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La mujer en Arnobio de Sicca
por
Martín Ibarra Benlloch
Arnobio critica acerbamente el antropomorfismo de los dioses paganos, cuyas historias sí considera que son fábulas. Y dirige su crítica en la línea que, tanto los judíos como algunos filósofos griegos habían realizado: es absurdo que la divinidad tenga sexo.
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San Jerónimo -en el siglo IV- nos
dice que Arnobio nació en la ciudad de Sicca, en la provincia de África, donde
enseñaba como retor .
El testimonio que vio en los mártires de la Gran Persecución le removió y hará
que se haga catecúmeno. Como tal escribe su obra Contra los gentiles,
con más buena intención que doctrina. Es algo desigual y no gozó de gran
aprecio en el siglo IV. Tampoco cabe esperar mucho más de un escrito de un
catecúmeno en un momento de persecución. Parece que murió en los primeros años
de la paz de la Iglesia. Lactancio, también africano, será discípulo suyo.
Arnobio pretende en su obra
responder a los diversos libros anticristianos que desarrollaban
preferentemente dos temas: el ateísmo y la antropolatría. Lo hace afirmando
algo que para él es fundamental: la salvación del alma, asunto clave para otros
muchos escritores cristianos .
La diferencia quizá resida en el tono polémico, propio del género escogido, que
le impide una exposición serena y completa de la doctrina cristiana: no lo
pretende.
En este tono polémico, abundan
las descalificaciones, destinadas a mostrar lo endebles que son los postulados
de los paganos. Arnobio pretende humillar la soberbia humana y no escatima medios
para ello. No se detiene en distinguir al varón de la mujer: el hombre es todo
debilidad y engaño, un animal ciego y soberbio. Pero este tipo de epítetos los
encontramos en la literatura griega, así como en numerosos pasajes bíblicos .
Pero este mismo hombre cargado de miserias que aparece también en san Pablo,
será un hombre nuevo regenerado en Cristo, ya que allí donde abundó el pecado
sobreabundó la gracia .
Únicamente trataremos unos
aspectos concretos: los relacionados con el matrimonio cristiano, con la
debilidad humana, las fábulas judaicas y los cuentos de vieja.
Las fábulas judaicas
Algunos paganos acusaban a los
cristianos de antropomorfismo, algo que podía tener un fundamento aparente si
leemos el Antiguo Testamento. Arnobio se distancia en primer lugar de los
judíos, rechazando lo que él llama “fábulas saduceas”. Pero, ¿qué entiende
Arnobio por estas fábulas?
Porque Arnobio critica
acerbamente el antropomorfismo de los dioses paganos, cuyas historias sí
considera que son fábulas. Y dirige su crítica en la línea que, tanto los
judíos como algunos filósofos griegos habían realizado: es absurdo que la
divinidad tenga sexo. Algunos responden que el Dios de los cristianos es
sexuado; Arnobio, como buen retor, contesta que no es así. Si se designa a Dios
utilizando el género masculino, ello no implica que tenga sexo; sólo lo tiene
la palabra empleada por nosotros para designarlo .
Por el contrario, los romanos sí creen en que la divinidad es sexuada, y así la
representan en sus esculturas, y guardan éstas en sus casas y templos. Los
cristianos, añade al final de esta argumentación, nada tienen que ver con estas
fábulas judías y de la secta de los saduceos, que pueden atribuir cierta forma
a la deidad .
A nosotros todo esto nos puede
parecer muy abstruso. Pero hemos de tener en cuenta los modelos educativos de
la época. La educación era oral y dependía en gran manera de los hogares. No
todos tenían la suerte de ir a la escuela y, desde luego, las niñas eran las
primeras en abandonarla, en líneas generales. Y los niños escuchaban toda clase
de fábulas en sus casas. Ya Platón, uno de los mayores filósofos de la
antigüedad decía indignado: “¡Qué! ¿No sabes que lo primero que se hace con los
niños es contarles fábulas, que aun cuando se encuentre en ellas a veces algo
de verdadero, no son ordinariamente más que un tejido de mentiras? Con ellas se
entretiene a los niños hasta que se les envía al gimnasio”. Esta cita la recoge
Eusebio de Cesarea, contemporáneo de Arnobio, que ve en Platón al representante
señero de la cultura griega y se esfuerza en establecer paralelos entre su
figura y los “hebreos”. Después de esta cita, Eusebio comenta que entre los
hebreos se hace de forma parecida, transmitiendo a los jóvenes los relatos de
la Sagrada Escritura “como si se tratara de fábulas” .
