Hoy se vuelven
a repetir las mismas palabras. “nos encontramos con un mundo en
ruina moral, un mundo escindido en toda suerte de diferencias; y por
lo que nos toca de cerca, nos encontramos en una España en ruina moral,
una España dividida por todos los odios y por todas las pugnas”
.Vivimos un radical laicismo que va configurando una sociedad que, cercena
los valores más fundamentales de nuestra cultura, instituciones tan
fundamentales como el matrimonio y la familia, diluye los fundamentos
de la vida moral, de la justicia y de la solidaridad y nos sitúa en
un mundo culturalmente hostil.
Nos ha tocado
vivir una de las vidas más duras que la humanidad ha tenido hasta el
presente. Las ramas débiles del cristianismo se están desgajando al
soplo violento del viento huracanado. Nubes dantescas cubren cada vez
más tenebrosamente el horizonte de la humanidad. Los hombres encadenados
en el barro, se hundirán bruscamente al asirse a las que ellos creen
rocas, porque estas se desmenuzarán entre sus dedos. La segunda mitad
del siglo XX, se ha hecho para hombres de hierro (Jesús Urteaga)
“El rechazo
de la autoridad, de la transmisión, la negación del sentido de la
ley, la afirmación de la subjetividad en sí misma contra la objetividad
de la realidad, la no diferenciación sexual, la valoración del individuo
contra todo lo institucional, el desprecio de la filiación y de la
herencia cultural y religiosa, la dificultad de comprometerse en el
tiempo, la realidad puesta al servicio de los propios deseos, una sexualidad
vuelta hacia sí misma, la desvalorización del padre”. (Tony
Anatrella)
Un crisis moral
que afecta a una de las naciones más antiguas, basada, no en la libre
voluntad de sus ciudadanos, marcados por unos determinismos físicos
y lingüísticos (Francia), o determinados por la sangre (Alemania),
sino espirituales. La decisión de reducir la historia de España a
los hechos más relevantes de los dos últimos siglos, es el acto final
de un proceso de demolición de nuestra conciencia como nación histórica.
En Memoria e Identidad, Juan Pablo II nos dirá que la "nación
es esta comunidad que posee una historia que supera la historia del
individuo y de la familia". Cada siglo parasita su existencia en
el anterior, nuestro presente es hijo de un convulso siglo XX, y éste
a su vez del XIX. Sin embargo, la historia del pueblo más antiguo de
Europa necesita perpetuar su linaje ante la llegada de nuevos españoles
y la presión centrífuga de sus ibéricos nacionalismos. España se
remonta como nación al 589, cuando godos e hispano-romanos forjaron
una unidad de convivencia histórica, pero la pluralidad de su diversidad
se fue dibujando con toda su riqueza de caracteres, en el lento proceso
integrador que fue la Reconquista. Una España que fue la primera experiencia
de dominio universal, y que supo aglutinar y respetar las diferentes
personalidades humanas, como demuestra la presencia cultural española
en América, Filipinas y África.
Estos hechos
conforman el tronco de nuestra existencia, sin ellos no se puede entender
el cainismo exterminador que embargó a los españoles durante el siglo
XIX y que desembocó en el enfrentamiento fratricida de 1936. Sin las
raíces de nuestra historia es imposible llegar a entender la crisis
de identidad de finales del siglo XIX, y el nacimiento de unos nacionalismos
criados a los pechos del bienestar del desarrollo industrial. Sin una
formación íntegra en historia de España, nuestras generaciones carecerán
del elemento unitivo indispensable como nación, pero también perderán
el sentido de entendimiento ante las grandes obras de sus ancestros.
Sin conocer nuestra historia, los españoles estaremos condenados a
vagar en la obscuridad del conocimiento, tropezándonos entre nosotros,
devueltos a los tiempos de vascones e ilergetes. Que el estudio de nuestra
historia, nos recupere el sentido equilibrado del hispano Séneca, pero
no nos condene a beber la cicuta del olvido.
Para analizar
la formación de nuestra comunidad nacional, existen varias escuelas:
- La
marxista, que la fundamenta en la dinámica de la lucha de clases
y del progreso económico.
- La organizada intelectualmente
en torno a la Revista de Occidente, que vivió la melancolía de la
pérdida definitiva de nuestro Imperio a finales del siglo XIX y que
creyó que el futuro de España pasaba por el olvido de su pasado y
en su europeización.
