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El Sentido de la Guerra de España de 1936. Lain Entralgo, revueltas anticomunistas, y testimonios de los “cruzados”
por
José Fermín Garralda Arizcun
Este trabajo de investigación aporta testimonios documentales acerca de los primeros intentos de algunos intelectuales, como Pedro Laín Entralgo, contrarios a la naturaleza de “Cruzada” de la Guerra Civil de 1936-1939. Decimos “Cruzada” porque así fue mantenida por gran parte de los nacionales y la misma Iglesia católica. Dichos intentos fueron plasmados después en libros de texto escolares.
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Muchos testimonios
justifican que dicha guerra fue una “Cruzada”, por
ejemplo la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, erigida
canónicamente en 1939, con sede en Navarra, presente en estas
páginas. Más tarde, dicha Hermandad apoyará, por
motivos religiosos, la revuelta anticomunista de Hungría, que
consideró como una Cruzada similar a la española contra
el comunismo antiteo.
Laín Entralgo,
entre otros, hizo el juego a la masonería internacional,
cuando esta decidió, en 1937, borrar de la conciencia de los
españoles que la guerra civil de 1936 fue una Cruzada
religiosa. No por eso incluimos a Laín en esta sociedad
secreta y esotérica de presión, aunque de alguna
manera -junto con otros- fuese útil para sus planes
Según mi
experiencia personal, aita Teodoro, voluntario del Tercio de Lesaca,
transformado luego en San Fermín, decía con frecuencia:
“Salí a la guerra sólo por Dios”, y
“no pude aguantar que los nacionalistas (vascos) se
aliasen con los comunistas”. Tenía 19 años.
La base documental de
este trabajo es el archivo de la Hermandad de Caballeros Voluntarios
de la Cruz. Esta Hermandad canónica fue erigida por el Obispo
de Pamplona don Marcelino Olaechea el 26-XII-1939, y se fundó
en el emblemático monasterio de Irache (Navarra). Esta
Hermandad sigue vigente con sus mismos objetivos y unas Reglas
actualizadas. Su archivo lo custodia actualmente el autor de estas
páginas.
1. Réplica a
Laín Entralgo sobre la guerra como “Cruzada”
¿Cruzada? ¿Guerra
de liberación? ¿Guerra civil? ¿Guerra incívica?
Toda guerra, siempre
desgraciada y considerada popularmente como un “azote de Dios”,
supone una ruptura de la ciudad que luego debe recomponerse con
esmero, paciencia y buen gobierno. La guerra de España fue un
conflicto entre españoles (a pesar de la intervención
extranjera), aunque el bando republicano gritase: “Viva la
Internacional” y, sobre todo, “Viva Rusia”. En el
transcurso de la IIª República, muchos españoles
se consideraban oprimidos y expectantes al borde de una Revolución
con el trasfondo del ejemplo soviético. En España no
se podía vivir en paz, ni ejercer los derechos y deberes más
fundamentales. El motivo principal del conflicto fue religioso, en
unos para destruir la Iglesia y en otros para defenderla y salvar la
civilización cristiana, incluida en ella la meramente humana.
Por eso, la guerra fue considerada por gran parte de los sublevados,
especialmente por los carlistas, como una “Cruzada”. Los
hechos les dieron la razón. Así lo expresa la
documentación utilizada, que lógicamente es de
parte. Puede serlo legítimamente, porque interesa saber
qué afirmaron de sí mismos los voluntarios, así
como la Iglesia en Navarra. Para dejar hablar a los protagonistas, el
pasado mayo se presentó al público un libro titulado
Requetés, con 65 testimonios de Voluntarios requetés
y margaritas, que es una parte de un estudio más amplio de 205
entrevistas (1). La crítica ha sido muy favorable a este
libro.
Hagamos historia. El
10-II-1942 (festividad de Santa Escolástica), se reunió
al completo el Capítulo Supremo de la Hermandad de Caballeros
Voluntarios de la Cruz (2). La reunión fue en la sede del
Priorato, a las ocho de la noche, bajo la presidencia del Sr. Obispo
(denominado Capellán Limosnero Supremo) y el Delegado Pater
don José María Pascual Hermoso de Mendoza. El subprior,
José Ángel Zubiaur, propuso la cuestión que aquí
tratamos.
¿Qué
importancia tenía, en esos momentos, el ensayista Pedro Laín
Entralgo? Laín fue por entonces un destacado intelectual de
Falange, o neofalangista, del grupo de Dionisio Ridruejo, Antonio
Tovar, Mayalde, Hoyos, Neville, Torrente... Estuvo al servicio de
Serrano Súñer. A sus 33 años, en 1941, publicó
un librito titulado Los valores morales del Nacionalsindicalismo.
Ahí es nada. En este mismo sentido he encontrado artículos
suyos de prensa publicados en 1937. Laín perteneció al
tercer Consejo Nacional de FET y de las JONS, elegido el 12-IX-1939.
Según Ricardo de la Cierva, “resulta doblemente
sugestiva la defensa del 98 que (Laín) emprende (…) en
su libro de 1945 sobre esa generación, y la hostilidad que el
98 provocó en los promotores de la subideología
integrista del régimen” (3) . Como si nada dijese, de la
Cierva toma partido por Laín, y utiliza el cliché de
“integrista” inventado por los liberales conservadores y
el desafortunado término “subideología”
inventado por él. La crítica realizada a Laín en
el diario “Arriba” de Pamplona, dirigido por Fermín
Izurdiaga, estaba muy fundada. Si este diario pertenecía a una
subideología, estaba dentro del Régimen político
del momento, mientras Laín poseía la suya propia que
también podía etiquetarse como aquella y estaba dentro
del Régimen. Para de la Cierva, Laín también
preocupó a los llamados “integristas” con su
ensayo Sobre la cultura española. En relación
con la revista de ensayo Escorial, de la Cierva realiza un
extenso comentario, y recoge el propósito desvelado por
Ridruejo: “Con la revista pretendíamos contrarrestar el
clima de intolerancia intelectual desencadenado tras la guerra, y
crear unos supuestos de comprensión del adversario,
integración de los españoles etc.” (p. 389).
Según Díaz, esta revista era de “talante
orteguiano –característica principal- y aspiración
integradora”. Es sabido que Ortega, que tanto alabó el
método de Hegel, influyó mucho en Falange, y que su
talante no era compartido por muchos intelectuales de diferente
signo, incluido Fray Justo Pérez de Urbel.
Según Vegas
Latapié:
“No era la falange
joseantoniana, mínima en número y maltratada después
de la Unificación con la prisión de Hedilla. Eran estos
neofalangistas que, después de haber disfrutado cargos y
prebendas en los días en que podía ser incómodo
declararse liberal, los siguieron disfrutando, olvidados correajes y
camisas azules, cuando el liberalismo se puso de moda como si ellos
nada hubieran tenido que ver con los días más
intolerantes y totalitarios del régimen franquista. Y no es
que tuvieran algo que ver con aquello. Es que ellos eran aquello”
(4).
Quizás el lector
piense que la reconciliación no era deseo único de los
liberales españoles sino sobre todo de los combatientes en la
contienda. La reconciliación se fue realizando con el paso del
tiempo en la vida cotidiana y teniendo presente el significado
simbólico y real de la gran Cruz del Valle de los Caídos,
que abrazaba a todos los españoles. Ello no impide que muchos
tuviesen muy claro que no se podía ganar la guerra para perder
la paz, de modo que la reconciliación no podía suponer
una tergiversación y olvido de lo ocurrido, ni tampoco cerrar
los ojos a las circunstancias internacionales de guerra que sólo
podía ser compensada con el crecimiento de la vida religiosa,
tanto en la guerra como en la postguerra. Ninguno de los vencedores
tenía el monopolio del deseo de paz y concordia. Por encima de
las circunstancias, lo que importaba era la verdad de las cosas y los
principios que expresaban las exigencias de la realidad, teniéndose
no obstante en cuenta la caridad y convivencia entre todos.
Pero volvamos a la
decisión de la Hermandad. El primer punto del día del
Capítulo Supremo fue un escrito del periodista y consejero
nacional de FET y JONS, Sr. Laín Entralgo, publicado en la
revista “Escorial” de la que era subdirector. En él,
Laín sostenía que, “el calificativo de Cruzada
no es exacto para ser aplicado a la pasada guerra española, es
más, que el apelativo de Cruzada: ‘es un apellido
carente de adecuación’ “. El subprior Zubiaur,
recordó que esta afirmación había provocado una
sana protesta en la prensa Navarra, esto es, en los diarios “Arriba
España”, “El Pensamiento Navarro” y “Diario
de Navarra”. Introduzcámonos en los agentes de la
historia, y leamos de primera mano qué se dijo en dicha
sesión.
Para Zubiaur, dichos
periódicos “valiente y enérgicamente han
salido al paso de esa insidia que tiende a desvirtuar el espíritu
de aquellos miles de Voluntarios que dejando todo en aras de un ideal
religioso – patriótico – esto es típico de
Cruzada, salieron al frente a reconquistar España para Cristo
y hacer que El de nuevo reinase en la vida de la Patria”.
La Hermandad debía salir al paso ante la conducta del Sr. Laín
Entralgo, porque aquella había nacido “del deseo de
mantener aquel espíritu del diecinueve de Julio de mil
novecientos treinta y seis”, y porque los Caballeros
Voluntarios habían jurado, al ingresar en la Hermandad,
“velar por el espiritu de la Cruzada”. Zubiaur decía
del “Sr. Lain Entralgo que sin ser excombatiente a pesar de
su edad se permite tales juicios sobre una gesta que no solo esta
considerada en la conciencia de todos como de autentica Cruzada, sino
que en multiples ocasiones ha sido definida como tal por
personalidades de la Iglesia y poderes oficiales del Estado”
(respeto la grafía).
Con estos presupuestos,
el Capítulo Supremo de la Hermandad tomó tres
resoluciones: 1º) Redactar una Nota oficial para la Prensa
protestando enérgicamente por el artículo de Laín
Entralgo; 2º) Dirigir al jefe de Estado “una respetuosa
pero enérgica carta en la que se haga constar nuestra radical
disconformidad con el pensar del articulista del ‘Escorial’
y rogando se tomen medidas para que no se vuelvan a repetir esas
espontaneidades que tanto dañan a la causa de España”;
3º) Agradecer a la prensa local, mediante oficio, la denuncia
realizada a la postura de dicho escritor. La carta a Laín
Entralgo y la escrita al general Franco, fueron redactadas por el
subprior Zubiaur, hombre de buena oratoria y fácil pluma que
vive entre nosotros. Insertamos ambas cartas, recogidas en las Actas
manuscritas. Se enviaron escritas a máquina y varias copias se
conservan en el archivo de la Hermandad.
En la Nota de prensael redactor afirmaba con nitidez el carácter de Cruzada de
la última guerra, en contra de lo señalado por Laín.
Argumentaba con la propia experiencia y la de los voluntarios y
mártires, sumando a ello las afirmaciones de la Iglesia y las
del poder civil. Incluso lanzaba una puya a Laín al decir que
éste ni siquiera, aún pudiendo, había pisado el
frente. Ciertamente, la postura de Laín contrastaba con la
enérgica afirmación de quienes habían vertido su
propia sangre. El texto era la siguiente (5):
“CARTA ABIERTA A D.
PEDRO LAÍN ENTRALGO.
Sr. D.
Pedro Laín Entralgo.
Subdirector
de la Revista “ESCORIAL”.
