El 13 de julio de 2010 se cumple el 74 aniversario del magnicidio
de José Calvo Sotelo, asesinato perpetrado por militantes del Partido
Socialista Obrero Español (PSOE). La historiografía de un lado y de otro no
admite réplica sobre este hecho y sus autores próximos –perfectamente
identificados-; suceso cierto, verificado e incontrovertible.
Hay un hecho cierto. Tras el Alzamiento, en zona nacional
José María Pemán, a la sazón estimado político y literato, trataba en aquellos
primeros meses de la guerra con toda la cúpula dirigente de la España nacional,
oficiales y obispos, teniendo por tanto acceso a noticias e informaciones
privilegiadas, vedadas al vulgo. Fruto de todas estas conversaciones, Pemán
escribe en 1938 un libro poético, El poema de la bestia y el ángel
(Zaragoza, Jerarquía, 1938, 2ª ed., Madrid, Ediciones Españolas, 1939, 3ª
edición, Madrid, Ediciones Españolas, 1939). Pemán recoge en su famoso escrito El
poema de la bestia y el ángel la teoría de que Calvo Sotelo fue asesinado
por los dirigentes de las cinco hermanas petroleras que controlan el negocio mundial
del petróleo, como represalia y venganza a que Calvo Sotelo siendo Ministro de
Hacienda de Primo de Rivera fundó la CAMPSA como organismo nacionalizador del
petróleo en España, asunto que dicen, convergencia en diversos historiadores,
que aceleró la caída de Primo de Rivera y le costó la corona a Alfonso XIII.
Ahora bien, ¿es verdad que estas petroleras asesinaron a Calvo Sotelo? Yo no lo se y es muy difícil de saber, y
posiblemente nunca lo sepamos. Pero lo que si es verdad es que se decía, y se
decía en las cúpulas de la España Nacional donde bebía Pemán. Es decir, yo no
respondo de que fuera verdad que las petroleras asesinaron a Calvo Sotelo, eso
no sabemos si es verdad o mentira, pero lo que si es verdad, es que eso, verdad
o mentira, se decía en la cúpula de la España Nacional, de donde lo toma Pemán
y lo pasa al Poema de la bestia y el ángel.
Contrariamente a lo que hoy se afirma en una “historiografía
oficial”, nadie entonces en la España Nacional se tragó la exculpación pobre
que el asesinato de Calvo Sotelo era una represalia por la ejecución de
Castillo, sino que se decía, se afirmaba, en los selectos círculos que Pemán
frecuentaba, que el asesinato de Calvo Sotelo había sido una represalia por la
nacionalización de la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos,
Sociedad Anónima (C.A.M.P.S.A.). Lo cierto es que esta creación de Calvo
Sotelo, la CAMPSA, que aseguraba la independencia energética española, tras el
derrocamiento real de la democracia orgánica, la nueva democracia inorgánica partitocrática,
liderada por el PSOE, ha liquidado inmediatamente la CAMPSA, a favor de las
petroleras REPSOL, CEPSA y BP.
Según la teoría historiográfica que Pemán nos presenta, Castillo
estaría siendo utilizado como una pobre excusa de los rojos para lavar su
infamia del asesinato de Calvo Sotelo. Pero lo cierto es que el magnicidio de
Calvo Sotelo fue una variante cualitativa que nada tiene que ver con la
ejecución de Castillo; a favor está lo que se dijo y escribió de las
petroleras, que no sabemos si es verdad o no es verdad, pero si sabemos que lo
de las petroleras se decía en sitios conspicuos de la España nacional.
José María Pemán,
Poema de la Bestia y el Ángel, Madrid, Ediciones Españolas, 3ª edición,
1939, 199 págs.
EL PROTOMÁRTIR.
ASÍ COMO LA BATALLA de la Cruz, lleva a la Sinagoga a
mirar con ceño a España, lo mismo la batalla del Oro: su segunda obsesión. -Ya
en sus días centrales España tuvo, con la Reina Isabel, el gesto valiente de su
expulsión. -En nuestros días hubo también un hombre, el primero en el mundo,
que se atrevió a luchar, frente a frente, contra los grandes poderes
internacionales de la finanza judaica: José Calvo Sotelo. -Los poderes
tenebrosos se concitaron contra él. El fue el protomártir de la gran Cruzada
española.
