Arbil cede expresamente el permiso de reproducción bajo premisas de buena fe y buen fin
Para volver a la Revista Arbil nº 91
Para volver a la tabla de información de contenido del nº 91


texto de banner

La mujer en Arnobio de Sicca

por Martín Ibarra Benlloch

Arnobio critica acerbamente el antropomorfismo de los dioses paganos, cuyas historias sí considera que son fábulas. Y dirige su crítica en la línea que, tanto los judíos como algunos filósofos griegos habían realizado: es absurdo que la divinidad tenga sexo.

San Jerónimo -en el siglo IV- nos dice que Arnobio nació en la ciudad de Sicca, en la provincia de África, donde enseñaba como retor [1]. El testimonio que vio en los mártires de la Gran Persecución le removió y hará que se haga catecúmeno. Como tal escribe su obra Contra los gentiles, con más buena intención que doctrina. Es algo desigual y no gozó de gran aprecio en el siglo IV. Tampoco cabe esperar mucho más de un escrito de un catecúmeno en un momento de persecución. Parece que murió en los primeros años de la paz de la Iglesia. Lactancio, también africano, será discípulo suyo.

Arnobio pretende en su obra responder a los diversos libros anticristianos que desarrollaban preferentemente dos temas: el ateísmo y la antropolatría. Lo hace afirmando algo que para él es fundamental: la salvación del alma, asunto clave para otros muchos escritores cristianos [2]. La diferencia quizá resida en el tono polémico, propio del género escogido, que le impide una exposición serena y completa de la doctrina cristiana: no lo pretende.

En este tono polémico, abundan las descalificaciones, destinadas a mostrar lo endebles que son los postulados de los paganos. Arnobio pretende humillar la soberbia humana y no escatima medios para ello. No se detiene en distinguir al varón de la mujer: el hombre es todo debilidad y engaño, un animal ciego y soberbio. Pero este tipo de epítetos los encontramos en la literatura griega, así como en numerosos pasajes bíblicos [3]. Pero este mismo hombre cargado de miserias que aparece también en san Pablo, será un hombre nuevo regenerado en Cristo, ya que allí donde abundó el pecado sobreabundó la gracia [4].

Únicamente trataremos unos aspectos concretos: los relacionados con el matrimonio cristiano, con la debilidad humana, las fábulas judaicas y los cuentos de vieja.

Las fábulas judaicas

Algunos paganos acusaban a los cristianos de antropomorfismo, algo que podía tener un fundamento aparente si leemos el Antiguo Testamento. Arnobio se distancia en primer lugar de los judíos, rechazando lo que él llama “fábulas saduceas”. Pero, ¿qué entiende Arnobio por estas fábulas?

Porque Arnobio critica acerbamente el antropomorfismo de los dioses paganos, cuyas historias sí considera que son fábulas. Y dirige su crítica en la línea que, tanto los judíos como algunos filósofos griegos habían realizado: es absurdo que la divinidad tenga sexo. Algunos responden que el Dios de los cristianos es sexuado; Arnobio, como buen retor, contesta que no es así. Si se designa a Dios utilizando el género masculino, ello no implica que tenga sexo; sólo lo tiene la palabra empleada por nosotros para designarlo [5]. Por el contrario, los romanos sí creen en que la divinidad es sexuada, y así la representan en sus esculturas, y guardan éstas en sus casas y templos. Los cristianos, añade al final de esta argumentación, nada tienen que ver con estas fábulas judías y de la secta de los saduceos, que pueden atribuir cierta forma a la deidad [6].

