Si en la valoración
de la Revolución Rusa resulta complicado llegar a un mínimo
consenso, resulta menos complicado coincidir en que dicho
acontecimiento constituye uno de los más complejos de la
Historia Contemporánea, dada la rica variedad de episodios y
fenómenos que se desarrollan en el contexto de la misma, de
manera que, para poder hacer una interpretación lo más
profunda y precisa posible, es preciso evitar análisis
simplistas y planos. Dado que el estudio de la formación del
régimen soviético está muy condicionado y
mediatizado por ciertas tendencias historiográficas, puede
resultar interesante atender a fenómenos que se producen
precisamente en el proceso de derrumbamiento del mismo, fenómenos
tales como los nacionalismos: Y es que, si estos tuvieron la fuerza
suficiente como para contribuir a acelerar el final de la URSS, es
porque constituían un movimiento socio-político de
cierta entidad que aflora con el debilitamiento del régimen,
pero que debía existir en estado latente. Así, aparte
de en los países bálticos y caucásicos, en
Ucrania surgirá en los años ochenta un fuerte
movimiento nacionalista cuya configuración será
resultado, en buena medida, de los acontecimientos que se van a
suceder a partir de Febrero de 1917.
La lucha por la
liberación nacional ucraniana
La Revolución
de Febrero de 1917 suscitó grandes esperanzas en las distintas
nacionalidades que formaban parte del Imperio Ruso, algunos de cuyos
representantes estarían presentes en los trabajos del Consejo
Especial instituido por el Gobierno Provisional para preparar las
elecciones a la Asamblea Constituyente. Aunque en muchas regiones del
Imperio se habían constituido Gobiernos Provisionales
nacionales, parece que éstos habían llegado a acuerdos
de federación con Rusia, proyectos que se verían
frustrados por el Golpe de Estado bolchevique de Octubre, - o
noviembre, según el calendario gregoriano -. La acción
golpista de los bolcheviques provocaría tal rechazo y recelo,
que los Gobiernos Provisionales de diversos territorios llegaron a
proclamar la independencia, al considerar que el nuevo Consejo de
Comisarios del Pueblo no era ni legal ni representativo y que no
ofrecía ninguna garantía democrática o
constitucional, sospecha que se vio confirmada cuando pocos días
después, los seguidores de Lenin clausuraban, también
por la fuerza, las sesiones de la Asamblea Constituyente de Obreros y
Campesinos, – dado que el triunfo electoral de los eseristas,
dejaba a los bolcheviques en minoría, 161 diputados de 520, y
por tanto, con escasas posibilidades de ejercer el poder absoluto al
que aspiraban para culminar “su” revolución –.
Así las
cosas, el 9 de noviembre de 1917, es proclamada la República
Nacional Ucraniana, instituyéndose la Rada o Consejo
Nacional Ucraniano, liderado por Volodymir Vinnychenko y el
historiador Hrashesvsky. No obstante, el 9 de febrero de 1918, el
Gobierno nacional ucraniano fue expulsado de Kiev por los
bolcheviques, que proclamaron la República Socialista
Soviética de Ucrania, régimen que apenas duraría
veinte días. Y es que, ante el avance de los ejércitos
de los Imperios Centrales – que habían aprovechado el
desmoronamiento del frente ruso -, los bolcheviques se vieron
obligados a huir, permitiendo a las tropas de la República
Nacional Ucraniana establecerse de nuevo en la capital (el 1 de marzo
de 1918) a fin de dejar bien claro quién representaba la
soberanía nacional1.
El imparable avance
austro-alemán obligaría a los bolcheviques a firmar el
tratado de Brest–Litovsk el 3 de marzo de 1918, por el cual se
establecía la independencia, al menos formal, de Finlandia,
Estonia, Letonia, Lituania, Polonia, Ucrania, Georgia, Armenia y
Azerbaijan, lo cual fue considerado por muchos dirigentes
bolcheviques como una catástrofe y una indignidad: No sólo
se revela en esta actitud un interés internacionalista, de
expansión de la Revolución, sino un cierto tono
irredentista y nacionalista. Es por esto que, con la retirada de las
tropas alemanas en diciembre de 1918, los soviéticos lanzaron
una ofensiva general en la que se mezcla de manera confusa y ambigua
la lucha revolucionaria internacionalista y la guerra imperialista
bolchevique.
El 14 de diciembre
de 1918, tras la evacuación alemana, se instauraría un
Directorio que habría de preparar la restauración de la
República Nacional Ucraniana, proyecto que quedaría
frustrado por la nueva invasión del Ejército Rojo a
principios del año 1919. Esta vez, la proclamación de
la II República Socialista Soviética de Ucrania el 5 de
febrero de 1919, supuso la supresión de las cooperativas
agrícolas familiares, el saqueo y requisa de víveres y
una implacable represión. Ante tal situación, las
revueltas contra los brutales invasores bolcheviques no tardaron en
estallar y extenderse por toda Ucrania: Se calcula que en las decenas
de revueltas que sacudieron toda la geografía ucraniana
llegaron a movilizarse centenares de miles de campesinos y
combatientes armados, muchos de ellos, soldados del Ejército
Rojo amotinados.
