Comencemos primero, precisando
los dos términos claves de mi intervención: Conciencia
humana y ley de Dios a la luz del magisterio
conciliar (GS n 16, n 19, n 50, Concilio Vaticano II). Después me detendré
en el “y” ilativo descubriendo sus paradojas y, finalmente, veremos cómo libertad y Ley, hombre y Dios
desde la concepción cristiana se implican mutuamente y cómo esté es condición de posibilidad de aquel y
percibiremos entre ambos un vínculo
sustancial.
I.- LA CONCIENCIA: Hay distintas
acepciones. Tres son las que nos interesan.
a) Conciencia como autoconciencia
(sentido psicológico), sujeto
(epistemológico), yo (metafísico).
- Es el núcleo más secreto y el sagrario del
hombre, en el que éste se siente a solas con Dios.
- El recinto más íntimo del hombre.
- Dignidad humana (consiste en la obediencia a la
ley divina escrita en su corazón) ..
Conciencia
pues, es sinónimo de yo, interioridad, autoconciencia, sujeto, persona. Conc Vat II mantiene una postura humanista libre de todo reducionismo fisicalista (hombre
máquina), reduccionismo biologicista (hombre-animal).
Las otras dos
acepciones configuran la llamada conciencia moral. A saber:
b) Conciencia como Intelección. Como conocimiento
del bien y el mal (sindéresis) Facultad< a la que compete el juicio sobre lo moralmente bueno en si (dimensión
intelectiva)
“En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una
ley que él no se dicta a sí mismo”.
Es la misma conciencia la que da a conocer esa ley. La conciencia
tiene la capacidad de diferenciar y conocer el bien del mal y
es la conciencia la que ayuda a resolver con acierto los numerosos
problemas morales”. Vemos pues, cómo la conciencia construye y crea normas y en
este sentido hay que hablar de autonomía moral en el hombre.
c) Conciencia como sentimiento
y volición. (hacia el bien)
- En su corazón está escrita la ley
- En los oidos del corazón resuena la ley
- Recinto más intimo del hombre donde se siente a solas con Dios.
- Como volición, la conciencia nos “aparta del ciego capricho y nos somete a las normas objetivas
de la moralidad”. Nos lanza ordenándonos
a la acción: “Haz esto, evita aquello”. La conciencia es despliegue teleológico
hacia algún sitio, es acción.
Las tres acepciones actúan “per modus unius”, en unidad
dimensionada. La conciencia es una, pero dimensionada, Todo yo intelige, siente y
quiere el bien (puede querer el mal pero bajo apariencia de bien (es el
problema del error de la conciencia. Pero es un tema que aquí nos excede).
Todo hombre tiene la capacidad
para inteligir, sentir y querer el bien.
II.- LEY: El Concilio Vaticano II
no dice que:
- Está
en lo más profundo de la conciencia del hombre (su corazón).
- El hombre la descubre,
no se la dicta a sí mismo (es trascendente). (1)
- Está
escrita por Dios (en su corazón).
- Su voz
resuena (en los oídos de su
corazón)
- Su voz le advierte: que debe amar y practicar el
bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello.
- Es voz de Dios que le habla.
- Debe ser obedecida y por ella será juzgado.
- La fidelidad a esta conciencia une a los cristianos
con los demás hombres para buscar la verdad y resolver con acierto los
problemas morales que se presentan al individuo y la sociedad.
- Su cumplimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo
(Mt. 22,37-40 y Gál.
5,14.(*).
- Esa Ley divina es interpretada auténticamente por
el Magisterio de la Iglesia a la luz del Evangelio (GS 50).
