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Nueva teoría acerca de los verdaderos instigadores y de las causas del asesinato de José Calvo Sotelo. La tesis de José María Pemán

por José Martín Brocos Fernández.

Tanto sobre la autoría remota del atentado, los instigadores reales, como acerca de las causas que motivaron el canallesco asesinato a sangre fría –dos tiros en la nuca-, por parte de miembros del PSOE, se han escrito ríos de tinta. Una de estas teorías, que vincula la causa con los autores remotos, nos la presenta José María Pemán y Pemartín, insigne literato y político, en su libro El poema de la bestia y el ángel. Las imputaciones que hace no han tenido eco posterior y sus aseveraciones han quedado relegadas al olvido, enterradas en el tiempo. Ninguno de los biógrafos de José Calvo Sotelo se digna ni siquiera a recoger esta conjetura en una nota a pie de página, bien por no considerarla, o bien por desconocimiento de la misma. Pero lo cierto es que existen por parte de Pemán acusaciones directas acerca de los promotores e inspiradores reales del magnicidio, afirmaciones que el autor de estas líneas no entra en su discusión, sino que tan sólo se limita a presentar lo que Pemán da por seguro y cierto.

El 13 de julio de 2010 se cumple el 74 aniversario del magnicidio de José Calvo Sotelo, asesinato perpetrado por militantes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). La historiografía de un lado y de otro no admite réplica sobre este hecho y sus autores próximos –perfectamente identificados-; suceso cierto, verificado e incontrovertible.

Hay un hecho cierto. Tras el Alzamiento, en zona nacional José María Pemán, a la sazón estimado político y literato, trataba en aquellos primeros meses de la guerra con toda la cúpula dirigente de la España nacional, oficiales y obispos, teniendo por tanto acceso a noticias e informaciones privilegiadas, vedadas al vulgo. Fruto de todas estas conversaciones, Pemán escribe en 1938 un libro poético, El poema de la bestia y el ángel (Zaragoza, Jerarquía, 1938, 2ª ed., Madrid, Ediciones Españolas, 1939, 3ª edición, Madrid, Ediciones Españolas, 1939). Pemán recoge en su famoso escrito El poema de la bestia y el ángel la teoría de que Calvo Sotelo fue asesinado por los dirigentes de las cinco hermanas petroleras que controlan el negocio mundial del petróleo, como represalia y venganza a que Calvo Sotelo siendo Ministro de Hacienda de Primo de Rivera fundó la CAMPSA como organismo nacionalizador del petróleo en España, asunto que dicen, convergencia en diversos historiadores, que aceleró la caída de Primo de Rivera y le costó la corona a Alfonso XIII.

Ahora bien, ¿es verdad que estas petroleras asesinaron a Calvo Sotelo? Yo no lo se y es muy difícil de saber, y posiblemente nunca lo sepamos. Pero lo que si es verdad es que se decía, y se decía en las cúpulas de la España Nacional donde bebía Pemán. Es decir, yo no respondo de que fuera verdad que las petroleras asesinaron a Calvo Sotelo, eso no sabemos si es verdad o mentira, pero lo que si es verdad, es que eso, verdad o mentira, se decía en la cúpula de la España Nacional, de donde lo toma Pemán y lo pasa al Poema de la bestia y el ángel.

Contrariamente a lo que hoy se afirma en una “historiografía oficial”, nadie entonces en la España Nacional se tragó la exculpación pobre que el asesinato de Calvo Sotelo era una represalia por la ejecución de Castillo, sino que se decía, se afirmaba, en los selectos círculos que Pemán frecuentaba, que el asesinato de Calvo Sotelo había sido una represalia por la nacionalización de la Compañía Arrendataria del Monopolio de Petróleos, Sociedad Anónima (C.A.M.P.S.A.). Lo cierto es que esta creación de Calvo Sotelo, la CAMPSA, que aseguraba la independencia energética española, tras el derrocamiento real de la democracia orgánica, la nueva democracia inorgánica partitocrática, liderada por el PSOE, ha liquidado inmediatamente la CAMPSA, a favor de las petroleras REPSOL, CEPSA y BP.

Según la teoría historiográfica que Pemán nos presenta, Castillo estaría siendo utilizado como una pobre excusa de los rojos para lavar su infamia del asesinato de Calvo Sotelo. Pero lo cierto es que el magnicidio de Calvo Sotelo fue una variante cualitativa que nada tiene que ver con la ejecución de Castillo; a favor está lo que se dijo y escribió de las petroleras, que no sabemos si es verdad o no es verdad, pero si sabemos que lo de las petroleras se decía en sitios conspicuos de la España nacional.

