|
Viktor E. Frankl
Encontrar, más que dar, un sentido a su vida a través de su conciencia, en una tarea, un objetivo.
El pasado mes de septiembre fallecía el
prestigioso psicoanalista Viktor E. Frankl. Catedrático de
neurología y psiquiatría en la universidad de Viena, profesor
de logoterapia en la Universidad Internacional de San Diego
(California), ocupó diversas cátedras en las universidades de
Harvard, Stanford, Dallas y Pittsburgh, y autor de 27 obras,
traducidas a 23 idiomas, entre las que se encuentran "El
hombre en busca de sentido", "La presencia ignorada de
Dios" o "La psicoterapia al alcance de todos". Fue
el fundador de la logoterapia o, como diversos autores la
denominan, la "tercera escuela vienesa de
psicoterapia", después de las de Freud -el psicoanálisis-
y de Adler -la psicología individual-.
Si su memoria viene ahora a estas líneas es porque considero de
enorme interés su obra, tremendamente divulgativa y de una
pedagogía difícil de encontrar en otros autores.
Pienso que se puede resumir su pensamiento, contando con el
peligro que entraña todo reduccionismo, en una frase recogida de
Nietzsche, que aparece de manera insistente en sus escritos:
quien tiene un porque para vivir, soporta casi cualquier cómo.
Su experiencia en el campo de concentración nazi de Auschwitz,
descrita en poco más de cien páginas de su libro "El
hombre en busca de sentido", así como las reacciones
psicológicas de sus compañeros y su capacidad de supervivencia,
nos muestran el sentido de esas palabras: sólo aquellos que
tenían algo que querer profundamente, una familia, un Dios, una
esposa..., o que llevar a cabo insustituiblemente, eran los que
sobrevivían, pues a todo hombre le llegaba un momento, difícil
de superar, de agotamiento, desesperanza, abandono y, si no
contaba con algo distinto de sí mismo pero en sí mismo -su
trascendencia-, sucumbía ante la tentación del suicidio,
lanzarse contra las alambradas o, simplemente, tirar la toalla,
dejar de luchar por su vida que, en ese tiempo, suponía que
carecía de sentido.
Esto es lo que en resumidas cuentas nos quería transmitir el
profesor Frankl, que frente al psicoanálisis de Freud, en el que
impera un deseo de placer -Sigmund Freud veía en el hombre un
ser natural, sin tener en cuenta su carácter espiritual, dirá
Frankl- o frente a la psicología individual de Adler, en la que
el deseo de poder, el afán de valimiento, centra toda su
teoría, el fundador de la logoterapia interpreta al hombre como
un ser que en último término y propiamente está buscando un
sentido, pares el hombre está siempre orientado hacia algo que
él mismo no es, bien un sentido que realiza, bien otro ser
humano con el que se encuentra; el hecho mismo de ser hombre va
más allá de uno mismo, y esta trascendencia constituye la
esencia de la existencia humana. Estas palabras suyas forman
parte de una conferencia pronunciada en el XIV Congreso
Internacional de Filosofía, en Viena ( 1968) y nos devuelven al
hombre como ser trascendente, espiritual, en el que el encuentro
-amor- y realización -desarrollo de la propia misión- suponen
la satisfacción de un deseo de sentido existencial. De ahí toma
su sentido la frase de Karl Jaspers de que el hombre se hace
hombre al darse a los demás.
Para Frankl, la crisis moderna deriva precisamente de un vacío
existencial, que se manifiesta a través del conformismo, el
hombre sólo busca o quiere lo que los demás hacen, o del
totalitarismo, hace sólo lo que los demás quieren, provocando
una actitud provisional de la existencia.
Pero no sólo en situaciones extraordinarias el hombre ha de
trascender de sí mismo, pues de otra manera en esas situación
es tampoco sería capaz, sino en el día a día, el hombre ha de
tener la clara conciencia de su misión personal. Encontrar, más
que dar, un sentido a su vida a través de su conciencia, en una
tarea, un objetivo. La necesidad de saber que se existe para algo
-o para alguien- provoca la consiguiente actividad. Ese deseo de
sentido repleto, cubierto, nos fortalece, suponiendo incluso un
freno a nuestra desaparición existencial. Está demostrado que
las personas que se jubilan y que no tienen una actividad
sustitutiva de igual valor psíquico que su profesión, suelen
enfermar tarde o temprano, incluso los animales tienen parecidos
mecanismos psíquicos, pues aquellos que trabajan en los circos,
teniendo, por tanto, una tarea que realizar, viven más que los
animales que permanecen inactivos.
La madurez humana vendrá de la mano de seguir nuestra conciencia
que nos indica que organicemos nuestro futuro, que intervengamos
siempre que sea posible; pero también nos exige que estemos
dispuestas a cargar con nuestro destino cuando sea necesaria, y
que demos al sufrimiento una orientación verdadera. Pienso que
Viktor E. Frankl, como otros tantos hombres, encontró y siguió
el sentido de su vida, dejándonos un horizonte abierto para
poder recorrer nuestro camino. Nuestra tarea inmediata será
apropiarnos de su madurez.
Jesús Gallego *
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
La reproducción total o parcial de estos documentos esta a
disposición de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y
citando su origen.