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Los retos de Occidente: La cultura de la muerte y terrorismo islámico
por
Ángel Expósito Correa
Desmantelar toda una civilización. la occidental, en nombre de ideologías relativistas, tercermundistas, nacionalistas y, en definitiva, social-comunistas (fruto maduro, a su vez, del proceso comenzado en el Renacimiento y proseguido a través de la Reforma protestante, la Revolución francesa, el socialcomunismo y la Revolución cultural del 68, que la doctrina católica contra-revolucionaria denomina Revolución) frente a la agresión del terrorismo islámico y la amenaza que representa la presencia del islam, en todos sus componentes, no encauzada y limitada por un fuerte sentido de identidad cultural y religioso natural y cristiano del mundo occidental, constituye un elemento ulterior del suicidio/homicidio de lo que un tiempo fue la Cristiandad.
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La masacre en
el hospital de Hilla el 28 de febrero ha golpeado exclusivamente iraquíes, para
más inri en su mayoría ex-miembros del partido Ba’th de Sadam Hussein, a su
tiempo epurados y en fila para una visita médica solicitada para reintegrarse
en sus puestos de trabajo. No se trata de un éxito militar – el hospital de
Hilla no constaba entre los objetivos considerados sensibles y no estaba
protegido de forma particular – sino de criminalidad en estado puro, que
demuestra como el terrorismo en Iraq, sin dejar de ser peligroso, esté llegando
a su conclusión y empiece a notar el olor de la derrota.
“En realidad el terrorismo en Iraq ha
comenzado a perder el 30 de enero, el día de las elecciones. El éxito de las
elecciones iraquíes ha sido, tras el 11-S de 2001, la primera derrota seria en
el aspecto propagandístico de Al Qaeda, la cual había asegurado que las habría
impedido. El senador Ted Kennedy, débil campeón de un pacifismo en crisis, ha
arremetido contra Condi Rice afirmando que la ocupación de Iraq ha atraído en
aquel país los terroristas como la miel atrae las moscas. La Rice ha
inmediatamente respuesto que los terroristas han acudido a Iraq, pero la miel
se está revelando más bien en papel mosquicida. Ningún gobierno en los tiempos
que corren puede permitirse jalear estadísticas sobre los muertos asesinados,
ni siquiera cuando se trata de terroristas. Sin embargo las cifras han filtrado.
Han sido asesinados en Iraq quince mil terroristas,
una buena mitad de los cuales extranjeros. Según las estimaciones más serias
después de la guerra en Afganistán el network de Al Qaeda se había reducido a
cerca de veinte mil efectivos. Por tanto, un tercio
de los hombres de Ben Laden ha muerto en Iraq, en gran parte para conseguir un
objetivo – impedir las elecciones – que ha fracasado. Cierto, los terroristas
continuarán a golpear mercados, hospitales y mezquitas y a matar iraquíes –
chiítas pero (como en Hilla) también sunitas – culpables solamente de pasar
por el sitio equivocado cuando la furia ciega del terrorismo decide golpear.
Tratarán de impedir el referéndum sobre la Constitución y las elecciones
políticas definitivas. Pero perderán otros hombres – aunque seguirán reclutando
nuevos, sobre todo en Europa, a la sombra de aquellos jueces permisivos y
obcecados por la ideología de la que Italia ofrece de cuando en cuando ejemplos
desaprobados en todo Occidente.
“La masacre de Hilla no tiene
verdaderamente una lógica: casi parece que el terrorismo esta vez haya atacado
a sus potenciales simpatizantes, masacrando sunitas y ex-bathistas. Si se
quiere encontrar una razón, se puede recordar que Hilla tenía que ser
“castigada” porque aquí la afluencia a las urnas ha sido alta, y – como en
otros lugares – muchos sunitas han demostrado preferir las elecciones, que sin
embargo han dado al país la prevista hegemonía chiíta, a los saltos en la
oscuridad propuestos por los terroristas y por los nostálgicos de Sadam.
“Pero el terrorismo en Iraq está acabado.
Ya no ataca objetivos políticos significativos. Desde
hace meses no tiene capacidad – no obstante las amenazas – de asesinar líderes
iraquíes destacados. Secuestra periodistas y funcionarios de organizaciones
humanitarias, tomándosela con quien está menos protegido y es más indefenso.
Mata transeúntes en los mercados y en los hospitales. Cierto, continúa ocupando
las primeras páginas de los periódicos y a demostrar al menos que existe. Pero
los sondeos otorgan las simpatías de los iraquíes – también sunitas – por esta
cada vez más supuesta «Resistencia» un mínimo histórico. Dentro de poco, los
terroristas de la «Resistencia» iraquí encontrarán el mayor porcentaje de
seguidores no en Iraq sino en cierta izquierda europea» (1).