José María Pemán, Poema de la Bestia y el Ángel, Madrid, Ediciones Españolas, 3ª edición, 1939, 199 págs.

EL PROTOMÁRTIR.

ASÍ COMO LA BATALLA de la Cruz, lleva a la Sinagoga a mirar con ceño a España, lo mismo la batalla del Oro: su segunda obsesión. -Ya en sus días centrales España tuvo, con la Reina Isabel, el gesto valiente de su expulsión. -En nuestros días hubo también un hombre, el primero en el mundo, que se atrevió a luchar, frente a frente, contra los grandes poderes internacionales de la finanza judaica: José Calvo Sotelo. -Los poderes tenebrosos se concitaron contra él. El fue el protomártir de la gran Cruzada española.

(p. 67)

De este modo quedó señalada España por el odio de la Cruz. Y hubo en ella una mujer de la que pudo repetirse lo que en el Libro se dice de la más pura  de las mujeres: «Pondré enemistades entre ti y la Serpiente».

 

La Serpiente de Sión y Santa Isabel de España, están frente a frente, en batalla de siglos.

 

Levantad conmigo, al paso, como un soplo de viento, un pico del velo de la Historia.

 

Casal de Palomares. Eran rubias y tiñosas. Vigas con golondrinas. Carros con las dos varas en alto como rezando o pidiendo misericordia. Y de pronto, corros por las esquinas y rumor de mujeres: «A la media noche los prendieron… ¡Habían derribado en el polvo un Crucifijo y lo pisoteaban»

 

Camino de Astorga. Noche cerrada. Lluvia sonora. Blando arrastrarse de sandalias en el fango. ¿Qué lleva el mendigo en sus alforjas que van rodeadas como de un halo de luz tierna? Cuadrilleros de la Santa Hermandad le registran a empellones: queso, manzanas, yesca, pedernal, una cuchar de palo, un racimo de uvas… Y de pronto: aquella blancura mínima y redonda. Los cuadrilleros se postran sobre el fango… Ecce Agnus Dei!

 

La Aldeita de La Guardia. Altas estrellas sobre los campos de Toledo. Silencio en las colmenas. Y de pronto: golpes acompasados sobre madera. Uno, otro, otro… ¿están remachando las llantas de un carro?, ¿están ajustando la esteva de un arado o los dientes de un bieldo? Viene por los caminos una voz de una aldeana: «¡¡Están crucificando a un niño!!»

 

Mañana nublada de marzo. En el patio de palacio, con su alto tambor en la cintura, aguarda el pregonero. Por las esquinas de Granada, narices de cuervo y barbas de cabra, murmuran largamente: expulsión… destierro…

 

(p. 69)

 

Doña Isabel tiene delante de si, en su bufete, un edicto, con balduque y sello de cera. Su pluma de ganso chilla de la dura energía con que firma y rubrica: «Yo la Reyna».

 

Así peleaban, desde los siglos, esta otra Mujer y la Serpiente…

 

Hasta que la sorda batalla llegó a punto de madurez y granazón. A la secular batalla de la Cruz, se unió la batalla del Oro.

 

Las dos obsesiones de la Bestia disfrazada de Cordero, se juntaron, en la tierra de España, cuando la España de Isabel quiso, además, ser independiente y libre de su caudal y su poder.

 

Os contaré la gran fábula prometeica de cómo España quiso robar el nuevo fuego celestial.

 

Escúchala con devoción, España, porque ella es el inicio de la grande y definitiva batalla:

 

y ella es la historia dolorosa y gloriosa de tu Protomártir. Escúchala con devoción, España.

 

 

EL RAPTO DE DIOS

 

¡No se fue el invasor!

Se quedó agazapado como un topo

en las entrañas de la tierra.

No se fue el invasor, no. Se cortaron

los surtidores de la Granja…

Pero

no se fue el invasor. Se quedó agazapado, como un topo,

entre el hierro fecundo de Río Tinto

y el temblor del mercurio de Almadén.

 

(p. 70)

 

Sobre la piel de toro, cien narices ganchudas

como picos de cuervos, y cien barbas de chivo,

planean el reparto

de la segunda túnica de Cristo.

 

El abra de Bilbao tiene un temblor de novia

ante el rondar lascivo del alto barco gris.

 

Como flores azules se esconden en sí mismas

las anchas rías de Marín y Arosa.

 

Y como colegialas sin permiso

quieren disimularse las cinco Baleares

con la mantilla azul del Mare Nostrum.

 

No se fue el invasor, España: no se fue.

 

En la esquina lo tienes. Allí sigue

con el clavel entre los labios

y en el alma sin Dios el mal deseo…

 

____________

 

Y hubo un varón que le miró de frente.

