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por Gonzalo Rojas Sánchez Las recientes experiencias europeas en tres grandes convocatorias han demostrado que hace falta algo más para tener éxito verdadero en la comunicación de un mensaje, de un proyecto, de una idea. Lo que se ha comprobado es que -junto a los medios masivos- hace falta una red muy extensa de pequeños contactos, de cientos de reuniones y de conversaciones en pasillos, metros, buses y cafés. No se gasta más que tiempo y neuronas en una campaña o en una convocatoria de ese tipo, pero lo invertido es personal, humano, vinculante. Y tiene éxito
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| La grandilocuencia del mundo contemporáneo afecta también a los modos de
proceder en la acción publica. Si no tienes primero un canal de TV, parece
que no puedes ser candidato; si no elaboras cuñas adecuadas, se cree que
nadie va a votar por ti; si no escoges tú la foto de portada en la revista
que te entrevistó, tu prestigio -dicen los asesores- puede irse a los
suelos. Son gestiones que valen por mil; en realidad, muchas veces, por cien mil o por un millón. Si, es cierto, hay que saber transmitir bien, hay que saber presentar la verdad con gracia (aunque muchas veces sea más bien la mentira la que se exhibe con astucia), hay que procurar que cada buena idea sea bien conocida y que cada peso a su servicio sea bien utilizado. ¿Pero, no es acaso también efectivo que la comunicación pública planteada sólo en términos de grandes números produce cansancio en los destinatarios, termina develando las dimensiones plásticas de la aparente humanidad del mensaje, y logra a veces distanciar a emisor y receptor, en vez de vincularlos? Las recientes experiencias europeas en tres grandes convocatorias han demostrado que hace falta algo más para tener éxito verdadero en la comunicación de un mensaje, de un proyecto, de una idea. Lo que se ha comprobado es que -junto a los medios masivos- hace falta una red muy extensa de pequeños contactos, de cientos de reuniones y de conversaciones en pasillos, metros, buses y cafés. No se gasta más que tiempo y neuronas en una campaña o en una convocatoria de ese tipo, pero lo invertido es personal, humano, vinculante. Y tiene éxito. Ha sido efectivamente esa capacidad, la de aprovechar muchas (o quizás, todas) las oportunidades que se presentaban en los meses anteriores, las que llevaron al éxito al No en Francia, al triunfo de la abstención en Italia, a la presencia multitudinaria de familias en la tarde madrileña. Y así se está evitado que una Constitución tan artificial como injusta se imponga sobre Europa, que un país como Italia abandone sus raíces cristiana autorizando manipulaciones grotescas en embriones, que una Madre generosa como España vea nacer en el futuro a hijos que sólo tendrán dos "padres". Las redes sociales de influencia son aún débiles en Chile, pero bien oportuno sería tener en cuenta que de aquí al 11 de diciembre -próximo desafío directo para los defensores de una sociedad sana- se puede lograr mucho si cada uno de nosotros hace todas, todas las gestiones que están por delante, en su vida diaria, para allegar voluntades a una buena causa. Una y mil gestiones, día a día. Calcule: quedan casi 160 días; multiplique por unas 10 gestiones diarias. ¿Puede resultar, no? ·- ·-· -···
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