Ya
empezamos mal hablando de indios cuando lo políticamente
correcto es hablar de aborígenes, término que viene del
sufijo latino ab que indica procedencia, más el
sustantivo origo-inis que significa origen, nacimiento. Cuando
decimos aborigen nos queremos referir a alguien originario del suelo
donde vive.
Aparece
aquí la primera contradicción los indigenistas que se
auto titulan con un término del latín como aborigen, en
lugar del indio que es mucho más genuino y originario. Es
verdad que nació de un error de Colón, pero eso es
todo, no existió una manipulación ex profesa del
término, como ocurrió y ocurre con el de aborigen.
Ahora
bien en el caso de los aborígenes de la Patagonia y de la
Pampa argentina no son originarios para nada, eso no es cierto, es
una falsedad de toda falsedad. Los que hoy se denominan mapuches son
un cuento, son un bluff, lo decimos en inglés porque la
oficina política de estos “indios” está en
Londres. Ellos llegan a La Pampa a partir de 1770 y eran pehuenches
de Ranquil (hoy Chile) y se instalan en pleno cladenar (montes del
Caldén) de la Pampa central, llamada también Mamil Mapu
(país del monte). Vemos como estos indios son menos
originarios que los criollos viejos de la Pampa. Y en la
Patagonia, cuando invadieron por esa misma época, mataron a
los tehuelches sus verdaderos habitantes originarios.
Sobre
este tema se puede consultar el excelente artículo de Fredy
Carbano Julio Argentino Roca y la gran mentira mapuche que
está en Internet.
Es
sabido que hoy día uno de los temas y asuntos más
aprovechados políticamente por el progresismo, tanto de
izquierda como liberal, es el del indigenismo.
No
existe prácticamente ningún gobernante- nacional o
provincial- de Nuestra América que no cante loas al mundo
precolombino, a los indios, a los autóctonos, a los pueblos
originarios.
Ni
que decir de los militantes políticos del progresismo y los
intelectuales del pensamiento único, el tema está
comprado en bloque. Es como si una voz de orden venida del
imperialismo yanqui dijera: “Así
como para nosotros el único indio que vale es el indio muerto,
para Uds. lo único valioso es: que todos sean o se declaren
indios”.
Para
apoyar este principio de dominación política y cultural
nos han vendido, y
nuestra intelligensia
ha comparado, la
teoría del multiculturalismo que hace pedazos la poca unidad
nacional que hemos logrado luego de 500 años de existencia.
Esta teoría ruin se expresa en el apotegma: la
minorías tienen derechos por el sólo hecho de ser
minorías, tenga o no algún valor lo suyo.
¿Y
la voluntad de las mayorías? Solo sirve para convalidar en el
momento de votar a la élite ilustrada que gobernará
para las minorías, llámense grupos concentrados de la
economía (Etztain, Grobocopatel, Mildin, Werthein), de la
cultura (gays, lesbianas, bisexuales, homosexuales), de la farándula
mediática (Leuco, Eliaschev, Sofovich, Gelblung), del
pensamiento (Feimann, Forster, Kovaldof, Abraham).
Gringos de la peor laya que viven esquilmando a nuestros pueblos bajo
la mascarada democrática de servirlos.
Y
así como es políticamente correcto criticar a los
fumadores y a los cazadores
de ciervos, por el contrario, es políticamente incorrecto
criticar a cualquiera de las mil variantes del indigenismo americano.
La
crítica al indigenismo inmediatamente nos demoniza, porque el
indigenismo es un mecanismo más de dominaci ón
del imperialismo y como tal funciona. Su verborrea criminaliza a
quien se opone. Su lenguaje busca despertar sentimientos primarios a
dos puntas: se presentan como víctimas y criminaliza a quienes
se le oponen o ponen simplemente reparos.
Lo
grave del indigenismo es que en nombre de
las falsas razones de origen que dan ellos, nos quitan, al menos a
los criollos americanos, nuestro lugar de origen.
Y nosotros los criollos bajo la firma de gauchos, huasos, cholos,
montuvios, jíbaros, ladinos, gaúchos, borinqueños,
charros o llaneros somos lo mejor, el producto más original
que dio América al mundo. Ya lo decía Bolivar sobre él
mismo: ni tan
español ni tan indio.
