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Perfil de un líder: cualidades para el triunfo (y 1)
" Los elementos definitorios."
Desde las
diferentes concepciones del liderazgo y, observando al líder desde distintas ópticas, me
gustaría empezar este textp exponiendo una definición más del perfil del líder, esto
es, el líder como aquella encarnación -personificación concreta de un objetivo común-
que presupone la asunción de unos determinados valores y una suficiente capacidad para
arrastrar a sus seguidores y transmitir su mensaje. A partir de esta definición y su
posterior disección, pretendo llegar a las notas que considero esenciales en la figura
del líder y para que éste triunfe en sus objetivos
También desde el principio quiero aclarar que el tipo de liderazgo al que me referiré en
adelante, aunque pueda tener numerosas características comunes con otros tipos de
líderes, mi modelo de referencia -digo- será el del líder político, entendiendo por
político en su sentido más amplio, como el líder que pretende captar y transmitir un
mensaje lo suficientemente amplio y universal, al que se pueda acudir teniéndolo como
embajador, representante de un modelo de actuación y de pensamiento.
Volviendo a la definición inicial que dábamos de líder, constatamos la existencia de
tres elementos: el objetivo común, uno determinados valores y capacidad de arrastre, de
ilusión, de entusiasmo, de convicción. Y aplicados a la referencia ejemplificativa que
hemos tomado del líder político serían en cuanto al objetivo común inmediato: ganar un
aforo y en un momento determinado, ganar unas elecciones mientras que el mediato sería
regir los destinos de un pueblo.
Por lo que se refiere a los valores, éstos supondrán una jerarquización -abierta, ya
puntualizaremos- de ideas, de convicciones. No nos referimos aquí a los valores
personales que debe tener el líder sino a los valores colectivos que quiere representar.
Así, colocar piramidalmente la justicia, la utilidad, la seguridad, la libertad, la
igualdad, etc., de una manera concreta pero flexible para no caer en el dogmatismo
ideológico. Y por último la capacidad de entusiasmar: de confirmar a los convencidos y
de convencer a los indecisos.
De estos elementos definitorios del perfil del líder, podemos ir extrayendo ya algunas
conclusiones:
En primer lugar, el líder encarna y asume unos valores determinados. Por tanto, no se
puede nunca confundir al líder con los valores que representa, pero no sólo por la
imperfección con que los representará si éstos son mínimamente elevados sino porque lo
verdaderamente valioso son esos valores que se proyectan hacia ese objetivo común. Lo
verdaderamente importante es esa pasión por la libertad, por la igualdad, por la justicia
social que nos mueven y pretendemos para nuestra nación. El líder es el abanderado, no
la bandera, que por sus dotes personales tiene la capacidad de clavar sobre las cumbres
más altas la enseña encomendada. Es, pues, diferenciar entre el envoltorio y lo
envuelto, entre el vehículo transmisor y lo transmitido.
Esto produce, a la vez, la desmitificación del líder y el posible traspaso sin traumas
del abanderamiento de un proyecto, la ruptura con el personalismo y la posible corrupción
de la propia idea de liderazgo: se es líder de un proyecto no para mantenerse de un
proyecto.
En segundo lugar, el objetivo común será lo que nos haga descubrir al líder, mejor, a
nuestro líder. Por supuesto que éste ha de tener suficientes dotes personales que lo
hagan brillar con luz propia y de intensidad mayor que la de cualquier otra persona, pero
hemos de saber sacudir de nosotros las posibles vendas y legañas que puedan cubrir
nuestro rostro. Nos planteamos entonces el interrogante de si el líder se crea o se
descubre. Definitivamente me incline a pensar que se descubre, y esto sucede cuando a su
vez se descubre o redescubre, con nueva ilusión, un proyecto que poner en marcha.
Entonces es cuando nos adherimos a él, a esa coincidencia, y nos separamos de la
muchedumbre, diferenciándonos, mostrándonos individualmente. El líder, pues, no se
crea, surge espontáneamente como consecuencia de un proyecto o de su ejemplaridad, y en
él tendrá su origen el grupo.
Es, pues, imprescindible el atractivo del proyecto que se lidera, del objetivo que se
quiere llevar a cabo, así como mostrar con claridad las diferencias que nos puedan
separar de otros posibles proyectos. Y este último punto lo considero de vital
importancia. Es imprescindible marcar diferencias, pero no sólo en el sentido negativo de
exclusión, sino positivo, de definición, de clara delimitación del objetivo perseguido.
A partir de ahí, se podrá hablar de acuerdos, de cesiones, de negociación, siempre,
claro está, que la naturaleza de la propia asociación en que se inserta el líder, lo
permita.
Y esto nos hace volver sobre el punto anterior, puesto que el objetivo a conseguir deberá
tener la apoyatura de unos valores que determinen cómo conseguirlo. El líder deberá ser
protector y guardián de la causa que originó el grupo y el mismo liderazgo, deberá
saber mantener el equilibrio entre lo que constituye el núcleo esencial que conforma el
objetivo perseguido y la pluralidad, heterogeneidad que se pueda dar dentro del grupo que
lidera.
Pero lo cierto es que observamos líderes que no cumplen estos requisitos, verdaderos
encantadores de serpientes que no tienen o no expresan un objetivo común, que los valores
que representan no son más que necesidades del guión y, que la definición del proyecto,
queda enmarcado tantas veces en su atractivo personal: físico, retórico, popular...
Como en tantas otras cosas, debemos diferenciar el ser del deber ser, ¿son líderes?: si,
en su sentido más superficial, como el padre que da vida a unos hijos pero no les ofrece
su atención y cariño. ¿Deben ser nuestros líderes, queremos que sean nuestros
líderes?: Rotundamente, no. líderes en el sentido más superficial, que escasamente
cumplen con los dos primeros elementos definidos y que su liderazgo se centra en esa
capacidad comunicativa, de ilusionar, de arrastrar. Es lo que vulgarmente hemos llamado
líder carismático. Cuando es el carisma del líder, y no lo que representa, lo que nos
atrae, hace que exista una relación de dependencia hacia su persona, hacia su encanto y,
como pescadilla que se muerde la cola, esto será lo que él mismo cuide más. En
cualquier caso será el fracaso del líder (Continuará...)
Jesús Gallego*
"ARBIL, Anotaciones de Pensamiento y
Critica", es editado por el Foro Arbil
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