Jaime “el Conquistador” es el rey de mayor renombre en la historia de la Corona de Aragón. Durante el siglo XIII que le tocará vivir, el monarca concluirá la reconquista de la España islámica e iniciará una expansión talasocrática por el Mediterráneo, que le llevará al control de las rutas comerciales del viejo Mare Nostrum.
Nacido en Montpellier, pierde a su padre, el rey Pedro II, en 1213 en la batalla de Muret. Cuando el reino de Francia decide extirpar la herejia albigense y de camino, la influencia aragonesa en el Languedoc y el Midi galo.
Un año antes, el rey aragonés había participado en la derrota de los benimerines en las Navas de Tolosa.
El huérfano Jaime estuvo retenido por el vencedor de su padre, Simón de Montfort, y cuando pudo volver a Aragón, se educó con los caballeros templarios. Ellos fueron responsables de su alto nivel cultural, formación caballeresca y misión de cumplir con la reconquista.
Después de domeñar a la nobleza aragonesa, en 1229 decidió tomar la isla de Mallorca, foco de la piratería de Abi Yahia contra el comercio catalán. La ciudad condal financió parte de la expedición, y los catalanes fueron protagonistas del control de la isla. Después fue colonizada con ampurdaneses y sirvió de base para la recuperación de Menorca e Ibiza.
Con el control de las islas, el rey Jaime decidió la prolongación de las campañas hacia el sur.
El reino de Valencia era uno de las taifas más importantes de la España islámica.
La liberación se inició en 1232 con la toma de Ares y Morella, a las que siguió todo el norte de la actual provincia de Castellón. Cuatro años después continuó por la huerta y la albufera valenciana, recuperándose la ciudad del Turia el 9 de octubre de 1238. Llegando la nueva frontera hasta la línea del Júcar. Y entre 1239 y 1245 se prosiguió la reconquista de toda la demarcación sur, de la actual provincia de Alicante.
En 1266, aumentará su fama de guerrero, con la toma del reino de Murcia, que cederá por el acuerdo de Almizra de 1244, a la corona de Castilla. Muestra de la unidad de objetivos de los diferentes reinos cristinos: librar España de los moros
La conquista se realizaba tendiendo primero a someter las posiciones principales, dejando para después la campiña, luego se acompañaba de una política colonizadora, que en Morella, se realizó con turolenses, y en Burriana, con tortosinos y leridanos. La ayuda de las órdenes militares (templarios y hospitalarios) fue recompensada con amplias donaciones de terrenos.
A pesar de las repoblaciones, en 1270 habían llegado a Valencia unos 30.000 cristianos de Teruel, Lérida y Montpellier, principalmente. La mayoría poblacional del reino se mantenía mudéjar (población musulmana bajo dominio cristiano) que provocará en 1247 una fuerte rebelión y otra más en los años finales del monarca conquistador.
La salida de más de 100.000 musulmanes del reino valenciano, después de la revuelta de 1247, ayudará a equilibrar la población. En cuanto al nuevo reino, el maestrazgo montañés se transformará en un centro ganadero de importancia que tendrá su salida comercial por el puerto de Valencia. La rica huerta valenciana, originada por los romanos, proseguirá su desarrollo con los cristianos. Sin embargo, su constitución como reino provocará con Pedro III, hijo de Jaime I, que el justicia general del nuevo reino recaiga en un caballero aragonés, al no mantenerse el territorio como prolongación del viejo reino pirenáico.
No obstante, el sentido patrimonial que tenían los reyes ibéricos, provocará el reparto de sus dominios entre sus hijos, establecido mediante el testamento de 1247. En dicho documento,
Jaime I legaba a Alfonso, hijo de su primer matrimonio con Leonor de Castilla, el reino de Aragón; para Pedro, fruto de su unión con Violante de Hungría, el condado de Barcelona, el reino de Mallorca y el condado de Ribagorza; y a Jaime y Fernando, hermanos de éste, respectivamente el reino de Valencia y el condado de Rosellón.
Después de una revuelta nobiliaria, solventada por las cortes de Alcañiz en 1250, en las que se estableció que a Alfonso le correspondían Aragón y Valencia; a Pedro, Cataluña y a Jaime el reino de Mallorca y el señorío de Montpellier. La cuestión aun no quedará resuelta. En 1260 fallecía el infante Alfonso, debiendo organizarse de nuevo la herencia de los territorios de Jaime I. Así, quedaban para su hijo Pedro los reinos de Aragón y Valencia y el condado de Barcelona; y le correspondían a Jaime el reino de Mallorca y los condados de Rosellón, Colliure, Conflent y Cerdaña. Dos años antes, Jaime I reconocía por el Tratado de Corbeil el fin de la reclamación de los territorios al norte de los Pirineos (Languedoc y Provenza). Siempre en todos los repartos, Valencia mantendrá una personalidad diferenciada de Cataluña, que no se correspondía con Mallorca, colonizada por ampurdaneses.
Jaime I, no tuvo momentos de paz en sus últimos años, tuvo que aplastar revueltas de la levantisca nobleza aragonesa y de los musulmanes murcianos, falleciendo en 1276 en su querida Valencia, la ciudad que había recuperado para la Cristiandad. La recuperación de Valencia por los cristianos significó para sus habitantes, su desarrollo económico al enlazar con las rutas comerciales mediterráneas. La región valenciana se convertirá en una sociedad de pequeños propietarios y la ciudad consolidará una fuerte clase media comercial que recuperará el papel emprendedor que había tenido antes del dominio islámico.•- •-• -••• •••-• José Luis Orella
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