 

Tenía las miradas

llenas de lenta y penetrante luz:

y las espaldas anchas y cuadradas

como dispuestas a llevar la Cruz.

 

(p. 71)

 

Era del temple de los que quemaban

frente a un mundo sin nombre, sus bajeles.

 

Sus pupilas sin fondo llameaban

de ira santa y vergüenza.

¡Los infieles

royendo están con picos de grajos el cimiento

de la torre en que anida el aguilucho!

Y él concibe el enorme pensamiento.

Medio mundo está enfrente…

¡Eso no es mucho

para el pueblo de América y Trento!

 

Hay un dios nuevo que domina el mundo.

Desnudo y blanco es como el agua. Ciego

como el Amor; con alas de ingrávidos vapores.

Tiene olor vegetal y alma de fuego.

Es el dios que trepida en los motores.

 

Los rabinos le tienen en secreto

en la pálida cárcel amarilla

de sus oros sin flor.

Torna el inquieto

prometeico soñar. La nueva ilusión brilla:

 

¡Robar al dios sin nombre de las uñas el ghetto

y atarlo a un duro roble de Castilla!

 

¡Anchas espaldas para raptar dioses

tenía aquel gigante!

 

(p. 72)

 

Un espanto profundo

llenó la tierra en la hora de la hazaña.

Hay un grito en el viento, gemebundo:

¡Robó al dios el gigante!

(España, España:

¿podrías por quinta vez con todo un mundo?)

 

¡Oh sacrilegio! Rasga la alta noche

sus negras vestiduras de escándalo transida.

Se agita sacudida

la curva panza del banquero. Canta

guerra el antro masónico. Se espanta

la sinagoga. Chilla

la Prensa. Un alto fuego vivo

en los abiertos ojos de cien ministros brilla.

Y dos monstruos enormes, con cabezas de chivo

y las patas con guantes de gamuza amarilla,

se adelantan, rugiendo, sobre la España mártir.

 

No pintó el Visionario bestia alguna

como estas dos que abarcan con sus múltiples

patas, desde el más negro abismo hasta el más alto nivel azul…

¡Pulpo grasiento de la Standard Oil!

¡Ágil leopardo de la Royal Dutch!

 

Barren mil chimeneas con sus crines

blancas, el cielo de Moral. El busto

de la Sirena llama a los delfines.

Y entre tinieblas de mentira y susto

las sinagogas y los sanedrines

condenan por segunda vez al Justo.

 

Hay Pilatos melosos que se lavan las manos

y hay un mundo que roba sin quitarse los guantes.

Desde su tierra hasta otra tierra extraña

finge el oro de España

procesión de luceros emigrantes…

 

(p. 73)

 

Miles de hombres azules sobre la dura roca

de la Pobreza, en miserable lloro

se consumen; y mientras, sin decoro,

tiemblan de incontenida risa loca

sobre mil vientres hartos, las mil cadenas de oro.

 

Cruz, trono, espada; todo se ha perdido.

Sus mil brazos de pulpo ha removido

la Bestia, contra el pueblo loco y ciego,

que osó raptar al blanco dios prohibido

de olores de claves y alma de fuego.

 

Hasta que años después

de madrugada, aquella noble mano

que osó retar al pulpo americano

y a la codicia del leopardo inglés,

se agarrotaba en la alta mesa fría,

de un blanco cementerio…

 

Muerta ya conservaba todavía

un  ademán, de imperio.

 

Y su boca de lirio sonreía…

 

El ya hace tiempo que tenía

abierto el pecho noble para las altas flechas

y los ojos abiertos para la última luz.

¡El ya tenía las espadas hechas

a raptar dioses… y llevar la Cruz!

 

(p. 74)

 

 

CANTO SEGUNDO

EN EL CENTRO

DE LA HISTORIA

 

 

(p. 75)

 

PREPARACIÓN

Y VÍA CRUCIS

DEL HÉROE

I

 

La muerte de José Calvo Sotelo marca el inicio de la Gran batalla. – El Caudillo de ella nace en Galicia, a orillas del Ferrol, donde las hadas le regalan sus mejores dones. – Luego asistimos a su Vía Crucis por tierras africanas, donde se templa y se curte su espíritu.

 

(p. 77)

 

 

Sobre la noble encina derribada

del Protomártir, cien manos en alto:

¡José Calvo Sotelo!

¡Presente!

 

Bajo el suelo estremecido

de España, se oye el trueno de un ancla que se leva.

¡España va otra vez a la Historia!

Y Dios tiene elegido su Piloto.

 

(p. 79)

 

·- ·-· -······-·
José Martín Brocos Fernández.



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