A nosotros todo esto nos puede parecer muy abstruso. Pero hemos de tener en cuenta los modelos educativos de la época. La educación era oral y dependía en gran manera de los hogares. No todos tenían la suerte de ir a la escuela y, desde luego, las niñas eran las primeras en abandonarla, en líneas generales. Y los niños escuchaban toda clase de fábulas en sus casas. Ya Platón, uno de los mayores filósofos de la antigüedad decía indignado: “¡Qué! ¿No sabes que lo primero que se hace con los niños es contarles fábulas, que aun cuando se encuentre en ellas a veces algo de verdadero, no son ordinariamente más que un tejido de mentiras? Con ellas se entretiene a los niños hasta que se les envía al gimnasio”. Esta cita la recoge Eusebio de Cesarea, contemporáneo de Arnobio, que ve en Platón al representante señero de la cultura griega y se esfuerza en establecer paralelos entre su figura y los “hebreos”. Después de esta cita, Eusebio comenta que entre los hebreos se hace de forma parecida, transmitiendo a los jóvenes los relatos de la Sagrada Escritura “como si se tratara de fábulas” [7]. Con posterioridad se les enseña de una manera más profunda por los rabinos todo lo concerniente a las Escrituras, pero esto es algo reducido a una minoría de la población.

Esta primera enseñanza a los niños la realizan las madres y las nodrizas, “por medio como de fábulas”. Obviamente, Eusebio no piensa que lo que aparece en el Antiguo Testamento sean fábulas o algo comparable a las mentiras de las que habla Platón en alusión a los poetas, sobre todo a Homero y Hesíodo. Piensa, sin embargo, en unas maneras de contar adecuadas para la infancia, sobre todo por parte de las madres. De ahí el “como”, que marca la diferencia esencial respecto de los relatos paganos, que para él -y Arnobio- son simplemente fábulas.

Con esto entendemos mejor el pasaje de Arnobio. Las fábulas saduceas o judaicas, referidas a la educación por parte de las madres y nodrizas de los niños, enlazan perfectamente con otro asunto que aparece mencionado por Arnobio, los cuentos de viejas. Y lo traemos a colación por la razón principal: los paganos se referirán a la fe cristiana en la resurrección como “cuentos de viejas”, y así con otros elementos capitales. Los cristianos se defienden y reaccionan de manera análoga, calificando las historias sobre los dioses -y los dioses mismos- como un cuento de vieja, inventado para entretener a los pequeños y pasar más agradablemente el rato.

Cuentos de viejas

Arnobio, al hablar de los mitos paganos, intenta desautorizarlos. Por ello se refiere a ellos de la siguiente manera: “Considera, cuando lees tales mitos, si no te parece estar oyendo a las jóvenes en el telar haciendo llevadero sus tediosas horas de trabajo, o a las viejas que buscan diversiones para niños crédulos y exponen esta multitud de fábulas bajo apariencia cierta de verdad” [8]. Ha explicado anteriormente el origen de los mitos, citando las críticas de Platón a los poetas, sobre todo a Homero y Hesíodo. No se olvide que ambos fueron los educadores de Grecia, y que los niños aprendían a leer y escribir con estos dos autores, con lo que su descalificación por Platón -después por Arnobio- resultaba muy importante.

Su autoridad era decisiva. Pero también lo fue la de Platón en los medios intelectuales, ora paganos, ora cristianos. De ahí que cuando Platón censure acremente el narrar historias de discordias y crímenes, escribe a continuación que sería bueno persuadir a los ancianos y ancianas de abstenerse de contar esas historias a los jóvenes [9]. En el fondo se trata de idéntico planteamiento en Arnobio. Nos encontramos, además, con algo que además de ser un tópico literario, tenía un indudable fundamento de verdad: los viejos y las viejas eran los transmisores de muchos elementos de cultura. Muchos autores, bien paganos, bien cristianos, increparon al adversario descalificándolo sosteniendo que sus doctrinas no pasaban de ser unos cuentos de viejas. Así lo hace el pagano Cecilio, que echa en cara a su amigo Octavio que crea en la resurrección, algo que para él no es más que un cuento de viejas. Se fecha a finales del siglo II. Otro pagano, Celso, hará el mismo reproche [10].