Líderes
campesinos insurgentes como Grigoryiv o Zeleny, llegaron a reunir,
cada uno, en torno a veinte mil hombres, mientras que la organización
Águilas Negras llegó a formar un ejército de
50.000 hombres. A todos éstos ejércitos, habría
que añadir las tropas de los nacionalistas liderados por
Petliura y las bandas independientes de “verdes”, es
decir, de grupos campesinos no organizados, resueltamente anti–rusas
y anti–bolcheviques, sin olvidar a los volubles ejércitos
de Majnó ni a los ejércitos blancos de Denikin y
Wrangel, fuerzas muy diversas que manifiestan precisamente la
complejidad de los acontecimientos revolucionarios.
Sin embargo, como en
el resto del antiguo Imperio Ruso, las distancias, la naturaleza
agrícola de la mayor parte del Imperio, la falta de
coordinación de las fuerzas anti–bolcheviques y la
división existente entre una oposición apenas
conciliable, contribuirían de manera decisiva al triunfo del
Ejército Rojo. De nuevo, la proclamación, esta vez
definitiva, de la República Socialista Soviética de
Ucrania el 2 de junio de 1920, supondría para los ucranianos
no sólo una brutal represión, sino uno de los más
crueles genocidios padecido por pueblo alguno en el S. XX y que ha
pasado a la Historia con el nombre de Holodomor o Genocidio por
Hambre.
A pesar de la
ocupación y la represión, la lucha por la independencia
de Ucrania no cesó. En 1929 se fundaba en la Galitzia polaca
una de las más importantes ligas nacionalistas ucranianas, la
Organización de los Nacionalistas Ucranianos (ONU) de Andrey
Melnyk y Stepan Banderas, que serviría de base al Ukrainska
Povstanska Armiya o Ejército Insurgente Ucraniano,
ejército guerrillero que habría de resistir a los
soviéticos en los bosques ucranianos hasta la década de
los años cincuenta.
A lo largo de los
años ochenta, el nacionalismo ucraniano que, como en el caso
de los nacionalismos bálticos, se agruparía en Frentes
Populares junto a otras fuerzas de oposición, contribuiría
decisivamente al derrumbe del régimen soviético, y en
los años noventa, será precisamente en la zona
occidental de Ucrania, el bastión del nacionalismo ucraniano,
donde arraigará el llamado “espíritu naranja”
frente a las pervivencias totalitarias y filo-rusas.
Ucrania insurrecta:
Naturaleza de los movimientos insurgentes ucranianos durante la
Guerra Civil.
A tenor de lo visto
hasta ahora, resulta incuestionable que en Ucrania existió, si
no un movimiento, sí un magma anti-bolchevique y nacionalista
que habrá de expresarse no sólo como resistencia
armada, sino también como movimiento político. Sin
embargo, como ya advertimos, en Ucrania no encontramos un movimiento
político claramente definido o constituído, sino
expresiones políticas de muy diversa naturaleza. Así,
atendiendo a los distintos orígenes, planteamientos y
manifestaciones de los personajes y colectivos que protagonizan la
insurrección ucraniana, podemos señalar, al menos,
cinco tipos distintos de expresiones:
a)
Nacional-revolucionaria: sectores provenientes del socialismo
revolucionario y el nacionalismo urbano. b) Social-cristiana:
en la línea del corporativismo cristiano. c)
Tradicional-campesina o pre-contemporánea. d) Anarquista e)
Contra-revolucionaria o inmovilista
En la primera parte
de este artículo, ya planteamos la cuestión de si
podemos hablar realmente de una maniquea guerra revolucionaria o de
una guerra civil rusa o más bien de una serie de entreveradas
luchas de muy diversa naturaleza. Pues bien, centrándonos en
el caso ucraniano, planteamos una nueva cuestión: ¿Estámos
ante una Revolución social tal y como entiende el concepto el
paradigma del materialismo dialéctico o más bien ante
una serie de revoluciones de diversa naturaleza e incluso de algún
caso de movimiento pre-contemporáneo y tradicional de masas?.
Ciertamente, en el
contexto de la Revolución y la Guerra Civil rusa, y en países
como Finlandia o Polonia, podemos advertir la generación de
una guerra de liberación nacional frente al expansionismo
bolchevique, de manera que queda superado el maniqueo y simplista
esquema que reduce estos complejos acontecimientos a una mera lucha
entre contra-revolucionarios-opresores / revolucionarios-oprimidos.
De la misma manera,
podemos detectar en el contexto de estas luchas de liberación
nacional, distintas expresiones que van desde el movimiento
pre-contemporáneo de masas al movimiento
nacional-revolucionario, pero que tienen en común su
hostilidad al bolchevismo por cuanto este atenta contra la identidad
nacional ucraniana y sus formas tradicionales. La naturaleza
eminentemente agrícola de Ucrania y la inexistencia de una
burguesía o una elite intelectual poderosa y abierta al
exterior, habría dificultado la generación de la idea
de nación tal y como se entendía en Europa occidental,
pero eso no implica que no existiera un cierto sentimiento
identitario, aunque fuera más bien en negativo, es decir, más
“anti-“, anti-ruso, anti-polaco, anti-judío, etc.
que “pro-“.