Con posterioridad se les enseña de una manera más profunda por los rabinos todo
lo concerniente a las Escrituras, pero esto es algo reducido a una minoría de
la población.
Esta primera enseñanza a los
niños la realizan las madres y las nodrizas, “por medio como de fábulas”.
Obviamente, Eusebio no piensa que lo que aparece en el Antiguo Testamento sean
fábulas o algo comparable a las mentiras de las que habla Platón en alusión a
los poetas, sobre todo a Homero y Hesíodo. Piensa, sin embargo, en unas maneras
de contar adecuadas para la infancia, sobre todo por parte de las madres. De
ahí el “como”, que marca la diferencia esencial respecto de los relatos
paganos, que para él -y Arnobio- son simplemente fábulas.
Con esto entendemos mejor el
pasaje de Arnobio. Las fábulas saduceas o judaicas, referidas a la educación
por parte de las madres y nodrizas de los niños, enlazan perfectamente con otro
asunto que aparece mencionado por Arnobio, los cuentos de viejas. Y lo traemos
a colación por la razón principal: los paganos se referirán a la fe cristiana
en la resurrección como “cuentos de viejas”, y así con otros elementos
capitales. Los cristianos se defienden y reaccionan de manera análoga,
calificando las historias sobre los dioses -y los dioses mismos- como un cuento
de vieja, inventado para entretener a los pequeños y pasar más agradablemente
el rato.
Cuentos de viejas
Arnobio, al hablar de los mitos
paganos, intenta desautorizarlos. Por ello se refiere a ellos de la siguiente
manera: “Considera, cuando lees tales mitos, si no te parece estar oyendo a las
jóvenes en el telar haciendo llevadero sus tediosas horas de trabajo, o a las
viejas que buscan diversiones para niños crédulos y exponen esta multitud de
fábulas bajo apariencia cierta de verdad” .
Ha explicado anteriormente el origen de los mitos, citando las críticas de
Platón a los poetas, sobre todo a Homero y Hesíodo. No se olvide que ambos
fueron los educadores de Grecia, y que los niños aprendían a leer y escribir
con estos dos autores, con lo que su descalificación por Platón -después por
Arnobio- resultaba muy importante.
Su autoridad era decisiva. Pero
también lo fue la de Platón en los medios intelectuales, ora paganos, ora
cristianos. De ahí que cuando Platón censure acremente el narrar historias de
discordias y crímenes, escribe a continuación que sería bueno persuadir a los
ancianos y ancianas de abstenerse de contar esas historias a los jóvenes .
En el fondo se trata de idéntico planteamiento en Arnobio. Nos encontramos,
además, con algo que además de ser un tópico literario, tenía un indudable
fundamento de verdad: los viejos y las viejas eran los transmisores de muchos
elementos de cultura. Muchos autores, bien paganos, bien cristianos, increparon
al adversario descalificándolo sosteniendo que sus doctrinas no pasaban de ser
unos cuentos de viejas. Así lo hace el pagano Cecilio, que echa en cara a su
amigo Octavio que crea en la resurrección, algo que para él no es más que un
cuento de viejas. Se fecha a finales del siglo II. Otro pagano, Celso, hará el
mismo reproche .
Ya en el siglo III, el pagano
Porfirio hace referencias peyorativas hacia las viejas, aunque no de manera
especial, ya que para él todas las mujeres cristianas le parecen despreciables.
Se indigna por el escándalo que supone el que, en su día, mujeres de elevada
posición social prescindan de sus bienes cuando se convierten al Cristianismo.
Esta actitud, que no la comprende, la censura también desde los inicios. Según
él, el Cristianismo es irracional, y sólo convence a las mujeres y niños. A la
gente inteligente y cultivada no se le ocurre hacerse cristianos .
Esta postura, además de falsa e injusta con el Cristianismo, lo es también para
con las mujeres, hacia las que se advierte una desconsideración casi absoluta.