Por otra parte, para una comprensión lo más
amplia posible de la situación actual de la red terrorista islámica, es
menester preguntarse cuáles son las relaciones existentes entre Ben Laden y
Ansar al Islam de Zarqawi, el grupo más activo – en Iraq como en Europa – de la
red terrorista fundamentalista. Según cuanto emerge del
sumario milanés contra las células italianas de Al Qaeda, en 2003 habría habido
un momento de enfrentamiento entre los dos superterroristas. Por otra parte
llamadas telefónicas interceptadas muestran que los dos terroristas mantienen
una buena relación. La aparente contradicción puede explicarse si tenemos en
cuenta que a principios de 2004 la coordinación entre Ansar al Islam y Al Qaeda
se restablece. Ello se debe a la quizás preocupación de Zarqawi de que lo que
inicialmente era una maniobra de desinformación dirigida a los servicios de
inteligencia occidentales, fuera tomada en serio por una parte de la opinión
pública árabe. Tan es así, que en octubre de 2004 el mismo Zarqawi ha renovado
un formal acto de sumisión a Ben Laden, y en diciembre de 2004 Ben Laden ha
públicamente declarado que Zarqawi es el jefe de Al Qaeda en Iraq. Las llamadas
de la última semana de febrero confirman que no se trata sólo de Iraq y que a
Ansar al Islam Ben Laden ha confiado la tarea de organizar atentados especialmente
impactantes en Occidente, incluidos los Estados Unidos (2).
Del resto, y ello es algo que nos toca muy de
cerca, cuanto más avanza la investigación sobre el 11-M, tanto más emerge clara
y precisa la involucración de Zarqawi. Zarqawi necesita a Osama Ben Laden para
dar a sus operaciones – que utilizan una peonada en gran parte impresentable,
compuesta por cortadores de cabezas, criminales comunes iraquíes y personal
reclutado en parte en Marruecos y en parte en una red de mezquitas radicales
que desde España llega hasta Italia desde su ramo origináriamente iraquí – una
dimensión internacional, y rodearlas de un aire místico que rodea al jeque del
terror.
Pero también Ben Laden necesita a Zarqawi, ya
que se ha demostrado indispensable para tejer alianzas con fuerzas que no
pertenecen al fundamentalismo islámico, desde el régimen de Sadam en Iraq hasta
los actuales nostálgicos de aquél mismo régimen, al terrorismo
nacional-comunista de ETA al ultra-comunista en Italia y Turquía. Los
seguidores históricos de Ben Laden son demasidado dogmáticos y aferrados a una
interpretación rígida del Corán para ser buenos negociadores cuando se trata de
estipular alianzas con infieles cuyo apoyo es fundamental en escenarios como el
iraquí y el europeo. Todo ello ha sido demostrado por un número de pruebas enorme
y articulado – documentos, interceptaciones telefónicas, comunicados – que sólo
la obcecación ideológica y anti-americana de gobiernos, jueces, intelectuales
“progresistas” (y también, de cierto mundo católico), ha podido negar u obviar.
Hay, sin embargo, otra razón política que explica por qué éstos prefieran negar
lo evidente y se obstinen en no querer mirar a la cara la nueva realidad del
terrorismo.
En efecto, otra relación probada por fajos de
documentos es aquélla entre el régimen de Sadam y Zarqawi. Este último no se
encuentra en Iraq desde el momento (ni, como algunos insinúan, a causa) de la
invasión americana, sino que el super-terrorista jordano ha sido armado y
financiado por Sadam para ayudar al dictador en sus operaciones de genocidio y
limpieza étnica contra los curdos nacionalistas y pro-americanos. Todo ello con el objetivo de desastabilizar una zona bajo control
americano y formar un grupo armado clandestino y paralelo al ejército iraquí
que tenía que entrar en acción una vez que el dictador perdiera el poder, como
puntualmente ocurrió. Sin Sadam, que entre otras cosas se empleón para que el
terrorista herido pudiera ser curado en el mejor de sus hospitales, la
organización de Zarqawi – Ansar al Islam – jamás hubiera existido. Si por tanto
Zarqawi y Ansar son parte integrante de Al Qaeda, nos hallamos ante la prueba
decisiva que vincula Sadam al terrorismo. Ante la prueba que Bush, Blair,
Berlusconi y Aznar tenían absolutamente razón cuando insistían en que para
detener a los terroristas había que ir a buscarles a Iraq.