- La trasmitida a
través de la Institución Libre de Enseñanza y personificada en el
pensamiento de Giner de los Ríos, que apuesta por una sociedad española,
laica, y cerrada a la trascendencia.
- La corriente católica,
con el común denominador de entender a España, como "un proyecto
histórico" que se constituye animado por su identificación
con el catolicismo.
El proyecto oficial de las Españas
El proyecto
actual de segunda transición, liderado por el actual gobierno, entiende
España como una combinación de la 1ª y la 3ª escuela. Tener como
finalidad una España individualista y laica, producto de una pugna
levantada por el enfrentamiento entre regiones e incluso de la ideología
de género, nuevo sustituto de la lucha de clases. El modelo de la nueva
España oficial, viene de antiguo, lo diseñó un antiguo exiliado español
en México, Anselmo Carretero, autor de «Las nacionalidades españolas»
(1952), «La integración nacional de las Españas» (1957), «La personalidad
de Castilla en el conjunto de los pueblos hispánicos» (1962), «España
y Europa» (1971), «Las nacionalidades españolas» (1977), «Los pueblos
de España» (1980). Defensor de una visión castellanizante de España,
que admite la pluralidad nacional de España, y la necesidad de conformar
una realidad federal plurinacional. En ese proyecto, los partidos nacionalistas
se encontrarían absorbidos por el discurso socialista renovado, como
es el caso de Cataluña, y el proceso de soparso iniciado para
relevar al PNV con una coalición progresista, articulada en un nacionalismo
integrador de signo socialista. Los portavoces de la negociación, Jesús
Eguiguren (socialista de tendencia nacionalista) y Arnaldo Otegui (independentista
de familia socialista). En este proyecto, el actual partido de oposición,
mantiene una actuación a remolque, procurando sumar actitudes de signo
nacionalista en las comunidades, para evitar la aparición de un nacionalismo
conservador, aunque eso lleve a la entrega de educación y cultura a
elementos provenientes del “renacimiento cultural nacionalista”,
como en Galicia o Valencia.
La Idea de España
Pero, España
existe, es una realidad histórica en su conjunto. Los diversos pueblos
que hoy constituyen el Estado español iniciaron ya un proceso cultural
común, y comenzaron a encontrarse en una cierta comunidad de
intereses e incluso de administración como consecuencia de la romanización
de nuestro territorio. Esta unidad cultural básica de los pueblos de
España, a pesar de las vicisitudes sufridas a lo largo de la historia,
ha buscado también, de distintas maneras, su configuración política.
Ninguna de las regiones actualmente existentes, más o menos diferentes,
hubiera sido posible tal como es ahora, sin esta antigua unidad espiritual
y cultural de todos los pueblos de España.
En nuestros
días, por ejemplo, en torno al 50 % de la ciudadanía vasca son nacidos
fuera de las provincias vascas, en cuanto al resto de la población,
un 25 % aproximadamente son hijos o nietos de inmigrantes venidos en
las oleadas que fueron causa de la aparición del nacionalismo de Sabino
Arana. En suma, el 75 % de la población bilbaína no estaría incluida
en los criterios raciales del nacionalismo decimonónico, pero ni siquiera
el actual PNV, centrado en torno a las exigencias lingüísticas se
podría considerar vascos el 90 % de los ciudadanos de la urbe bilbaína,
desconocedores de la lengua euskérica. Estos cambios produjeron una
sociedad moderna, desarrollada, pero plural en cuanto a sus objetivos,
que pugna en la democracia por tener una representatividad coherente
con su dinamismo y variedad. En los últimos diez años, 15.000 universitarios
han abandonado el P. Vasco, siendo sustituidos por 16.000 inmigrantes
sin calificación.
¿Un futuro esperanzador de España?
El futuro de
España se encuentra en su sociedad, en la responsabilidad y compromiso
de mantener la idea de España en su ciudadanía. Un ciudadanos sólo
esta orgulloso de pertenecer a una comunidad, que conoce y se siente
valorado por encima de la media de los demás. Polonia fue una nación
que desapareció durante mucho tiempo como estado organizado, su sociedad
civil tuvo que tener el compromiso firme, para evitar ser absorbidos
por alemanes o rusos, y sostener de forma particular su identidad religiosa
y cultural. Es patente la enseñanza de Juan Pablo II, cuando inicia
sus clases con una explicación antropológica del hombre, superior
a la oficial marxista. En la actualidad, numerosos grupos de intelectuales
polacos nutren la sociedad de un componente moral y de un orgullo nacional.
