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Tres lugares comunes
por
Gonzalo Rojas Sánchez
En Chile, como en España son los mismos tópicos típicos los que se usan para justificar las tesis malminoristas de elección de partidos "centrorreformistas", que llevan a perpetuar los cambios sociales y morales propiciados por sus líderes y por los partidos "progresistas"
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Rico en sorpresas políticas el fin de semana; y, por contraste, fome,
plano, en las reacciones de tantos electores decepcionados con el
nuevo escenario, lo que se ha expresado en los reiterados lugares
comunes, de sobremesa o de pasillo, de metro o de mail (Y eso que no
vamos a desglosar los slogans que son pura crítica, como la
referencia a "la "vocación suicida de la derecha", sino sólo los que
buscan proponer acciones de futuro).
El primero de los reiterados lugares comunes de estos días ha sido el
consabido: "Lo importante es evitar un cuarto gobierno de la
Concertación, un gobierno de la Bachelet."
Como todo lugar común, bien lo explicó Bloy hace ya un siglo, la
frasecita tiene su atractivo inicial. Cualquiera que analice los
gobiernos de la Concertación desde el pensamiento y la mentalidad
conservadora, no puede sino espantarse con la perspectiva de cuatro
años más, probablemente los peores que podamos imaginar en materias
culturales, morales y sociales. Pero así, enfocada toda la energía a
la derrota de la opción presidencial concertacionista, se olvida
fácilmente que buena parte de la pésima legislación aprobada en los
años anteriores, se debe sobre todo a las mayorías de la Concertación
en las cámaras, y, oscurecida esa realidad, se debilitan los
esfuerzos para que desde marzo haya un parlamento que sea auténtico
contrapeso, ojalá con mayoría de una vez por todas para los buenos
parlamentarios de la Alianza.
El segundo lugar común es aún más atractivo: "Lo importante es llegar
al poder para poder realizar los cambios que Chile necesita." Sin
duda que el poder concertacionista ha sido tan arrollador como
corrupto, y cualquier opción debiera ser menos mala. Hasta ahí,
estamos bien. Pero, ¿de qué proyecto auténticamente bueno para Chile
estamos hablando en las actuales candidaturas de la Alianza, como
para poder confiar en ellas a fondo? ¿Son esos candidatos personas
sólidas en sus concepciones antropológicas, morales y culturales como
para garantizar que no vamos a hacer el loco, que no nos vamos a
tomar la cabeza a dos manos al ver algunas de sus políticas, si uno
de los dos llega a La Moneda? ¿No nos hablan sus recientes
declaraciones en uno de ellos, y sus renovadas maquinaciones en el
otro, de una manga muy ancha, muy poco seria, para conquistar votos y
nominaciones? El poder, sí el poder, pero cuidado con corromperse aún
antes de llegar a él.
El tercero: "Lo importante es encontrar fórmulas para recuperar la
unidad de la Derecha." Buena cosa, porque la unidad es siempre señal
de vida sana. Pero no se deben conservar en el organismo los humores
desechables, porque lo debilitan, lo enferman. Y, al mismo tiempo, no
se amputan los miembros débiles, simplemente porque le den trabajo al
cuerpo. La unidad pasa, entonces, por la clara convicción de que
todos aquellos que no compartan un piso común, están muy bien en otro
lado. ¿Cómo se define eso? Ya tendrá que venir a comienzos del 2006,
sin elecciones por delante, el año de las reflexiones doctrinarias de
fondo en el sector, que mucho tiempo hemos perdido en encuestas y
estadísticas varias. Y deberán hacer esa reflexión los partidos, y
los intelectuales, y los técnicos y los servidores históricos de la
Patria; todos.
Sí, porque la unidad implica además tender una mano a quienes hoy
experimentan la humillación del olvido, porque habiendo sido fuertes
para salvar a Chile desde 1973, hoy se los considera leprosos. Sin
ellos, sin los militares y civiles que derrotaron al marxismo, la
unidad de la derecha no será sólo un lugar común, será además una
tragedia a corto plazo.
Y sin esa unidad auténtica, nunca se llegara a derrotar al PRI
chileno, y nunca se llegará de buena forma al poder.·- ·-· -···
···-·
Gonzalo Rojas Sánchez
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