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Entrevistamos a José Antonio Ullate Fabo, autor de “Españoles que no pudieron serlo. La verdadera historia de la independencia de América”
por
Fernando José Vaquero Oroquieta
El tercer libro de este autor navarro pretende ir más allá de los memorables intentos de Maeztu y Vizcarra. Si sus particulares defensas de la Hispanidad se centraron en las dimensiones cultural y religiosa del fenómeno, Ullate se atreve a revindicar como estructuralmente determinante de tan compleja realidad la que denomina “doctrina políticamente católica e históricamente española”
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José
Antonio Ullate Fabo -padre de cuatro hijos, licenciado en Derecho, escritor
prolífico, editor de Libros Gaudete, promotor de la virtual
La librería católica, responsable del blog El brigante-
nos sorprende con un nuevo libro, el tercero: “Españoles que no
pudieron serlo. La verdadera historia de la independencia de América”
(LibrosLibres, Madrid, 2009).
En una fría
y blanca tarde de otoño, y en su acogedora casa situada entre montañas,
no muy lejos Pamplona, charlamos sobre algunos de los asuntos que plantea
su lectura.
Pregunta:
Una cuestión previa: ¿Hispanoamérica o Latinoamérica?
Respuesta:
Las palabras sirven para nombrar realidades. Hispanoamérica o América
española es la parte de la vieja España en el nuevo continente. El
término “Latinoamérica” se inventa precisamente para contribuir
a erradicar la realidad española de América. América española es
un término honrado y veraz, que refleja una realidad histórica y política.
Latinoamérica es un vocablo ideológico al servicio de la negación
de la verdad y de la historia. La difusión inducida de este término
da muestra del desconocimiento de la historia de América, de su identidad.
P.: Otra
segunda cuestión. España, Hispanoamérica y catolicismo:
¿inseparables?
R.:
España nació en la península ibérica. Pero el ideal político de
las Españas se fija en América. Por eso, después de 1492, tan España
son las Españas ibéricas como las americanas. Podemos establecer una
distinción geográfica, que no política, entre iberoespañoles e hispanoamericanos.
Políticamente los primeros estuvimos siempre divididos en reinos, lo
mismo que lo estuvieron los segundos.
La fe católica
forma parte de la esencia política de España desde el primer momento.
El tercer concilio de Toledo fija el ideal católico y español de la
unidad católica, pero la vinculación entre filosofía política católica
e hispanidad no se limita a ese punto. El principio de subsidiariedad,
la primacía de la ley natural, la prelación de la costumbre, del fuero,
la idea de bien común temporal por encima de la voluntad del príncipe
son aspectos típicamente cristianos de la ordenación política que
forman parte de la esencia histórica de España.
P.: Casi
200 años desde aquello. Pero, realmente,
¿hay algo que celebrar?
R.:
Hace 200 años o un poco menos, comenzó una serie de guerras civiles
entre españoles en América. No había naciones americanas –más
que las de los indígenas, pero éstas no se reivindicaron, sólo se
utilizaron al servicio del independentismo– y en su mayoría, los
indios, los mestizos y los negros querían ser fieles a la corona española.
Las profundas divisiones se dieron entre los blancos, los criollos,
y sólo por motivos ideológicos. Las tristes circunstancias por las
que atravesaba la corona española permitieron el triunfo de los sediciosos
y a partir de ahí comienza la impía tarea de deshispanización de
América promovida por los nuevos regímenes, que necesitan fundarse
sobre el mito, o más claramente, sobre la mentira. El devenir de la
España ibérica, lo que desde entonces se conoce como España a secas,
no fue mucho más feliz. Yo no veo qué hay que celebrar en todo esto.
Más bien me parece que es un buen momento para hacer un examen de conciencia
desapasionado, para reflexionar sobre nuestro pasado, nuestro presente
y nuestro futuro.
P.:
¿Emancipación o guerra civil entre españoles?
R.:
Emanciparse es sacudirse un yugo. Los españoles americanos no consideraron
jamás la unión con la corona un yugo, sino un timbre de gloria. Se
ha querido ver en el descontento de los criollos la causa de la independencia,
pero eso es un absurdo. Desde el mismo comienzo de la presencia española
en América se da ese descontento, que lo que busca es que no haya intermediarios
peninsulares entre los americanos y la corona. Hay una cierta ojeriza
al “europeo”, como la había en los reinos peninsulares hacia cualquier
oficial que proviniera de otro reino. Los territorios españoles de
América no se emanciparon jamás de España, lo que sucedió fue la
abolición de España en América tras una odiosa serie de guerras civiles.
