“Este año será el primer año en la historia de la democracia en que el conjunto de las administraciones públicas cerremos en superávit”. Así de entusiasta se mostraba el Secretario de Estado de Hacienda, Miguel Ángel Fernández Ordónez (MAFO), que sin embargo, no quiso comprometerse a afirmar si el Estado cerraría también en superávit. Un culebrón este de dimensiones colosales. Primera estación: Zapatero se tira a la piscina y afirma que el Estado cerrará en superávit. Se dispara el run run: ¿Le habrán faltado las “dos tardes” de Economía?
Posteriormente, Solbes niega la mayor y asegura que “existen elementos nuevos desde la declaración del presidente que quizás no permitan cerrar en superávit”. Después, el secretario de Estado de Economía, David Vegara, afirma que “si el presidente lo afirma, será verdad y tendrá más datos” que él. Finalmente, el culebrón se cierra de nuevo en Solbes, que señala salomónicamente que el Estado cerrará “en torno” al equilibrio.
Culebrones al margen, lo curioso es que MAFO tratara de evitar mencionar que la última referencia de equilibrio en las cuentas públicas es el cierre de 1975, eufemísticamente “tras la superación de la crisis energética”. Posteriormente reconoció que se trataba del año de la muerte de Franco. Y es que en épocas de oprobiosa dictadura, la participación del Estado totalitario en la economía era del 25%, llegando al 52% en la época de Felipe González y situándose actualmente en torno al 40%.
Pero hay más. A pesar de que se alcance el equilibrio en el conjunto de las administraciones públicas, siguen existiendo graves desequilibrios que no terminan de enfrentarse. Las cuentas públicas siempre terminan equilibrándose gracias al superávit de la Seguridad Social. Es decir, las cotizaciones sociales (el ‘impuesto sobre el trabajo’, según la terminología de la patronal), siguen financiando el estructural déficit estatal.
Y por si fuera poco, en un momento en el que nuestra economía se apresura a encabezar el ranking mundial de desequilibrio exterior como consecuencia de la desbocada demanda interna, el gobierno presenta unos presupuestos expansivos donde el gasto crece más que el PIB y la mejora de ingresos se vincula directamente a una inflación estructuralmente disparada. “Sigue sin haber coraje suficiente para afrontar las importantes y urgentes reformas que necesita la economía española”, sentencia el profesor José Barea, ex director de la Oficina Presupuestaria. Ni coraje, ni criterio. Sólo humo. Y así, hasta la derrota final. Gracias ZP.•- •-• -••• •••-• Luis Losada Pescador
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