Estamos enterados de su
trabajo publicado en la Revista “ESCORIAL”, y conocemos
su insistencia en querer demostrar “con buenas razones”
que la guerra de España no ha sido una Cruzada. No tenemos
porqué detenernos en refutar a V. semejante despropósito,
que no se explica ni aún recordando que a pesar de su edad no
pisó el frente. Más el agravio que su actitud
“literaria” supone para nuestros hermanos Mártires,
para España y para nosotros, nos hace salir al paso de V. y en
V. a todos cuantos vienen incurriendo en ese mismo delito de lesa
Religión y Patria, para advertirle, con toda la autoridad
moral que supone nuestra actuación en la CRUZADA, que no
estamos dispuestos a tolerar que se desvirtúe su espíritu
y que “no consentiremos se traicione la sangre de los Mártires
y Héroes”, porque así lo hemos jurado.
No queremos enemiga, pero
si V. y otros como V. buscan a España, nos encontrarán
en el camino y sepan que nuestra “literatura” es la de la
acción.
AVE CRUX – SPES
UNICA
Por la HERMANDAD DE
CABALLEROS VOLUNTARIOS DE LA CRUZ y su CAPITULO SUPREMO.
EL CABALLERO PRIOR
Firmado: Narciso Ripa”
(Se respeta la grafía original)
La carta dirigida al Jefe
de Estado, algo más larga, mejor fundada e igualmente enérgica
a la anterior, decía así (6):
“Pamplona a 1º
de febrero de 1942.
Exmo. Sr. D. Francisco
Franco Bahamonde,
Generalisimo de los
Ejercitos Nacionales y Jefe del Estado Español.
Madrid
Excelentísimo
Señor:
Un puñado de
españoles bastardos, de esa ralea fatal de ensayistas que
tantos daños acarrearon a la Madre Patria, se atreven a
levantar cabeza y decir que la guerra, gloriosa e invictamente
acaudillada por Vuecencia, no fue una Cruzada.
Para ellos, pues, ni hubo
persecución roja, ni incendios de Iglesias, ni asesinato de
sacerdotes, ni ultraje de vírgenes, ni sacrificio de millares
y millares de españoles por el delito de amar a Dios y a la
Patria, ni alianza de rojos con ateos rusos; o si hubo algo de eso,
fué en represalia a la tropelías de las derechas
españolas, bravuconas y jaques.
Nosotros que tuvimos la
suerte de ser soldados Voluntarios de Vuecencia desde el primer día,
nosotros y nuestros hermanos muertos en campaña, salimos a
ella persuadidos de que íbamos a una guerra santa; y por eso
salieron con nosotros nuestros valientes y ejemplares sacerdotes.
La misma idea llevó
a Vuecencia a ser el Caudillo de la Fé y el paladín de
los santos ideales de España. A dirigir una Cruzada –y
nosotros creemos que la más limpia de la Historia- salio
Vuecencia; y Dios puso en su espada la gloria de la victoria más
esplendorosa.
Pues bien, Excelentísimo
Señor, los que para sufragar el alma de nuestros compañeros
muertos, para llevarlos siempre insepultos en la nuestra, para vivir
y hacer vivir a nuestros hijos el recuerdo de sus gestas gloriosas y
de la visión de nuestras cicatrices formamos parte de la
Hermandad erigida por la Iglesia de “CABALLEROS VOLUNTARIOS DE
LA CRUZ” hemos sentido el latigazo mas duro en nuestro honor al
saber la insidia de esos falsos que pusieron, a la sombra de una
pretendida intelectualidad, su infame cobardía para quedarse
clavados en retaguardia cuando los Cruzados marchábamos
acaudillados por Vuecencia, cara a la muerte a rescatar de ateos y
traidores a la España de nuestros abuelos, a la España
inmortal que redimía vuestra valentía y estrategia.
Estamos ciertos de
interpretar la amargura e indignación que siente Vuecencia
que no se cansa de decir que la guerra fué Cruzada, hacia esos
escritorzuelos derrotistas, estilo Laín Entralgo –Sub-director
de la Revista “Escorial”- briosamente desenmascarado por
el Diario de esta Capital “ARRIBA ESPAÑA”; y nos
atrevemos a pedirle como soldados siempre a sus órdenes para
la defensa de los ideales de Dios y España, que mande atajar
esa asquerosa insidia, considerando como reo de lesa Patria al que se
atreva a decir que no fué Cruzada nuestra guerra; pues el
decirlo es babear sarcasmo sobre nuestros dolores y la losa de
nuestros muertos
De Vuecencia seguro
servidor, en nombre de la HERMANDAD DE CABALLEROS VOLUNTARIOS DE LA
CRUZ.
EL CABALLERO MUTILADO Y
PRIOR
Firmado: NACISO RIPA”
(Se respeta la grafía original)
La “Carta abierta a
don Pedro Laín Entralgo” enviada a “Arriba España”
(dir. Fermín Izurdiaga), “El Pensamiento Navarro”
(dir. Francisco López Sanz) y “Diario de Navarra”
(subdir. Eladio Esparza), iba acompañada con las
correspondientes cartas de presentación, similares entre sí,
salvo algunos matices que personalizaban sobre el destinatario. La
primera carta se expresaba de la manera siguiente:
Pamplona a 12 de Febrero
de 1942
Sr. D. Eladio Esparza
Subdirector de “DIARIO
DE NAVARRA”
PLAZA
“Muy distinguido
Sr. mío y amigo: La HERMANDAD DE CABALLEROS VOLUNTARIOS DE LA
CRUZ, en Capítulo celebrado ayer bajo la presidencia de
nuestro Capellán Limosnero Mayor, el Excmo. Y Rvdmo. Sr.
Obispo de la Diócesis, acordó por unanimidad, expresar
a V. su agradecimiento por la actitud valiente y española de
ese Diario, al salir al paso de la insidia lanzada por el Sr. Laín
Entralgo en la revista “ESCORIAL” en contra del espíritu
de la Cruzada, apoyando el editorial de “ARRIBA ESPAÑA”,
y expresando así el fervor de ese periódico de su digna
Subdirección mantenedor siempre los ideales de Dios y España.
Pensando en los que por Ellos murieron siga dando la batalla para que
nuestra victoria no se quiebre.
Remitímosle una
“Carta abierta a D. Pedro Laín Entralgo”,
esperando de su amabilidad tenga a bien publicarla.
Atentamente le saluda
suyo affmo. a.q.e.s.m.
Firmado: Narciso Ripa.
Caballero Prior (Se respeta la grafía original)
En la carta de
presentación enviada a “El Pensamiento Navarro”,
la Hermandad agradecía su glosa titulada “Nuestra guerra
calificada por el adversario” (8-II-1942), que recogía
el verdadero sentir del 19 de julio. A su vez, la enviada a “Arriba
España” destacaba la lucha de este diario contra “ese
pseudo-intelectualismo que pretende desvirtuar” la Cruzada. No
en vano, en el nº 1974 de este último diario, se había
insertado un largo editorial titulado: “Nuestro 68 editorial
contra los intelectuales y el 98”, y, el nº 1992, otro con
este título: “Última palabra sobre Cruzada
Española”.
Si “Diario de
Navarra” había apoyado el 10 de febrero el escrito de
“Arriba España”, el 13 de febrero publicaba la
Nota y la carta abierta de la Hermandad.
Ignoramos cómo lo
pretendido por Laín Entralgo y otros intelectuales se trasvasó
a la educación secundaria. Pasaron 17 años, y en un
borrador de las Actas de la Hermandad fechado por el secretario el
25-I-1959 (7), se indica, como quinto tema tratado, el siguiente:
“Cómo se denomina a la Cruzada en un libro de texto
(bachiller) de un colegio religioso”. Aunque no se
desarrolla la cuestión, lo citamos por seguir las afirmaciones
de Laín Entralgo rechazadas en 1942.
Laín, que vivió
cómodamente y muy prestigiado con altos cargos en el régimen
franquista, mantuvo y ahondó, en artículos y libros
posteriores, las mismas tesis que la anteriormente criticada. Así,
años después, se disgustó muchísimo por
las primeras declaraciones de martirio realizadas por Roma a las
monjitas de Guadalajara. Su tesis en 1981 fue que el término
mártir tenía un doble sentido, uno religioso y
otro ideológico o político, siendo en este último
tanto aplicable a los de la zona roja como a los de la nacional. A
ello añadía la inoportunidad de recordar aquella
tragedia con las declaraciones martiriales. A esto respondió
el P. Bernardo Monsegú (“El Alcázar”,
24-III-1981) (8). Además, su teoría del empate
entre los dos bandos fue desvelada a fondo por Sigfredo Hillers (9).
Hacia estas fechas, en
1954 Mons. Zacarías Vizcarra, Obispo consiliario General de la
Acción Católica Española, publicó un
artículo titulado “Peligro para el Bien común”.
Lo escribió en la Revista “Ecclesia” en 1954 (10).
En él se indican las consignas de la Masonería
Internacional, “divulgadas secretamente entre los elementos
masónicos emboscados en la zona nacional”. En efecto,
“antes de terminar el primer año de guerra, (…)
previó la derrota del bando rojo, comenzó a preparar la
manera de robar su victoria a la Cruzada Nacional”. Las líneas
de acción señaladas en París en 1937 fueron las
siguientes:
“A) Trabajar
primeramente para lograr un armisticio entre las dos Españas
en lucha, a fin de llegar al arreglo de una paz negociada; B) Cuidar
luego de ir borrando el signo católico que ostentaba la España
Nacional; C) Valerse de la táctica de exaltar en toda ocasión
los valores intelectuales de los izquierdistas y guardar silencio
acerca de los intelectuales católicos”.
Comenta Vizcarra: “Estas
consignas, hábilmente difundidas en la zona nacional, tuvieron
eco inmediato, hasta en ambientes que parecían estar al abrigo
de toda sospecha”. Primero se habló del armisticio,
después hubo una campaña de silenciamiento de los
intelectuales católicos y de exaltación de los
izquierdistas, y a la vez otra campaña por la tolerancia
perturbadora de muchas conciencias vacilantes, tendente al
indiferentismo y ajena a la obra de misericordia de “corregir
al que yerra”, que nada tenía que ver con imprudentes
exageraciones.
Para ello la Masonería
buscó entre los mismos combatientes de la zona nacional a
quienes estuviesen dispuestos a seguir estas líneas de
trabajo, sobre todo entre los “valores intelectuales” y
personas ajenas a toda sospecha. También ensalzó la
tolerancia, pero en un sentido muy diferente al señalado por
la tradición católica.
2. La Revuelta de
Hungría
Pasó el tiempo, y
en el Este de Europa, concretamente en Hungría, amaneció
una resistencia anticomunista, pronto aplastada por los caros de
combate soviéticos. Con este motivo, el Capítulo de la
Hermandad reunido el 7-XI-1956 (11), trató sobre el asunto que
identificaba de la manera siguiente:
“los graves y
sangrientos acontecimientos que vienen desarrollándose en la
heróica Nación de Hungría, con ocasión de
la bárbara, alevosa y ensañada acción que está
llevando a cabo el comunismo ruso, contra la población
húngara, que escribiendo con sangre, sobre su propio suelo las
páginas más emocionantes de la historia, se ha revelado
contra la inhumana y firme enemiga de los siempre santos principios
de Dios y Patria, cual es la barbarie comunista, luchando contra ella
con bravura de leyenda”.
Esta introducción
del Acta era comprensible por la identidad que los miembros del
Capítulo sentían hacia los húngaros oprimidos
por el comunismo y alzados en defensa de Dios y la Patria.
En este Capítulo
se acordó expresar al Representante de Hungría en
España, “toda la simpatía y adhesión de
la Hermandad hacia la gesta heróica e histórica que su
Pueblo mantiene en defensa de la libertad humana”. La carta
enviada a dicho Representante era la siguiente:
“El Capítulo
Supremo de la Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz, reunido
en sesión extraordinaria, consideró emocionadamente los
gravísimos acontecimientos de Hungría, en los que un
pueblo católico está sufriendo por sus Ideales
religioso-patrióticos la más diabólica y cruenta
represión, en la que se enfrentan de un lado toda la potencia
armada extranjera al servicio de unos designios conculcadores de los
derechos humanos, y del otro el sublime espíritu de un pueblo
que sacrifica heróicamente su vida, a raudales, por lo que más
vale, la Causa de Dios y de la libertad e independencia patrias. Y
como expresión de su airada protesta contra los invasores y de
su entrañable simpatía hacia el pueblo Húngaro,
fiel a la Causa por la que luchó el Rey San Esteban, adoptó
los Acuerdos anteriores (…) (12).
