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Elogio de la unidad
La "unidad" es siempre fundamental como ley general
La existencia de un ser compuesto se
fundamenta siempre en la "unidad de sus partes", es
decir, en la condición que exige a todas y a cada una de ellas
estar supeditadas al todo para su mejor servicio, su buen
funcionamiento y para el cumplimiento de sus fines. Ello
significa que cualquiera de esas partes, participa del bien o
ideal comunes y supone también que separada del todo no puede
reproducirlo, y aquél tiene como consecuencia el dejar de
existir al faltarle algunas de sus partes (o al menos queda
mutilado).
Esto es evidente en el mundo material. Pongamos un ejemplo: si a
un automóvil se le quita una rueda, esa pieza desunida no puede
constituir otro, y el que ha perdido la rueda ha dejado también
de poder funcionar como tal: solo unidas todas las partes y cada
cual es su puesto y cometido, el ser compuesto (el automóvil en
este caso) puede existir y funcionar.
Esto es aún más exacto en los seres vivos y por tanto
específicamente en el hombre. Todo lo fisiológico-somático
ocurre sirviendo a esa unidad funcional que es la persona y es
ella la que rige todo el funcionalismo orgánico y recibe un
nombre especial: es el instinto de conservación que establece
así la ley suprema de la vida de ese ser con algo no aprendido,
sino unido a sus genes, y que se manifiesta en todos sus
órganos. Así, el hígado, que vierte glucosa en la sangre, lo
hace para que todo el organismo subsista como unidad ; y el
corazón que mueve la sangre, lo hace con el mismo objetivo y
así prodríamos analizar el funcionalismo de cada órgano en
particular y de todos en conjunto, siempre con la misma
respuesta.
Esta posición de servicio se realiza en unas dependencia y
jerarquización absolutas: no cabe excepción alguna.
Esta misma necesidad de unidad afecta también a los grupos
sociales que no pueden subsistir más que unidos en esa postura
de servicio al afán colectivo común para todo el grupo.
Hay que concluir que la "unidad" es siempre fundamental
como ley general
Ahora bien, esta ley biológica de la unidad, siempre
jerarquizada, puede tener alteraciones.
En el nivel de persona cuando se rompe por alguna de sus partes
que se declara autónoma surge el enfermar y es prácticamente en
forma de cáncer que termina siempre destruyéndose la parte
separada y la persona en la que se ha producido.
Lo mismo ocurre en la sociedad en grupos sociales más o menos
grandes.
Algunos textos neotestamentarios avalan también la importancia
de la unidad. Que todos tengáis un mismo lenguaje... Vivir
perfectamente unidos en un mismo pensar y en un mismo sentir (San
Pablo I a Corintios, I, 10). Un solo rebaño y un solo pastor
(Juan X, 16). Que seáis una misma cosa (Juan XII, 11). Unidad en
el reinado de la paz. Uno es el cuerpo, uno el espíritu, una la
esperanza (San Pablo a Efesios IV, 1).
Hay elementos que ayudan a esa unidad: uno es por ejemplo, en el
momento actual la "civilización" imperante, es decir
la producción de cosas al servicio de la persona y para
subsistir, es elemento básico creador el ambiente en que las
personas se desenvuelven inevitablemente y del que dependen lo
que la convierte en un factor clave de su modelación y es una
fuerza radicalmente unificadora: los mismos automóviles, las
mismas viandas, las mismas películas, las mismas lecturas, las
mismas emisiones de radio y de televisión, las mismas
edificaciones, las mismas enseñanzas, las mismas organizaciones
sociales,... imponen la unificación en todas partes.
Otro aspecto parcial de esa acción unificadora del ambiente es
el lenguaje : una acción unificadora fundamental ejerce entre
las personas el hablar una misma lengua, como ya se expresaba en
un viejo refrán "hablando se entienden las gentes".
A la inversa, hay también circunstancias que dañan esa unidad.
Así por ejemplo, los que hablan lenguas distintas, es lo
probable que no puedan entenderse entre ellos: les es más
difícil lograr la necesaria unidad.
A este respecto llama la atención que la forma elegida por Dios
para lograr que los hombres no pudieran entenderse entre ellos,
fue el hacer que hablaran lenguas distintas... Y la Torre de
Babel no pudo construirse.. Y desde entonces se habla de
"babelismo" para designar las situaciones caóticas con
lenguajes distintos en las que no es posible entenderse.
En el momento presente podemos afirmar que el pretender imponer
coercitivamente como lengua única y excluyente la hablada por un
grupo de menos de al menos veinte millones de personas es una
forma de limitar en ese grupo las posibilidades de progreso. En
el fondo, puede ser una fórmula de creación de esclavos o al
menos de gentes con más limitadas posibilidades de vida y por
tanto, más manejables por los que manden en ellas, en las que es
más fácil al tuerto llegar a ser Rey y en la que los que tal
hacen pueden presentarse como sus defensores.
A este respecto hay un hecho que nos es difícil de explicar: la
decisión actual de la Iglesia (en contra de su gloriosa
tradición de veinte siglos) de potenciar lenguas usadas por
pocos parlantes y junto a ello el haber suprimido el latín como
su lengua oficial, que era entre los creyentes de constante y
necesaria referencia para lograr su unidad en cualquier parte del
mundo que estuvieran, y en cambio se ha conseguido no solo que
disminuya la "unidad", sino que baje la universalidad
de la Iglesia. Lo que acaso pueda llevar a la supresión del
adjetivo de "católica" (como antes se suprimió el de
"romana" que expresaba su carácter jerárquico)
Produce alegría cuando se da uno cuenta de la gran ventaja que
tiene al hablar en español, que es la lengua habitual de cientos
de millones de personas, y por el contrario entristece pensar que
hay gentes que quieren imponer de forma excluyente lenguas de
escasa o ninguna proyección en el mundo.
En resumen, en toda colectividad y especialmente en toda Nación,
y para su existencia es necesaria la unidad de todas aquellas
funciones o grupos que se consideren fundamentales para la
existencia vital de la colectividad y a la defensa de esa unidad
han de supeditarse todos los demás criterios, los que puede
exigir la unificación de los mismos, y junto a ello pueden
quedar algunas funciones que no exijan esa unificación. El
acierto por tanto , está en saber cuantitativa y
cualitativamente qué funciones entran en un grupos cuáles en el
otro.
D. Fernando Civeira Otermín *
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Crítica", es editado por el
Foro Arbil
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