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¿Esperanza desesperanzada o desesperanza esperanzada? (y 1)
"Si la muerte fuera un bien, los dioses no serían inmortales" (Safo)
"Solo con la confianza
vivo que he de morir
porque muriendo, el vivir
me asegura mi esperanza
muerte do el vivir se alcanza
no tardes que te espero
que muero porque no muero"
(Sta. Teresa de Jesús)
"Si no conocemos todavía la otra vida ¿Cómo puede ser posible conocer la muerte
?" (Confucio)."
Las tres
frases que encabezan el pórtico de este modestísimo análisis de la Muerte, son desde
nuestro punto de vista la tres variantes que el ser humano se ha planteado, se plantea y
se planteará acerca de este terrible misterio -tal vez más misterio que terrible- que es
la PARGA, sujeto que se encuentra presente en todas las civilizaciones y que traspasará
hasta el fin de los tiempos todas las culturas. Son tres concepciones, o mejor dicho, tres
actitudes diferentes ante el último acontecimiento del hombre, por ser irremisible, por
lo que la humanidad ha tenido que platearse constantemente, aunque los individuos
quisieran o hayan podido soslayarlo alguna vez, engañándose a sí mismos. ¿Qué
reflejan las palabras sáficas? ¿Qué se trasluce de los versos de la Santa de Avila ?
¿Qué nos dice hoy el texto confucista, o más propiamente confuciano? Las primeras,
aunque de forma irónica nos señalan que la muerte es un mal, un mal inevitable, pero no
sólo esto se extrae como consecuencia. Es un mal que nos conduce a la nada como
contraposición a la inmortalidad de las divinidades, seres superiores que gozarán del
máximo bien: la vida, mientras que nosotros, pequeños entres corpóreos estamos
destinados a la aniquilación, al no-ser, al no-estar. La rima teresiana nos invita, por
el contrario, a pensar en el Más Allá, como océano al que vamos encaminados todos,
siendo el buque la muerte y el puerto, el glorioso y único puerto de llegada, Dios. Es
uno de los ejemplos claros y clásicos de la visión transcendente de la vida y, por
consiguiente, de la muerte, que es la otra cara de la moneda, aunque sea considerada desde
el más acá, como la cara fea, no escogida jamás por ningún jugador. El pensador chino
se aparta de los dos polos anteriores, para centrarse en la humildad del ser humano,
humildad sostenida en un trípode: la debilidad la ignorancia y la impotencia, para evitar
ciertos acontecimientos. Nuestra pequeña debilidad nos impide conocer y comprender tanto
la vida como la muerte, siendo impotentes para escaparnos de esta última. Su concepción
podría llevarnos a campos tan opuestos como pueden ser el escepticismo o el agnosticismo
por un lado, o a "la fe del carbonero" por otro. Ahora bien, las tres
filosofías no se presentan siempre puras o distantes unas de las otras. Se entrecruzan en
el pensamiento humano, es decir, es el hombre que, en mayor o menor grado, hace una
síntesis de ellas, bien de forma permanente, bien optando según las circunstancias, por
una u otra posición. Vamos a intentar hacer una serie de consideraciones entorno a cada
una de las tres posiciones. La primera es la forma satírica y suavizada de aquel epitafio
existente en una tumba del cementerio civil de Madrid : "Después de la muerte no hay
nada". Dentro de esta concepción, pudieran encuadrarse todos los ateos y
materialistas, los que niegan de forma categórica la existencia de Dios, los que estiman
que el ser humano es pura materia, bien por creer que los pensamientos son los excrementos
del cerebro (Cabanis) o los que entienden como Vogt, que los pensamientos son al cerebro,
lo que la bilis es al hígado y la orina a los riñones. Es decir, los que afirman que los
fenómenos espirituales son producidos por el cerebro, o quienes sustentan que, mediante
la evolución de la materia, puede pasarse de esta a lo espiritual. No obstante, no sólo
entran en este cuadro los materialistas filosóficos. En este campo también se encuentran
los materialistas prácticos, quienes defienden que no hay más bien que la vida, que la
vida disfrutada, claro está. Y aquellos que, sin llegar a ese punto, traducen su
particular "Carpe Diem", en no preocuparse por las postrimerías, en no
preguntarse jamás por lo que acontece tras el último suspiro. Los que para vivir mejor
prefieren prescindir de la muerte. Esta actitud puede sorprender a algunos, o incluso
escandalizarnos, pero es una opción vital -y a veces intelectual- de bastantes personas.
A lo que a nosotros nos interesa, no es tanto cuántas son, quienes y porque adaptan esta
posición, si no cuál es su actitud vital ante el hecho puntual de la muerte. Dicho de
otra manera, independientemente de su tesis ateista o materialista, -otra cuestión sería
hasta qué punto es asumida totalmente, tema interesante pero que excede de lo proyectado
en este trabajo- interesaría saber si realmente, pueden prescindir de plantearse en
algún momento, el hecho objetivo de la "Muerte", proyectado en un
acontecimiento subjetivamente cierto, más o menos lejano, de "su muerte". No
tenemos demasiada información directa sobre esta cuestión, pero, en cambio, poseemos
noticias indirectas sobre las que nos permitiremos especular. Dos tendencias podríamos
concretar: a) La de los que no pueden huir de su propia angustia ante el terrorífico
vacío de la nada, aquellos que podrían repetir, una y otra vez, "quiero creer pero
no puedo". Son los eternos desesperado, a quienes no les incide las palabras de un
agnóstico oficial, y para creyente oficioso, Miguel de Unamuno : "Me he acostumbrado
a sacar esperanza de la desesperación misma". b) Este subgrupo estaría compuesto
por los que adoptan su decisión hasta sus últimas consecuencias, dicho sea esto tanto en
el sentido vulgar como en el literal. La serenidad de su ánimo les ahuyenta la
desesperación, les hace desaparecer la angustia. Su ejemplo podría ser el personaje
bergmaniano del Escudero de "El séptimo sello" Dejamos aquí un interrogante
para finalizar este apartado. No podremos nunca conocer íntegramente el corazón de los
hombres y muy posiblemente ni siquiera el nuestro. Reconozcámonos en la idea agustiniana
de que Dios es más íntimo que nuestra propia intimidad La tendencia trascendentalista,
que posiblemente nos sea más familiar, más comprensible para las personas que hemos
tenido formación religiosa y nos hayamos movido e un ámbito donde la creencia es un
punto de partida y de llegada, es el asunto que trataremos en la segunda parte.
Jaime Serrano de Quintana*
"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y
Critica", es editado por el Foro Arbil
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