Los acuerdos de la
Hermandad consistían en encargar una Santa Misa en la catedral
a la que se invitaría tanto a los Hermanos para solidarizarse
con el levantamiento húngaro como al pueblo de Pamplona en
general. La bandera de la Hermandad ondearía a media asta y
con luto, en señal de duelo, en la sede de la Hermandad, y se
abriría una suscripción pública de mil pesetas
para “atender las gravísimas necesidades del pueblo
húngaro”, previo llamamiento “a los Ideales
y sentimientos del pueblo navarro”. De todo ello se daba
cuenta al Representante de la católica Hungría en
España, “expresándole toda la simpatía
y adhesión de la Hermandad hacia la gesta heróica e
histórica que su Pueblo mantiene en defensa de la libertad
humana”.
La identificación
de Hungría como pueblo católico en Cristo era
recurrente. También es cierto que la causa principal de la
resistencia húngara era la defensa de la Religión.
Puede observarse la utilización en cuanto sinónimos de
los términos siguientes: libertad humana y derechos humanos,
ideales religioso-patrióticos y derechos de Dios, libertad e
independencia de la Patria. El pueblo húngaro era de gran
mayoría católica, aunque no tanto como el español
porque tenía en su seno diversas confesiones, alguna de ellas
muy significativa como los reformados (13).
Este mismo sentido y
preocupación por la Europa del Este, tiene una circular sin
fecha, escrita a máquina, que animaba a la peregrinar a
Javier. Entre otros argumentos se refería a la triste
situación de Europa Oriental: “¿No arde tu
sangre en santa indignación ante los atropellos de que son
víctimas en la desgraciada Europa Oriental los Pastores y
fieles de nuestra Santa Iglesia? Sus verdugos son los mismos contra
quienes combatimos y combatiremos si Dios exige de nosotros de nuevo
este honroso sacrificio (…)”. Aquí se
aplicaba a la inversa el dicho: “el que tuvo, retuvo”, lo
que significaba que quien tuvo capacidad para argumentar esto es
porque el origen de la Hermandad y de los Voluntarios estaba marcado
por el sello de la Cruzada.
3. Testimonio de
fidelidad y de “Cruzada”
Sorprendamos algo al
amable lector. En el archivo de la Hermandad de Caballeros
Voluntarios de la Cruz hay numerosos testimonios de españoles
que desearon pertenecer a la Hermandad para mantener la defensa de
los nobles ideales de Dios y de España, pero que no
pudieron ingresar. No vamos a señalar los testimonios
directos y sencillos de los que sí ingresaron. Recogeremos
algunas cartas expresivas de quienes no pudieron realizar el ingreso
por no ser de procedencia Navarra, hiciesen o no gala formal de
defensores de la Cruzada, de la nobleza de sentimientos, y de
méritos familiares o personales. Los méritos
familiares, la pertenencia al Carlismo, lo realizado antes de la
guerra y las persecuciones sufridas durante esta, no eran suficientes
si no se cumplían todas las condiciones para ser miembro de la
Hermandad. En esto se fue inflexible.
La Hermandad, en su
inicio, estaba muy ceñida a un territorio o herencia
concreta, seguramente porque de sus gentes salía el
entusiasmo y la elevada religiosidad. También era una forma de
garantizar su organización y funcionamiento, la proximidad de
los párrocos hacia el Pater de la Hermandad y su obispo, la
comunicación, la asistencia a los Actos y la
confraternización. La mejor tarjeta de presentación la
llevaron los voluntarios y cautivos navarros, o bien sus
familias, sin particularidades ni méritos, siempre emotivos
cuando se recuerdan a posteriori.
En estas páginas
señalamos siete solicitudes no admitidas, que muestran las
gravísimas vicisitudes por las que atravesaron sus autores.
Observe el lector el contraste entre ellas y las muchas solicitudes
admitidas por la mera presencia física de los voluntarios
navarros, realizada el día señalado, para tomar
insignias y hábitos en el monasterio de Irache y luego la
catedral de Pamplona. Esta última presencia valía más
que mil palabras, expresaba la profundidad de la fe y entrega
mostrada con los hechos, y recogía la callada posesión
de acciones heroicas vividas como algo cotidiano, en cuya sencillez
se custodia con seguridad lo extraordinario.
Primer testimonio.
En él, el término “Cruzada” no supone
expresamente su aspecto religioso, lo que se debe advertir porque
algunos utilizaron dicho término en el sentido más
amplio de defensa de aspectos esenciales a la sociedad. La carta de
Ángel García Álvarez (Bilbao, 20-XII-1941), que
por el membrete era de profesión cerrajero artístico y
mecánico, dice así:
“Muy Sr. mío:
Agradezco sus cuatro líneas sobre la Hermandad de los
Caballeros de la Cruz, y espero habrá alguna gatera
para entrar yo en ella, pues aunque no soy excombatiente de primera
línea en la última cruzada, lo he sido en la prensa en
las elecciones y en la cárcel once meses, tres veces en el
paredón a punto de ser asesinado por los humanitarios
rojos; el estar prisionero desde los primeros días me impidió
pasar a Navarra e incluso haber organizado un regimiento de
Caballería en cuya arma serví 6 años durante las
guerras de Cuba y Melilla. Y después de la Liberación
fuí sargento de segunda línea a pesar de mis sesenta y
ocho abriles.
Creo que todo ello será
condición de excombatiente. Espero por tanto esos reglamentos,
pues además haría propaganda por aquí para
nuevos hermanos (…)”.
Segunda carta
(Villafranca, 23-IV-1943). Está escrita por Felisa Esáin
Esáin en nombre de su padre, un carlista veterano de la guerra
de 1872-1876 y enfermo en ese momento. Al parecer no se le admitió
y quizás fuese por motivos de salud. Dice así:
“Muy Sr. mío:
Mi padre Gregorio Esáin Imízcoz es veterano carlista,
residente en esta villa y se enteró por la prensa de que a los
veteranos carlistas se les concedió el honor de pertenecer a
la Hermandad que tan dignamente dirige V.E. Mi padre se halla desde
hace varios años postrado en cama y desea pertenecer a la
referida Hermandad y me encarga me dirija a V. E. suplicando se digne
indicar la forma de solicitud y algún otro dato porque se
halla completamente ignorante de los derechos y deberes (…)”
Tercera carta
(Valencia del Cid, 29-XII-1939). El agente comercial Fernando Pedra
solicitaba el ingreso en la Hermandad, tras informarse de su
constitución a través de “El Pensamiento
Navarro”. Para ello alegaba diferentes méritos y, sobre
todo, un espíritu religioso sin sombra alguna de odio o
rencor. La respuesta fue: “No hay lugar”, seguramente por
no ser navarro. Se expresaba así:
“(…) A
excepción de que no soy nacido en Navarra, me considero
incurso en el párrafo segundo de las condiciones que en el
citado periódico se insertan, toda vez que pertenezco a la
Hermandad de Excautivos de esta ciudad por haber sido perseguido como
católico y tradicionalista, a cuya Comunión me honro en
pertenecer desde mi niñez, habiendo sido encarcelado dos
veces, con la agravante de haber asesinado a quince de mis familiares
que cayeron por Dios y por España, muertos por los sicarios
rojos. Los once meses que precedieron a nuestra Gloriosa Liberación
tuve que permanecer escondido para librarme de la ira marxista hasta
que nuestro invicto Caudillo nos llevó al Puerto se( sic.)
Salvación (…)”.
Cuarta carta
(Valencia del Cid, 8-I-1940). Jesús José Mª Piles
solicitaba al Obispo Mons. Olaechea su ingreso en la Hermandad,
alegando su historia familiar, las persecuciones sufridas, su
espionaje y “soplo” a favor de los nacionales, y su
deseo de dar la vida por los nobles ideales: “por Dios, por
nuestra Santa Madre Ig(lesia), por España y mis hermanos”.
“Ilustrisimo Señor:
Enamorado siempre de Navarra y su tradición por su fé y
nobleza, y más habiendo habido (sic.) derramamiento de sangre
en mi familia Don Andrés Piles, gravemente herido en la
batalla de Bocairént el año 1873 de célebre
memoria, y siempre defensor de nuestra causa, no puedo menos al ver
constituida la Hermandád de los Caballeros de la Crúz
por el pensamiento Navarro (sic.), mi actual periodico (antes el
siglo futuro) que arrodillarme a los pies de la autoridad que ha
tenido la dicha de constituir tan santa y noble hermandad para
pedirle el ingreso en tan santa constitución; si mis
merecimientos en la lucha son pocos por encontrarme en zona roja
perseguido de muerte y 33 meses escondido, defiendame V. S. y que lo
supla el amor que tengo a mis hermanos, pues por ellos recé
los quince misterios a nuestra muy querida Madre junto con otras
devociones, todos los dias de mi escondite para que Dios les
protegiese ya que yo no pude durante la guerra ayudarles de otra
forma aunque no me desanimé; siendo mis dos compañeros
el rosario y el revolver lo unico que yó salvé, y avisé
con un hijo de 11 años de edad con una cartita al pecho solito
por ser viudo a mi amigo y Señor Don Manuel Llovera que reside
en Valencia, que aquí se hacian esplosivos dandole las señas
para la aviación; es lo poco que pude hacér y si lo
digo es para que comprendan en parte el amor que tuve de defender a
mi San Madre Igls(esia) tan ultrajada estos tres años, no por
otra cosa.
Si por algun concepto de
ley no pudiera concederme lo que le pido, ruegole por lo menos se me
conceda ser el botones de la santa constitución para si algun
dia fuese necesario, poder derramar mi sangre junto a miss hermanos
por Dios, por nuestra Santa Madre iglesia, por España y mis
hermanos (…)”.
Quinta carta (San
Sebastián, 1-I-1940). El abogado y notario Fernando Fernández
Savater, escribía con una gran llaneza una carta de
agradecimiento, comprensión y apoyo al Obispo Mons. Olaechea.
Lo hacía de esta manera:
“(…) Por la
prensa de Navarra, ha llegado a nosotros la noticia de la
constitución, bajo el Patronato de Vuestra Ilustrísima,
de la HERMANDAD DE LOS CABALLEROS VOLUNTARIOS DE LA CRUZ.- Tan
hermosa idea, era presentida yá por quienes habiamos dado,
para el triunfo de la Santa Causa de Dios, lo que constituia nuestra
felicidad y echábamos de menos –tal vez porque todo nos
parezca poco para honrar la memoria de nuestros mártires- una
verdadera fidelidad en el recuerdo de los que cayeron con el Santo
Nombre de Dios en sus labios, para que nosotros sigamos.- Pero este
seguir nuestro, debe ser cumplimiento de una misión que ellos
nos dejaron: continuar su obra y seguir su ejemplo.- Por ello y
porque recoge el fondo más puro y mejor que movió al
martirio y al heroismo a los elegidos, nos ha producido la lectura
del acto la mas tierna emoción.- Asi pensaban los que se
fueron: con ese catolicismo tan verdad, con ese españolismo,
con esa generosidad, con esa fé.-
El hecho de no ser
navarros, nos priva, por ahora al menos, de formar parte de tan bella
hermandad.- Que estas líneas que nos permitimos dirigirle,
sirvan para testimoniar a Vuestra Ilustrísima nuestra
adhesión, humilde pero decidida, a tan hermosa actitud y a la
vez constituyan el ofrecimiento de la modesta cooperación de
sus diocesanos que, con todo respeto y devoción, besan su
anillo pastoral. Fernando F. Savater. José Luis F. Savater”
Sexta carta (San
Sebastián, 30-XII-1939). También tiene interés,
sobre todo por la significación de su autora, la carta de
María Rosa Urraca Pastor, margarita o carlista muy
conocida en el ámbito nacional. Supongo que no se le concedió
el ingreso por no ser de Navarra.