- Desoyen el dictamen de su conciencia quienes
voluntariamente pretenden apartar de su corazón a Dios y soslayar las
cuestiones religiosas y, por tanto, no carecen de culpa. (GS 19)
Comentarios:
Esta ley es “voz de Dios que le habla”. Otros no ven más que la
voz del hombre en soledad consigo mismo. Nietzsche dirá que “esta no es la voz
de Dios en el pecho del hombre, sino la voz de alguno hombres en el hombre (Humano, demasiado humano, II, 52).”Tu
conciencia, dira L. Pirandello, significa
precisamente los otros dentro de ti” (Cada
uno a su manera) y, en fin, Freud dirá que el Superyó (trasunto de la conciencia)
constituye la internalización de las normas, reglas y prohibiciones parentales de base puramente inmanente .[]
Sin embargo, como se sabe, la prueba de la existencia de Dios por
la conciencia moral es un lugar común en teología natural y filosofía de la
Religión. Así, por citar a título de ejemplo a otros tres autores contemporáneos: John Henry cardenal Newman
verá detrás de este mandato “la figura de un supremo gobernador o juez, santo,
justo, poderoso, omnisciente, remunerador” (El
asentimiento religioso). Maurice Blondel nos
advierte que “…Si es cierto que las
exigencias de la revelación (cristiana) son fundadas, no puede decirse que en
nosotros estemos completamente en nosotros y de esta impotencia, de esta
insuficiencia, de esta exigencia, preciso es que haya huella en el hombre
puramente hombre y eco en la filosofía más autónoma” (BLONDEL:Lettre , p. 37).
Max Scheler nos dice que “si en el mundo no hubiera otra
cosa de la que pudiéramos sacar la idea de Dios, simplemente el arrepentimiento
podría llamar nuestra atención sobre la existencia de Dios… El arrepentimiento
emite su sentencia de conformidad con una ley que se siente como algo santo,
que nosotros no nos hemos dado y que, pese a ello, está dentro de nuestro
corazón”. “De cada moción parcial de ese
proceso ético brota un movimiento intencional que apunta a una esfera
invisible… traza ante nuestro espíritu… los misteriosos perfiles de un juez
infinito, de una infinita misericordia, de un poder y de una fuente de vida
infinitos” (De lo eterno en el hombre).
Esta Ley es el fundamento de
la moral.
Observemos cómo en Kant la conciencia es sinónimo de voluntad, hay que obrar
conforma al deber y este es el que se ajusta a la ley formal del imperativo categórico. Pero este imperativo incondicionado
y absoluto no viene de más allá del
hombre sino del mismo hombre y se agota en él. Se funda en la sola autonomía humana, no en Dios. Aunque, como sabemos,
Kant seguía necesitando a Dios para vincular virtud y felicidad. Ahora bien,
por qué yo debo en última instancia estar obligado? En
otras palabras, “puede lo humanamente condicionado obligar incondicionalmente? Se pregunta Hans Küng. Y
prosigue: “mantenemos que un hombre sin religión puede llevar una vida
verdaderamente humana y, en este sentido, una vida moral, lo cual no es sino
expresión de la autonomía intramundana del hombre. Pero
una cosa no puede conseguir el hombre sin religión, aún en el caso de que haya
de asumir para sí normas morales absolutas: fundar
la incondicionalidad y universalidad de una obligación ética.
Sigue siendo dudoso por qué he de atenerme incondicionalmente, es decir, en
todo caso y siempre, a determinadas normas, incluso cuando se oponen
frontalmente a mis intereses” (Proyecto
de un a ética mundial P. 73).
Esta intuición la tuvo el
agnóstico Max Horkheimer (1895-1973, filósofo y
sociólogo alemán) cuando afirmaba sin reparo que “todo lo que tiene que ver con
la moral tiene, en definitiva, su origen en la teología, lógicamente; en ningún
caso en fundamentos seculares”. O esta
vez el ateo Sastre que también llega al mismo sitio: “Dostoievski – nos dice-, había
escrito: `Si Dios no existe, todo estaría permitido´.
Este es el punto de partida del existencialismo. En efecto, todo está permitido
si Dios no existe y por consiguiente el hombre está desamparado, porque no
encuentra ni en él, ni fuera de él, una posibilidad de agarrarse” (El existencialismo un es humanismo p. 25)
Esta ley, está en el hombre
(en todo hombre) y éste la descubre, se topa con ella, no se la dicta así mismo.
