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Unidad y pluralidad en una nueva forma de España

por José Luis Orella

La Providencia es la que confiere a cada pueblo razón de ser, asegura su papel e ilumina su destino

Hoy se vuelven a repetir las mismas palabras. “nos encontramos con un mundo en ruina moral, un mundo escindido en toda suerte de diferencias; y por lo que nos toca de cerca, nos encontramos en una España en ruina moral, una España dividida por todos los odios y por todas las pugnas” .Vivimos un radical laicismo que va configurando una sociedad que, cercena los valores más fundamentales de nuestra cultura, instituciones tan fundamentales como el matrimonio y la familia, diluye los fundamentos de la vida moral, de la justicia y de la solidaridad y nos sitúa en un mundo culturalmente hostil.

Nos ha tocado vivir una de las vidas más duras que la humanidad ha tenido hasta el presente. Las ramas débiles del cristianismo se están desgajando al soplo violento del viento huracanado. Nubes dantescas cubren cada vez más tenebrosamente el horizonte de la humanidad. Los hombres encadenados en el barro, se hundirán bruscamente al asirse a las que ellos creen rocas, porque estas se desmenuzarán entre sus dedos. La segunda mitad del siglo XX, se ha hecho para hombres de hierro (Jesús Urteaga)

“El rechazo de la autoridad, de la transmisión, la negación del sentido de la ley, la afirmación de la subjetividad en sí misma contra la objetividad de la realidad, la no diferenciación sexual, la valoración del individuo contra todo lo institucional, el desprecio de la filiación y de la herencia cultural y religiosa, la dificultad de comprometerse en el tiempo, la realidad puesta al servicio de los propios deseos, una sexualidad vuelta hacia sí misma, la desvalorización del padre”. (Tony Anatrella)

Un crisis moral que afecta a una de las naciones más antiguas, basada, no en la libre voluntad de sus ciudadanos, marcados por unos determinismos físicos y lingüísticos (Francia), o determinados por la sangre (Alemania), sino espirituales. La decisión de reducir la historia de España a los hechos más relevantes de los dos últimos siglos, es el acto final de un proceso de demolición de nuestra conciencia como nación histórica. En Memoria e Identidad, Juan Pablo II nos dirá que la "nación es esta comunidad que posee una historia que supera la historia del individuo y de la familia". Cada siglo parasita su existencia en el anterior, nuestro presente es hijo de un convulso siglo XX, y éste a su vez del XIX. Sin embargo, la historia del pueblo más antiguo de Europa necesita perpetuar su linaje ante la llegada de nuevos españoles y la presión centrífuga de sus ibéricos nacionalismos. España se remonta como nación al 589, cuando godos e hispano-romanos forjaron una unidad de convivencia histórica, pero la pluralidad de su diversidad se fue dibujando con toda su riqueza de caracteres, en el lento proceso integrador que fue la Reconquista. Una España que fue la primera experiencia de dominio universal, y que supo aglutinar y respetar las diferentes personalidades humanas, como demuestra la presencia cultural española en América, Filipinas y África.

Estos hechos conforman el tronco de nuestra existencia, sin ellos no se puede entender el cainismo exterminador que embargó a los españoles durante el siglo XIX y que desembocó en el enfrentamiento fratricida de 1936. Sin las raíces de nuestra historia es imposible llegar a entender la crisis de identidad de finales del siglo XIX, y el nacimiento de unos nacionalismos criados a los pechos del bienestar del desarrollo industrial. Sin una formación íntegra en historia de España, nuestras generaciones carecerán del elemento unitivo indispensable como nación, pero también perderán el sentido de entendimiento ante las grandes obras de sus ancestros. Sin conocer nuestra historia, los españoles estaremos condenados a vagar en la obscuridad del conocimiento, tropezándonos entre nosotros, devueltos a los tiempos de vascones e ilergetes. Que el estudio de nuestra historia, nos recupere el sentido equilibrado del hispano Séneca, pero no nos condene a beber la cicuta del olvido.