(p. 67)
De este modo quedó señalada España por el odio de la Cruz. Y
hubo en ella una mujer de la que pudo repetirse lo que en el Libro se dice de
la más pura de las mujeres: «Pondré enemistades entre ti y la Serpiente».
La Serpiente de Sión y Santa Isabel de España, están frente
a frente, en batalla de siglos.
Levantad conmigo, al paso, como un soplo de viento, un pico
del velo de la Historia.
Casal de Palomares. Eran rubias y tiñosas. Vigas con
golondrinas. Carros con las dos varas en alto como rezando o pidiendo
misericordia. Y de pronto, corros por las esquinas y rumor de mujeres: «A la
media noche los prendieron… ¡Habían derribado en el polvo un Crucifijo y lo
pisoteaban»
Camino de Astorga. Noche cerrada. Lluvia sonora. Blando arrastrarse
de sandalias en el fango. ¿Qué lleva el mendigo en sus alforjas que van
rodeadas como de un halo de luz tierna? Cuadrilleros de la Santa Hermandad le
registran a empellones: queso, manzanas, yesca, pedernal, una cuchar de palo,
un racimo de uvas… Y de pronto: aquella blancura mínima y redonda. Los
cuadrilleros se postran sobre el fango… Ecce Agnus Dei!
La Aldeita de La Guardia. Altas estrellas sobre los campos
de Toledo. Silencio en las colmenas. Y de pronto: golpes acompasados sobre
madera. Uno, otro, otro… ¿están remachando las llantas de un carro?, ¿están
ajustando la esteva de un arado o los dientes de un bieldo? Viene por los
caminos una voz de una aldeana: «¡¡Están crucificando a un niño!!»
Mañana nublada de marzo. En el patio de palacio, con su alto
tambor en la cintura, aguarda el pregonero. Por las esquinas de Granada,
narices de cuervo y barbas de cabra, murmuran largamente: expulsión… destierro…
(p. 69)
Doña Isabel tiene delante de si, en su bufete, un edicto,
con balduque y sello de cera. Su pluma de ganso chilla de la dura energía con
que firma y rubrica: «Yo la Reyna».
Así peleaban, desde los siglos, esta otra Mujer y la
Serpiente…
Hasta que la sorda batalla llegó a punto de madurez y
granazón. A la secular batalla de la Cruz, se unió la batalla del Oro.
Las dos obsesiones de la Bestia disfrazada de Cordero, se
juntaron, en la tierra de España, cuando la España de Isabel quiso, además, ser
independiente y libre de su caudal y su poder.
Os contaré la gran fábula prometeica de cómo España quiso
robar el nuevo fuego celestial.
Escúchala con devoción, España, porque ella es el inicio de
la grande y definitiva batalla:
y ella es la historia dolorosa y gloriosa de tu Protomártir.
Escúchala con devoción, España.
EL RAPTO DE DIOS
¡No se fue el invasor!
Se quedó agazapado como un topo
en las entrañas de la tierra.
No se fue el invasor, no. Se cortaron
los surtidores de la Granja…
Pero
no se fue el invasor. Se quedó agazapado, como un topo,
entre el hierro fecundo de Río Tinto
y el temblor del mercurio de Almadén.
(p. 70)
Sobre la piel de toro, cien narices ganchudas
como picos de cuervos, y cien barbas de chivo,
planean el reparto
de la segunda túnica de Cristo.
El abra de Bilbao tiene un temblor de novia
ante el rondar lascivo del alto barco gris.
Como flores azules se esconden en sí mismas
las anchas rías de Marín y Arosa.
Y como colegialas sin permiso
quieren disimularse las cinco Baleares
con la mantilla azul del Mare Nostrum.
No se fue el invasor, España: no se fue.
En la esquina lo tienes. Allí sigue
con el clavel entre los labios
y en el alma sin Dios el mal deseo…
____________
Y hubo un varón que le miró de frente.
Tenía las miradas
llenas de lenta y penetrante luz:
y las espaldas anchas y cuadradas
como dispuestas a llevar la Cruz.
(p. 71)
Era del temple de los que quemaban
frente a un mundo sin nombre, sus bajeles.