Esta obcecación ideológica y el ocultamiento
de pruebas fehacientes por razones de interés ideológico y partidista, tiene
como consecuencia la incomprensión e indefensión, en buena parte de las
opininiones públicas occidentales (en especial europeas), ante la ofensiva
terrorista global. En efecto, como acertadamente observa Norman Podhoretz,
líder destacado de los neoconservadores norteamericanos, la convicción de Osama
Ben Laden de poder atacar devastadoramente el territorio americano ha madurado
tras haber observado la actitud que las diferentes administraciones de
Washington han mantenido a lo largo de los años tras las agresiones sufridas
por militares o civiles norteamericanos en contextos territoriales diferentes
del americano. Podhoretz ha elencado puntillosamente, a partir de la toma de
rehenes en la embajada estadounidense en Teherán, en 1979, por parte de
«estudiantes» iraníes, la serie increíble de atentados que han tenído como
blancos ciudadanos americanos y que han quedado sin ningún tipo de reacción por
parte del gobierno federal: cuando en Líbano, en 1983, centenares de marines
murieron bajo los escombros de un cuartel como consecuencia de un atentado de
los Hizbolá, la respuesta americana fue la retirada de Beirut; lo mismo ocurrió
en 1993, en Somalia, tras el asesinato de algunos rangers americanos en misión
de paz. Comentaba Ben Laden, en una entrevista publicada en 1998: “Tras haber
abandonado Afganistán, los combatientes musulmanes se dirigieron a Somalia y se
prepararon a una larga batalla, pensando que los americanos eran como los
rusos. Quedaron sorprendidos al ver la baja moral de los soldados americanos y
se dieron finalmente cuenta que el soldado americano era un tigre de papel y
que tras un par de golpes escapaba en retirada”. En Irán, en Líbano, en
Somalia, el terrorismo islámico había tanteado al “enemigo”: el 11-S lo ha
atacado, convencido de poder hacerlo, corononando así su estrategia terrorista
(3).
Considerar que la fuga o el desinterés respecto
de contextos geográficos sea útil para garantizar la inmunidad frente al
terrorismo, ha sido y es contínuamente desmentido por los hechos (baste pensar
en el secuestro de periodistas franceses, y en los atentados planificados en
España, por terroristas islámicos, tras el 14-M). Es
necesario conocer y profundizar en la naturaleza del terrorismo y sus objetivos
para evitar lecturas parciales y confusas. El esfuerzo de
comprensión del fenómeno terrorista debe ser acompañado por la acción y la
persuasión que la guerra contra el terrorismo – auténtica Cuarta Guerra Mundial
(4) – tiene costes materiales y psicológicos inevitables.
Desmantelar, pues, a toda una civilización (la
occidental) en nombre de ideologías relativistas, tercermundistas,
nacionalistas y, en definitiva, social-comunistas (fruto maduro, a su vez, del
proceso comenzado en el Renacimiento y proseguido a través de la Reforma
protestante, la Revolución francesa, el socialcomunismo y la Revolución
cultural del 68, que la doctrina católica contra-revolucionaria denomina Revolución)
frente a la agresión del terrorismo islámico; y la amenaza que representa la
presencia del islam, en todos sus componentes, no encauzada y limitada por un
fuerte sentido de identidad cultural y religioso natural y cristiano del mundo
occidental, constituye un elemento ulterior del suicidio/homicidio de lo que un
tiempo fue la Cristiandad.
Manifestación concreta y profunda del
enfrentamiento que va vislumbrándose en el mundo occidental entre una
civilización del amor y de la vida y una civilización de la muerte (el
suicidio/homicidio al que aludíamos con anterioridad) la hemos tenido en ésta,
por muchos aspectos, peculiar Semana Santa. Por una parte, el asesinato
inhumano cometido por unos jueces inícuos contra aquélla espléndida criatura
del Señor, y hermana nuestra, Terry Schiavo; por otra, la inmensa enseñanza del
valor de la vida y del significado redentor de la Cruz de Cristo que nos ha
dejado el ya difunto, y muy llorado, Juan Pablo II. Y es
precisamente ahí, en ésta a todas luces inevitable «guerra de las dos
Ciudades”, que se va a jugar el destino de nuestra civilización.
Si somos capaces de usar bien de nuestra
libertad y de tomarnos en serio y asumir la responsabilidad que ha significado
el Magisterio de Juan Pablo II para
la restauración (mediante la profundización y desarrollo) de la santa doctrina
y para la nueva evangelización, nuestra civilización tendrá esperanza y
sabremos afrontar con espíritu fuerte, unido y victorioso la Cuarta Guerra
Mundial. Todo ello, como comenta Alfredo Mantovano en el
libro mencionado, conscientes que la luminosidad atenuada entre la noche y el
día no coincide necesariamente con el ocaso del sol; también puede coincidir
con el momento de su salida: hemos de recuperar la conciencia humana e
histórica de nuestros sabios antepasados cuando, antes los estertores del
imperio romano, trabajaban intensamente sin ansias de resultados, y sin que
nadie les mostrara en una bola de cristal que el mundo que estaba a sus
espaldas estaba muerto, y que lo que estaban haciendo era más bien un inicio
que un final. Debemos darnos por satisfechos si nos
entregamos alma y cuerpo a la reconquista de una civilización natural y
cristiana, sabedores que luchar es ganar. ·- ·-· -···
···-·
Ángel Expósito Correa
1) http://www.cesnur.org/2005/mi_03_01.htm
2) http://www.cesnur.org/2005/mi_03_03.htm
3) Alfredo Mantovano, Ritorno all’ Occidente, Spirali
4) http://www.arbil.org/(80)expo.htm
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