“(…)
Distinguido amigo: No tengo el honor de haber nacido ni residir en
Navarra. Tampoco soy madre ni viuda de voluntario o asesinado en la
Cruzada. Mi padre, sobrevivió milagrosamente a las matanzas de
las cárceles y barcos en que estuvo preso.
Y sin embargo, aspiro a
ser admitida como “Dama de Honor” de esa Hermandad favor
especial que si me fuera otorgado, consideraria como la mas preciada
recompensa aqui en la tierra a cuanto de mi parte puse al servicio de
la Causa Santa.
¿Méritos?
Ninguno: hice solo lo que en mi casi particular estaba obligada a
hacer. Pero por si pudieran servir de justificación a mi
demanda, presento como circunstancias favorables al caso el haber
pertenecido durante un año (el primero de la Cruzada) a la
que entonces se llamaba COLUMNA DE NAVARRA DEL GENERAL CARGIA
ESCAMEZ. Como Enfermera, no de hospitales, sinó de puestos de
Socorro en primera linea, acompañé a aquellos primeros
voluntarios navarros permanentemente, tomando parte con ellos en las
acciones de la toma de Somosierra, Navafria y Sigüenza. Tengo
por esta razón, las medallas Militares colectivas de la
Columna y otras condecoraciones individuales.
Aunque mi casi lo conocen
todos los voluntarios supervivientes de aquel tiempo, si es preciso,
puedo presentar los certificados correspondientes.
Con la mayor
consideración y afecto le saluda
M Rosa Urraca Pastor”
Séptima carta
(Pontevedra, 12-II-1945). Tampoco parece que se atendiese el deseo
del sacerdote Manuel López Vizcaíno cuando solicitaba
su ingreso y el de su sobrino. Aunque no hablaba de la Cruzada, ésta
se suponía, mientras aportaba méritos en defensa de
los ideales. Decía así:
“(…) Tengo
interés de figurar en esa Hermandad; pero ya soy viejo, tengo
60 años. He trabajado por el movimiento: contribuyendo a su
realizacion con suscripciones a toda la prensa de España, que
combatia la Republica y luego rexpedia esa prensa a diversos lugares
y personas; con suscripciones al tesoro de la Comunion
Tradicionalista y tambien a la Falange de los tiempos heroicos, no a
la de hoy semi-roja; aquí en este ayuntamiento de Cerdedo
fundé el Requeté, que organizó a los de estos
ayuntamientos próximos, cuya actuacion fué brillante y
frutifera (sic.) aquí y en el frente; pues varios se alistaron
voluntarios; al frente de estos puse a un sobrino mio, quién,
al realizarse la union, se alisto voluntario en Artilleria,
portandose como un héroe, hoy es mutilado –le falta la
mano izquierda que perdió en acción de guerra.
Dicho lo anterior, con
todo respeto pregunto, si tanto mi sobrino como este servidor y
capellán podemos pertenecer a esa gloriosa Hermandad. En caso
afirmativo ruega dos reglamentos su affmo. en Cristo-Rey”
Sumemos, por el momento,
dos cartas más. También se dio la negativa a dos
sacerdotes de Vitoria (11-I-1940), y a otra persona que por su estilo
parecía coleccionar la pertenencia a diferentes cofradías
(Sanlúcar de Barrameda, 1-I-1940). Aunque los testimonio
citados eran impresionantes, no obtuvieron el hábito e
insignia de la Hermandad, reservada a sus correligionarios navarros.
El ingreso a la Hermandad
no era un premio, ni constituía una medalla, sino que era un
compromiso para quienes deseaban prolongar el espíritu de la
Cruzada en tiempos de paz, que era el momento de mantener los ideales
y la reconstrucción moral. Llegado el momento –lo que
estaba muy lejos de ocurrir a pesar del maquis-, los
caballeros podían plantearse una nueva Cruzada, como lo
advirtió la carta de un voluntario. Ahora bien, la Hermandad
no tenía ni sombra de cuerpo paramilitar; era algo muy
sencillo, sin especial lucimiento humano más allá del
principio religioso de “Cruzada”, austero como la
penitencia, y fuerte como la fe y la oración. Da la casualidad
que quienes realmente pudieron pertenecer a la Hermandad, no alegaban
méritos, sino sólo su condición de Voluntarios o
cautivos, y la convicción en sus ideales mediante el juramento
de ingreso. La Hermandad lo era en la oración y fraternidad y,
llegado el caso – hipótesis muy lejana que nunca llegó
a hacerse realidad- en la acción defensiva. Así lo
muestran los miembros de la Hermandad de Valtierra, en carta a su
párroco el 15-IV-1945, con ocasión del día de la
Parroquia:
“Amado Párroco:
Nosotros los Caballeros Voluntarios de la Cruz que vivimos en
hermandad apretada siempre por los derechos de Dios, le decimos en el
Dia grande de la Parroquia que es nuestra voluntad firme y decidida
luchar en todo momento allí donde se vea menoscabada la gloria
del Señor con intensidad valiente; prestar a Vd. generosa
ayuda sobre todo en la campaña contra la blasfemia y repetirle
nuestra incondicional sumisión como hijos de la Iglesia”.
Estamos probando el
carácter religioso de la guerra de 1936, entendida como
Cruzada. Las solicitudes para ingresar en la Hermandad de Caballeros
Voluntarios de la Cruz, las que se conservan y fueron admitidas,
hablan de ser cruzados en defensa de la religión. Uno
dice: “(…) estoy seguro que si un dia la Iglesia
corriera peligro los que pronto llamaremos Caballeros Voluntarios de
la Cruz estaran dispuestos a dar su vida en defensa de ella”
(Tafalla, 10-2-1940). Este es el único testimonio que expresa
claramente esta posibilidad.
Señalemos otras
pruebas del citado carácter de Cruzada. 1º) La Hermandad
y su expansión estaba absolutamente vinculada al Obispo de
Pamplona, que era su alma y ocupaba el máximo cargo de
Capellán Limosnero. De vincularse estrechamente, como se
vinculaban, el Obispo y la Cruzada, esta última debía
tener un carácter estrictamente religioso. 2º) Además,
la vía de expansión de la Hermandad se realizó a
través de los párrocos y arciprestes de la diócesis.
Estos últimos (se conservan 26 cartas informativas) incidían
en las virtudes cristianas, la piedad, conocimientos y capacidades de
comunicación de aquellos voluntarios elegidos para, una vez
consultados y queriendo ellos, encargarles que iniciasen la Hermandad
en sus pueblos. 3º) La primera invitación para tomar los
hábitos de manos del obispo en el Palacio Episcopal el
26-XII-1939, estaba dirigida al “Cruzado en la guerra
iniciada bajo el grito de ‘Dios y España’ “.
Se conservan diez de estas invitaciones que se dirigían al
Voluntario a través del párroco.
4. La hermandad de
Caballeros Voluntarios de la Cruz
4.1. Constitución
canónica. Esta Hermandad canónica se constituyó
en el monasterio de Irache (Navarra) el 26-XII-1939. Su impulsor fue
el obispo de Pamplona, don Marcelino Olaechea, que ejercía el
cargo de capellán Limosnero. Como tal Hermandad canónica
tenía sus Reglas o Estatutos, su ceremonial, y su Via Crucis
específico. El Obispo Enrique Delgado Gómez confirmó
más tarde la creación de dicha Hermandad. A decir
varios de sacerdotes afectos a la Hermandad en 1939 ó 1940,
Olaechea la creó para que “se agrupasen,
perfectamente hermanados, todos aquellos que, habiendo tomado parte
en la guerra salvadora, sintieran la necesidad de perpetuar y aun
mejorar aquel espíritu y aquel temple de alma”.
¿Cómo fue
el inicio de la Hermandad canónica? Hay dos testimonios. El
primero, es un borrador escrito a pluma, sin fecha, que cuenta cómo
surgió la idea. El texto es seguramente de José Ángel
Zubiaur, porque su estilo es de juventud, se asemeja a otros textos
suyos, y además la mala grafía de la última hoja
es similar a la de otras cartas suyas, al dejar de hacer una letra
redonda e inteligible quizás por cansancio.
El borrador cuenta que de
la nebulosa del deseo de los Voluntarios de “seguir unidos en
la paz como antes en la guerra”, luego surgió la idea.
La idea apareció cuando –según el narrador- “un
grupo de mujeres organizan un acto en Montejurra para inaugurar el
Via-Crucis conmemorativo de la Cruzada (nota: de madera). Romeria
imponente. Allá van los Voluntarios y allá, en aquel
precioso día de Mayo, entre rezos fervientes y emociones de
escalofrio, surge la idea; mejor dicho, se actúa la que ha
tiempo estaba ya en potencia. Ha sido el chispazo que iluminó
la nebulosa. Hay que recoger el espiritu de estos Voluntarios
heróicos; si, de esos que siguen el Calvario de Montejurra
cargados con la Cruz que recuerda la que les guiara en el frente. De
esos que vuelven a cantar sus himnos de fé. Hay que sublimar
ese entusiasmo dándole un culto: el de Dios, España, y
sus mártires. Hay que agrupar junto a los Voluntarios
supervivientes, a estos padres y madres de los Voluntarios que
murieron, y hay que mantener, aquí en Montejurra, por siempre,
un Via-Crucis que recorra esta misma senda con igualdad de
intención”.
A continuación, el
autor reconoce que “Cuesta más llegar a aclarar una idea
que llevarla a la práctica. Esto se consigue con entusiasmo. Y
entusiasmo había a caudales. El primero el del Sr. obispo que
veía en los Voluntarios un abierto campo de apostolado cuajado
de esperanzas. El fué quien dió calor a la idea y
trabajó hasta hacerla realidad. Junto a él un grupo de
Voluntarios. Comenzóse a perfilar las organización:
esta, no podía ser una Liga de excombatientes a semejanza de
la surgidas después de la Guerra Europea, la guerra española
fue una Cruzada y aires de Cruzada había de tener la
organización que intentase perpetuar su recuerdo (…)”
El segundo testimonio es
el Acta solemne fechada el 4-VI-1939, por la que el Obispo convoca a
un capellán y a cuatro Voluntarios a su palacio, encargándoles
que formen el Capítulo de la Hermandad. El capellán era
don José María Pascual Hermoso de Mendoza, del Tercio
del Rey. Como seglares se convocó a José Ángel
Zubiaur, del Tercio de Navarra y Radio Campaña, Ignacio
Baleztena, del Tercio María de las Nieves, José
Lampreabe, oficial del Tercio del Pilar, y don Ramón Arregui,
del Tercio de Radio Campaña. Los dos últimos eran
Caballeros Mutilados. El Obispo les encargó “constuir
una hermandad a servicio de Dios, exaltación de la Santa Cruz,
proverbio de nuestra Patria y honra de los Caballeros Voluntarios
finados” o fallecidos.