Ya en el siglo III, el pagano Porfirio hace referencias peyorativas hacia las viejas, aunque no de manera especial, ya que para él todas las mujeres cristianas le parecen despreciables. Se indigna por el escándalo que supone el que, en su día, mujeres de elevada posición social prescindan de sus bienes cuando se convierten al Cristianismo. Esta actitud, que no la comprende, la censura también desde los inicios. Según él, el Cristianismo es irracional, y sólo convence a las mujeres y niños. A la gente inteligente y cultivada no se le ocurre hacerse cristianos [11]. Esta postura, además de falsa e injusta con el Cristianismo, lo es también para con las mujeres, hacia las que se advierte una desconsideración casi absoluta. En el fondo de su antropología, Porfirio estima que el varón equivale a la inteligencia, mientras que la mujer lo es a los sentidos, con lo que se comprende perfectamente que las mujeres, por su debilidad, sucumban ante esta nueva religión. Sin embargo, su testimonio nos resulta de gran interés, ya que evidencia una cosa que Porfirio ha constatado en la vida de estas mujeres a las que tanto desprecia: el Cristianismo no es una filosofía que se conoce, sino una religión que se vive y hace que la vida cambie.

Por ello, el pasaje de Arnobio que descalifica a los mitos paganos resulta tan interesante. La mitología, toda mitología, encierra un fondo de verdad, aunque no tiene un fundamento real. Los dioses son un invento de los hombres -según él-, transmitido después de forma mecánica. Las mitologías no son mucho más que aquellos cuentos de vieja que buscan entretener a los niños crédulos sin capacidad de discernimiento.

Las fábulas son un medio didáctico, propio de los primeros años de aprendizaje, en que los niños están junto a su madre y otras mujeres que trabajan hilando la lana o en diversas faenas del hogar. Las mitologías, que dejaron de entenderse muy pronto y que siempre tuvieron una corriente de pensamiento opuesto a ellas en Grecia, serán consideradas como un mero método educativo y de entretenimiento de los niños. Pero de ninguna manera serán una realidad, ni responderán a un sentido alegórico, como afirmó primero Cicerón y después repitió Arnobio [12].

El matrimonio

Arnobio realiza numerosas alusiones al matrimonio. La mayoría para censurar los abusos que con él cometen los paganos. Así, denuncia el comportamiento incestuoso de Júpiter, que será imitado por otros [13]. O cuando habla de la madre de familias -mater familias- lo hace en relación a la diosa Venus, esposa de un troyano y meretriz; las violencias de Júpiter cometidas contra ellas o la costumbre de las madres de coser en los atrios [14]. Lo mismo sucede cuando se refiere a las matronas, también en alusión a las violencias cometidas con las mujeres, en este caso en relación al rapto de las sabinas.

Las  alusiones que más nos interesan son las que indican la fidelidad de los esposos en el matrimonio, en diversos pasajes [15]. Esto, que no era exclusiva de los cristianos, sí lo era por la adecuación de la teoría y, en general, de la práctica. No existía como entre los paganos una posible justificación de la infidelidad del varón. Otra alusión, muy breve, se refiere a que los esposos cristianos prefieren ser crucificados, ver roto su matrimonio, quedar desheredados de sus padres, antes que apostatar de su fe cristiana [16]. Esto es un ejemplo de cómo valoraban su fe y su salvación, y que para defenderla eran capaces de las mayores privaciones. No quiere decir, por supuesto, que opten por el divorcio. En todo caso por la separación, que puede recomendarse si la parte infiel no tolera y obliga a la apostasía. Esto era particularmente dramático en el caso de las mujeres cristianas casadas con parte infiel. También los hijos han de preferir quedar privados de todo con tal de salvaguardar su fe.

Seguramente el comportamiento heroico de muchos cristianos le debió de impresionar y precipitar su conversión, como ocurrió al propio Lactancio en la ciudad de Nicomedia.

Por último, una expresión preciosa, casi única, se refiere a que las relaciones familiares se han de basar en el amor: familiarum caritates. La expresión y la idea son netamente cristianas y, desde luego, chocan con la mentalidad romana.

La debilidad

Hay diversos conceptos que se pueden traducir por debilidad. Así, la palabra latina infirmus, que en Arnobio caracteriza la debilidad del ser humano, varón y mujer. Lo mismo sucede en la obra de su discípulo Lactancio, Sobre la obra de Dios, opúsculo dedicado al hombre. No hay nada en Arnobio o en Lactancio, que atribuya particularmente esta debilidad a las mujeres.