Para analizar la formación de nuestra comunidad nacional, existen varias escuelas:

  • La marxista, que la fundamenta en la dinámica de la lucha de clases y del progreso económico.
  • La organizada intelectualmente en torno a la Revista de Occidente, que vivió la melancolía de la pérdida definitiva de nuestro Imperio a finales del siglo XIX y que creyó que el futuro de España pasaba por el olvido de su pasado y en su europeización.
  • La trasmitida a través de la Institución Libre de Enseñanza y personificada en el pensamiento de Giner de los Ríos, que apuesta por una sociedad española, laica, y cerrada a la trascendencia.
  • La corriente católica, con el común denominador de entender a España, como "un proyecto histórico" que se constituye animado por su identificación con el catolicismo.

El proyecto oficial de las Españas

El proyecto actual de segunda transición, liderado por el actual gobierno, entiende España como una combinación de la 1ª y la 3ª escuela. Tener como finalidad una España individualista y laica, producto de una pugna levantada por el enfrentamiento entre regiones e incluso de la ideología de género, nuevo sustituto de la lucha de clases. El modelo de la nueva España oficial, viene de antiguo, lo diseñó un antiguo exiliado español en México, Anselmo Carretero, autor de «Las nacionalidades españolas» (1952), «La integración nacional de las Españas» (1957), «La personalidad de Castilla en el conjunto de los pueblos hispánicos» (1962), «España y Europa» (1971), «Las nacionalidades españolas» (1977), «Los pueblos de España» (1980). Defensor de una visión castellanizante de España, que admite la pluralidad nacional de España, y la necesidad de conformar una realidad federal plurinacional. En ese proyecto, los partidos nacionalistas se encontrarían absorbidos por el discurso socialista renovado, como es el caso de Cataluña, y el proceso de soparso iniciado para relevar al PNV con una coalición progresista, articulada en un nacionalismo integrador de signo socialista. Los portavoces de la negociación, Jesús Eguiguren (socialista de tendencia nacionalista) y Arnaldo Otegui (independentista de familia socialista). En este proyecto, el actual partido de oposición, mantiene una actuación a remolque, procurando sumar actitudes de signo nacionalista en las comunidades, para evitar la aparición de un nacionalismo conservador, aunque eso lleve a la entrega de educación y cultura a elementos provenientes del “renacimiento cultural nacionalista”, como en Galicia o Valencia.

La Idea de España

Pero, España existe, es una realidad histórica en su conjunto. Los diversos pueblos que hoy constituyen el Estado español iniciaron ya un proceso cultural común, y comenzaron a encontrarse en una cierta comunidad de intereses e incluso de administración como consecuencia de la romanización de nuestro territorio. Esta unidad cultural básica de los pueblos de España, a pesar de las vicisitudes sufridas a lo largo de la historia, ha buscado también, de distintas maneras, su configuración política. Ninguna de las regiones actualmente existentes, más o menos diferentes, hubiera sido posible tal como es ahora, sin esta antigua unidad espiritual y cultural de todos los pueblos de España.

En nuestros días, por ejemplo, en torno al 50 % de la ciudadanía vasca son nacidos fuera de las provincias vascas, en cuanto al resto de la población, un 25 % aproximadamente son hijos o nietos de inmigrantes venidos en las oleadas que fueron causa de la aparición del nacionalismo de Sabino Arana. En suma, el 75 % de la población bilbaína no estaría incluida en los criterios raciales del nacionalismo decimonónico, pero ni siquiera el actual PNV, centrado en torno a las exigencias lingüísticas se podría considerar vascos el 90 % de los ciudadanos de la urbe bilbaína, desconocedores de la lengua euskérica. Estos cambios produjeron una sociedad moderna, desarrollada, pero plural en cuanto a sus objetivos, que pugna en la democracia por tener una representatividad coherente con su dinamismo y variedad. En los últimos diez años, 15.000 universitarios han abandonado el P. Vasco, siendo sustituidos por 16.000 inmigrantes sin calificación.

¿Un futuro esperanzador de España?

El futuro de España se encuentra en su sociedad, en la responsabilidad y compromiso de mantener la idea de España en su ciudadanía. Un ciudadanos sólo esta orgulloso de pertenecer a una comunidad, que conoce y se siente valorado por encima de la media de los demás. Polonia fue una nación que desapareció durante mucho tiempo como estado organizado, su sociedad civil tuvo que tener el compromiso firme, para evitar ser absorbidos por alemanes o rusos, y sostener de forma particular su identidad religiosa y cultural. Es patente la enseñanza de Juan Pablo II, cuando inicia sus clases con una explicación antropológica del hombre, superior a la oficial marxista. En la actualidad, numerosos grupos de intelectuales polacos nutren la sociedad de un componente moral y de un orgullo nacional. En memoria e identidad, se sabe distinguir el patriotismo del nacionalismo.