En memoria e identidad, se sabe distinguir el patriotismo del nacionalismo.
Sin embargo,
la sociedad española permanece inerme, aunque sobresale en algunos
momentos puntuales, como fueron el asesinato de Miguel Angel Blanco,
la manifestación del Foro de la familia (con multitud de banderas españolas
no autonómicas), o los momentos exultantes de victorias de los representantes
españoles en deportes, con afirmaciones a favor de la unidad nacional
de sus principales protagonistas.
En el plano
de reforzamiento del sentimiento nacional, la labor cultural y educativa
debe iniciarse por parte de los numerosos foros y asociaciones que llenan
la rica vida cultural de las ciudades españolas, tomando la iniciativa,
y sacando sus frutos en editoriales que cada vez más ven un mercado
apetecible, que debe ser abastecido. Los think tank plantean
ideas predominantes al expresarse con fuerza y seguridad desde los medios
de masas que producen la sensación de ser abrumadoramente mayoritarios
frente a las personas que apenas se atreven a expresarse públicamente
y que transmiten la sensación de pasividad. Se sienten marginados y
evitan expresiones públicas.
Después de
la nutricia de la acción cultural, viene la social que debe vertebrar
y crear los entes intermedios entre el Estado y el individuo. Los grupos
de presión de una ciudadanía responsable, madura y apta para actuar,
es la que alimentará una acción política reivindicativa de una España,
que debe ser única como comunidad nacional, pero aprovechar la pluralidad
de sus componentes en su elemento más enriquecedor. Los nacionalismos
restringen una manera de ser vasco o catalán, al caricaturizarlo. Una
visión superior permite vivir con mayor plenitud la pertenencia a la
comunidad de origen, como un Gaudí, Pla, Dalí o D´Ors.
En el lado
económico, España debe evitar convertirse en un país de servicios
pobre, situado en la periferia de la estructura económica internacional.
Es importante para sostener la idea de España, que esta vuelva a ocupar
un lugar de prestigio, a nivel de desarrollo, como lo hizo en el periodo
de la presidencia de Luis Carrero. Un compromiso por desarrollar sectores
de alto valor añadido, que requieran mano de obra cualificada y que
el factor de éxito no sea sólo la mano de obra barata. Ampliar el
número de clusters. Un cluster es la concentración geográfica
de empresas e instituciones de industrias adyacentes, que compiten y
cooperan entre sí. Implica la existencia de un campo común y activo
para las transacciones comerciales y demanda una infraestructura especializada,
mercado laboral y servicios compartidos. En los últimos años, España
ocupa uno de los últimos lugares en número de patentes, verdadera
medida del desarrollo innovador de un país. La universidad tiene que
tener una visión nacional, y abandonar su función napoleónica de
formador de funcionarios autonómicos. La universidad no es para todos,
los jóvenes deben poder optar entre una formación técnica, deficitaria
en el país, y una formación superior que genere unos cuadros de elite
intelectual con vocación investigadora y formadora.
Pero esa España
desarrollada debe saber cual es su lugar en el mundo. España tiene
la ventaja de ser un país, que por su propia decadencia decimonónica,
carecemos de enemigos relevantes, excepto Marruecos. Nuestra posibilidad
de aunar alianzas con países cercanos en el Mediterráneo como Italia,
o con Polonia, en el este, para contrarrestar el eje franco-germano,
nos abren posibilidades de media-potencia. Seguimos siendo un potencial
cultural, con verdadero liderazgo en la posibilidad de formar los cuadros
dirigentes de Hispanoamérica. Pero que sólo puede realizarse, si somos
conscientes de nuestra historia, y nos preocupamos de contrarrestar
culturalmente el artificial indigenismo antiespañol de algunos países.
España se construye como proyecto de futuro, pero no debe olvidar su
pasado, para saber cual debe ser el destino de su ruta.
Siguiendo a
San Agustín, podemos afirmar que la Providencia es la que confiere
a cada pueblo razón de ser, asegura su papel e ilumina su destino.
El 54 % de la Iglesia Católica reza en español, como hijos de Roma,
forjamos una cultura, u nuestro deber es mantener y alimentar la savia
de una Civilización llamada Hispanidad.·- ·-· -······-·
José Luis Orella
***
Visualiza la realidad del aborto: Baja el video Rompe la conspiración de silencio. Difúndelo.
|