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Funeral de don Luigi Giussani: Carta autógrafa de Juan Pablo II

por Joannes Paulus II

Leída por monseñor Stanislaw Rylko, Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, al inicio del funeral (Duomo de Milán, 24 de Febrero de 2005)

1. He recibido con profunda emoción la noticia de la muerte del querido Monseñor Luigi Giussani, sobrevenida al término de un largo período de enfermedad por él aceptada con espíritu de sereno abandono a la voluntad divina y de generosa participación en el misterio de la cruz de Cristo. Su pérdida es motivo de tristeza para sus familiares, para el presbiterio de esta Archidiócesis de Milán, para el Movimiento de Comunión y Liberación nacido de él, y para muchas otras personas que lo han estimado y amado como celoso ministro de Dios. A todos me siento espiritualmente cercano con intenso afecto en este momento de dolorosa separación.

2. He tenido la oportunidad de encontrar en varias ocasiones a Monseñor Luigi Giussani y de admirar su ardiente fe, que se traducía en un testimonio cristiano capaz de suscitar, especialmente entre los jóvenes, una amplia y convencida acogida del mensaje evangélico. Doy gracias al Señor por el don de su vida, entregada sin reservas en la adhesión coherente a la propia vocación sacerdotal, en la escucha constante de las necesidades del hombre contemporáneo y en el valiente servicio a la Iglesia. Su entera actividad apostólica se podría resumir en la invitación, franca y decidida, que supo dirigir a cuantos se le acercaban, a un encuentro personal con Cristo, respuesta plena y definitiva a la espera más profunda del corazón humano.

3. Don Giussani ha propuesto la “compañía” de Cristo a muchísimos jóvenes que, hoy adultos, lo consideran como su “padre” espiritual. Abandonada toda perspectiva de carrera académica, se dedicó a la formación de los estudiantes, necesitados de puntos de referencia y de modelos en los que inspirarse. Su actividad evangelizadora comenzó en los años sesenta, presentando las verdades de la fe con un diálogo abierto e incesante, con una coherente docilidad al magisterio de la Iglesia y sobre todo con un ejemplar testimonio de vida. Así nació el Movimiento de Comunión y Liberación, crecido en el transcurso de los años gracias al ardor apostólico de este ferviente sacerdote ambrosiano, que supo implicar a muchos discípulos en un apasionante itinerario misionero.

Cristo y la Iglesia: aquí está la síntesis de su vida y de su apostolado. Sin separar nunca el uno de la otra, comunicó a su alrededor un amor verdadero por el Señor y por los diversos Papas que conoció personalmente. Manifestó también un gran afecto a su Diócesis y a sus Pastores.

4. Defensor de la razón del hombre, don Giussani fue un profundo conocedor de la literatura y de la música, y supo valorar con honda convicción el arte como camino que conduce al Misterio. Seguido por los miembros del Movimiento por él fundado, difundido ya por muchos países del mundo, escuchado con respeto incluso por personas de credos distintos y de diferentes responsabilidades profesionales, me gusta recordarlo como maestro de humanidad y defensor de la religiosidad inscrita en el corazón de todo ser humano.

5. Mientras elevo fervientes oraciones de sufragio, que confío a la intercesión de la Santa Virgen, por este fiel servidor del Evangelio, pido a Dios que cuantos lo han conocido y encontrado en su camino, experimentando las maravillas que el Señor ha obrado en ellos a través de su testimonio, sigan fielmente sus huellas y mantengan viva su intuición carismática. Pienso en este momento con particular afecto en sus hijos espirituales, congregados en la Fraternidad de Comunión y Liberación y en la Asociación Laical Memores Domini. Que María, dulce Madre del Redentor, vele por todos y cada uno de ellos. Con este auspicio envío de corazón al Cardenal Dionigi Tettamanzi, Arzobispo de Milán, a los Obispos y sacerdotes congregados, así como a cuantos lloran la desaparición del querido Monseñor Giussani y a todos los presentes en las exequias una confortadora Bendición Apostólica.

Del Vaticano, 22 de Febrero de 2005

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Joannes Paulus II

 

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