4.2. Objetivo y
espíritu.
a) En sus primeras Reglas
se estipula el objetivo siguiente: “El de mantener
íntegramente y con agresividad si fuera preciso, el espíritu
que llevó a Navarra a la Cruzada por Dios y por España,
haciendo que no se desvirtúen estos ideales, los más
caros, por serlo en sí y estar mantenidos a costa de la vida
de los mártires y de nuestro sacrificio”. Es decir,
conservar vivo el espíritu que animó la Cruzada,
incluso con “agresividad” frente a todos los que
quisieran olvidarlo de la vida de la Patria, contribuyendo a su
expansión entre los familiares de los mártires y
voluntarios, cautivos y perseguidos, y entre sus descendientes.
b) En su carta-petición
enviada al Papa Pío XII en 1963, la Hermandad realizaba la
historia de la persecución religiosa en España en
1931-1939 y del espíritu del alzamiento de Navarra. De este
último espíritu decía así:
“Cubiertas las
cabezas de los voluntarios con la boina roja, en los pechos por
coraza y como expresión de sus ideales católicos, el
Detente del Corazón de Jesús, o el Crucifijo, Medallas
de la Santísima Virgen María o el santo escapulario,
fueron cerca de 40.000 los requetés que de Navarra salieron a
luchar “por Cristo y España”. Abuelos, hijos y
nietos, tres generaciones unidas en un mismo ideal, dejando las
cosechas en el campo empuñaban el fusil, pues como decía
un labrador, hombre maduro: “Cosechas Dios da todos los años,
pero religión no tenemos más que una”. Ofrecían
a Dios las vidas mortales a cambio de que triunfase la religión
católica y se salvara España”. (…) “La
Cruz fue nuestra enseña; por el triunfo de Cristo murieron los
mejores, derramaron su sangre muchos más y las Cruces
triunfantes portadas enhiestas por las unidades de Requetés
junto a las banderas flameantes a los vientos de España
presidieron el desfile de la Victoria conseguida a costa de tanto
heroísmo y sacrificio”. Llegó la paz, se creó
la Hermandad y “entonces pensamos que el comunismo y las
fuerzas ocultas no cejarían en su empeño, como está
sucediendo”.
Si hacemos crítica
histórica, Salas Larrazábal -entre otros historiadores-
afirma que los voluntarios navarros fueron 42.937. Lo cierto es que
requetés fueron 11.726, en las milicias falangistas hubo 7.245
y, en el Ejército (al que además que hacia Falange, se
desviaban los que iban a ingresar en el requeté), se
encontraron 23.966 navarros (14). En dicho texto, el cronista cometió
el error de simplificar la cuestión, e identificar como
requetés a todos los navarros que fueron al frente. No
obstante, lo importante era que los voluntarios y muchos de los
encuadrados en el Ejército regular luchaban por el mismo ideal
de Dios y España.
c) Sigamos con los
objetivos de la Hermandad. En varias ocasiones la Hermandad promovió
nuevas afiliaciones y su expansión por toda Navarra e incluso
el resto de España. En cada caso mostró nítidamente
el espíritu que le animaba, y esto fue motivo de su éxito.
En primer lugar, en 1939-1940 muchos párrocos de Navarra se
pusieron en contacto con el Pater José María Pascual
Hermoso de Mendoza, a petición de éste, escribiéndole
a su dirección del Fuerte de San Cristóbal de donde era
capellán, o bien al Palacio Episcopal en su calidad de Pater
de la Hermandad. Este sacerdote tenía un gran prestigio.
Nombrado por el Obispo como capellán de la Hermandad, se
propuso impulsarla por medio de los párrocos de Navarra. Así,
se conservan algunas de las cartas que los párrocos le
enviaron, con indicación de los jóvenes que podían
hacer de enganche de otros parroquianos.
d) Hacia 1939-1940
(carece de fecha, aunque es muy posible que fuese en 1939), varios
sacerdotes enviaron una circular impresa a sus compañeros de
sacerdocio, animándoles para que sus feligreses les
acompañasen a la Cruz de Montejurra el 14 de septiembre, pues
el Obispo iba a imponer nuevas insignias a los candidatos ante todo
el Capítulo de la Hermandad. El lugar de reunión era el
Real Monasterio de Santa María de Irache.
Dicha carta atribuye a
los sacerdotes una intervención decisiva antes y durante la
guerra, emplazándoles a participar también después,
en la paz y la reconstrucción social. Les atribuía la
preparación espiritual del alzamiento y el consuelo impartido
a los caídos en el combate mediante los sacramentos, y les
señalaba un lugar para trabajar en el futuro. Por mi parte,
creo que en el entusiasmo de Cruzada influyó el quincenal
religioso, cultural e ilustrado titulado “La Avalancha”
(1895-1955), editado en Pamplona pero distribuido por toda Navarra,
por ejemplo entre élites sociales como los párrocos. La
carta de dichos sacerdotes dice así:
“Gracias al
esfuerzo perseverante y decidido de muchísimos compañeros
y hermanos nuestros en el sacerdocio, pudo ofrecer Navarra al mundo
el espectáculo sin igual de sus hijos todos, lanzándose
en un desbordamiento incontenible y arrollador, a salvar la Religión
y la Patria terriblemente amenazadas: millares de nuestros muertos
gloriosos tuvieron, en los campos de batalla y a la hora de su
muerte, el innefable consuelo de verse confortados por la presencia y
las palabras de un Capellán navarro; y, hoy, en la postguerra,
en esta postguerra difícil y accidentada, nos alcanza el deber
de trabajar por todos los medios para que aquel sublime espíritu
que informó y alentó la Cruzada, lejos de desaparecer y
esfumarse, se conserve y aun mejore en todos y en cada uno de
nuestros pueblos. Todo cuando en este sentido hagamos, será
hacer labor de patria, labor de familia, labor de religión,
labor de navarrismo auténtico y legítimo”.
La carta-circular tenía
un tono cariñoso pero imperativo, militante, quizás
respaldado por la decisión del Obispo de crear dicha
Hermandad: “Desde hoy mismo debes empezar, en esa tu
Parroquia, la labor a ello conducente, y el día 14 de
septiembre, todos los hombres, sobre todo, los jóvenes, deben
hacer acto de presencia en Irache para dar sus nombres a la
Hermandad”. Así se encargaba, a los párrocos
y sacerdotes, capitanear a sus fieles. El 14 de septiembre debían
de estar todos los excombatientes para “dar sus nombres a
esta nueva y pacífica Cruzada”. ¿Pacífica?.
Sí; “Nada de guerra ni de estruendo de armas: todo
pacífico, todo tranquilo, pero de una eficacia grandísima.
Nosotros (los sacerdotes), que fuimos en gran parte, el alma
de la pasada Cruzada, debemos serlo también en esta otra,
destinada a tan alentadores fines”. Que los miembros de la
organización fuesen jefes de los Tercios es lógico,
porque se trataba de unir a los voluntarios de la guerra. Entre los
organizadores había mutilados, que difícilmente podían
a dirigir un cuerpo paramilitar.
e) Pasaron dos años
y, el 7-IX-1941, la Hermandad envió un impreso a los
párrocos de Navarra para que el 14 de septiembre hiciesen
desde el púlpito “un llamamiento a la Juventud de esa
Localidad animándoles a ingresar en las filas de la Hermandad
(…)”. La dirección de enlace era la oficina
de la Hermandad, situada en la avenida Carlos III, 18 bis, 1º
izda. En esta circular de 1941, llama la atención tres
aspectos.
El primer aspecto era la
transformación de los excombatientes en “combatientes
espirituales de la Causa de Dios y Su Iglesia”, sin que la
espiritualidad implicase adocenamiento: “combatientes
espirituales sí, pero al estilo de los mozos de Navarra, con
agresividad si fuese preciso, pues así lo demanda la justicia
de que la Cruzada que tanta sangre y sacrificio ha costado, no se vea
desvirtuada”. El segundo es el significado numérico
más allá del cálculo matemático:
“Imagínese V. a cuarenta mil Voluntarios, por
ejemplo, cargados de méritos de guerra e intérpretes
legítimos del pensamiento de los Muertos, que estuviesen
dispuestos a decir: esas costumbres, ese cine inmoral… etc.,
no es lo nuestro, no es aquello por lo que salimos a luchar y Ellos
dieron su vida”. En tercer lugar, los autores del escrito
conocían muy bien la psicología humana. De ser
voluntario de ideales se podía pasar, en la paz, a ser un
excombatiente tibio. ¿Qué hacer? Primero, apelar y
reavivar el “orgullo de clase” que nunca se
pierde, y, tras ello, “recogerlos en grupo para que entre
ellos se animen y luego poder ir recuperando lo que quizá
perdieron”. Y continúa: “Lo que no se puede
hacer es dejarlos desperdigados, sueltos, después de haber
sido los protagonistas de una gesta imperecedera”.
Llegó el momento
de la ampliación de la Hermandad en 1956-1957, y
posteriormente ésta se amplió o reconstituyó en
la parroquia de Cristo Rey el 4-V-2002.
La Hermandad era
apolítica, y no una tapadera carlista. No formaba una
organización política, ni un partido político,
ni dependía de alguno de ellos. No era carlista, aunque en su
seno recogiese a muchos veteranos requetés y carlistas,
algunos de sus miembros viviesen un carlismo militante, según
sus estatutos se realizase una romería al Via Crucis de
Montejurra, y la boina roja estuviera en el uniforme de gala, y con
ella entraron en la basílica de San Pedro de Roma en 1950.
Que la Hermandad no era
un grupo político ni un elemento de presión, lo prueba
su inicio, su fundador, sus estatutos y funcionamiento posterior
hasta la actualidad. La Hermandad era una institución
canónica, y tenía una organización independiente
de cualquier otra institución, ya según las Reglas ya
de facto.
En ella había –y
hay constancia directa de ello- personas que no eran carlistas. No
podía ser de otra manera. Señalemos uólo un
ejemplo, pues hay muchos más hasta la actualidad. En el primer
capítulo, reunido nada más terminar la guerra, de hecho
había cinco carlistas (todos ellos oficiales del Tercio del
Rey: Cesáreo Sanz Orrea, Jaime del Burgo –también
lo fue del Tercio de Begoña-, Jesús Marín,
Tarsicio Ortiz y Félix Abárzuza), un oficial del
Ejército (Miguel Castiella), un Falangista (Juan Felipe
Echevarría) y un caballero mutilado como prior (Narciso Ripa).
Esta concentración podía incluso simbolizar la unión
entre todos durante la paz. Que muchos de sus directivos fuesen
carlistas podía significar varias cosas: la amplia
significación social del carlismo, la importancia de la
religión en este gran sector socio-político navarro, la
prohibición desde el partido único de cualquier
asociación política, la consolidación interna y
personalidad del carlismo como comunión, y la fuerza que los
cuerpos intermedios y del espíritu corporativo popular en la
Navarra tradicional. Los pequeños sectores falangistas eran
muy reducidos en Navarra y sobre todo quisieron controlar el partido
único, aunque esto último también lo hizo por
libre algún prestigioso requeté como Amadeo Marco. La
Hermandad plasmó la dimensión religiosa –y
universal- del carlismo en los grandes ideales de la Cruzada (Dios y
España), así como en el ámbito simbólico
(Montejurra y boina roja). Así mismo, será la expresión
espontánea y natural de una realidad vivida en profundidad, y
mantendrá su espíritu fundacional exclusivamente
religioso, enraizado en un humus concreto y básico
de la historia.
Tomamos varios ejemplos
de sacerdotes y seglares que muestran que la Hermandad no era un
grupo político, ni estaba politizada.
Comencemos por los
sacerdotes. En primer lugar, una vez que el obispo Olaechea
pidió consejo sobre las Reglas creadas para la Hermandad, el
arcipreste de Roncesvalles, José Iturria, mostró su
acuerdo en general, pero matizó un aspecto concreto, que decía
así:
“(…)
únicamente en la Regla 2ª, Párrafo 6º, Letra
b), veo peligro de suscitar recelos en una de las dos partes que
componen el Partido de la “Falange Española
Tradicionalista de las Jons”, pues dada la malicia humana y las
prevenciones que hay por ambas partes, me temo, o mas bien abrigo la
convicción de que los falangistas se opondrán a que la
obra prospere; y como quiera que en el primer artículo
transitorio se afirma que ésta es apolítica, a mi
juicio hay que demostrarlo, quitando para éllo todo pretexto
que pueda dar ocasión de impugnarla, siendo como es tan
excelente.