En el fondo de su antropología, Porfirio estima que el varón equivale a la
inteligencia, mientras que la mujer lo es a los sentidos, con lo que se
comprende perfectamente que las mujeres, por su debilidad, sucumban ante esta
nueva religión. Sin embargo, su testimonio nos resulta de gran interés, ya que
evidencia una cosa que Porfirio ha constatado en la vida de estas mujeres a las
que tanto desprecia: el Cristianismo no es una filosofía que se conoce, sino
una religión que se vive y hace que la vida cambie.
Por ello, el pasaje de Arnobio
que descalifica a los mitos paganos resulta tan interesante. La mitología, toda
mitología, encierra un fondo de verdad, aunque no tiene un fundamento real. Los
dioses son un invento de los hombres -según él-, transmitido después de forma
mecánica. Las mitologías no son mucho más que aquellos cuentos de vieja que
buscan entretener a los niños crédulos sin capacidad de discernimiento.
Las fábulas son un medio
didáctico, propio de los primeros años de aprendizaje, en que los niños están
junto a su madre y otras mujeres que trabajan hilando la lana o en diversas
faenas del hogar. Las mitologías, que dejaron de entenderse muy pronto y que
siempre tuvieron una corriente de pensamiento opuesto a ellas en Grecia, serán
consideradas como un mero método educativo y de entretenimiento de los niños.
Pero de ninguna manera serán una realidad, ni responderán a un sentido
alegórico, como afirmó primero Cicerón y después repitió Arnobio .
El matrimonio
Arnobio realiza numerosas
alusiones al matrimonio. La mayoría para censurar los abusos que con él cometen
los paganos. Así, denuncia el comportamiento incestuoso de Júpiter, que será
imitado por otros .
O cuando habla de la madre de familias -mater familias- lo hace en
relación a la diosa Venus, esposa de un troyano y meretriz; las violencias de
Júpiter cometidas contra ellas o la costumbre de las madres de coser en los
atrios .
Lo mismo sucede cuando se refiere a las matronas, también en alusión a las
violencias cometidas con las mujeres, en este caso en relación al rapto de las
sabinas.
Las alusiones que más nos
interesan son las que indican la fidelidad de los esposos en el matrimonio, en
diversos pasajes .
Esto, que no era exclusiva de los cristianos, sí lo era por la adecuación de la
teoría y, en general, de la práctica. No existía como entre los paganos una
posible justificación de la infidelidad del varón. Otra alusión, muy breve, se
refiere a que los esposos cristianos prefieren ser crucificados, ver roto su
matrimonio, quedar desheredados de sus padres, antes que apostatar de su fe
cristiana .
Esto es un ejemplo de cómo valoraban su fe y su salvación, y que para
defenderla eran capaces de las mayores privaciones. No quiere decir, por
supuesto, que opten por el divorcio. En todo caso por la separación, que puede
recomendarse si la parte infiel no tolera y obliga a la apostasía. Esto era
particularmente dramático en el caso de las mujeres cristianas casadas con
parte infiel. También los hijos han de preferir quedar privados de todo con tal
de salvaguardar su fe.
Seguramente el comportamiento
heroico de muchos cristianos le debió de impresionar y precipitar su
conversión, como ocurrió al propio Lactancio en la ciudad de Nicomedia.
Por último, una expresión
preciosa, casi única, se refiere a que las relaciones familiares se han de
basar en el amor: familiarum caritates. La expresión y la idea son
netamente cristianas y, desde luego, chocan con la mentalidad romana.
La debilidad
Hay diversos conceptos que se
pueden traducir por debilidad. Así, la palabra latina infirmus, que en
Arnobio caracteriza la debilidad del ser humano, varón y mujer. Lo mismo sucede
en la obra de su discípulo Lactancio, Sobre la obra de Dios, opúsculo
dedicado al hombre. No hay nada en Arnobio o en Lactancio, que atribuya
particularmente esta debilidad a las mujeres.
En Lactancio, sí aparece en su
otra obra Las Instituciones Divinas. La primera se plantea en plena
polémica contra los dioses paganos, concretamente contra Júpiter, que sucumbe
ante las mujeres: a la debilidad de las mujeres se corresponde la debilidad de
Júpiter, que por tanto no es un dios, sino un hombre con pasiones que
posteriormente ha sido divinizado por algunos. La segunda alusión es la crítica
que dirigen los paganos al Cristianismo, al que acusan de ser una religión
estúpida y loca, digna solo de mujeres, niños o zapateros. Lactancio responde
de manera retórica: si no dan crédito a las mujeres, al menos que lo den a los
varones; y si no confian en los niños y jóvenes, al menos que lo hagan en los
adultos .