P.: Vayamos
al meollo del asunto. ¿Cuál es la tesis central de su nuevo libro?
“Españoles
que no pudieron serlo” es una reflexión histórica sobre la independencia
de la América española, desde el punto de vista de la filosofía política.
Es un intento de explicación política de lo que sucedió, de por qué
un imperio saltó por los aires sin que las justificaciones que a posteriori
se quisieron dar, a un lado y a otro, bastasen para comprender algo
que todavía hoy nos llena de estupor: que los pueblos hispanos rompieran
su comunidad política. Para lo cual intento explicar previamente la
naturaleza de la hispanidad a lo largo de la historia y las verdaderas
causas de su disolución. Pero es también una sugerencia para el futuro
de los pueblos hispánicos, basada en datos que siguen muy vivos y que
nos reclaman la recomposición imaginativa de aquella comunidad.
P.: Como
cuestión determinante de su tesis, habla de la“Doctrina políticamente
católica e históricamente española”.
¿A qué se debe esa insistencia suya en la trascendencia del factor
político?
R.:
La clave está precisamente en la política. España se construye históricamente
en torno a la doctrina del bien común temporal y se destruye por el
abandono de esa doctrina. El absolutismo y el liberalismo son dos manifestaciones
de la abolición de la politicidad natural.
P.:
¿Ha abandonado la política a la Iglesia católica o ha sido al revés?
R.:
La Iglesia católica tiene una doctrina política y social, que forma
parte de sus enseñanzas. Sin embargo, desde hace mucho tiempo una porción
creciente de los católicos se ha desentendido de ella. Tan creciente
que hoy prácticamente esa doctrina es una desconocida. No por eso deja
de ser menos vigente, pues no sólo es la doctrina de la Iglesia, sino
que no es más que la perfección de la filosofía política natural.
Ese abandono, que ya era masivo a comienzos del siglo XX, está en la
raíz de la actual subversión social. Jean Madiran llamó a esta tragedia
la “herejía del siglo XX”, y lo es también de lo que llevamos
del siglo XXI
P.: Permítame
una provocación. Si su propuesta, en definitiva, es la restauración
de una política católica, ¿habrá
que reinventar alguna modalidad de democracia cristiana?
R.:
Simpática, la provocación. Sobre todo si pensamos que la llamada democracia
cristiana, tal como se ha realizado históricamente, parte de la aceptación
de los presupuestos naturalistas de la política moderna y de la negación
del bien común tal como lo entiende la filosofía social.
La situación
actual es de tal alejamiento del orden político natural que, dejando
aparte puntuales acciones reivindicativas, hoy la principal tarea de
los católicos en política es la preparación de mentalidades para
un cambio futuro. El apostolado de la buena doctrina, también política.
P.: Recordemos,
ahora, los títulos de sus dos libros anteriores:
La verdad sobre el Código Da Vinci”
y El secreto masónico desvelado. Esoterismo de bajo perfil y
alta carga mediática, la verdadera naturaleza de la masonería, revisión
del concepto Hispanoamérica... ¿Existe un eje vertebrador de las temáticas
aparentemente tan dispares que investiga en sus libros?
R.:
Sí. Por dispares que parezcan –y que en realidad lo sean– las temáticas
de mis trabajos, hay un “hilo rojo” que los une a todos: la convicción
de que es urgente restaurar la inteligencia natural de las cosas. Para
restaurar un modo de vivir conforme a la naturaleza y la ley de Dios,
previamente habremos de reformar las inteligencias, para que vuelvan
a aceptar ser obedientes a la realidad. La crisis actual, antes que
moral, es intelectual.
P.:
¿Nos sorprenderá José
Antonio Ullate, en un futuro próximo, con algún nuevo título?
R.:
Con la ayuda de Dios, pronto volveremos a la carga, querido amigo.
Muchas gracias
y, si Dios lo quiere, hasta pronto.·- ·-· -······-·
Fernando José Vaquero Oroquieta
***
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