En Lactancio, sí aparece en su otra obra Las Instituciones Divinas. La primera se plantea en plena polémica contra los dioses paganos, concretamente contra Júpiter, que sucumbe ante las mujeres: a la debilidad de las mujeres se corresponde la debilidad de Júpiter, que por tanto no es un dios, sino un hombre con pasiones que posteriormente ha sido divinizado por algunos. La segunda alusión es la crítica que dirigen los paganos al Cristianismo, al que acusan de ser una religión estúpida y loca, digna solo de mujeres, niños o zapateros. Lactancio responde de manera retórica: si no dan crédito a las mujeres, al menos que lo den a los varones; y si no confian en los niños y jóvenes, al menos que lo hagan en los adultos [17]. Por tanto, no se manifiesta su postura, sino la de sus adversarios. El tercer ejemplo es el que pone de relieve la valentía de los cristianos cuando sufren martirio. Lactancio llama la atención sobre lo orgullosos que están los romanos con Mucio o Régulo; entre ellos, sin embargo, el valor de las mujeres o de los niños es muy superior: “Entre nosotros, sin embargo, el sexo débil y la edad frágil aguantan torturas y quemaduras en todo su cuerpo, no por necesidad, ya que lo pueden evitar si quieren, sino por su propia voluntad, porque confían en Dios” [18]. Ha contrapuesto el mayor ejemplo de valor entre los romanos con el teórico menor de los cristianos. La valoración de la mujer no es, sin embargo, negativa, ya que aparece como ejemplo de fortaleza. De fondo, pretende demostrar que la auténtica virtud se da sólo con plenitud entre los cristianos.

La otra palabra es la de imbecillitas, también traducible por debilidad. Es la debilidad propia del hombre al nacer, siendo el más frágil de todos los animales. Es la razón lo que le hará superior a todos ellos. Tanto en Arnobio como en su discípulo Lactancio, las alusiones a la debilidad se refieren siempre al ser humano, en cuanto varón y mujer. La debilidad -imbecillitas- no caracteriza, por tanto, de manera específica a la mujer.

Por el contrario, varones son calificados como blandos, mollis, tanto por Arnobio como por Lactancio. Así Júpiter, o el dios Liber, o los actores en sus representaciones [19].

En conjunto, podemos decir que Arnobio utiliza el lenguaje de su tiempo y no resulta original. Debido a su contenido e intención polémica, la mayor parte de las alusiones que hace a la mujer o a lo femenino están en relación con la mitología, para desautorizar a los dioses y las costumbres licenciosas paganas. Sin embargo, no encontramos en sus páginas una exposición abierta sobre la mujer cristiana. Tampoco en la utilización de palabras. No cita nunca a las vírgenes consagradas, al orden de las viudas, etc.

El ser humano aparece caracterizado por su debilidad. Lo es en cuanto niño, susceptible de enfermedad o muerte. Pero no por ser mujer. El tópico del “sexo débil”, conocido y citado, parece no estar asumido por Arnobio, ni tampoco por Lactancio. Lo que no quiere decir que, dentro de la sociedad conyugal, cada uno de los cónyuges tenga un papel diferenciado. Pero eso es algo accidental, ya que la igualdad que les une es más profunda, ontológica, creatural, bautismal y de virtudes.

Una valoración

Muy poco es lo que Arnobio nos cuenta sobre la mujer y sobre la mujer cristiana. La mayor parte de las alusiones a la mujer están en relación con las mitologías o las violencias que los dioses cometen con las mujeres. La mayor parte de las citas son lugares comunes. Así la de las mujeres trabajando en el telar, con los niños, o los cuentos de vieja.

Las alusiones a las relaciones familiares, basadas en el amor, resultan tan escuetas como interesantes. Lo mismo que la fidelidad de los esposos cristianos, o el aprecio que han de tener por su fe, que les ha de llevar a preferir el martirio o la separación antes que la apostasía. Evidentemente, quedó impresionado por el comportamiento de muchos mártires.