Así, la mayor
parte de la población ucraniana que se moviliza militarmente,
se unirá a movimientos cuyo denominador común es, por
un lado, la defensa del pueblo ucraniano, y por otro lado, la defensa
de un modelo socio–económico tradicional tanto de
organización social, como de producción económica:
Los testimonios y
documentos son, a este respecto, bastante elocuentes:
Debía
dejarse el gobierno al libre arbitrio del pueblo cristiano
campesino”2 es la respuesta que da un campesino
ucraniano a un diplomático inglés durante los sucesos
revolucionarios [2].
Por su parte,
Grigoryiv, uno de los más destacados líderes campesinos
insurgentes, proclamaba “¡ Ucrania para los ucranianos
sin bolcheviques ni judíos!”, mientras que Zeleny,
clamaba, “¡ Viva el poder de las asambleas, abajo los
bolcheviques y los judíos”!. Incluso el anarquista
Majnó, aunque se uniera coyunturalmente a los bolcheviques
para combatir a los inflexibles blancos o a facciones rivales,
presentaba un programa, “a la vez nacional, social y
anarquizante” 3 , presentándose además
como un furibundo anti–judío, como era tradicional en el
campo ucraniano4.
Así, estos
movimientos campesinos se erigen en defensores del pueblo ucraniano
frente a amenazas que parecen ser consideradas como externas,
anti–nacionales, dado que rusos y judíos parecen ser
considerados como sujetos ajenos al pueblo ucraniano, – de
hecho, el bolchevismo parece ser considerado una ideología
rusa, y por tanto extranjera y ajena a los ucranianos –, a la
par que defienden un modelo político y económico que
rechaza tanto el modelo soviético como el modelo liberal
optando por un modelo singular, propio, “nacional”, en el
caso de los nacionalistas, tradicional en el caso de los campesinos,
o neo-tradicional, en el caso de los líderes cristianos
jóvenes, pero nunca bolchevique.
Quizás entre
los sectores más urbanos o los socialistas más
influídos por el pensamiento occidental, pudieron generarse
esquemas nacionalistas, pero este no es, en este confuso período
que va de 1917 a 1922, sino una corriente más dentro del
poliédrico y descoordinado movimiento insurgente. Así,
más que de movimiento nacionalista popular, en Ucrania se
puede hablar de conglomerado popular con identidad nacional que se
manifiesta de muy diversas maneras, desde un peculiar anarquismo
identitario, hasta un nacionalismo revolucionario, pasando por un
corporativismo cristiano y un movimiento pre-contemporáneo de
masas, este último espontáneo, no organizado y con
concepciones tradicionalistas en la línea de los cristeros
mejicanos, así como con rasgos similares a los que encontramos
en fenómenos como la Grande Peur de la Revolución
Francesa o las auto–defensas campesinas de Perú de los
años ochenta organizadas frente a Sendero Luminoso.
Por su parte, es
interesante mencionar la existencia de un fuerte modelo
cooperativista agrícola de base familiar e inspiración
cristiana, promocionado y sostenido, fundamentalmente, según
Orlando Figes, por campesinos jóvenes educados en las escuelas
parroquiales, justo en el momento en el que se está definiendo
de manera cada vez más clara el modelo corporativo cristiano
basado, precisamente, en una idealizada Edad Media, en un modelo
pre-industrial y tradicional, con el que conectaría ese
movimiento pre-contemporáneo de masas que representan, por
ejemplo, las bandas de verdes, una convergencia de concepciones que
contribuiría a hacer de dicho modelo cooperativista y
familiar, el modelo socio-económico más popular entre
los ucranianos y contra el que, precisamente por ello, los
bolcheviques arremeterían de manera tan brutal.·- ·-· -······-·
Jorge Martín Notas
[1] En ese
contexto, surge el proyecto de instaurar al archiduque Wilhelm como
rey de una Ucrania independiente, que sirviese de estado satélite
de los imperios. Veáse Orella, Jose Luis El Archiduque Wilhelm
Von Habsburg, Rey sin Corona de Ucrania Arbil nº 86
[2] p. 112 Figes,
[3] P. 116 Libro
Negro,
[4] De hecho, sus
ejércitos ácratas protagonizan algunos de los más
espeluznantes ataques a la comunidad judía.
Bibliografía
Carr , E. H. La Revolución Rusa Alianza Editorial Madrid 1981
Chudoba,
Bohdan Rusia y el oriente de Europa Rialp Madrid 1980
Figes, Orlando La
revolución rusa 1891-1924: la tragedia de un pueblo Ed.
Edhasa Barcelona 2000
Orella, Jose Luis El
Archiduque Wilhelm Von Habsburg, Rey sin Corona de Ucrania Arbil
nº 86
Werth, Nicolas
Violencias, terrores y represiones en la Unión Soviética
en Courtois, Stéphane et al. ‘El Libro Negro del
Comunismo’ Espasa Calpe-Planeta Madrid-Barcelona 1998
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