Es
este mundo criollo que dio el barroco americano y que peleó
por la independencia y libertad de nuestros pueblos. Este mundo
criollo que tuvo sus mejores frutos intelectuales en la universidad
de Chiquisaca, llamada
La Plata, Charcas y hoy Sucre. ¿O por qué se piensan
que Bolivia, así pobre y desmantelada como la vemos, ha sido
la que mayor cantidad de pensadores nacionales hispanoamericanos ha
dado en el siglo XX? Porque funciona sobre una matriz de pensamiento
que tiene medio milenio.
Qué
es ser criollo sino la mejor forma de sentir lo nuestro, lo propio,
lo auténtico. No es necesario andar vestido de gaucho, huaso o
llanero, ni tener diez generaciones de americanos. Criollo puede ser
un bancario, y un plomero, un cura o un médico, un rico o un
pobre, el inmigrante italiano o alemán, el turco o el judío.
Lo criollo es la captación del valor de lo genuino en
nosotros. La valoración del modo gaucho de vida con sus
costumbres y tradiciones. No porque nos vistamos de gauchos vamos a
ser más criollos, yo conozco tantos gauchos de tienda .
Hace muchos años, Juan Carlos Neyra, el padre del Colorado
Neyra, escribió: Criollo
es aquel que interpreta al gaucho y lo criollo es un modo de sentir,
una aproximación afectiva a lo gaucho. Es por eso que lo
gaucho es necesariamente criollo pero un criollo puede no ser gaucho.
De allí que esos viejos camperos de antes decían: Nunca
digas que sos gaucho, que los otros lo digan de vos.
Hace
unos días escribió Solíz Rada desde Bolivia un
brillante artículo El
canciller y las hormigas donde
el canciller de su país afirma: “ para
nosotros los indios están primero las mariposas y las hormigas
y en último lugar está el hombre. A
lo que comenta Solíz: Lo
inaceptable es separar la preservación de la Madre Tierra de
la defensa del género humano. Recuérdese que los nazis
también pensaban que judíos y gitanos valían
menos que hormigas y bacterias.”
Lo postulado por su canciller viene a coincidir con los planes de
John Rokeffeller III de control de la natalidad de los países
del tercer mundo.
El
historiador y amigo chileno Pedro Godoy nos dice: “Chile
no escapa del plan desmembrador. Modas primermundistas nos
contaminan: tatuajes, grafitis, piercing, swingers, punkies…
Ahora adquiere fuerza otra: los indigenista bajo el grito “cada
etnia una nación” ¡Inquietante!. Los asesores
rubios de esta campaña motorizan, hoy como ayer, la leyenda
negra. Aportan así a acentuar nuestra crisis de identidad”
La
instrumentación política que está detrás
del indigenismo la hace notar muy bien Félix
Rodríguez Trelles cuando afirma: “ Los
mal llamados "originarios" son el brazo de la quinta
columna interior. El experimento imperial ha logrado un éxito
notable al controlar Bolivia con el cocalero manejado desde atrás
por García Linera (el Cohn-Bendit boliviano), y acechan con
fuerza en Ecuador (no es casual que a Correa los "originarios"
lo ataquen cuando repudia la deuda externa)”
(cfr. En Internet su artículo Los
pueblos originarios: una operación de pizas).
Tanto
Andrés Solíz Rada como Pedro Godoy, dos hombres de la
izquierda nacional suramericana,
como Trelles un hombre del peronismo genuino, quieren poner el acento
y distinguir entre la existencia y primacía de la identidad de
la comunidad política de origen (aquella que nos da el
Estado-nación al que pertenecemos) y una identidad adquirida
o secundaria que es la que cada uno puede darse o crearse por estudio
o convicciones (comunidad mapuche, gaucha, gringa, judía o
árabe). Si no tenemos en cuenta esta distinción
política fundamental caemos en el error todos los
separatismos.
Y
así todo suma y sigue,
y podríamos poner mil ejemplos.