En su escrito apologético, Arnobio ataca la soberbia humana, con la finalidad de que el hombre se vuelva hacia Dios. Por ello su escrito es algo antiantropocentrista. Pero no encontramos una crítica de la mujer, sino del ser humano. El hombre, en cuanto varón y mujer, es para él una criatura débil y necesitada. Aunque los nivele por un plano negativo, no deja de ser algo digno de ser tenido en cuenta: otros escritores fustigarán no solo al hombre en su totalidad, sino de forma particular a la mujer, contemplada como irracional, débil y sensible. Mientras nos presentan al varón como exponente de la racionalidad, la fortaleza o la templanza. Planteamientos que Arnobio no utilizó.

 

·- ·-· -······-·

Martín Ibarra Benlloch



[1]Hieron., uir. il. 79. Citamos el libro I según la edición de H. LE BONNIEC, Arnobe. Contre les gentils. Livre I, París 1982, con una excelente introducción. Los seis restantes son de la edición de C. MARCHESI, Arnobii. Adversus Nationes. Libri VII, Turín 1953.

[2]Cfr. B. AMATA, 1983, 777 (“Problemi di antropologia arnobiana”, en Salesianum 45 (1983) 775-884; lo completa en el número siguiente, 46 (1984) 15-80).

[3]Arnob., adu. nat. II,7,9-10; eccl. XIII,18-21; Iob III,3-26; Ier. XX,14-18.

[4]rom. V,20.

[5]Arnob., adu. nat. III,8.

[6]Arnob., adu. nat. III,12.

[7]Eus., praep. eu. XII,5,3-4. La cita es de Plat., rep. II,376 ss. Cfr. E. des PLACES, Eusèbe de Césarée. La Préparation Evangélique. Livres XII-XIII, París 1983, p. 47.

[8]Arnob., adu. nat. V,14.

[9]Plat., rep. II,377c7-383c7; lo cita Eus., praep. eu. XIII,3,5.

[10]Min. Felix, Oct. XI,2; Orig., c. Cels. III,55. La expresión ya aparece en Cic., nat. deor. II,28,70; III,5,12, en pasajes ampliamente conocidos por los autores latinos.

[11]Porph., fragm. 54; lo recoge Lact., inst. V,13,3.

[12]Cic., nat. deor. III,24,61; Arnob., adu. nat. V,44.

[13]Arnob., adu. nat. III,30; IV,24; V,29; Lact., inst. I,10,14.

[14]Arnob., adu. nat. I,36,4; II,67,4; IV,35.

[15]Arnob., adu. nat. II,8; IV,20.

[16]Arnob., adu. nat. II,5,14-22. Puede tener paralelos en Tert., apol. III,4; Cypr., ep. VI,3,1.

[17]Lact., inst. V,13,1-3.

[18]Lact., inst. V,13,14. Régulo, prisionero de los cartagineses, fue enviado a Roma para obtener la liberación de prisioneros cartagineses; se opuso al canje y retorno, sufriendo graves suplicios. Mucio que intentó matar a Porsenna -rey de Clusium que conquistó Roma y pudo ser uno de los siete reyes de época monárquica- y se equivocó, se castigó a sí mismo quemándose la mano.

[19]Arnob., adu. nat. V,21; VI,12; Lact., inst. I,10,10-12.

 

Para volver a la Revista Arbil nº 91
Para volver a la tabla de información de contenido del nº 91

La página arbil.org quiere ser un instrumento para el servicio de la dignidad del hombre fruto de su transcendencia y filiación divina

"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el Foro Arbil

El contenido de estos artículos no necesariamente coincide siempre con la línea editorial de la publicación y las posiciones del Foro ARBIL

La reproducción total o parcial de estos documentos esta a disposición del público siempre bajo los criterios de buena fe, gratuidad y citando su origen.

Foro Arbil

Inscrita en el Registro Nacional de Asociaciones. N.I.F. G-47042924
Apdo.de Correos 990
50080 Zaragoza (España)

ISSN: 1697-1388