Por estas razones soy de
parecer que se suprima la 2ª parte, que dice -“y el
Calvario del Montejurra como lugar de peregrinación”-
(…).
El párroco de Los
Arcos, Modesto Ciordia (7-VIII-1939), hizo la misma consideración
que Iturria con estas palabras: “(…) la regla 2ª
en sus dos apartados primeros parecen muy recargados de sabor
tradicionalista ó carlista para que los adversarios, que
protestaron de la concentración de los tercios en Montejurra
los puedan aceptar sin prevencion; aunque esos adversarios, que aun
entre los excombatientes seran muchos, aun sin ese sabor en gran
mayoria no los aceptarian”. Esta última proposición
desvelaba –creemos- la realidad que se ocultaba en la excusa.
Recordemos que durante la República hubo cierto grado de
descristianización social, y que en no pocas localidades,
partidarios de la República se sumaron a las nuevas
instituciones, persiguiendo desde ellas a los carlistas. Pues bien,
este punto se mantuvo en el borrador conservado, que contiene las
supresiones y adiciones a las primeras Reglas propuestas.
En segundo lugar, y
discrepando implícita o explícitamente de los dos
anteriores, otros sacerdotes consultados nada dijeron al respecto.
Por ejemplo, el párroco de Salinas de Monreal (26-VIII-1939)
omitió la anterior observación mientras que señaló
otras a la Regla 2ª, Aptdo. 6, Letra c). El párroco de
Arazuri (5-VIII-1939), señaló algo pero en sentido
contrario a Iturria, pues decía sobre la Regla 2ª, nº
5, letra c): “dónde dice ‘procurar que se erija
el mejor monumento etc. convendrá añadir ó
señalar el lugar, v. gr. “Pamplona, Montejurra”
donde haya de elevarse”.
Casi todos los años,
salvo que hubiese mal tiempo, la Hermandad realizó su
peregrinación a Montejurra. Ello no indica que la Hermandad
fuese política al estilo liberal o estatista (ya decía
Aristóteles que el hombre es un animal político), sino
que pretendía mantener el espíritu de la Cruzada, y las
peculiaridades de sus integrantes. Se planteaba todo con una gran
naturalidad: los carlistas eran los más numerosos, respondían
a una sociedad ya constituida, eran los que más importancia
daban al espíritu religioso y los únicos que podían
responder a todas las ansias más propias y naturales del
verdadero cruzado. Este Via Crucis había surgido
espontáneamente del fervor popular. Su tradicionalismo no sólo
garantizaba la dimensión religiosa, sino la memoria viva y
transmitida: 2.5.b. “Recoger sus historias y anécdotas
religioso-patrióticas para hacerlas vivir en los jóvenes”;
2.5.c. “Procurar que se erija el mejor monumento a su
memoria y que se celebre anualmente y con eficacia formativa la
fiesta religioso-patriótica en su honor”. Su
Montejurra y la boina roja, que parcialmente pertenecían a la
dimensión temporal del hombre, les habían impulsado a
la Cruzada, y la custodiarán desde la humildad de la Hermandad
de Caballeros.
Continuemos por los
seglares, que muestran que la Hermandad no era un grupo
político ni admitía politización. La Hermandad
rechazó la solicitud de Luís Ruiz Fernández, de
Logroño, fechada el 8-VI-1949, de “amparar o alentar”
un acto carlista en esta provincia. Para ello ofreció varias
razones. La primera: “Es la Hermandad una institución
creada para recoger el espíritu genuinamente religioso y
patriótico de la Cruzada, sin inclinaciones afectivas a
determinado sector de excombatientes de la misma”. La
segunda era la imposibilidad de apoyar actos políticos dentro
de la ley vigente. Así, muy cortésmente se decía:
“(…) la
Hermandad no puede adherirse a esa (solicitud), por todos conceptos,
loable intención de honrar la aportación a la Cruzada
Nacional de un elemento tan heroico y tan decisivamente operante como
el Requeté, y aparte de que el Capítulo (Supremo de la
Hermandad) considera que la Dirección General de Seguridad no
dará su aprobación al propósito que les anima,
lamentándolo profundamente, dados los sentimientos que
particularmente a todos y cada uno de sus componentes animan, estima
que no ha lugar a lo que Vds. han tenido la atención de
solicitar”.
Esto último
permite pensar que todos o casi todos los componentes del Capítulo
Supremo eran carlistas y habían sido requetés. No
obstante, “dejan en cambio en libertad de firmar a aquellos
Caballeros, no pertenecientes al Capítulo, o cuando menos sin
ostentar en este acto su representación, para que enterados
del contenido del escrito, signifiquen su adhesión al mismo
con sus firmas”.
4.3. Necesidad de la
Hermandad. Esta asociación canónica se consideraba
necesaria para mantener el espíritu de 1936 ya en sí
mismo ya porque con posterioridad se desarrollaron corrientes
contrarias a la religión.
Los dirigentes de la
Hermandad eran muy consientes de las extraordinarias circunstancias
por las que atravesaba la civilización y el mundo, que la
salvación de España se había logrado con grandes
esfuerzos en una moderna Cruzada, y del embate del Maligno. Una carta
del cronista dirigida al obispo el 19-X-1947, indicaba lo siguiente:
“Vivimos tiempos de
materialismo é indiferencia, que, incluso a los que nos
preciamos de hijos sumisos de la Iglesia, nos van contagiando de un
modo insensible. Nuestra HERMANDAD quiere hacer algo por contener
esta marea axfisiante, mediante la celebración de Actos, que,
como el que nos ocupa, tanto puede tonificar espiritualmente a sus
Hermanos”.
Por ejemplo, en 1963 se
envió una carta-petición a Pío XII, que decía:
Llegó la paz, se creó la Hermandad en 1939 y “entonces
pensamos que el comunismo y las fuerzas ocultas no cejarían en
su empeño, como está sucediendo”.
En diversas circulares se
insistía en los graves peligros del materialismo ambiental. En
todas ellas se mostraba la continua lucha contra la indiferencia y
la tibieza, y por conseguir la mayor asistencia de hermanos a los
Actos. Una Circular escrita a máquina, sin fecha, que animaba
a inscribirse en la Hermandad, decía:
“Nuevamente hay que
vencer la tentación al placer o a la indiferencia. La
indiferencia no es palabra creada para nosotros, es más, en la
guerra hemos desautorizado esa palabra con nuestra conducta. Ser
indiferentes en lo que toca a Dios y a España, es pecado”.
Y continuaba diciendo que la Hermandad era “expresión de
esa actitud, ella dice: “No queremos ser excombatientes, sino
combatientes por Dios y España y en esta lucha de la paz no
nos desanimaremos porque no miramos a la tierra, sino al Cielo en
donde todo es esperanza y luz (…)”. La Hermandad es
para dar gracias a Dios, consolar a los padres y madres de los
mártires, sufragar las almas de los difuntos que fueron y
serán, y ayudar materialmente en esta tierra, porque “hay
Voluntarios y familias de Voluntarios que necesitan ayuda, es triste
pero es verdad”. Así, “Ésta es nuestra
misión; hablando en términos de guerra, estos son
nuestros objetivos, tú, Voluntario que no vacilaste ante los
que tus jefes te señalaron, ¿vas a “chaquetear”
ahora ante los que no ya la Hermandad, sino la misma Iglesia, por
boca de nuestro Prelado, te señalen?
Algún parecido a
esta circular, aunque era más emotivo y hasta lírico,
tiene un texto manuscrito de José Ángel Zubiaur,
encargado por el Obispo en 1944.
La Hermandad tenía
algunas dificultades para su expansión, que contrastaba con la
explosión de voluntarios en 1936. Los motivos podían
ser las dificultades de la vida en la postguerra, el partido único
creado en 1937, el desengaño de muchos derechistas ante la
situación política existente, la desmoralización
creciente, el retraimiento social una vez realizado el máximo
esfuerzo etc. En este sentido, el 6-XI-1946, el comendador de la
Hermandad en Madrid, Luis Ruiz Hernández, explicará al
cronista Sr. Zubiaur lo siguiente:
“(...) Como te
digo, habia bastante marasmo en esto de ingresar en la Hermandad; la
propaganda que se hacia (y siempre se hacia alguna, claro es que con
la prudencia y limitaciones que la cosa requiere) resultaba estéril;
habia y sigue habiendo, aunque en grado menor ahora, al parecer, una
gran indiferencia para esto, como para cualquier otra actividad de
orden espiritual y sobre todo si este es “romantico”; la
gente, según frase vulgar corriente, “no quiere saber
nada”. Indudablemente los desengaños sufridos por muchos
(sobre todo de ideologia más o menos derechista), las
dificultades enormes y cada dia mayores de la vida, que fatigan a la
gente y no la dejan humor ni ganas de ocuparse de nada y la
desmoralización general y por desgracia tambien creciente, han
sido las causas que han contribuido a la falta de exito antes
apuntada. Y tambien que alguno habrá pensado que, puesto que
el Estado es, según dicen y parece, muy católico, para
nada hacen falta congregaciones del tipo de la nuestra.
Pero ahora parece que hay
una reacción y, como te digo, se comienza a admitir nuevos
caballeros. Aparte del acto de investidura citado, pienso que
tengamos otros en la octava de la Purisima, para investir unos 14 –
16, entre ellos varios Jefes y oficiales del Ejercito (…)”.
La respuesta que la
Hermandad envió al citado Luis Ruiz el 12-XI-1946, recoge la
saludable reacción que se observaba en Madrid, “máxime
comprendiendo que supone vencimiento de la inercia que, por
desgracia, domina a las gentes y las mantiene en posturas cómodas
e inactivas”
4.4. Quiénes
podían pertenecer a la Hermandad. Inicialmente se
estableció la Hermandad para los navarros, aunque en una
circular sin fecha, dispuesta para una nueva campaña de
captación de nuevos miembros, se indica que se aspiraba a que
dicha Hermandad tuviese un ámbito nacional. Podían
pertenecer a la Hermandad:
1º Todos los
navarros y residentes en Navarra que se alzaron en armas
voluntariamente durante la Cruzada, “en defensa de la
religión católica y de España”, así
como los que sin ser navarros ni residentes en Navarra lucharon como
Voluntarios en las fuerzas Navarras. También los soldados
navarros de la España Nacional en filas el 19 de julio de
1936, que no pudieron salir voluntarios pero que tenían dicho
espíritu. 2º Los navarros “que padecieron
persecución en la zona roja, por su amor a la Religión
y a la Patria”. 3º Los hijos y descendientes de los
anteriores, así como sus hermanos que por edad no pudieron ser
combatientes por no cumplir los 17 años. 4º Caballeros
de Número serán los que sintiendo los ideales y
espíritu de la Cruzada no se encuentren en las categorías
anteriores o bien nacieron con posterioridad. 5º Las madres de
los mártires de la Cruzada, esto es, de los muertos en combate
o los asesinados en zona roja, podían ser Damas de Honor,
y sus padres Caballeros Voluntarios de Honor. 6º Las
esposas e hijas de los voluntarios encuadrados en la Hermandad podían
pertenecer a la sección de Damas, así como sus
descendientes, y las que sientan los ideales y espíritu de la
Cruzada Nacional. 7º Los Veteranos de las Cruzadas del siglo
XIX, Tenientes del Ejército Español, en cuanto
precursores en la lucha por los ideales de Dios y de España.
Para impulsar la vida de
la Hermandad, en 1956 se estudió “la conveniencia de
dar a conocer a los hermanos el proyecto de construcción de un
paso de la Piedad tanto a los de la capital como a los de las
Merindades” e informar a los primeros de las actividades
realizadas y de los planes para el futuro. “La Piedad”
era un Paso procesional que la Hermandad dispuso esculpir en 1956, y
encargó con éxito al escultor e imaginero valenciano
afincado en Pamplona, don José López Furió.
