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ARBIL, anotaciones de pensamiento y critica

Perfil de un líder: cualidades para el triunfo (y 2)

No podemos enterrar nuestros talento.

Diferenciando el ser del deber ser del liderazgo, hemos de referirnos a otro problema a cerca del liderazgo sobre grandes masas. Se trata de una cuestión primordial, de importancia -entiendo- extraordinaria, y es la siguiente: quién queremos que sean nuestros liderados y, tomando como punto de referencia esta cuestión, cuál ha de ser nuestro comportamiento con respecto a ellos. Quizás sean más clarificadoras las palabras de Ortega para entender lo que intento expresar. En Agosto de 1930 escribía: "Ahora, por lo visto, vuelven muchos hombres a sentir nostalgia del rebaño. Se entregan con pasión a lo que en ellos había aun de ovejas. Quieren marchar por la vida bien juntas, en ruta colectiva, lana contra lana y la cabeza caída. Por eso, en muchos pueblos de Europa andan buscando un pastor y un mastín". Hoy, todavía, se tiene ese gusto por el rebaño, por la agrupación amorfa, en definitiva, por esconderse dentro de un numeroso grupo para reivindicar, actuar u omitir acciones debidas, amparadas en un incumplimiento generalizado, cuando de manera individual, no es que no se pudiera llevar a cabo -es totalmente legítima y necesaria la asociación voluntaria- sino que habría que afrontar directamente las consecuencias de tales actuaciones, es decir, responsabilizarse. No pretendo individualizar todas y cada una de las actuaciones humanas -sería de todo punto absurdo- sino de que no se pretenda amparar en el grupo para evitar responsabilidades.

Esta, pienso, es una responsabilidad más del líder: la propia conformación del grupo que lidera. En esto, también, se distinguen uno y otros tipos de líderes: en la decisión de a quién liderar, decisión que también implicará la utilización o no de una serie de medios -muchas veces deshumanizantes-, cuya finalidad exclusiva sea la de permanecer sin más en ese grupo, sin dar opción a la meditación, a la crítica, a la reflexión. Estos son los pastores y mastines a los que se refiere Ortega, los que empujan a sus seguidores a que, lana contra lana y cabeza caída, vayan recorriendo una ruta sin conocer su destine, siendo sólo protagonistas de su indecisión.

Aborrezco, repudio este tipo de liderazgo que, aunque se pretenda para fines muy altos, envilece a quien así actúa y a quien de manera más o menos pasiva le sigue. Apuesto, en cambio, por los líderes de hombres libres, líderes que creyendo en la libertad, tratan de que ésta sea el principio informador de todas sus decisiones, que el valor ovejuno se transforme en clamor humano, que las cabezas gachas se eleven pudiendo visionar un conjunto de hombres independientes, dispuestos a alzarse y con convicciones profundas, que la búsqueda se dirija hacia los hombres excelentes y no a pastores con sermones reaprendidos. Es más fácil buscar a la masa y a cada hombre convertirlo en sujeto integrante de esa masa, pero es más humano, reconfortante e incluso esperanzador, dirigirse a hombres que no diluyan su responsabilidad, su libertad, que sean coprotagonistas de un quehacer colectivo.

Según lo dicho, pienso que el líder ha de hacer participes a sus seguidores de la misión a la que él se siente llamado a liderar: la independencia de sus seguidores en conexión con la voluntad de continuar con ese proyecto, asegurará la subsistencia de éste.

Y, para ir terminando, hemos hablado hasta ahora del concepto de líder y sus elementos característicos y extraído algunas conclusiones, pero quisiera, si me permiten, terminar aludiendo, aunque sea brevemente, a dos caracteres que estimo de importancia esencial en el perfil del líder:

1. Asumir la propia responsabilidad del liderazgo. Sin miedo, sin temor, con coraje. Sintiéndonos protagonistas de nuestra vida y, en cuanto líderes, en parte, de la vida de muchos más. No podemos enterrar nuestros talentos, pues no será el Creador desde su Reino celestial, como en la parábola, quien nos demande esa falta de valentía, sino la Historia, la humanidad, nuestros compatriotas y vecinos, quienes buscan ansiosamente quién les dirija. Así como tenemos el deber de presentir lo nuevo; hemos de tener también el valor de afirmarlo.

2. El líder tiene la función de satisfacer la necesidad de sentido. No son pocos, se cuentan por muchedumbres, quienes no ven claro cuál es su destino, cuál es el sentido de su actuar, de su obrar. Dar sentido colectivo, establecer una misión, un proyecto atractivo, excitante, es una tarea que siempre ha de contar con un líder que nos haga descubrir, a partir de destinos universales, las misiones particulares, pues "vivir es tener que hacer algo determinado -es cumplir un encargo, nos vuelve a recordar Ortega-, y en la medida en que eludamos poner algo de nuestra existencia, evacuamos nuestra vida. Dentro de poco se oirá un grito formidable en todo el planeta, que subirá, como el aullido de canes innumerables, hasta las estrellas, pidiendo alguien y algo que mande, que imponga un quehacer u obligación"

Jesús Gallego *


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