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Cuando se callan los gritos, se escucha la verdad
La multiplicación de medios y la velocidad de la producción de información que posibilitan los modernos instrumentos tecnolágicos, tienden a convertirse más en un grito que aturde y ciega la inteligencia, que en una voz que sostiene y reclama nuestra reflexión
En estos días se cumplieron 25 años de
que la Corte Suprema de los Estados Unidos, en el caso titulado
"Roe vs. Wade", abría las puertas de la jurisprudencia
americana para la denominada "legalización" del aborto
en el país del norte.
Muchos de nosotros hemos crecido escuchando referencias a este
caso que desencadenó un genocidio de proporciones reales
inimaginables, que le ha costado a la sociedad norteamericana
más vidas que todas las guerras de este siglo.
Pero muchos de nosotros hemos crecido igualmente desconociendo el
verdadero trasfondo de este caso paradigmático.
Es que Jean Roe (un seudónimo utilizado para preservar la
intimidad de la mujer que reclamaba "el derecho sobre su
propio cuerpo"), hace algunos años, luego de convertirse a
la fe cristiana en el seno de una iglesia Bautista, comenzó a
contar la realidad oculta bajo el aparato publicitario del caso
"Roe vs. Wade".
Jean Roe, joven y angustiada por la reciente noticia de su
embarazo concurrió a un "consultorio" para mujeres en
situación de riesgo donde se encontró con miembros de
asociaciones abortistas que la instaron a recurrir al aborto como
solución a su problema. Dada su condición social y económica,
los mismos "asesores" la instaron a iniciar un reclamo
judicial para que el Estado atendiera su decisión de acabar con
la vida de su hijo, lo que culminó con el fallo judicial que
todos conocemos.
Pero lo que todo este aparato de lobby en pro de la legalización
del asesinato de inocentes nunca dio a conocer es que Jane Roe en
realidad nunca hizo uso de la posibilidad que le dio el fallo
judicial, sino que paradójicamente tuvo a su hija; que la misma
mujer hoy está profundamente dolida por el
"asesoramiento" que le brindaron en su momento y que
afirma: "me usaron como a una estúpida"; que ella
misma es una activa militante pro-vida como una manera de
intentar reparar en lo posible la masacre que desataron aquellos
que usaron (en el más bajo sentido del término) su angustia. Y
esto es lo que me hace pensar que cuando se callan los gritos,
cuando se deja el estruendo del "acontecer de cada
día", cuando apagamos la permanente retahíla de las
"novedades urgentes e importantes", lo que queda no es
el silencio de la nada.
Cuando se acallan las voces que intentan de modo prepotente
imponernos su "agenda", su escala de valores y su
manera de pensar; no queda el vacío del silencio absoluto, sino
que comienza a brillar el tiempo de la reflexión, el espacio
para el pensamiento, para los valores verdaderos, para los temas
verdaderamente importantes.
Y esto debiéramos tenerlo particularmente presente en tiempos en
los que el derecho a informar y a ser informado, la
multiplicación de medios y la velocidad de la producción de
información que posibilitan los modernos instrumentos
tecnológicos, tienden a convertirse más en un grito que aturde
y ciega la inteligencia, que en una voz que sostiene y reclama
nuestra reflexión. . .
Todo sirve para la reflexión, y por supuesto que el primer caso
también, pero entonces me interesaría considerar cómo, cuando
nos ponemos al margen de las escalas de valores de la sociedad en
que crecimos, cuando abandonamos las valoraciones morales
objetivas, cuando ejecutamos a la verdad en la hoguera de la
opinión publicada, terminamos convirtiendo también a la ley en
un instrumento que tiene poco que ver con aquello de que la
justicia ha de mirarnos "a todos por igual". . .
Quizás lo que nos esté faltando es verdadero respeto por los
demás y confianza en la verdad, para no preocuparnos de aturdir
a nadie queriendo venderle nuestro particular punto de vista;
quizás necesitemos mayor calidad moral, para buscar prolijamente
la verdad y el bien tanto cuando debemos comunicar información
como cuando la recibimos o buscamos; y seguramente, requerimos
una educación adecuada a estos tiempos de globalización y
bombardeo informativo, no sólo para estar técnicamente
capacitados para hablar y escuchar, sino también para
internalizar en el corazón de cada uno de nosotros los
verdaderos valores del bien, la verdad, la bondad y la belleza.
P. Oscar Gerometta (con el agradecimiento a EDUARDO R. CATTANEO*
"ARBIL,
Anotaciones de Pensamiento y Cr¡tica", es editado por el
Foro Arbil
La reproducci¢n total o parcial de estos documentos esta a
disposici¢n de la gente siempre bajo los criterios de buena fe y
citando su origen.