(Quien esto escribe ha tenido el gusto de trabajar con él en
un colegio de Pamplona durante varios años). Este paso
procesional fue bendecido el 19-VII-1967. Así, en adelante se
podía ingresar en la Hermandad en calidad de Caballero
Voluntario de la Cruz, en su Sección de Damas de honor y de
Damas de la Piedad. El grupo escultórico de “La Piedad”
se encuentra en la parroquia de Cristo Rey. La Hermandad es su
propietaria según dan razón los documentos de su
archivo, se publicó en la revista “Montejurra”, y
lo muestra el que la Cruz enseña de la Hermandad es la Cruz de
la escultura (15).
La Hermandad era una
realidad implantada en las cinco merindades de Navarra mediante sus
respectivos Comendadores, que presidían sus correspondientes
Capítulos. Se ignora la vida interna de estos. También
había encomiendas en Madrid (1946), Logroño (1949),
Valtierra (1945) etc.
Es muy posible que, en
1939, la Hermandad utilizase las listas de la Juventud Jaimista de
Pamplona para configurarse como tal, pues se conserva una lista de
dicha juventud con más de 200 nombres propios, con su
dirección. El papel de estas listas tiene el membrete de dicha
Juventud Jaimista. También hay, en el archivo de la Hermandad,
algunos documentos de la peña carlista “Muthiko alaiak”,
pero sobre todo serán los párrocos quienes aporten
nombres de los que podrán realizar su expansión.
La Hermandad era muy
consciente de su necesidad en el futuro, de las dificultades de la
vida que restaban presencia de hermanos en sus actos, y de la
urgencia de extenderse por Navarra e incluso por toda España.
En la década de 1940, una circular impresa del Prior Narciso
Ripa finalizaba así: “En una palabra, hay que dar un
nuevo empujón a la Obra. La Hermandad “siempre p’alante”
por Dios y España; y eso depende de tí, de que cumplas
con la orden que se te señala: ¡¡TRAER HERMANOS!”
En 1950, el obispo
Enrique Delgado aprobó definitivamente las Reglas, de las que
se editaron muchísimos folletos conservados en el archivo. En
1957 se propuso una reforma de las Reglas debido a “la
conveniencia de dar entrada en la Hermandad a otras personas que,
sintiendo el espíritu que animó a los Cruzados que
llevaron a cabo la gesta del año 1936, no pueden ingresar en
sus filas (…) muchas de las cuales han expresado deseos de
pertenecer a la Hermandad, deseos que no se pueden satisfacer
mientras no se redacte algún apartado que haga factible su
admisión, conveniente hoy, para vigorizar la Hermandad”.
El 9-I-2006, Don Fernando Sebastián realizó otra
actualización de las Reglas o Estatutos. Las tres ediciones de
las Reglas coinciden en lo esencial, que es mucho.
4.5. Actos de la
Hermandad. Dichos actos, esencialmente religiosos y que se
mantienen hoy día, eran los siguientes:
1º Como actos de
piedad mensual, la Hermandad acudía a la Santa Misa el segundo
domingo de mes y rezaba el Via Crucis mensual un viernes señalado.
2º La Javierada.
El Obispo Olaechea fundó la marcha a Javier al convocar a los
jóvenes navarros el 15-II-1941. A la llamada respondió
la Juventud de Acción Católica y la Hermandad de
Caballeros Voluntarios de la Cruz. En adelante, todos los años
se realizará esta romería o marcha al solar de San
Francisco Javier y, en pocos años, el germen se convirtió
en una peregrinación masiva y popular. La Hermandad ha
mantenido la romería penitencial desde el 9-III1941 hasta el
día de hoy, 2010, casi sin interrupción.
Un antecedente muy
directo de esta Javierada fue la marcha a Javier realizada por
25 ó 27 excombatientes la noche del 2 a 3 de diciembre de
1939, poco antes de crearse la Hermandad, para cumplir la promesa de
peregrinar realizada “en los frente de batalla, durante la
Cruzada (….) para dar gracias a Dios por medio de Javier por
la gracia que les otorgara y para rogar por las almas de los que
murieran” (16).
De la peregrinación
de 1939 hay constancia en el archivo de la Hermandad, en una carta
aclaratoria que el prior José María Echarri Loidi envió
a Cástor Olcoz el 26 de abril, por un artículo fechado
el 23-III-1969 en el semanario diocesano “La Verdad” del
que este último era director. La contestación no tuvo
respuesta. También lo menciona así un libro de
divulgación de Navarra (17).
Al año siguiente,
en 1940 la Hermandad hizo otra Javierada por iniciativa
propia. De esta manera, la primera Javierada oficial de 1941
tuvo dos claros precedentes.
3º. Todos los
viernes de cuaresma, después del Rosario de los Esclavos en la
catedral de Pamplona, la Hermandad rezaba el Via Crucis, según
una carta del 6-II-1951.
4º Más
esencial era la celebración del Via Crucis del Viernes Santo
en el claustro y luego en las naves de dicha catedral.
5º También
era reglamentario el funeral del 19 de julio, al que asistían
todas las Autoridades eclesiásticas, civiles y militares, que
aportaban las correspondientes coronas de flores. Este funeral se
celebraba en la catedral y, tras la inauguración del Monumento
a Navarra, en la basílica y, hoy, en la cripta de este.
6º Otra celebración
preceptiva era la romería al Via Crucis de Montejurra el
domingo siguiente a la fiesta de la Exaltación de la Santa
Cruz (14 de septiembre), como festividad principal de la Hermandad.
Este Via Crucis, construido por la Diputación de Navarra,
jalonaba la escarpada y agreste subida de más de mil metros de
altura.
7º El día de
Todos los Santos se rezaba un responso y se colocaban flores de
laurel en el Campo Santo o cementerio de Pamplona, donde estaban
enterrados –y siguen reposando- muchos voluntarios y soldados
de la guerra. En 2008 el Ayuntamiento ha suprimido del letrero la
expresión “Muertos por Dios y la Patria”,
aunque se mantengan las fechas “1936-1939”.
La Hermandad acudía
corporativamente a cuantas conmemoraciones y actos públicos
creía que debía estar representada. También
sabía pedir, como lo hizo el 27-I-1946 al Papa, para “que
sea concedida a esta Diócesis de Pamplona, la gracia de la
Coronación Canónica de Nuestra Señora Santa
María la Real”. Lo justificaba como acción de
gracias por el “auxilio, socorro y protección de los
que luchamos por la salvación del espíritu cristiano y
tradicional de España”. También lo fundaba en
la tierna, viva y constante devoción mariana de los
voluntarios carlistas. Sus palabras eran estas:
“A semejanza de los
Cruzados medievales, habíamos de hacer cuestión del más
alto honor el culto a Santa María, y así fué Y
los campos de batalla oyeron el eco de nuestras Salves y el rumor de
nuestros Rosarios. Allí, bajo el cielo estrellado, frente al
peligro, improvisando un altar sobre el matorral o la piedra, se
honraba una estampa de Santa María, la de algunas de las
numerosas Vírgenes veneradas en esta Navarra eminentemente
Mariana. Obrando a lo español, antes de pedir la coronación
de Nuestra Señora Sana María, impacientes, la
coronábamos en nuestros actos como Reina y Capitana.
Escuchad nuestras preces.
“Ante un mundo envuelto en la oscuridad y la tristeza, que
camina a tientas hacia el primer rayo de paz”, como hace pocos
días habéis dicho, queremos marchar fijos los ojos en
nuestra Reina y Madre; queremos ser dignos hijos suyos, privada y
públicamente; queremos continuar como empezamos, dando todo
por la Causa de Cristo y su Iglesia (…)”.
Pasaron los meses y, en
ese mismo año, tras estar presente en los Actos de la
coronación de Ntra. Sra. Santa María la Real como Reina
de Navarra, el 9-X-1946 la Hermandad convocaba a todos los
“Querido(s) Hermano(s) en Fé y en Armas”,
mediante una circular, a un acto religioso en la catedral que se
celebraría el 12 de octubre. En él, la Hermandad
“formulará el voto de propugnación y defensa
del Glorioso Misterio de la Asunción de la Virgen a los Cielos
en carne mortal, llevada del ferviente deseo de verlo pronto
declarado Dogma por la Iglesia”.
La Hermandad acudió
a recibir al nuevo obispo el Excmo. Enrique Delgado Gómez, y
en otras ocasiones le invitaban al Día Mundial de las
Congregaciones marianas (1949, 1950, 1951), o bien a la Asamblea
Diocesana de la Juventud masculina de la A. C. (1946, 1947), etc.
También asistió al recibimiento de la reliquia o brazo
de San Francisco Javier realizado en Pamplona (1949).
La imposición de
insignias a los nuevos caballeros se realizó alguna vez en el
monasterio de Irache y, frecuentemente, en la catedral. Así,
el 3-IV-1947 se comunicaba a Inocente Sagüés que el
obispo le impondría el hábito de la Hermandad el
Viernes Santo, después del Via Crucis que la Hermandad
celebraba ese día en la catedral, según lo
acostumbrado. Tras 1952, la sede de la Hermandad será el
Monumento de Navarra.
4.6. Peregrinación
a Roma. En 1950, la Hermandad fue a Roma con la peregrinación
diocesana para celebrar el Año Santo. Una vez en la Ciudad
Eterna, el 16-XII-1950 se le honró con la altísima
distinción de dar guardia al Altar de la Confesión en
Roma, en audiencia pública concedida por S.S. Pío XII,
a quien se obsequió con unas Reglas. Así dice la
carta-petición de la Hermandad a Pío XII fechada en
1963:
“(…) el 16
de Diciembre de 1950, sus representantes, sin invitación
alguna particular para asistir a la audiencia pública que iba
a tener lugar a la mañana de ese día, vistiendo sus
capotes pardos, sobre el hombro las boinas rojas, enhiestas las
Cruces y flameando las banderas, irrumpieron en la Basílica de
San Pedro con gran estupor de todos avanzaron por el centro de la
Basílica hasta que fueron colocados en el Altar de la
Confesión, delante de la mesa santa, como rindiendo honores al
santo padre el Papa Pìo XII, al que el Prior de la Hermandad
tuvo el consuelo de entregar un ejemplar de las Reglas con portadas
miniadas y recibir una bendición especial para la Hermandad de
Caballeros Voluntarios de la Cruz”
Por todo ello, en dicha
carta-petición de 1963, la Hermandad solicitaba cinco gracias
al Papa, para así celebrar debidamente el 25 aniversario de su
fundación y erección canónica en 1939. Son las
siguientes: 1ª) Que eleve a la Hermandad a la categoría
de Orden. 2ª) Que cuando se rece el Via Crucis ante la
Cruz-enseña de la Hermandad, en peregrinaciones y lugares
públicos, los asistentes se lucren de las mismas gracias e
indulgencias que tienen los que rezan en los Via Crucis erigidos
canónicamente. 3ª) Que se conceda una reliquia de la
Santa Vera-Cruz para su veneración en la Basílica de la
Cruz, Monumento de Navarra a sus Muertos en la Cruzada. 4ª) Que
se concedan varias indulgencias. Tales eran las siguientes. Plenaria
a todos los que visiten dicha Iglesia Monumento de Navarra a sus
Muertos en la Cruzada, en la festividad de la Exaltación de la
Santa Cruz, fiesta principal de la Hermandad. Plenaria a los que
peregrinen al Castillo de Javier a pie o en un recorrido mínimo
de 5 kilómetros. Plenaria a los Caballeros y Damas el día
de su ingreso solemne y en la hora de la muerte, a aplicar a las
benditas almas del Purgatorio, especialmente a los muertos en la
Cruzada. Parcial cuando se vista el hábito con la
Cruz-insignia o bien cuando se lleve ésta al pecho, tal como
establecen las Reglas. 5ª Que la Iglesia Monumento de Navarra
tenga el privilegio de Basílica de la Santa Cruz y el jubileo
“Tocies quocies” en la festividad de la Exaltación
de la Santa cruz. Estas peticiones no fueron concedidas.
