En estos días de noticias trágicas no hay que olvidar lo que mueve a estas contribuciones: mantener viva la conciencia de que vivimos en una época de conflictos ideológicos y morales muy agudos, que exigen de cada uno definiciones y compromisos.
Por eso, hoy, en vez de analizar la contingencia, vamos a recordar uno de los más trágicos procesos de la historia del siglo XX: el genocidio de los camboyanos, de cuyo inicio se han cumplido ya los 30 años.
El Khmer Rouge, movimiento comunista que derribó al gobierno en 1975 y proclamó una supuesta Kampuchea democrática, es el responsable. Después de atrocidades sin límite contra su propia población, el régimen fue depuesto por la invasión vietnamita a finales de 1979. Su política fundamental consistió en evacuar ciudades y poner a la gente a trabajar en los campos. Mediante esa fórmula el Khmer Rouge 120 mil militantes- se propuso exterminar las clases más educadas y que habían recibido algo de influencia occidental: entre 1 y 4 millones de camboyanos caían en esa calidad.
El proceso es conocido como ruralización: desde abril de 1975 las atrocidades estuvieron a cargo de soldados campesinos analfabetos, pero fueron ideadas años antes por un grupo de ideólogos de clase media que se autodenominaba "la Organización Superior" o Angka Loeu, el partido Comunista de Camboya. Se trataba de condensar en un solo golpe lo que a China le había tomado 25 años; debía hacerse una revolución social de carácter total, ya que todo lo que pertenecía al pasado era anatema y tenía que ser destruido; se debía reconstruir psicológicamente a los miembros individuales de la sociedad, lo que implicaba desintegrar mediante el terror las bases, las estructuras y las fuerzas tradicionales, y después reconstruirlas de acuerdo con las doctrinas del partido, sustituyéndolas con una serie de valores nuevos.
La Organización Superior estaba formada por unos 20 intelectuales que eran políticos profesionales, docentes y burócratas que habían estudiado en Francia en la década de los 50 y habían asimilado la ideología de la violencia necesaria, a partir de Sartre. Sí, del mismo Sartre que tantos chilenos idolatraron en los 60 y comienzos de los 70.
Desde el 17 de abril de 1975, los 2 a 3 millones de habitantes de Phnom Penh fueron empujados hacia el mundo rural, incluyendo 20 mil enfermos y heridos de guerra que estaban en los hospitales. Todos los archivos fueron destruidos, los libros arrojados al Mekong, el papel moneda incinerado y los autos y bicicletas destrozados; por la noche se cortó el suministro de agua y muchas habitaciones fueron atacadas. Los soldados invocaban a la Organización Superior, pero sus líderes nunca aparecieron. Desde el 23 de abril se fue vaciando las ciudades de entre 15 y 200 mil habitantes. Con especial crueldad se comenzó a asesinar a grupos de oficiales, a los mendigos callejeros, a las prostitutas y a los enfermos y heridos graves, a los funcionarios públicos, a los profesores y a los estudiantes. También a sus familias, para evitar las venganzas; y todo sin pudor, ya que los cuerpos simplemente flotaban río abajo. Entre el 46 y el 54% de la población se encontraba caminando por las rutas de una Camboya triturada por el Kmher Rouge, camino de quizás dónde.
En junio de 1975, 3 y medio millones de personas de las ciudades y otras 500 mil de las aldeas sospechosas habían sido dispersadas por el campo y puestas a trabajar para construir a mano nuevos pueblos. Se prohibieron las relaciones sexuales, cundieron las epidemias y el hambre, y viejos, enfermos y niños fueron abandonados en gran escala. Se ejecutó mucho en público, ante los parientes, mediante garrote vil, decapitación, puñal, golpes o hachazos; con frecuencia los oficiales del antiguo régimen fueron torturados hasta la muerte.
Recién en abril de 1976 hubo una cabeza visible, el líder de la Organización Superior, Khieu Samphan, pero fue pronto reemplazado por otro intelectual llamado Pol Pot. El primero reconoció que 1 millón de "criminales de guerra" ya había muerto en el primer año del gobierno Khmer.
Después de numerosos y bien fundados estudios, la historiografía ha llegado a ciertos acuerdos: al menos el 26% de la población camboyana pereció durante este proceso, es decir entre 1 millón 200 mil y 1 millón 500 mil personas. De ellas, 100 mil fueron ejecutadas -de entre ellos, miles eran miembros del mismo Partido Comunista camboyano- 20 mil fueron muertas en intentos de huida, 400 mil perecieron en los éxodos forzados de ciudades,430 mil murieron en campos y aldeas antes de terminar 1975, otros 250 mil fallecieron en campos y aldeas durante 1976.
Por esos mismos días de 1975, en Chile, se iniciaba la gran recuperación económica liderada por Pinochet y Cauas. Pero el mundo lanzaba sus dardos contra el régimen militar chilenos, ocultando casi toda referencia al comunismo camboyano.
¿Qué se puede hacer para mantener viva la memoria de ese pueblo masacrado? Dos sugerencias: Volver a ver Killing Fields, (Los gritos del silencio), con hijos o nietos y, por cierto, dar a leer en muchas clases y grupos, el capítulo respectivo de El libro Negro del Comunismo. Es cuestión de justicia con ese millón y medio de ajusticiados.•- •-• -••• •••-• Gonzalo Rojas Sánchez
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