Sin embargo, la sociedad española permanece inerme, aunque sobresale en algunos momentos puntuales, como fueron el asesinato de Miguel Angel Blanco, la manifestación del Foro de la familia (con multitud de banderas españolas no autonómicas), o los momentos exultantes de victorias de los representantes españoles en deportes, con afirmaciones a favor de la unidad nacional de sus principales protagonistas.

En el plano de reforzamiento del sentimiento nacional, la labor cultural y educativa debe iniciarse por parte de los numerosos foros y asociaciones que llenan la rica vida cultural de las ciudades españolas, tomando la iniciativa, y sacando sus frutos en editoriales que cada vez más ven un mercado apetecible, que debe ser abastecido. Los think tank plantean ideas predominantes al expresarse con fuerza y seguridad desde los medios de masas que producen la sensación de ser abrumadoramente mayoritarios frente a las personas que apenas se atreven a expresarse públicamente y que transmiten la sensación de pasividad. Se sienten marginados y evitan expresiones públicas.

Después de la nutricia de la acción cultural, viene la social que debe vertebrar y crear los entes intermedios entre el Estado y el individuo. Los grupos de presión de una ciudadanía responsable, madura y apta para actuar, es la que alimentará una acción política reivindicativa de una España, que debe ser única como comunidad nacional, pero aprovechar la pluralidad de sus componentes en su elemento más enriquecedor. Los nacionalismos restringen una manera de ser vasco o catalán, al caricaturizarlo. Una visión superior permite vivir con mayor plenitud la pertenencia a la comunidad de origen, como un Gaudí, Pla, Dalí o D´Ors.

En el lado económico, España debe evitar convertirse en un país de servicios pobre, situado en la periferia de la estructura económica internacional. Es importante para sostener la idea de España, que esta vuelva a ocupar un lugar de prestigio, a nivel de desarrollo, como lo hizo en el periodo de la presidencia de Luis Carrero. Un compromiso por desarrollar sectores de alto valor añadido, que requieran mano de obra cualificada y que el factor de éxito no sea sólo la mano de obra barata. Ampliar el número de clusters. Un cluster es la concentración geográfica de empresas e instituciones de industrias adyacentes, que compiten y cooperan entre sí. Implica la existencia de un campo común y activo para las transacciones comerciales y demanda una infraestructura especializada, mercado laboral y servicios compartidos. En los últimos años, España ocupa uno de los últimos lugares en número de patentes, verdadera medida del desarrollo innovador de un país. La universidad tiene que tener una visión nacional, y abandonar su función napoleónica de formador de funcionarios autonómicos. La universidad no es para todos, los jóvenes deben poder optar entre una formación técnica, deficitaria en el país, y una formación superior que genere unos cuadros de elite intelectual con vocación investigadora y formadora.

Pero esa España desarrollada debe saber cual es su lugar en el mundo. España tiene la ventaja de ser un país, que por su propia decadencia decimonónica, carecemos de enemigos relevantes, excepto Marruecos. Nuestra posibilidad de aunar alianzas con países cercanos en el Mediterráneo como Italia, o con Polonia, en el este, para contrarrestar el eje franco-germano, nos abren posibilidades de media-potencia. Seguimos siendo un potencial cultural, con verdadero liderazgo en la posibilidad de formar los cuadros dirigentes de Hispanoamérica. Pero que sólo puede realizarse, si somos conscientes de nuestra historia, y nos preocupamos de contrarrestar culturalmente el artificial indigenismo antiespañol de algunos países. España se construye como proyecto de futuro, pero no debe olvidar su pasado, para saber cual debe ser el destino de su ruta.

Siguiendo a San Agustín, podemos afirmar que la Providencia es la que confiere a cada pueblo razón de ser, asegura su papel e ilumina su destino. El 54 % de la Iglesia Católica reza en español, como hijos de Roma, forjamos una cultura, u nuestro deber es mantener y alimentar la savia de una Civilización llamada Hispanidad.

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José Luis Orella



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