A Ramón le encantaba el balonpié. Lo aprendió a jugar de pequeño, estuvo en un equipo durante su juventud, más tarde pasó a la Liga laboral. Ahora, después de veinte años dando patadas al esférico, se ha pasado a jugador pasivo. Va todos los domingos que corresponde al estadio, haga frío o haga calor, sople el viento, llueva o truene. Él está ahí.
Ramón no pierde oportunidad de saberlo todo sobre su equipo, y sobre los principales equipos de la Liga española. Escucha la radio, compra dos veces al día un periódico deportivo, se lee línea a línea los resultados del lunes. Le encanta hablar de las incidencias de los partidos y del transcurso de la Liga con sus amigos, sus vecinos y sus compañeros de trabajo.
Además es de los que defiende con pasión sus colores. No se arredra cuando las cosas van mal, y se enorgullece como si fuera algo propio -¡claro que lo es!- cuando su equipo gana o consigue alguna copa. Eso ya es el delirio. Aunque ya es mayorcito, no le arredra nada, y si hace falta se pone una pegatina en la cartera, o una insignia en la solapa. Su equipo por delante.
Ramón ha conseguido que un compañero suyo le acompañe al estadio a ver el fútbol. Lo mismo de un vecino, a quien siempre le contaba con pelos y señales las incidencias del partido y la emoción del “directo”. También a su hijo Ramoncito le ha contagiado su afición, y este año ha decidido que le acompañe. Forman ya un grupo compacto, que respiran deportividad y felicidad cuando todo va bien. Y algo de genio cuando las cosas se tuercen. Ramón haría cualquier cosa para que su equipo triunfara siempre. De hecho, si pierde, cuando vuelve a casa está con una cara de perro impresionante.
Manolita, su esposa, sabe bien de qué pie cojea su marido. Que en muchas cosas se lo puede manejar, pero que en eso del fútbol –o balonpié- no hay nada que hacer. Ese tiempo es “sagrado” para él. Nadie lo puede tocar. Entre una cosa importante y el fútbol, a su Ramón le matan si le obligan a dejar el fútbol. “Es mi única distracción –dice- y no pienso renunciar a ella”.
Este año, Ramón ha dejado de ir a misa con su mujer. Un día de invierno le dijo: “Br, qué frío hace. Me quedo en casa, que se está muy bien, muy calentito”. Por la tarde se fue al estadio.
O bien: “Es muy larga. ¡Cincuenta minutos de reloj!”. Esa tarde no se quejó ni de las dos horas del fútbol, ni del largometraje que vio después de cenar, tres horas incluidos los anuncios.
Otro día se excusó ante Manolita: “Solo van viejos y mujeres. Lo de la misa no es de hombres. Mejor que vayas tú con los niños, y rezas por mí”. Por la tarde, Ramón fue a buscar al vecino para irse juntos al estadio.
En otra ocasión, Manolita estaba leyendo un libro de lectura ascética. Le gustaba mucho y se lo enseñó a su marido, recomendándoselo. Pero Ramón le respondió: “¿Pero no te das cuenta de que apenas me queda tiempo para nada? Trabajo muchísimo y ahora quiero descansar”. Abrió el periódico por la página de deportes, se fue a por los cacahuetes y el refresco y se encendió la tele para ver el partido. Era miércoles.
Ganó el equipo una copa, y Ramón salió con el banderín por las calles, hacia el lugar convenido. Le acompañó su hijo, el vecino y sus amigos, a los que había llamado por el móvil para que salieran a celebrarlo. Fue impresionante el gentío. Al día siguiente, Manolita le comentó que le gustaría que le acompañara en la procesión del Corpus Christi que organizaba la parroquia. Ramón le miró: “¿A mí me dices eso? ¿Salir a la calle y que me vean? Nada, nada, yo soy una persona tranquila y pacífica y no me quiero meter en problemas. Vete tú, que tengo arreglos que hacer”.
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Pregunta número uno. ¿Qué razón profunda ha alejado a Ramón del cumplimiento dominical? Pregunta número dos. ¿Dónde tiene el corazón Ramón? Pregunta número tres. ¿Podría Ramón hacer otra cosa en su tiempo libre además del fútbol? Pregunta número cuatro. ¿Se ha convertido Ramón en un pagano práctico? Pregunta número cinco. ¿De veras está siendo un buen padre, un buen modelo? Pregunta número seis. ¿Es un marido ejemplar, o va teniendo cada vez más barreras que le separan afectiva y efectivamente de su esposa? Pregunta número siete. ¿Qué espera Ramón para el día siguiente de su muerte? ¿El juicio particular, o un pase gratuito para todas las Ligas del mundo?
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Oiga, ¿no conocerá usted a este Ramón, verdad? •- •-• -••• •••-• Martín Ibarra Benlloch
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