4.7. Sede. La sede
provisional de la Hermandad era el monasterio de Irache, y luego la
catedral de Pamplona. El Via Crucis mensual se realizaba en la
capilla del Palacio Episcopal con permiso del Obispo. Luego, en
febrero de 1944, el rezo de dicho Via Crucis se trasladó a la
capilla de la Caída de San Ignacio, junto al convento de los
PP. Redentoristas de Pamplona. Como sede administrativa, la Hermandad
alquiló un piso en la avenida Carlos III, 18 bis, 1º
izda. Al fin, la sede definitiva descansó, de tanto
peregrinar, en el Monumento de Navarra a sus Muertos en la Cruzada,
inaugurado por el Jefe de Estado Fco. Franco el 4-XII-1952. En esta
misma visita a Navarra, que coincidió con el IV centenario de
la muerte de San Francisco Javier, dicho Jefe de Estado inauguró
la parroquia de San Fco. Javier y el barrio de la Chantrea. El
7-XII-1958 se celebró el primer acto religioso en dicho
Monumento. El 19-VII-1961 se trasladaron los restos mortales de los
generales Sanjurjo y Mola a la cripta del mismo, y ahí
descansan hoy. En adelante, la Hermandad celebrará en el
Monumento sus actos religiosos, el ingreso de los nuevos Caballeros y
sus reuniones capitulares.
El 15-X-1947 la
Diputación Foral ofreció al Obispado de Pamplona el
Monumento, que aceptó y fue entregado en 1963. La entrega era
una cesión gratuita del solar, edificios y jardín, si
bien reiterando el carácter votivo de su erección, tras
la entrega del edificio que hizo el obispado al Ayuntamiento de
Pamplona (18).
En 1997 el Obispado
entregó -con algunas condiciones- el Monumento al Ayuntamiento
de Pamplona en un preacuerdo del 4-VII-1997, aceptado por el pleno
Municipal el 12 de septiembre. Al fin, la escritura definitiva de
donación condicionada se firmó el 19-V-1998. La
Hermandad de la Cruz tiene sus actos en la cripta, que junto con una
parte de los sótanos es propiedad de la Iglesia.
4.8. Apoyos
institucionales. La Hermandad recibió algunos apoyos
institucionales. Tales son la aportación económica
del Ayuntamiento de Pamplona con ocasión de los funerales del
19 de julio (1.000 pesetas en 1945, 1956). Citemos también el
permiso del Cabildo de la S. I. catedral para establecer en ella una
Fundación o Capellanía; que el canónigo Dr. Juan
Ollo fuese capellán de la Hermandad tras 1956 por nombramiento
del Obispo Enrique Delgado Gómez; y la subvención anual
de 10.000 pesetas por la Diputación a instancias del diputado
foral y caballero de la Hermandad don José Ángel
Zubiaur.
Esta considerable suma se
concedió en 1950, gracias a las gestiones de Zubiaur, que era
simultáneamente subprior de la Hermandad y diputado foral,
elegido con tal en 1949. Zubiaur había sido prior al menos en
1942-1944 –este año le sustituirá Narciso Ripa-,
y luego será subprior. Con ocasión de su elección
como diputado foral, la Hermandad le rindió un
banquete-homenaje en el “Hostal del Rey Noble” el
19-IV-1949. Asimismo, el diputado foral Carmelo del Villar, fallecido
en un accidente de automóvil, había conseguido el pago
de 20.000 pesetas por las subvenciones correspondientes a los años
1952 y 1953. Con las subvenciones del Ayuntamiento y la Diputación,
en 1956 se enjugaba el déficit económico de la
Hermandad. Para entonces, la Diputación de Navarra había
construido a sus expensas el Via Crucis de Montejurra, que recibía
la peregrinación el día de la Invención de la
Santa Cruz del 3 de mayo, y la Exaltación de la Santa Cruz el
septiembre, que tenía menos concurrencia que en el mes de mayo
(19).
La CONCLUSIÓN
de este trabajo es evidente. En Navarra la guerra fue para muchísimos
una Cruzada religiosa. Para mantener este mismo espíritu, el
obispo Mons. Olaechea fundó la Hermandad de Caballeros
Voluntarios de la Cruz. Esta se configuró desde la realidad
humana y social vivida en profundidad. En las élites del
Régimen hubo neofalangistas que serán liberales
y comenzarán a vaciar de contenido la Cruzada y la victoria
sobre el marxismo, en cuanto tal internacionalista y ateo. Aún
sin pretenderlo, estos últimos fueron útiles para la
masonería, que acabará imponiendo sus puntos de vista. ·- ·-· -······-·
José Fermín Garralda Arizcun NOTAS:
(1) LARRAZ ANDÍA
Pablo, SIERRA-SESÚMAGA Víctor, Requetés. De
las trincheras al olvido, Madrid, La esfera de los Libros, 2010,
955 pp. Esta obra es definitiva y tiene una calidad de primer orden.
En el ámbito de toda España, vid. BULLÓN DE
MENDOZA Alfonso, DIEGO Álvaro de, Historia orales de la
guerra civil, Barcelona, Ed. Ariel, 2000, 285 pp. También
tiene interés el libro de Ugarte Tellería sobre La
nueva Covadonga insurgente.
(2) El capítulo
completo, lo nombró el prior reelegido y fue aprobado por Sr.
Obispo Marcelino Olaechea. Era el siguiente: Prior Narciso Ripa,
Subprior José Ángel Zubiaur, Clavero José
Chávarri, Cronista Pedro Ramón Arregui, y los vocales
Jesús Marin, González de Echávarri, Juan
Echeverría, Juan Villanueva, Cesáreo Sanz Orrio, Ramón
Valero, Mario Ozcoidi, Felix Abárzuza. El delegado pater era
don José María Pascual. Archivo de la HCVC, Libro de
Actas, 7-X-1941, 220 fols, escritos 25 fols. vid., fol. 1
(3) DE LA CIERVA Ricardo,
Historia del franquismo. Orígenes y configuración
(1939-1945), Barcelona, Ed. Planeta, 1975, 437 pp., pág
361, 363 y 372
(4) VEGAS LATAPIE
Eugenio, La frustración en la Victoria. Memorias políticas
1938-1942, Madrid, Actas, 1995, 540 pp., pág. 274
(5) Archivo de la HCVC,
Libro de Actas, idem. Fol. 11r- 11vº En las Actas el texto está
a línea seguida. En las tres copias del original el texto está
distribuido en párrafos y corrige los acentos gráficos.
Una de dichas copias traslada las mismas expresiones de las Actas y
dos –firmadas por el prior- las mejoran con algunas
modificaciones terminológicas secundarias. Las primeras están
firmadas por el Capítulo Supremo de la Hermandad: Narciso Ripa
(C. Prior), José María Pascual (Pater), José
Ángel Zubiaur, Juan Villanueva, José Chávarri,
Pedro Ramón Arregui, José María González
Echávarri, Mario Ozcoidi, Félix Abárzuza, Juan
Felipe Echeverría, Jesús Marín, Ramón
Valero, Cesáreo Sanz Orrio. Personalmente, el autor de estas
páginas conoció a Zubiaur y a González de
Echávarri, a este último sin conocer su pertenencia a
la Hermandad.
(6) Archivo de la HCVC,
Libro de Actas, idem. Fol. 12r- 14r El texto manuscrito de las Actas
está a línea seguida, y en las seis copias y un
borrador del original, escritos a máquina, el texto está
distribuido en párrafos y tiene correcciones de acentos
ortográficos.
(7) En este momento el
prior era José María Echarri, y asistían al
Capítulo: Agustín Tihista, José Mª Aristu,
Miguel Goñi, Vicente Arrastra y Flaviano Sarobe.
(8) He localizado otros
artículos del mismo diario, en crítica a Laín
-que fue Rector de la Universidad de Madrid (1952) y luego director
de la Academia de la Lengua (1982)- escritos por Diego Boscán
(22-III-1984), Juan Blanco (7-XII-1985) y Martín Silbereier
(7-X-1986).
(9) HILLERS Sigfredo,
“Carta abierta a D. Pedro Laín Entralgo”, en doce
artículos muy extensos publicados en el quincenal “La
Nación”, nº 323-341(agosto 2000 a mayo 2001), en
total 26 páginas de gran formato
(10)
“Ecclesia”, nº 658 (Madrid, 20-II-1954), p. 8-11
(11) En el Capítulo
estuvieron presentes: el Prior Joaquín Ochoa de Olza, el
sub-prior José María Echarri, el cronista Vicente
Arrastia, y los caballeros vicarios Ricardo Vizcarra, Miguel Goñi,
Flaviano Sarobe y Francisco Álvarez. También asistió
el Delegado pater el canónigo de la catedral de Pamplona dr.
don Juan Ollo, capellán de la Hermandad.
(12) Archivo de la HCVC
Libro de Actas, papel suelto. Se conserva una copia de la carta que
el secretario Vicente Arrastia, envió al representante de
Hungría en España, residente en Madrid, fechada el
7-XI-1956.
(13) Tales eran os
reformados, luteranos, ortodoxos, judíos y musulmanes, como ya
explicaba Eloy Montero en 1934. Todas las religiones tenían
libertad para su ejercicio interno y externo, al igual que plena
protección y libertad. Tras la IIª guerra mundial llegó
la invasión comunista que acabó en 1989.
(14) SALAS LARRAZÁBAL,
Ramón, “Cómo ganó Navarra la Cruz Laureada
de San Fernando”, Madrid, 1980, 47 pp. pág. 39.
(15) Hay numerosos
documentos en el Archivo de la HCVC. Un artículo de un tal
Luís de la Mezcla sobre el grupo escultórico de “La
Piedad”, en Rev. “Montejurra”, nº 36 (Abril
1968) pág. 6-7. Otro de Emilio Forner de Asensi sobre “El
Cristo de Adsuara” colocado en la basílica de dicho
Monumento y hoy venerado en la cripta, en Rev. “Pregón”,
nº 41 (otoño 1954). BALEZTENA ABARRATEGUI, Javier,
“Monumento a los Muertos de Navarra en la Cruzada Nacional”,
Hermandad de Caballeros Voluntarios de la Cruz (HCVC), 57 pp. Texto
inédito en el archivo de la HCVC, fol. 41-50.
(16) Así, matizo
la 2ª conclusión del trabajo de ARREGUI GARBIZU José
Miguel., “Javierada versus Marcha a Javier. Historia de una
polémica”, Pamplona, Rev. “Cuadernos de Etnología
y Etnografía de Navarra”, nº 71 (I-VI 1998) pág.
7-18. Arregui señala que la primera Javierada de la Hermandad
fue en 1940, anteriormente a la primera oficial convocada por el
Obispo en 1941. Tiene razón si pensamos que la Javierada
de 1939 fue anterior a crearse la Hermandad; ello demostraría
que la Hermandad estaba en germen, como lo estaba en el Via Crucis de
Montejurra al que, en otro momento ya mencionado, se refiere Zubiaur.
(17) ARRIETA OLLO José
(coord.) y otros, Navarra y la Caja en 75 años (1921-1996),
Pamplona, CAN, 1996, pág. 113, 319 pp.
(18) BALEZTENA
ABARRATEGUI, Javier, “Monumento a los Muertos de Navarra en la
Cruzada Nacional”, Hermandad de Caballeros Voluntarios de la
Cruz (HCVC), 57 pp. Texto inédito en el archivo de la HCVC.
(19) Archivo de la HCVC,
Libro de Actas, idem. 18-III-1956, fol. 28r-28vº.
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