San Pablo en Rm .
2, 14-15, dice que “cuando los
paganos que no están bajo la ley, cumplen lo que atañe a la ley por
inclinación natural, aunque no tengan ley, se constituyen en ley para sí
mismos. Llevan los preceptos de la ley escritos en su corazón, como lo
atestigua su conciencia…” Es importante el contexto de la cita. Pues el capítulo
dos sigue al anterior que hablaba del conocimiento de Dios por la creación (Rm 1, 19: “lo invisible de Dios… se ha hecho visible …a través de las cosas creadas. Así que no tienen
excusa”). Ahora, Dios se hace conocer por una Ley impresa en la criatura
racional.
¿Cuál es el contenido de esta ley que la razón
humana descubre?
“Que debe amar y practicar el
bien y que debe evitar el mal: haz esto, evita aquello”. Esta verdad es
accesible a todos los seres humanos. Nos une a todos. Puede ser conocida como
tal sin acudir a la revelación y a la fe.
Es más, esta ley, por fundarse en Dios
mismo, quienes desoyen su dictamen y
voluntariamente pretenden apartar de su corazón a Dios y soslayar las
cuestiones religiosas, no carecen de
culpa. (GS 19).
Esta ley, que la conciencia
humana descubre, llega a su cumplimiento en esta otra ley que es culmen y
consumación de aquélla y que sobre pasa la capacidad de discernimiento moral en
el hombre. ¿En que consiste ésta? Consiste en el amor de Dios y del prójimo.
El Concilio remite a Mt.
22,37-40 y Gál. 5,14. Leemos:
Mt
22,37-40: “El le dijo: `amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda
tu alma, con toda tu mente”. Este mandamiento es el principal y primero. El
segundo es semejante a él: “amarás a tu prójimo como a ti mismo´ .
En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los profetas”.
Gál 5, 14: “Porque toda la ley se cumple en una sola frase, que es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Estamos, ya no en el terreno de
la mera razón, sino en el de la fe. La moral de máximos postula la fe. No es lo
mismo creer que Dios existe o que debe ser un Ser bueno bueno (esto es obra de la razón) que amarle (esto
es obra de la fe). O dicho de otra forma,
la misericordia y el amor al prójimo incluido el enemigo va más allá de
la justicia distributiva y de la solidaridad
entre la especie humana (cf Mt 5, 43-48:”…vosotros sed perfectos como vuestro Padre
celestial es perfecto”).
III.- Relación
paradógica entre conciencia y Ley.-
La conciencia en cuanto yo, es capaz de inteligir, sentir y querer el bien y es a la vez, más que el yo. Hemos visto cómo “La conciencia
es comparada con una voz interior en la que Dios mismo se muestra dentro del
hombre. La conciencia es la voz interior en el hombre, que le exige
hacer el bien y evitar el mal”. (YOUCAT 295). Si reflexionamos desde ahí
veremos lo siguiente.
La voz de la conciencia como
intelección, juzga discerniendo
sobre lo moralmente bueno y “resuelve con acierto los problemas morales”. Tiene
capacidad normativa y en este sentido es creadora (pensemos en la positivación de las normas morales y jurídicas de las
instituciones y Estados). Pero a su vez, se ve imperada por un mandato
incondicionado que la trasciende y no se identifica con el mero consenso humano
e incluso puede llegar a cuestionarlo.
La voz de la conciencia como
sentimiento premia sembrando de
gozo y paz liberando del peso de la culpa, o castiga con la pena del remordimiento que condena. También hace que
nos atraigan el sentimiento de los valores y nos hace que repudiemos sus
contrarios. ¿Pero quién es el que nos acusa? ¿Quién nos elimina y destruye la
culpa?
La voz de la conciencia como
volición nos hace ir de un lado para
otro y en cada acto de nuestra vida configura la acción de toda ella como
opción fundamental. Nos sobrecoge el saber que quien ama es capaz de entregar
libremente su vida pudiendo evitarlo. Huye el malvado cuando nadie le persigue.