De
este indigenismo se
desprende la primera mentira mayúscula: la matanza de indios
que realizaron los españoles fue de 120 millones según
Escarrá Malavé, presidente de la comisión de
relaciones exteriores del Congreso de Venezuela, de ahí que
Chávez hable equivocadamente de “holocausto aborigen”.
De 70 millones según el sociólogo brasileño
Darcy Ribeiro y así siguen los números más
inverosímiles. Pero estas cifras son solo suposiciones
artificiosas teñidas por el odio a España y lo español
producto de la “leyenda negra” creada por las oficinas
políticas de Holanda e Inglaterra.
El
filósofo e historiador mejicano José
Vasconcelos, nada hispanista, hace constar en su Breve
historia de México
que no
había más de seis millones de indios en todo el norte
de América, tesis que años después convalidarían
las investigaciones del antropólogo W. Denevan. Mientras que
don Angel Rosemblat, profesor de historia de América colonial
y nada sospechoso de prohispanismo, estimó una población
a la llegada de Colón de trece millones y medio para toda
América. La que disminuyó en gran parte no por las
matanzas, que ciertamente las hubo sobre todo en los primeros treinta
años de la conquista, pero ni por asomo con la magnitud que
se les otorga, sino por las epidemias que los españoles
trajeron: gripe, viruela, sífilis, etc.
Angel
Rosemblat nació en Polonia en 1902 en el seno de una familia
judía y llegó a Buenos Aires a los seis años,
realizó sus estudios en la Universidad de Buenos Aires, se
perfeccionó en Europa y en 1946 se afincó en Venezuela
contratado por ese gran pensador venezolano que fue Mariano Picón
Salas, y allí murió en 1984. Este
filólogo y antropólogo cultural se destacó por
su continuado trabajo de treinta años sobre el tema de la
población originaria de América a la llegada de Colón
y en un libro memorable que tiene muchas ediciones La
población de América en 1492. Viejos y nuevos cálculos,
FCE, México, 1967.
Afirma
Pierre Chaunu, historiador francés y
protestante, el mayor revisionista de la Revolución Francesa
junto con Francois Furet, escribe: “ La
leyenda antihispánica en su versión norteamericana (la
europea hace hincapié sobre todo en la Inquisición) ha
desempeñado el saludable papel de válvula de escape. La
pretendida matanza de los indios por parte de los españoles en
el siglo XVI encubrió la matanza norteamericana de la frontera
Oeste, que tuvo lugar en el siglo XIX. La América protestante
logró librarse de este modo de su crimen lanzándolo de
nuevo sobre la América católica. ”
La
tenaz y reiterativa acusación de genocidio a los españoles
por parte de los indigenistas contrasta con el silencio sobre uno de
los episodios más terribles y duraderos, la matanza y
explotación de indios y negros por parte de las oligarquías
americanas ilustradas luego de la independencia. Así durante
casi todo el siglo XIX las oligarquías locales masónicas
y liberales bajo régimen de esclavitud hicieron desaparecer
pueblos enteros como los charrúas en Uruguay, los mayas en
México y varias etnias en el Brasil amazónico.
Nosotros
al no ser antropólogos
culturales, sólo conocemos tres trabajos serios sobre el tema
en Argentina: a) los de Ernesto Sánchez Ance para el área
norte del país. b) el libro del antropólogo Jorge
Fernández C., fallecido hace unos años, titulado
Historia de los
indios ranqueles, Bs.As.
Ed. Inst.Nac.Antropología y Pensamiento Americano, 1998, en
donde con lujo de detalles desarma el mito de los indios pampas o
ranqueles como originarios, sino que llegaron a La Pampa en 1770
corridos de Chile por los españoles y vivieron allí,
gracias a la industria sin chimeneas –el malón y el
cautivaje - hasta 1879, cuando cae Baigorrita, su último
cacique. c) el libro de P. Meinrado Hux: Memorias
de un ex cautivo Santiago Avendaño, Bs.As.
Ed. Elefante Blanco, 1999. En donde se muestra palmariamente cómo
era la tan mentada cultura indígena, con sus sacrificios
humanos y el desollar viva a la gente.
Invitamos
a los que quieran profundizar, a leer estos trabajos que están
al alcance de todos. ·- ·-· -······-·
Alberto Buela |