aptas para quedar al arbitrio de las conceptualizaciones populares más o menos irreflexivas.

Desde luego, la mayor parte de los detentadores de poder que en el mundo han sido, han comprendido intuitivamente, y sin necesidad de saber alemán, la utilidad de las estructuras de consignas terminológicas. Pero debemos sobre todo a los grandes totalitarismos del siglo pasado -el nacionalsocialista, y el de los distintos regímenes comunistas- el haber explorado con la profundidad que se merece la técnica y las posibilidades de la Sprachregelung, obteniendo en no pocas ocasiones resultados muy notables. La experiencia acumulada por estos regímenes nos permite concluir que una adecuada elección de palabras y de estilo contribuye decisivamente a resolver casi cualquier problema de conciencia, salvo en el caso de personas recalcitrantes, que siempre serán las menos.

Traigo todo esto a colación porque considero obvio que la proyectada incorporación de las técnicas para la «interrupción voluntaria del embarazo» en los planes de estudio de las carreras de medicina y enfermería, va a requerir, por parte de los docentes y los autores de libros de texto el empleo sistemático de los hallazgos realizados por los expertos totalitarios de la Sprachregelung.

Pongamos un ejemplo concreto: la enseñanza del método (muy frecuente) de aborto por legrado.

Para realizarlo es preciso introducir en el útero un instrumento cortante llamado legra o «cureta», que trocea la placenta y el embrión o el feto. Se requiere cierta experiencia -que habría que transmitir a los alumnos- para lograr que los trozos del cuerpo sean mínimos e irreconocibles antes de ser extraídos del útero. Si la operación no se realiza con cuidado, a veces pueden quedar miembros en el interior del cuerpo de la madre, como la cabeza por ejemplo. O también pueden extraerse corazones palpitantes o miembros de forma reconocible, que podrían dar lugar a pensamientos no acordes con lo que se espera de un profesional de la interrupción del embarazo.

Explicar bien todo esto plantea, qué duda cabe, problemas de estilo y terminología mucho más serios que los que ha habido que superar hasta ahora mediante la acuñación de expresiones como por ejemplo «clínica acreditada para la interrupción voluntaria del embarazo», o incluso «centro IVE» para designar los mataderos infantiles existentes en nuestras grandes ciudades. Los malabarismos realizados hasta ahora con el lenguaje eran relativamente sencillos, en tanto que el asunto del aborto se trataba a un nivel muy general.

Pero si se busca formar profesionales de la legra, de la asfixia de fetos en partos prematuros o de la minicesárea mortal, el esfuerzo terminológico e interpretativo requerido va a ser mucho mayor. Por eso, y para evitar tensiones y dudas desagradables en los alumnos que asistan a las futuras clases de técnicas abortivas, sería muy conveniente que los docentes, y muy en primer lugar los autores de los libros de texto, tengan en cuenta en su redacción los logros y la sabiduría acumulada por los grandes aparatos de poder del siglo pasado.

Un libro que podría resultar de gran utilidad al respecto es «Las Fuentes del Holocausto» del profesor Raul Hilberg, y en particular el capítulo tercero de esta obra, dedicado al estilo que se encuentra en los documentos relacionados con la gran operación del exterminio de los judíos en Europa. Estoy convencido de que los pedagogos del aborto podrán hallar ahí soluciones para muchas dificultades de expresión y transmisión de su temática.

Descubrirán, por ejemplo, los efectos sedantes de la prosa administrativa, con sus fórmulas aptas para descripción de cualquier contenido [ya sea el transporte de «viajeros» en «trenes de recorrido no regular», o la «solución» de las «cuestiones de intendencia relacionadas con la manutención de niños judíos huérfanos»]. Se maravillarán de las facilidades explicativas que se abren tras el hallazgo de una nueva palabra o un símbolo para designar un contenido difícil [que lo mismo permiten transformar en «protección» un arresto sin garantías que convertir un listado de ejecuciones en una tarea administrativa ordinaria]. Aprenderán la importancia del empleo correcto de adverbios y adjetivos [como «adecuado», «efectivo» o «no problemático»], así como el arte de tratar asuntos muy concretos de forma muy indirecta, pero al mismo tiempo clara.

Sin embargo, es preciso advertir que la adaptación de todas estas técnicas al asunto concreto que nos ocupa no constituye una tarea mecánica. Por el contrario: requiere la imaginación creativa propia de los poetas. Pues es a los poetas a los que les corresponde inventar nuevos símbolos, imágenes, metáforas, etc. que den contenido a lo que, de otro modo, no pasarían de ser fórmulas retóricas inertes.

Lo que está haciendo falta, pues, y con urgencia, es el desarrollo de una poética del aborto, que proporcione a los docentes un fondo de recursos terminológicos e imaginativos con los que puedan afrontar los retos planteados por el avance de la legislación española.

Necesitamos una poética del aborto. Ése es el desafío para la cultura de nuestro país en un futuro próximo. Pero se trata de un desafío que puede encerrar oportunidades inesperadas. Sobre todo teniendo en cuenta la profunda sensibilidad de nuestro gobierno actual hacia el arte, y en particular hacia los artistas. Hasta ahora, ha sido el mundo del cine y de la música el principal beneficiado de esta sensibilidad. Pero con el giro educativo de la nueva «Ley orgánica de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo» podría estar llegando el turno de la lírica.

Poetas españoles, no desfallezcáis: haced del aborto vuestro tema, y exigid vuestra parte del pastel.

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Francisco José Soler Gil



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