¿Por qué huye? ¿De dónde procede su temor?,
pregunta Newman. La conciencia se
mueve y a su vez es movida. Vamos y
somos llevados.
“La llamada de la conciencia está
en mi a la vez que llega de más allá de mí”. (Heidegger). La voz o llamada de
la conciencia es mía (y de mi socialización cultural) y a la vez llega de más
allá de mí. Es inmanente y trascendente. La voz es mía en sentido propio y a la
vez no es mía en sentido estricto. Hay un yo y un Otro (un autós y un heterós). Mi yo es más que yo. Cómo entender ese “y”
enigmático y esa relación paradójica entre un yo y un Tú absoluto y Santo?
IV.- Cómo entender la relación
entre este yo finito humano y el Tú absoluto que está presente en todo hombre
(en lo más íntimo de su ser, según el magisterio conciliar). Cómo se
salvaguarda la soberanía de Dios y libertad del hombre ¿Cómo concebir ese vínculo?
Aunque el tema da para mucho.
Permitidme algunos apuntes apenas introductorios para concluir.
El ateísmo moderno percibió este
vínculo como alienante y deshumanizador. O Dios o el hombre. La relación Dios y
hombre aparece en disyunción excluyente, o el uno o el otro, es irreconciliable.
O también en relación condicional: si Dios es, entonces el hombre no puede ser;
para que el hombre exista, Dios no puede existir (ver mi escrito: El Dios inexorable…).
Pero la concepción cristiana del
hombre invierte la relación. Si Dios es, entonces el hombre es. “El hombre sin
Dios se desvanece” dirá el Concilio (GS 36, cf. GS
22). Para el pensamiento bíblico Dios
entra dentro de la definición misma de hombre (imagen de Dios). El hombre no puede
decir no a Dios sin decir no a sí mismo. Pues su sí-mismo, es decir, aquello que paradójicamente es más su yo
intimo, se funda en otro que sin poder disponer de él necesita absolutamente para poder ser
verdaderamente él, para ser verdaderamente hombre; y ese Otro –que repito, es
lo más paradójicamente suyo-, es Dios. Todo ello hace exclamar a Pascal:
“Conoce, pues, hombre soberbio, qué paradoja eres tú mismo…aprended que el
hombre supera infinitamente al hombre”.
Desde la revelación bíblica ya no es posible una moral autónoma absoluta
en el hombre. Pero tampoco una moral exclusivamente heterónoma y extrínseca al
hombre mismo que cual ob-jectum se le
impone desde afuera. Pues, la conciencia finita
del hombre depende absolutamente de una conciencia absoluta e infinita
la cual actúa, como diría Zubiri, no
como realidad-objeto sino como realidad-fundamento en él y, fundándole, le
constituye como hombre.
La teología cristiana debe hacer
ver que esta dependencia del hombre a Dios es la única vía auténticamente
liberadora. (y por lo mismo, humanizadora). Debe hacer
ver al hombre moderno cómo está dependencia, que nos despega de las cosas
penúltimas y nos lanza elevándonos a lo verdaderamente último, es la máxima
libertad en el amor. En otros términos, la respuesta de la teología al ateísmo
en nombre de la libertad del hombre es, pues, de este tenor: “Una mayor unión
con Dios significa una mayor y más plena libertad del hombre”
·- ·-· -······-·
Arsenio Alonso Rodríguez
Comentarios a la Exhortación
Apostólica “Verbum Domini” ( =VD)
àVD nn.
9-12.-
-
Ley natural =”ley
escrita en el corazón” à Creación.
-
Dones del creador: propio
cuerpo, la razón, la libertad y la conciencia (no al dualismo
-
Ley del Evangelio que asume y realiza de modo eminente la ley natural, liberándonos de la
ley del pecado”. Y da a los hombres mediante la gracia, la participación a la vida divina y la capacidad de superar el egoísmo”
-
Ver J. Ratzinger: “El elogio de la conciencia”, p. 28//
***
Visualiza la realidad del aborto: Baja el video Rompe la conspiración de silencio. Difúndelo.
|