Sus pupilas sin fondo llameaban
de ira santa y vergüenza.
¡Los infieles
royendo están con picos de grajos el cimiento
de la torre en que anida el aguilucho!
Y él concibe el enorme pensamiento.
Medio mundo está enfrente…
¡Eso no es mucho
para el pueblo de América y Trento!
Hay un dios nuevo que domina el mundo.
Desnudo y blanco es como el agua. Ciego
como el Amor; con alas de ingrávidos vapores.
Tiene olor vegetal y alma de fuego.
Es el dios que trepida en los motores.
Los rabinos le tienen en secreto
en la pálida cárcel amarilla
de sus oros sin flor.
Torna el inquieto
prometeico soñar. La nueva ilusión brilla:
¡Robar al dios sin nombre de las uñas el ghetto
y atarlo a un duro roble de Castilla!
¡Anchas espaldas para raptar dioses
tenía aquel gigante!
(p. 72)
Un espanto profundo
llenó la tierra en la hora de la hazaña.
Hay un grito en el viento, gemebundo:
¡Robó al dios el gigante!
(España, España:
¿podrías por quinta vez con todo un mundo?)
¡Oh sacrilegio! Rasga la alta noche
sus negras vestiduras de escándalo transida.
Se agita sacudida
la curva panza del banquero. Canta
guerra el antro masónico. Se espanta
la sinagoga. Chilla
la Prensa. Un alto fuego vivo
en los abiertos ojos de cien ministros brilla.
Y dos monstruos enormes, con cabezas de chivo
y las patas con guantes de gamuza amarilla,
se adelantan, rugiendo, sobre la España mártir.
No pintó el Visionario bestia alguna
como estas dos que abarcan con sus múltiples
patas, desde el más negro abismo hasta el más alto nivel
azul…
¡Pulpo grasiento de la Standard Oil!
¡Ágil leopardo de la Royal Dutch!
Barren mil chimeneas con sus crines
blancas, el cielo de Moral. El busto
de la Sirena llama a los delfines.
Y entre tinieblas de mentira y susto
las sinagogas y los sanedrines
condenan por segunda vez al Justo.
Hay Pilatos melosos que se lavan las manos
y hay un mundo que roba sin quitarse los guantes.
Desde su tierra hasta otra tierra extraña
finge el oro de España
procesión de luceros emigrantes…
(p. 73)
Miles de hombres azules sobre la dura roca
de la Pobreza, en miserable lloro
se consumen; y mientras, sin decoro,
tiemblan de incontenida risa loca
sobre mil vientres hartos, las mil cadenas de oro.
Cruz, trono, espada; todo se ha perdido.
Sus mil brazos de pulpo ha removido
la Bestia, contra el pueblo loco y ciego,
que osó raptar al blanco dios prohibido
de olores de claves y alma de fuego.
Hasta que años después
de madrugada, aquella noble mano
que osó retar al pulpo americano
y a la codicia del leopardo inglés,
se agarrotaba en la alta mesa fría,
de un blanco cementerio…
Muerta ya conservaba todavía
un ademán, de imperio.
Y su boca de lirio sonreía…
El ya hace tiempo que tenía
abierto el pecho noble para las altas flechas
y los ojos abiertos para la última luz.
¡El ya tenía las espadas hechas
a raptar dioses… y llevar la Cruz!
(p. 74)
CANTO SEGUNDO
EN EL CENTRO
DE LA HISTORIA
(p. 75)
PREPARACIÓN
Y VÍA CRUCIS
DEL HÉROE
I
La muerte de José Calvo Sotelo marca el inicio de la Gran
batalla. – El Caudillo de ella nace en Galicia, a orillas del Ferrol, donde las
hadas le regalan sus mejores dones. – Luego asistimos a su Vía Crucis por
tierras africanas, donde se templa y se curte su espíritu.
(p. 77)
Sobre la noble encina derribada
del Protomártir, cien manos en alto:
¡José Calvo Sotelo!
¡Presente!
Bajo el suelo estremecido
de España, se oye el trueno de un ancla que se leva.
¡España va otra vez a la Historia!
Y Dios tiene elegido su Piloto.
(p. 79)
·- ·-· -······-·
José Martín Brocos Fernández.
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