Por tanto, no se manifiesta su postura, sino la de sus adversarios. El tercer
ejemplo es el que pone de relieve la valentía de los cristianos cuando sufren
martirio. Lactancio llama la atención sobre lo orgullosos que están los romanos
con Mucio o Régulo; entre ellos, sin embargo, el valor de las mujeres o de los
niños es muy superior: “Entre nosotros, sin embargo, el sexo débil y la edad
frágil aguantan torturas y quemaduras en todo su cuerpo, no por necesidad, ya
que lo pueden evitar si quieren, sino por su propia voluntad, porque confían en
Dios” .
Ha contrapuesto el mayor ejemplo de valor entre los romanos con el teórico
menor de los cristianos. La valoración de la mujer no es, sin embargo,
negativa, ya que aparece como ejemplo de fortaleza. De fondo, pretende
demostrar que la auténtica virtud se da sólo con plenitud entre los cristianos.
La otra palabra es la de imbecillitas,
también traducible por debilidad. Es la debilidad propia del hombre al nacer,
siendo el más frágil de todos los animales. Es la razón lo que le hará superior
a todos ellos. Tanto en Arnobio como en su discípulo Lactancio, las alusiones a
la debilidad se refieren siempre al ser humano, en cuanto varón y mujer. La
debilidad -imbecillitas- no caracteriza, por tanto, de manera específica
a la mujer.
Por el contrario, varones son
calificados como blandos, mollis, tanto por Arnobio como por Lactancio.
Así Júpiter, o el dios Liber, o los actores en sus representaciones .
En conjunto, podemos decir
que Arnobio utiliza el lenguaje de su tiempo y no resulta original. Debido a su
contenido e intención polémica, la mayor parte de las alusiones que hace a la
mujer o a lo femenino están en relación con la mitología, para desautorizar a
los dioses y las costumbres licenciosas paganas. Sin embargo, no encontramos en
sus páginas una exposición abierta sobre la mujer cristiana. Tampoco en la
utilización de palabras. No cita nunca a las vírgenes consagradas, al orden de
las viudas, etc.
El ser humano aparece
caracterizado por su debilidad. Lo es en cuanto niño, susceptible de enfermedad
o muerte. Pero no por ser mujer. El tópico del “sexo débil”, conocido y citado,
parece no estar asumido por Arnobio, ni tampoco por Lactancio. Lo que no quiere
decir que, dentro de la sociedad conyugal, cada uno de los cónyuges tenga un
papel diferenciado. Pero eso es algo accidental, ya que la igualdad que les une
es más profunda, ontológica, creatural, bautismal y de virtudes.
Una valoración
Muy poco es lo que Arnobio nos
cuenta sobre la mujer y sobre la mujer cristiana. La mayor parte de las
alusiones a la mujer están en relación con las mitologías o las violencias que
los dioses cometen con las mujeres. La mayor parte de las citas son lugares
comunes. Así la de las mujeres trabajando en el telar, con los niños, o los
cuentos de vieja.
Las alusiones a las relaciones
familiares, basadas en el amor, resultan tan escuetas como interesantes. Lo
mismo que la fidelidad de los esposos cristianos, o el aprecio que han de tener
por su fe, que les ha de llevar a preferir el martirio o la separación antes
que la apostasía. Evidentemente, quedó impresionado por el comportamiento de
muchos mártires.
En su escrito apologético,
Arnobio ataca la soberbia humana, con la finalidad de que el hombre se vuelva
hacia Dios. Por ello su escrito es algo antiantropocentrista. Pero no
encontramos una crítica de la mujer, sino del ser humano. El hombre, en cuanto
varón y mujer, es para él una criatura débil y necesitada. Aunque los nivele
por un plano negativo, no deja de ser algo digno de ser tenido en cuenta: otros
escritores fustigarán no solo al hombre en su totalidad, sino de forma
particular a la mujer, contemplada como irracional, débil y sensible. Mientras
nos presentan al varón como exponente de la racionalidad, la fortaleza o la
templanza. Planteamientos que Arnobio no utilizó.
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